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Poner el cuerpo

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Este texto es la síntesis de una ronda de pensamiento colectivo que lavaca organizó para procesar grupalmente el impacto de la aparición de un cuerpo que todavía no tiene nombre en el lugar donde desapareció Santiago Maldonado. Es un intento por buscar las palabras que expresen qué sentimos y también para definir dónde empezar a buscarlas: hoy, a las 15.30 en la ronda de las Madres.

Poner el cuerpo

Ilustración de Agustina Olivera, para lavaca. En Instagram: agus.tina.olivera

1.

Esto no es una noticia.
Hay que encontrar la palabra para nombrar lo que significa este cuerpo que todavía no tiene nombre.
Hay que buscar la palabra para nombrar lo que representa la imagen de Sergio Maldonado, su compañera Andrea y la abogada Verónica Heredia parados durante 8 horas al lado de ese cuerpo.
Hay que crear un término para nombrar lo que significa recibir en el celular la imagen de un cadáver deformado.
Es abrumador.
Es perturbador.
Y es mucho más.

2.

La desaparición forzada nombra la búsqueda de un cuerpo.
El habeas corpus nombra la ausencia de un cuerpo.
30 mil nombran a un genocidio de cuerpos.
¿Cuál es el nombre que tiene esto que sentimos hoy?

3.

Santiago es el nombre de quien optó por un camino humilde, que siempre es el más difícil. Nómade, sin más pertenencias que su mochila y sus convicciones, eligió hacer de su propia vida su propia utopía. Lo hizo con el arte del tatuador, tallando con pequeñas marcas algo permanente. La medicina con hierbas, el trueque, la solidaridad, el desdén por todo aquello por lo que otros empeñan sus vidas, la naturaleza, las lecturas, ser nadie, ser nada, ser libre, en el sentido más desafiante y menos relevante, que es quizá aquel que alcanzó a esbozar Charly García al decir “Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada”, en esa sensible estrofa de Los Dinosaurios que entonó conmovedoramente Ricardo Mollo hace pocas semanas en honor a Santiago.

4.

Santiago es el nombre de 78 días de mentiras, infamias y operaciones de prensa, pero es también el nombre de 78 días de sostener la misma pregunta con diferentes voces y herramientas.
Santiago es la forma que tuvimos de nombrar la lucha contra la impunidad, la complicidad y las cobardes maniobras que despliega el Estado para ocultar sus crímenes.
Pero Santiago es también el nombre de una realidad perturbadora: no hay afuera del sistema.

5.

En esta ronda de pensamiento colectivo que organizamos para pensar esa palabra que nos falta alguien menciona a Godard y su corto experimental Yo te saludo Sarajevo. Es sólo una fotografía que muestra a criminales uniformados ejerciendo su violencia sobre indefensos civiles. En un pasaje del breve texto, que se escucha en off sobre esa única imagen en diferentes y recortados planos, Godard nos advierte:
Todos hablan de la regla: cigarrillos, computadora, remeras, televisión, turismo, guerra. Nadie habla la excepción.
La excepción no se habla.
Se escribe: Flaubert, Dostoievsky.
Se compone: Gershwin, Mozart.
Se pinta: Cézanne, Vermeer.
Se filma: Antonioni, Vigo.
O se vive y así se convierte en el arte de vivir: Srebrenica, Mostar, Sarajevo”.
Sbrenica, Mostar, Sarajevo son los nombres de una masacre que destrozó miles de cuerpos, a mediados de los 90.
Godard busca visibilizarlos, nombrando con sustantivos comunes lo común y con nombres propios, lo excepcional, que es arte, como lo es también sobrevivir a la violencia de la máquina de guerra.
Santiago es ahora el nombre de ese arte y de nuestra impotencia.

6.

Pu Lof en Resistencia.
Comunidad mapuche.
Lonko Jones Huala, injustamente encarcelado.
Esa es la trilogía que nombra la desaparición forzada de Santiago y la que repite ahora este cuerpo sin nombre.
Ambos nombran también “Esquel”, que es la ciudad que se organizó para gritar No a la mina y que ahora está aterrorizada, militarizada y traumatizada.
Y nombran, además, la Patagonia de las tierras apropiadas por corporaciones, el suelo que tiene una de las mayores reservas de petróleo del planeta y la geografía que contiene un tesoro natural de aguas dulces, en un planeta al que la sed especulativa está secando.
Así, la escena del crimen que nos señalan es la del modelo extractivo.
¿Alcanzan esas palabras para describir el peligro que representa para los cuerpos un sistema productivo, político, cultural y social que explota sin límites todo aquello que nos sostiene?

7.

Ese cuerpo que no tiene nombre está ahora frente a nosotros y en primer plano. Nos lo plantaron en el teléfono celular y en las redes virtuales, a la fuerza.
Querramos o no verlo, lo vimos.
Es una imagen que no muestra, no visibiliza, sino que nos obliga a cerrar los ojos ante el horror.
Es una imagen que nos ciega.
Así, aturdidos y dolidos, acorralados en esas tinieblas, ¿qué fuerzas operan?

8.

En esta ronda de pensamiento colectivo hay cuatro hijas y un hijo de genocidas que se atrevieron a desafiar el silencio y terror con los que fueron criados. Desde esa experiencia nos advierten: “Lo morboso, lo perverso, lo atroz es un mensaje de castigo a quienes se atreven a desafiar lo morboso, perverso y atroz del sistema de poder. Buscan afectar lo sensible, que es lo que te rebela. Los torturadores primero buscaban desmoralizarte, humillarte y destruirte anímicamente. Recién después, te aplicaban la tortura física. Lo llamaban “ablande”. El cuerpo estaba después del ablande: primero te torturaban las emociones. No es fácil oponerse a un sistema así, tan destructivo de lo humano, pero tampoco es tan difícil. Cada uno se tiene que hacerse cargo de la parte que le toca. De su no. De su límite. Y también de organizarse junto con otras y otros para poder hacer de esa resistencia algo más que un “yo aguanto”. Cada uno tiene la responsabilidad de salir del lugar de víctima al que te condena un sistema así y decir con su propia voz “no”. Y que escuche el que pueda. Es nuestra responsabilidad decir lo que hay que decir, más allá de que alrededor nuestro haya personas capaces de escucharlo. No se trata de convencer a nadie, sino de dar testimonio. Quien quiera oir, que oiga. Siempre alguien nos oye: es nuestra responsabilidad encontrar a esas personas. La naturaleza no es obediente. Nosotros tampoco. Tenemos experiencias, prácticas, historia: podemos aferrarnos a ellas para darnos cuenta dónde está la verdad y dónde la mentira. O podemos negarlo. Siempre habrá alguien dispuesto a gritar, porque eso es lo que necesitamos como sociedad para seguir funcionando”.
No lo dicen, porque ya está dicho: no nos une el espanto.
Nos une el afecto, los proyectos, la capacidad de juntarnos, movernos, de no callarnos, de poner el cuerpo.

9.

Alguien recuerda que este fin de semana en el Encuentro Nacional de las Mujeres estuvo cantando:
“Señor, señora
No sea indiferente…”
Lo hizo con alegría, rodeada de miles de identidades en rebeldía, bailando en las calles de una ciudad de provincia, sin buscar aprobación, ni prensa, ni fama, ni nada que no sea eso mismo: estar haciendo junto a otras, otros, otres, lo que necesitaban para que esos cuerpos, los nuestros, lo ajenos, los escandalizados y los liberados, vivan mejor.
Son cuerpos que padecen los mismos males perversos de esta época, pero que de a miles se atreven a gozarla.
Y a desafiarla.
No esperan aprobación.
No buscan el aplauso.
Son abrazo y ovación en sí mismos.
Es probable que esos mismos cuerpos que hasta ayer saborearon ese bocado de libertad hoy estén sufriendo por este cuerpo sin nombre, padeciendo la tensión de la espera, soportando los detalles macabros, alterados por las imágenes plantadas, esperando poder reunir todas esas sensaciones en un grito político y social, capaz de expresar lo que nos atormenta el sueño y la esperanza.

10.

¿Cuál es ese grito?
¿Cuál la palabra?
No se trata de elegir la mejor.
Se trata de buscarla.
Sabemos por donde empezar: hoy jueves, a las 15, con las Madres y en la Plaza.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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