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Guía del juicio a las Juntas Militares de la dictadura

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Qué se juzgó

* El tema de enjuiciamiento fueron las violaciones a los derechos humanos durante la etapa 1976-1982 del régimen militar. No fueron tema de este juicio el golpe militar del 24 de marzo de 1976 ni la guerra de Malvinas.

* Nunca en la historia se había juzgado a personas de tan alto rango (incluyendo a tres ex presidentes de la Nación). Para buscar antecedentes hay que remontarse a juicios como el de Nuremberg, donde se juzgó a los jerarcas nazis (aunque hay que tener en cuenta que allí los vencedores de una guerra juzgaban a los vencidos). Otro antecedente es el del «Juicio a los Coroneles» realizado en 1975 en Grecia, por el golpe de Estado que habían perpetrado en 1967.

* Los principales delitos investigados fueron: homicidios, tormentos y privaciones ilegales de la libertad (secuestros) efectuados por los militares.

* Las desapariciones de personas no fueron formalmente juzgadas porque ese delito no existía en la legislación argentina (ni en ninguna otra del mundo).

* En esos casos, las privaciones ilegales de libertad y los homicidios (en los pocos casos en que pudieron ser probados) fueron los delitos por los que se produjo la condena.

* Hay que tener en cuenta que para que legalmente exista un homicidio, tiene que existir el cuerpo de la víctima. El mecanismo de la desaparición de miles de personas inaugurado por los militares funcionó como un ocultamiento del «cuerpo del delito». Eso impidió más condenas por homicidio.

Números y secretos

* Durante el juicio declararon 833 personas: 546 hombres, 287 mujeres. (Hubo 64 testimonios de militares, 15 de periodistas, 14 de sacerdotes, 13 de extranjeros). Se acreditaron 672 periodistas para cubrir las audiencias.

* Los jueces elaboraron la sentencia respondiéndose a sucesivas preguntas de cada caso. Por ejemplo: ¿Está acreditado que tal persona fue secuestrada? ¿Fue vista esa persona en determinado campo de concentración? ¿Se considera probado que sufrió tormentos? El total de preguntas que contesta la sentencia asciende a 22.000.

* Los documentos de la causa llegaron a pesar tres toneladas. Solamente de denuncias internacionales, llegaron 700 kilos de documentos desde las Naciones Unidas.

* Las audiencias duraron, en total, 900 horas y fueron totalmente grabadas para televisión en 147 casetes. El 27 de abril de 1988 una copia de todo ese material fue secretamente llevada por los jueces a Oslo, Noruega, donde se la depositó en una sala blindada a prueba de explosiones atómicas, a la que sólo pueden acceder dos integrantes del parlamento noruego que conocen el código de seguridad. El traslado se hizo para evitar que los cimbronazos políticos internos (ya había habido dos rebeliones carapintadas) pusieran en peligro ese material.

* La fiscalía presentó 670 casos para fundamentar su acusación. Fueron seleccionados de entre las 1.086 causas judiciales iniciadas hasta el momento del juicio, las casi 9.000 denuncias registrados por la CONADEP y las 700 producidas ante la Secretaría de Derechos Humanos del gobierno radical.

* El filtro para llegar a 670 se fundamentó en la idea de plantear casos con la cantidad suficiente de pruebas y testimonios como para que no quedasen dudas del delito cometido.

Los jueces podían guiarse por sus «libres convicciones» para la sentencia, pero la fiscalía (y luego también los jueces) prefirieron basarse en pruebas más que en convicciones. Hay que tener en cuenta que la metodología militar consistió justamente en borrar las pruebas.

* Otro criterio para filtrar casos fue que el juicio se hubiese extendido mucho más de lo que la lógica política y judicial de aquel momento parecían aconsejar. Por otra parte las sentencias no son acumulativas. La fiscalía planteaba que la condena por cinco o por diez tormentos sería la misma, por lo que no tenía sentido sumar más casos que no consideraban suficientemente probados, aunque existieran indicios de que formaban parte inevitable del mismo mecanismo represivo.

El lugar

El juicio se hizo en la sala de audiencias de la Cámara Federal, con entrada por el hall central del palacio de Tribunales, en Talcahuano al 600, Buenos Aires.

La sala era (y sigue siendo) de 20 por 10 metros. Un ambiente sobrio y elegante, con estrados y paredes en madera oscura, pisos de roble, un vitraux, 23 lámparas y arañas de estilo, esta vez acompañadas por los spots de televisión.

Los seis jueces se ubicaban al frente, en un estrado elevado un par de escalones por sobre el nivel de la sala.

Mirando desde el fondo, a la izquierda se ubicaba el estrado de los fiscales, y a la derecha el de los defensores. En el centro, mirando a los jueces, se sentaba cada testigo, ante un micrófono. Detrás de ese lugar estaban los dos largos bancos de madera que los nueve acusados ocuparon durante el alegato de la fiscalía.

Los fiscales estuvieron permanentemente en su estrado. El de los defensores lo usaba sólo el que quería preguntar o debatir. El resto de los abogados (llegaron a ser 23) ocupaba una gran mesa frente a los jueces, detrás del banco de los acusados.

Detrás de los abogados se ubicaban los invitados especiales, en dos filas de anchos bancos de madera con capacidad para 75 personas. A los costados había dos palcos para periodistas, que llegaron a albergar a unos 150 acreditados en los momentos culminantes del juicio. Allí se instalaron las cámaras del canal oficial ATC que grabaron todo el desarrollo del juicio.

Por televisión sólo se podían reproducir imágenes sin sonido de las audiencias, por expresa disposición de las autoridades judiciales. Tampoco las radios podían transmitir fragmento alguno de las audiencias. Los periodistas no podían entrar con grabadores: sólo se podían hacer entrevistas fuera de la sala. La única excepción a este silencio fue la lectura de la sentencia, que se emitió en directo por todos los canales, el 9 de diciembre de 1985.

Sobre ambos palcos estaban las gradas para el público, con capacidad para unas 100 personas (que para obtener una ubicación debían solicitarla con anticipación).

Toda persona que entrara a la sala debía pasar por un estricto control policial y por el detector de metales. No se podía lucir ninguna clase de distintivo político y estaba prohibido hablar y fumar.

Tiempos

Las audiencias comenzaron el 22 de abril de 1985 hasta el 14 de agosto, de lunes a viernes.

La acusación de la fiscalía comenzó el 11 de septiembre y se extendió durante seis días hábiles, hasta el hasta el 18.

Las defensas expusieron sus alegatos entre el 30 de septiembre y el 21 de octubre.

La sentencia se leyó el 9 de diciembre.

Los acusados

Teniente General Jorge Rafael Videla (presidente de la Nación entre 1976 y 1981)

Almirante Emilio Eduardo Massera

Brigadier Orlando Ramón Agosti

Teniente General Roberto Eduardo Viola (presidente de la Nación en 1981).

Almirante Armando Lambruschini

Brigadier Omar Graffigna

Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri (presidente de la Nación entre 1981 y el fin de la guerra de las Malvinas, en junio de 1982).

Almirante Jorge Isaac Anaya

Brigadier Basilio Lami Dozo

Videla, Massera y Agosti formaron la junta militar que asumió el poder tras el golpe del 24 de marzo de 1976. Uno por cada fuerza armada. La última junta tenida en cuenta para el juicio fue la formada por Galtieri, Anaya y Lami Dozo.

Los jueces

Carlos León Arslanián (presidente del tribunal durante 1985)
Ricardo Gil Lavedra
Guillermo Ledesma
Jorge Valerga Aráoz
Jorge Edwin Torlasco
Andrés D’Alessio

Los jueces rotaron cada semana en la presidencia del tribunal. El que presidía la audiencia era el encargado de hacer las preguntas a los testigos. Después, podían preguntar los fiscales o los abogados. La lectura de la sentencia qued
ó a cargo del presidente anual del tribunal, Arslanián, quien más tarde, en 1992, fue ministro de justicia del gobierno de Carlos Menem.

Los fiscales

Julio César Strassera
Luis Moreno Ocampo (fiscal adjunto)

Los defensores

Videla: Carlos Tavares (defensor de oficio ya que Videla no designó abogado, como forma de rechazo al juicio).

Massera: Jaime Prats Cardona.

Agosti: Bernardo Rodríguez Palma, Ignacio Garona, Héctor Alvarado.

Viola: José María Orgeira, Sergio Andrés Marutián, Carlos Froment.

Lambruschini: Enrique Ramos Mejía, Fernando Goldaracena.

Graffigna: Roberto Calandra, Eduardo Gerome, Eduardo Hernández Agramonte.

Galtieri: Eduardo Munilla Lacasa, Alfredo Bataglia, Enrique Munilla y Juan Carlos Rosales.

Anaya: Miguel Angel Buero, Eduardo Aguirre Obarrio.

Lami Dozo: Miguel Marcópulos.

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Cien

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Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día. 

La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán. 

En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.

En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas. 

Cien

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica. 

Cien

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

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Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.

En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

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Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.

Más información en www.observatorioluciaperez.org

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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

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Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.

Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

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“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

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Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

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Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

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Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


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