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Poner el cuerpo

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Son bailarinas de danza contemporánea. Representan a una generación que aprendió a caerse y levantarse. Son el símbolo del aporte femenino a la autogestión artística independiente. La rompen en escena en varias obras. Juntas, forman el elenco de La Wagner, una obra que desnuda la violencia de esta época. Juntas, también, reclaman por la urgente sanción de la Ley de Danza.

Poner el cuerpo

Lo Wagner

¿Dónde comienza una noticia? Ponele que esta arranca con la imagen de Luis Majul en una pantalla de tevé diciendo: “No mando a mis hijas a la escuela pública porque salen piqueteras”, o la de Feinmann anunciando linchamientos, o la de cualquier programa de TN. Da igual. Abrí el plano: estamos frente a la vidriera de un café de una esquina porteña y en la vereda hay cinco pibes acomodando cartones en destartalados carritos de supermercado. Ninguno tiene más de 15 años.  Pasás sin mirarlos y entrás al Centro Cultural de la ciudad. Te detiene un cordón de uniformados y molinetes que giran sólo si tenés entrada: para ingresar al teatro público hay que pagar 80 pe.

El ascensor te lleva al sexto piso y en el camino te acompañan fotos del antes y el después: así estaba la Sala Alberdi cuando era ocupada por quienes reclamaban cultura para todxs y así está ahora. Antes es una foto de un cartel que proclama: “talleres a la gorra”. Ahora es la foto de un pasillo vacío.

Se abren las puertas del ascensor y ahí estás.

En la Sala Alberdi no hay ventilación. A oscuras y antes de comenzar la función, una voz masculina informa por altoparlantes que los trabajadores de ese Centro hace tres meses que no cobran.

En ese preciso instante termina la realidad y empieza La Wagner.

Lo trans

Wagner, Richard. El inmenso compositor alemán cae desde su altar con un artículo femenino que lo trans-forma. Aquel creador de grandes obras y teorías polémicas que otros usaron para justificar racismos y  sonorizar genocidios es utilizado hoy por Pablo Rotemberg para hablarnos de la violencia. Aquí y ahora.

Pablo es músico, guionista, actor, bailarín y coreógrafo y la enumeración implica que egresó del Conservatorio Nacional de Música, la Fundación Universidad del Cine, los cursos de actuación de Ricardo Bartis y los talleres de danza de maestros de Argentina, Francia, Bélgica y Estados Unidos. Toda esta formación la hilvanó para crear un lenguaje propio que primero lo consagró como bailarín y ahora como creador de obras que se caracterizan por una palabra inquietante: provocar. Desde hace seis años mantiene en cartel La idea fija, una poética escenificación de los cuerpos y formas del deseo que lo colocó en un lugar incómodo: el rey del off. Cuando lo convocaron para –nada menos- tener a cargo la reapertura de la Sala Alberdi del Centro Cultural San Martín, luego de la larga ocupación y la represión que forzó el desalojo, Pablo no quiso trasladar La idea fija (“hubiese sido una frivolidad”), sino crear una obra que no obviara el significado de semejante lugar. El germen lo encontró en la performance Todos o ninguno, una intervención desnuda de música y vestuario, que había realizado en 2012, en la casa de Victoria Ocampo, hoy a cargo del Fondo Nacional de las Artes. Convocó a las dos bailarinas con las que había trabajado en esa obra, Carla di Grazia y Ayelén Clavin y sumó a Carla Rímola y Josefina Gorostiza, con as cuales había trabajado en otras. Lo primero que hizo fue desnudarlas. “En el primer ensayo apareció algo que me interesó al ver esos  cuatro cuerpos juntos, tan diferentes y a la vez, tan parecidos. Un interés no erótico, porque mi mirada no es la de un hombre, sino la de alguien homosexual que ve esos cuerpos femeninos como algo misterioso”. ¿Qué vio? “Los cuerpos de bailarinas del circuito independiente de Buenos Aires. No son cuerpos de bailarinas a las que les pagan por bailar. Tienen otros cuerpos porque tienen otras vidas”.

Congelá esta frase que parece obvia porque ahí está la clave capaz de convertir a Lo Wagner en La Wagner.

Ring side

Por el mismo pasillo vacío que te condujo a la Sala Alberdi caminan ahora cuatro mujeres desnudas. Llevan rodilleras, coderas y zapatillas de lona blanca. Y nada más. Nada.  Esos cuerpos femeninos a la intemperie ocupan el escenario durante una hora. Se golpean contra el piso una, diez, cien veces. Se golpean unas a otras una, diez, cien veces. Se violan unas a otra, tres veces. Se flexionan, manosean, retuercen, saltan, rolan y arrodillan y vuelven a levantarse para volver a caer y así, sin tregua ni respiro, volver al ruedo a recibir y dar más.

En esa Sala Alberdi sin ventilación, el sudor se convierte en un actor más que se mete en la escena para castigar a esos cuerpos potentes, capaces sin embargo de transmitir fragilidad. Cuerpos asombrosamente fuertes y, al mismo tiempo, tan flexibles que asimilan los golpes como desafíos.

Sobre el final, las cuatro bailarinas se despojan de lo poco que las protege y así, solo carne, sudor y músculo, se exponen al sacrificio último: el juicio del público. El mentón levantado, pubis al frente, mirada altiva. La primera respuesta no es una ovación, sino el silencio. Para el público La Wagner no terminó: sigue agitando preguntas que danzan en el estómago y agitan la cabeza.

Cuesta entender que La Wagner tiene poética, pero no metáforas.

No hay más misterio que eso que está a la vista y nos interpela.

La noticia, entonces, recién comienza.

Lo nuevo

Enfocate ahora en lo que significa esta imagen: cuerpos de bailarinas del circuito independiente de Buenos Aires. Ponele que esos cuerpos te hablan de danza contemporánea, pero si prestás atención a los detalles, estás escuchando a una generación que aprendió a caerse y levantarse una, diez, cien veces. Guerreras sin armadura que danzan la violencia y con violencia, para exponerla. Cuerpos sin quejas, sin miedos, sin límites que se mueven en un mundo victimario, terrorífico y atávico que las azota una, diez, mil veces. Mujeres que convirtieron el tutú en una pieza de museo y bailan desnudas una batalla cotidiana contra prejuicios, géneros y posibilidades. ¿De dónde salieron?

Cartografías

Carla nació y se crió en Caseros, al oeste del conubarno. Otra Carla es de Chivilcoy. Ayelén creció en Olivos. Josefina, en el barrio porteño de Colegiales. Las localidades trazan una cartografía de lo que representó para cualquiera de ellas “querer bailar”.

Carla (di Grazia): “Mi papá es vendedor de autos; mi mamá, ama de casa. Fue mi tía Mary la que, a los 6, me llevó al Teatro Colón a ver La bella durmiente. Fue ella también la que me llevó después a clases de danza, en su barrio, Villa Devoto, porque en Caseros no había nada. Luego, di el ingreso a la Escuela Nacional de Danza: ahí recibí mi primer cachetazo. Todo lo que había aprendido en el taller no me servía para nada. Tuve que hacer el doble de esfuerzo, pero entré”.

Otra Carla (Rímola): “Empecé a bailar tango a los 11 y en esa época era algo raro, porque no había bailarinas de mi edad. Tenía mi parejita y con él hacía todo: preparación y presentaciones. Después, me fui ligando al folklore. En Chivilcoy hay un ballet de gran prestigio y trayectoria. Esto significa familias enteras dedicadas al baile, que con mucho esfuerzo mantienen la tradición de generación en generación. Este tipo de ballet se organiza a partir de festivales anuales, que son competencias donde participan todos: adultos, jóvenes, niños. Para poder participar, organizan durante todo el año rifas, fiestas, venta de choripanes, cenas. Es admirable la labor de gente que baila muy bien y sabe mucho: estudia qué traje tiene que usar para que se corresponda con la época de la música que baila, qué instrumentos, todo. Y llegan a las competencias autofinanciándose desde el viaje hasta los trajes. Y duermen en colegios o campings y se levantan y se maquillan, peinan y visten para estar en un escenario, que no tiene puesta de luces ni nada, donde bailan dando lo mejor de sí. Ellos me enseñaron todo de este oficio: desde la entrega hasta cómo pintarme la cara. Dentro de ese circuito del folklore, muy marcado por las competencias en festivales, hay categorías. Empecé a  prepararme para competir en la que llaman “folklore de proyección”, que mezcla elementos de otras danzas y luego, en la “libre”, que ya toma más cosas de la danza contemporánea. Ahí descubrí qué era lo que me apasionaba, pero el único instituto cercano quedaba en Salto. Era una época difícil: fines del año 2.000. La crisis nos golpeaba por todos lados. Un ejemplo: el único colectivo que me llevaba tenía un horario chino, pero encima, a los seis meses de comenzar las clases, quebró. Tuve que hacer el trayecto a dedo. Ir a cursar se convirtió en una aventura total. El instituto también entró en crisis: le retiraron los subsidios. Comenzó, entonces, a dictar otras carreras para intentar salvarse del cierre. Terminé cursando las materias pedagógicas con farmacéuticos y contadores que me triplicaban en edad.   Y de las tres carreras que cursaba, solo pude obtener el título oficial de una, porque las demás perdieron el aval oficial al perder los subsidios”.

Josefina dice, en cambio, que baila desde que nació. Su dificultad estuvo, en todo caso, en elegir entre varios intereses. “Dejé la danza cuando entré al Colegio Nacional Buenos Aires y cuando egresé comencé a estudiar Letras”. Para Ayelén, el límite fue su propio cuerpo: “Crecí en una zona sin mucho estímulo cultural, pero sí para lo deportivo. Casi como un deporte más, empecé a estudiar danza clásica, pero no tenía condiciones físicas para bailar danza clásica. Y me gustaba un montón. Entonces, siempre me costó muchísimo todo. Pasaba mil horas entrenando y cuando me iba dormir, me ponía la pierna acá (se la lleva a la nuca) para ver si se estiraba más a la noche. No me rota la quinta: ok. Pruebo más y pruebo más y pruebo más… y rota. Desde ese lugar era placentero cuando lograba el objetivo, pero el tránsito era de lucha. De lucha constante. De tener las articulaciones agarradas y la musculatura agarrotada porque intentaba lo que mi cuerpo no daba, hasta que daba. Entonces, me preguntaba, ¿hasta dónde puede llegar mi cuerpo? ¿Ese es el límite? ¿O, en realidad, si yo sigo insistiendo ese límite se corre?”.

La escuela

Las cuatro llegaron al Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), “un centro de formación que estaba en ese mismo momento forjando su identidad, buscando su lugar en la sociedad y en la danza, donde había gente muy valiosa dispuesta a enseñarte no sólo a ser una buena intérprete, sino a pensarte como artista en un contexto social. Estamos hablando de educación pública de excelencia y compromiso”, resume Carla. En términos de la otra Carla, lo que allí descubrieron representó “otra cachetada”. Aclara: “Pero ojo, una cachetada bien, porque me ubicó en un mundo en el que no entendía nada y eso me permitía aprender muchísimo.

¿Qué aprendiste?

Que hay que tener cierta persistencia y enfoque. Si no enfocás, no llegás.

¿Qué significa enfocar?

Tener un punto muy claro y estudiar y formarte para alcanzarlo. Darte cuenta de que si no tenés un piso sólido de conocimientos, no hay forma de alcanzar ese objetivo. Y que para construir ese piso es necesario ser persistente. Estudiar, perfeccionarte, preocuparte por construir las bases de forma sólida, ser constante, participar de procesos creativos aprendiendo a ubicarte en esos espacios, desde la humildad del aprendizaje. Si te enfocás en eso, lo demás cae de maduro”.

Maratón

Una Carla es la más chica: 27. La otra Carla es la más grande: 32. Ayelén y Josefina están en sus 30. Todas usan la palabra resistencia para definir qué representan cómo arquetipos de una generación que se entrenó para perseguir sus sueños. Resistencia como forma y como camino, para aumentar la propia potencia, para poder cada vez más.

Ellas pueden, por ejemplo, dar clases en tres o cuatro instituciones diferentes. Pueden también, trabajar en varias obras al mismo tiempo: Carla creó y baila con su grupo en Moeraki, que sube a escena los jueves en el Instituto de la Cooperación; la otra Carla los sábados se para en puntas de pie para ser la protagonista de la obra Lub-Dub, de Roxana Grinstein y los viernes brilla en el dueto de Parádoxa, en el Camarín de las Musas; Josefina integra el elenco de Villa Argüello, que se representa en la sociedad de fomento Benito Nazar, del barrio de Villa Crespo y Ayelén ensaya con su Grupo del Patio en una terraza, porque se acaban de quedar sin espacio propio. Está claro que no llegan a la función de La Wagner luego de un día en el spa.

Lo grupal

¿Duele hacer La Wagner? “No: es todo técnica. Pura ejecución”, responde Carla. “Regulás la energía, hacés ruido, pero no te golpeás”, dice la otra Carla. “Es una forma coreográfica como cualquier otra, con mucho ensayo la sacás”, apunta Josefina. Ayelén suma otra clave: “Hay una sensación física al hacer la obra de ´hay que aguantar´. Hay que aguantar en todo sentido. Hay  que aguantar el caerse, hay que aguantar aeróbicamente, hay que aguantar emocionalmente. Por eso para nosotras los cinco o diez minutos antes de entrar en escena son idénticos a los del día del estreno. Tenemos el mismo miedo”.

¿Y cómo lo enfrentan?

Nos abrazamos y decimos: ¡grupo, chicas, grupo!  Para resistir, para aguantar, hace falta sentirte parte de algo más importante que vos.

Violencia y ley 

La Wagner nos habla de la violencia. Violencia sobre el cuerpo femenino, en particular, y sobre los cuerpos de esta época en general. ¿Qué representa esa violencia para quienes tienen que encarnarla? Carla responde: “Violencia es ver a un hombre durmiendo en la calle, violencia es una mina que se clava una tanga para salir en la tele”. Josefina suma: “Violencia es el hambre. Violencia es este espacio” y golpea el piso del escenario de la Sala Alberdi. “El desafío es cómo encontrarle a esto tan tremendo cierta poética que nos permita hacer algo: transformarlo”.

La otra Carla me habla de la Ley de Danza, de  su importancia. Toda su generación estará bailando alrededor de este reclamo, literalmente. El 29 de abril frente al Congreso Nacional cientos y cientos de Carlas, Josefinas y Ayelenes bailarán junto a sus maestras y maestros, para exigir con el cuerpo que se haga ley todo aquello en lo que creen: que bailar deje de ser un privilegio y se transforme en un derecho.

¿Esa es la noticia?

El otro 

Abandonás el camarín minutos antes de la última función de La Wagner en Sala Alberdi. Las cuatro bailarinas están listas para darlo todo. Me dicen que aprendieron a no esperar la aprobación de nadie. “Una hace y el otro recibe. Y cada cual lo recibe como puede. Lo importante es tener convicciones y amar y sentir lo que hacés. Eso es algo que no puede depender de la reacción del otro”.

En la esquina hay un patrullero con las puertas abiertas de par en par. Cuatro policías rodean a un hombre sucio, borracho, vagabundo. Le colocan las esposas y escuchás el ruido metálico.

Clack.

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Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

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Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
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La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

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La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.

Por Francisco Pandolfi

Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.

La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”. 

Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».

Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.

En la conferencia de prensa convocada por la familia de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada por las Fuerzas comandadas por Patricia Bullrich, Fabián, su papá, habló sobre la salud de su hijo.

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:35:39.538Z

Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.

Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”. 

En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.

La causa, sin avances

Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.

Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”. 

La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.

Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.

Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.

Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, es junto a Paula Litvachky, del CELS, la abogada que representa a la familia jurídicamente. En este video cuenta los avances de la causa judicial:

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:54:48.310Z

Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.

Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.

Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.

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La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

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Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.

Por Franco Ciancaglini.

La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo. 

En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso. 

“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.

La que habla es una de sus hijas, Paula.

El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10. 

Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.

El arma y la palabra

Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.

Es jubilada.

Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.

Tiene tres hijas.

Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.

Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.

Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.

La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.

Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.

El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.

Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.

Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.

Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.

“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.

Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.

Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.

Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.

Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.

La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”. 

¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.

La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.

¿Necesitan algo? “Sí: paz”.

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