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De la 1 al 130: historia de Abuelas y nietxs
Desde Tatiana, la primera nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo hasta la restitución de Javier, nieto 130, historias que revelan qué mecanismos se activan en cada recuperación. Las investigaciones, las dudas, la identidad, los silencios, el deseo. La memoria en tiempos de olvido. Cómo se puede correr los límites de lo posible, y hasta de lo científico, para vencer a la mentira. Por Lucas Pedulla
Cuando Santiago Bidegain se asomó a ver quién aplaudía afuera de su casa en Capilla del Monte, Córdoba, notó que era una mujer que no había visto nunca en su vida.
-¿Puedo pasar?- le preguntó.
La mujer entró. Le explicó que era la amiga de una asistente social de la Comisión Nacional de Identidad (CONADI) y le dejó dos números de teléfono: “Necesitan que te contactes con ellos. Tienen una información para darte”. Santiago llamó al día siguiente. Su pulsación aumentó. “Tenemos una información para darte”, le repitieron. “Acercate a la sede de Abuelas en Córdoba. ¿Cuándo podrías viajar?”. Santiago respondió: el martes 25 de octubre.
Santiago asoció: después de la insistencia de sus amigos, de su pareja, de su padre adoptivo antes de morir; después de tener la certeza interna durante toda su vida, de saber que había nacido en 1977; que había sido encontrado en la esquina de Ramallo y Grecia, a tres cuadras de la ESMA; y que quizá hubiera alguien, algún hermano, algún tío o alguna abuela buscándolo a él, se decidió, y en 2006 se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba a dejar una muestra de sangre. Pero la muestra le dijo que no, aunque había un 17 por ciento de coincidencia, la respuesta fue no, hasta que se pidió los días en el trabajo, y solo, el 25 de octubre de 2016, se acercó y lo atendieron y le dijeron que su muestra – ahora sí- había dado una coincidencia del 99,9 por ciento con la familia Darroux Mijalchuk y, como si fuera poco, que tenía un tío que lo estaba buscando hacía 40 años.
Santiago escuchó. Le dieron el teléfono de su tío, a quien también le comunicaron la noticia, pero a quien le recomendaron que esperara el llamado. A Santiago le dieron otra información: su mamá, Elena Mijalchuk, había desaparecido estando embarazada. Se quebró. No podía llamar a nadie. Fue entonces que en su casa, en Capilla del Monte, sonó el teléfono.
Atendió Vanina, su compañera.
-Hola, ¿está Javi? –preguntó la voz.
-¿De parte de quién? –contestó Vanina, nerviosa, aunque sabía que sólo una persona en el mundo podía llamar a esa casa y preguntar por Javi, y no por Santi.
La voz dijo:
-Del tío Roberto.
Después de 40 años, Roberto había encontrado a su sobrino.
A Javier Matías Darroux Mijalchuk.
Al nieto 130.
1. El antídoto
a historia de cada recuperación es un abrazo, pero también la de un latido de una institución que lleva 42 años de regar las noticias más conmovedoras en tono social, histórico y político. El número dicta 130, y aún faltan otras 300, pero desde diciembre de 2015 la comunicación de Abuelas se convirtió en algo más que estadísticas: un antídoto de energía vital contra lo que podemos llamar macrismo; el intento de cercamiento no sólo de nuestros bienes comunes y nuestros cuerpos, sino también de nuestra memoria. Un espejo: el 28 de diciembre de 2017, Abuelas anunció la restitución de la nieta 127, hija de Carlos Poblete y María del Carmen Moyano, cuando aún dolía la represión a las protestas contra la reforma previsional de una semana atrás.
“Hoy cerramos el año con una noticia feliz”, anunció ese día Estela de Carlotto.
Y no mentía.
Cada recuperación es una enseñanza de cómo evitar que el país se convierta en un desierto.
2. Primera
La primera caricia restituida por Abuelas en Argentina es Tatiana Ruarte Britos, en 1980. Dos años antes, las Abuelas habían confirmado el fallecimiento de Emiliano Ginés Scotto, de 11 meses, hijo de Marta Ester Scotto y Juan Antonio Ginés, asesinados el 14 de octubre de 1977. El bebé había nacido con Síndrome de Down y había sido entregado a unos vecinos, que lo llevaron al Tribunal de Menores N°1 de Lomas de Zamora, a cargo de la jueza Delia Pons. Las Abuelas denuncian que la jueza nunca intentó localizar a sus familiares y lo envió a Casa Cuna, en La Plata, como NN, a pesar de que sabía su identidad. Emiliano murió diez meses después.
En 1979, gracias a la organización brasilera CLAMOR, las Abuelas localizaron en Chile a Anatole Boris y Victoria Eva Julien Grisonas, hijo e hija de Victoria Lucía Grisonas y Mario Roger Julien, secuestrados y desaparecidos el 26 de septiembre de 1976.
En 1980 llegó la restitución de Tatiana y de su hermana, Laura Jotar Britos, el primer encuentro de Abuelas en el país. Tatiana habla desde el ex centro clandestino, hoy Espacio para la Memoria Virrey Ceballos: “Fue el primer caso donde las Abuelas no sabían qué hacer”.
3. La erre
Tatiana nació en democracia, el 11 de julio de 1973, en Córdoba. Es hija de Mirta Britos Acevedo y de Oscar Ruarte, militantes de la FAL-22 y del PRT-ERP. Al tiempo, se separaron. Tatiana viajó con su madre a Villa Ballester, conurbano bonaerense. Su papá fue secuestrado el 17 de agosto de 1976 en Córdoba. Su mamá había formado pareja con Alberto Jotar. En agosto del 77 nació su media hermana, Laura. Les secuestraron dos meses después. “Estábamos yendo a casa: ella, mi hermanita y yo. Mi mamá ve el operativo en la puerta. Sigue de largo. La siguen. Llegamos a la Plaza Mitre y ahí empieza a despedirse. Tengo la visión de varios tipos vestidos de fajina, trata de irse pero la interceptan y la encapuchan y se la llevan. Quedamos varias horas en la plaza. Enfrente había un comercio, cuyos empleados hacen la denuncia a la policía sobre dos nenas abandonadas. A las horas pasa un patrullero, nos levanta y nos lleva a la comisaría”.
Tatiana tenía cuatro años. Laura, dos meses y medio. Fueron internadas en distintos institutos hasta que fueron dadas en guarda al matrimonio Sfiligoy, con intervención del Juzgado de Menores de San Martín, en 1978. Las Abuelas llegaron a ellas el 19 de marzo de 1980.
Tatiana cuenta: “Un cura tercermundista, amigo de mi mamá adoptiva sospechó que podíamos ser hijas de desaparecidos. Hizo la denuncia desde Canadá y activó la alarma. Digo que Abuelas no sabían qué hacer porque nuestros padres adoptivos nunca se opusieron a la historia y, a su vez, veían que estábamos bien. Entonces se dio una adopción simple, donde no se cortan los lazos de sangre, pero seguimos viviendo con ellos. Hay 14 casos similares en Abuelas. Se llevaban muy bien con mi abuela paterna. Viajábamos a Córdoba. Me llevaban a Abuelas y conocía a otros nietos. Es difícil de transmitir porque generalmente se conoce la figura de los apropiadores, que no permiten que se tenga contacto con la familia biológica. Lo que sí me reconoció mi mamá fue que nuestra historia previa no le cerraba. Fue tres veces a preguntarle al juez, y las tres veces el juez le dijo: ‘Señora, estas nenas no tienen familia’. Eso abre todo otro capítulo: la Justicia se encargó de omitir, negar y no investigar, porque encima yo sabía mi nombre completo. Era anotada como NN o Tatiana Duarte, porque no me salía la erre de mi apellido. Se supone que, ante esos datos, el juez puede y debe investigar. Como en muchos casos, no se hizo”.
Eso fue lo que hizo Abuelas.
4. Límites
Lorena Battistiol explica que el área más antigua que funciona en Abuelas es la de Investigación: “Fue el origen de la búsqueda”. Con su hermana Flavia se acercaron en 2000. Son hijas de Juana Matilde Colayago y Egidio Battistiol, desaparecidos el 31 de agosto del 1977. Juana estaba embarazada de seis meses. Lorena comenzó a pensar el archivo de la institución: algunas abuelas empezaban a fallecer, y con ellas se perdía una memoria oral. Hoy funciona un equipo que realiza entrevistas a familiares: hay más de 2.000 realizadas.
La dimensión de la búsqueda: “Investigaban muy artesanalmente, casi de forma detectivesca, con info que aportaba la sociedad: papelitos debajo de las puertas, llamados por teléfono, personas que decían que nunca habían visto a su vecina embarazada y de repente aparecía con un bebé. Y eran muy activas: amas de casa, profesionales, docentes. Y en esa combinación encontraron la fuerza: una sabía sacar fotos, otra manejar. Todo muy doméstico, pero así se acercaban a las casas, hacían fotos, y con información iban al juez a hacer la denuncia”.
Esa lucha también corrió los límites de la ciencia y de la justicia. La pregunta que transformó lo posible: ¿se puede usar sangre de las abuelas y familiares para reconocer a los nietos robados? Construyeron la respuesta visitando academias, investigadores, científicos y crearon así algo único: el “índice de abuelidad”, que garantizaba un 99,99 por ciento de eficacia en la determinación de parentesco. El Poder Judicial lo tomó como prueba y lo aplicó por primera vez en 1984. Mientras, los casos de robos de bebés quedaban fuera de la aplicación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y eso significaba el único resquicio para obtener algo de justicia. Entre 1986 y 2003 (año de la derogación de las leyes) hubo 18 condenas por 13 casos de robo de bebés. La causa más emblemática, el “Plan sistemático de apropiación de menores”, finalizó en 2012: se investigaron 35 casos -25 de ellos eran nietos restituidos-, declararon 200 testigos y el genocida Jorge Rafael Videla fue sentenciado a 50 años de prisión.
Desde el Estado, en 1987 se había creado el Banco Nacional de Datos Genéticos, y en 1992, la CONADI, dos organismos con un rol fundamental en las restituciones. Ambos combinan el trabajo con las áreas en Abuelas, donde trabajan, entre todas las filiales del país, más de 100 personas.
En el nuevo siglo, Tatiana se sumó a Abuelas para acercar su aporte como psicóloga a una nueva área en formación: Presentación Espontánea, a la que ya comenzaban a llegar jóvenes de 20 años con dudas sobre su identidad. También allí Javier Matías se acercó en 2006.
5. Los genes
En 1999 Javier viajó a Córdoba. Estudió un tiempo Filosofía y, luego, Turismo, escapando de su vida. Su mamá adoptiva había fallecido cuando tenía cinco, y entre las discusiones con su papá y su abuelo (“él más tirado a la derecha y yo, a la izquierda”), había una intuición de algo que no encajaba. El abuelo remataba toda discusión con una misma frase: “Son los genes, querido”.
Javier Matías lo confirmaría. En 2006, la muestra había dado negativa porque estaba incompleto su perfil genético. Diez años después ocurrió que el perfil se completó con una muestra de su abuela paterna gracias a que el avance tecnológico permitió que se pudieran comparar 15 marcadores genéticos en lugar de 5.
Decidieron esperar a que actuara la Justicia. “Si mi tío denunciaba antes de 1984, se hubiera vinculado la desaparición forzada con el terrorismo de Estado. La hace en 1999. CONADI arma cuatro legajos de búsqueda: mi madre, mi padre, mi hermana o mi hermano y yo. Pero no tienen la misma fuerza de citar a declarar que puede tener un juez”. Lorena explica que los trámites llevaban años, pero la creación de la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado, a cargo del fiscal Pablo Parenti, agilizó los tiempos. Javier Matías: “Todavía hacen falta piezas”. Por eso, quiso hacer pública su historia.
Lo último que sabe de su papá Juan Manuel es por el relato de algunos familiares. Un primo vio cómo lo subían a un Chevy azul metalizado a comienzos de diciembre de 1977. “Por mi mamá no se conoce ninguna militancia, pero se llamaba Elena y se hacía llamar Alicia. Su padre era comunista. Cuando mi padre está secuestrado, escribe un ayuda memoria con preguntas que reflejan que no era una típica ama de casa”. El relato de los hechos es confuso: según cuenta, Elena habría recibido una carta de Juan Manuel para encontrarse el 26 de diciembre en Capital Federal. “Coordina que vaya a esa esquina conmigo y que nos van a sacar del país. No sabemos. Mi papá tenía instrucción militar. Trabajó en Prefectura. Hay diferentes hipótesis que manejamos de cuál pudo haber sido la situación. Lo que pedimos es que la Marina desclasifique los archivos para ver qué había de mi viejo, para poder saber algo de verdad”.
Elena estaba embarazada de dos meses. Desde ese momento, ambos están desaparecidos. Javier Matías apareció a tres cuadras de la ESMA. Allí comenzó su tránsito a ser Santiago Bidegain. “En mi caso la adopción fue legal. Lo que no se respetó es que, cuando se encuentra un NN, antes de darlo en adopción plena, hay una obligación de parte de la Justicia de publicar fotos del niño y tratar de buscar a los familiares biológicos. Eso no se hizo”.
La jueza que intervino en su adopción fue María Romilda Servini de Cubría, quien no aceptó ser entrevistada para esta nota.
6. Lo sistémico y lo colectivo
No es casual que las voces de esta nota sean nietos y nietas. Gabriel Corvalán habla de un traspaso generacional. Tenía dos años cuando su mamá, Mónica Delgado, y su papá, Eduardo Corvalán, fueron secuestrados, el 22 de julio de 1976. Militaban en el ERP-22. En 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Eduardo.
Su mamá sigue desaparecida. Estaba embarazada de tres meses. Gabriel se enteró recién en 2006, cuando conoció a compañeros de militancia de su papá. Durante los 90, la CONADI había intentado contactarse con la familia, sin éxito. Junto con su hermana, Mariana, se criaron con sus abuelos maternos. Según la segunda mujer de su abuelo, que vivía al momento de la revelación, no sabía nada. Él no le creyó. Así se acercó por primera vez a Abuelas, para buscar a su mamá y a su hermana o hermano, después de toda una vida que sintetiza en un dato: “Fuimos a un colegio católico donde el cura que nos entrevistó nos dijo que una de las condiciones para ingresar era que no podíamos decir que éramos hijos de desaparecidos”.
Tatiana explica que ese cambio de noción es pasar de lo individual a lo sistémico: “Javier Matías cuenta que hizo el click cuando dejó de pensar en él y que, más allá de saber si era o no hijo de desaparecidos, podía haber un familiar, alguien, buscándolo. Ahí el eje está puesto en el otro. Y a nosotros también nos pasó: darnos cuenta de que quizá no podíamos salvar lo que sucedió en nuestras vidas, pero que sí podíamos salvar la forma de dejar de sufrir. ¿Cómo se sale de ese sufrimiento continuo que uno puede llevar toda la vida? Personalmente, la primera batalla fue contra mí misma: me niego a ser víctima. Y es una decisión. No todos la pueden hacer. El trabajo es diario. Y por eso también en Abuelas se creó un área de Fortalecimiento, que es de apoyo, desde trámites por sus identidades hasta la complejidad personal. Pero todo este engranaje, a su vez, no es posible sin la intervención de una enorme cantidad de gente que trabaja en pos de la búsqueda de Abuelas. Funciona porque hay un deseo atrás, que nos motoriza, y que no se detiene”.
7. Sumar
Javier Matías inició todos los trámites para cambiarse el nombre. Vanina se va acostumbrando: le dice Matisan. Sus amigos le siguen llamando Tango, por Tanguito Feroz. Es hincha fanático de San Lorenzo y cuenta que siempre odió las fotos y la exposición.
¿Cómo te llevás con tu terremoto?
A lo largo de mi vida fui adoptado muchas veces. Ahora me adoptó una enorme familia con conciencia social y militante, acorde a mi proceso y mi tiempo actual, en medio de un gobierno negacionista. Sumar a mantener la memoria, a incentivar no sólo a los jóvenes que nacieron entre el 76 y el 83 sino a todas las familias que tienen dudas, es una responsabilidad civil. No podemos mirar para otro lado.
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