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Postales de una ciudad sitiada

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Un barrio céntrico, un papá y una nena de 4 años recorriendo las calles vacías de autos y llenas de policías, los escudos servidos en bandeja, la teoría china sobre el G 20 y hasta un sismo.

Por Pablo Marchetti

Lo bueno de vivir en un barrio cerrado es la seguridad. Podés caminar tranquilo por la calle, no pasan autos, nadie te molesta. Por eso estoy contento de vivir en este barrio cerrado. No, no es un country. Tampoco en una zona arbolada, ni de campo, ni de montaña. Yo vivo a unas pocas cuadras del centro de Buenos Aires, a una cuadra y media de avenida 9 de Julio, a cinco de Plaza de Mayo. Pero tenemos G 20 y, por el momento, vivo en un barrio cerrado.
Salgo con Trilce de casa y me pongo a caminar por la calle. Trilce camina por la vereda y me pide que suba. “Papá, ahí pasan autos”, me advierte. “No, Trilce, hoy se puede caminar por la calle”, le explico. “Pero sólo hoy”, le aclaro, no vaya a ser cosa de que desande el camino de educación vial que trato que transite. Llego a la esquina. Veo hacia los cuatro costados y en todas direcciones hay vallas que impiden el tránsito de vehículos. Y policías. Muchos policías. Muchísimos policías.
Por la calle pasan policías de la ciudad con remeras, gorras, tranquiles. En las esquinas, donde están las vallas, hay gendarmería. Ahí sí, el personal está un poco más sobrecargado: escudos, máscaras antigases, armas largas, chalecos antibalas. Qué calor que debe sentir, pobre gente. Con Trilce cruzamos una valla por el único espacio que queda, un lugar donde sólo pasa una persona, y vamos hacia la avenida 9 de Julio. Los gendarmes nos miran, pero no dicen nada.
Me llega información de colegas que están en la sala de prensa. Están a las puteadas y, obviamente, en varios idiomas. Parece que el predio tiene de todo: restaurantes, show de tango, exposición y venta de productos típicos, tragos, barra. Bueno, casi de todo. Porque hay un pequeño detalle: la sala de prensa no tiene wi fi. ¿Qué les pasa a los periodistas de todo el mundo? ¿No les gusta el tango? ¿Desprecian el dulce de cayote? ¿No se quieren comprar un lindo poncho? ¡Insaciables!
La 9 de Julio está desierta hasta Independencia. De Independencia al sur hay una manifestación de gente que viene a protestar contra el G 20. Tras las vallas, la protesta, que a esta altura forma parte de las cosas que tienen que pasar en el G 20. Tirar un par de piedrazos es parte del folklore de este tipo de encuentros. Llevarse gente detenida, también. Como le pasó al apoderado del PTS, que lo detuvieron por tener un handy. ¡Menos mal que me avivé! Yo iba a salir de casa con un par de latas y un piolín pero al final me arrepentí. Zafé de pedo.
Por la 9 de Julio y las paralelas pasa muy poca gente caminando. Poquísima, si se la compara con la enorme cantidad de efectives de las fuerzas de seguridad. Ojo, no quiero decir con esto que les efectives de las fuerzas de seguridad no son gente. Yo tengo un amigue que está en una fuerza de seguridad, no discrimino a nadie.
Me escribe alguien conocido que trabaja en Cancillería. Me cuenta que las autoridades bajaron la orden de vestir a los diplomáticos de gauchos y a las diplomáticas de chinas. No de chinas de China, no vaya a ser cosa que después se la confundan con alguna integrante de la delegación, como pasó con el presidente. No, de chinas de campo, de compañeras del gaucho. Les diplomátiques se opusieron. Porque serán diplomátiques pero no ridícules. Finalmente acordaron que los hombres usaran corbata y las mujeres pañuelo, ambos con el logo del G 20. Como para que el mundo se sienta orgulloso de nosotres.
En la calle hay de todo: policía de la ciudad, policía federal, gendarmería, prefectura. Voy con Trilce de la mano por la vereda ancha de Bernardo de Irigoyen, casi llegando a Chile, mirando la 9 de Julio desierta. De repente viene un carro blindado, frena violentamente, bajan rápidamente dos efectivos con casco, botas altas y chaleco antibalas y le gritan a un grupo de unes 15 policías que están en la esquina: “¡Dos efectivos con escudos!” Velozmente, dos policías (o gendarmes, o prefectos, perdón pero para un civil como yo son todos iguales) se acercan al carro y el que gritó se pone a bajar del carro unos sánguches envasados y unas botellas chicas de agua mineral. “¿Cuántos son?”, pregunta. Y baja tantos sánguches y botellas como efectivos hay en la esquina. Entonces descubro que los escudos transparentes también se pueden usar como bandejas.
Mientras tanto, allá en el escenario pasa de todo. Trump deja pagando a Macri; Peña Nieto vino y se va porque deja el cargo en medio de la cumbre; Putin y el jeque de Arabia Saudita se saludan como dos millenials; Macron lee a Borges y va al Parque de la Memoria; ¡hasta hubo un pequeño sismo! No estamos en Mendoza, ni en San Juan, ni en una zona cordillerana donde suele haber esa clase de movimientos de la Tierra. Pero si había un día para que hubiera un sismo en Buenos Aires, ese día era hoy.
“¿Vive acá, señor?”, me pregunta el policía cuando intento cruzar otra valla. Voy con Trilce de la mano, con la bolsa de las compras en la otra. Voy en bermudas, remera y ojotas. “¿Y a usted qué le parece?”, pregunto como respuesta y sigo caminando por el medio de la calle sin mirar atrás. Espero que el tipo me diga algo, pero no, no escucho nada. Me imagino el embole que se deben estar comiendo esos canas. Así son las cosas: cuando te amenazan, te persiguen o te increpan, los canas son los seres más desagradables del mundo. Pero cuando los ves ahí, sufriendo, sudados, embolados, medio que te apiadás de ellos. Pobre gente.
“Mañana abierto toro día, para mí día normal”, me había advertido ayer la china. Y como necesito comprar un par de cosas, allá voy. El súper chino de la otra cuadra de casa está más custodiado que el mismísimo presidente chino. Y al menos nadie lo confunde. Eso sí, está vacío. “Poco criente hoy, no mucha gente en calle”, me dice la china cuando le pregunto cómo viene la venta. Quiero saber qué opina de la cumbre del G20 y de la llegada al país de su presidente. “Muy malo G20, poco criente, poca gente en calle”, insiste, en el análisis más profundo que escucho en el día sobre esta cumbre.
Todo muy lindo, se puede caminar por la calle, no hay autos, pero la cantidad de policías intimida. Volvemos a casa con Trilce. Aquí estamos más tranquiles. En casa, Trilce juega con sus juguetes de la inglesa Peppa Pig y los rusos Masha y el Oso. Pienso en decirle que le está haciendo el juego a Theresa May y a Vladimir Putin. Pero me callo la boca. No por lo que vaya a pensar ella. Es que desde el cielo se escucha el ruido de varios helicópteros y temo que me estén escuchando y me confundan con un espía. Desde que llegó el G 20 y el barrio ya no es lo que era.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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