#NiUnaMás
«Mi hija es la madre de todas mis luchas»
Frente al Congreso Nacional -donde cada martes la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito monta su escenario mientras del otro lado de las paredes diputados y diputadas sesionan- la calle otra vez se tiñó de verde. Hay fila en busca de pañuelos, grupos de adolescentes en ronda, mujeres agitando los hits feministas, otras por subir al escenario, hay actrices vestidas de época, dibujantes e ilustradoras, y hay madres e hijas, juntas, sumando su cuerpo y sus voces para que el aborto sea legal. ¿Qué representa ese estar juntas? Cinco historias que resumen el encuentro de madres e hijas, en la calle y por el #AbortoLegalYA
Belén y Renata: “Quiero que mi hija y mi hijo tengan los mismos derechos»
Renata, de 9 años, lleva el uniforme de su colegio católico. Belén, su mamá, de 30 años y pelo de colores, es profesora en el mismo colegio. “Las hermanas de la congregación forman parte de Católicas por el Derecho a Decidir”, cuenta.
Llegaron en bicicleta y Renata quiere ponerse el pañuelo de top. Dice que le encanta estar en la marcha y anticipa que le hizo a Belén muchas preguntas sobre qué es el aborto. También le hizo preguntas personales. “Charlamos sobre las decisiones de nuestros cuerpos y la búsqueda del placer”, explica su mamá.
Belén dice que su hija “es la madre de todas sus luchas”. Renata tiene un hermano de dos años. “Quiero que mi hija y que mi hijo tengan los mismos derechos”.
¿Hablan de estos temas con tus amigas? Renata: “Con mis amigas no. En el colegio si, en el aula y también en la oración. Tenemos una oración antes de entrar. Hablamos sobre los días importantes, el que más escuché fue el del Día de la Mujer”
Viviana y Violeta: “Sino los despeina el viento, los va a despeinar la Historia”
Viviana tiene 59 años. Su hija Violeta, 30. Son de General Rodríguez, Buenos Aires, pero es martes y están paradas en uno de los costados del escenario, frente al anexo del Congreso Nacional.
Violeta mira a su mamá y dice: “Ella nos ayuda a pensar a nosotras. Tengo una hermana de 24, las tres participamos en familia de los Encuentros Nacionales de Mujeres desde hace varios años. Es un intercambio, un ida y vuelta. Nos nutrimos: es un diálogo generacional”.
A Viviana le brillan los ojos, “que mis dos hijas mujeres y mi hijo varón abracen el feminismo me permite disfrutar un montón de momentos con ellos”. Violeta suma que en ese compartir entiende “que la historia no arrancó cuando llegamos nosotras. Ahora hay una explosión, pero es algo que viene gestándose hace un montón”.
Alrededor de ellas hay una marea de la generación verde que usa glitter y pañuelos verdes como top. Viviana dice sentirse “absolutamente esperanzada”.
¿Cómo lo viven en su ciudad? Viviana: “Estamos viviendo un momento revolucionario. Creo que hay muchas cúpulas de organizaciones que no se están dando cuenta. Hubo una condensación de distintas luchas que antes eran de ciertos sectores. Es un momento único. Te lo digo como peronista de toda la vida: las cúpulas están pasadas por arriba por las bases de las pibas y las viejas, que aprovechamos la fuerza de las pibas. Sino los despeina el viento, los va a despeinar la Historia. Las pibas ahora son peronistas y son feministas, no les hace contradicción”.
Yamila y Josefina: “Ellas me hicieron entender que legalizarlo no significa que todas vayan y lo hagan”.
“La hija la trae a mamá porque a mamá le costó mucho abrir la cabeza con respecto a esto”, así se presenta Yamila, 40 años. A su lado Josefina, su hija de 15 y Ciro, de 2 años. Yamila tiene dos hijas más, de 20 y 18 años.
Josefina resume el proceso: “Fue difícil, muchas peleas, pero ella misma fue de a poco abriendo la cabeza. El aborto tiene que ser legal. Es así”. Cuenta que aprendió escuchando a chicas de su edad, “porque escuchaba generaciones más grandes y ni hablaban de feminismo”.
Ahora su mamá la escucha a ella y dice: “No estoy a favor del aborto, si estoy a favor de legalizarlo. Entendí, después de mucho hablar, que la mujer tiene derecho de decidir cuándo sí y cuando no. Ellas me hicieron entender que legalizarlo y que esté la opción en el hospital no significa que todas vayan y lo hagan”.
Silvia y Daniela: “Acá todas queremos lo mismo”
Silvia llora de emoción antes de empezar a hablar. Tiene 55 años y está con una de sus hijas, Daniela, de 27, que dice: “las dos sabíamos que el camino es que el aborto sea legal”.
Daniela es periodista; Silvia fotógrafa y artista plástica.
“Si bien no lo hablamos ni lo pautamos, la formación que ella tiene es estar acá. Sin haberlo hablado hay un código”. A Silvia se le atragantan las lágrimas. Sigue Daniela: Es muy fuerte porque acá todas queremos lo mismo, igual que en el 8M, que fue muy fuerte encontrarme con un montón de compañeras, todas con un mismo objetivo: igualdad de derechos y que el aborto sea legal para que se dejen de morir pibas».
Cecilia y Dana: “Nos defendemos entre nosotras”
“Tener el apoyo de mi vieja es genial”, dice Dana, 18 años frente a su mamá, Cecilia de 48 que se le llenan los ojos de lágrimas.
“Estoy muy emocionada. Nunca dijimos nada, fuimos mucho más claros que eso, muchos más claros que decir: seguime. Dejamos la puerta abierta para que piensen, y pensaron”
¿Qué pensaron? Dana: “Cuál es la realidad que puede vivir una como cualquier otra mujer. Somos todas compañeras entre nosotras, nos defendemos entre nosotras, lo vayas a vivir vos o no. Seas de cualquier clase social, aunque pasar por un aborto clandestino tal vez no sea tan riesgoso para vos. Hay muchísimas mujeres acá que saben que no van a tener las mismas consecuencias de un aborto clandestino que una mujer de clase baja y vienen a apoyar a esas compañeras, saben que para ellas va a ser mucho mejor, que son las que más la sufren”
Dana cree que los antiderechos dicen defender la vida pero no piensan “en la calidad de esa vida, que es mucho más importante”. Su mamá suma: “Ni hablar de la calidad de vida de la mamá”
Cecilia: “Estoy muy orgullosa de ella y de esta generación. Viví la adolescencia en los años 80. Eramos muy locos, pero del aborto y de la piba que abortaba no se hablaba, o se la señalaba. Estoy segura que abortó todo el mundo en mi familia; mi abuela, la señora de la esquina que te mira mal y te saca el crucifijo. Ahora veo esto todos los martes: todas estamos cansadas, salimos del laburo y venimos, las que salen del secundario, de la facultad. Estoy fascinada, hinchada de orgullo y muy segura que esto sale o sale. No hay chances de que no salga. Ya está: basta”.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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