Nota
Declaró Vanesa en la segunda jornada del juicio: “Le quebraron la vida”
Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga, prestó declaración ante el Tribunal en la segunda jornada del juicio.
El reloj marcaba las 10:45 cuando los jueces Diana Volpicina, Gustavo Navarrine y Liliana Logroño, del Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de La Matanza, ingresaron a la escena, subieron los pequeños escalones y se sentaron frente a una audiencia repleta.
El público, como parece ser habitual en los juicios, se paró y se sentó al mismo tiempo que los magistrados. Algunos se quedaron en sus asientos, omitiendo ese detalle puramente formal.
Volpicina, presidenta del TOC, saludó dando inicio a la segunda jornada del juicio por torturas a Luciano Arruga en el galpón especialmente acondicionado de la Unión Industrial de La Matanza: “La fiscalía dirá cuál es el primer testigo”.
El fiscal José Luis Longobardi respondió: “Vanesa Romina Orieta”.
La sala hizo silencio y miró hacia la única dirección posible. La hermana de Luciano Arruga, el joven de 16 años que fue detenido ilegalmente el 22 de septiembre de 2008 en el destacamento policial de Lomas del Mirador. Vanesa entró y dejó el bolso al lado de la puerta. Caminó, seria, hasta el banquillo, y se sentó mientras se sacaba el abrigo. Su testimonio era lo más esperado de la segunda jornada del juicio por torturas y, por lo que ocurrió después, también fue lo único. Miró hacia el Tribunal, que le pidió nombre completo, oficio u ocupación, y respondió: “Desde la desaparición de mi hermano hago lo que puedo. A veces ayudo a mi mamá con las artesanías”.
Se dio paso a las preguntas del fiscal Longobardi, quien le pidió que reconstruyera aquel 22 de septiembre de 2008 con la mayor precisión posible.
La bandera
La jornada comenzó más temprano que el día anterior. A partir de las 9:06 los secretarios del juzgado y oficiales salieron a informar que el público podía ir entrando. En ese momento no había organizaciones sociales ni políticas, que llegaron después. Tampoco la policía había desplegado el excesivo operativo del día anterior. La calle no estaba cortada, y sobre la valla reposaba una bandera con el rostro de Luciano que lo decía todo: “Lo mató la policía, lo desapareció el Estado”. Luciano fue torturado aquel 22 de agosto de 2008, tema que se juzga ahora. Además, desapareció en enero de 2009. Su cuerpo fue encontrado como NN en octubre de 2014.
La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH) estaba presente y luego llegaron las representantes del SUTEBA local. No estaban las cámaras de televisión y había menor presencia periodística. Sin embargo, la sala se llenó: más de 70 personas. Entre el público estaban Alberto y Leonardo Santillán, papá y hermano de Darío Santillán, uno de los piqueteros asesinados en junio de 2002.
También estaban en la sala los abogados defensores de Julio Diego Torales, el policía al que se juzga por torturador: Juan Grimberg e hijo, Gastón Jordanes, y un ayudante. El propio Torales se ubicó allí, suspirando mientras se acomodaba el traje. Hablaba con Jordanes, que le explicaba algo. Torales asentía.
A las 10 las partes ya estaban acomodadas.
Cuarenta y cinco minutos después entraron los jueces.
El cuaderno
Vanesa Orieta se tomó unos segundos antes de contestar la pregunta del fiscal.
“Era 22 de septiembre del año 2008. Me acerqué por la mañana al destacamento. No puedo precisar el horario exacto. Llegué al hall de entrada. Me atiende una persona femenina. ‘Vengo a retirar a mi hermano’, digo. Ella tenía mala predisposición. Entonces pido hablar con el responsable a cargo”. Vanesa remarcó que el tono con que se expresó ese día tenía que ver con otras experiencias con la policía, que luego relataría: “Mi hermano era perseguido por la gente de ese destacamento”). Recordó que la oficial le dijo: “Esperá acá”.
Continuó Vanesa: “Se acerca una persona masculina que se presenta como Diego Torales. Lo anoté en un cuaderno. Me dijo que no podía ver a mi hermano. Le dije que era menor de edad y quería ver si estaba bien. Torales no estaba de buen humor. No contestaba bien. Me dice algo así como: ‘Vos sabés lo que hizo. Es un chorro’. Le dije: ‘¿Y vos quién sos para decirme eso?’”.
La hermana de Luciano contó que el oficial le preguntó si quería ver lo que había robado. “Decime lo que quieras, pero si no veo a mi hermano, yo no te creo”, le respondió. Vanesa dijo al Tribunal: “Los policías se estaban zarpando con él. La única persona a la que iba a creer era mi hermano, y todo me daba a entender que era una detención más de las que venía sufriendo”.
Ese día le preguntó a Torales quién era el juez, quién era el denunciante. “Torales ya estaba enjuiciando a mi hermano de hecho”, señaló Vanesa. Y le demostró una ilegalidad: “Mi hermano es menor de edad, tendría que estar en el hall”. Luciano estaba en la cocina. Nuevamente surge en el juicio que la dependencia policial no estaba acondicionada para llevar detenidos.
Vanesa dijo que estaba nerviosa: “Tenía miedo por mi hermano. Tenía mucha rabia pero sentía que no tenía la fuerza para pelear con esas personas que eran el doble de grandes que yo y tenían un arma”. La hermana de Luciano señaló que Torales le pedía algún documento de identidad de Luciano para soltarlo (lo que Mónica Alegre, mamá de Luciano y Vanesa, había contado en la primer audiencia). Relató la secuencia. “Se lo dimos, Torales dijo que no le servía, que necesitaba una fotocopia. Tenía una fotocopiadora atrás. Dijo que no le andaba. Fuimos a hacer la copia. Pero después nos dijo que no le servía porque no podían constatar que mi mamá era la mamá de Luciano”.
Por eso Mónica viajó hasta Puente La Noria a encontrarse con la hermana, para llevar el acta de nacimiento de Luciano, tal como relató.
El verdugueo
Vanesa narró que Torales hablaba por teléfono en el hall del destacamento. Iba y venía. “Le dije que era mi derecho verlo (a Luciano), que corría riesgo su vida”. Evocó que Torales se corrió el teléfono de la oreja, tapó el auricular y dijo: “¿Te podés callar que estoy hablando con el juez?”. Siguió la joven: “En ese momento se abre la puerta de la cocina y escucho que mi hermano gritaba…”.
Vanesa detuvo el relato. Silencio.
Siguió: “Escucho que gritaba: ‘Vanesa, sacame de acá porque me están pegando’”.
En la sala muda, Vanesa se quebró.
Le ofrecieron un vaso de agua. “No, gracias”, respondió.
Continuó: “Le grito al juez que le estaban pegando a mi hermano”. Su tono de voz se acentuó: rebotó por toda la sala. “¿Cómo explicar las emociones que empiezan a correr por el cuerpo de uno?”, preguntó a la sala. “Quería romper todo. Y así y todo tenía que pensar que tenía a mi hermano encerrado”.
Vanesa expresó que los policías “verdugueaban” a Luciano desde antes de aquel 22 de septiembre.
El Tribunal le preguntó a qué se refería con verduguear.
Longobardi: “Explique para que el Tribunal la entienda. Yo soy de barrio y me puedo dar una idea”.
Vanesa: “Que lo paren en la vía pública, que le pusieran un arma en la espalda y le digan ‘quedate quieto, negrito, que te meto un tiro’, que le digan ‘negro villero´”. La joven hizo un corte en su propio relato para explicar que sabía a qué se estaban refiriendo los jueces: expresó que estaba diferenciando el “verdugueo sistemático” que sufría su hermano con el que padeció en el destacamento. Sobre ese día, explicó: “Me refiero a ostentar el poder policía, el tono violento. Eso lo va dejando a uno en un lugar chiquito, en el que no sos ciudadana. Me estaban humillando. Estaba en desigualdad de condiciones”.
Reconoció Vanesa que ese día tuvo miedo. El fiscal le pidió más detalles. “A medida que pasaba el tiempo uno iba teniendo más inseguridad de no saber si iba a salir bien (por Luciano). Sentía miedo que le pasara algo. A ver: cuando uno viene de un barrio humilde, está acostumbrado a naturalizar esas formas”.
Ante una pregunta del fiscal, dijo que no podía especificar si a Luciano le estaban pegando en aquel mismo momento. “No tenía contacto con él. Eso me daba terror”.
La jueza Liliana Logroño le preguntó qué actitud tomaba Torales ante sus reclamos. “Siguió ahí. Maltrataba mi vida, la de mi mamá, la de mi hermano (volvió a quebrarse). Yo tenía miedo de reaccionar mal. Me estaban haciendo mal. Ahí le dije: ‘Torales, lo que estás haciendo está mal’. Yo estaba nerviosa, como cualquiera que tiene un familiar encerrado al que le están pegando. ¿Qué va a hacer uno?”.
Su pregunta rebotó por el Tribunal buscando alguna respuesta.
El relato siguió: “Eso es verduguear. Pensar que porque son dos mujeres indefensas las trato como quiero; creer que por ser mujer una está en desigualdad de condiciones”.
Los 20 pesos
Vanesa pudo referir algunos horarios ya que en ese momento estaba trabajando en un call center en Morón. Contó que había aceptado ese trabajo porque era de cuatro horas, y que también le permitía estar en su casa más tiempo con su hermano. “Era un lugar donde se sentía seguro”, dijo.
El 22 de septiembre se tendría que haber ido a las 15 para poder llegar a horario: “A esa hora todavía estaba ahí. Llamé y dije que llegaba más tarde. Sabía que mi vieja se tenía que ir (a buscar la documentación), pero yo no podía perder el trabajo porque no podía pagar el alquiler ni ayudar a mi vieja”. Se terminó yendo a las 16. “Todavía no lo había podido ver”, especificó.
Logroño le preguntó si le dijeron quién era el juez.
Vanesa: “No me decían nada”. Lloró.
Relató que salió alrededor de las 20.30 de trabajar, aproximadamente. Fue a lo de Mónica. “Vivía en una casa de 4 metros por 3. Una cama cucheta de frente a la puerta, otra cruzada. Luciano estaba sentado de frente a la puerta. Le digo: ‘Negro, la puta madre, ¿vos te robaste ese teléfono de mierda?’”.
Silencio.
Contó que Luciano levantó la cabeza. “Me dice: ‘Vos sos una pelotuda: no robé nada y encima me pegaron’”.
Luciano lloraba, le dijo que lo agarraron cuando estaba yendo a trabajar, y que lo golpearon adentro del destacamento. “Me nombró gente”, recordó su hermana. “El único nombre que retuve fue Diego Torales. Era el único con el que me relacioné”.
Vanesa recordó la frase de Luciano: “Mientras uno me agarraba, el otro me pegaba”.
Siguió: “Me decía que lo humilló”. Su mamá le contó que había salido muy nervioso, y que empezó a señalar a quienes le habían pegado. Uno de ellos era Torales. “Después el me contó que le dijeron que si no se tranquilizaba lo iban a mandar a la Comisaría 8º donde había violadores que se iban a encargar de él”.
Siguió: “Luciano me dijo que Torales era un forro, un hijo de puta”.
Siguió llorando y contando: “Nos contó que pidió de comer, le dieron un sandwich y se lo escupieron”.
Vanesa especificó que Luciano se tocó la parte baja de la espalda para decirle que le dolía. “Y un poco la cara y la cabeza”, le agregó. Se veía la hinchazón en el rostro. No en el cuerpo: “No lo examiné”. Fueron al Policlínico de San Justo. “Negro, hay que hacer la denuncia porque no podemos seguir así. No es vida”, le dijo Vanesa.
Fueron en colectivo. En el Policlínico le dijeron que tenía que sacar turno. Vanesa paró a un médico y le explicó que su hermano había salido de un destacamento y tenía dolores. Lo sentaron en la camilla. “El médico tuvo una actitud solidaria”, reconoció Vanesa, en lo que habrá sido el único gesto de esas características que recibieron ese día. Le pidió un certificado y que quedara constancia en el libro de guardias ya que tenían pensado hacer la denuncia. El médico no le sacó radiografías.
Volvieron del Policlínico caminando, 20 cuadras, casi a medianoche, porque no tenían plata.
“Luciano también me cuenta que había entrado (al destacamento) con 20 pesos y no se los devolvieron”, recordó Vanesa.
Y se rió: “Supuestamente lo detienen por un delito y fue la policía la que no le devolvió los 20 mugrosos pesos”. Por eso precisó que al día siguiente llamó a la dependencia y pidió hablar con Torales. Le recriminó que no le hayan devuelto la plata. “No tenía nada”, fue la respuesta.
Vanesa, al Tribunal: “Era lo único que teníamos. Con eso no nos íbamos caminando del hospital”. Nunca se los devolvieron.
“Era muy reiterada la tortura psicológica sobre mi hermano”, remarcó.
El fiscal dijo que no tenía más preguntas.
“De repente fue un chico triste”
Maximiliano Medina, del CELS, le pidió algunas precisiones sobre la persona que la atendió ese día: “Era mujer, pelo tirando a rubio, enrulado, robusta. Con pantalón y borcegos de policía”.
Sobre el horario: “A las 16 todavía estaba en la cocina. Así me dijeron cuando llegué. Yo tenía muy claro que no era un lugar acondicionado para alojar detenidos. Luciano después me dijo que estuvo en la cocina todo el tiempo, con las manos atadas, que lo tuvieron un rato con las esposas y después se las sacaron”.
La defensa pidió que constara en actas.
“¿Estuvo más de dos horas allí?”, preguntó la querella. “Más de dos horas seguro”, dijo Vanesa, que remarcó un detalle: “Si hubiera estado el juez de menores podría haber hecho un retrato mejor”.
Describió luego cómo Luciano cambió tras la detención. “Era un pibe con una risa tremenda, porque tenía 16 años, porque estaba viviendo. Y de repente fue un chico triste. ¿Cómo explicar las veces que vi llorando a mi hermano?”.
Se quebró. “¿Cómo te sentís si no podés salir de tu casa? ¿Cómo saldrían los hijos de ustedes si les pasa eso? En el último tiempo mi hermano estaba mal. Esa detención es cruel. Es una situación límite”.
Sobre qué pasó con la denuncia: “No la hicimos. Asumo la responsabilidad. Pensaba en la seguridad de mi familia. Mi vieja estaba sola. La situación estaba terrible: ella estaba viviendo mal”. Miró al Tribunal: “Perdón, pero los tiempos de la justicia son lentos para la urgencia que uno tiene”.
Ilustró a los presentes: “Uno hace la denuncia, la policía se entera y la cosa se pone peor”.
“Le quebraron la vida”
La defensa pidió la palabra. Habló Juan Grimberg. Quiso apuntar una supuesta contradicción. Mientras buscaba con las dos manos la foja exacta en el expediente, su hijo le sostenía el micrófono para que hablara. Le especificó al Tribunal qué línea debía leer.
Para el fiscal no había contradicción. “Sólo aclaró más un punto sobre el que antes había expresado dudas”, dijo Longobardi.
La jueza Volpicina tampoco consideró la contradicción. Le sugirió que reformulara una pregunta. “Algo ya dijo de eso”, remarcó. Nadie en la sala sabía a qué se estaban refiriendo.
Grimberg finalmente dijo: “Usted hizo referencia a que Luciano dijo que Torales fue uno de los que le pegó”.
Vanesa: “Me cita nombres. En un momento me dice Torales”.
Grimberg: “Simplemente recuerde lo que le dijo su hermano”.
La jueza Logroño intervino: “Acaba de decirlo”.
Grimberg pasó a otro tema. Le preguntó en qué momento fue esposado Luciano.
Vanesa: “Pasaron 6 años y voy a decir lo que me acuerdo”.
Volpicina hacía gestos con las manos: “Disculpe, hay una mosca. Siga”.
Vanesa: “Hay cosas que me dijo en una situación traumática que no te puedo afirmar. Pero Torales una de las dos acciones la hizo, y te puedo decir que una u otra es violatoria de sus derechos. Él podía haber frenado la situación. A mi hermano le quebraron la vida. Es un daño irreparable. Y él (Torales) era testigo”.
Grimberg hizo un silencio. Le preguntó luego si tenían asesoría legal. Vanesa: “No, pero es una buena pregunta. No teníamos un mango, señora (mirando al Tribunal). Y si ese día iba un abogado, Torales tendría que haber hecho lo que tenía que hacer. Los dos somos laburantes (Torales y ella): pero él estaba en otra relación de poder”.
Así, en 5 segundos y en una línea, Vanesa Orieta resumió la bibliografía entera de investigadores, sociólogos, filósofos y académicos que se dictan en las carreras de ciencias sociales.
Impertinente
“¿Militabas?”, preguntó Gastón Jordanes, otro de los abogados.
La pregunta desató algunas risas inesperadas en la audiencia. “No, trabajaba”, dijo Vanesa.
Luego Grimberg pidió la reserva de la testigo. Esto es: cuando un testigo termina de declarar, puede integrarse al público de la audiencia, pero si una parte pide su reserva, la persona vuelve al recinto para una eventual ampliación de su testimonio.
El fiscal le preguntó a qué efectos realizó la petición.
Volpicina: “No tiene por qué decirle. Es una estrategia. Me sorprende que lo pregunte”.
El Tribunal inquirió si alguno tenía otra pregunta.
Grimberg buscó pegar bajo y embarrar a las víctimas: se metió en preguntas sobre la vida personal de Vanesa Orieta, sobre su ex pareja, sobre si era abogado, que motivaron la queja del fiscal y los abogados de la familia Arruga. “Es manifiestamente impertinente”, dijo Medina, que subrayó que no tenía ninguna relación con el objeto procesal.
Esto es: las torturas que sufrió Luciano el 22 de septiembre de 2008.
Grimberg insistió en preguntar con quién fue Vanesa al destacamento luego de la desaparición de su hermano el 31 de enero de 2009. Es decir, se remontó a un hecho posterior al que se juzgaba. La estrategia -puede suponerse- consistía en saber si contaba con asesoría legal. Más quejas de las partes. Logroño sostuvo que Grimberg se refería a una secuencia que consta en la causa por torturas, que en todo caso el fiscal después debería valorarla o no. Más quejas.
“Perdón, ¿puedo decir algo?”, preguntó Vanesa.
Volpicina: “No, todavía no”.
Debatieron un rato. Finalmente, Volpicina dijo que el Tribunal, con la disidencia de Logroño, le daba la razón a la fiscalía. Le recordaron a Vanesa que debía volver al cuarto porque pidieron su reserva. “Por favor, déjenme fumar un cigarrillo”, pidió Vanesa. Le dijeron que sí.
Cuando Vanesa Orieta se levantó, la sala explotó en aplausos. Los ojos de los jueces desorbitaban. Los jueces se pararon, el público se paró. Volpicina llamó a un cuarto intermedio. El público comenzaba a enfilar hacia la puerta cuando la presidenta del Tribunal elevó la voz: “Primero los jueces, después el público”.
Eran las 13 pasadas.
¿Testigos o sospechosos?
Volvieron a las 13:27.
Ya no quedaban más testigos. Grimberg leyó la lista de testigos que llamarán los próximos días.
Volpicina: “Ayer dijimos que hoy se iban a escuchar a los de la defensa”.
Grimberg: “Tuvimos problemas con las notificaciones. Al único que podía lo estaban operando”.
La jueza recordó que, por común acuerdo de las partes, las audiencias se llevarían en 5 días. Le sugirió que procurara los testigos el miércoles: “El viernes se termina el debate”.
El fiscal Longobardi se opuso a llamar como testigos a las personas que leyó Grimberg. Seis de ellos eran policías que estaban de servicio el día que detuvieron a Luciano Arruga. “Hay una causa abierta para saber quiénes son los otros dos que denunció que le pegaron”, argumentó el fiscal. “Y, según surge de los lineamientos, más que testigos pueden resultar que sean sospechosos”.
Los abogados de la familia sostuvieron lo mismo. Medina, del CELS, leyó los horarios que cada uno de los oficiales cumplió ese día: todos estuvieron en el destacamento mientras Luciano estuvo detenido y denunció que lo golpearon, que le escupieron la comida y amenazaron con violarlo. “Ellos no son testigos, porque no son ajenos al hecho”, sostuvo, y recalcó que no sólo pueden ser coautores, sino sospechosos de omitir y ocultar lo que denunció la familia. Además, apuntaron que puede incurrirse en una violación de sus propios derechos y en la garantía de sus debidos procesos.
Los policías:
- Néstor Guillermo Díaz.
- Miguel Ángel Olmos.
- Damián Marcelo Sotelo.
- Miguel Osvaldo Soraire.
- Mónica Viviana Chapero.
- Sergio Oscar Fékter.
Nota aparte: Díaz, Sotelo y Fékter son denunciados como tres de los 8 policías implicados en la deasparición de Luciano Arruga el 31 de enero de 2009.
La fiscalía y los abogados también se opusieron a llamar a otros tres testigos referidos al supuesto robo por el que detuvieron a Luciano. De este llamamiento se desprende que la intención de la defensa es desacreditar a Luciano Arruga y su familia. ¿Qué pueden aportar en un juicio donde se evalúa si un joven de 16 años fue torturado física y psicológicamente en una dependencia policial?
Desde el Ministerio Público Fiscal, alguien comentó: “Así sea Bin Laden, no se lo puede ni tocar”.
El Tribunal llamó a un cuarto intermedio para decidir. Eran las 13:45.
Volvieron 14:12. Le dieron la razón a la defensa.
Desde la fiscalía adelantaron que si la sentencia concluye en absolución y toma en cuenta esa prueba, presentarán un agravio en Casación por aceptar “pruebas que no podrían producirse”.
Finalmente, el Tribunal cerró la jornada hasta el jueves a las 9 de la mañana.
Nota
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Sábado 14 de septiembre, 20 hs
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Un biodrama que surge de la convicción de que una herida personal es un interesante y genuino punto de partida para la creación. En éste caso, el foco está anclado en lo más íntimo y a la vez universal: el cuerpo propio y la mirada de los otros sobre él.
Regresar, a través de sus objetos, al cuarto de la infancia; aquel sitio que alberga aún el recuerdo, las memorias, los deseos de otros proyectados sobre nosotros.
Una foto. Una pequeña bailarina clásica llamativamente gorda es el disparador para preguntarnos ¿Qué tiene que cambiar para que el cuerpo de una niña sea suficiente?
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Domingo 15 de septiembre, 18 hs
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Maryta de Humahuaca, cantora indígena, jujeña, llega a Buenos Aires para presentar sus nuevas canciones en una ceremonia con artistas invitadas.
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Viernes 20 de septiembre, 21 hs.
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La voz de Maca Mona Mu narra emociones íntimas que exponen la nueva sensibilidad de esta época.
Sábado 21 de septiembre, 20.30 hs
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Textos y canciones para no olvidar, el arte para testimoniar y celebrar la vida.
La Eva artista, la que se rebela, la que se entrega, la lucha, la que grita, la que muerde, la que sueña, la que vive.
Un encuentro mensual, con una invitada especial en cada ocasión. En esta oportunidad: Graciela Daleo, docente, investigadora, sobreviviente de la ESMA.
Eva es escritora, cantora, murguera, feminista, hija de Víctor Basterra y Laura Seoane, sobrevivientes de la ESMA. El testimonio de Victor fue crucial en el Juicio a las Juntas Militares, inmortalizado en un texto de Jorge Luis Borges.
Entradas por Alternativa Teatral
Domingo 22 de septiembre, 16 hs
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¡Primer Festival para Infancias libres y Todo Tipo de Familias, porque deseamos que crezcan en toda su diversidad!
Habrá:
-Ronda de Lectura con hadas travas madrinas: Susy Shock, Luz Ventura, Eugi
-Juegos participativos y Juegos cooperativos: Amarella y Amarellita.
-Talleres organizados por la Editorial Muchas Nueces.
-Música en vivo: La Banda de les Mostres, Susy Shock, Sofia Dieguez, Lelé Música, Amarella, Mika De Frankfurt, ¡y más amigues!
Entradas por Alternativa Teatral
Nota
Diez años después: comienza el juicio por el femicidio de Nancy Fernández
Comienza este martes el juicio por el asesinato de Nancy Fernández que se extenderá entre el 3 y el 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Por Anabella Arrascaeta.
Nancy tenía 36 años cuando el 2 de mayo de 2014 fue encontrada en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Venía reclamando justicia por su hija, Micaela Fernández (14), que un año antes había sido secuestrada, violada y asesinada (ambas en la foto de portada). Sin embargo, se caratuló el caso de Micaela como suicidio. El acusado es Juan Carlos Corvalán, conocido narco de la zona. Nancy y Micaela eran parte de la comunidad qom Yecthakay, de Tigre.
Esta historia, situada en el Municipio de Tigre, se teje entre muertes e impunidades. El crimen de Micaela Fernández fue caratulado como suicidio, y sigue impune. Este martes comienza entonces el juicio por el asesinato de su madre, Nancy Fernández, que se extenderá hasta el viernes 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Hay un solo imputado por el femicidio: Juan Carlos Corvalán, narco de la zona.
El entramado detrás de estas muertes sigue aún sin visibilizarse.
Nancy Fernández, de la comunidad qom del Tigre. La asesinaron porque seguía denunciando que el caso de su hija Micaela no había sido un suicidio, sino un asesinato (Foto de Canal Abierto)
Los crímenes
En 2013, cuando Micaela Fernández desapareció, su madre Nancy fue a la Comisaría 6ª de Talar pero no le quisieron tomar la denuncia; había sido secuestrada y violada por varios hombres. Cuando su hija apareció días después, con golpes, cortes en la cara y el pelo cortado, Nancy insistió en denunciar lo sucedido y otra vez volvieron a negarle ese derecho. En una entrevista con la TV Pública, Nancy reveló que la policía la llevó a la comisaria, donde la ataron y golpearon. Cuenta Nancy en el video: “India de mierda, me dijeron, te callás la boca, no vas a hablar vos”.
El 17 de febrero de 2013 Micaela apareció asesinada en la casa de Dante “Pato” Cenizo. Tenía un tiro en la cabeza. La investigación de su muerte estuvo a cargo del fiscal Diego Molina Pico, de la Fiscalía de El Talar, que a los pocos meses archivó la causa caratulada como suicidio. Dante “Pato” Cenizo solo estuvo preso por venta de drogas.
Un año después, mientras Nancy, reclamaba justicia y denunciaba la complicidad policial en la trama, la encontraron en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Ahora, diez años después, su muerte llega a Tribunales.
El reclamo de justicia
Nancy y su familia son parte de la comunidad Qom Yecthakay del partido de Tigre. Micaela tenía una hermana: Lisette Fernández, que tenía 12 años cuando asesinaron a su hermana, y 13 cuando asesinaron a su mamá. Cuando cumplió la mayoría de edad tomó el reclamo de justicia y se rodeó de las organizaciones que desde el territorio acompañan los reclamos por los femicidios locales.
La misma red que acompaña por ejemplo el reclamo de justicia por Luna Ortiz (asesinada en 2017 cuando tenía 19 años) estará presente en los Tribunales acompañando a Lisette.
“Es importante el acompañamiento porque es una causa fuerte. Esta red de mafia territorial se creía que al matar a Nancy y al morir su abuelo Eugenio de tristeza, Lisette no iba a hacer nada por su corta edad, pero cuando cumplió los 19 años decidió salir como particular damnificada, y es importante levantar junto a ella el pedido de justicia”, dice a lavaca Marisa Rodríguez, mamá de Luna Ortiz y miembro de la red que acompaña el pedido de justicia por Nancy y Micaela.
Marisa Rodríguez, la mamá de Luna Ortiz, junto a Lisette, hija de Nancy y hermana de Micaela que retomó el reclamo de justicia ante la audiencia que comenzará este martes 3.
Esa red garantiza por ejemplo que durante esta semana Lisette tenga cómo trasladarse al juicio, y se quede a dormir cerca de Tribunales. También organiza que la joven tenga la comida para la semana y las actividades de acompañamiento que sucederán en la calle mientras el proceso transcurre, además del claro apoyo y contención.
El juicio marca la posibilidad de empezar a desarmar el entramado de impunidad. Un primer paso en un largo camino que se inicia por juzgar como femicidio el crimen de Nancy, y que después pueda dar lugar a lo que todavía no se hizo increíblemente: vincular la muerte de Nancy con el crimen de su hija Micaela, y poder poner luz en la trama de responsabilidades y complicidades que mantuvieron durante 10 años sus femicidios sin justicia.
Nota
Talento eterno
Ricardo Talento –actor, director, dramaturgo y docente, fundador del Circuito Cultural Barracas y uno de los principales impulsores del teatro comunitario– se “mudó de casa”, como dicen las Madres de Plaza de Mayo cuando alguna de ellas parte hacia otras dimensiones. El recuerdo de Luis Zarranz, periodista, escritor y autor de del libro Actores Sociales, de Lavaca Editora: una investigación, descripción y guía sobre una experiencia de una profundidad única en el mundo, con Ricardo Talento como uno de sus emblemas. En esa obra Luis explica el rol del teatro comunitario en la reconstrucción del tejido social tras la dictadura, hasta el presente. Y en esta nota cuenta sus batallas, sus conceptos, lo que fue capaz de crear con la mirada siempre puesta en lo grupal. Su debate tanto con el liberalismo como con el progresismo sobre lo que significa el arte como producción social y autogestiva. La definición de la palabra “talento” que le falta a los diccionarios. El retrato de un imprescindible que supo combinar alegría, entusiasmo y comunidad.
Por Luis Zarranz
(foto de portada publicada por la Asociación Argentina de Actores y Actrices)
Ricardo Talento tuvo un apellido que le calzaba justo. Su virtud no estaba solo en su capacidad actoral o dramaturga sino en algo más trascendental y difícil de hallar: la potencia para generar proyectos artísticos comunitarios a lo largo y ancho del país.
En ningún lugar de eso que llamamos mundo existe algo similar –en términos de extensión, recorrido, articulación, transformación y hecho cultural– como el teatro comunitario argentino. ¿Qué es? Teatro de y para vecinos y vecinas. En nuestro país, más de sesenta grupos conforman una red nacional de enorme vitalidad en la que se fusionan conceptos tales como comunidad, arte, identidad, celebración, autogestión y juego: todo como parte de una unidad teatral.
Sin embargo, lo que hace más interesante aún al teatro comunitario es la generosidad fundacional con la que creció. Y es precisamente ahí donde emerge la figura de Talento junto con la de Adhemar Bianchi como directores de los dos primeros grupos del país: fueron ellos quienes durante los días aciagos del 2001 salieron por los barrios a propalar el encuentro de vecinos a través del arte, lo que permitió que surgieran diversos grupos hasta en los lugares más inimaginables del país.
Eso es Talento.
A partir de ese impulso, en pueblos de no más de seiscientos habitantes, por ejemplo, comenzaron a surgir grupos de teatro comunitario en los que participaba buena parte de la comunidad: la vieja estación de tren abandonada pasaba ser un escenario para una función, lxs vecinxs contaban ellxs mismxs la historia del lugar, es decir su historia.
Talento vio allí el hecho cultural en toda su dimensión transformadora.
Antes, mucho antes, en la década del setenta había participado en el Centro de Cultura Nacional José Podestá, en el grupo La Podestá y en el Grupo de Teatro Cumpa. En 1987 comenzó a dirigir al grupo de teatreros Los Calandracas. Finalmente, en 1996, en plena sobredosis menemista, fundó el Circuito Cultural Barracas y, junto a Adhemar, creó “El Fulgor Argentino Club Social y Deportivo”, la gran obra del primer grupo de teatro comunitario, Catalinas Sur de La Boca, hermano mayor del Circuito de Barracas.
Imagen de la actual versión de El fulgor argentino, espectáculo organizado y creado en1996 por Ricardo Talento y Adhemar Bianchi, cuyo éxito lo renueva año año. Foto Lina Etchesuri
Pero todo el párrafo anterior engendra un error: nada de lo que haya hecho Talento podría conjugarse en singular. Sus iniciativas siempre propiciaron el encuentro con el/la otro/a para, a partir de allí, crear proyectos de índole grupal.
Su nombre y apellido nunca fueron un nombre propio sino sustantivos colectivos. Por eso le preocupaba tanto combatir la aparente capacidad individual de un artista. Ese fue su verdadero arte: dialogar con la época para transformarla en comunidad: “Creemos que el arte es un derecho de todos. El mundo liberal creó la figura del artista como para decir que están los que se permiten desarrollar su actividad y tienen un don. Están diciendo que otros no lo tienen. Y, además, que se trata exclusivamente de una producción personal. Es un nefasto concepto liberal y hay otro del progresismo: la idea del arte como herramienta, como una utilidad. Nosotros creemos que en sí es transformador”.
Eso es Talento.
Así, en 2001, bajo su dirección, el Circuito Cultural Barracas parió una de sus emblemáticas obras: El casamiento de Anita y Mirko. Un casamiento como una excusa para generar un espacio de encuentro, intercambio y diversión que amortiguara la crisis neoliberal que, como un tsunami, arrasaba con todo. La fórmula que crearon lxs vecinxs fue medicina para curar el agobio, la desesperación y el desencuentro. Y fue también un éxito teatral que lleva veinte años ininterrumpidos de funciones agotadas sábado tras sábado, con más de 70 vecinxs actores en escena.
El Casamiento de Anita y Mirco, obra y experiencia emblemática del Circuito Cultural Barracas desde 2001, otra muestra de la capacidad de Ricardo para reunir lo social y lo artístico y hacer una fiesta (literal y divertidísima) que comparten y actúan con el público más de 70 vecinas y vecinos del barrio. Foto Lina Etchesuri para lavaca .
Hace un tiempo, en una charla para una nota de lavaca, Talento me dijo: “En todo estos años cambió el clima político y el social, pero sigue esa necesidad de jugar, aunque sea por dos horas, a que no tenemos paranoia el uno del otro. En el fondo, el Casamiento es una ficción: ficcionamos que nos conocemos, que nos podemos divertir juntos, que podemos compartir una mesa sin que nos conozcamos. No es poca cosa”.
Eso es Talento.
Más Talento: “El teatro es la última ceremonia humana que le queda al ser humano. Cuando la comunidad la toma, vuelve a darle encarnadura, sentido. Porque a veces el teatro se vuelve una ceremonia hueca, no de comunicación sino de exhibición: de habilidades, de construcciones artísticas. Una de las cosas por la cual el teatro comunitario tiene tanta repercusión en el público es porque al tomarlo la comunidad vuelve a tener sentido esta ceremonia celebrativa. El vecino produce con otro vecino, que es el espectador: hay empatía y todos juntos estamos participando de un hecho colectivo”.
Así, con esas pócimas, Talento supo dialogar y protagonizar su tiempo: con otros/as: “Creatividad significa cómo puede imaginarse uno de otra manera, cómo puede modificar el entorno y puede construir política. Estás desarrollando prácticas a nivel comunitario, de construcción política, partiendo de la posibilidad de imaginar de otra manera. Y ejercerla, además, porque no es que lo decís teóricamente y después te vas a tu casa solo. No, lo estás ejerciendo todo el día en la práctica, con otros”.
Cómplices y compinches. Adhemar Bianchi y Ricardo Talento, creadores de espacios de encuentro, intercambio y diversión para escaparle a la desesperación y los desencuentros. Foto LAVACA
Pocas veces palabra y acción se sintieron tan a gusto: eso sí es Talento.
Otra vez, cuando participó del Foro Social de Porto Alegre puso en discusión la frase “Otro mundo es posible”, leiv motiv de esos encuentros. Talento planteó dos cosas: primero que nada iba a ser posible si no éramos capaces de imaginarlo. Y, segundo, que no había que plantear otro mundo posible sino este, el de aquí y ahora, el que se manifiesta en el más político de los ámbitos: el cotidiano.
Eso es Talento.
Hay personas que dejan una huella tan imborrable de su paso por el mundo que resulta imposible mencionarlos en pasado, su tiempo es tan actual que siempre están en presente: eso es también es Talento. Y, por eso mismo, siempre están y estarán vivas: cada vez que un grupo de teatro comunitario se junte, cada vez que empiece una función, cada vez que surja otro grupo más, Ricardo Talento estará ahí, como parte inescindible de esa acción.
La Real Academia Española, que poco sabe del mundo real, admite tres definiciones de “talento”: “1) inteligencia (capacidad de entender). 2) aptitud (capacidad para el desempeño de algo). 3) Persona inteligente o apta para determinada ocupación”.
Le falta la más trascendental de las definiciones: “Talento: sustantivo colectivo teatral y comunitario”.
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