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Yo, él y mi otro yo
Daniel Riera. Publicó un libro donde descubre el mundo de la ventriloquía en primera persona. Y le pone el cuerpo con una serie de shows en los que le saca brillo a su nuevo oficio.
“Yo soy esto: si te gusta, bien y si no, lo siento”. Para decir esto Daniel Riera dice lo otro: “Si te subís a un escenario con un muñeco, reividicando algo que para muchos es bastardo, berreta y da para burlarse, es porque todo te chupa un huevo”. Y para pararse donde se para, Daniel Riera debió transitar por la carrera de Letras de la UBA y huir eyectado al enfrentarse con un profesor que quería brillar más que los textos. Debió salir de una redacción y entrar a formar parte del proceso creador de la revista Barcelona. Debió escribir libros y conocer a un muñeco: Oliverio. Él llegó a sus manos a fines de 2008 por obra y gracia de un sorteo realizado en el marco de la cena anual del Círculo de Ventrílocuos Argentinos (CIVEAR), a la que Dany fue invitado en agradecimiento a la inclusión de la ventriloquia dentro de su libro Buenos Aires bizarro. Dany cuenta que lo primero que sintió al recibir el premio fue una sensación de vínculo profundo. Lo segundo que sintió fue el pinchazo de una idea: escribir un libro.
La excusa de esta nota, entonces, es el último libro escrito por Daniel Riera bajo el título Ventrílocuos. Gente grande que juega con muñecos, pero la verdadera historia que nos interesa contar es la de un tipo que desarma prejucios y completa su pasión de escribir con el arte de hablar con un muñeco.
Ménage à trois
Paso a buscar a Daniel Riera a la hora estipulada para la entrevista que supuestamente marca el fin de la sesión fotográfica que servirá para la prensa de su libro. Me dice que está retrasadísimo. Se disculpa. Todavía no hicieron las fotos. Me distraigo con las gigantografías que cuelgan de las paredes blanquísimas del estudio: imágenes de Celeste Cid, Natalia Oreiro y Araceli González. En tanto, Daniel Riera entra al baño con su valija. Al rato salen Paco y Oliverio trajeados. Oliverio lo mira a Paco, luego a mí y dice:
– ¡Hola! ¡Vos me viste debutar!
Hace un silencio y suelta:
– Te lo digo con todo respeto.
Me río y me emociono. Hace mucho que no los veo. Y noto cómo ha mejorado su técnica. En ese contexto Dany me dicta su declaración de principios: “Reinvidico el carácter bizarro de una norma que significa correrse de la regla establecida. Incluso hay quien convierte ese adjetivo en un insulto porque le tiene miedo”. Queda claro entonces que el “todo te chupa un huevo” que defiende Daniel significa lanzarse a una práctica milenaria: animarse a hacer lo que uno quiere.
Daniel Riera es periodista, escritor y ahora ventrílocuo. Dice de sí mismo: “Tengo muchos ‘también’ que otros no tienen”. Me cuenta que tuvo dos maestros que le provocaron exactamente lo mismo: sin saber escribir en un caso, y sin conocer cómo hablar en el otro, ambos lo hicieron sentir desde el primer día parte de sus universos. Miguel Ángel Lembo, su profesor en el arte de la ventriloquía, le recordó aquello que el docente de periodismo le había señalado en su primera clase: “Nunca laburen gratis porque pueden dejar compañeros atrás que necesitan el trabajo y ustedes les pueden estar quitando la oportunidad”.
¿Y? ¿Alguna vez trabajaste gratis?
La única vez que laburé gratis en mi vida fue para las Madres de Plaza de Mayo.
Oficios y pasiones
Dany no sólo une la ventriloquia con el periodismo en el libro que acaba de publicar, sino que lo hace también en la dimensión ética en la que ambos maestros confluyeron cuando eligieron darle su primera lección. Pero hay otro punto en que se tocan las letras y la ventriloquia: es en el nombre de esa dupla con la que, explica el “también” poeta Daniel Riera, decidió bautizar al dúo. Y así quedó establecido este homenaje a dos poetas referentes en su vida: Paco por Urondo y Oliverio por Girondo. Dany lo hizo explícito en un show llamado Sexo, droga y ventriloquia que ofreció en nuestro Mu.Punto de Encuentro. Ese día Ángela Urondo, hija del poeta desaparecido, embarazada y en corpiño, se pintó el cuerpo mientras la voz de su padre recitaba desde el parlante el poema La pura verdad.
De semejante profundidad me surge la pregunta más elemental:
¿Cómo lograste hablar sin abrir la boca?
La primera vez fue frustrante, pero Lembo es un capo enseñando: hace hablar hasta a las piedras. Yo soy un tipo que habla bajito, que mira para abajo, que se pone la mano en la boca. Sin embargo, pude. Con Lembo compartimos la perspectiva de que es más importante crear ilusión que hacer humor en el sentido más bobo del término. Considero a la ventriloquia como un espacio de libertad donde no tengo una obligación, a priori, ni siquiera la tiene Oliverio, de hacerte reír.
En su libro, Dany expresa esa ilusión así: “Lo más difícil es lograr que el público se olvide de que el muñeco es un muñeco. Lo más gratificante es cuando uno mismo se lo olvida.”
Y cuenta una anécdota desopilante sobre una reunión familiar: “Oliverio le preguntó a mi mamá si cumplía 120, 117 ó 94 años. Después le dijo ‘Callate, vieja chota’. Y ella tuvo un ataque de risa. En ese momento comprendí que Oliverio era todopoderoso y que podía ayudarme a decir lo que pienso sin ofender a nadie”.
¿Eso significa Oliverio para vos?
Mi psicóloga dice que tiene que ver con lo paternal, porque no tengo hijos. Entonces genero un vínculo muy profundo con mi muñeco y con mi perro. A mí no me alcanza con eso. Me parece que es algo más híbrido, que se mezcla con cierta idea de la amistad. Oliverio es una estrella de rock que sale con todo: proyecta sueños y se anima a cosas que yo no; va más allá.
Ventrílocuos cuenta historias de vidas que conviven con capítulos que se asemejan a un diario íntimo. Dany dice que eligió esa manera de hilvanar este relato por la cantidad y variedad de registros que tenía y porque, me asegura, le gusta darle forma a algo que lo excede. Hay una preocupación incesante en este escritor/ventrílocuo de salir de los corsets que generan los oficios. Dany dice: “La idea fue que el libro no termine, sino que continúe en otra esfera: poder defenderlo con mi propio proyecto. Todo lo que soy está en el libro. Hay, incluso, una visión política en cuanto a una ética, a un compromiso y a una concepción del oficio, tanto el periodístico como el del ventrílocuo: la idea de aprender de los demás para transformar algo”.
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