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Roberto de la Cruz Gómez, detenido por manifestarse contra la Ley Bases: “El miedo no construye ningún derecho”

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Fue detenido por manifestarse en contra de la Ley Bases y, desde entonces, está preso en Ezeiza desde hace casi 2 meses (al igual que Daniela Calarco Arredondo) con casi nula atención judicial: la defensora oficial no le llevó ni una copia de la causa, pero sí la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), cuyos representantes son los únicos que lo visitan.

Pidió a la jueza María Romilda Servini que lo reciba para que le muestren las pruebas que justifican su detención; si no lo consigue asegura a lavaca que iniciará una huelga de hambre.

En esta entrevista brinda su versión de los hechos, sin vueltas: “No tengo nada que ocultar, porque yo no hice nada”, afirma este hombre de 44 años que pasó de vivir de Grand Bourg a su lugar de trabajo porque no podía pagar el aumento del transporte.

El momento de su detención, filmado por lavaca. Su causa como un “libreto”, que pasó de acusarlo de terrorista y responsable de un golpe de Estado, a resistencia a la autoridad y daños a bienes públicos. Su versión sobre la supuesta foto que lo incrimina. Su historia, su conciencia, y su lección: “Quédenese tranquilos, si quieren manifestarse hay que salir, no tengan miedo: el miedo no construye ningún derecho”.

Por Franco Ciancaglini

“¿Me aguantás que traigo una silla?”

Roberto se prepara porque sabe que la charla se viene larga. Está ávido de contar su versión de los hechos que lo tienen hace 56 días preso en el penal de Ezeiza. Al final de la charla, cuando le pregunto si quiere omitir algo de lo que hablamos, dirá sin vueltas: “No, no: poné todo. No me perjudica en nada, porque te digo la verdad: no hice nada. No tengo nada que ver”.

A continuación, lo que hizo y lo que no hizo Roberto de la Cruz Gómez el día de la votación de la Ley Bases en el Senado.

Y lo que piensa.

País en picada

La charla con Roberto (44 años) ocurre el mismo día en que se anuncia la instrumentación de parte de la Ley Bases. Y esa es una conexión que trae él, prendido a las noticias que transmite la tevé del Módulo 5 Pabellón 6 de la cárcel de Ezeiza: “¿Te enteraste lo del colectivo?” comienza relatando otra noticia ocurrida en Florencio Varela: “Cargaron el colectivo con tanta gente que se rompió el piso mientras iba andando, un muchacho se cayó al asfalto y el colectivo lo pisó con las ruedas, se murió”, relata, azorado.

¿Qué simboliza para él esta muerte? “Que el país se está yendo en picada. Que la gente se va a ir cayendo muerta. Que tenemos un Estado ausente, que es imposible viajar, imposible llegar a tu trabajo, volver a tu casa. Que te llenan de aumentos. Ese colectivo no estaba en condiciones de viajar, y así van a ir pasando cosas… Es la primera muerte de un trabajador”.

Roberto tiene una lectura de la realidad capaz de conectar hechos aislados como parte de una misma trama: lo llamamos para hablar de su caso, pero él habla de quienes –como él– también están sufriendo. “En este gobierno hubo muchas muertes por esto, como por no recibir los medicamentos oncológicos”, sigue sobre esta realidad silenciosa que acaso es parte del sistema en el que –sabe– él está encarcelado.

Otra noticia, mientras la da un sorbo al mate: “Hoy leí también que una de cada cinco personas es indigente. Esa gente está metiéndose adentro de los tachos de basura. Está pidiendo comida, vendiendo medias, porque se hace imposible vivir. Hay por lo menos tres jubilados que se han suicidado, uno incluso escribió una carta diciendo que así no podía vivir más”.

Roberto de la Cruz Gómez, detenido por manifestarse contra la Ley Bases: “El miedo no construye ningún derecho”
Roberto de la Cruz Gómez, en una foto que él mismo subió a su Tik Tok.

La vida antes de la cárcel

Roberto es de Grand Bourg. Tiene 44 años. Hasta el momento de su detención trabajaba en una panadería del barrio porteño de Once, a dos colectivos y un tren de su casa: 2 horas por viaje. Cumplía las 8 horas, 6 días a la semana incluyendo los feriados, ya que las panaderías casi no cierran.

Cuando responde cuánto ganaba, avisa: “Agarrate Catalina: ganaba 5.700 pesos por día, por 8 horas. Me pagaban por quincena”.

No hace falta sacar muchas cuentas para entender que no llegaba ni al ya devaluado sueldo básico.

En febrero, según la resolución 5 del punto 3 firmada por el secretario de Transporte, se dispuso un aumento en trenes y colectivos según un esquema que sigue aplicándose hoy para más aumentos. Hasta aquel momento –mes y pico antes de la sanción de la Ley Bases– el boleto de tren que pagaba Roberto pasó a 200 pesos y el de colectivo, a casi 100. Alrededor de 600 pesos por día que Roberto debía sacar de su sueldo (le quedan 3.900 x por día) solo para llegar al trabajo. “Me tengo que comprar un aceite y me sale 2 lucas. Carne no como. El pan, la sal… era vivir para comer. Nada más”.

Roberto pensó una variante para no perder el trabajo: irse a vivir a la panadería. “Cuando empezaron a subir las cosas hablé con el dueño y le dije: mirá, se me hace imposible con el viaje, ¿me das la oficina para armarme una pieza? Me dijo que si, que no tenía ningún problema. Mi día franco volvía a mi casa; después vivía lamentablemente ahí”.

El día de la sanción de la Ley Bases cayó 12 de junio, miércoles, día de franco.

El día de la detención

Su voz del otro lado del teléfono suena paciente y reflexiva, tal vez producto de que el tiempo en la cárcel abunda, pero además habla con la seguridad de quien se sabe víctima de una injusticia.

Roberto no pierde su lucidez ni la conciencia de por qué llegó allí: “Yo fui a manifestarme contra la Ley Bases, no te voy a decir que pasaba por ahí”. ¿Por qué se manifestó?: “A mí no me convenía por la ley de trabajo, que justo hoy veo que están por instrumentarla”.

Roberto había ido a la plaza ya el día martes después del trabajo (sale a las 21), porque algunas organizaciones anunciaban una vigilia. Tenía una bandera de argentina a la que ató a un palo y sobre la que escribió con marcador, sobre la mesa de la panadería, una leyenda:

–“No a la Ley Bases. Patria si, colonia no”.

La llevó tanto ese martes de noche como al día siguiente, temprano por la mañana.

Dio unas vueltas por Congreso, y se sorprendió por el desmedido operativo de seguridad. “Me fui a comer a mi trabajo, y volví de nuevo a la Plaza”, cuenta. “Cuando volví ya había una humareda, se ve que habían prendido fuego un auto. Ni me acerqué. Llegué y salí una cuadra antes de Sáenz Peña. La policía había cruzado el vallado hasta justo frente a Congreso, a Callao, y habrán hecho tres, cuatro pasos para adentro. No avanzaban, se quedaban ahí tirando balas de goma. Y la gente no salía corriendo, se estaba escondiendo de las balas y de los gases, atrás de unas vallas. No era una barricada, era para cubrirnos de los gases. No la pusimos ni nosotros, estaba ahí. Y el palo era mi bandera”.

Roberto grafica el momento que, supuestamente, quedó sellado en una foto que figuraría en la causa; él no la vio personalmente: “Hasta el día de hoy no me mandaron la causa. La abogada (la defensora oficial Florencia Gabriela Plazas) me dijo que no me la podía traer porque no tenía presupuesto para imprimirla…”.

Sobre la foto: “Lo único que tienen es una foto mía con un palo junto a otros manifestantes. Ese palo era de la bandera que había hecho el día anterior. Supuestamente dicen que estaba agrediendo a la policía desde ahí. En la foto se ve que ninguna de las personas estaba con piedras, ni botellas ni nada”.

A Roberto lo detendrían más de una hora después de ese suceso, momento captado por lavaca:

Sigue su relato: “De ahí empieza a avanzar la policía para seguir tirando. Empezamos a ir para atrás, había jubilados que decían: ‘Vamos a quedarnos’. Yo les decía: ‘Mejor vámonos’ y empezamos a sacar a la gente porque pensamos que iban a venir las motocicletas: a esas no les importa si estabas manifestándote o no. Seguimos retrocediendo, diciendo, ¿hasta dónde van a tirar balas? Llegamos hasta 9 de Julio. Ahí estaban las motos, la Policía Federal. Estaban deteniendo personas, había un grupo de chaleco azul que manoteaba gente”.

El relato de Roberto coincide con el de todos y todas las detenidos: mientras la policía tiraba, las motos amedrentaban y policías de chaleco azul cazaban arbitrariamente. Son famosos los casos de vendedores ambulantes o de un joven que salía del subte y quedaron detenidos. La 9 de Julio, a varias cuadras del Congreso, podía parecer una zona de descanso frente a la Plaza Congreso. Fue en cambio el lugar, o la trampa, donde la policía esperaba para la mayoría de esas detenciones.

Roberto: “Entonces volvemos por donde veníamos, de nuevo hacia la Plaza. No había por donde salir. Cuando me vuelvo llego hasta Sáenz Peña y pregunto si se puede pasar para el otro lado, habían hecho un cordón. Digo: yo soy manifestante, quiero pasar del otro lado. No, no se puede pasar, no se pasa más, no pueden entrar más a la plaza”.

Y entonces, la detención: “Al lado del cordón me agarran, no es que me corrió la policía ni nada”.

¿Resistencia a la autoridad? “No me resistí para nada, le dije ‘pará, pará’, y se me tiraron encima, me caí con el codo y uno me pisó y me sacó las zapatillas pisándome; les pedí que me pasaran la zapatilla y me la dieron. Me ataron con un precinto y me llevaron corriendo con una zapatilla menos, yo tenía la otra en la mano, estaba toda la plaza mojada, llegué lleno de barro”.

El mundo del revés: “Si ellos no hubiesen empezado a reprimir, no pasaba nada. Y si yo no me acercaba, no me detenían, yo solo quería pasar para el otro lado. Yo no tengo por qué irme corriendo”.

Roberto fue llevado al lugar donde estaba el resto de los detenidos, sobre la calle Hipólito Yrigoyen, justo al lado del Congreso; a metros, mientras tanto, las y los senadores sesionaban. “Ahí estaba Remigio (Ramón Ocampos, 64 años, también detenido), el famoso parrillero, las tres chicas… Ah, importante: a mí no me leyeron los derechos en ningún momento. No podían encontrar testigos, como no encontraron a nadie me subieron adentro; en la causa dice que vinieron dos personas y es mentira”.

Luego de lo que Roberto calcula fue una hora, les avisan que serían trasladados a la Superintendencia de Investigaciones Federales, ubicada en Lugano. En el camión celular ocurre una escena insólita: “Yo tenía todavía mi celular. Entonces le dije a un amigo que me estaban llevando detenido. Y le aviso al dueño de mi trabajo: “Dani, por ahí llego más tarde a trabajar mañana”. Porque cundo me pregunta por qué me llevan detenido, me dicen ‘por resistencia a la autoridad’”. Pensé: bueno, mañana me largan”.

Al rato del viaje, su celular vuelve a sonar. Era su amigo. “Me dice: ‘¿Estás ahí con el parrillero? En el noticiero está saliendo que vos sos terrorista’. ¡Ni siquiera habíamos llegado a Lugano!”.

En paralelo, el presidente Javier Milei felicitaba a las fuerzas por haber parado un golpe de Estado y acusó a los detenidos de terroristas.

En Lugano, los “terroristas” eran alrededor de diez. “Estábamos todos sentados hablando. Algunos ya venían con la causa inventada. Yo dije: ‘A mi me detuvieron queriendo pasar de un lado a otro’. El parrillero dice: ‘Yo estaba subiendo la parrilla y me tiraron al piso’… Le preguntamos a la policía y nos dicen que estábamos detenidos por resistencia a la autoridad. A todos los detenidos nos dijeron eso. Y es más, ahí en Lugano es donde el comisario dijo: mañana se van, quédense tranquilos”.

Desde entonces lleva 56 días preso, al igual que Daniela Calarco.

El “terrorismo” y los palazos

¿Qué pensás de que el Presidente te dijera terrorista?

Me causa gracia. Porque de verdad creo que este tipo (por Milei)… él fue a Israel, él sabe lo que son los ataques terroristas… Ataques terroristas son los que hace Israel con Palestina, lo que hace Palestina con Israel, es lo que pasó en la AMIA. Prender fuego cosas (por la gente que prendió fuego) no es un ataque terrorista. Yo encima ni eso hice. Creo que el tipo vive en una fábula”.

Enumeración: “Después de terrorismo pasó a hablar de golpe de Estado. Después, supuestamente, sedición. Y más tarde el cargo bajó a intimidación pública”, cuenta sobre las tipifaciones de los delitos que supuestamente cometió. De ninguno el poder judicial pudo reunir pruebas y finalmente los cargos por los cuales se justifica su detención son “resistencia a la autoridad” y “daños a bienes públicos del Estado”. Los mismos que pesan sobre Daniela Calarco.

¿Es una causa armada? “No lo pensé. Son libretos, no son causas. Me inventaron cuatro causas y no me pudieron comprobar nada. Lo único que tienen es una foto con un palo, y no estoy rompiendo nada. Así que de daños no tienen nada. Y resistencia a la autoridad, es imposible. Si estaban con balas de goma, con Gendarmería, ¿cómo me voy a resistir?”.

Frente a la represión, Roberto sabe que estar ahí era su derecho: “Yo me como un derecho y me tiraron gas pimienta, balas de goma…”. Otra mirada sobre las operaciones: “Según Patricia Bullrich el kirchnerismo quería bajar la Ley Bases. Y el kirchnerismo no hizo nada. Yo he estado ahí y he visto a La Cámpora, jóvenes de veintipico de años que cuando se armó el quilombo se fueron todos corriendo. Los vi. En plenos disturbios no quedó nadie de La Cámpora. Los ‘hostiles’ como dice la causa, éramos los que marchábamos, los jubilados y gente suelta”.

Corrección: “En realidad los únicos hostiles fueron los policías. Ellos estaban tirando del vallado para este lado, balas de goma, gas pimienta. Y yo creo que la gente se cansó ese día. Vos querés marchar y te ponen una valla y te tiran balas de goma, para que te vayas. Como dijo ese periodista Majul: ‘Si vos veías eso, te tenías que ir a tu casa’. ¿Por qué me tengo que ir? Si yo tengo el derecho de estar parado ahí, ¿por qué tengo que recibir gas pimienta, balas de goma? Yo he visto señoras grandes que recibían palazos. La gente sale a protestar y ahora lo que quieren hacer es detener a la gente. Que pongan un comunicado: si salen a manifestarse, van presos. Bueno, es más o menos lo que dijo Adorni”.

Que me muestren las pruebas”

A falta de patrocinio privado, la causa de Roberto de la Cruz Gómez es representada por la defensora pública de Gabriela Plazas. Él resume su actuación de esta manera: “No se les cayó una idea para defenderme”. Y retoma el símbolo de las focotopias: “No me trajeron la fotocopia de la causa. Imagínate cómo me defendieron”.

En cambio, resalta el acompañamiento de la APDH, que incluye dos visitas semanales además de las fotocopias para las que la defensora oficial no tiene presupuesto.

A falta de intermediarios legales, Roberto decidió enviar una carta él mismo en formato de pronto despacho para que la jueza María Romilda Servini lo atienda.

Es el segundo que elabora: “En el primero me contestó que no podía porque se iba de vacaciones por la feria judicial. Bueno, ya volvió. Si no me responde me voy a declarar en huelga de hambre y hacerla cargo de mi seguridad. Quiero que me diga por qué estoy detenido, cuáles son las razones… La defensora me dijo que la jueza tiene un montón de argumentos pero no tiene pruebas. Pero con argumentos no puede dejarme detenido. Yo quiero que me muestren las pruebas”.

Mientras espera la respuesta, que debe llegar en las próximas horas, Roberto ensaya otra conclusión de lo que le está pasando: “Ellos me tienen detenido por un capricho, un capricho de este gobierno que quiere darle una lección a la gente. Pero a la gente no le importa, va a salir igual”.

Confía en que, a falta de pruebas, más pronto que tarde estará en la calle: “Tengo ganas de seguir con mi vida cotidiana. Seguir trabajando, ser un ciudadano como todos. Mantener mi trabajo, porque si no trabajo no voy a poder ni existir. Y creo que el que tiene trabajo tampoco va a poder…”.

Sabe que no tiene prensa en los noticieros que mira desde la cárcel, pero aprovecha la conversación porque quiere enviar un mensaje. Desde el Módulo 5 del Pabellón 6 del penal de Ezeiza, un hombre preso por manifestarse pide calma y alienta:

– Quédense tranquilos: si quieren manifestarse hay que salir, no tengan miedo. El miedo no construye ningún derecho.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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