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La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

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Ecritora y actriz de cine, teatro y tevé, se consagró con Las malas, una novela sobre una comunidad trava. Su historia y mirada sobre el feminismo, la intuición, los cuerpos y los deseos. ANABELLA ARRASCAETA

La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

Foto: Martina Perosa


Tac. Trrac. Tac. Trrac. Camila Sosa Villada llega taconeando con la rodilla derecha que le duele después de haber salido a correr como parte de su “conducta saludable”. Hace cinco horas aterrizó en un hotel en la zona Congreso proveniente de Córdoba, donde se fue a vivir cuando cumplió los 18 años. Nació en 1982 en La Falda y vivió su adolescencia en Mina Clavero, un pueblo de cinco mil habitantes en un valle rodeado de montañas: “Te levantabas todos los días y veías una muralla de piedra gigante que separaba ese valle del mundo entero, de las ciudades, de Córdoba, de la universidad, de las cosas que una sabía que sucedían fuera”, recuerda.
Allí su papá le enseñó a leer y su mamá, a escribir. El primer libro que leyó, a los seis años, fue la biblia para niños; a los once años recuerda leer La casa de los espíritus, de la escritora chilena Isabel Allende. Después, empezó a escribir ella. “Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir”, cuenta Juan Forn en el prólogo del último libro de Camila, que ella misma se lo dijo alguna vez. El segundo acto: salir a la calle vestida de mujer.
No hubo closet del que salir: “Era muy chica y me sentía así”. Camino al colegio se ponía rímel en las pestañas. A los quince años ya empezó a travestirse. “Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja”, cuenta en una charla TEDx que le dijo por entonces su papá. Con la mayoría de edad se fue del pueblo a estudiar Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, y de ahí saltó a estudiar la licenciatura en teatro. Intentó buscar trabajo en call centers o bares como moza, pero el nombre de varón en su documento hacía que sus empleadores no la tomaran. Fue prostituta, vendedora ambulante y mucama por horas.
Hace diez años su mamá y papá le hicieron una promesa a la Difunta Correa para que Camila dejara de prostituirse, y tres meses después estrenó su primer espectáculo unipersonal Carnes tolendas. En ese momento, cuenta, dejó también de consumir cocaína.
Un año después protagonizó la película Mía por la que recibió el premio Premio Maguey, y en 2012 protagonizó la serie televisiva La viuda de Rafael. Más tarde haría teatro con El bello indiferente (2014), Despierta, corazón dormido/Frida (2015), Putx madre (2016) y El cabaret de la Difunta Correa (2017). Hace dos años sumó a su carrera otra serie: La chica que limpia.
En la época en que pasaba las noches en la zona roja del Parque Sarmiento escribía un blog llamado La novia de Sandro; así se llama su usuario de twitter al día de hoy y así se llamó también su primer libro de poemas editado en 2015. Tres años después publicó el ensayo autobiográfico El viaje inútil. Cuando empezó a ser reconocida como actriz Camila borró su blog, pero un fan lo había copiado y tiempo después se lo mandó por mail. De esos relatos salió este año su último libro, Las Malas (editorial Tusquets), donde relata esas noches en Parque Sarmiento a donde llegó para espiar a las travestis y terminó encontrando un lugar de pertenencia. “La complicidad de huérfanas”, define Camila con la alquimia personal que mezcla ficción, magia y biografía.
Las Malas la consagró como escritora y la fila que espera para escucharla en el ciclo Cotorras en MU Trinchera Boutique va de punta a punta de la calle Riobamba entre Perón y Mitre. Camila llegó para la última fecha del ciclo y de la producción la fueron a esperar al aeropuerto “dos maricas que se tomaron el colectivo”. Lo cuenta encantada en contraposición a eventos masivos donde, a pesar del presupuesto destinado a logística, se siente sola. “A mí me quedó un miedo, un residuo en realidad, de que andar sola era peligroso”.
¿Cómo te llevas con la soledad hoy?
Debo admitir que soy muy solitaria. Voy a decir todo lo que no está bien decir: me da la sensación de que no tengo ese espíritu de colectividad que pueden a llegar a tener otras compañeras. Siempre he hecho las cosas sola y, además, en Córdoba es muy diferente. Ahora estoy haciendo una obra en la que estoy dirigiendo a siete personas y es un bardo. Un poco osca, un poco ermitaña, a mí me gusta estar sola y creo que estoy en mejores condiciones que antes. Está un poco sobrevalorada la cosa masiva: yo prefiero un tipo de soledad ética. Recién a los 37 años me compré un lavarropas: no soy una mina que consuma, no tiro basura a la calle, soy consciente de lo que como, de cuánta agua gasto, y prefiero una soledad así que una gran colectiva, que sigue siendo igual que el mundo entero.
En el escribir hay también algo de soledad, ¿o se puede pensar la escritura de otra forma?
Es algo práctico: tenés que estar sola porque si no te distraés. Es necesaria la soledad para escribir, más allá de que después los libros sean grandes compañías. A Las Malas la parí atravesando una separación muy triste, sorpresiva, y el libro estuvo todo el año conmigo: esos personajes, esa historia. Fue una especie de compañía que me hice a mí misma.
Las Malas sin embargo cuenta la historia de una comunidad, de una trama colectiva.
Así como te hablo de la soledad, también te digo que he podido muchísimas cosas porque he tenido buenas amigas, he sabido juntarme con gente que me ha cuidado, que me ha dado de comer; cuando me hicieron daño han estado conmigo en el hospital, en mi casa, donde sea. Incluso mi familia, estando muy lejos, y con todas las diferencias que podíamos llegar a tener, supo acompañarme mucho. Es el amor, estamos solos en el amor. Por más que sea con gente, siempre estamos solos.
El cuerpo es algo que también está muy presente en el libro, ¿tu vínculo con la soledad te permitió otra relación con tu propio cuerpo?
Comenzar a ganar dinero me permitió desenvolverme de una manera distinta a que si yo tuviera todo el tiempo que estar interactuando con personas para sobrevivir, para hacer dinero, para trabajar. No es que gane fortuna: me alcanza para pagarme una entrada al cine, para vivir bien, sin lujos, sin excesos, pero bien.
¿Qué significa hoy vivir bien?
Creo que es no quedarse con el pan de nadie, no quedarse con un alimento que le corresponde a otra persona, ser generosa. Vivir bien es estar tranquila en mi casa. Como lo que me gusta, me levanto, escribo, escucho radio, salgo a trotar, salgo a andar en bicicleta: hago cosas que me dan muchísimo placer y son de bienestar. Yo entiendo que hacer deporte es vital y eso me estructura el día de una manera que a mí me hace muy bien. Respiro, me hidrato, esas cosas que a las travas todavía no se les permite del todo: pensar en el dinero y pensar en la salud, en tener una conducta saludable. Cuando hice Carnes tolendas en 2009 dejé de drogarme y fue una especie de señuelo, de saber que por ahí había algo, de que tenía que ir por ese lado. Y un montón de cosas se me organizaron sobre ese pensamiento sobre mi salud.
¿Sos metódica?
Mucho. Muy disciplinada.
¿Y para escribir?
No sé si exista la disciplina en ese sentido. Yo escribo todos los días, inmediatamente cuando tengo el deseo lo hago, sobre todo cuando me enamoro de lo que estoy escribiendo, como los amantes: tú tienes ganas de estar con ellos cuando te gustan.
Lo físico también está muy presente en tu libro
Cuando yo era pendeja tenían mil maneras de vivir un amor: se podía ir al cine, ir de fin de semana a las sierras, juntarse a comer al mediodía, salir al mundo. Con las travas los tipos tenían todos esos pruritos de que no nos podían ver, de que no podían admitir que le gustábamos, entonces todo se dilucidaba en un campo que era puramente sexual. Mis viejos hicieron una promesa para que yo dejara de prostituirme y a los tres meses estrené Carnes tolendas, y cuando fui a la Difunta Correa vi a toda esa gente que iba a pagar la promesa que habían hecho con su cuerpo: llegaban de rodillas, arrastrándose, arrastrándose de espaldas. Yo decía: ellos están pagando con lo único que tienen. Y es con lo único que nosotras podíamos pagar absolutamente todo hace diez, cinco años. No contábamos con otra manera de poder pagar el precio de vivir en una cultura como ésta. La única manera era con el cuerpo. Creo que me ha pasado todo por ahí.
¿Qué significa poner el cuerpo?
Me acuerdo como nos vestíamos nosotras en los ‘90, a principio de los 2000, y yo decía: esto es poner el cuerpo realmente. Ser travesti y salir así desnuda a la calle, tomarte un colectivo para irte a la zona roja, tomarte otro colectivo para volver luego de toda la noche: eso es poner el cuerpo. Lo que sucede es que también hay mucha pacatería desde el progresismo y desde el fascismo alrededor del cuerpo.
¿Y cómo salimos de esa pacatería?
Creo que haciendo lo que estamos haciendo: viviendo nuestros cuerpos como más nos gustan, la discreción para vestirnos, para nuestro peso, para nuestro color de pelo, para nuestro maquillaje. La única manera es es pensarse constantemente. Las personas que estamos interesadas en otra forma de amar, en otra forma de vivir, estamos pensándonos constantemente en forma relacional.
Sostenés que el movimiento trans – travesti le da hondura al feminismo, ¿por qué?
Primero porque pone en jaque lo que es ser mujer, pone una cuña que no permite cerrar una puerta como antes, entonces las personas tienen que empezar a preguntarse: qué es mujer, qué es varón, qué es heterosexual, qué es sexualidad, qué es identidad, incluso. Son cosas que no puede dejar de preguntarse el feminismo. Luego porque traemos una perspectiva que es la perspectiva del margen, la perspectiva de estar del otro lado de la vidriera mirando hacia adentro de un lugar en el que hay un cristal. Somos grandes observadoras: eso transforma al feminismo por el solo hecho de que es una mirada que viene a contaminar.
¿Qué preguntas creés que se está haciendo esta época?
La igualdad es una de las cosas que nos estamos preguntando desde diferentes lugares. Lo que pasa en Chile, en Barcelona, en Ecuador, lo que pasa en Argentina también tiene que ver con una especie de descontento, de decir: estas cosas no están bien. Esa me parece una de las cosas que nos preguntamos. Luego, el deseo. Estamos constantemente preguntando qué estamos deseando y qué no por más de que los deseos están conducidos, inventados; nos estamos preguntando contantemente sobre ellos. Nos estamos preguntando por la belleza. Estamos haciendo bien las cosas. Nos preguntamos sobre las infancias, sobre les niñes. Me parece que la pregunta más grande que tiene la humanidad ahora es sobre el medioambiente, sobre las maneras que se extrae la vida de la tierra para hacer dinero.
El extractivismo de la tierra y de los cuerpos.
Y de las personas. El neoliberalismo está haciendo que vos no te puedas encontrar con tus amigas porque estás agotada. El hecho de que vos no puedas irte un martes a la noche con tus amigas a tomar una cerveza porque estás agotadísima de trabajar quiere decir que hay algo que está sucediendo sobre los cuerpos. Porque además ellos saben que podemos mucho más, que podemos resistir y hacer y dar mucho más de lo que estamos dando. Está bueno que nos preguntemos nosotras porque ellos ya se han preguntado, y se han respondido. Nosotras estamos en el momento de la pregunta, que es el más lindo.
¿Cómo pensamos otro horizonte para niñes, para el futuro?
Los niños siempre se han preguntado lo mismo. Yo me recuerdo de niña en una familia muy violenta, mi padre era un tipo con problemas con el alcohol, con la violencia. Recuerdo la sabiduría de tener 10 años y decirle a mi madre: “vete, vámonos a vivir a Mendoza”. Nadie le podía decir eso a mí mama: se lo decía yo. Creo que los niños se hacen esas preguntas y están atentos al mundo, se vinculan a través del cuerpo con las cosas. El tema somos siempre nosotros, los grandes, los adultos. De todas maneras, me parece que ahora hay gente dispuesta a escucharlos.
Vos reivindicás mucho la intuición travesti.
La intuición travesti está ejercitada como un músculo. La intuición y el miedo, que son dos cosas que van de la mano. Cualquier persona cis heterosexual entiende que sentir miedo es algo que está mal. Yo creo que gracias a haber sentido miedo he zafado siempre de cosas muy horribles, de cosas que me podrían haber hecho mucho daño. Había juntado $400 para ponerme silicona, estaba esperando con una amiga, las dos sentadas en el departamento de la traba que era la que hacia las inyecciones, y vi salir a una chica muy adolorida del cuarto. Sentí terror. Dije: “yo de acá me voy” y me fui prácticamente corriendo con mis $400 enrolladitos en el corpiño, porque sentí miedo y porque le di bola a eso. Me ha pasado muchas veces, con muchas cosas. En mi caso creo que el miedo y la intuición están entrenados, que de ninguna manera me paralizan. He sentido miedo y he atacado. En ese sentido reivindico hacerse caso a una misma.
El otro método que describís es que cuando todos dicen algo, vos hacés lo contrario.
Yo hago la contra siempre. Es hasta ontológico. Siempre ha sido así. Mi mamá y mi papá decían que no hacía caso en nada: a San Martín lo pintaba de amarillo, a los árboles y a las frutas de cualquier color… y los castigos físicos nunca me hicieron nada. Nunca obedecí a nada de lo que me dijeron.
¿La desobediencia también se entrena?
Totalmente. Entonces, debemos entrenar la desobediencia, entrenar nuestra relación con el miedo y entrenar nuestra intuición. No alcanza lo colectivo. Me da la sensación de que el trabajo que tenemos que hacer sigue siendo para nosotras. Hay que hacer un trabajo sobre nuestra intuición, sobre nuestra incomodidad, decir: “si esto me está molestando entonces no me tengo que quedar acá”. ¿Pero cómo haces para decirles a las personas? ¿Vas una por una diciéndoselo? Una por una. Es así, esa es la forma. Las consecuencias de esos encuentros no son cosas que se vean inmediatamente. Tenemos que crear otras formas de organizarnos, de encontrarnos, de organizar cultura.
En este camino de construirte, ¿qué tuviste que destruir de vos misma?
Soy hija de una generación que no tenía posibilidad de reflexionar sobre el cuerpo: las travas teníamos que ser unas bombas. Era la única manera que podías llegar a sobrevivir: suscitar deseo en el otro te mantenía a salvo. Y el mismo que te deseaba era el que te robaba el dinero que te había pagado o el dinero que te habían pagado el resto, o el que te golpeaba, o el mismo que te desconocía en la calle. Entonces yo durante muchos años me perseguí a mí misma con ojos de macho: así soy gustable, así me desean, así no me desean. Eso fue una construcción, y después de eso me tuve que olvidar. Luego las cosas que tuve que dejar en el camino: todos los rastros de masculinidad, de virilidad, los pelos, la barba, a los rasgos que yo consideraba que no debían ser visibles les volví a prestar atención. Destruí y volví a construir. O construí y luego destruí. Voy y vengo. Ahorita estoy disfrutando, esta es la verdad, de poder cagarme en todo. El año pasado cuando estaba escribiendo Las Malas me di cuenta que no tenían nada para darme, no necesito nada de ellos. Eso que estoy destruyendo ahorita lo vivo con mucho gusto, con mucha alegría. No me interesa nada, no me interesan sus miradas, he llegado a un punto que estoy bien conmigo misma. Y creo que la construcción más interesante ha sido la de la lectura: me cuesta mucho leer cosas que no sean de ficción. Entonces me empecé a construir a través de la lectura. Recuerdo ser muy pequeña tener once años y leer La casa de los espíritus de Isabel Allende y había un personaje que era una prostituta que le decía al patrón: ‘présteme $50’. Él preguntaba: ‘¿para qué los quieres?’. Y ella decía: ‘para hacerme la permanente, para comprarme una cartera e irme a la Capital que quiero ser rica y famosa’. A los diez años se la encuentra y ella ya tiene su local Y es la prostituta más importante del cabaret, se lo encuentra a los otros 10 años, y ya ha hecho otra cosa. Si yo pienso en lo que he hecho también ha sido más o menos lo mismo: dejar un pueblo, irme a la Capital, hacerme la permanente, embellecer de alguna manera una imagen que una tiene de una misma.
¿Cómo es la relación con tu familia hoy?
Nos llevamos muy bien. Yo creo que he hecho un buen trabajo pariéndolos, un buen trabajo educándolos, y ahora solo me dedico a quererlos. Hace poco mi padre y mi madre estaban en una reunión familiar comiendo un asado y un primo de mi mamá empezó a hacer chistes transfóbicos. Y mi mamá le dijo: ‘yo con vos no me siento más en una mesa nunca más en mi vida’. Y vio que a mi papá, que tuvo un infarto hace unos años, le temblaban las manos, entonces le dice ‘vamos’. Se levantan, salen, y mi viejo no se aguanta, vuelve y le dice: ‘donde te cruce, te voy a cagar a trompadas’. Mirá que fuerte. Ellos se empiezan a preguntar cosas, y eso es porque tienen una hija trava. Yo tengo otra teoría: que las travestis nacemos donde nos llaman. Que somos el resultado de un plan familiar. De un plan de las mujeres de las familias. Nos hacen. Ellas nos hacen por algo. Lo que sucede es que luego no se bancan vernos, tenernos cerca, pero creo que venimos porque nos pide una familia.
La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

Foto: Martina Perosa

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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Artes

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

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“Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”. Con esa consigna trabajadorxs de las artes escénicas salieron a exigir la derogación del decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro y pone en serio riesgo al sector teatral independiente. Hubo color y calor, pese a los tiempos oscuros y fríos. El apoyo de la gente en la calle, el fondo del planteo, y la inesperada reacción de Pluto.

Por María del Carmen Varela. Fotos: Sebastián Smok

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

El público en la calle, sumándose al reclamo en favor del Instituto Nacional del Teatro.

La cita fue en la puerta del cine Cacodelphia, en Diagonal Roque Saenz Peña 1150, desde donde partió la colorida y ruidosa caravana que dobló por 9 de Julio y continuó por Av. Corrientes, hasta llegar a Rodriguez Peña. A las dos de la tarde el tramo de la Diagonal entre Lavalle y Corrientes fue punto de encuentro para actores, actrices, músicxs, bailarinxs, cirquerxs y zanquistas que engalanadxs con trajes de colores, vestidos de puntillas, tapados simil piel y elegantes sombreros le pusieron alegría y movimiento a una lucha que viene desde hace tiempo y se agudizó con el decreto que pone fin a a la autonomía y financiamiento del INT, entre otros organismos afectados. Una de las consignas: “Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”.

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

¿Quién dijo que hace frío?

Al grito de “Señor, señora no sea indiferente, estamos defendiendo el teatro independiente” la caravana de la cultura logró su objetivo. Irrumpieron sobre el carril peatonal de una Avenida Corrientes poblada de gente en plenas vacaciones de invierno y nadie quedó indiferente. Aplausos, bocinazos, brazos en alto y muchas gargantas se unieron al canto. El reparto de volantes con el logo de ENTRÁ –Encuentro  Nacional de Teatro en Resistencia Activa– puso palabras al reclamo:

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

¿Te imaginás la calle Corrientes sin teatros?

Las luces apagadas, las pizzerías vacías

Los artistas callejeros sin público

¡Esta peatonal es orgullo nacional!

Y eso es gracias a nuestro teatro

Hoy, nuestro teatro llena la calle de música y color

en este desfile en defensa del Instituto Nacional del Teatro

que para quienes se pregunten ¿qué es y de qué sirve?

Para fomentar y garantizar que el teatro llegue a todo el país

Hace dos meses, el gobierno firmó el decreto 345 que vacía al Instituto

con argumentos falsos sobre su funcionamiento y financiación

¡Al INT, que con los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar,

produce obras, abre salas, genera trabajo y construye cultura e identidad federal!

¡El Instituto no solo implica poco gasto, sino que genera tanto valor!

¡Defendámoslo!

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

Las familias y el apoyo a la creación, al arte y al significado del teatro.

El teatro que habla y Pluto en marcha

Nora es una de las mujeres que no resultó indiferente. Mientras paseaba por Corrientes se topó con la caravana y se sumó con canto y aplauso. “Me resulta muy conmovedor porque están defendiendo lo más precioso que tenemos, nuestra posibilidad de seguir creando. Esta puesta en escena me emociona, es poner en escena el deseo”.

¿Vas al teatro? “Todo lo que puedo, cuando puedo pagarlo”.

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

Los besos vuelan.

Las niñeces se sintieron muy atraídas por la caravana y no dudaban en acercarse a saltar y aplaudir. Frente al Teatro General San Martín, hicieron una parada y allí el Teatro habló:

  • Ay, ay, ay, me duele todo
  • Teatro, ¿qué pasa?
  • ¡Me dieron una piña en la cara! Y en la panza y en las piernas. ¡Me tiembla todo!
  • ¿Por qué?
  • ¡Quieren desmembrarme!
  • ¿Quién?
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  • El teatro explicándo por megáfono la situación.
  • El decreto 345 quiere vaciar mi instituto
  • ¿Al instituto  que produce obras y abre salas en todo el país? ¿Al instituto que genera trabajo y construye cultura e identidad?
  • Sí. (El Teatro llora y casi se desvanece)
  • ¡Cuidado el teatro se desmaya!
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  • Al teatro le da un soponcio.
  • Yo les juro, no hice nada, el instituto recauda los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar, pero parece que no sirvo para nada
  • ¿Qué serían las noches sin tus risas y tus lágrimas? ¿Sin tu forma de imaginar? ¿Sin que nos animes a encontrarnos?
  • ¿Alguien vio un teatro? (Señalan a los distintos teatros de calle Corrientes y gritan: ahí, ahí)
  • ¡Quiero vivir! (grita el Teatro).
  • Si, acá estamos y nos organizamos– replican todas la voces.
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Pluto junto a las familias en la calle, observando y aplaudiendo.

La escena de un Teatro golpeado pero en resistencia, revitalizado por la suma de voluntades que lo quieren vivo, se repitió en la puerta del Teatro Astral, donde mucha gente salía de una función infantil. Una vez más, muchxs se acercaron y acompañaron. Pluto, o la persona con el disfraz del famoso perro creado por Walt Disney, saludaba niñxs a su paso aprovechando la alta concurrencia del Astral.

Una vez finalizada la performance del Teatro que quiere seguir contando historias, la caravana emprendió el regreso hacia el lado del Obelisco. Y hasta Pluto decidió abandonar el teatro comercial y se sumó a la fiesta del teatro independiente, mientras otra mujer con su familia se hacía oír con cuatro palabras: “¡Que viva el teatro!”

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Disparatemos: artistas al poder

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Un experimento con artistas clave de la escena independiente cruzó textos y discursos políticos con música, danza, canto y perfomance en MU Trinchera Boutique. Qué nació como resultado de las Postas Culturales Sanitarias. Los cambios de percepción que implicó la pandemia, la vuelta a los escenarios, la creación de comunidades de sentido y la necesidad de encontrarse, más acá de Zuckerberg. ¿Que queremos ser, y qué no? Por Claudia Acuña.

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