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Rap en Paz: Paz Kümelen Berti
Entre la cumbia, la cultura barrial, el trap, el rap y el reggaetón. Entre el sur y Río de Janeiro. Entre los estereotipos binarios. Entre lo mapuche y lo argentino. Entre el baile y la palabra. Por Ignacio Damiani
Paz tiene unos rasgos de belleza hegemónica. Y sino los tuviese, qué. Paz te suelta una mirada eléctrica con unas ganas de vivir que inyectan. Pero si tuviese los ojos apagados, qué.
Bebe un sorbo de café con leche y no tardará en sonreír. Debajo de su mentón tiene impreso el símbolo mapuche Nge Nge, que permite observar, a través de un ojo, las almas.
Nació hace 30 años en Allen, un pueblo ubicado en el Alto Valle de Río Negro. Los lugares comunes han dicho del lugar que el compositor Piero de Benedictis creció allí, que las peras y manzanas son deliciosas y que Osvaldo Soriano se inspiró en esa geografía para escribir el “penal más largo del mundo”. Como toda construcción cultural, las definiciones sobre el lugar tienen diversas perspectivas. Allen, también, es un lugar que no tiene cine y su actividad teatral es casi imperceptible. Vale aclarar: no es que Allen no tiene literatura, lo que no tiene son librerías.
Desde ese territorio, emergió la obra artística de Paz Kümelen –“estar en paz, ser feliz”, en idioma araucano- Berti. Su arte se plasma desde su identidad que no soporta categorizaciones. Ella misma se define como trans no binaria, activista, mapuche, rapera de barrio, sudaca. Le re contra cabe el neologismo de “artivista” por la diversidad.
Padeciente de un origen postergado, la búsqueda la llevó a reconstruir su identidad que hoy se volvió su plataforma artística: “Soy marica de barrio y defiendo mis orígenes porque la mayoría de las maricas de barrio vienen de los pueblos originarios. Si vas a los barrios, es donde más vas a encontrar registros corporales de una cultura autóctona. Nos empobrecieron y nos quieren seguir empobreciendo por nuestras identidades. Es desde esa reivindicación identitaria que planteo mi arte”.
Su infancia se recreó en el Barrio Santa Catalina, un cuadrado de cemento y hierro con 32 escaleras que conectan a los 264 departamentos del monoblock construido para cubrir la necesidad habitacional de clase trabajadora en 1982. En un pueblo de 27.433 mil habitantes , en “el Santa” se acumula la mayor densidad poblacional en menor cantidad de metros cuadrados.
La cultura machista, en un barrio picante, parece invadir todo, todo el tiempo: “Mi viejo me decía ‘andá a jugar al fútbol’. Y yo por dentro, pensaba: ‘Ok, dale’. Pero a los dos días me caía la ficha: ‘y no… no me va’. No es que no me cabía el fútbol, lo que no me iba era eso de que debías demostrar hombría. A la vez, tampoco me gustaban mucho las muñecas. Tampoco me sentía mujer. Entonces, me di cuenta de que no tenía por qué pertenecer a una de esas dos cosas”.
Como en la mayoría de los pueblos, la referencia para una marica no binaria en la Patagonia 20 años atrás eran las prostitutas que de noche trabajaban al borde de la ruta. Desde entonces, ser marica en esa geografía significó autocrearse con la información que llega de afuera y contraponerla con la cultura de la masculinidad campestre: el macho de chacra.
Paz cree que hay que proponer arte para que las nuevas generaciones de trans y travestis que forman parte de este tipo de pueblos tengan otras oportunidades. Desde esa concepción, nació en 2017 Patagonia Emergente, su primer disco construido completamente por artistas del sur argentino. El trabajo artístico es un collage de géneros: rapeo sobre bases que se mezclan entre la cumbia, la cultura barrial, con detalles del trap –un subgénero del rap- funk, reggaetón, bajo la mirada del mainstreaming de género. Con voz aguda en portugués y mapudungún (lengua mapuche) escribe y canta:
Sentimos en el cuerpo diferentes energías
Rompemos con las normas, mudamos de anatomía
Creamos nuevas formas, no queremos más estigmas
Ponemos nuestro cuerpo y nuestra mente en sintonía
Importa lo que sentís, no dejes que te dominen
Nuestras vidas, nuestras reglas
Viva su verdadero ser, ser, ser, ser.
Censo trans
La nostalgia recuerda que, dos décadas atrás, el pueblo de Allen se organizó y se llevó puesto al intendente local a través de una revocatoria. Los vecinos se organizaron y juntaron más de 3.200 firmas para llegar a un referéndum popular que decidió la expulsión del intendente en medio de una crisis institucional y financiera. El tejido del movimiento fue perpendicular y su composición se nutrió con un 70% de mujeres. De ahí en más, el rock and roll político para los ojos de los adolescentes transita en una levedad similar a la que padecieron los jóvenes santacruceños a los que Leila Guerriero describió con precisión en el inquietante libro Los suicidas del fin del mundo.
A pesar del paciente trabajo que realiza la Colectiva de Géneros y Disidencias de Allen, la desidia de la dirigencia política y la inercia de un amplio sector social impactan de lleno en el colectivo trans. Un censo realizado en 2017 por el gobierno de Neuquén, la Universidad Nacional del Comahue y organizaciones no gubernamentales, indicó sobre 133 personas trans de Río Negro y Neuquén, que el promedio de vida es de 42 años, que el 45% se prostituye, que más del 55% no tiene cobertura médica y que el 80% no tiene terminado el secundario, fundamentalmente, por ser víctimas de bullyng y discriminación.
Por esas razones, Paz planea llevar sus shows al Alto Valle de Río Negro. Entiende que las miradas lacerantes del pueblo no deben llevar a que los jóvenes se queden sin opciones diversas. Por eso el corte de difusión de su disco lo grabó en su barrio, “el Santa”: “Quiero mostrar alternativas que vayan más allá del género. En el sur ya no hay una única salida que es cosechar peras, o trabajar en empresas petroleras; en todo caso, cada sujeto debe buscarse. Crear su propia identidad. Estamos en plena Patagonia emergente”.
La deconstrucción infinita
La búsqueda artística que mantiene desde muy pequeña terminó por fortalecerse cuando decidió a viajar por Latinoamérica como mochilera. El destino final, en principio, era Colombia. La maravillaba la idea de profundizar los conocimientos sobre la cumbia caribeña. Camino hacia el norte, frenó unos meses en Florianópolis y terminó por afincarse en Río de Janeiro tres años.
En Río tuvo techo, comida y arte: “Me abrigaron en la casa unas maricas amigas, que eran una excepción: tenían privilegios económicos. Ellas me dieron un cuarto regio. Me quedé ahí un tiempo, pero después me fui para la favela en Providencia. Si yo no quería ir a la favela podía no haber ido. Pero para mí fue enriquecedor en todos los aspectos: me había enamorado del funky carioca y la favela era su cuna. Recorrí los bailes, me nutrí de un montón de música y de la cultura negra que me ayudó muchísimo a empoderar un montón de cuestiones vinculadas a mis raíces. Eso representó Brasil en mí”.
En ese país ganó una beca en el Instituto Nacional de Canto Coral. Luego, pasó por Porto Alegre donde plasmó un proyecto con la artista Karina Sieben -entonces MC Cholita- y el DJ Frede Beck. Al poco tiempo, con Cristian Puchel, alias “Cristo Reventón”, comenzó a producir el disco de 10 canciones. Kümelen suelta sus rimas con fuerte contenido político.
Qué se puede hacer cuando el enemigo
Llega encapuchado
Y en una mano ya tiene el mandato
Y en la otra mano
Tiene, tiene, tiene, tiene.
Yo no soy ese tipo de persona
que olvida sus raíces
Solo para estar de moda.
Y no pretendo
Cambiar mis ideales
Agradezco de esa fuerza
Que me dan mis ancestrales
No necesito de tu aprobación
Si me llaman terrorista
Por cantar una canción
Y aquí vengo a mostrar satisfacción
de tener una postura contra esta represión.
“Desde mi arte trabajo mucho la idea de que las trans tenemos que cobrar lo mismo o por arriba de la media, por las postergaciones. En mi caso, porque además de proponer una obra de calidad estoy acercando una cultura emergente. No quiero ganar lo mismo que un heterosexual que obtuvo su dinero desde un lugar de privilegio. Venimos de un lugar desigual. Es justo ganar más. Una trans con dinero, es también tener un arma para luchar”.
A la vez, piensa que la deconstrucción debe ser infinita: “Tampoco quiero quedar encorsetada a la mirada de las formas del ser de una cultura mapuche. La categorización siempre está ahí, poniendo marcos, cercenando libertades. Hay que partir de cero permanentemente. Intento romper con el estigma entre las trans que es necesario poner en jaque. Si sos mujer trans tenés que tener tetas, culo, tenés que comportarte así…, no, pará, también hay que deconstruir eso”.
Paz busca penetrar a través de su cultura no binaria. Quiere romper los viejos estigmas: “Mi show es una especie de Educación Sexual Integral para adultos. No soy la única que está en esta línea: me inspiran Sara Hebe, Susy Shock, entre otras. Creo que todas soñamos con un festival solo de travas y maricas, toda la disidencia junta. Queremos difundir a la sociedad nuestra cultura trans. No hay que tener límites con los espacios, todos deben ser ocupados. Hay que terminar con los prejuicios. Hay que perder el miedo. Los lugares de dominación terminaron. Somos la generación que dice: se acabó”.
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