Nota
Luciano Arruga: detalles y sorpresas de la primera jornada del juicio
Comenzó el juicio por las torturas cometidas contra el joven de 16 años que luego fue desaparecido y en 2014 apareció muerto. El clima en la sala, los testimonios, las piruetas de los abogados, y los enigmas pendientes.
Comenzó el juicio por las torturas cometidas contra el joven de 16 años que luego fue desaparecido y en 2014 apareció muerto. El clima en la sala, los testimonios, las piruetas de los abogados, y los enigmas pendientes.

Fotos: Leandro Alba, de El1 Digital
Desde bien temprano, el operativo de seguridad desplegado este lunes 4 de mayo en la sede de la Unión Industrial de La Matanza levantó vallas que sirvieron como mural para colgar diversas clases de banderas con el rostro de Luciano Arruga. Un móvil de la Bonaerense cortaba la calle Juan Florio en dirección a la avenida Illia, en pleno San Justo. Por una cuestión de capacidad, ese fue el lugar elegido para realizar el juicio por torturas a Luciano Arruga, el joven de 16 años de Lomas del Mirador que fue detenido ilegalmente durante nueve horas en el destacamento policial de esa localidad, que no estaba acondicionado para alojar detenidos, mucho menos un menor. Allí, aquel 22 de septiembre de 2008, lo golpearon, le escupieron la comida y amenazaron con violarlo, según denunció la familia en esta primera audiencia.
Móviles y galletitas
De a poco, las organizaciones sociales y políticas comenzaron a llegar y poblar lo que sería un escenario histórico: por primera vez en democracia un policía llegaba a juicio por torturas. Se trata de Julio Diego Torales, quien el 22 de septiembre de 2008 estaba a cargo del destacamento, y a quien Luciano señaló como uno de los tres policías que lo torturaron ese día. Se espera que, en el desarrollo de las audiencias, surjan elementos para saber la identidad de los otros dos oficiales.
En esta primera audiencia hubo cámaras periodísticas frente a la Unión Industrial: TV Pública, Crónica, 360 TV, CN23 y TN filmaban la llegada de los móviles policiales mientras se acreditaban periodistas de El 1 Digital (de la Universidad Nacional de La Matanza), La Retaguardia, InfoJus, Cosecha roja y FM En Tránsito. Eran las 11 de la mañana. Había también integrantes de organizaciones como Suteba (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de la provincia de Buenos Aires), Apdh (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), H.I.J.O.S y Correpi (Coordinadora contra la represión policial e institucional).
La sala se armó en un galpón de la Unión Industrial distrital especialmente acondicionado. El Tribunal Oral en lo Criminal N°3, es presidido por Diana Nora Volpicina, con Liliana Logroño y Gustavo Navarrine como vocales. Y buscó otorgar la solemnidad que se espera en estos casos, en medio de carteles con publicidad de galletitas, resortes y productos eléctricos.
A las 11:39 ingresaron los jueces.

Fotos: Leandro Alba, de El1 Digital
¿Preso político?
El silencio en la sala sólo era perturbado por los murmullos y las cámaras de fotos. Un batallón se puso delante de Torales: no paraban de fotografiarlo.
Los jueces llamaron a Torales, nacido el 16/6/1980, DNI 28.003.616, secundario completo, de Florencio Varela. Se sentó en el banquillo.
Le preguntaron nombre, apellido, si tiene algún apodo, y dónde se desempeñaba hasta el momento de ser detenido. Respondió que era oficial principal en Laferrere.
Se levantó y se instaló en medio de su equipo de abogados, conformado por Juan Grimberg y su hijo; y Gastón Jordanes y otro ayudante. Algunos firmaron a último momento sus cargos.
Luego se leyeron los lineamientos de las partes.
El Ministerio Público Fiscal, representado en el juicio por José Luis Longobardi, especificó que Luciano Arruga fue conducido y detenido al destacamento de Lomas del Mirador entre las 11 y las 19.30 de aquel día, y que allí fue “maltratado” por tres oficiales, entre ellos Torales. Fue amenazado: “Te van a llevar a la Comisaría 8 º donde están los violines” (en referencia a los violadores). Además, Longobardi agregó que el traumatismo que sufrió Luciano producto del maltrato debe ser encuadrado como torturas, ya que “se lo intentó humillar, se lo destrató como persona”.
A su lado estaban los tres abogados que representan a la familia de Luciano. María Dinard y Maximiliano Medina, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Juan Manuel Combi, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza. Dinard argumentó que Luciano estuvo incomunicado, en un “extremo estado de vulnerabilidad, y aislado”. Que Torales “lo golpeó en el rostro y cuerpo”. Y que el joven de 16 años sufrió “amenazas contra su integridad sexual”.
Finalmente, los lineamientos de la defensa de Torales, argumentados por el abogado Juan Grimberg, despertaron algunas risas en la sala: “Mi defendido tiene que cargar por ser un detenido por razones políticas, influenciado por un organismo con llegada al Poder Ejecutivo Nacional”. Además, tildó al proceso de “exótico” y de “engendro jurídico”, ya que la “imputación no responde a los derechos humanos” porque la acusación era “inexistente”.
Entonces el TOC llamó a la primera testigo del juicio: Mónica Alegre, mamá de Luciano.

Fotos: Leandro Alba, de El1 Digital
“Me están matando a palos”
La jueza le pidió nombre completo, domicilio, le recordó que la ley castiga con 10 años de prisión a los que mienten. Mónica Alegre miraba. Sobre su profesión u oficio, sencillamente respondió: “Trabajo como artesana”.
Le preguntaron si conocía a Torales: “Lo conozco de ese día”. Contó que Luciano salió el 22 de septiembre temprano, entre las 7 y las 7.30 de la mañana a trabajar a la fundidora donde iba con su hermano menor. Pasado el mediodía un móvil policial llegó a su casa, en el barrio 12 de Octubre de Lomas del Mirador, y le informó que su hijo estaba preso por robo, supuestamente de un mp3 y un celular). Mónica fue al destacamento. “Me hicieron esperar ahí”, dice. Cuenta que lo vio al propio Torales, que le dio la mano. “Quiero ver a mi hijo”, repitió sus propias palabras Mónica. Le dijeron que su hijo estaba “incomunicado, detenido por robo”.
Mónica: “Atiné a llamar a mi hija. No sabía de leyes”. La hija de Mónica es Vanesa Orieta.
Recordó que alrededor de las 14.30, nerviosa, pidió ver a Luciano. Escucharon un grito. Relató Mónica: “Vane dice que lo suelten. Se ve que Luciano escucha la voz, y dice: ´Vane, sacame de acá que me están matando a palos´. Se escucha que se cierra una puerta. Se escucharon ruidos, gritos: ´Salí, no me pegues´. Pido sacarlo, pero no tenía la documentación. Entonces fui a buscar la partida de nacimiento: necesitaba ese papel”. Lo tenía su hermana.
Mónica fue a buscarlo hasta Puente La Noria. Se tomó dos colectivos (“Habré tardado dos horas”). Volvió y lo presentó. Serían las 19. Cuando entregaba la documentación, salió un policía. “No me acuerdo el rostro, tenía la cabeza gacha”. Luciano lo señaló: “Él me pegó –recuerda Mónica- y Torales le pregunta: ´¿Quién te pegó´. Luciano dice: ‘Vos. Y él también’”.
La mamá de Luciano recordó un diálogo que tuvo con su hijo en aquel momento y durante la vuelta. Ella le decía que se calle, que no dijera nada. Luciano le respondió: “A vos porque no te recagaron a palos, no te reventaron los huesos, no te escupieron gargajos al sánguche ni te pegaban mientras lo comías”.
Mónica también recordó cuando Torales le dijo “negro rastrero” a Luciano. Ella estaba enfrente. Fue después de que Luciano agarrara el celular que el policía estaba cargando para arrojarlo, nervioso. “Cuando salimos lo quise abrazar y me dice que no lo toque, que le dolía”. Agrega: “Le vi marcas en el pómulo, rojo, como hinchado”.
Esa misma noche Vanesa llevó a Luciano al Policlínico de San Justo a constatar las heridas.
A partir de las preguntas del fiscal, Mónica recordó más detalles:
- Recuerda que Torales le dijo a Luciano: “Te callás o te meto de vuelta adentro. Te voy a mandar al pabellón rosa. ¿Ya lo conocés, no?”
- Luciano tenía mucho miedo después de esa detención. “Cambió: ya no quería salir. Se volvió cuidadoso”.
Ofrecimiento para robar
El fiscal pidió que quede constancia por omisión de un párrafo del expediente. Citó la foja y la línea. «¿Empezando de arriba o de abajo?» consultó la jueza. El fiscal pidió además agregar al testimonio una frase de Luciano: “Vos me pegaste mientras otros dos me sostenían” y la de la amenaza de llevarlo a la Comisaría 8º “donde estaban los violines”.
Mónica agregó, mirando al Tribunal: “Todo empezó cuando tuvo el ofrecimiento de robar para la policía. Lo amenazaban. Le pusieron una escopeta al pecho. Lo estaban ahogando de a poco, hasta que llegó el 22 de septiembre. Ahí empezó una persecución”.
A pedido de sus abogados, Mónica dibujó un croquis del destacamento. Recuerda otra frase de su hijo tras el hostigamiento: “Cuando veas un patrullero, cruzate de calle”. Mónica respira. Le dan un vaso del agua. Desde el Tribunal le preguntan si quiere esperar para seguir.
Responde: “No. Ya estoy acostumbrada”.
La sala la escuchaba citar a Luciano: “El día que yo me vaya cuidá a mi hermana. Es mi vida. Y a mis hermanos. Yo me voy a ir antes que vos, ma. Poné mi camiseta de River. Prometeme que me vas a envolver con mi bandera”. Agregó Mónica: “Los sueños de conocer el mar y de terminar el estudio, ya no estaban”.
La defensa pidió la palabra. Grimberg le preguntó por qué se fue esa tarde del destacamento e intentó confundir los horarios respecto a su partida. Mónica respondió: “Ninguna persona tiene un reloj para marcar que tiene que ir a la comisaría a buscar a su hijo”. Grimberg insistió con planteos confusos. Maximiliano Medina, del CELS, se lo apuntó a la jueza. La jueza lo obligó a reformular.
“¿Por qué se retiró?”, insistió Grimberg.
“Usted ya la hizo (la pregunta). Ya contestó”, dijo la jueza Volpicina.
“Yo le contesto”, resolvió Moni, con total paciencia. “Señor abogado: era la única manera de sacar a mi hijo” (al ir a buscar la partida de nacimiento).
Medina pidió que quede constancia de ello.
Grimberg le preguntó luego si habló con algún funcionario en el momento para sacar a Luciano. Mónica dijo que no. Le preguntó si tenía asesoría legal en ese instante. Tampoco.
Pidió el micrófono fue otro de los abogados de Torales, Gastón Jordanes. Le preguntó a Mónica por qué cree que a Luciano le ofrecieron robar. La querella apuntó que se limitara al objeto procesal. “De eso me encargo yo”, dijo Volpicina que, finalmente, le dio la razón.
Luego Grimberg desató una risotada en la sala. Preguntó qué hacía Luciano con el carro un carro y “¿qué opinaba de que un chico de 16 años esté obligado a cartonear?”.
La presidenta del Tribunal: “Es impertinente. No sé a qué apunta”.
Mónica, de todas maneras, contestó, tranquila: “Me sentía orgullosa, porque él había rechazado dignamente una oferta de robar para la policía, con el mismo orgullo con el que hasta ahora soy la madre de Luciano Arruga”.
A las 13.30, los jueces ordenaron un cuarto intermedio.
“Todo político”
Volvieron a las 13.50.
El fiscal convocó a la testigo específica de la defensa, la mamá de Torales: Zulma Noemí Robles de Torales. Dijo que es profesora de Economía. Grimberg le preguntó, concretamente, la “circunstancia” por la que está pasando su hijo.
Zulma: “Es horrendo. Lo han tratado como un verdadero delincuente. Se le ha negado todo derecho como persona y ser humano. Dijeron que se podía fugar, que podía tomar represalias. Lo trataron peor que a un asesino”. Contó que fue a hablar con el juez Gustavo Banco (el mismo que tiene un jury de enjuiciamiento por haber pinchado los teléfonos de la familia Arruga), y que éste le dijo: “Tené paciencia, tu hijo es un perejil”. El juez le dijo que el tema era “todo político” y le dijo también: “No justifico estar 6 meses por un moretón” y “yo hago lo que mis jefes me ordenan”.
La presidenta del Tribunal la interrumpió: “Las decisiones judiciales no están en tela de juicio cuando se juzgan otras cosas”.
Grimberg le preguntó cómo se compone su familia. Además de Torales, hay otros dos miembros que pertenecen a Policía Bonaerense. Dijo que Torales desde chiquito quiso ser policía.
La mujer agregó: “La Policía no me preguntó nada. Le corresponde esto también”.
No más preguntas.
Traumatismos
Luego fue el turno -por separado- de dos profesionales de la salud.
La primera fue la médica legista María Fontela, que en septiembre de 2008 trabajaba en el Cuerpo Médico Forense de La Matanza. De su informe surge que Luciano “no presentaba lesiones traumáticas”, apuntó el fiscal Longobardi. “Es así”, respondió ella. “Cuando un aprehendido es acompañado, se le saca a ropa, los pantalones hasta los tobillos”. Explica que se lo ve con luz especial, se le hace levantar los brazos y que gire. Ella no vio nada.
Ante la pregunta del fiscal, Fontela apuntó que “hay heridas que si son muy recientes o añejas no se pueden notar”, y “que no siempre los hematomas colorean la piel”, sino que “hay tocarlo”. Pero si las heridas no se notan, entonces no hay tacto. Ella afirmó que no tocó a Luciano.
Después de Fontela, pasó el médico Gabriel González, que el 22 de septiembre 2008 hacía guardias en el Policlínico de San Justo. Él firmó el certificado donde constaban las lesiones que sufrió Luciano. Cuenta que a las 23 horas de ese día atendió al “paciente” Luciano Nahuel Arruga. “Traumatismo región facial, de frente y lado izquierdo”, anotó. Le pidieron describir la lesión: “Es un golpe, simple, no hay hematoma. Es inflamatorio”.
Especificó que sin “marca” no consignan golpes pese al dolor del paciente.
La querella le pidió más especificidad. “Se produce con golpe con un artefacto romo. Puede ser puño o superficie lisa”. No recuerda más detalles. La defensa de Torales pregunta si pudo ser un cachetazo. González remarca: “Es raro que sólo un cachetazo deje un traumatismo”. Dinard, del CELS, pide que esa respuesta conste en actas.
Medio rengo
Se llamó al estrado a Juan Gabriel Apud, amigo de Luciano desde los 5 años. Vivía a la vuelta de su casa. Él fue uno de los que vio llegar al barrio a Luciano con Mónica luego de la detención. Él también charló con el joven en los días posteriores. Es zapatero. “Luciano fue detenido en varias ocasiones, solo o con amigos”, declaró. “Esa vez lo habían culpado de un ilícito y apareció golpeado, con lágrimas en los ojos”.
Apud recuordó: “Tenía un moretón en el pómulo”. En ese momento no contó nada. “Caminaba medio rengo. Tenía un golpe en uno de los tobillos”. Contó que al otro día pudieron hablar un poco más. “Lo golpearon mucho”, señaló. “En la espalda tenía rayas, como si fueran con el bastón que usa la policía. Lo tiraron al piso, lo golpearon, lo escupieron. Desde ahí empezó a cambiar su modo de ser. Ya no quería salir con el carro. Tenía miedo por los policías, que le decían que vaya a laburar a otra zona”.
Grimberg, al igual que a lo largo de toda la audiencia, pidió leer fojas del expediente para marcar una contradicción. Para la fiscalía y el particular damnificado no había tal contradicción: eran dos formas distintas de expresar lo mismo El Tribunal dio lugar. El abogado ancló en un detalle menor: Apud había declarado en un principio que Mónica traía a Luciano como “arrastrando” porque “no podía caminar”. El joven: “Es una forma de decir. Estaba apoyado alrededor del cuello de su madre”.
El último testimonio fue de Rocío Gallegos, quien vivía con Vanesa Orieta, la hermana de Luciano, cuando fue la detención ilegal del adolescente. “Vanesa estaba preocupada por cómo le habían pegado a su hermano”, declaró. “Ella habló con Torales, le dijo: ‘Vos le dijiste que lo iban a violar’”. Gallegos recordó los diálogos que mantuvo con Luciano en los días posteriores, cuando el joven estaba asustado tras la detención. “No sé qué hacer porque la policía no me deja circular cerca de mi casa”, decía Luciano.
Al igual que cada uno de los testigos, Gallegos señaló que Luciano cambió después de la detención: “Lo empecé a ver diferente, venía más tiempo a casa. Con el tiempo me di cuenta que estaba pidiendo ayuda”.
Condena social y justicia
A Luciano lo desaparecieron cuatro meses después de esta detención ilegal. Desde el 31 de enero de 2009 la familia lo buscó incansablemente.
La noticia de la identificación de su cuerpo llegó el 17 de octubre de 2014, luego de que se aprobara el habeas corpus que obligó al Estado a poner en marcha los mecanismos para su búsqueda. En todo ese tiempo, quien impulsó la investigación fue la propia familia. A raíz de ese descubrimiento, se supo que Luciano había sido atropellado a las 3.21 de la madrugada en el cruce de General Paz y Emilio Castro en un episodio al menos confuso, mientras parecía querer escapar cruzando a la carrera la General Paz, que fue trasladado por el SAME, que falleció el 1º de febrero de 2009 a las 8 de la mañana en el Hospital Santojanni,. Allí lo catalogaron como NN y ese fue su destino en la Morgue Judicial y el Cementerio de la Chacarita hasta 2014.
Después de años de construcción de condena social, este lunes comenzó otra instancia.
Se espera para este martes el testimonio de Vanesa Orieta.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani