Nota
Pan, trabajo y otras lógicas que explican la Marcha Federal
Más de 300 mil personas llegaron de todo el país a Plaza de Mayo para exigir leyes de emergencia alimentaria, integración urbana, agricultura familiar, infraestructura social y adicciones. De las tarifas al kilo de pan, del incremento de los merenderos a las drogas de los barrios, los movimientos plantearon en la calle una agenda social invisibilizada tras los vetos del Gobierno. Nuestra crónica y reportaje fotográfico.
El horario de la concentración era a las cuatro y media de la mañana del 29 de mayo, pero Nerina Rivera partió de la capital de Salta con tres micros de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) a las seis. Pasó por Tucumán, en Santiago del Estero pudo ir al baño y comer, luego Córdoba, el jueves en Rosario y hoy llegó a la Ciudad de Buenos Aires. Es su primera marcha federal. “Estoy emocionada, feliz, porque sé y valoro muchísimo el esfuerzo que hicieron los compañeros que no pudieron venir porque no nos daba para pagar otro micro, pero que entendían que era necesario que Salta esté hoy acá, presente”, dice Nerina, ya en Plaza de Mayo, con su pañuelo color verde aborto atado al cuello. Ese acá es la Marcha Federal por Pan y Trabajo que la CCC, Barrios de Pie y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) llamaron en todo el país y reunió a 300 mil personas.
El objetivo era visibilizar cinco demandas que los movimientos consideran claves:
- Ley de Emergencia Alimentaria.
- Ley de Integración Urbana.
- Ley de Agricultura Familiar.
- Ley de Infraestructura Social.
- Ley de Adicciones.
La movilización inundó la Ciudad por tres puntos nodales: Liniers, Retiro y Puente Pueyrredón. Desde allí partieron las caravanas con trabajadoras y trabajadores del oeste del Gran Buenos Aires, de Chaco, de Córdoba, de Tucumán y de Corrientes, entre otros. La marcha tomó fuerza también por el apoyo del triunvirato de la CGT: dos de sus referentes, Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento) y Héctor Daer (Sanidad), marcharon con importante columnas por Avenida de Mayo. “El paro general se va a hacer: la semana que viene lo vamos a discutir”, dijo a los medios Schmid, en referencia al permanente murmullo sobre una huelga general en consonancia con el veto del presidente Mauricio Macri a la ley de Emergencia Tarifaria.
Por los costados, mientras tanto, la marea los desbordaba.
Dimensión de una organización
Nerina cuenta que cada uno de los tres colectivos con los que llegaron desde Salta costó 100 mil pesos. “Hicimos un gran esfuerzo para sostenerlo: somos más de diez localidades del interior. Era una necesidad y un objetivo político traer una importante delegación, que refleje la realidad que estamos viviendo en la provincia por estas políticas neoliberales”.
¿Qué hicieron? “Hicimos venta de empanadas, de pan de casero, de todo lo que te imagines. También un baile a beneficio para fondos. Todo con 30 días de anticipación. Cada colectivo trajo a 60 compañeros, y no sólo se trabajó para pagar los pasajes sino para que haya algo de plata para los que vinieran. Como trabajamos en cooperativas o cobramos el Salario Social Complementario (4.700 pesos) a esta altura del mes aún no tenemos plata”.
Nerina es la responsable de juventud de la CCC en la provincia y suma otro ítem al del pan, trabajo, o muestra la otra cara de lo mismo: las adicciones. “Nuestra juventud es el sector más golpeado. Cada día se mueren pibes por las adicciones. Por eso tomamos esta marcha con un objetivo principal: tiene que ser el comienzo de un paro nacional activo y multisectorial. No hay otra forma”.
Raúl Roque Romano también es de la CCC pero vino desde Tafí Viejo, en Tucumán. Tiene 20 años y también marca las adicciones como problema central. “Toda la juventud se está perdiendo por culpa de la droga. Todos están por la pobreza, por la comida, pero también hay que saber que se están muriendo muchísimos jóvenes de 20 años, y que criaturas de 12 o 15 se meten y no pueden salir. Si no hay trabajo la gente no puede ayudar a sus hijos, y al no mandarlos a la escuela muchos terminan en adicciones. Y si trabajan son changuitas, que van para la droga, para darle cuerda a los transas”.
Andrea, del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) del barrio Arguello, en Córdoba, tiene un merendero. “Aumentaron mucho los chicos. El año pasado teníamos entre 50 y 70 niños y hoy llegamos a 200. Es muchísimo. Eso es pobreza, y eso genera un combo que es más inseguridad, menos trabajo y más gente en la droga”.
La balanza
Sergio vive en Juan José Casteli, un pueblo del Chaco que se encuentra a 400 km de la capital de Resistencia. Alrededor están sus compañeras y compañeros que llevan una pancarta blanca y verde y muchas banderas con los mismo colores. Ayer, partieron todo juntos a las tres de la tarde, para llegar a Buenos Aires en la mañana de hoy, sobre las seis. Sergio: “En las provincias como Chaco, Corrientes, Formosa, la crisis económica que tenemos a nivel nacional está pegando muy fuerte. Sobre todo en los pueblo de donde venimos”.
Según el propio gobierno, el Chaco está entre las provincias más pobres de Argentina. Sergio: “La mayoría de las personas que vivimos ahí no contamos con un programa de trabajo. Casi nadie es empleado. Los que son empleados son unos pocos, trabajan en municipalidades o empresas privadas. No hay quien contrate gente. Después están los que tienen negocios, que ponen algún kiosquitos para subsistir el día a día. La gente que cobra algo, cobra pensiones no contributivas, becas del gobierno. Las máximas son 4600 pesos. Pero con eso no llegamos ni a mitad del mes. Imagínate, las facturas llegaron hasta 2500 pesos. Si ponemos en balanza lo que es la canasta familiar se complica todo porque no se llega al mes”.
El pan de cada día
Doris, Lidia y Mari son tres hermanas de Berazategui. “El país está cada vez peor. Un kilo de pan llegó a 100 pesos. Luz, agua y colectivos siguen subiendo. Hoy mismo aumentó otra vez el boleto. Mientras los sueldos nunca suben”. Dicen a la vez: “Todo esto es una vergüenza”. Lidia: “Vamos a ver cómo amanecemos el lunes que viene”. Mari explica: “A mí me llegaron 4 mil pesos de luz. Tengo un sueldo de 4600 pesos. En esta situación, si pagás la luz, no podés comer, ni comprar medicamentos. Así mismo me reduzco haciendo pan casero, bizcochitos, pizzas. Haciendo lo que puedo. Pero más de eso no hay. Y tengo problema de salud: desde fuera me ven así entera, pero dentro estoy hecha pelota. Y yo estoy a cargo de dos nietos y tengo una hija adolescente”.
Ángel Caballero es jubilado y vive en Ezeiza. Dice que en el barrio todo el mundo está mal. Cuenta que tiene una jubilación de poco más que 7 mil pesos, la jubilación mínima. “Lo que pasa es que las facturas más baratas son de 2 mil pesos. Con lo que sobra de ahí tengo que vivir yo, mi mujer y mi nieto. También tengo una hija. Y todos tenemos que luchar, porque si no, no alcanza la jornada”. Dice que no hay otra solución que “salir a la calle”.
Patricia es de La Matanza. Allá trabaja en un merendero para niños. Describe una situación muy difícil, para los trabajadores, pero sobre todo para los niños “Ya no tenemos mercadería suficiente para todos. Nosotros le damos de comer a los chicos de lunes a viernes, pero quizá ahora tenemos que bajar de 5 a 3 días. Y son criaturas que no tienen otro sitio donde ir a buscar comida. Lo mismo está pasando en el comedor, donde no van sólo niños, sino familias enteras”.
Definiciones
El coordinador general de Barrios de Pie, Daniel Menéndez, fue uno de los dirigentes que partió de la columna que llegó desde Liniers. “Es una marcha federal que trasciende los límites de los movimientos para transformarse en una marcha ciudadana”, dice a lavaca. “Una marcha del conjunto de los sectores agredidos por la política económica que tienen miedo por la presencia del FMI, que están preocupados porque van a restringir sus gastos y derechos. Arrancamos el lunes en La Quiaca. En el medio nos encontramos con el veto a las tarifas como una expresión de desprecio por el diálogo en detrimento de sectores medios y populares. Quieren afectar el ingreso de millones de familia. Eso canaliza esta marcha”.
Menéndez subraya que esta marcha es por “pan” y por “trabajo”. ¿Qué pasó con la “paz”, consigna presente en las movilizaciones previas? “No queremos agregarle ´paz´ al pedido porque eso es una responsabilidad del Gobierno. Si no hay diálogo pero sí un violento ajuste, la paz social va a pender de un hilo porque hay un avance del esquema represivo”.
Otro de los dirigentes es Esteban Gringo Castro, dirigente de la CTEP, que avanza por Avenida Rivadavia llevando a la Virgen de Caacupé. “La marcha empezó planteando que no había una dieta con diversidad de alimentos y que la comida de nuestro pueblo más pobre estaba desarrollándose sobre la base de las harinas. Hoy no sólo no hay diversificación sino que la harina aumentó más del 50 por ciento, mientras el Gobierno negocia un acuerdo con el FMI. Pero el pueblo no está dispuesto a ir para atrás con ninguno de sus derechos”.
Juan Carlos Alderete, coordinador nacional de la CCC, es uno de los que lleva la bandera de la cabecera de marcha mientras suenan temas de Los Redondos con la caravana llegando a Plaza Flores. “Vengo encabezando la columna del NEA, y es sorprendente cómo distintos sectores que se han sumado en actos multitudinarios. Hay muchos trabajadores despedidos. Es algo que no veía hace mucho, desde el 2001, con la clase media en las veredas y balcones aplaudiendo cuando pasamos. El escenario no es el mismo, pero hemos aprendido de los golpes de esa época: los dirigentes, primero, tenemos que privilegiar la unidad y defender nuestros derechos por arriba de las apetencias personales. Esto es muy grande, y es una demostración de cómo se puede llegar a la unidad dentro de la diversidad”.
Cómo llevar las cuentas
Lo que describe Alderete sucede en cada esquina y en cada balcón. Sobre Rivadavia y Olivera, Angélica y Rosa son dos jóvenes de 77 y 80 años, respectivamente. No paran de aplaudir. Angélica dice por qué. “Estamos re mal. Tengo dos jubilaciones mínimas y no me alcanza para nada. No puedo ir más al supermercado: compro dos frutas, una verdura y un churrasco para pasar la semana. Y ya está. Así se va todo, súmale los servicios. Pero, ¿sabés qué? Acá vive mucha gente de clase media que no le importa. Del otro lado de la General Paz, como toda esta gente que está marchando, hay hambre.Yo laburé de los 15 a los 74 años. Ahora a los 77 tengo que trabajar de nuevo. Esto, así, no va”.
Teoría en movimiento
Umberto Juárez está al lado de la pancarta que abre la columna de la CTEP que acaba de llegar al Obelisco de Constitución. La pancarta dice: «Contra el gobierno del FMI. Otra Argentina es posible». Juárez tiene una bandera y, encima del blanco y del azul, escribió tres frases:
- «No al FMI».
- «Vamos Argentina».
- «No a los ajustes».
Umberto cuenta que es jubilado y que vive en Temperley. “Vine a la marcha para expresarme sobre este gobierno que nos está desgastando. Hay jubilados que ya se nos van, lamentablemente. Porque no aguantan este ajuste que nos están dando. Ajuste con tarifas, ajuste sobre medicamentos, que algunos ya no pueden comprar. La atención medica que está dando el Pami se rebajó un montón. Si pedís un turno, te lo dan en 7 meses. Si tenés que morir, te morís en ese lapso”.
¿Qué significa marchar hoy? “La forma de venir a expresarme contra este gobierno macrista, neoliberal, o no sé como llamarlo. Del Fondo Monetario, que es el que maneja toda esta situación acá en nuestra Argentina”. Recuerda que vivió tiempos similares, pero asegura: “Como éste, no hubo ningún ajuste”.
Y concluye: “Esta marcha tiene un significado grande para mí. Porque yo me vengo expresando en todas las marchas: marchas de los jubilados, marcha de los maestros, hoy en la marcha federal. Bueno, estoy siempre en las marchas. Pero hoy veo que toda esta gente de todo el país está manifestando por lo mismo. Porque ya hay gente con hambre”.
Changa para el puchereo
Una de las que viene del otro lado de General Paz es Claudia Reinaga. Es del barrio 24 de Febrero, en la localidad de Rafael Castillo, municipio de La Matanza. “Venimos porque la situación en la que vivimos ya no se puede más. Te suben la luz, te suben el gas: yo tengo dos garrafas cada 15 días. Cada una está 400 pesos. Soy madre soltera, tengo ocho hijos. Cobro una pensión de 6.000 pesos que no sé hasta cuándo va a durar. Con eso ayuda para llenar la olla. Uno de mis hijos está sin trabajo. Hace changuita para el puchereo. Trabajó en albañilería pero tampoco podés cobrar cara una mano de obra porque no te llaman más. Hay mucha bronca en mi barrio. Mucha necesidad. Por eso hoy sacamos dos micros llenos”.
Alejandro marcha sosteniendo con las dos manos una virgen sobre su cabeza. Milita en el Movimiento Evita y es trabajador municipal en Luján: hace 43 días que están de paro. “Tuvimos conciliación obligatoria pero no hay novedad de nada. Nos boludean el porcentaje: nos quieren dar un 17 por ciento cuando pedimos, como mínimo, el 27. Tenemos un sueldo muy desfasado: 12 mil pesos de básico».
-¿Para qué te alcanzan los 12 mil?
-En mi barrio el kilo de pan vale 70 mangos. ¡70! Y se repite en todo el país: lo vemos. No se puede con la luz, con la escuela, con el gas. Con 12 mil pesos no se puede nada. Hace un año quejábamos de las tarifas, que siguen estando: hoy ya no podemos comer.
-¿Y la virgencita?
-Es la de Luján. A todos lados. Es la fe de los trabajadores y la fe popular. Otra no queda: en algo hay que creer.







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Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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