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La descomposición y la luz

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Trump, Venezuela, Brasil, Maduro, Macri, Paraguay violento, el Ni Una Menos, el capitalismo actual, la autogestión: Raúl Zibechi conversa con lavaca sobre estos tiempos densos. Habla sobre polarización, cinismo, descomposición social, derecha, izquierda, doble discurso, corrupción y grieta. Sobre lo que ocurre en nuestras regiones territoriales y mentales. Y plantea qué cosas son las que le permiten pensar en un mundo nuevo.
Periodista, escritor, pensador e investigador uruguayo, integrante del grupo que edita la revista Brecha en Uruguay, Raúl Zibechi ha recorrido cada recoveco del continente para comprender e informar sus realidades y sus misterios: “Hoy lo que se ve es una creciente polarización social, económica y política en toda la región. Una polarización que arranca durante los gobiernos progresistas, y en la que el 1 por ciento de la población sigue concentrando más y más riqueza. El lugar donde todo eso se hace más visible es en Brasil: bajan las muertes de blancos tanto por la policía o por violencia entre las personas, y no para de crecer la cifra de muertes de negros”.

Corrupción con un solo ojo

Pobres más pobres y ricos más ricos: “En todo el continente eso significa que unos y otros tienen cada vez menos cosas en común, cada vez se pueden ver menos, cada vez hay más odio. Eso quiere decir lo siguiente: desintegración de lo social”.
La polarización política también tiene un punto emblemático en Brasil: “Hace un año Dilma fue destituida con miles de personas en las calles acusándola de corrupción. El domingo pasado los mismos movimientos convocaron manifestaciones porque la corrupción también es muy fuerte en el gobierno de Temer, pero a ese acto fue muy poca gente. Quiere decir que los que se movilizaron el año pasado lo que querían era derribar a Dilma, no les interesaba realmente la corrupción”.
Por lo tanto, un diagnóstico: “Lo que se nota es un cinismo muy fuerte, un doble discurso, que además no es patrimonio de la derecha. Abarca también a la izquierda. Y ese es el telón de fondo: polarización y cinismo”.
Lo que muestra el caso venezolano: “El Tribunal Superior decidió quitarle los poderes a la asamblea del Parlamento. Si esto lo hubiera hecho un gobierno de derecha, estaría toda la izquierda en la calle denunciando un golpe, porque están usurpando las tareas parlamentarias, con una oposición que podría vetar las decisiones de Maduro. Pero la izquierda mira para otro lado y dice que no hay golpe. Y bajo cuerda, todos negocian con la gran burguesía venezolana y con los norteamericanos”.
Otro eslabón: Paraguay: “El presidente Horacio Cartés, de derecha, lleva al Parlamento la idea de la reelección. El partido liberal, que fue gobierno con Lugo, se opone. Hubo violencia, un muerto, muchos heridos, pero lo curioso es que el Frente Guazú, de izquierda que propone a Lugo, apoya la reelección porque beneficiaría al propio Lugo más adelante”.

¿Qué era la ética?

¿Qué enlaza los casos de Dilma, Venezuela y Paraguay? Muestran el doble discurso de unos y de otros. Nadie de la derecha dijo que la destitución de Dilma era un golpe, pero ahora dicen que es un golpe lo de Venezuela. Y se calla con lo de Paraguay. Y del lado de la izquierda es lo mismo. Son simétricamente opuestos, pero no distintos”.
La consecuencia: “Ninguna de las dos, la derecha sin duda, y creo que la izquierda tampoco, está guiada por un razonamiento ético. Uruguay sería un caso diferente: no hay reelección, pero ni a Pepe Mujica ni a Tabaré Vázquez ni a la derecha se les ocurre plantear la reelección porque les dan bien los sondeos para candidatearse. Eso es hundir al sistema político. Porque dejás de razonar en torno a una lógica coherente, para razonar a partir de lo que te conviene en cada momento. Si tuviera que mirar más allá de los discursos, diría que estamos en un proceso de descomposición del sistema democrático en América Latina, y de desintegración de las sociedades”.

Off side y grieta

La descomposición del sistema político se puede pensar en términos de fútbol: “Si en cada momento cambio las reglas según lo que me venga bien, no hay posibilidad de hacer nada lógico. Es como si yo dijera en un partido: tengo delanteros rápidos, entonces anulo el off side. Hago unos goles, y después restablezco la ley del off side. El fútbol sería imposible. Pero esa descomposición es acompañada por la desintegración de lo social, la brecha cada vez mayor. Ricos que mandan a sus hijos a la educación privada, y los pobres que mandan a sus hijos a donde pueden. Entonces esa mezcla de descomposición y desintegración no se arregla con un cambio de gobierno. Es una tendencia que se ha ido profundizando tanto con gobiernos de uno como de otro lado”.
Pero entonces, ¿qué significa la grieta?
La grieta verdadera empieza cuando las clases dominantes deciden abandonar el estado de bienestar. Si tomamos el caso argentino, el 17 de octubre de 1945 estaban los que decían que los cabecitas negras eran un aluvión zoológico. Y por otro lado los cabecitas que se sublevaban contra los gorilas. Pero a partir del peronismo, y luego durante décadas hubo procesos de industrialización, pleno empleo, ascenso social de los de abajo que no perjudicaba la ganancia de los ricos. Los odios se fueron limando pero eso se fue terminando entre fines de los 60, y totalmente tras el golpe de 1976. Las clases dominantes renunciaron a integrar a las clases para ellos peligrosas. Empezó un gran proceso de desindustrialización, de concentración de lo industrial en la producción de países asiáticos, de robotización de las industrias que quedaron y así se eliminaron muchísimos puestos de trabajo.
Zibechi cree que ese proceso continúa hasta hoy, y se hizo mundial. “Falta el trabajo, se precariza el que hay y crece la desintegración económica política y social. Pero lo vemos en Grecia cuando ganó la izquierda, en España donde se creó Podemos, pero también crece la derecha en Francia con Marie Le Pen, que hoy es votada por los que hace 30 años votaban a los socialistas o a los comunistas”.
El escenario abarca también a Estados Unidos: “Aparece Donald Trump, cuya base social es ese sector de entre 40 y 60 años, hombres y mujeres a quienes les bajó hasta la esperanza de vida. ¿Por qué? Porque es el sector más afectado por desempleo, precarización, pierden empleos de calidad y pasan a Wal Mart o McDonald’s ganando chirolas, o ni eso. Tienen problemas de alcoholismo, drogas, depresión, angustia y esa base, incluso los demócratas, votaron a Trump. Y ahora el conflicto es que muchos sectores de poder no lo quieren a Trump y eso se nota hasta en los grandes medios donde hay toda una línea que querría verlo preso. No porque sean más progresistas que Trump, sino porque él es un mal ejemplo de que la clase dominante puede perder el timón. Y la salida es alentar más guerras, más militarización para que la economía les funcione mejor”.

Extractivismo & Mirtha

Volviendo a la Argentina, cuando se habla de grieta parece ser un tema remitido a kirchnerismo y macrismo, por ponerlo en nombres. Zibechi: “Para mí son distintas formas de clientelismo hacia los sectores populares, apoyándose en alguna facción de la burguesía. Pero tanto Cristina antes como Macri ahora se apoyaron en China. Y al sector financiero argentino parece que le da lo mismo quien gobierne. Si mañana lo tienen que tirar a Macri lo harían sin problema mientras sus negocios funcionen. Lo que quiero decir es que hay cada vez menos diferencia entre izquierda y derecha, porque estamos en una crisis del sistema-mundo moderno occidental y capitalista, donde los estados deciden cada vez menos  y donde las diferencias de fondo entre izquierda y derecha, o conservadores y progresistas, son mínimas”.
El punto de unión entre los dos lados, según el planteo de Zibechi, es lo que ha denominado sociedad extractiva: “No es sólo un modelo de producción No es sólo hablar de contaminación de la naturaleza, cáncer, concentración económica. La sociedad extractiva además desarticula la unidad de una nación, de una sociedad”.
Un ejemplo: “Si uno piensa en burgueses y proletarios, tienen muchos conflictos pero tienen muchas cosas en común: entre ellas, seguir siendo burgueses unos y proletarios los otros, porque son dos identidades muy potentes. Pero en esta nueva situación ya no hay muchas cosas en común en un sistema en el que no hay economía, sino especulación, no hay rumbo sin tapar baches. No hay proyecto de largo plazo. Entonces son sociedades que se están autodestruyendo. Si un presidente ya ni puede contestar lo que gana un jubilado, y Mirtha Legrand lo corre por izquierda… y lo mismo con lo que pasa en Brasil. Como si se hubiera elegido presidentes para navegar sin rumbo hacia un desastre, con una sonrisa en los labios”.
Sin embargo mucha gente ve una diferencia abismal entre ambos modelos, plantean que el kirchnerismo, o el PT en Brasil, son la representación de una política integradora, popular, redistributiva: “Diría que es parcialmente cierto, pero en el fondo, cuando las papas queman, vuelven todos a apoyarse en el sistema financiero y corporativo. Siempre hay unos que estacionan el auto del lazo izquierdo y otros del lado derecho, pero la diferencia es menor. No se ha avanzado. Incluso si se toma el caso de Venezuela, estos gobiernos perdieron el tiempo, no fueron a lo fundamental que es crear alternativas frente a la sociedad extractiva, buscar otro modelo económico y político. Lo que hicieron fue repartir algo a los sectores populares, y llenarse los bolsillos. Eso es lo dramático. Se perdió un tiempo precioso y ahora se entró en otra etapa”.

Otros lugares

El ADN de todo este problema: “En el fondo está ocurriendo algo que hace poco planteaba la economista Ann Pettifor (de la City University de Londres). El sistema financiero y los bancos controlan al sistema político, y a todo ese sector ya no le importan los seres humanos. Ya no cuentan en la ecuación”.
Para Zibechi hay que poner la mirada en otro lado:

  • “Los únicos que rompen con el sistema, desde mi punto de vista, son aquellos sectores populares que por quedar relegados, o porque toan la iniciativa, construyen al margen del sistema, o con otras lógicas. Los indígenas, algunos campesinos, sectores populares urbanos. Yo creo que no alcanza con resistir al sistema sin que hay que construir algo diferente”.
  • “Eso no quiere decir que no se reciba apoyo de la política social, o aislamiento. Quiere decir construir con otra lógica, crear espacios diferentes”.
  • “No se trata de discursos ni manifestaciones. Las manifestaciones son muy importantes, como las que hubo en Buenos Aires en las últimas semanas, pero no cambian realidades salvo casos especiales como el 17 de octubre o el 19 y 20 de diciembre que no fueron manifestaciones, fueron otra cosa”.

En lugar de mirar el cambio en los llamados “escenarios políticos”, Zibechi intenta detectar qué está creando la sociedad.
Un ejemplo: “Estamos en una situación en la que no es tan importante quién gobierna, sino cómo la gente se organiza para hacer las cosas y autoprotegerse. Eso es Ni Una Menos, el gran fenómeno de este período. La irrupción masiva del movimiento de mujeres. Cualquier manifestante del Ni Una Menos sabe que por más que cambie el presidente, los problemas de femicidio, de violencia, de discriminación, seguirán siendo exactamente los mismos, porque forman parte de los problemas sistémicos que estamos describiendo, y que no dependen de quién tiene el timón del Estado”.
Otros ejemplos: “Estuve en Mosconi, Salta, y allí los integrantes de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD-Mosconi)  tienen emprendimientos productivos en los que producen alimentos sanos, tienen un trabajo digno que crearon ellos mismos, sobreviven de ese trabajo y ya no dependen de los planes sociales. Ese tipo de experiencias para mí son la luz para pensar un futuro”.
Los trabajadores de la UTD han sido de los primeros piqueteros argentinos, como resistencia a la desocupación masiva: “Y a esa pelea, le han agregado su propia construcción. Me anima ver eso, me anima ver que las publicaciones que forman ARECIA (Asociación de Revistas Culturales Independientes) tengan millones de lectores, que haya 400 fábricas recuperadas y autogestionadas por los trabajadores, que haya más de 100 bachilleratos populares, escuelas de gestión social, espacios culturales, cooperativos. Ese es un camino”.

Izquierdas y liderazgos

Muchas veces no se percibe el significado de esas experiencias y se reclaman liderazgos políticos de izquierda o progresistas: “Yo digo que por más que cambien la cúspide, eso no va a resolver ninguno de los problemas de fondo los problemas vamos a resolverlos nosotros mismos creando cosas nuevas”.
¿Cómo se diferencia este pensamiento del de la izquierda partidaria? “La izquierda tradicional creo que no tiene idea de lo que está pasando en el mundo. No se da cuenta de que hay un mundo nuevo funcionando. Y esa izquierda tiene un ego tan grande, un ego masculino tan tremendo, que solo cree que las cosas pueden cambiar cuando ella –la izquierda- lo decida. Es un tipo de pensamiento que hace un daño enorme”.
Según este razonamiento, esas experiencias pueden no ser masivas, o siendo grandes tal vez no son visibles: “Pero es un mundo que ya tiene una masa crítica, ya tiene un poder. Es como una bola de nieve, demorará un tiempo, pero no es algo marginal, es algo que ya está funcionando. Es muy fácil decirle al gente que vaya a votar cada dos años. Pero lo más complejo y políticamente profundo, y que ya existe, es que cantidad de gente todos los días está gestando formas de organizarse, de trabajar, de estudiar, de informarse, de protegerse de otros modos.  La política tradicional todavía tiene mucho peso en la cabeza de la gente, pero creo que hay que discutir muy agresivamente que, frente a lo que pasa en el mundo, en estas otras experiencias es que está la posibilidad de un futuro”.

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Memoria, verdad, justicia y Norita

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Partidaria de los besos y los abrazos, reivindica la sonrisa como principal bandera de lucha. Cumplió 94 años este 22 de marzo y hace siempre que puede la ronda de Madres de Plaza de Mayo, hoy ya en silla de ruedas. Vida, obra y endorfinas de una mujer que ha acompañado a fábricas recuperadas, pueblos originarios, comunidades afectadas por el extractivismo, jóvenes y mujeres en situaciones de violencia, todo como una continuidad en la defensa de los derechos humanos. El clítoris, el cannabis y las autodefiniciones. Esperando el 24 de marzo, compartimos esta nota y retrato, publicada originalmente en la revista MU 138 (2019, todavía tiempos macristas). El movimiento, la calle, y lo que ella piensa (y hace) frente a la historia y los futuros posibles.

Texto: Sergio Ciancaglini

Nora revisa su cartera en la que lleva el pañuelo blanco, el verde, crema de cannabis medicinal, una lata de sardinas y la agenda en la que anota sus hiperactividades cotidianas, entre otros secretos. Está también su DNI: 0.019.538. Ríe: “Fui de las primeras en la cola para sacarlo. El otro día, por un trámite, los empleados de un banco me dijeron que la máquina no podía interpretar un número tan bajo”.
Estamos en la sede de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Envolvemos las masitas que no alcanzamos a engullir y que se incorporan a la cartera de Nora para llevárselas a una amiga. Luego guarda un par de carpetas, limpia la mesa de papelitos y me pide que cierre las persianas y puertas del balcón que da sobre Piedras al 100, Buenos Aires. Ya tiene el llavero en la mano esta señora que no puede ser interpretada por las máquinas. Chequea que esté todo ordenado. Empieza a apagar las luces que iluminan salones, oficinas y paredes atiborradas de recuerdos de las Madres, homenajes, reconocimientos, diplomas y tres imágenes: Azucena De Vincenti, Mary Bianco y Esther Careaga: sus apellidos de casadas pero sobre todo, el de sus hijos e hijas. Fueron las madres secuestradas en diciembre de 1977 en un operativo organizado por la ESMA, que culminó con 12 desapariciones incluyendo a dos religiosas francesas.

Memoria, verdad, justicia y Norita

El saludo de Nora en una de las marchas actuales, con la foto de su hijo, la bandera de los 30.000 detenidos-desaparecidos, y el acompañamiento de una nueva generación.


Nora se pone el ponchito de barracán, agarra la cartera, el bastón, y cumple con el rito según el cual el último –la última- apaga la luz. Y cierra la puerta con llave.
La escena podría parecer un tanto melancólica, pero es al revés.
Al cerrar esa puerta, da media vuelta y abre un mundo.
Nora se transforma en Norita, que en lugar de ser un diminutivo resulta un aumentativo, una clave, un código de acción.
Sale Nora de Madres y entra Norita a la calle, las plazas, las ciudades, los pueblos, las rutas, las fábricas, la naturaleza, los conflictos.
Entra a sus verdaderos lugares de acción: lo público, los espacios donde ocurren las cosas, o donde las cosas se manifiestan escapando de los encierros y del silencio.
Lo mismo sucede cada vez que sale de su casa en Castelar, llena de muñecas, libros, plantas y recuerdos, se toma un micro hasta la estación (evita los taxis y es ajena a las aplicaciones uberísticas), luego el tren Sarmiento, luego el subte A o lo que haya que abordar para ir a donde quiere ir.
Su estrategia consiste en intentar estar donde haya injusticias, violencias, crímenes, abusos, discriminaciones, psicopatías estatales o privadas y otras desventuras nacionales que son del orden de lo clásico: nunca pasan de moda.
Logra materializar ese acompañamiento con una eficiencia casi incomprensible. Ana María Careaga (desaparecida a los 16 años estando embarazada e hija de aquella madre secuestrada en la iglesia) cuenta que una vez le dijeron al sacerdote pasionista Carlos Sarracini que Nora parece Dios, porque está en todas partes. El cura no se mosqueó con la comparación y subió la apuesta: “Sí, pero a Nora se la ve”.
“Cuando dicen esas cosas me estremecen –corcovea Nora–, me da un poco de vergüenza. Siento que son como abrazos para darme fuerza, pero no me generan soberbia ni nada. Lo que digo es sencillo. Si no es para pelear contra la injusticia, los organismos de derechos humanos, ¿para qué estamos?”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Sobre la magia y el clítoris

Plaza de Mayo, jueves, 15.30.
Las Madres están partidas desde 1986, pero allí están. Girando siempre en sentido inverso al de las agujas del reloj, como para recuperar el tiempo perdido por tanta muerte, cada uno de los dos grupos (Asociación y Línea Fundadora) en el extremo opuesto de ese círculo alrededor de la Pirámide de Mayo que culmina con una estatua que representa a la Libertad. La libertad está inmóvil, mientras la memoria, la verdad y la justicia rondan alrededor.
Bajo una placa descansan las cenizas de Azucena Villaflor de De Vincenti, quien junto a las otras dos madres desaparecidas fue arrojada viva por los militares desde un avión al mar. La marea luego devolvió los cuerpos a la costa de Santa Teresita en enero de 1978.
En Línea Fundadora la única madre que ronda hoy -y sin bastón- es Nora, acompañada por unas 80 personas. El grupo crece de golpe porque se agregan como un borbotón unos 40 guardapolvos blancos de chicas y chicos de una primaria de Lugano que la rodean y marchan junto a ella con la bandera en la que se lee “30.000 detenidos desaparecidos. ¡Presentes!”.
Llora y ríe Norita porque al ver a los chicos se le agitaron la emoción y la alegría, lloran también las maestras y varios que disimulan. Los chicos la miran asombrados. Tres vueltas más tarde, ella se acerca a un micrófono con parlante. Este jueves habla de:
La impunidad estatal y judicial alrededor del atentado a la AMIA.
El proyecto de “servicio cívico voluntario” de Gendarmería para niños (editorializa diciendo: “Qué bestias”).
Recuerda junto a Beverly Keene, de Diálogo 2000, que la solitaria Madre de Ledesma (Jujuy) Olga Arédez, denunció en 2001 la creación de una policía infantil (niños uniformados que eran instruidos con armas de juguete). Y que en 2012 el gobierno de Cristina Kirchner ordenó cerrar 74 cuerpos de Gendarmes Infantiles en 17 provincias, que reunían a más de 6.879 niños.
De paso mencionan que Olga –que reclamó toda la vida por las desapariciones ocurridas durante el apagón en Libertador General San Martín- murió en 2005 por la contaminación de bagazo producida por Ingenio Ledesma. “Para abaratar costos no ponían los filtros en las chimeneas, y eso la intoxicó”, explica Nora.

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Denuncia cómo le prohibieron a su compañera de Madres LF, Vera Jarach, quien además es sobreviviente del Holocausto, dar una charla en el Colegio Nacional de San Isidro (“a lo mejor prefieren que vayan los de Gendarmería a dar clases de derechos humanos”).
Habla sobre una de sus obsesiones, el Hospital Posadas y la situación de sus trabajadores y pacientes (“el Estado achica y achica, es lo único que hace: hay que ir a acompañarlos”).
Informa que trabajadores de la textil Sport Tech, que estuvieron en la ronda y ocuparon durante dos años la fábrica quebrada en defensa de sus puestos de trabajo fueron autorizados como cooperativa, por el juez Horacio Robledo, a hacerse cargo de la empresa.
Presenta a gremialistas de Fabricaciones Militares (“no les tengan miedo, nada que ver con los milicos, son divinos”) movilizados contra los despidos y el achicamiento.
Recibe a Sergio Martínez, uno de los fundadores de El Algarrobo, asamblea de Andalgalá que con su movilización logró frenar la instalación del proyecto megaminero a cielo abierto Agua Rica. Sergio cuenta: “Hace poco cumplimos 500 marchas, cada sábado, reivindicando los derechos humanos, territoriales, a la salud y a la vida”.
Anticipa Norita el lanzamiento de una campaña para denunciar la deuda externa (y eterna) “porque hay gente que se queja en la verdulería, pero no entiende que lo que le pasa es consecuencia de que se están llevando los dólares y las riquezas, y cada dólar se paga con hambre en nuestro país”.

Memoria, verdad, justicia y Norita


Repudia por enésima vez la ilegal detención de Milagro Sala desde enero de 2016 (“no le encuentran nada y la someten a tortura psicológica las 24 horas del día”).
El tono de Nora es tan serio como lo sugieren los temas de los que está hablando; dice que el gobierno es “negacionista, inmoral y ladrón”, y oscila entre esas definiciones y el relato de lo que está sintiendo. “Hoy no hay buenas noticias para dar”, le dice a la gente que la escucha. “La buena noticia fueron esos chiquitos que vinieron de Lugano”.
Agrega: “No nos volvamos locos. Cada día me acuesto pensando ¿qué mal van a hacernos mañana? Es como que con cada acción, con cada decisión, quieren humillar. No lo logran, porque nos tienen que resbalar las cosas que dicen y hacen”.
La mujer y la gente se miran. “Siento que esta Plaza es mágica. Me siento feliz aquí. Me da pudor decirlo, con tantos desastres que pasan, pero es lo que siento viendo que tantas personas vienen, se encuentran, se abrazan, se reconocen”.
En ese momento repite tres veces: “30.000 detenidos desaparecidos y desaparecidas” y todos contestan “¡Presente!”. Y luego: “Ahora y siempre”. Nora, separando bien las sílabas, pronuncia tres veces la siguiente palabra: “Ven-ce-re-mos”.
Caminando hacia su bar favorito sobre Avenida de Mayo, para tomar un café que es parte del ritual de los jueves, quiere decirme algo sobre la magia, pero la detiene un grupo de chicas para saludarla y un joven, uniendo las palmas de las manos, pronuncia: “Gracias por existir”. Dice ella que jamás la cuestionaron ni la increparon por la calle. “Una sola vez, en una marcha por Cromañón, había un tipo muy borracho que me dijo de todo. Pero me había confundido con Estela de Carlotto. Que nos confundiera ya te muestra lo borracho que estaba”.
Otro grupo la reconoce, la saluda y le pide fotos. En los últimos tiempos cuando está en confianza Nora propone sonreír a la cámara diciendo “clítoris” en lugar de “whisky”.
Sigue la caminata y ella no pierde el hilo de lo que quería contar: “La magia no nace porque sí. La tenés que crear con tu espíritu. El espíritu de ver el lado bueno de la vida. Si no hacés magia con lo que te pasa, es imposible sentir que lo que hacés está bien, que te genera alegría. Sentir que no estás entre los mafiosos”.

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Comerse un pasaje

La primera vez de las Madres en Plaza de Mayo fue el sábado 30 de abril de 1977. El 15 había desaparecido Gustavo Cortiñas, el hijo mayor de Nora, secuestrado en la estación Castelar cuando iba a tomar el tren a las 8.45 rumbo a su trabajo en la Comisión de Valores. Militaba en la Juventud Peronista. Flaco, sonriente, bigote setentista, pelo largo.
En la casa de Nora hay una foto en la que se lo ve mirando a los chicos de la Villa 31, en la que militó con el padre Carlos Mugica. “Tiene un gesto que me parece dolorido y comprometido con lo que está viendo. Pero fijate los chiquitos, son iguales a los que ves hoy en las villas”. Se queda pensando: “Nuestros hijos luchaban por la justicia social. Pero hoy la brecha entre ricos y pobres es todavía mayor que cuando se tomó esta foto”.
Para esa mujer que había tenido que amoldarse al rol de ama de casa y profesora de alta costura, la desaparición del hijo representó el fin de muchas cosas. “Fue dejar la casa y salir a buscarlo. Y fue para todas igual. Mujeres comunes que no éramos de la academia, ni de los grupos de pensamiento. Pero hoy entiendo que ahí ya fuimos feministas. Ahí empezamos a romper”.
Aquel sábado inicial había pocos paseantes en Plaza de Mayo. Y 14 mujeres. Azucena propuso entonces ir los viernes. Nora, mientras tanto, buscaba en comisarías, en juzgados, hasta que empezó a ver a otras mujeres haciendo lo mismo, marcadas por la misma desesperación, que le contaron de las reuniones en la Plaza. Nora se sumó a la tercera. “Una madre muy católica y muy supersticiosa dijo que el viernes era mala suerte, día de brujas. Otra dijo que los lunes era día de lavar y limpiar. Quedó el jueves”. Acordaron las 15.30, salida de los bancos, el mayor tránsito de público en la zona. Las Madres nacieron para no ser parte de otros organismos ni partidos políticos. No tenían oficina: la crearon en la Plaza, sin techo ni puertas ni ventanas, para verse, intercambiar información, y hacerse ver. La policía dijo “circulen”, y jamás dejaron de hacerlo. En octubre de ese 1977 nacerían los pañuelos blancos, como modo de reconocerse entre la multitud durante una marcha a Luján: en realidad eran los pañales de tela (no existían los descartables) que guardaban para sus nietos, convertidos en un símbolo histórico de los derechos humanos.
Relata Nora que los varones y esposos no intervenían porque el horario era de trabajo. “Pasaba otra cosa. Al ver a los milicos algunos padres decían ‘yo le dije a mi hijo que no se metiera’ y cosas así. Entonces eso no servía. Las madres no hacíamos esas cosas”. Confrontaban. El lugar común indica que el dolor enceguece, pero Nora es de las que piensan distinto: “El dolor nos hizo ver. Nos fortaleció, y nos ayudó a ser claras”.
Empezó a entender algunas charlas que había tenido con su hijo: “Una vez me dijo: ‘¿Sabés que te pasa, mamá? Te falta calle’. Aprendí, ahora me pasé de calle” reconoce. “Más que en los libros, la concientización está en la calle. Esto significa moverse siempre. Y no pensar dos veces”.
Recuerda que fue varias veces presa con las Madres. “Una vez, los policías pararon un micro, bajaron a toda la gente y nos llevaron. En la comisaría teníamos dos variantes: pagar 30 centavos, o pasar 5 días de cárcel por escándalo en la vía pública. Había madres que decían “métanme presa, así me llevan con mi hijo”. Pero los tipos querían que pagásemos. Cuando me tocó, le di 60 centavos. ‘No señora, le dije 30’ me dijo, y le contesté: cóbrese lo de la semana que viene”.
Otra de esas detenciones ocurrió un día antes de un viaje que Nora debía hacer a Brasil con la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chicha Mariani. “Esa vez nos llevaban en patrulleros. Abrí la puerta y me quise tirar, pero el policía me agarró. Si no, me mataba; era la desesperación por escaparme. De golpe me di cuenta de que tenía el pasaje a Brasil. Yo creía que era algo clandestino, que si descubrían eso no sé qué iba a pasar y entonces lo agarré, lo fui rompiendo en pedacitos, y me lo comí”. El viaje finalmente se hizo, en plena digestión del pasaje, con Nora y Chicha intentando denunciar lo que se vivía y se moría en el país.
Moverse, salir, romper, confrontar, escandalizar, chocaba con la noción de familia tradicional y hogareña, y con su marido Carlos. “Los viajes, las marchas, las búsquedas. Y él tenía una cosa de celos. Hubo algunas veces que pensamos separarnos. Murió en 1994. Creo que no hubiera soportado todo lo que hago ahora. Pero bueno: la desaparición de Gustavo había sido un cambio total. Me largué a hacer lo que tenía que hacer. Y eso fue no volver atrás nunca más”.

Del Mundial al cannabis

Nora recuerda que usaban la parte del Café Tortoni que da a Rivadavia, durante el Mundial 78, para encontrarse con jugadores (“creo que eran holandeses, no recuerdo los nombres”) y periodistas extranjeros. O lo que vivió su querida Mirta Baravalle: “El marido estaba muy mal con la desaparición de la hija (Ana) y no podía creer que parecía que no pasaba nada mientras en el país había desaparecidos. El día de la final que ganó Argentina, después del partido se puso peor y se murió de un infarto mientras todo el mundo seguía festejando”.
Las Madres son un símbolo de muchas cosas, empezando por la valentía. Resulta casi de ficción imaginarlas plantadas en la Plaza frente a la Casa Rosada tomada por Videla & afines, infiltradas por Astiz y la ESMA, ignoradas y silenciadas, o en el mejor de los casos tratadas como “madres locas” por los diarios que se atrevían a mencionarlas. Nora agregó algo a su currículum disruptivo: en 1978 fue hasta la Mansión Seré, centro clandestino de detención y torturas, simulando ser una interesada en comprar el lugar para instalar un hogar de ancianos.
“No era que buscaba a mi hijo ahí, pero sabía que había gente. Entré al predio y hablaba en voz alta. No sé qué quería: hacer ruido. Que si había alguien supiera que había gente afuera. Un milico dijo ‘despachen a la señora’ pero yo seguía diciendo que me mandaban de la Municipalidad o cualquier cosa, y vi una canilla con manguera al lado de una ventanita que se ve que daba a un sótano, donde estaban los desaparecidos. Cuando se recuperó como Centro de Memoria, contaron que me habían escuchado, sin saber quién era”.
El alegre caos que es cada conversación con Nora, ahora en su casa, cambia de rumbo porque va a preparar café. Desde que cumplió 82 años le divierte decir que es mínima, vital y móvil.
Mínima: nunca escondió la edad, pero se niega a revelar cuánto mide. “Ni a mis nietos se los digo”. En el jardín hay una pequeña piscina de dos metros de largo y uno de profundidad. Nora guiña un ojo: “Me meto con salvavidas”.
Vital: parece inagotable, aunque no lo es. Sufrió hace dos años un ínfimo ACV. “Hablé dos horas después de eso en un acto, y parada. Ni yo lo puedo creer. Pero es un compromiso con nuestros hijos y nuestras hijas. No es un sacrificio para nada. Cada día es estar donde hay una injusticia”.
Móvil: sus idas y vueltas a Castelar en micros, trenes y subtes son una especie de gesta cotidiana en la cual la casi nonagenaria dama va a veces arrastrada por la multitud. “El otro día bajaba del tren. En el medio del gentío un chico que iba a subir me vio, tenía un chocolate, me dijo ‘gracias por todo lo que hacés’, me lo dio y subió. Me quedé en el andén con el chocolate llorando de emoción. Ni sé el nombre. Solo sé que era un chico del oeste”.
Hace dos años un golpe en el empeine le repercutió en un fuerte dolor de rodilla, y los médicos le dijeron algo fantasmal: tenía que dejar de marchar. Problema de meniscos. “Te imaginás, yo lo que tengo son menisquitos”. Por eso fue al debate en el Senado sobre el aborto seguro legal y gratuito en silla de ruedas. La actual vicepresidenta Gabriela Michetti la saludó educadamente al verla, y más tarde ordenó que le prohibieran el ingreso al recinto, por lo que Nora vio el debate por televisión en el despacho de Pino Solanas.
“El año pasado me regalaron la crema de cannabis y me la empecé a poner en la pierna. De a poquito, te diría que en un mes o dos, dejó de dolerme totalmente, y pude volver a caminar con bastón primero, y cada vez mejor”. Del pronóstico de inmovilidad Nora pasó a abandonar la silla de ruedas, el bastón parece cada vez más un adorno, y no deja de estar en todas partes. “Ahora en vez de bombones me regalan cannabis”. En el jardín, además de la santa rita, las azaleas y los potus, crecen dos robustas plantas de marihuana.

Feminismo, grieta y hambre

Tiene docenas de muñecas que le han regalado, varias son Noritas con pañuelo blanco y hay una con pañuelo verde. Muestra una remera con una frase que ha hecho célebre: “Ser feminista es una cosa bárbara”. El lema forma parte del Norita Fútbol Club (Las Noritas) equipo femenino que participa en la Liga Nosotras Jugamos. En la delantera de Las Noritas juega su nieta Lucía. “Y yo pedí que me den la 10”, explica la abuela, que además está asombrada porque ha sido llamada a dar una charla por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
¿Qué es lo peor que vivió, además de la desaparición de Gustavo? “La desaparición de las tres madres. Veías que los militares no se saciaban ni con los miles que se habían llevado”.
¿Lo mejor? “La resistencia de la gente, de los pueblos. Si no fuera por la resistencia pacífica y prudente que tiene este pueblo ya estaríamos con las patas de los norteamericanos acá adentro. Hay espacios que parecen pequeños pero que van frenando, sin saberlo, los avances de la derecha”.
Reconoce que fue un dolor también la separación de Madres, en 1986. “Algunas nunca dejamos de sentir que no tendría que haber ocurrido. Pero había mucha diferencia sobre las metodologías y nosotras, en Línea Fundadora, queríamos ser horizontales e independientes”. No quiere hablar demasiado sobre las diferencias en la propia Línea Fundadora. “Lo que reivindico es esa independencia, la mirada crítica. En el anterior gobierno creían que la crítica era mala leche, y eso no es cierto. Yo reconozco que lo que se hizo con el tema de derechos humanos fue histórico. No pensábamos que íbamos a ver a los genocidas juzgados. Pero eso no quiere decir que una se calle cuando hay cosas como el apoyo al modelo extractivo, o poner a (César) Milani al frente del Ejército”, explica, críticas que hizo extensivas a la Ley Antiterrorista, el pago de deuda externa, la tragedia de Once, el INDEC, el Proyecto X, y toda área atacada por políticas oficiales, el modelo científico con Lino Barañao al frente, el modelo sojero, la minería a cielo abierto, la violencia institucional, la discriminación a los pueblos originarios, entre muchos etcéteras que hicieron que no fuera ella de las participantes en los actos emitidos por cadena nacional. “Nuestra función es otra desde siempre: es ser independientes de los partidos y del Estado”.
Cuenta que su nieto Damián, el hijo de Gustavo, fue siempre partidario de la gestión kirchnerista. “Pero yo decidí que no voy a perder amigos, familiares ni ideales por la política partidista. Entonces hablábamos de cualquier otra cosa. Pero desde que está este gobierno sí que volvimos a hablar de política”, dice riéndose.
Sobre lo electoral: “Estoy mirando. No decidí qué hacer”. Una pista: en una de las últimas elecciones Nora fue con un marcador. Tomó una boleta y escribió: 30.000 detenidos desaparecidos. No al extractivismo. No a la persecución a las comunidades indígenas. No a la deuda externa impagable, inmoral y odiosa. “Lo puse en el sobre y voté. Me lo habrán anulado. No importa, saben que estuve ahí”, cuenta. “Y digo sí a la justicia, a la verdad, a la memoria, a la resistencia, a los juicios hasta que se condene al último genocida y a la recuperación de la identidad de todos los jóvenes que fueron niños apropiados por el terrorismo de Estado”.
En el área de derechos humanos cree que la gran cuenta pendiente es que se conozcan los archivos militares. “Es una burla que no los entreguen. Registraban todo, hay pruebas, y eso permitiría saber qué ocurrió con cada persona desaparecida. Pero es una decisión política que ningún gobierno quiso tomar”.
¿Cuál es su principal preocupación hoy? “El hambre. Estamos cada vez peor. Más hambre, pobreza, desocupación. Es una época de destrucción. Pero no tenemos que dejar que nos llegue el odio. Hay que resistir, pero no tenemos que perder la sonrisa, que nos hace fuertes: es lo mejor que podemos tener”.
Está perpleja Norita porque su biznieta Camila, 9 años, le dijo que los besos y los abrazos contagian gérmenes. “Pero el abrazo y las caricias estimulan las endorfinas que son lo que dan ganas de vivir. Cuando alguien está enfermo, lo acariciás, le das la mano y eso es terapéutico por las endorfinas. Así que en eso sí que tengo partido: soy partidaria de los besos y los abrazos”.

La ley

Las Madres son cada vez menos. “El año pasado murieron cuatro. Las sentimos mucho”. ¿Cómo imaginar las cosas cuando ya no queden Madres? “Yo no me imagino nada. Nunca digo que esto va a ser así o asá Lo que creo es que siempre hubo etapas con determinadas personas que vivieron y luego murieron. Es la ley de la historia, y de la vida. Ojalá nunca más tenga que haber Madres porque hay genocidios y represiones. Pero en nuestro caso, de algún modo estaremos en la Plaza. Y entonces habrá que ver qué es lo que nace” dice sin miedo y sin nostalgia, haciendo bailar esa sonrisa alimentada en la calle con abrazos y resistencia, besos y valentía, magia y endorfinas.

Memoria, verdad, justicia y Norita
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La Ronda, en la mirada de Nora Lezano

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Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Esta cobertura, realizada por Nora Lezano, corresponde al ritual del jueves 14 de marzo.

La Ronda es una iniciativa autogestiva coordinada por la editora Claudia Acuña y la fotógrafa Alejandra López. Todas las semanas, unx fotografx registra la ceremonia de circular alrededor de la Pirámide de Mayo, que se sostiene hace más de 40 años.

Todo el material colaborativo será entregado a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos.

“Nunca había estado en una Ronda.

Le pedí a una amiga que me acompañara. Sentí que se jugaba por un lado algo emotivo inmenso y por el otro el miedo a lo incontrolable. Jamás hago fotos en la calle justamente porque adentro de un estudio puedo controlar todo. Antes de salir para la Plaza dejé en mi casa un llanto espeso. El día estaba nublado. Ese llanto tenía la exigencia de haberme comprometido a resolver algo desde un lugar del que no estoy acostumbrada pero también el nerviosismo de saber que iba a vivir una experiencia de la que iba a salir profundamente atravesada”.

“Y así fue que me hice parte de esa ceremonia, fluyendo en círculos con mi cámara, acompañando esa fuerza indestructible del sostener. Donde nada importaba más que SER esa RONDA”.

Sobre Nora Lezano

Fotógrafa y artista visual.

Comienza a desarrollar su trabajo en la década de los 90. Sus retratos de músicos constituyen una parte representativa de su obra.

De 1992 a 2008 trabajó como fotógrafa institucional del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En los años 2000 y 2001 la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación le encargó las coberturas de los ciclos “Argentina en vivo 1 y 2”, el “Festival Internacional de Jazz”,  la “1era. Semana Argentina en Madrid”, “La historia en su lugar” y “Música clásica en los caminos del vino”.

Trabajó como fotógrafa, directora, iluminadora y videasta para proyectos performáticos, de artes visuales y cinematográficos.

Publicó en forma independiente el libro Sin sueño se duerme también y Communitas (Planeta) -en coautoría con E. García Wehbi-.

FAN, la retrospectiva de sus años en el rock, se presentó desde el 2015 a la actualidad, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, el Museo Boggio de Chivilcoy, la Biblioteca del Congreso Nacional, la Casa de la Cultura de Entre Ríos; el Centro Cultural San José, de Olavarría,  el Museo de Bellas Artes de La Plata, el Espacio Contemporáneo de Arte Eliana Molinelli de Mendoza, la Planta Alta de la Estación Belgrano, en Santa Fe y en la Universidad Nacional de Quilmes.

Junto a las fotógrafas Andy Cherniavsky e Hilda Lizarazu, en el Palais de Glace, presentó la muestra LOS ÁNGELES DE CHARLY, una celebración a la obra de Charly García.

INVENTARIO, que incluyó una serie de objetos, fotografías y material fílmico y sonoro del archivo personal de la artista, además de una performance, se presentó en la Bienal de Performance 2019.

Desde 1996 sus fotos ilustran el suplemento RADAR del diario Página/12 y desde el año 2015 realiza las fotos de los calendarios de la Fundación Viva la Vida por el Bienestar Animal.

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Nota

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

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Quinta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que se propone transmitir el valor de la constancia, de los pies en el espacio público, de la gota a gota que horada la piedra, la no violencia contra la violencia, su valor social, su peso histórico, sus 40 años de coreográfico diseño: media hora, todos los jueves. Esta cobertura fue realizada por la fotógrafa y artista visual Martina Perosa.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Desde hace tiempo me interesa la relación entre fotografía y movimiento. Hay un trabajo que me parece muy interesante, que me inspiró en esta búsqueda, que es la serie fotográfica de Muybridge que logra documentar el rápido trote de un caballo en el aire. Mediante esta serie intentaba demostrar, frente a la teoría opuesta de algunos periodistas deportivos, que hay un momento de la carrera en el que los cuatro cascos del equino están en el aire. Esas series en movimiento abrieron una nueva discusión en la historia de la fotografía, que incluso dieron comienzo al cine”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Siempre me interesaron estos cruces interdisciplinarios entre las diferentes ramas artísticas como el cine, la fotografía y la danza. Pensando la ronda de Plaza de Mayo, me punzaba mucho la idea de coreografía. Una repetición constante todos los jueves, durante cuarenta años, por media hora. Una serialidad. Una duración y tiempo concreta. En un espacio determinado. Unos cuerpos, y una relación entre ellos, con una calidad de movimiento que a lo largo de los años fue mutando según el contexto: explosivo, suave, sutil. Y una música que hilvana el movimiento, los sonidos de la calle y el grito popular”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

Sobre Martina Perosa

Artista visual, nacida en la ciudad de Buenos aires. Su formación se centró en distintas disciplinas artísticas, que hoy confluyen en su obra. Estudió cine, indagó en el teatro, la performance y danza contemporánea y luego se especializó en talleres de fotografía y  clínicas de obra. Esta multiplicidad de intereses le permitió construir una mirada interdisciplinaria sobre la fotografía con un principal interés en el movimiento, y en la potencia de la imagen para construir ficción y contar historias. En 2019 editó su primer fotolibro “Shinsekai”, finalista del Premio Publicación Latinoamericano en el FELIFA 2021 y en diciembre 2023 editó su segundo fotolibro Proyecto Dallas.

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