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Otra radio es posible
Radio Cualquiera, de Paraná. Lograron lo imposible: que 350 personas paguen para escuchar radio. Y desafiaron todos los pronósticos: están por cumplir 5 años de autogestión. Cuáles son los nuevos problemas de un nuevo modelo de comunicación.
Las personas somos medios de comunicación.
Cristina mira con juventud y lentes de aumento, rodeada de personas dedicadas también a una actividad extraña, sobre el adoquinado de un viejo taller de rectificación de motores que se ha convertido en un centro cultural, dentro del cual hay una radio que decidió no depender de pautas publicitarias, por lo que los oyentes la mantienen con su aporte (sí: pagan para escuchar radio), pese a que se trata de una emisora que presenta programas que todas las demás rechazarían. Para colmo, para hacerla fácil pensaron que la radio no debería depender de publicidad ni de subsidios.
Los especialistas en el rubro y vendedores de publicidad consideraron el proyecto inviable. Desde diversos ámbitos comunicacionales, militantes, y etiquetólogos definieron a la idea como Alternativa o Comunitaria, entre otros apellidos, pero esta emisora prefirió algo más inesperado: decidió ser una Radio Cualquiera.
Es lo que no hay
El proyecto inviable cumplirá en septiembre cinco años, tiene 24 programas y 350 radio peñistas o socios que pagan 20 pesos por mes cada uno para sostener el funcionamiento de la emisora que puede escuchar cualquiera de los 280.000 habitantes de Paraná (más los que se prenden por Internet). Los radio peñistas salen y entran, pero el número de aportantes es estable: “Y eso que no hemos hecho ninguna campaña especial para incorporar más”.
¿Por qué Cualquiera? “Ningún nombre nos convencía, pero repetíamos: cualquiera puede venir a la radio o, ¿qué nombre le ponemos? Cualquiera. Y al final quedó” dice Rafael Vicentín, que con su hermano Carlos tenían un problema auditivo: no soportaban las radios existentes. Otros hubieran resuelto el tema resignándose al clásico “es lo que hay”. Pero los hermanos (tienen una empresa de juegos electrónicos para PC) resolvieron crear una radio. Hablaron con un amigo, Armando Salzman, mecánico, que en 1989 había alumbrado otro proyecto insustentable: el Centro Cultural La Hendija (criatura mayor de edad, 22 años, con salas de cine y teatro, editorial, centro de exposiciones, ideas, todo autogestivo, colectivo, independiente, bello y reparador de los motores del ánimo).
No tenían idea de cómo hacer una radio, y llamaron a otro cómplice, el periodista Silvio Méndez, quien aclaró que él tampoco conocía del tema. Eso los convenció: lo unieron al grupo. “Si ninguno sabía, todos podíamos ir aprendiendo juntos”.
Para no depender de la publicidad, propusieron que los productores de cada programa aportaran 10 radio peñistas. “No son productores publicitarios, sino de contenidos, pero al conseguir socios para la Radio Peña garantizan su propio espacio de expresión” explican los Cualquiera. Los radio peñistas sustentan a la radio, y reciben de paso publicaciones y entradas gratuitas para los ciclos de cine y teatro de La Hendija. Lo que recauda la radio paga servicios, gastos, y tres operadores. Si el productor además consigue publicidad, el 60% es para el programa y el 40% para la radio. Todos, productores y fundadores, viven de otra cosa. “Y nada de esto se hace con fines de lucro. La idea es que exista un medio con absoluta libertad y que se sustente solo” dice Cualquiera, con la ventaja de que ese sueño no es una utopía, sino una realidad despierta.
Sexo sin fin
La lista de programas es enorme, desde Minitas de Río (temas sociales y ambientales), Difícil que el chancho chifle (político), Palabras Mayores (sobre los viejos, su capacidad de incorporarse a la acción colectiva en lugar de la reclusión solitaria, exaltando la vida y con lemas como: ¡el sexo no se termina nunca!), El último gran relato (político) o Conversaciones (reflexión y crítica de la vida cotidiana desde la psicología social).
mu pudo participar en un encuentro Cualquiera con fundadores, productores y radio peñistas. Había estudiantes, amas de casa, jubilados, feministas, médicos, empleados públicos, secretarias, asalariados, cuentapropistas, docentes, ambientalistas, y pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico Antonio Roballos que emiten desde Cualquiera el programa La Bisagra, en el que intervienen internos, ambulatorios, también vecinos y trabajadores de la salud y con el cual ya ganaron un premio.
Diagnóstico de problemas
¿Qué problemas se presentan para que la radio siga siendo una realidad? Frases de esa gran mesa redonda:
Mario, de Palabras Mayores: “¡La limpieza!
Laura, de La Bisagra: “Un proyecto como la radio es de todos, pero a la hora de limpiar parece que no es de nadie. Algunos dejan vasos sucios, como si no importara. O si hay que hacer una Radio Peña para discutir problemas todos dicen ‘hagámoslo’ pero en la práctica esperan que lo haga otro”.
Andrés, productor: “A veces nos falta comunicación entre los programas, para ver qué hacen los otros”.
A Rafael, uno de los fundadores de Cualquiera, no lo conforma que el proyecto esté garantizado en lo económico. “La verdad es que entramos en un piloto automático. Se perdió esa energía creadora del comienzo, también por responsabilidad nuestra, y eso te pone en una situación gris, repetitiva, que no es interesante. Hubo un momento de asambleas y reuniones grandes, pero aparecieron problemas y discusiones”. ¿Qué pasó? “Había un grupo que proponía darle a la radio una identidad. Por ejemplo, identidad de izquierda, o anticapitalista. Nosotros dijimos: ¿Por qué una identidad? Metan esos mensajes, si quieren, pero a eso se van a seguir sumando otras voces. Si uno dice ´Radio anticapitalista´, capaz que otro propone ´Radio del rey jamaiquino´. Y la identidad en todo caso será la diversidad”. Armando: “Fue la idea de instalar una verdad, al viejo estilo del puño cerrado, todos iguales, y de paso, es más fácil controlar al proyecto”. El grupo que clamaba por la identidad fija, se fue yendo de la radio de la diversidad. “Ahora estamos pensando que para salir del piloto automático tenemos que encontrarnos no todos, sino grupos más chicos, nosotros mismos, los que empezamos”. Jugar de memoria es bueno, salvo cuando la vida se pone demasiado automática. Demasiado autómata.
Expresión de libertad
Para un visitante cualquiera de Cualquiera, estas prevenciones parecen exageradas, porque uno se siente en un ámbito infrecuente de expresión, de libertad, y del coito entre ambas, además de que la radio funciona (aunque todos quieren que funcione mejor). Pero al hablar sin miedos de lo que ellos mismos perciben como problemas, los Cualquiera iluminan los laberintos de muchos proyectos autogestivos.
¿Cómo solucionar esos problemas de desidia participativa y limpieza? “¡Escraches!”, dice provocando risotadas uno de los chicos de El último gran relato, programa político que no habla de los políticos ni de los partidos, sino de la política como vida pública. Otro grupo propuso un puntaje que de algún modo “multe” a los colegas y compañeros. “Fue propuesto en el Foro por Internet, que es como nuestra asamblea virtual, seguido de un profundo silencio” reconoce Rafael también entre risas. Otras voces:
Damián: “Para mí el mail sirve, pero no tanto, porque son palabras frías que se malinterpretan o no te llegan. Además hay que juntarse, y verse”.
Andrés: “Para mí el problema es no saber exactamente a cuántos estamos llegando” (dilema que comparte buena parte de los medios del universo conocido).
Darío, paciente integrante de La Bisagra: “Yo digo que esto que hacemos es esencial. Y lo esencial no entra en ningún prospecto. Hay fuerza y cosas que valen la pena. Habrá problemas, pero les agradezco a todos que estemos así: conversando”.
Cristina, radio peñista pura, maravillada oyente, a cargo junto a Laura de los ciclos de cine, agrega entonces lo que cualquiera sabe, y no siempre percibe: “Las personas somos medios de comunicación”.
Polémica sobre la ley
Armando plantea una discusión: “Si la Ley de Servicios Audiovisuales se aplica tal cual, la mayoría de las radios comunitarias no podría funcionar”. ¿No es al revés? “El problema es que no hay diferencias entre las exigencias legales a una radio comunitaria y una comercial. Según la ley hay que tener locutores oficiales, egresados del ISER, y eso es un costo. Necesitás contador, al quedar inscripto en la AFIP, y tener que presentar balances cada no sé cuánto, siendo que éstos son todos proyectos sin fines de lucro”. Silvio: “Lo que nos preguntamos es si las exigencias no terminan siendo un obstáculo”. “Salvavidas de plomo” ilustra Armando. Silvio: “Además, nosotros apoyamos todo este proyecto pensando en la frecuencia y que no nos confisquen los equipos. Pero, ¿por qué tiene que haber locutores con carnet, si nuestra idea es que cualquiera pueda comunicar sin ninguna mediación”.
Armando: “Es una discusión casi filosófica sobre la verdad. ¿Qué significa un tono de voz? ¿Hay un dogma, quién lo establece? ¿Qué es profesionalizar, crear una norma para reproducir lo que hacen todos, cuando nuestra idea es producir cosas nuevas? Sabemos que las radios comunitarias se plantean dar estas batallas después, asegurándose primero la existencia de la ley, y exigiendo en todo caso pauta oficial de publicidad. Pero esa pauta es mentira, hasta que se demuestre lo contrario. Hace tres años esperamos la pauta provincial. La de Telam, de 600 pesos, la cortaron en diciembre. Imaginate si hubiéramos pensado en sostener un proyecto en base a ese ingreso. Pero aunque nos dieran la pauta, el fondo es que esas exigencias no tienen que ver con lo que entendemos que es la comunicación. Cualquier actividad cultural independiente del país, a lo único que aspira es a que el Estado no la siga cagando”.
Otro asunto: “Pero ésos no son los problemas reales. Si primero hablamos de plata en cualquier proyecto autogestivo, el problema es otro. La forma de pensar autónoma e independiente no puede ser la de una planificación previa, como un supermercado. Esta actividad es siempre una creación, la invención de algo nuevo que en la experiencia genera la energía para funcionar. La experiencia expande la potencia de cada proyecto, y se aborta cuando aparece un Estado careta y opresivo, como si estuviera De la Rúa con su cara de estúpido diciendo ‘no se puede hacer otra cosa’”, dice Armando, sin signos de enojo, sino como un diagnóstico. “Si creemos que lo primero es la plata, devaluamos lo más rico de la vida, la posibilidad de experimentar, de hacer, de no ponerse límites para pensar, de relacionarse con los otros, y con la alegría. Así, la propia experiencia genera energía. Y esa energía hace surgir los recursos, de los cuales el dinero es uno más, y que seguramente se va a solucionar si el grupo logra crear relaciones de suficiente potencia como para llevar su proyecto adelante. No hay una energía previa al proyecto. Es la experiencia la que genera la energía”. En Paraná están demostrándolo, hasta cuando hay problemas. Cuentan que mirarse, conversar y no engañarse, son fuerzas que empujan hacia arriba a cualquiera, para zafar de los salvavidas de plomo.
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San Juan, el reino de la megaminería. La historia política cuenta que fue la primera provincia en hacer lobby para imponer el modelo minero. Hoy es la capital de los megaemprendimientos. También del silencio: los que trabajan en Barrick Gold no pueden contar nada de lo que allí sucede y hasta sus familiares callan para no comprometerlos. Pero nada es perfecto: en esta nota hay fotos y voces que describen qué está haciendo la minera en la Cordillera.
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Las Cuevas de las Manos y el peligro minero. El mayor tesoro arqueológico de Argentina convive con explotaciones de oro a cielo abierto gracias a una ley de la provincia de Santa Cruz que declaró la zona “de especial interés minero”. Quiénes están detrás de estas empresas, cómo logran eludir los controles y cómo operan los medios comerciales en este peligroso juego. Y cómo, a pesar de todo, los pobladores de la zona lograron ganar una batalla increíble: nadie allí apoya a las mineras. Ahora el desafío es lograr que declaren a toda la zona como patrimonio cultural.
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