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Un punto de inflexión en la batalla contra la privatización de la naturaleza acaba de ocurrir en Argentina: la multinacional Monsanto logró que el gobierno apruebe el pago de patentes de semillas. El impacto de la medida implica millones de ganancias para una sola empresa, pero también la invasión del mercado en territorios hasta ahora a salvo de la lógica especulativa: el de las semillas. Darío Aranda traza en esta investigación un panorama que va desde el prontuario de la verdadera corpo hasta la asamblea que resiste en Córdoba la instalación de su nueva planta.

La corporación“No soy la Presidenta de las corporaciones”
Cristina Fernández de Kirchner
10 de diciembre de 2011. Discurso de reasunción, en el Congreso Nacional.
Juana es abuela, cabello rubio y canas, una bolsa de hacer mandados en la mano y la decisión de enfrentar a la empresa de semillas y agroquímicos más poderosa del mundo: “No queremos a Monsanto”, avisa con naturalidad y arroja la primera pregunta retórica: “¿Los políticos defienden más a las empresas que a los vecinos?”.
Es miércoles a la noche en Malvinas Argentinas, a veinte minutos del centro de Córdoba. Club vecinal de fiestas, un prolijo y humilde salón, escenario de una asamblea de vecinos que se opone a la instalación de Monsanto en el barrio. Doña Juana es una de las voces cantantes en la asamblea. Escucha atenta, primera fila y refuerza su idea: “Si el gobernador y la Presidenta quieren a Monsanto, que la fábrica se instale al lado de sus casas”. Los vecinos la aplauden.
Retrato de la corpo
Monsanto tiene 111 años de historia, su sede central en Estados Unidos, una facturación anual de 7.297 millones de dólares, domina el 27 por ciento del mercado de semillas a nivel mundial y acaba de dar un paso más en su política expansiva: el gobierno nacional aprobó su nueva semilla de soja transgénica, impulsa el cobro de regalías por el uso del producto, impulsa una nueva ley de semillas (muy cuestionada por los campesinos) y comienza la instalación de su planta más grande de Latinoamérica en Córdoba, para avanzar con el maíz transgénico y redoblar la producción de agrocombustibles.
Su modelo de negocios: apoyo político, corrimiento de la frontera agropecuaria, desalojos de campesinos, desmontes y masivo uso de agroquímicos.
Prontuario
La historia oficial señala que Monsanto Chemical Works fue fundada en 1901 por John Francis Queeny, “empleado durante treinta años en la industria farmacéutica”, quien tomó el nombre de su esposa (Olga Méndez Monsanto) y creó una pequeña empresa, pero de rápido crecimiento. Con sede central en Saint Louis (estado de Missouri), su primer producto fue la sacarina. En la década del 20 ya había convertido a la compañía en una de las principales fabricantes de productos básicos de la industria química, entre ellos el ácido sulfúrico.
Brian Tokar, en su investigación Monsanto, una historia en entredicho, aporta un dato que la empresa oculta de su historia oficial. “El herbicida conocido como Agente Naranja, que fue usado por Estados Unidos para defoliar los ecosistemas de selva tropical de Vietnam durante los años 60, era una mezcla de químicos que provenía de varias fuentes, pero el agente naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina muchas veces superiores al producido por Dow Chemical, el otro gran productor del defoliante”, detalla Tokar, director de investigación en biotecnología del Instituto de Ecología Social de Vermont, Estados Unidos.
En 1976, Monsanto comenzó a comercializar el herbicida Roundup, a base de glifosato. “Pasaría a convertirse en el herbicida más vendido del mundo”, señala aún hoy en su sitio de Internet. En 1981 la compañía se estableció como líder en investigación biotecnológica.
El desembarco
En Argentina, Monsanto cuenta con una planta en Zárate desde 1956. Hace doce años realizó una ampliación y su planta de producción de glifosato pasó a ser la más grande de América Latina. En 1978 se instaló en Pergamino y en 1994 sumó una planta en Rojas, provincia de Buenos Aires.
En 1996, el gobierno argentino aprobó la soja transgénica con uso de glifosato. Con la firma del entonces secretario de Agricultura, Felipe Solá, la resolución 167 tuvo luz verde en un trámite exprés: sólo 81 días, y en base estudios de la propia empresa Monsanto. El expediente, de 146 páginas, carece de estudios sobre efectos en humanos y ambiente, y —sobre todo— el Estado argentino no realizó investigaciones propias sobre los posibles efectos del nuevo cultivo y se limitó a tomar como propios los informes presentados por la parte interesada: Monsanto.
Semillas intelectuales
En 1996 la soja ocupaba en Argentina 6,6 millones de hectáreas. En 2000 ya llegaba a 10,6 millones. En 2011 llegó a 19,8 millones de hectáreas, a un promedio de expansión de 800 mil hectáreas por año. Representa el 56 por ciento de la tierra cultivada del país.
Luego de la devaluación de 2002, y cuando la demanda externa de soja aumentó, Monsanto intentó cobrar regalías por el “derecho intelectual” de la semilla transgénica. La Federación Agraria Argentina (FAA) y el gobierno rechazaron el pago. Monsanto llegó hasta los tribunales europeos, donde intentó frenar judicialmente lo barcos con soja proveniente de Argentina. Pero la vía judicial no prosperó.
Lejos estaba la empresa de tener problemas económicos. En 2006 había facturado 4.476 millones de dólares. “Gran parte se debió al mayor precio del herbicida glifosato”, anunciaba la empresa, que señalaba al glifosato como el responsable de la mitad de sus ganancias. En 2007 la facturación llegó a 7.300 millones.
El Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) estudia desde hace 25 años la concentración del mercado agropecuario mundial. “Monsanto tiene actualmente el 27 por ciento del mercado mundial de semillas, de todo tipo (transgénicas o no) y de todas las variedades. En semillas transgénicas, Monsanto tiene el 86 por ciento del mercado mundial. Es uno de los dos monopolios industriales más grandes del planeta y de la historia de la agricultura e incluso, del industrialismo. Solamente Bill Gates, con Microsoft, tiene un monopolio similar, cerca del 90 por ciento del mercado”, explicó Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC.
Coincidencias
El 12 de junio pasado se inició en Córdoba un juicio oral inédito en el país. Dos productores y un fumigador fueron sentados en el banquillo por una denuncia penal realizada por la organización Madres de Ituzaingó (barrio de las afueras de Córdoba y rodeado de soja) y por el ex subsecretario de Salud de la municipalidad de Córdoba, Medardo Ávila Vázquez.
Un juicio histórico que, enmarcado en la Ley de Residuos Peligrosos, abría la puerta para encuadrar a las fumigaciones como delito y la posibilidad de condenar a cárcel a productores y fumigadores.
Tres días después de iniciado el juicio, el 15 de junio, en un almuerzo en el Consejo de las Américas (espacio emblemático del establishment económico estadounidense) y frente a las mayores corporaciones de Estados Unidos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner celebró: “Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en Córdoba, en materia de maíz con una nueva, digamos, semilla de carácter transgénico”.
El 21 de agosto, luego de más de dos meses de juicio, la Cámara I del Crimen dictó sentencia: dictaminó que los dos hechos denunciados (dos fumigaciones, una de 2004 y otra de diciembre de 2008) violaron la normativa vigente y fueron catalogadas como delito. Y condenó al productor Francisco Rafael Parra y al aerofumigador, Jorge Pancello, a tres años de prisión condicional.
Ese mismo día, el ninistro de Agricultura de la Nación, Norberto Yauhar, presentó la nueva semilla de soja (“RR2 Intacta”) junto a los directivos de Monsanto. La gacetilla de prensa del Ministerio de Agricultura tituló con una cita del vicepresidente de Monsanto Argentina, Pablo Vaquero: “Trabajamos con un Gobierno que ha abierto el diálogo”. La gacetilla oficial hizo propia la publicidad de Monsanto y resaltó las supuestas bondades de la semilla: “Esta nueva tecnología permitirá contribuir a una mayor producción y a mejorar el medio ambiente”.
El ministro Yauhar celebró: “Es un día muy especial para Argentina, porque vamos por una segunda generación de soja, hoy aprobamos el evento número 27 y la biotecnología es una herramienta para el crecimiento sustentable”.
Patentar la naturaleza
El 28 de febrero de 2012, la Presidenta anunció que investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), del Conicet y de la empresa Bioceres habían logrado una semilla de soja resistente a la sequía y que lograba “altos rendimientos”, lo que posibilitaría el avance sobre regiones en la actualidad hostiles al monocultivo. En Bioceres tiene participación accionaria Gustavo Grobocopatel, titular de uno de los mayores pooles de siembra del continente: “Los Grobo”.
En el discurso de junio ante los empresarios estadounidenses, la Presidenta recordó el “avance” de los científicos argentinos. Y abordó por primera vez en público el tema tabú de las patentes de semillas: “Estaban muy contentos (los directivos de Monsanto) porque Argentina hoy está a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos. También en repatriación de científicos y, fundamentalmente, en respeto a las patentes. Como ahora nosotros hemos logrado patentes propias nos hemos convertido también en defensores de las patentes”.
Al regreso de ese viaje, los tiempos se aceleraron. Monsanto tuvo vía libre para la nueva soja (RR2). E incluso tuvo visto bueno para el cobro de regalías.
El 9 de agosto, desde el XX Congreso de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid), el secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, lo confirmó: “La estaremos aprobando en breve”.
Once días después, el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, presentó la nueva soja junto a los directivos de Monsanto. “Hay que respetar la propiedad intelectual”, reclamó ese mismo día el ministro de Agricultura y afirmó que el gobierno está trabajando en una nueva ley de semillas, que contempla el cobro de regalías para quienes desarrollan las semillas transgénicas.
Regalar regalías
Tan milenario como la agricultura es el derecho a guardar parte de la cosecha como semilla, para la próxima siembra: el llamado “uso propio” de la semilla.
Con la nueva soja, Monsanto articuló un modo privado de cobro de regalías, que elude al Estado. Firmó contratos individuales con productores (según Monsanto, ya firmó con el 70 por ciento de los productores de soja) y articuló acuerdos con acopiadoras y exportadoras, que controlarán las cargas de camiones que llegan a los acopios. Allí se realizará un test a los granos y, si se detecta que la soja es de Monsanto, se le descontará al productor el cobro de regalías. Monsanto implementó un sistema que ubica al Estado en un lugar de simple observador.
La decisión de las empresas de semillas, con Monsanto a la cabeza, es alterar el derecho histórico al “uso propio”, bajo el argumento de respetar la “propiedad intelectual”.
Carlos Vicente, de la organización internacional Grain (referente en el estudio del mercado de semillas y de las corporaciones agrícolas) opina: “La ley actual, de la década del 70, permite el uso propio. Durante miles de años los campesinos criaron, mejoraron y cambiaron semillas, sin que nadie se las apropiara. Pero se crea un derecho de propiedad intelectual, a la ‘obtención vegetal’, y se puede tener derecho de propiedad intelectual, un monopolio sobre la semilla que quita reconocimiento a los miles de años de historia campesina. Ahora alguien, las corporaciones, pueden ser dueños de las semillas”, alerta y remarca que las organizaciones campesinas se oponen de manera radical a cualquier freno al libre intercambio y circulación de las semillas “ya que esto significa frenar el histórico proceso de creación de diversidad que los campesinos han sostenido por miles de años”.
Vicente apunta a la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), una organización intergubernamental con sede en Ginebra, Suiza, constituida en 1961, en la que tienen gran incidencia las multinacionales del agro y a la que adhieren los Estados, entre ellos, claro, Argentina. En 1978, la UPOV creó una norma (UPOV 78) que implica la aplicación del “derecho de obtención” de un vegetal, que va en línea con la patente en manos de empresas, pero también reconoció el uso propio de semillas, es decir, para volver a sembrar las semillas sin pagar regalías, y permitió que investigadores puedan analizar y producir mejoras sobre cada nueva semilla.
Privatizar la vida
La UPOV dio un salto en 1991, cuando impulsó una legislación privatizadora de semillas. “La UPOV91 limita el uso propio y la investigación, ya que una empresa puede monopolizar una semilla e incluso exige que, si otros quieren seguir investigando sobre esa semilla, deban pagarle. Es muy grave, es la apropiación de la vida”, denuncia Carlos Vicente, de Grain.
¿Cómo se relacionan Monsanto, la nueva ley de semillas que prepara el gobierno y la UPOV 91? Carlos Vicente no duda: “Monsanto había anunciado a inicios de 2000 que no iba a realizar nuevas inversiones en Argentina porque no se le garantizaba ‘seguridad jurídica’. De la mano de la Presidenta y en Estados Unidos, el anuncio de Monsanto de instalar su mayor planta de maíz transgénico en Córdoba reveló el acuerdo que le devuelve ‘seguridad jurídica’: se aprueba la nueva soja, le permiten el cobro de regalías por un sistema privado y se aprestan a modificar la ley de semillas”.
Vicente remarca que la modificación de la ley “va por todas las semillas, no sólo la de soja”, la enmarca en la “tremenda ofensiva del agronegocios” en todo el continente y la resume de una forma que choca de lleno con las banderas progresistas de los gobiernos de la región: “Es un paso hacia la privatización de las semillas, la privatización de la vida en manos de las corporaciones”.
El dato
El plan de inversiones de 1.500 millones de pesos para desarrollar una planta de producción de maíz en la localidad de Malvinas Argentinas, Córdoba, implica la creación de 400 nuevos puestos de trabajo. La nueva planta tendrá como función el tratamiento y acondicionamiento de semillas de maíz. Argentina contará con la planta más grandes del mundo de producción de semillas”, precisó el 15 de junio el comunicado de Monsanto.
Dos meses después, invitados por Monsanto a Iowa (Estados Unidos), los periodistas de agronegocios de Clarín y La Nación revelaron la nueva avanzada del modelo agropecuario: ampliar la superficie cultivada de maíz para destinarla a agrocombustibles.
“Después de la fiebre de inversiones que hubo en plantas de biodiésel a base de soja en Argentina, el próximo turno será para el etanol de maíz. Ya hay una veintena de proyectos de plantas que suman inversiones por 1.500 millones de dólares. Se estima que este biocombustible podría hacer crecer en poco tiempo 10% del área sembrada con maíz. El dato lo saben en la compañía de semillas Monsanto, que organizó una gira con periodistas por Estados Unidos para visitar, entre otras cosas, plantas de etanol y analizar el estado actual de esta industria”, sincera la crónica de Fernando Bertello, en La Nación del 31 de agosto.
En Río Cuarto, Córdoba, donde Monsanto también instalará una planta experimental, avanza la empresa Bio4 en la producción de agrocombutibles en base a maíz. También avanzan proyectos de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), en Villa María, la Aceitera General Deheza, del ex legislador kirchnerista Roberto Urquía y la aceitera Vicentín, con una planta en Santa Fe.
También se producirán agrocombustibles en Salta, Entre Ríos, San Luis y Buenos Aires. En total, habrá 20 plantas en todo el país.
Motores vs. comida
Los agrocombustibles acumulan una larga lista de cuestionamientos. El más reciente, en Argentina, provino en agosto pasado de la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional del Comahue: “Generar agrocombustibles significa destinar la parte de la superficie cultivable a la producción de granos para alimentar motores en vez de alimentar a la población. Se están siguiendo al pie de la letra las metas planteadas por el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA) en materia de objetivos productivos sin tener en cuenta las consecuencias sociales, ambientales, económicas y culturales que acarrea”.
Salón de resistencia
«Salón de fiestas y eventos Santina”. Un prolijo y humilde rectángulo de diez metros de ancho por veinte de largo. Piso de cemento, paredes blancas. Detrás de una iglesia y frente a la plaza principal, sobre la calle San Martín, la principal del barrio Malvinas Argentinas. De casas bajas, el barrio está cruzado por dos rutas que corren paralelas (la 88 y la 19) y dividen al barrio en tres partes bautizadas “Primera Sección”, “Segunda” y “Tercera”.
El salón de fiestas está ubicado en la Segunda Sección. Es miércoles a la noche y es la cuarta reunión de la “Asamblea Malvinas lucha por la vida”, espacio autoconvocado luego de que se enteraran por televisión, en vivo y en directo y de boca de la Presidenta, que Monsanto se instalaba en su barrio: 32 hectáreas que ya están cercadas con alambre y con máquinas apisonando la tierra.
Matías Marizza tiene 30 años, es maestro de segundo grado en la escuela del barrio. Cara redonda, barba rala, jeans amplios. “Nos desayunamos con el anuncio de la Presidenta”, recuerda.
El boca en boca comenzó a circular y se gestó la primera reunión de vecinos autoconvocados, el 24 de julio. “Muchos vecinos tienen parientes en el barrio Ituzaingó, conocen de las fumigaciones, saben del juicio. No fue una noticia agradable escuchar que Monsanto se instala en el barrio, a menos de un kilómetro de una escuela”, explica.
Yanina Barboza Vaca tiene 21 años, habla rápido y siempre vivió en Malvinas Argentinas. “No sólo que conocemos de cerca el Ituzaingó, conocemos de cerca las fumigaciones. Acá estamos rodeados de soja. A sólo cinco cuadras de la San Martín, nuestra calle principal, ya tenés soja y fumigaciones. Hace mucho que se denuncia que hay chiquitos con problemas para respirar”.
La segunda asamblea fue el 30 de julio. La tercera, el 4 de agosto. Casualidad o no, se cortó la luz en esa parte del barrio. Consiguieron un grupo electrógeno y la asamblea continuó.
Ese día se aprobó una actividad informativa al costado de la ruta, fijada para el 15 de agosto. Se repartieron folletos a todo vehículo que cruzaban el barrio y a todos los vecinos. Tuvo buena repercusión en los medios de comunicación de Córdoba.
El juego del intendente
Daniel Arzani va por su cuarto mandato como intendente. En la asamblea todos lo llaman “Daniel”, a secas: es un barrio donde todos se conocen. Arzani es radical, al igual que los siete concejales que le dan mayoría automática. La oposición: una concejal de Unión por Córdoba, del gobernador José Manuel De la Sota, que también apoya la instalación de Monsanto.
El Concejo Deliberante aprobó el 13 de marzo la instalación del obrador en las 32 hectáreas. “No se hizo ningún estudio de impacto ambiental, que obliga la ley, no se informó a la comunidad. El intendente hizo reuniones en casas de familias, algo habitual acá, convocadas por punteros, pero ni ahí tuvo apoyo. Los vecinos le dijeron: ‘Siempre te bancamos, pero en esta no’”, cuenta Marizza.
La asamblea se espera movida. Un volante firmado por “Vecinos por el sí” convocó a otra reunión y remarca el apoyo a Monsanto. No saben quiénes son, pero apuestan fichas a que pertenecen a la municipalidad. Segunda novedad: unas diez encuestadoras recorrieron el barrio y preguntaron a los vecinos su opinión respecto del intendente, del gobernador, de la Presidenta y, claro, de Monsanto. Sólo se identificaron como petenecientes a “una consultora”.
Paciencia y consenso
Un argumento recurrente son los 400 puestos de trabajo que promete Monsanto y que los gobiernos repiten: desde el municipal, hasta el nacional, sin olvidar al provincial. “Nos movimos, estuvimos averiguando y confirmamos que Monsanto publicó en su sitio web una convocatoria para profesionales de agronomía, química, contaduría, mecánica y marketing para jóvenes de entre 21 y 27 años, con nivel de inglés medio. Está claro que el trabajo no será para los vecinos. Que no nos mientan más”, reclama Marizza.
Marizza y Barboza coinciden en que la llegada de Monsanto posibilitó visibilizar las fumigaciones que rodean al barrio y también la lógica paternalista, inconsulta, de la clase política.
Convocada para las 20, la asamblea comenzó con 39 minutos de demora. Unas 150 personas, muchas mujeres con chicos, parejas jóvenes, hombres con su bolso de recién salidos del trabajo. Primer tema: repaso de las condenas por el juicio del barrio Ituzaingó Anexo. Le siguió el panfleto de los vecinos que supuestamente sí quieren a Monsanto; luego debatieron acciones para frenar a Monsanto durante las próximas semanas, la posibilidad de recurrir a una acción legal y la necesidad de presionar políticamente.
Por momentos la asamblea se dispara en varios temas no pautados y en varias charlas al mismo tiempo. Todos quieren hablar. El clásico “compañero” de los ámbitos militantes se reemplaza por “vecino”. Muchos nunca asistieron a una asamblea, e intentan seguir discutiendo, incluso después de las votaciones. Se vota bloquear (o no) la entrada a Monsanto. Se aprueba. Y luego algunas vecinos quieren volver a discutir. Los coordinadores vuelven a explicar la metodología, pero igual abren el juego. Saben que la batalla será larga y de la paciencia y el consenso dependerá su suerte. Enfrente está el Gobierno y, claro, la corporación más grande del agronegocios.
 

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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