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La mano negra

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Su nombre es Santiago Vega y creó el personaje de Cucurto para firmar los poemas, cuentos y novelas que escribe sin pudor. Es el fundador de Eloísa Cartonera, una cooperativa editorial y el responsable de 1810, el relato que publicó en sello multinacional, donde convierte a San Martín en homosexual y dealer.

La mano negra

Una cosa es escribir sobre putas dominicanas y otra sobre próceres homosexuales. Una cosa es escribir El Aleph y otra reescribirlo con el título al revés. No es lo mismo ni da igual, pero no hay límite que no sea capaz de transgredir este autor… ¿Qué autor? Bueno: una cosa es ser Washington Cucurto y otra Santiago Vega. Primera conclusión: lo que hace este tipo parece fácil, pero complica cualquier explicación.
El que está sentado frente a mí es Santiago Vega, 35 años, morocho conurbano, ancho, alto y tímido. Habla muy bajito, con voz dulce y frases cortas que no terminan, sino que se hilvanan silencio tras silencio, como si tuviera mucho que decir, pero por prudencia o por pudor, lo demorara. Vega nació en Quilmes y su historia tiene los tópicos de cualquier joven bonaerense: escuela incompleta, trabajos tempranos –vendedor ambulante, repositor de supermercados–, mucha cumbia y novias latinoamericanas. Hoy tiene dos hijos, tres trabajos y un sueño que construye sin descanso: Eloísa Cartonera, una cooperativa que edita libros de escritores contemporáneos zurcidos con arte por cartoneros.
Washington Cucurto es uno de los tres empleos de Santiago Vega y el que hasta ahora le pagó mejor. Su tarea consiste en cocinarle poemas, cuentos y novelas con sabor a semen, sangre y sudor. Su primer salario fue la publicación de La máquina de hacer paraguayitos, un libro de poesía que rápidamente lo transformó en eso que la máquina de hacer chorizitos denomina “escritor de culto”.
El cuculto creció alentado por la ley que domina el juego cultural actual: el off side. Las diferencias entre la literatura y el fútbol no son tantas –ya se verá cómo Vega las une– aunque en un caso las reglas favorecen al juego menos noble y al resultado más conservador. Es lógica, entonces, la indiferencia que cosecha entre el público lector.
El cuculto avanzó uno, tres, cinco libros, habilitado por los árbitros culturales. Los escritores Tomás Eloy Martínez (“desde Osvaldo Lamborghini no asomaba un lenguaje tan violento en la literatura patria”), Ricardo Piglia (“trabaja con un lenguaje que se hace cargo de la situación, como Arlt o Discépolo”) y la ensayista Beatriz Sarlo (“La gran invención de Cucurto es la del narrador sumergido, es decir, indistinguible de sus personajes”), auxiliados por casi todos los suplementos culturales, destacaron los recursos del nuevo crack. Sarlo fue incluso más allá y categorizó su estilo: “populismo posmoderno”. En medio del desierto cultural porteño nacía una estrella. Y era negra.

Un trabajo por encargo
Cucurto saltó a primera división y jugó en el equipo del sello Interzona, donde le entregaron (cuatro días antes de Navidad y cuando no tenía “ni un mango ni para comprar un pan dulce”) 500 pesos por Cosa de negros, dos relatos tremendos, con protagonistas de ese mundo que la literatura no mira: inmigrantes del barrio de Constitución. Fue ahí justamente donde conocí al primer humano que me habló de Cucurto. Estaba investigando el crimen de una chica dominicana asesinada a golpes por un novio drogado y celoso, que luego de molerla a palos se fue a una bailanta para pavonearse con la camisa ensangrentada. “Parece un cuento de Cucurto”, me dijo un parroquiano del restaurante La Morena, de Santiago del Estero y Cochabamba. Segunda conclusión: Cucurto no era un mito. Era un noticiero.
Los últimos dos libros los publicó en una colección de Emecé, perteneciente al parque temático multinacional Planeta. El primero se tituló El curandero del amor y parte de su marketing de lanzamiento consistió en consagrarle un blog, donde puede leerse a un supuesto Cucurto comentando: “Apenas una semana y mi editorcita de lujo me dice que el libro ya vendió 800 ejemplares. ¡No puede ser!, le dije. ‘Sí, Cucu querido –me dijo Merceditas– los gallegos de la madre España ya quieren hablar con vos! ¡Y ni pienses en volver a Interzona! En la librería Hernández quieren hacer un show de música con vos para fin de año’, me dijo la gerenta de marketing”.
Merceditas es Mercedes Güiraldes, responsable de la colección Cruz del Sur, de Emecé, donde este julio se editó 1810, la Revolución de Mayo vivida por los negros, un título que merece entrar a la Historia de la Literatura Argentina si alguien se atreviera a catalogarlo como lo que es: un atentado terrorista.
No sé si Cucurto habrá hablado finalmente con “los gallegos de la madre España”, pero lo cierto es que Vega confiesa que por primera vez le ofrecieron escribir “por encargo” y le entregaron seis mil pesos a cambio. No es suya la idea, entonces, de este libro que parece concebido en una probeta marketinera: mezclar el interés del mercado por los relatos históricos, sumarle el éxito del escritor villero y obtener un best-seller. Su mérito, en todo caso, es haber construido con todo eso una bomba.
La Revolución de Mayo que promete el título se convierte en un relato que se inicia con el siguiente manifiesto:
“Señoras y señores
¡Se acabó!
¡Tomemos la historia por el culo!
La historia y la literatura nos pertenecen. Basta de historiadores de manos blancas y oscuras ideologías. La historia está en nuestros trágicos hechos de todos los días, desde el patovica que faja a un joven en una bailanta, hasta los reclamos del pueblo de Santa Cruz”.

La larga proclama se extiende en ese tono durante cuatro páginas y culmina así:
“Desde este lugar pedorro que me toca –escritor de ficciones– incito al pueblo a tomar las armas de manera urgente, pues no hay otra solución. Los incito como San Martín incitó a sus soldados al cruce de la Cordillera (acontecimiento del cual dudo) y el Che, a sus soldados a cagarse de hambre en Bolivia, cosa que no puedo ignorar”.

A partir de allí y durante doscientas páginas, el autor acribilla a todos y cada uno de los componentes de la máquina de hacer chorizitos. Con la primera descarga mata a críticos literarios y gerentes de marketing: ningún cadáver se atreverá jamás a reseñar una novela que trate a San Martín de homosexual, cocainómano y traficante. Con la segunda mata al lector: ¿quién puede sobrevivir a la reiteración continua de frases que desafían la moral del cliente promedio del supermercado Yenny? “Soy el general San Martín, poeta y extranjero. Libertador y puto. ¡Me gusta la pija! ¡Me gusta la garompa!”, dispara una y otra vez, con el frenético ritmo de un Rambo irrumpiendo en territorio enemigo.
La carnicería se toma apenas algunos respiros inesperados, desconcertantes, como si fueran mensajes clandestinos escritos en el closet de la editorial. Dirá el autor, en medio de esta novela y protegido por la sospecha de que quizá nadie, ni su “editorcita de lujo”, sobrevivió a la página 139:
“Mi homenaje desde acá a mis editores anteriores que creyeron en mí cuando nadie la veía y ayudaron a armar este fabuloso personaje megacumbiero, atolondrado y superneobarroco que soy. Mi homenaje a esos editores, que además eran negros como yo, y creían en la literatura y la cultura (a diferencia mía), auténticos amanuenses y visionarios. Ahora en cambio, estoy en manos de los editores blancos, y escribo como quien obedece: escribir es agachar la cabeza”.

Apenas una línea en blanco separa esta frase de las peripecias del San Martín gay, elección sexual que justifica el autor con una interesante y profundísima teoría: todo héroe es un puto y todo puto es un héroe.

Cualquiera puede ser Borges
Sobre los escombros y quizá como un signo de lo que hay para comenzar la reconstrucción, Cucurto ofrece –fiel a su estilo: sin lógica ni justificación– dos bonus track asombrosos: revisita Casa tomada, de Julio Cortázar y El Aleph, de Jorge Luis Borges. Y agarrate, porque esto sí es algo serio.
Tuve que volver a leer El Aleph –cosa que siempre hay que agradecer– e incluso La historia universal de la infamia –que Cucurto cita con rabia– para intentar comprender lo que Vega, a través de Cucurto, nos estaba diciendo de Borges. No sé si entendí todo, pero hay dos cosas que me dejaron ardiendo. Una, que El Aleph, efectivamente, tiene como escenario el barrio de Constitución, el mismo en el que ahora –dirá Cucurto– cualquiera puede ser Borges: un locutorio coreano alcanza para conectarse con ese aleph –“uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos”– que Borges describe con asombro. “En esta época ya ni soñar maravillas se puede” escribirá el personaje Cucurto, como una confesión desesperada. La pregunta que parece dolerle es la misma que hace supurar a la decadente literatura argentina: ¿cómo escribir hoy y después de Borges?
La otra es el primer párrafo de La historia universal de la infamia. No pienso privar a nadie de ese placer, así que invito a releerlo pensando en todo aquello en lo que nos obliga a pensar Cucurto sin metáforas: en nosotros, los de a pie.
El final de este increíble libro –que sólo obligaría a leer a los cultos profesionales– es abierto. Escribe Cucurto:
“Tal vez lo que Borges, contando hechos paranormales, extraordinarios, quiso decirnos todo el tiempo, es que en la realidad está la base de todos los acontecimientos futuros y posibles”.

Luego, se despide con una palabra inquietante: “continuará…”.
Es lógico que sólo en la web –ese aleph contemporáneo del que nos habla Cucurto- puedan encontrarse comentarios sobre esta novela. Cito un párrafo de la reseña firmada por Omar Genovese, en el blog El Asunto: “1810 falla y se expone, falla y molesta, deja al lector al borde de un abismo breve, cuya posibilidad es una futura obra, sin moral, sin anclajes ni temores”.
¿Es posible?
Tercera conclusión: el único que tiene la respuesta es Vega.

La cultura egoísta
En nuestra primera cita, Vega parece desconcertado. Pregunta más de lo que responde, no sé si por desconfianza o por timidez. En la segunda, está más relajado, pero sigue demorando el momento de arrancar con la entrevista, como si temiera enfrentarse a un interrogatorio. Prefiere hablarme de sus otros dos trabajos: es columnista en el diario Crítica y en la página web de spn Deportes. Ayer mismo, me cuenta, fue a la presentación del libro de René Houseman, el mítico jugador de fútbol. “Lo recibieron en el club del barrio, todos los vecinos, con cariño, con abrazos”. No es fácil salir del clima que genera su relato, así que corto como puedo y por donde puedo.
Comenzaste siendo catalogado como un escritor de culto…
No sé muy bien qué es eso de culto, me parece algo raro. No me cierra, porque a los escritores de culto los conocemos todos y los leemos unos pocos. Entonces, ¿qué es ser culto?
Buena pregunta, ¿qué es?
Para mí es ser buena persona. Tratar de generar cosas alrededor de uno. No es leer más libros ni tener un título, sino ser sensible con lo que nos pasa a nosotros y a los demás. José Martí decía eso. Y es interesante esa idea: las personas egoístas no son cultas porque son incapaces de interactuar con otros para generar algo bueno. Entonces la clave es luchar contra el egoísmo y aprender a compartir. Ahí está la base de la cultura.
¿Para quién escribís vos?
Tengo una relación especial con la escritura. Escribo porque la escritura me fue dando muchas cosas, me fue formando, de alguna manera, mis pensamientos, mis sentimientos, la manera de ver la vida. Entonces, fundamentalmente escribo para mí. Y porque trato de mandar un mensaje que me parece importante: todos podemos cambiar, todos podemos mejorar. Escribir me hizo eso, la literatura me hizo eso. Cualquier actividad artística te permite ser mejor. Y cualquiera puede hacerla. El arte es el gran movilizador social. Nosotros creemos que la política moviliza todo, pero en el sentido que le dan los partidos. Y no es así: el lugar de la política social es el arte.
¿En qué sentido?
Sobre todo, en un sentido: el arte no es escribir bien, pintar bien, ni tocar bien un instrumento. El arte es el encuentro con uno mismo y los demás. Es lo que nos permite sentir satisfacción, alegría, comunión. Igual que el trabajo.
¿El trabajo?
Al trabajo lo considero el motor de todo. No a este trabajo capitalista, que no es trabajo, es otra cosa. Muchas personas trabajan todo el día pero no conocen, no saben, no han experimentado nunca lo que representa socialmente el trabajo. La finalidad del trabajo tiene que ser la felicidad, no el dinero. La gente se cree que trabajar es producir, pero producimos para que haya desigualdad, hambre, analfabetismo porque eso es lo que hoy genera nuestra producción en este sistema perverso.
¿Ése es el sistema contra el cual escribís 1810?
La verdad es que no sé bien cuál fue el proceso, pero en lugar de un libro histórico preferí escribir un libro actual, quizá porque todo lo que pasó hace doscientos años nos sigue pasando. Los problemas son los mismos: antes era la colonia, ahora las personas que tienen dinero; antes los próceres, ahora los caudillos políticos. No ha cambiado nada. Y me parece que eso sucede porque la gente no tiene una dinámica transformadora, no quiere cambiar las cosas, quiere seguir así porque le gusta la vida tal como está. Ése es el desafío: entender por qué la gente no quiere cambiar. Más allá del sistema, de los medios, más allá de todas las injusticias, hay un problema en cada persona, individual, que está relacionado con algo concreto: somos egoístas y el sistema ha potenciado eso hasta el infinito. El resultado es claro: tenemos el corazón capitalista. Y ahí está el problema, en cada uno. Entonces, ¿cómo logramos que la gente reflexione y tome conciencia de eso?
¿La respuesta Cucurto es convertir una novela en un electroshock?
Uno trata de mandar un mensaje: si la historia es siempre lo mismo, ¿cómo es posible que no hagamos nada?
¿La respuesta sería: sin la complicidad del que lee eso no sucedería?
Sí.

El desafío de escribir mal
También hay otro mensaje en tus relatos que tiene que ver con el rol de escritores, editores, críticos en esa construcción de una cultura conservadora, resistente al cambio…
Lo que en realidad trato de hacer es comprobar cómo funciona la corrección política, qué influencia tienen sobre nosotros la religión, el cristianismo o las leyes, por qué la idiosincrasia del argentino es así. Nosotros tenemos una tradición, un pasado… bueno. La idea es tomar ese pasado, las cosas buenas, las cosas malas, hacer algo con eso, cuestionarlo, pensar por qué es así y cómo podría ser de otra manera.
Pero vos en vez de cuestionarlo escribís “San Martín es puto”
En realidad es un exabrupto, cosas que se dicen en la calle.
¿Cómo creés que puede ser leída esa frase por el crítico literario del diario La Nación?
La verdad, esos son temas que me complican y sobre los que me cuesta explayarme, porque para mí la literatura no tiene nada que ver con eso. Yo entiendo la literatura como una herramienta que permite generar cosas. Y encima, es un entretenimiento que me gusta…
¿Una herramienta o una ametralladora? Es decir, ¿es una herramienta que permite construir o subvertir?
En esta época puede ser que tengamos que usarla como una herramienta subversiva. Me parece que nosotros nos tenemos que volver subversivos con nuestro trabajo. Y la literatura es un trabajo más, no hay que darle tanta importancia en sí misma porque por sí sola no vale ni explica nada. Detrás de toda mi literatura, por ejemplo, hay otra cosa.
¿Qué hay?
Una idea de cambio que yo he aprendido a través del trabajo. Fundamentalmente, a través de mi experiencia cooperativa. Creo que todo está relacionado y explica por qué es una literatura que cuestiona muchas cosas, que tiene muchas aristas por donde se la puede leer, pero no es una literatura buena o correcta, algo que le podría gustar a todo el mundo, no es Rodolfo Walsh. Es algo de esta época. No sé cómo explicarlo.
Intentémoslo por otro lado ¿Qué representa para vos Borges?
Uno de mis escritores preferidos
¿También un padre cuyo mandato hay que desobedecer?
No: en todo caso, un abuelo, porque soy joven. Me interesa Borges como poeta, pero además como un referente desde donde se construye algo cultural. Uno también trata de construir algo cultural desde otro lado.
Entonces, ¿sos algo así como el antiBorges?
Yo no soy esclavo de nadie, no me gusta. Ni de Borges, ni de Puig ni de Rodolfo Walsh. Estoy escribiendo treinta años después y no tengo que ser mejor que nadie ni peor que nadie. Tengo que ser lo que soy yo, mantener mi identidad. Escribir es conservar la identidad. Yo no tengo ningún padre literario. Mi único padre se murió hace tres años. El lector también quiere funcionar como un padre, o como si leyera a Borges. Y no quiero tampoco ser esclavo de ese tipo de lector. Escribo por otra cosa. Escribo porque la literatura es una herramienta de transformación social que todos tendríamos que usar, no solo los que tienen acceso a la educación, no solo la clase que lee. Todos. Ese es un derecho que hoy pocos tienen y el secreto para que deje de ser un privilegio está en escribir, no importa si bien o mal. Y cuando uno escribe va descubriendo cosas… Y eso es el arte, una experiencia. ¿Por qué algunos tienen esa experiencia y otros no? Porque te imponen la idea de que para escribir tenés que ser Cortazar, Puig…Te disciplinan y te ponen en un lugar que no me interesa. Yo quiero ser yo. El desafío, en todo caso, es arriesgarse a escribir mal pero transmitir algo, por lo menos en esta época tremenda.
¿A eso te referís cuando hablás de la época?
Exactamente. El tema de la violencia, por ejemplo. Salís a la calle y ves algo tremendo, pero no impacta a nadie. Y cuando esto se pone en letras, a la gente le molesta quizá por una cuestión de corrección política. O simplemente porque prejuzga sin leer.
¿Cuáles son esos prejuicios con respecto a tu literatura: que te califiquen de escritor villero?
Eso para mí no tiene ninguna importancia.
¿Transgresor?
Yo no soy un trasgresor: soy un trabajador. Y lo importante para mí es mejorar en mi manera de trabajar, de desarrollarme en el trabajo, de estar más con mis compañeros… En esta etapa de mi vida quiero fortalecer eso, quiero generar, hacer cosas por ese lado. Porque entiendo que esa forma de trabajo me hace libre y me da felicidad, y no todo lo otro que hago. Además, no quiero estar toda mi vida haciendo cosas por dinero. No quiero hacer cosas por dinero.

El camino de la libertad
¿Tus libros venden bien?
Ellos (la editorial) venden, yo no puedo vender nada. Y no puedo vender nada porque no tengo todavía una idea de independencia, de autogestión. Uno solo no puede. Pero para hacer algo con otro, primero te tenés que dar cuenta de que tu vida, tu libertad, no es algo abstracto, es algo concreto, es un accionar. Y la llave para esa acción está en el trabajo. Me parece que éste es un tema clave, por lo menos para estas épocas. No podemos pensar que es natural que el sistema en el que hoy vivimos deje a tanta gente fuera de todo. Tomemos como ejemplo una cosa básica de la vida: alquilar un departamento, un lugar para vivir, para dormir, para criar a tus hijos. Algo que cualquier persona necesita. ¿Qué significa hoy eso? Pagar a la inmobiliaria tres meses por adelantado, tener una escritura para la garantía, un recibo de sueldo que certifique que todos los meses ganás plata. ¿Cuántas personas tienen todo eso? Casi nadie, o sólo los privilegiados. ¿Y qué más significa? Que la inmobiliaria, que no genera nada, se queda con el dinero y con el control de quién puede alquilar y quién no. Está todo hecho para que funcionen las cosas parasitarias y no las que crean, dan vida. Así sucede en todos los órdenes. Ahora, si te organizás en un grupo y te autogestionás con lo que tenés, empezás a romper todos esos mecanismos de opresión. Además, descubrís muchas cosas cuando trabajás para y con otros. Ves a tu compañero mejor, ves que las cosas grupales van progresando aunque sea de a poco, que se va cumpliendo el sueño de alguna manera. Y así el trabajo se convierte en una felicidad, en una herramienta concreta de acción, de cambio.
¿El trabajo y la literatura, entonces, son para vos una herramienta política?
Yo no sé nada de política, yo laburo, hago libros, escribo, pero no hay que ser mago para ver lo que pasa. Estamos mucho peor que en los 70. ¿Cuántas generaciones hay hoy que ya sabemos que no se van a levantar más? ¿Cuántos muertos en vida? Mucho más que 30 mil desaparecidos. Son millones, son la mitad de la población. Y la política de Kichner, que tanto habla de derechos humanos, ¿no es también responsable de que esto suceda, de que esto no se detenga? No soy un tipo de gran conciencia social, es algo que descubrí hace relativamente poco, a través de mi trabajo en la cooperativa, a través de la literatura. Y no hubiese llegado a vivir esas experiencias si no no hubiese sufrido antes la explotación, la humillación, la indignidad de trabajar en la maldita década del 90. Sin esa rabia, esa impotencia, esa sensación de que era imposible hacer nada, no hubiese llegado nunca a escribir. Escribir fue para mí el camino hacia la libertad.
¿Qué le dirías hoy a ese repositor de supermercado que fuiste?
Podría decirle muchas cosas, pero básicamente, que hay otra manera de vivir, pero no es fácil ni cómoda. No es gratis. Para alcanzar la libertad, la felicidad, hay que arriesgarse.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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