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¿No pasarán? No pasarán

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Reflexiones, visiones y datos de quienes decidieron marchar este lunes en contra de la reivindicación planteada en el Salón Dorado de la Legislatura Porteña, que lució fuertemente vallada mientras las calles eran ocupadas por la gente en una especie de asamblea hecha de encuentros, de conversaciones y de intercambios.

Mucha gente de la llamada “suelta”, autoconvocada, además de algunas estructuras gremiales y de izquierda. Temas: la realidad virtual y la otra. Las redes, los candidatos, las fake, la pandemia. El vacío de dirigencias, versus las ganas de hacer. Los aburguesamientos, la juventud, los precipicios y el asombro sobre cómo se llegó a esta situación. El reclamo por la falta de dirigencias. La comprensión de que mucho de lo que se venga dependerá de lo que la propia sociedad sea capaz de hacer. Por eso aparecen preguntas, enigmas, y no tantas afirmaciones. Voces de quienes decidieron que el lugar perdido de intervención en lo público, de hacerse preguntas y de intentar responderlas, es la calle.

La cita la provocó una candidata a vicepresidenta y fueron miles las personas que rodearon a una custodiada Legislatura para repudiar el acto negacionista en su Salón Dorado. En las calles se pudo asistir a una suerte de asamblea urgente e improvisada de gente suelta que conversó entre sí para hacer un diagnóstico (cuyo subtexto es “cómo nos dormimos”) y darse ánimos y estrategia para lo que viene (“¿cómo hacemos para frenar esto?”) donde la calle promete volver a ser escenario. No solo por actos, sino como ruptura de encierros que hace tres años fueron pandémicos, y hoy resultan muchas veces un producto de la virtualidad.

«A nosotros nos ponen vallas y policías y a ellos le dan el Salón Dorado de la Legislatura». Ese fue el resumen de la mañana en la que distintos referentes de organismos de derechos humanos y de partidos de izquierda brindaron una conferencia de prensa en la Legislatura para llamar a la movilización de las 16.30. Luego, parte de estos políticos y legisladores porteños realizaron un nuevo acto a las puertas del Salón donde horas después ocurriría el encuentro convocado por la candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza Victoria Villarruel.

Mientras tanto, miles de personas rodearon a la Legislatura por Perú y Diagonal Sur, para hacerse escuchar adentro y, sobre todo, escucharse entre sí.

Jóvenes que no votan a Milei

Erika y Julieta sostienen una bandera que reclama por el boleto educativo, algo que, en este contexto, podría parecer una utopía. No la bajan, sino que la suben más alto: son estudiantes de actuación de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) y están junto a una columna que agrupa a distintos centros de estudiantes de la Capital.

Más allá del rechazo al negacionismo, amplían la agenda en disputa: “Venimos luchando hace mucho tiempo por la educación pública y pensamos que esta era una oportunidad de manifestarnos en contra de los de lo que viene diciendo este mismo espacio; sí, motivos diferentes, pero también apoyamos esta causa y no la queremos dejar pasar”, dice Julieta, oriunda de Jujuy.

¿Qué es lo peligroso? “Querer cambiar el curso de la historia. Esto puede ser rutinario si lo dejamos pasar. Como pasa en Jujuy, que ya nos acostumbramos, pero no puede ser. Están todos alineados en ir en contra de los derechos humanos que fueron conquistados todo este tiempo”. ¿Por qué aparecen, ahora, de nuevo? “Yo pienso que hay algo de la distribución de la riqueza que está en juego en este momento”, dice Julieta, y Erika le devuelve la pared: “La represión es la fórmula para meter las medidas de ajuste. Este acto es una manera de meter presión para eso”.

Estas jóvenes politizadas parecen tener claro el combo de represión del Estado + modelo empobrecedor. ¿Es cierto que “los jóvenes votan a Milei”? “Yo entiendo que Milei hizo una muy buena campaña en las redes, por eso su discurso apuntó a mucha gente joven, sí. Pero también hay un desconocimiento general de lo que él verdaderamente propone. Está bueno informarse para decir: no, hasta acá”. Erika: “Hay muchos jóvenes que no saben qué es el tema de Derechos Humanos, porque no se enseña en las escuelas”. Julieta lo confirma: “Jamás lo vi en la escuela, es cierto”. Erika: “La historia argentina se ve recién en 5º año del secundario, de ahí para abajo, nada”. Entre los bombos del acto, ellas hablan del esfuerzo para que no se borre la historia.

Los que duermen vs. un camino

Sebastián de cuarenta y pico, pasa junto a su hijo Salvador. Vinieron desde Luján, sin dudar: “No se puede dudar en rechazar a aquellas personas que secuestraron familias, que torturaron embarazadas, que atraparon niños” dice, y marca lo que resulta más grave: “No me sorprende, pero que la Legislatura Porteña se preste para reivindicar esto es increíble. Me parece terrible que se les dé esta posibilidad a nivel institucional de poder estar en un edificio de la democracia haciendo una reivindicación de lo más nefasto de nuestra historia”.

¿Cómo se llegó a esto? “Es un proceso de años donde no se ha puesto freno o no se ha sido lo suficientemente duro con algunos sectores. Esto demuestra que la táctica que se ha tomado lo único que ha hecho de seguir abonando al crecimiento de una derecha cada vez más rancia, y aunque en algún principio hasta se pintaba de centro derecha hoy abiertamente salen con planteo de ataque a los laburantes y de quita derechos”. Por ejemplo, al suyo propio: Sebastián es docente universitario. Pero ninguna de las centrales que los agrupan en zona norte llamó organizadamente a la convocatoria de hoy: “No hubo una convocatoria tan masiva desde las organizaciones. Pero está sucediendo esto como una expresión clara”. La claridad de Sebastián y Salvador tal vez contraste con la oscuridad de quienes adentro, mientras tanto, organizan el acto planteado por el “Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Vìctimas” sin dejar pasar a la prensa.

Qué pasa ahí adentro es algo que ayuda a interpretar Raúl Godoy, trabajador y referente de la fábrica recuperada Zanon, de Neuquén, e histórico militante del PTS: “Este acto es una provocación para homenajear genocidas que asesinaron a 30 mil compañeros y compañeras y además endeudó a un país, dejando un desastre”.

¿Cómo se relaciona una cosa y la otra? “Hay una frase de Rodolfo Walsh que dice concretamente: la dictadura vino a empobrecer el país, a concentrar más el poder económico. Esta gente tiene los mismos objetivos, tendrán otros métodos, pero el objetivo es el mismo”.

¿En qué momento la derecha se volvió provocadora? Godoy no duda: “Que ellos se hayan agrandado y se empoderen tiene que ver con la pasividad a la que nos han sometido las centrales sindicales, cada vez más adaptadas al poder económico. Hay pibes que no saben lo que es un paro nacional. Ese es el camino que tenemos que retomar, con el estudiantado: la fuerza está, hay que organizarla y darle para adelante”.

El ego o la calle

La tarde es fría, ventosa, pero allí está Ingrid, otra de las que piensa que hay que darle para adelante sin dejar de ver hacia atrás. Tiene 77 años y vino sola: “Hay que estar presentes acá. Se ha luchado tanto y se han conseguido derechos pero hay que seguir peleándola. Tienen que saber que hay una mayoría que no quiere eso, no queremos eso, queremos democracia”, dice y sus palabras resuenan como algo que en otro contexto podría parecer obvio.

¿Dónde nota la falta de democracia? Ingrid sorprende con la respuesta, no dirigiéndola hacia adentro de la Legislatura, sino como espejo hacia la calle: “Podemos hacer uso de la democracia en la calle, por eso digo que eso se perdió en el último tiempo. Yo trato de trabajarlo en el aula donde enseño, en la educación, a los alumnos siempre les digo: hay que rascar, vayan más allá siempre, no nos quedemos en la superficie perdiendo tiempo”.

Ingrid es docente de Comunicación hace más de 40 años, aclara, para contextualizar sobre superficies y profundidades. Señala a los medios que, entre otras cosas, crearon al monstruo. “Estamos en la época de la espectacularidad, no solo en la política sino en todos”, dice y recalcula: “No, por suerte en todo no, pero hay una exaltación del ego”, afirma. Y como a quien se le prende una lamparita, remata: “Hay que salir de ego y volver a la calle”.

Los ojos de Trini

Está junto a las vallas que impiden acercarse a la Legislatura. Trinidad tiene ojos grandes, 17 años y un entusiasmo contagioso. Cuando vamos a conversar, su mamá, Mónica, se acerca: “Preguntas concretas, por favor, porque es una persona con autismo”.

¿Por qué viniste Trini? “Vine para luchar”.

¿A favor de qué? “A favor del pueblo. Del pueblo que busca un mundo mejor”.

Mónica integra la Asociación Civil Sobrevivientes, Familiares y Compañeros de Campo de Mayo, sede donde funcionó uno de los principales centros clandestinos durante la dictadura, manejado directamente por el Ejército. Plantea Mónica a lavaca, señalando a la Legislatura: “Ellos tran el tema, nosotros traemos la lucha. No vamos a permitir que caiga la memoria. Estamos en contra de Milei y esas cosas”. Trini agrega: “Exactamente”.

“Acá estamos diciendo que no vamos a dar ni un paso atrás” explica Mónica.

Trini está en 4º año del secundario. Imagina para después: “Me gusta pintar cuadros, es lo que hago. Voy a seguir haciéndolo”. Para el ahora: “Todo costó mucha sangre, pero hay que pelear por un mundo major. Y más justo”. Le agradezco y dice con esa intensidad de los 17: “Nunca más dictadura militar”. Remata: «Y porque no se puede permitir esto hoy esto ya está traspasando lo que es el negacionismo y reivindicar la dictadura, así que hoy no se nos podemos dejar pasar un acto de reivindicando genocidas».

Sebastián es otro de los que se mandó sin que lo llamen, en una época en la que parecería que toda la movilización dependería de lo electoral: «Siempre que puedo ir con La Cámpora San Miguel vamos, pero bueno, hoy no se dio, yo y vine por mi cuenta. Yo, la verdad, que tenía la necesidad de que convoquen. Estaba esperando pero como no convocaron, me vine«. ¿Por qué? «Yo esto lo venía olfateando desde la pandemia que se venía avanzando estos libertarios … Esto se venía lo venían ofasateando y bueno: se lo dejó caminar mucho y eso debe llevarnos a hacer más actos de estas características».

Sebastián es fletero, tiene 36 años, y llegó con Karen, con quien tienen una hija. “Todo es peligroso. Esta gente de Milei es sanginaria, directamente, quieren destruir a la sociedad. Yo le pongo toda la fe y todas las fichas a que gane Massa”, dice ella.

¿Y cómo se logra eso? “Militando a morir. Organizados, con un plan. Hay gente que votó a Cristina y ahora a Milei, porque hay mucha desinformación, confusión, el bolsillo pesa mucho y hay gente que vota a este engendro, digamos. Pero creo que vamos a ganar igual, pero si no nos quedamos quietos”. 

¿Dónde está la casta?

Asunción, Soledad, Inés y Mariela no paran de hablar salvo para la foto y luego siguen, a grabador y corazón abierto. Una es emprendedora, otra docente, otra artesana tanguera, otra socióloga.

Reflexiones:

“Vinimos para que no vuelva nunca más nada que se parezca a la dictadura ni defienda el terrorismo de Estado. Siento que estamos en un retroceso: pensaba que este tema nos aunaba como sociedad, seas de derecho, de izquierda o lo que sea”.

“Me acuerdo la plaza del 2×1 (la enorme movilización durante el macrismo, en mayo de 2017, que frenó el intento de beneficiar judicialmente a represores y genocidas). Ahora en cambio siento que nos están tratando de disgregar, de socavar. Es una estrateegia que tienen recontrapensada”.

“Pero nosotros no estamos pudiendo manejar cosas. Te manejan las redes, las fake news, todo, y aparece una candidate a vicepresidenta que abre la Legislatura. Y nosotras acá. ¿Dónde està la casta?”.

“¿Sabés que hacen? Te confunden. Esa es la estrategia. Como que te van llevando, yo siento literalmente en el cuerpo que me están empujando hacia un precipicio”.  

“Están operando para el mal en las redes. No me canso de ver la gente que está mintiendo y tergiversando. Ahí empieza parte de la confusión. Si te confunden te controlan. Eso es terrible”.

“Pero es cierto, nos la pasamos hablando de las redes, y lo que perdimos es la calle, puta madre, esa es culpa nuestra, porque ahí sí que perdemos la batalla cultural”.  

“No creo que sea tan así. Estamos recuperando también. Creo que hay otra capacidad de respuesta. No olvidemos que hay una cuestión neofascista en el mundo entero”.

“Pero a mí me importa lo de acá y hablo de acá. No quiero retroceder 50.000 escalones, loca. Hay un límite. Hay cosas que no se transan”.

“Hay puestas en escena de la derecha todo el tiempo. Acá tenés una manipulación de las herramientas democráticas. Todo se puede manejar y convertir en una herramienta para la derecha, para hacer lo que les dé la gana. ¿Viste como lo de Lago Escondido, los jueces y funcionarios con los empresarios? ¿Y qué pasó al final?”.

“La democracia no está dando respuesta a la gente. La gente, la militancia también necesita orientarse, y acá no hay líderes: estamos a tientas, sin saber qué hacer, y también aburguesados: desde la pandemia se nota mucho eso”.

“Pero capaz que no hay que esperar tanto a los líderes sino ponernos a hacer cosas. Empoderarnos, no por la vía de la individualidad sino de los colectivos, y estando en la calle”.

“Hay que salir del botoncito. Creemos que hacemos algo, cuando en realidad no hacemos nada salvo mandar mensajes y apretar botoncitos. Pero ojo, cuando apretamos el botoncito y termina saliendo alguien como Milei, ya no es un hecho virtual sino un hecho real. Por eso tenemos que recuperar la realidad».

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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