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La descomposición y la luz

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Trump, Venezuela, Brasil, Maduro, Macri, Paraguay violento, el Ni Una Menos, el capitalismo actual, la autogestión: Raúl Zibechi conversa con lavaca sobre estos tiempos densos. Habla sobre polarización, cinismo, descomposición social, derecha, izquierda, doble discurso, corrupción y grieta. Sobre lo que ocurre en nuestras regiones territoriales y mentales. Y plantea qué cosas son las que le permiten pensar en un mundo nuevo.
Periodista, escritor, pensador e investigador uruguayo, integrante del grupo que edita la revista Brecha en Uruguay, Raúl Zibechi ha recorrido cada recoveco del continente para comprender e informar sus realidades y sus misterios: “Hoy lo que se ve es una creciente polarización social, económica y política en toda la región. Una polarización que arranca durante los gobiernos progresistas, y en la que el 1 por ciento de la población sigue concentrando más y más riqueza. El lugar donde todo eso se hace más visible es en Brasil: bajan las muertes de blancos tanto por la policía o por violencia entre las personas, y no para de crecer la cifra de muertes de negros”.

Corrupción con un solo ojo

Pobres más pobres y ricos más ricos: “En todo el continente eso significa que unos y otros tienen cada vez menos cosas en común, cada vez se pueden ver menos, cada vez hay más odio. Eso quiere decir lo siguiente: desintegración de lo social”.
La polarización política también tiene un punto emblemático en Brasil: “Hace un año Dilma fue destituida con miles de personas en las calles acusándola de corrupción. El domingo pasado los mismos movimientos convocaron manifestaciones porque la corrupción también es muy fuerte en el gobierno de Temer, pero a ese acto fue muy poca gente. Quiere decir que los que se movilizaron el año pasado lo que querían era derribar a Dilma, no les interesaba realmente la corrupción”.
Por lo tanto, un diagnóstico: “Lo que se nota es un cinismo muy fuerte, un doble discurso, que además no es patrimonio de la derecha. Abarca también a la izquierda. Y ese es el telón de fondo: polarización y cinismo”.
Lo que muestra el caso venezolano: “El Tribunal Superior decidió quitarle los poderes a la asamblea del Parlamento. Si esto lo hubiera hecho un gobierno de derecha, estaría toda la izquierda en la calle denunciando un golpe, porque están usurpando las tareas parlamentarias, con una oposición que podría vetar las decisiones de Maduro. Pero la izquierda mira para otro lado y dice que no hay golpe. Y bajo cuerda, todos negocian con la gran burguesía venezolana y con los norteamericanos”.
Otro eslabón: Paraguay: “El presidente Horacio Cartés, de derecha, lleva al Parlamento la idea de la reelección. El partido liberal, que fue gobierno con Lugo, se opone. Hubo violencia, un muerto, muchos heridos, pero lo curioso es que el Frente Guazú, de izquierda que propone a Lugo, apoya la reelección porque beneficiaría al propio Lugo más adelante”.

¿Qué era la ética?

¿Qué enlaza los casos de Dilma, Venezuela y Paraguay? Muestran el doble discurso de unos y de otros. Nadie de la derecha dijo que la destitución de Dilma era un golpe, pero ahora dicen que es un golpe lo de Venezuela. Y se calla con lo de Paraguay. Y del lado de la izquierda es lo mismo. Son simétricamente opuestos, pero no distintos”.
La consecuencia: “Ninguna de las dos, la derecha sin duda, y creo que la izquierda tampoco, está guiada por un razonamiento ético. Uruguay sería un caso diferente: no hay reelección, pero ni a Pepe Mujica ni a Tabaré Vázquez ni a la derecha se les ocurre plantear la reelección porque les dan bien los sondeos para candidatearse. Eso es hundir al sistema político. Porque dejás de razonar en torno a una lógica coherente, para razonar a partir de lo que te conviene en cada momento. Si tuviera que mirar más allá de los discursos, diría que estamos en un proceso de descomposición del sistema democrático en América Latina, y de desintegración de las sociedades”.

Off side y grieta

La descomposición del sistema político se puede pensar en términos de fútbol: “Si en cada momento cambio las reglas según lo que me venga bien, no hay posibilidad de hacer nada lógico. Es como si yo dijera en un partido: tengo delanteros rápidos, entonces anulo el off side. Hago unos goles, y después restablezco la ley del off side. El fútbol sería imposible. Pero esa descomposición es acompañada por la desintegración de lo social, la brecha cada vez mayor. Ricos que mandan a sus hijos a la educación privada, y los pobres que mandan a sus hijos a donde pueden. Entonces esa mezcla de descomposición y desintegración no se arregla con un cambio de gobierno. Es una tendencia que se ha ido profundizando tanto con gobiernos de uno como de otro lado”.
Pero entonces, ¿qué significa la grieta?
La grieta verdadera empieza cuando las clases dominantes deciden abandonar el estado de bienestar. Si tomamos el caso argentino, el 17 de octubre de 1945 estaban los que decían que los cabecitas negras eran un aluvión zoológico. Y por otro lado los cabecitas que se sublevaban contra los gorilas. Pero a partir del peronismo, y luego durante décadas hubo procesos de industrialización, pleno empleo, ascenso social de los de abajo que no perjudicaba la ganancia de los ricos. Los odios se fueron limando pero eso se fue terminando entre fines de los 60, y totalmente tras el golpe de 1976. Las clases dominantes renunciaron a integrar a las clases para ellos peligrosas. Empezó un gran proceso de desindustrialización, de concentración de lo industrial en la producción de países asiáticos, de robotización de las industrias que quedaron y así se eliminaron muchísimos puestos de trabajo.
Zibechi cree que ese proceso continúa hasta hoy, y se hizo mundial. “Falta el trabajo, se precariza el que hay y crece la desintegración económica política y social. Pero lo vemos en Grecia cuando ganó la izquierda, en España donde se creó Podemos, pero también crece la derecha en Francia con Marie Le Pen, que hoy es votada por los que hace 30 años votaban a los socialistas o a los comunistas”.
El escenario abarca también a Estados Unidos: “Aparece Donald Trump, cuya base social es ese sector de entre 40 y 60 años, hombres y mujeres a quienes les bajó hasta la esperanza de vida. ¿Por qué? Porque es el sector más afectado por desempleo, precarización, pierden empleos de calidad y pasan a Wal Mart o McDonald’s ganando chirolas, o ni eso. Tienen problemas de alcoholismo, drogas, depresión, angustia y esa base, incluso los demócratas, votaron a Trump. Y ahora el conflicto es que muchos sectores de poder no lo quieren a Trump y eso se nota hasta en los grandes medios donde hay toda una línea que querría verlo preso. No porque sean más progresistas que Trump, sino porque él es un mal ejemplo de que la clase dominante puede perder el timón. Y la salida es alentar más guerras, más militarización para que la economía les funcione mejor”.

Extractivismo & Mirtha

Volviendo a la Argentina, cuando se habla de grieta parece ser un tema remitido a kirchnerismo y macrismo, por ponerlo en nombres. Zibechi: “Para mí son distintas formas de clientelismo hacia los sectores populares, apoyándose en alguna facción de la burguesía. Pero tanto Cristina antes como Macri ahora se apoyaron en China. Y al sector financiero argentino parece que le da lo mismo quien gobierne. Si mañana lo tienen que tirar a Macri lo harían sin problema mientras sus negocios funcionen. Lo que quiero decir es que hay cada vez menos diferencia entre izquierda y derecha, porque estamos en una crisis del sistema-mundo moderno occidental y capitalista, donde los estados deciden cada vez menos  y donde las diferencias de fondo entre izquierda y derecha, o conservadores y progresistas, son mínimas”.
El punto de unión entre los dos lados, según el planteo de Zibechi, es lo que ha denominado sociedad extractiva: “No es sólo un modelo de producción No es sólo hablar de contaminación de la naturaleza, cáncer, concentración económica. La sociedad extractiva además desarticula la unidad de una nación, de una sociedad”.
Un ejemplo: “Si uno piensa en burgueses y proletarios, tienen muchos conflictos pero tienen muchas cosas en común: entre ellas, seguir siendo burgueses unos y proletarios los otros, porque son dos identidades muy potentes. Pero en esta nueva situación ya no hay muchas cosas en común en un sistema en el que no hay economía, sino especulación, no hay rumbo sin tapar baches. No hay proyecto de largo plazo. Entonces son sociedades que se están autodestruyendo. Si un presidente ya ni puede contestar lo que gana un jubilado, y Mirtha Legrand lo corre por izquierda… y lo mismo con lo que pasa en Brasil. Como si se hubiera elegido presidentes para navegar sin rumbo hacia un desastre, con una sonrisa en los labios”.
Sin embargo mucha gente ve una diferencia abismal entre ambos modelos, plantean que el kirchnerismo, o el PT en Brasil, son la representación de una política integradora, popular, redistributiva: “Diría que es parcialmente cierto, pero en el fondo, cuando las papas queman, vuelven todos a apoyarse en el sistema financiero y corporativo. Siempre hay unos que estacionan el auto del lazo izquierdo y otros del lado derecho, pero la diferencia es menor. No se ha avanzado. Incluso si se toma el caso de Venezuela, estos gobiernos perdieron el tiempo, no fueron a lo fundamental que es crear alternativas frente a la sociedad extractiva, buscar otro modelo económico y político. Lo que hicieron fue repartir algo a los sectores populares, y llenarse los bolsillos. Eso es lo dramático. Se perdió un tiempo precioso y ahora se entró en otra etapa”.

Otros lugares

El ADN de todo este problema: “En el fondo está ocurriendo algo que hace poco planteaba la economista Ann Pettifor (de la City University de Londres). El sistema financiero y los bancos controlan al sistema político, y a todo ese sector ya no le importan los seres humanos. Ya no cuentan en la ecuación”.
Para Zibechi hay que poner la mirada en otro lado:

  • “Los únicos que rompen con el sistema, desde mi punto de vista, son aquellos sectores populares que por quedar relegados, o porque toan la iniciativa, construyen al margen del sistema, o con otras lógicas. Los indígenas, algunos campesinos, sectores populares urbanos. Yo creo que no alcanza con resistir al sistema sin que hay que construir algo diferente”.
  • “Eso no quiere decir que no se reciba apoyo de la política social, o aislamiento. Quiere decir construir con otra lógica, crear espacios diferentes”.
  • “No se trata de discursos ni manifestaciones. Las manifestaciones son muy importantes, como las que hubo en Buenos Aires en las últimas semanas, pero no cambian realidades salvo casos especiales como el 17 de octubre o el 19 y 20 de diciembre que no fueron manifestaciones, fueron otra cosa”.

En lugar de mirar el cambio en los llamados “escenarios políticos”, Zibechi intenta detectar qué está creando la sociedad.
Un ejemplo: “Estamos en una situación en la que no es tan importante quién gobierna, sino cómo la gente se organiza para hacer las cosas y autoprotegerse. Eso es Ni Una Menos, el gran fenómeno de este período. La irrupción masiva del movimiento de mujeres. Cualquier manifestante del Ni Una Menos sabe que por más que cambie el presidente, los problemas de femicidio, de violencia, de discriminación, seguirán siendo exactamente los mismos, porque forman parte de los problemas sistémicos que estamos describiendo, y que no dependen de quién tiene el timón del Estado”.
Otros ejemplos: “Estuve en Mosconi, Salta, y allí los integrantes de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD-Mosconi)  tienen emprendimientos productivos en los que producen alimentos sanos, tienen un trabajo digno que crearon ellos mismos, sobreviven de ese trabajo y ya no dependen de los planes sociales. Ese tipo de experiencias para mí son la luz para pensar un futuro”.
Los trabajadores de la UTD han sido de los primeros piqueteros argentinos, como resistencia a la desocupación masiva: “Y a esa pelea, le han agregado su propia construcción. Me anima ver eso, me anima ver que las publicaciones que forman ARECIA (Asociación de Revistas Culturales Independientes) tengan millones de lectores, que haya 400 fábricas recuperadas y autogestionadas por los trabajadores, que haya más de 100 bachilleratos populares, escuelas de gestión social, espacios culturales, cooperativos. Ese es un camino”.

Izquierdas y liderazgos

Muchas veces no se percibe el significado de esas experiencias y se reclaman liderazgos políticos de izquierda o progresistas: “Yo digo que por más que cambien la cúspide, eso no va a resolver ninguno de los problemas de fondo los problemas vamos a resolverlos nosotros mismos creando cosas nuevas”.
¿Cómo se diferencia este pensamiento del de la izquierda partidaria? “La izquierda tradicional creo que no tiene idea de lo que está pasando en el mundo. No se da cuenta de que hay un mundo nuevo funcionando. Y esa izquierda tiene un ego tan grande, un ego masculino tan tremendo, que solo cree que las cosas pueden cambiar cuando ella –la izquierda- lo decida. Es un tipo de pensamiento que hace un daño enorme”.
Según este razonamiento, esas experiencias pueden no ser masivas, o siendo grandes tal vez no son visibles: “Pero es un mundo que ya tiene una masa crítica, ya tiene un poder. Es como una bola de nieve, demorará un tiempo, pero no es algo marginal, es algo que ya está funcionando. Es muy fácil decirle al gente que vaya a votar cada dos años. Pero lo más complejo y políticamente profundo, y que ya existe, es que cantidad de gente todos los días está gestando formas de organizarse, de trabajar, de estudiar, de informarse, de protegerse de otros modos.  La política tradicional todavía tiene mucho peso en la cabeza de la gente, pero creo que hay que discutir muy agresivamente que, frente a lo que pasa en el mundo, en estas otras experiencias es que está la posibilidad de un futuro”.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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