Nota
Marcha del 24: la minoría multitudinaria
Voces, ofertas, reflexiones, encuentros, unidades, remeras, poemas, disputas y sueños de una marea con memoria, que siempre vuelve a poner los pies en el asfalto. Por Pablo Marchetti
-¿Sabés lo que me gustaría a mí? –pregunta la mujer, 60 años, remera blanca con leyenda “Nunca Más”?
-¡Que pierda Macri y se vaya ya! –le responde su amiga, 55, blusa latin-american style, prendedor con la cara de Cristina, que camina al lado.
-¡No! –retruca la primera-. Lo que me gustaría es que se caiga el avión cuando se va de viaje. Que se caiga en el océano. ¿Te imaginás?
-Che, pobre la tripulación –dice su amiga.
-Sí, eso es cierto –reflexiona la primera-. Son gente que está laburando.
-Además, quedaría Michetti de presidenta –dice la hija de la de la remera de “Nunca más”, 28, pañuelo verde atado a la cartera, también latin-american style.
-¡Tenés razón! –dice la madre al escuchar lo que dijo su hija.
-¡Dejate de joder, terminaríamos diciendo ”¡Volvé, Mauricio!” –dice la amiga.
-Bueno, Michetti también podría viajar en ese avión –insiste la primera de las amigas, la madre de la joven.
-En ese caso, quien quedaría como presidente de la Nación es el actual Presidente Provisional del Senado, un señor que se llama Federico Pinedo –dice la hija.
-¿Viste? –reacciona la del prendedor con la foto de Cristina-. Mejor que pierda la elección en octubre y que se vaya cuando se tenga que ir.
*
Las tres mujeres se ríen. Hablan en tono alto, porque alrededor hay mucha gente que también habla. Pero que también canta, tira pirotecnia, usa altoparlantes o vende cosas. Pero hablan sin importar lo que pasa alrededor, porque se encuentran en su territorio, en tierra amiga.
Las mujeres caminan por la vereda de Avenida de Mayo, entre Piedras y Chacabuco. Van en dirección a Plaza de Mayo, igual que la marcha. A mano izquierda, si seguimos el sentido del tránsito automotor de Avenida de Mayo. Pero a mano derecha, si seguimos el único sentido de hoy: hacia Plaza de Mayo.
El 24 de Marzo se ha convertido en un día de peregrinación. El lugar a llegar es Plaza de Mayo, obviamente. La Tierra Santa donde nacieron Madres y Abuelas. Y aunque la gente viene y va (al territorio sagrado hay que llegar, pero luego hay que salir, para volver a entrar, así es el ciclo de la fe) las tres mujeres van.
Como la marcha, ellas van.
*
Son dos filas: una que da a la vereda. Y la otra, que da a la calle. Filas de gente que vende. “Se vende mucho menos que el año pasado”, dice la señora que vende remeras. Las que más salen, hoy, son la de temática feminista. Le siguen las de temática kirchnerista. Y ahí nomás, la del tema que nos convoca hoy. Si es que hay un tema que nos convoca.
Da la sensación de que el 24 de marzo es un día que quedó instituido en torno al único día de verdadera unidad de eso que puede llamarse “izquierda” o “campo popular”, o todo eso junto. Desde el peronismo al anarquismo, pasando por la centroizquierda, la socialdemocracia y el trotskismo.
Si uno se mete en la interna dura de la marcha, llega a la conclusión de que no son una, sino tres: la kirchnerista, la trotskista, y la que intenta llamar a la unidad pero termina resultando una tercera. Igual no importa: la gente que no está en la interna dura de la marcha no nota nada de eso.
Desde afuera se ve como una sola marcha, porque eso es en realidad lo que es. Así se define, por decantación. Y por los enemigos. Aunque a los organizadores no les guste, aunque a muchos sectores les parece hipócrita que otros participen. Y en ese sentido hay de todo. Pero de todo. Vayan un par de ejemplos:
Ejemplo 1: “Caraduras, lo nombraron a Milani y marchan el 24”.
Ejemplo 2: “Caraduras, utilizan la marcha del 24 para pedir la libertad de De Vido y Boudou”.
Ejemplo 3: “Caraduras, son los izquierdistas más puristas, pero los compañeros muertos y desaparecidos los pusimos nosotros”.
La marcha del 24 es un acto de fe porque logra hacer realidad algo que es totalmente imposible en cualquier otro ámbito: la unidad de los sectores que, en un lineamiento ideológico clásico, se ubica a la izquierda de la escena política.
Una unidad imposible, que se vuelve posible a pesar de los protagonistas. Que se da sólo aquí, en esta fecha. Bueno, sólo no. Hoy no.
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Madres. Abuelas. Mujeres.
El movimiento de derechos humanos fue el gran opositor político a la dictadura. Y no significó la irrupción en la Argentina de un nuevo actor social: significó la irrupción de una novísima actriz social.
Las figuras fueron mujeres. Mujeres que por primera vez, colectivamente, marcaron la agenda política. Seguramente por eso hoy, el movimiento feminista convive tan bien con el 24 de marzo.
En los muchos devenires que ha tenido la marcha del 24, en las muchas mutaciones, el componente feminista es una clave de hoy. Se ve en los pañuelos verdes. Pero se ve también en las palabras de la vendedora, que dice que las remeras feministas se venden más.
“Pulseras sororas”, dice otro de los puestos. Tienen frases por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Más allá, las pibas de Aguante Las Pibas, reparten folletos que dicen: “30 mil compañeres detenides desaparecides presentes”.
Adentro del folleto está el poema Quiero recordar cómo es el mundo, de Ana María Ponce. El poema fue escrito en cautiverio y lo rescató Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA. Ponce también estuvo detenida en la ESMA y está desaparecida.
Quiero saber cómo se ve el mundo
Me olvidé de su forma
De su insaciable boca
De sus destructoras manos,
Me olvidé de la noche y del día
Me olvidé de las calles recorridas
Así comienza Quiero recordar cómo es el mundo, poema de Ana María Ponce.
La señora que vende remeras dice que la cosa está muy dura. Muestra la gran cantidad de remeras que tiene en el piso, exhibidas sobre una lona. “Hace un par de años, a esta altura apenas me quedaban cinco o seis”, cuenta, a las cinco de la tarde. “Es que el año pasado costaban cien pesos y hoy cuestan 250. Y te juro que más baratas no las puedo poner porque pierdo plata”.
“Yo soy una busca”, reconoce la mujer. “Pero honesta y laburante. Esto es un laburo, pero hoy el Gobierno, además de aumentarnos todo, nos persigue y no nos deja vender. Yo me las rebusco como puedo, ¿qué voy a hacer? También vendo en canchas, pero obviamente, otros dibujos”, concluye y se ríe.
Esto, todo esto también es el 24 de marzo.
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También es 24 de marzo el de los choris. O el de las hamburguesas. Porque así como el 24 de marzo se llena de contenidos que recogen luchas contra injusticias por parte de distintos sectores de izquierda o inconformistas, también se puede analizar la marcha desde un punto de vista gastronómico.
El 24 de marzo es la confirmación de la vigencia absoluta del choripán en la gastronomía porteña al paso. En las planchas y parrillas donde se hace choripán se han consolidado también las hamburguesas y las bondiolas. Una confirmación del avance de la carne de cerdo frente al aumento descomunal de la carne vacuna.
Lo que resulta curioso es la sofisticación de cebolla caramelizada, queso cheddar y huevo frito, elementos clásicos en las marchas del 24 y, en general, de todas las marchas. Esto es algo que se ve también en movilizaciones sindicales o de movimientos sociales.
Por fuera de la carne, hay una fuerte presencia de sándwiches y budines vegetarianos o veganos. Un rubro que el 24 de marzo comparte con el 8M o la marcha del Orgullo. Pero no con las convocatorias de la CGT o Los Cayetanos.
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Las pibas de Aguante Las Pibas eligieron la poesía. Pero hay de todo: instalaciones, fotos, marionetas gigantes, murales. Están las clásicas intervenciones de La Garganta Poderosa. De todo.
De todo es lo que cabe en ese gran recipiente de movilización social en que derivó el 24 de marzo. No hablo de una desnaturalización. Al contrario, hablo de un devenir natural. O de una proyección. Mirar con ojos de 24 de marzo este presente. Y analizar nuevas y viejas injusticias.
Pero a no confundirse. La marcha del 24 es un lugar de revisión y reversión, y es también un espejismo. No podemos, por lo tanto, pensar que ese es el clima social.
Es conmovedor encontrarse en la calle el 24 de marzo. Es un día de abrazos, de reencuentros, de ver a muchísima gente que hace tiempo que no ves. Es un día de alegría, de recordar con alegría el dolor. Pero sigue siendo un día de pocos.
A pesar de la multitud, la plaza es la plaza de quienes no marcan agenda electoral. Pasó en las elecciones de 2017, cuando el Gobierno ganó los comicios de medio término a pesar de las multitudinarias marchas por Santiago Maldonado.
Puede ser que al Gobierno no le vaya bien esta vez. Pero esto parece no tener que ver con marchas como la del 24 de marzo. Ni siquiera en una marcha multitudinaria, netamente opositora, como la de hoy.
Eso sí: es seguro que el país sería infinitamente peor sin esa movilización impresionante que todos los años llega a Plaza de Mayo.
Peregrinación, opinión política, profesión de fe. Memoria, historia, futuro. Catarsis, abrazos, esperanza. Todo eso es la marcha del 24 de marzo. Y es también comprobar que las intensidades de algunas minorías son tan enérgicas y multitudinarias que por momentos parecen grandes mayorías.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: