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Un pueblo atrapante

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Cayastá después del show de la triple fuga. Fue el escenario del fin de la fuga de los prófugos más buscados por todas las fuerzas de seguridad. Los terminaron encontrando los pobladores, que cuentan el detrás de la escena con detalles y con humor. Cómo se vive en esa comuna que tiene un gobierno horizontal y puertas que no se cierran con llave. Una crónica de Sergio Ciancaglini.

Un pueblo atrapante

Santino arroja una piedra de un hondazo al medio del río San Javier, y anuncia: “En Cayastá nunca pasa nada”. Santino es injusto: Cayastá, Santa Fe, es un pueblo bello, sereno y en muchos sentidos asombroso, en el que pasó de todo. Sus 4.500 habitantes han sido testigos de una historia que, si llega a las pantallas, debería oscilar entre El Patrón del mal, House of Cards y Tonto y retonto.

Otro hondazo.

Estamos en la costanera ante un paisaje de paraíso para cualquier habitante de laberintos urbanos. Santa Fe está a 80 kilómetros, Buenos Aires a 552. Cruzando el San Javier hacia el este hay islas y bañados, luego se ve el Paraná, y más allá la costa arbolada de Entre Ríos.

Musculosa verde, rubión, 10 años, Santino explica: “Un problema son las crecidas. La vez pasada vinieron todos los camalotes por el río y salían ratones y serpientes”.

Con la otra gomera está Benjamín, 9 años, flaco, remera de los Minions: “La yarará es más verde, y la coral es marrón y con la panza roja. A la yarará le ponías un palito y lo mordía, pero no te hacía nada. Salían de los camalotes y se iban para el pueblo. Los ratones también”.

Las crecidas tuvieron que ver, además, con la caída de otras visitas inquietantes en enero de este año bisiesto: el ex policía e instructor de tiro Martín Lanatta, su hermano Cristian, y Víctor Schillaci, prófugos que habían escapado en diciembre de la cárcel de General Alvear, donde cumplían condena por tres homicidios.

También invadieron Cayastá policías provinciales y federales de diversos colores y armados para la guerra, que hacían volar drones para ver todo desde arriba. Hubo gendarmes verdes que se tirotearon con propios y extraños. Camionetas, patrulleros y helicópteros con sensores que no detectaban a los prófugos que tenían a la vista. Ministros, ministras, entusiastas movileros de las fuerzas de la televisión con la tarea de resucitar las horas muertas de la programación, contando con lujo de detalles lo que no estaba sucediendo.   

“Íbamos todos a la plaza a mirar, porque aquí nunca pasa nada. Los vecinos  sabían más o menos todo, hasta por dónde andaban los tipos. Pero los periodistas decían cualquier cosa, y los policías iban para otro lado”, explica Benjamín sobre la costanera de piedra, mientras lo sobrevuela una mariposa amarilla, negra y enorme.

¿Y entonces, qué fue lo que pasó? Lo consulto pensando que todo ese movimiento en Cayastá fue símbolo de un cúmulo de operaciones opacas, negocios metafentamínicos -políticos, policiales, judiciales- recompensas millonarias, guerras al narcotráfico, a la corrupción, al delito, luchas ideológicas y/o morales entre macristas, kirchneristas, socialistas y agnósticos, reclamos de seguridad, investigaciones hasta las últimas consecuencias… 

Santino y Benjamín escuchan como apiadándose. Con la claridad que sólo se tiene a los 10 años, Santino baja la gomera e informa:“Todo fue una payasada”.

Pajaritos & afines

La teoría de los chicos es compartida por Mario Lartiga, 72 años hiperactivos, presidente de la Comisión Comunal de Cayastá, acento paisano: “Mirá vos: decían que habían encerrado a los tres pajaritos, pero tenían a uno solo”, cuenta en referencia al momento en que los policías encontraron a Martín Lanatta, que deambulaba golpeado, hambriento y sediento por el campo, como buscando quien lo detuviera. La ministra Patricia Bullrich, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, la vice Michetti y el presidente Macri habían anunciado que los tres prófugos habían sido detenidos. “Pero todos sabíamos que no era cierto porque el comisario acá decía: ‘Están pelotudeando, solo tenemos a Martín Lanatta”.

Conviene recordar que los hermanos Lanatta (Martín y Cristian) y Schillaci (Víctor y Marcelo) fueron condenados a prisión perpetua en 2012 por el triple crimen de los empresarios tildados como contrabandistas de efedrina Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón, ocurrido en 2008.

La efedrina se utiliza como precursor químico para la fabricación de drogas ilícitas, como las metanfetaminas, cuyo mayor mercado de consumo está en países como Estados Unidos y, localmente, en zonas de alto poder adquisitivo.

Las víctimas habían formado parte del universo que aportó al financiamiento a la campaña de Cristina Kirchner y Julio Cobos, en 2007. El móvil de las torturas y homicidios, según surgió de las audiencias, fue la competencia entre el grupo agresor y el agredido, por la relación con organizaciones mexicanas que motorizan parte del negocio narco y del lavado.

El juicio dio por probado que el autor intelectual del triple crimen fue el socio de Lanatta, Ibar Pérez Corradi, empresario farmacéutico que estuvo detenido en el caso de la llamada mafia de los medicamentos que derivó en la prisión, por ejemplo, del ex secretario general del gremio bancario, Juan José Zanola, acusado por la adulteración de remedios para pacientes oncológicos.

En 2012, antes del juicio que lo señaló como autor intelectual del triple crimen, Pérez Corradi, excarcelado por lo de la mafia de los medicamentos, había logrado esfumarse del mapa y desde entonces siguió prófugo con orden de captura de Interpol, y supuesto hospedaje en Paraguay. (En febrero último se anunció que Pérez Corradi se entregaría, que había sido detenido en Ciudad del Este, y al fin se desmintió todo, mientras la Policía Bonaerense allanó el domicilio de su ex mujer –mataron dos perros y apuntaron a la familia- todo lo cual hace suponer que Corradi está negociando con determinadas zonas del poder cómo cuándo y dónde hacer una reaparición en escena con o sin cámaras incluidas).

En 2015 a Martín Lanatta se le iluminó la memoria una semana antes de las elecciones PASO, y denunció que el autor intelectual del triple crimen fue Aníbal Fernández, cosa que no había dicho en el juicio. En el mismo programa de televisión del Grupo Clarín otro ex policía, José Salerno fue entrevistado en lo que luego se detectó como domicilio de la diputada Elisa Carrió, quien salió a aclarar, o a oscurecer, que lo entrevistaron allí “porque era el lugar más seguro”. Aníbal Fernández señaló como culpables de fogonear la denuncia en su contra no sólo a Carrió sino a sus rivales de la interna kirchnerista, Julián Domínguez y Fernando Espinoza, a quienes sugirió: “Dejen de comprarle droga a los transas”.

Fernández ganó las PASO contra Domínguez, pero terminó perdiendo la gobernación ante María Eugenia Vidal el 25 de octubre. El diario La Nación reveló que ese triunfo fue celebrado dentro de la cárcel de General Alvear con la celda abierta, gritos de euforia y abrazos entre los condenados por el triple crimen y sus guardiacárceles. Sólo faltaba Marcelo Schillaci,  internado en el penal de Olmos en tratamiento por hepatitis C y cirrosis, entre otras afecciones.

Algunos medios oficialistas postularon que la denuncia televisiva de Lanatta fue determinante para la derrota de Fernández, que obligó a llegar a una segunda vuelta en la presidencial, y que eso permitió que, finalmente, Mauricio Macri ganara las elecciones. La secuencia así contada parece desmesurada, pero adjudica la derrota del FpV a esa conspiración más que a culpas propias.

En Cayastá hay verdaderos buenos aires, más frescos y respirables: “Aquí mucho no sabíamos de todo eso. Nos fuimos enterando cuando pasó todo lo que pasó”, cuenta Pablo, que trabaja en la construcción y tiene una rotisería en este pueblo que votó con química propia: el macrismo ganó la presidencial, el kirchnerista Omar Perotti la gobernación y luego, el puesto de  senador, y el socialismo, la comuna.

Un pueblo atrapante

Fugar es un placer

Cayastá no es un municipio con un intendente, sino una comuna gobernada por una comisión de cinco miembros. Viviana Agusti, secretaria de gobierno de la Comuna: “Los pueblos de más de 10.000 habitantes tienen intendente. Nosotros somos comuna, y eso significa un cambio de cultura, porque gobierna un cuerpo colegiado. Hay tres personas de la lista ganadora, y dos que no lo son: es un ejercicio más horizontal y democrático de la gestión. Nos hemos criado en el verticalismo y el autoritarismo hasta en la educación, que es de  arriba para abajo. Así que este modo  de gobierno no es fácil, pero es muy  interesante”.

Viviana y su marido Carlos Hernández tienen el establecimiento Carolina, campo para ganadería en el que la mañana del 9 de enero, disfrazado de gendarme, magullado, hambriento y derrotado, apareció Martín Lanatta.

Dos semanas antes, 27 de diciembre, había protagonizado la fuga absurda del penal de General Alvear. Ya venían con un régimen laxo que los mantenía en la zona de enfermería. Esa noche estaban a cargo de un solo guardia que no estaba armado, por tratarse de un Testigo de Jehová. Salieron sin dificultad, los esperaba un Fiat, y los condenados se esfumaron.

La ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la gobernadora María Eugenia Vidal y el ministro de Seguridad provincial, Cristian Ritondo, se fotografiaron ante una mesa que representaba el terreno en el cual los prófugos debían andar escondidos. 

Hubo detenciones de sospechosos liberados horas después, y un tiroteo en la bonaerense localidad de Ranchos que dejó dos jóvenes policías heridos. El 1º de enero la ex suegra denunció que Lanatta fue dos veces a visitarla, le robó dinero y se llevó un utilitario Kangoo, lo que mostraba la serenidad existencial de los prófugos con respecto a las llamadas fuerzas de seguridad. 

Por fuentes vecinales, MU pudo saber que mientras continuaba la búsqueda implacable, Lanatta pasó año nuevo en casa de sus familiares en Quilmes. Tenía, dijo, dos millones de pesos encima y esperaba el pago de otros cinco millones, dinero que no se pudo saber si se efectivizó, ni de dónde provenía. En el barrio aseguran que Lanatta visitaba periódicamente a la familia durante los últimos tiempos, lo cual hizo sospechar al vecindario que la reclusión no era excesivamente recluida

Mientras la persecución bonaerense seguía un itinerario de calesita, los prófugos habían emprendido rumbo al norte, con escalas en Santa Fe, y una utopía de impunidad: Paraguay.

De compras por la peatonal

Darío Lartiga, el presidente de la comisión Comunal de Cayastá, veía que las noticias se le iban acercando. Habla dando manotazos delante de su cara como espantando fantasmas, aunque se trata de jejenes, mosquitas amantes de rondar ojos y narices de los mamíferos humanos. “Hubo dos tiroteos en la zona de San Carlos. En uno, Lanatta hirió a un gendarme. Pero en el otro no fueron los cachafaces éstos, sino que se tirotearon entre los propios de Gendarmería, aunque eso se supo bastante después”.

El ministerio conducido por Patricia Bullrich había informado que los dos tiroteos habían sido protagonizados por los prófugos. La policía de Santa Fe sospechó que no hubo tiempo material para que eso ocurriera, y confirmó que el segundo tiroteo, en el que resultó herido el gendarme Walter Aguirre, se produjo entre integrantes de la misma fuerza que se habrán creído mutuamente los prófugos.

¿Solución Bullrich? Propuso desplazar de la búsqueda a la policía santafecina, recordando sus vínculos con el narcotráfico que provocaron diversos descabezamientos. Otra transferencia de culpas hacia conspiraciones que hace dudar sobre quiénes son los delincuentes, quiénes dicen la verdad y quiénes mienten.

“Se habló de la narcopolicía y hasta del narcosocialismo”, reconoce Verónica Devia, vicepresidenta del Consejo Comunal de Cayastá, pero replica: “Eso es porque siempre se conocieron las noticias de Santa Fe, se difundió el problema policial, se lo encaró y no se lo ocultó”, supone.

Verónica, como todo el vecindario consultado, planteó que la policía local está trabajando razonablemente, particularmente en este caso.

La solución Bullrich no se aplicó, pero incentivó una interna entre policías provinciales, federales y gendarmes, mientras los fugitivos seguían sus andanzas de aquí para allá.

En la zona de San Carlos el trío fugado interceptó una Amarok blanca conducida por el ingeniero Juan Reynoso, del laboratorio Bayer, quien tuvo que llevarlos –contó- hasta su departamento de Santa Fe. Allí lo tuvieron el jueves 7 y viernes 8. Los Lanatta y Schillaci fueron de compras a la peatonal San Martín. En una librería adquirieron vinilo verde, cortantes y otros útiles para manualidades. En la farmacia compraron remedios para la tensión de Martín Lanatta y comida en un súper: los maleantes más buscados del país pagaban en efectivo, iban por la peatonal a cara descubierta, y sin quejas por los aumentos de precios.

Con el vinilo verde hicieron las letras para pegar en la camioneta la palabra “Gendarmería”. Dejaron gentilmente al ingeniero atado en el balcón desde el cual podía solicitar ayuda, y marcharon hacia el norte. La cantidad de armas, municiones y dinero que llevaban en ese momento es otro misterio.

Ojo con el GPS

Pasaron un par de controles. Lartiga: “Iban disfrazados, y saludaban con la mano a los verdaderos gendarmes”. Tal vez los efectivos habían recibido orden de evitar tirotearse entre ellos. “Pasando por Santa Rosa percibieron que habían llamado la atención y que podían perseguirlos. Tenían un GPS y se metieron por un camino transversal, acá nomás. Pero esos caminos de tierra hacen una recta, una pequeña curva, y otra recta. Si no los conocés, son difíciles si vas rápido. Y ahí, gracias a Dios, tuvieron la mala suerte de tumbar la camioneta. Volcaron. Se la pusieron de sombrero”.

Golpeados por el accidente y sin tener muy claro dónde estaban, los fugitivos tomaron armas y lo que podían llevarse, caminaron por el campo, llegaron a una casa, y robaron otra camioneta. Activaron nuevamente el GPS que les marcaba cómo recuperar el rumbo hacia el norte.

Lartiga: “Pero los jodió la creciente del Saladillo. El GPS no marcaba que se estaban metiendo en zonas de arrozales, y que el camino estaba anegado. Anduvieron unos 500 metros y se empantanaron. Eso los mató. Ahí tuvieron que largarse a pata, manoteando lo que les quedaba. Imaginate con el calor de enero, lo golpeados que estaban, y encima los mosquitos”.

Martín Lanatta se largó sólo. “Nadie supo por qué se separó, si era para darles tiempo a los otros de escapar”.

Llegó al establecimiento Carolina. El puestero Luis María Zoratti no hizo notar que lo había reconocido. Lanatta pedía agua, algo de comida, dijo que había tenido un accidente. Luis entró a su casa,  sacó por la ventana de atrás a su mujer y su hija y cargó una carabina, por si acaso. Le llevó el agua a Lanatta. Llegó otro paisano, ex policía, que se entendió con Luis con un par de gestos y avisó por celular a la comisaría local.

Era el 9 de enero y dos policías pudieron detener mansamente a Martín Lanatta, y llevarlo a Cayastá. “Yo vi los patrulleros y le dije a mi mujer: ‘vieja, sonamos, tenemos visita’ y me vine para la Comuna”,  cuenta Mario Lartiga. Se vinieron también más de 700 efectivos de todas las fuerzas que andaban por la zona y decenas de móviles de televisión. Los movileros pronunciaban Cayastá sin acento, o a Helvecia le decían Helvética

Allí fue que el gobierno nacional anunció que había detenido a los tres fugitivos para asombro del pueblo, ya que todos sabían que sólo estaba detenido Lanatta. Viviana Agusti: “Patricia Bullrich decía que no estaba la Federal, y resulta que estaban en la plaza manejando drones, andá a saber para qué. Las chicas venían a ver a los movileros que conocían de la tele. Era como si hubiera venido Ricky Martin”.

Al mediodía había 5 helicópteros sobrevolando Cayastá, como jejenes gigantes. La metida de pata sobre los prófugos abarcó al presidente Macri, cuyos canales de información ministeriales parecían tan exactos como el GPS de Lanatta.

Verónica: “Es fuerte ver que se equivocan así. ¿La prioridad era realmente atraparlos?”. Lartiga: “El gobierno aclaró que la habían embarrado, pero el operativo seguía haciendo cosas raras, como ir para Helvecia, 15 kilómetros al norte, cuando todos sabíamos que para ese lado no debían estar los dos pajaritos que quedaban”.

Antonio, empleado en las cuadrillas de limpieza de Cayastá: “Nosotros mirábamos el circo. Hay mucha suciedad que viene bajando desde lo más alto hasta pueblitos como el nuestro”.

Teorías

En Helvecia hubo allanamientos programados con las cámaras de televisión. “Y hasta hubo gente del pueblo que andaba con escopetas o revoleando revólveres y en chancletas, para que los vieran por la tele. Esas cosas no se hacen”, sostiene Lartiga.

Cristian Lanatta y Schillaci se refugiaron en un molino arrocero de la firma Spaletti, de Cayastá. El propietario estaba en Brasil y llamó al encargado Martín Franco sugiriéndole que fuera hasta los galpones con policías, a ver si había alguien. El 11 de enero Martín entró al galpón y se topó con los dos fugitivos, que un rato después se entregaron a la policía santafecina que esperaba afuera.

Miguel, del comedor Don Cacho: “Por lo que supimos de la propia policía, se entregaron mansitos. Lo que no querían era caer en manos de la Gendarmería, sino de la policía provincial”. Su compañera, María: “En criollo, la Gendarmería se quedó calentita”. Lartiga: “Ellos repetían que le tenían miedo a los gendarmes y al de bigotes (por Aníbal Fernández). Contaron que con las armas que tenían podían bajar a 10 policías de una sola ráfaga. Y que no entendían cómo no los agarraron antes”.

Teorías en danza:

Les permitieron escapar para perjudicar al gobierno de Macri y que cambiaran su declaración contra Fernández.

Los querían matar en la cárcel en venganza por sus declaraciones preelectorales.

Lanatta compró su propia fuga.

El narcotráfico había montado un sofisticado método para liberar a sus sicarios.

Sectores del actual oficialismo y sus nexos en el Servicio Penitenciario dejaron fluir la evasión como recompensa por haber hablado contra Fernández, o como parte de algún otro negocio insondable.

Ángel, empleado en la YPF de Cayastá, tiene una certeza sobre la incertidumbre: “En todo esto hay otras cosas, que no sabemos ni vos ni yo”.

El gobierno bonaerense había ofrecido 2 millones de pesos como recompensa a quien proporcionara datos o colaborase en la detención de los prófugos. Lartiga salió a reclamar el reconocimiento para Luis y para Martín, los trabajadores rurales que objetivamente permitieron la captura. “Pero la veo muy muy difícil”, reconoce. La consulta de MU al gobierno bonaerense  sobre la recompensa jamás fue respondida, mientras la promesa se diluye en el olvido. Martín empezó a comprender que las cámaras y la publicidad son enfermizas y se atrevió a lo que pocos: rechazó ir a almorzar con Mirtha Legrand.

Atrapado x FB

Ángel, en la YPF: “La gente decía que aquí encontraron a tres prófugos y a un pueblo que ni sabían que existía”.

¿Cómo es ese pueblo?

El primer asombro lo cuenta María, de Don Cacho: “Acá dejás el auto con la llave puesta. Y tu casa abierta. Con mi marido nos vinimos de Santa Fe después de que en el último robo nos dispararon y no nos dieron. Dijimos basta y aquí estamos, felices”.

Ángel: “Trabajo más que en Santa Fe, cobro lo mismo, pero gané calidad de vida y tranquilidad, y nadie me roba”. La seguridad en Cayastá no se logró con policías, gendarmes ni ministros: “Lo mejor aquí es la gente, muy macanuda, muy solidaria, todos ayudan al que anda mal, y todos nos conocemos”, explica Mario Lartiga.

Cayastá es zona hortícola, ganadera, de pesca y turismo. No hay soja, que se empantanaría como los Lanatta.

“Nos sustentan las ruinas”, explica Pablo en referencia al parque arqueológico con los restos de la primera fundación de Santa Fe. Cayastá fue fundado por Jean Baptiste Lèon, Conde de Tessières, en tierras mocovíes ajudicadas al francés, en 1867, por el gobernador Nicasio Oroño. Cuentan que el conde se hizo amigo de los originarios y trataba enfermos mediante la imposición de manos.

El paraje ya se llamaba Cayastá, nombre que según la historia oficial significa “kollas que se mudan”, y que los mocovíes como Marta González traducen como “hasta aquí llego” o “aquí me planto”. Crónica TV tomó esa acepción para referirse a los fugitivos.

Pablo Vera es el secretario de turismo que por Facebook consultó qué eslogan podría aplicarse al pueblo. Su amigo Guillermo Niedermayer propuso “Cayastá, un pueblo que te atrapa”.

“De tener una página tranquila pasamos a 1.269 me gusta, 2.809 compartidos y 314.880 personas alcanzadas. Fue una promoción millonaria y gratuita, y nos llamaron de todas las radios”.

Levantó rechazos en el pueblo la idea -que Vera asegura no haber promovido- de armar circuitos turísticos por los lugares donde los prófugos se escondieron. Funcionó, en cambio, el merchandising de mates, jarras, llaveros y remeras con el nuevo eslogan.

Viviana Agusti fue señalada como amiga de un periodista de Clarín y PPT: “Pero nuestras familias se conocen de siempre. Soy amiga de la madre. Terminaron relacionándome con los Lanatta. Cualquier cosa, muy feo”.   

Dice sobre el momento político: “El kirchnerismo fue tan corporativo y concentrador de la economía como ahora dicen que es el macrismo. Y fue asistencialista. Nosotros creemos que hay que generar derechos, porque el asistencialismo te da cosas, pero cuando te las quitan te quedás sin nada. Lo que me interesa ver es qué hará Macri con las políticas sociales. Pero no es que yo tenga expectativa: ni lo voté ni lo voy a votar”.      

Verónica Devia: “Yo sí lo voté, pero no entiendo cosas como los despidos, o el apoyo a la minería”.

Ángel: “El gobierno va lento. Con los aumentos, a los laburantes nos están matando. La esperanza es que sirva para algo. Si no llega a ser así, esto se va a complicar feo”.

Alejandra, su compañera en la estación de YPF, habla con irritación: “Para mí lo malo del kirchnerismo fue que favoreció a los que no tienen nada y  no acompañó al que trabaja. La que tiene más de 7 hijos gana más que yo, si quedo embarazada no me dan nada, pero a ellos les dan cunitas, y a las 11 de la mañana les llevan la comida al barrio. Cuando empezaron con los planes por lo menos la gente trabajaba. Ahora no, les dan planes para que se queden en la casa. Y no podés cambiar eso, porque incendiás el país”.

Imposible no tomar nota de las nuevas virulencias de pobres contra pobres.

Otras palabras

Marta González es referente de la comunidad mocoví Caiasta. Cobra pensión de 3.800 pesos porque tiene 9 hijos. “Soy enemiga del asistencialismo, porque mantiene el poder nomás. Si aquel me asiste, lo voy a tener allá arriba. Y voy a agradecer. Pero a la vez me está denigrando. Porque no me da mi propio espacio. Los pueblos originarios no son pobres. El Estado los empobreció al quitarles su territorio, su fuente de riqueza. Hay blancos que nos reconocen como auténticos dueños de la tierra, pero no somos los dueños: somos parte de la tierra”.

Los mocovíes son una comunidad que en Cayastá ha recobrado 353 hectáreas rurales y de islas, de las 1.345 que reclaman. “En la provincia tenemos buenas leyes, en las que trabajaron también nuestros hermanos, y hay un reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas”.

¿Qué quieren? “Que todos tengamos oportunidades. Los jóvenes en especial, que no pueden seguir estudiando y no tienen trabajo. Las comunidades son nómades no porque quieren, sino porque el sistema las obliga”.

La hija mayor de Marta es la única de la familia y de la comunidad que tiene un trabajo formal: “Es policía en Santa Fe y va a ascender a oficial de Infantería”. ¿Será de las que termine enfrentando a los que reclaman sus derechos? “Espero que no”, dice Marta con media sonrisa.

Panorama político: “Todavía no pude deducir si este gobierno tiene cosas buenas. Para mi va a ser bueno si los jóvenes pueden estudiar y acceder a un trabajo, a un terreno, a una casa. El anterior hizo cosas bien, pero además hubo muchos acomodos, cooperativas en las que se enriquecieron los punteros y políticos, y la gente quedó ahí nomás. Los dirigentes tenemos que ser autónomos de la política, del Estado, y los pueblos también. En Formosa o Chaco hay funcionarios y diputados indígenas que se metieron con el anterior gobierno. ¿Y cómo están las comunidades? Abandonadas como nunca, pero esos se acomodaron y se olvidaron de su gente”.

Marta cree que otro territorio a recuperar es el interno. “Nuestra alma, nuestra espiritualidad, la conexión con la vida. Si se hubiera escuchado la voz de los pueblos no estaríamos con tantas catástrofes, crecidas, enfermedades, chicos con problemas genéticos. Todo es por el uso de químicos, la depredación, el desmonte y la siembra de transgénicos. Nada de eso es bueno”.

Pero esta charla comenzó con un caso policial: “Un pueblo tranquilo nunca se espera algo así. Lo complicado fue que se expuso a mucha gente a cosas que son tironeos políticos y del periodismo, para mancharse unos a otros. Yo le agradezco a Dios, pese a los problemas, estar en esta comunidad. Aquí en Cayastá lo mejor es la gente. Y tenemos que cuidarnos de esas formas de poder, de información y de no respeto. Porque todo tiene que ver con todo”.

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