Nota
Y se va la tercera: Monsanto otra vez declarado culpable por enfermar y ocultar la peligrosidad del Roundup
Este lunes 13 de mayo un nuevo jurado de EE.UU encontró al Roundup culpable de producir cáncer y a Monsanto culpable por ocultar con malicia información sobre la peligrosidad de su herbicida a base de glifosato.
Por Anabel Pomar para www.monsantopapers.lavaca.org
En Oakland, California, un jurado compuesto por 7 hombres y 5 mujeres en el caso Pilliods v. Monsanto (Case No. RG17862702, JCCP No. 4953) llegó a un veredicto que condena a la empresa adquirida por Bayer a pagar más de 2 mil millones de dólares por enfermar a Alva y Alberta Pilliods. Después de aproximadamente 7 semanas de procedimientos judiciales, el jurado encontró que la exposición a Roundup hizo que los Piolliods desarrollaran su enfermedad sin que Monsanto no advirtiera sobre este grave peligro para la salud. El jurado también encontró que Monsanto actuó con «malicia, opresión o fraude».
Alva y Alberta Pilliod, una pareja de Livermore, California, utilizaron el herbicida Roundup de Monsanto durante más de 30 años para desmalezar predios de su propiedad. Ambos fueron diagnosticados con el mismo tipo de LNH, linfoma difuso de células B grandes (DLBCL), asociado con la exposición Roundup. En 2011, a Alva se le diagnosticó LNH sistémica en muchos de sus huesos, que se extendieron a la pelvis y la columna vertebral. Alberta fue diagnosticada con cáncer cerebral NHL en 2015. “Si hubiera sabido era peligroso no lo hubiera usado pero me dijeron que era seguro”, contó Alberta.
El veredicto es el tercero consecutivo contra Monsanto (ahora propiedad de Bayer). Combinados con las dos primeras derrotas legales (el veredicto de Johnson v. Monsanto de $ 289.2M y el veredicto de Hardeman v. Monsanto de $ 80M), los veredictos contra Monsanto en el litigio de cáncer Roundup se mantienen en $ 2.424 mil millones con 13.400 casos aún pendientes en cortes estatales y tribunales federales. El veredicto de Johnson se redujo más tarde a $ 78.5 millones, pero su sentencia final se encuentra apelada.
En su demanda por cáncer Roundup, la pareja atribuyó sus diagnósticos de cáncer a la exposición a Roundup y su ingrediente activo, glifosato, y acusó a Monsanto de representar de manera fraudulenta que Roundup es seguro a pesar de la evidencia científica que vincula la exposición al NHL. El jurado acaba de darles la razón.
Los veredictos completos en español (Gentileza de @iebtranslationservices)
Alba Pilliods: Veredicto de Alba Pilliods
Alberta Pilliods: Verdict-Alberta-Pilliods
En la conferencia tras conocerse la decisión del jurado, uno de los abogados de la pareja, Brent Wisner de Baum, Hedlund, Aristei & Goldman, dijo que tres jurados completos, en tres procesos diferentes, llegaron a la conclusión que Monsanto actuó con malicia y ocultó la peligrosidad de su producto. “Hay personas muriendo y enfermando sin saber que es por el Roundup. Monsanto tiene que hacerse responsable de sus productos. Esta nueva condena no es el final es el inicio de ese proceso”, aseguró. Además, Binder aseguró que si Bayer continúa sin tomar nota del claro mensaje que condena el fraude corporativo van a tener que desmantelar la compañía entera, veredicto a veredicto.
Durante el juicio nuevamente los papeles de Monsanto fueron presentados como pruebas fundamentales. Las mismas demuestran la manipulación de la literatura científica por parte del gigante agroquímico, incluyendo varios artículos de revisión sobre el glifosato publicados en revistas científicas y citados en las revisiones reglamentarias de la Agencia de Protección Ambiental (EPA).
El jurado también pudo acceder a documentos que muestran los esfuerzos de Monsanto para influir en la EPA y otras agencias reguladoras, así como evidencia de que Monsanto realizó una campaña de relaciones públicas para plantar historias favorables en Reuters y otros medios de comunicación para defender sus productos y desacreditar a los científicos que determinaron que el glifosato estaba vinculado a cáncer.
Durante los argumentos finales, Wisner dijo al jurado que el Roundup «nació desde el vamos producto del fraude» en referencia a que el agrotóxico recibió la aprobación de la EPA en 1974, según estudios realizados en Industrial Bio-Test Laboratories (IBT). Una revisión posterior de la EPA de los datos encontró que IBT falsificaba los datos de forma rutinaria. Tres ejecutivos de IBT fueron posteriormente condenados por fraude. Según Wisner, a partir de ese momento, Monsanto se negó repetidamente a realizar estudios sobre glifosato y Roundup, incluso después de que la EPA y el propio toxicólogo le dijeran a Monsanto que tenía que realizar más estudios para abordar los problemas de seguridad.
Desde la adquisición de Monsanto, Bayer ha perdido más de $30 mil millones en el valor de sus acciones. Pese a todo Monsanto continúa negándose a advertir a los consumidores sobre los peligros de su producto Roundup a pesar que la autoridad mundial más importante en materia de cáncer, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), incluye al glifosato como probable carcinógeno desde 2015, y a pesar de que los jurados le siguen dando razón a los enfermos.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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