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Pizzería sin patrón: Mi Tío recuperada

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Los trabajadores de la mítica pizzería de San Telmo ocuparon la empresa luego que los dueños los dejaran en la calle con sueldos atrasados y cargas sociales impagas. Son ocho trabajadores que mantienen el local de forma autogestiva durante 16 horas por día. Recibieron el apoyo de vecinos y clientes y desbordaron el 1 de mayo con locro y empanadas fritas. Hoy buscan conformarse en cooperativa y dicen: “De Mi Tío no nos vamos”.
Fotos de Lina Etchesuri.

Pizzería sin patrón: Mi Tío recuperada

Fotos: Lina Etchesuri


El 29 de marzo, Daniel Nieva, maestro pizzero, llegó a trabajar a la pizzería Mi Tío a las 7:15 de la mañana con un catálogo de acontecimientos que astillaba su cabeza.

  • Tres meses sin cobrar.
  • Aguinaldo de junio de 2016 sin cobrar.
  • Aguinaldo de diciembre sin cobrar.
  • Aumentos paritarios sin cobrar.
  • Vacaciones sin cobrar.
  • Aportes sociales sin cobrar.
  • Casado, tres hijos.

La lista se unió en un solo punto cuando Nieva -46 años, 28 en la empresa- llegó a la esquina de Defensa y Estados Unidos, en el barrio de San Telmo, Ciudad de Buenos Aires. “Estaba todo cerrado”, dice hoy a lavaca. “Todo. Las persianas bajas y con candados. Yo siempre era el primero que llegaba después de los dueños, porque era el que tenía que arrancar la producción. Me quedé ahí, charlando con el muchacho del puesto de diarios, que me dijo que habían abierto y luego cerrado. Llamé a mis compañeros”.
Ese día tenían una reunión a las 18 horas con el dueño Héctor Villarroel y sus sobrinas María Marta y Rosauro Romero. Dos horas antes la suspendieron. Nieva: “En ningún momento nos atendieron. Decidimos esperar al encargado porque era el que tenía la llave y ver qué había pasado. Cuando llegó notamos que los candados estaban cambiados. Ahí tomamos la decisión de entrar”.
Entraron.
Y no se fueron.
Pizzería sin patrón: Mi Tío recuperada

We will not leave

Adrián Fernández, 46 años, 13 en la empresa como mozo, cuenta que Mi Tío era una pizzería icónica con 43 años de vida en San Telmo. Es un bodegón chico, cálido, hoy adornado con carteles que transmiten “fuerza” a los trabajadores y dejan en claro algo: “Con Mi Tío no se jode”. Otro promociona en clave de hashtag la página de Facebook en la que suben fotos de apoyo de la comunidad: #DeMiTioNoNosVamos. Y también en su versión turística: #FromMiTioWeWillNotLeave.
Dice Adrián: “La pizzería cerró sus puertas porque los dueños lo decidieron así, sin mediar otro remedio. Ese día vinimos a trabajar sabiendo que a la tarde teníamos una reunión con asesores y abogados. Ya habíamos mandado telegrama laboral en reclamo de la deuda que tenía con nosotros. Nunca contestaron, y al no tener respuesta ni telegramas de despido, nuestra reacción salió de forma natural: estamos permaneciendo acá en defensa de nuestros puestos de trabajo”.
Mientras Adrián habla, la mitad de las mesas de la pizzería están ocupadas. El 1 de mayo festejaron el Día del Trabajador y la Trabajadora con locro y empanadas fritas. Todavía se están reponiendo de esa experiencia: “Nos desbordó completamente. Fue lindo sentir ese abrazo”.
No es casual: el local siempre trabajó y funcionó bien. ¿Qué pasó entonces? “El problema no era el laburo. Sí te puedo decir que había una mala administración porque la plata nunca alcanzaba, las compras eran malas y el dinero se gastaba mal. El contexto del país y la mala situación económica no ayudaron: con los tarifazos se hizo peor. Imaginate: hace dos años la factura de luz no llegaba a los 1000 pesos, y la última que nos llegó era de 7500. Todos los días aumentan las mercaderías, un día el tomate te cuesta 70 pesos el kilo, y así con los morrones, la harina, el queso, la muzzarella. Hace un año empezamos a cobrar el sueldo de forma parcial y en cómodas cuotas. No nos pagaron aguinaldos, tampoco los aumentos remunerativos que nos daba el sindicato ni los feriados que trabajábamos. Se fueron dando toda una serie de problemas que hizo que lleguemos a fin de año y no tuviéramos ni sidra ni pan dulce. Pasamos las fiestas con el bolsillo apretado”.
Pizzería sin patrón: Mi Tío recuperada

La revolución pizzera

La relación con los dueños se tensaba cada vez más. “Este año nos enteramos que no nos habían depositado las cargas sociales desde hacía prácticamente 9 meses: casi todo 2016 sin aportar. Algunos compañeros llevaban a su familia al médico y no eran atendidos”. La situación llegó a su punto de quiebre el 29 de marzo: ese día dijeron basta. ¿Qué hicieron? Nieva: “Nos pusimos a laburar. Lo único que había eran 10 kilos de harina, algo de levadura, muzzarella”.
Con eso abrieron.
Y se llenó.
Fernández: “No podemos medir la cantidad de gente que vino, que nos decía que tenemos que seguir adelante, que antes no venía porque los dueños los trataban mal”. Desde ese día abren el local a las 10 de la mañana y cierran a las 2 de la madrugada. Cada noche dos compañeros se quedan a hacer guardia. “Nos estamos autogestionando. Es increíble todo lo que pasó: se nos revolucionó el mundo”. Fernández lo ve en su hogar: tiene tres hijos y debe explicarles por qué pasó de 8 horas de trabajo a 10, 11 o 12, y hasta por qué tiene que dormir en la pizzería. “Cada hogar es un mundo. Hay que explicar y entender la postura del otro. En mi caso yo trabajaba de noche, llevaba y buscaba a mis chicos al colegio. Ahora no puedo: están acá jugando mientras trabajo”.
Nieva dice que su señora hace trabajo doméstico: “Ella salvó los trapos estas semanas”.
Los trabajadores de Mi Tío ya están en trámites para la conformación de una cooperativa de trabajo.  Es una de las al menos 13 empresas recuperadas desde la asunción de Cambiemos.
¿Por qué seguir?
Fernández: “Se nos dio de forma natural: somos nosotros los que vamos a estar acá. Nos interesa mucho que este negocio salga para adelante y quede para nosotros. Además nos dimos cuenta que una de las herramientas fundamentales es el trabajo junto. Nosotros tenemos todo: somos todos para uno y uno para todos. Esta empresa, en definitiva, es un pedacito de cada uno de nosotros”.
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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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