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Sin Paula Martínez, condenaron a sus violadores: «Hoy se sabe que no mentía»

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Seis años después y tras que la víctima se quitara la vida producto de las secuelas, el Tribunal Oral n° 4 de Quilmes condenó con penas de 19 y 20 de prisión efectiva a cinco de sus violadores; aún resta determinar el ADN de otras dos personas que participaron del hecho. La madre, que continuó impulsando el pedido de justicia tras la lucha de Paula, dijo ante la condena: “Hoy Paula estaría llorando de emoción y de alegría porque esto se terminó: después de todas las dudas que pusieron sobre lo que ella decía, hoy se sabe que no mentía”. Crónica desde los Tribunales de Quilmes.

Por Delfina Pedelacq

Seis años después de la violación grupal que sufrió Paula Martinez, y de que ella se suicidara producto de las secuelas, la justicia dictó la sentencia de 19 y 20 años para sus abusadores. 

Paula fue drogada y violada por ocho varones en 2016 en el barrio San Rafael, en Florencio Varela, donde vivía. Agobiada por las amenazas constantes, el abandono del Estado y la desidia, Paula Martinez se quitó la vida en diciembre de 2021. Meses después comenzó el juicio para cinco de los abusadores que ayer fueron sentenciados. Sin ella. Un nuevo proceso judicial se avecina para Mauro Nahir Goncalves, el abusador que estuvo cinco años prófugo y fue capturado con el juicio en curso. Aún faltan identificar a dos de los cuales se encontró ADN positivo en la ropa de Paula.

Son las doce del mediodía en el Tribunal Oral en lo Criminal número 4 de Quilmes, ubicado sobre la calle Hipólito Yrigoyen 475, horario fijado para que los jueces Andrea Calaza, Pablo Pérez Marcote y Alberto Ojeda anunciaran la sentencia. Con la calle completamente cortada y un cerco de policías custodiando la puerta de los tribunales, se fueron concentrando las personas que exigían justicia por Paula. Familiares de los abusadores también se concentraron en la puerta. Con un clima tenso, las fuerzas provinciales y federales dividen la calle para evitar cualquier tipo de conflicto entre las partes. 

Cerca de las 12.30 llega una procesión de personas marchando desde la estación de tren de Quilmes; Sandra Zapata, la madre, agitando su puño en alto, encabeza la columna. “Justicia por Paula” es el grito de guerra. Casi cien personas se acomodaron frente al tribunal para bancar lo que sería una larga jornada de lucha. La cara de Paula resalta con su sonrisa de la fachada amarillenta del frente del tribunal. Es el único cartel que no pudieron sacar de las jornadas de audiencias que comenzaron el abril. 

Sin Paula Martínez, condenaron a sus violadores: «Hoy se sabe que no mentía»

“Si no hay condena, es impunidad”

Una hora y media después llega el llamado para subir a la sala. Sandra sostiene un cartel que tiene dos fotos de su hija; las mira fijamente durante varios segundos y niega con la cabeza; alza la mirada al cielo como una plegaria y dice: “Por favor hija”. 

Antes de entrar y como signo de que el momento de definición llegó, Sandra se arrodilla frente a una línea de policías del grupo GAD, levanta los brazos al cielo y le pide a Dios que imparta justicia. “Para que mi hijita descanse en paz”, dice mientras las lágrimas inundan su cara.

La percusión no dejó de sonar en ningún momento. Llegando las 14 horas el camión del servicio penitenciario arribó al tribunal. Esposados y custodiados bajan corriendo todos los acusados. Gonzalo Daniel Sandoval, Cristian y Rubén Chávez, Diego Domínguez y Gustavo Carbonel. Del otro lado del cerco policial la gente repite una y otra vez: “Los violadores van a la cárcel”

Una hora cuarenta minutos duró la lectura de los fundamentos del veredicto. La justicia los encontró culpables y condenó a penas de 19 años de prisión efectiva a todos, menos para Diego Dominguez, cuya pena se extendió a los 20 años por el agravante de ser funcionario público, ya que ejercía como guardia comunal. 

Al salir, Sandra Zapata se fundió en un abrazo eterno con las madres de víctimas de abuso que la acompañaron durante todo el proceso. Sus puños siguieron agitándose al cielo, pero esta vez, con una sonrisa de oreja a oreja, gritó: “Para vos hija, se hizo justicia”. Y agregó: “Muchas gracias a todos por acompañarme. Hoy Paula estaría llorando de emoción y de alegría de que esto se terminó, de que todas las dudas que pusieron sobre lo que ella decía hoy se sabe que no mentía”.

La justicia fue lenta: seis años tardó para juzgar a los culpables. Paula no pudo soportar el abandono, el amedrentamiento y la desidia del Estado. Pero Sandra expresó que todo eso valió la pena. “Hoy el cielo también está de fiesta” dice.

Sandra también lamenta que haya pasado tanto tiempo, porque hoy su hija no está. Dice que la extraña mucho pero que sí siguió con esta lucha fue porque Paula la inició. Paula puso su cuerpo y su cara aún cuando sus verdades eran puestas en duda. “Ella la llevó adelante y yo, orgullosa de su lucha, la continúo”.

Varias de las personas que se acercaron a abrazarla, en medio de tanta conmoción, se refirieron a Sandra cómo “Pau”.

 La tercera vez, ella lanzó una sonrisa y dijo: “Sí, somos Paula, ella está acá ahora”.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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