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Cómo pasarla bomba
Simón Fuga. Cinco amigos armaron una banda que detona las etiquetas. Están a punto de lanzar un DVD documental sobre la grabación de su disco, financiado colectivamente.
El día que el vehículo del coronel Ramón Falcón estalló por los aires, Simón Radowitzky corporizó la rabia anarquista que el jefe policial había desencadenado con la brutal represión del 1° de mayo de 1909, cuando decenas de trabajadores terminaron muertos, heridos y detenidos, en lo que se conocería como la Semana Roja.
Tras el atentado de aquel 14 de noviembre, el joven judío de apenas 18 años y obrero metalúrgico, intentó suicidarse, pero fue detenido y condenado a prisión perpetua en el penal de Ushuaia. Su figura agigantaría el mito: protagonizó una histórica huida de la prisión, fue recapturado, el presidente Yrigoyen firmó su indulto, lo expulsó a Uruguay y, en 1936, por fin libre, viajó hasta la España de Franco para luchar en la Guerra Civil.
Un siglo después, su figura sería inspiración para cinco jóvenes músicos.
Simón Fuga suena en los parlantes.
Anarquismo sinfónico
Jeremías Lentini es el mayor de la banda. Tiene 30 años y toca la guitarra desde los 13. Si bien todos tienen el mismo perfil, él posee una fascinación especial por Radowitzky. “Lo que más me atrajo o me impactó fue la distancia que tomó de la retórica, que a veces no tiene nada que ver con la acción. Fue la lectura de un inmigrante de menos de 20 años que ni sabía el idioma, pero entendió que esa masacre no podía pasar de largo”, argumenta.
Lentini curtió mucha música gracias a su viejo, aunque de una forma poco ortodoxa. “En mi casa no entraba la pachanga”, recuerda. Creció a puro rock sinfónico: Pink Floyd, Queen, Rush, Marillion y Genesis. En otras palabras, una auténtica locura. Aunque dio sus frutos. Pero cuando tuvo un poco de libertad, no dudó: apuntó al hardcore.
Alma máter
Los integrantes de Simón Fuga son amigos desde muy pequeños. Algunos, incluso, desde jardín. Todos confluyeron, a los 15 años, en el pasaje Padre Fray, de Devoto, con la música como el vínculo.
Venían de palos muy extremos. El otro guitarrista, Fernando Cana Vergara, era metalero; Alexis Valido, baterista, del punk y el hard rock; Juan Francisco Toto Mayorano, bajista, siempre tocó jazz y Carlos Groistein III es tecladista, pero sus amigos se enteraron de casualidad. Lentini cuenta que en los primeros ensayos no tenían pensado incorporar teclados, hasta que un amigo en común invitó a Groistein. No les pareció buena idea por prejuicio: es difícil conseguir a un tecladista con rock, pensaban. Probaron. No podían creer que ese tipo callado y pudoroso hubiera reservado por tanto tiempo ese tremendo secreto: los alucinó. Carlos Groinstein III (el símbolo fue elegido por Lentini, en base a Hermes, el tres veces grande, un sabio egipcio de la literatura ocultista) es considerado, desde entonces, el alma máter del grupo.
Si bien todos se conocen desde muy chicos y tocan desde los 15 años, recién pudieron confluir en una banda en 2010. “Estábamos todos formando parte de grupos que se manejaban a nivel corporativo. Eran empresas, no bandas, y la meta era tocar en el festival de la marca de gaseosa: no importaba la forma. A veces, cuanto más prostituto fuera el asunto, mejor”, bosqueja Lentini.
El nacimiento de Simón Fuga, en ese sentido, debe buscarse en Inglaterra. Fernando Cana Vergara estaba girando y tocando covers, hasta que le mandó un mail a Valido, que estaba en Argentina: “Me voy para allá a armar una banda, ¿se copan?”, escribió. La química explotó al primer ensayo.
En septiembre de 2010 hicieron su primer show en Éter, un lugar de jazz en Villa del Parque. “La aceptación fue increíble”, dice Lentini. De hecho, el dueño del bar les propuso realizar un ciclo de un show por mes.
La imaginación al poder
Encasillar a Simón Fuga sería un crimen. ¿Es jazz, es funk, es rock? ¿Hacen fusión? Sí, pero también es lo que cada uno busque interpretar. “Decidimos que no íbamos a tener cantante. Cuando uno le pone palabras, hace un recorte bastante grande de la canción”, ejemplifica Lentini. El bajista Toto Mayorano va directo al punto: “A mí no me gustaría ponerle letra a un tema que se llama La concha de tu madre All Boys. ¡Ya está: es eso! Pensá lo que quieras, sentí lo quieras”. El ejemplo de Toto es real. Los nombres de los temas son bizarrísimos y nacen producto de conversaciones cotidianas: “Leyendo la Cosmo en el 166 surgió a partir de una joven que leía la revista en un colectivo repleto y Tori Welles es un homenaje a la actriz porno”. Mejor no preguntar el origen de Ganate las sábanas en donde hago el amor o Toalla para la cola.
El único disco que Simón Fugó editó, vía web, se llama After Chabán, juego de palabras que mezcla el último CD e Sumo con Cromañón.
Toda una frase.
Lentini se pone serio: “Después de la tragedia de Cromañón, el circuito cambió muchísimo. Y para mal. Nada está legalmente bien puesto, los lugares te siguen cobrando para tocar, cosa que Chabán no hacía. Los sonidos son horribles, cosa que en Cemento o Cromañón era muy buenos. Siempre decimos que no es lo mismo ser culpable que responsable. Ahí había una banda, y es muy triste no hacerse cargo de que cuando uno mueve gente, es responsable de lo que dice. Si vos le pedís a la gente que traiga pirotecnia a un lugar que está cerrado, vas a generar una masacre, hermano. Te tenés que hacer cargo, más allá que la intención no fuera que eso sucediera. ¿Que Chabán es responsable? Sí, pero quedó estigmatizado. Cuando también fue un tipo que ha generado… Yo le preguntaría a los dueños de los lugares de hoy qué es lo que generan. Comercio: no generan otra cosa”.
Precios
After Chabán salió en octubre de 2011 y, desde el principio, la idea fue subirlo en Internet para que fuera libre. Consideraban un gasto de dinero innecesario la edición del CD cuando podían colgarlo en la web para que tuviera una llegada mucho mayor.
El disco, cuentan, entraron a grabarlo en recontra pelotas. “En grabación y mezcla gastamos 700 pesos, cifra que para los presupuestos que se manejan hoy en día, no existe. Grabamos en una jornada de 8 horas, microfoneamos todo lo que pudimos, hicimos 3 tomas de cada tema y se eligió la mejor. No se pinchó ni se arregló ni se corrigió nada. Lo único: hicimos un máster para levantar un poco la calidad de audio”, resume Lentini. El resultado es impecable.
El mismo día que los músicos tenían fecha en el estudio El Conde, un amigo preguntó si les interesaba que el proceso de grabación fuera filmado. Ellos no tenían problemas. Lo que no pensaban era que ese amigo caería con cuatro personas más y un set de luces. De esta manera, sin planificarlo, Simón Fuga tendría su DVD, que resumiría las ocho horas de grabación. Dos temas están subidos, en muy buena calidad, a modo de adelanto en YouTube. Al verlos, decidieron que el documental no seguiría el mismo camino que el disco: si bien sería colgado en la web, también les interesaba contar con una edición material de la producción. Pero cuando Lentini preguntó por la impresión, la respuesta lo desmotivó: salía 10 mil pesos.
Alexis Valido propuso una idea: abrir una plataforma de financiamiento colectivo y ver qué pasaba. Algunos eran medio escépticos. A los 20 días no lo podían creer: “En tiempos donde nadie vende un disco, ¿nosotros vendemos 10 lucas? ¡No existe eso!”, sigue sorprendiéndose Lentini. Toto encuentra una explicación: “Eso te demuestra que la gente está cansada de que la boludeen”.
Los interesados podían aportar de diversas maneras, porque las propuestas también eran diversas: a la copia del DVD podían sumarle una copia del disco, una remera, entradas gratis, participación en el próximo videoclip, etc. Lentini agrega: “Nuestra propuesta era dar. Ya que me ayudan, vamos a tratar de retribuirlo de la mejor manera”.
Simón Fuga tiene, además, 5 EP y están a punto de sacar un sexto, Aventuras en el predio que la AFA posee en Ezeiza, también en versión digital, pero con una novedad: harán una pequeña tirada de 50 unidades de casettes. Sí, casettes.
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