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Tras el ataque a Thelma Fardin en Clarín: el fin de la violencia como una construcción colectiva

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Una declaración motorizada por Periodistas Argentinas y firmada por 368 personalidades de la comunicación, el arte, la cultura y la política invita a reflexionar sobre el rol de los medios de comunicación en la batalla contra la violencia que sufren las mujeres. “El 23 de septiembre pasado se publicó en el diario Clarín una entrevista que un periodista le hace a un director de cine por el estreno de su última película. Desde el primer momento la entrevista se trata de preguntas ponzoñosas sobre la condición de víctima de una de las protagonistas”, sostiene la declaración en referencia a la actriz Thelma Fardin. Luego agrega: “Con actos como esta nota y tantas otras se está instigando a las sobrevivientes a llamarse al silencio”. El texto de Periodistas Argentinas impulsa la construcción de las herramientas necesarias para establecer relaciones sociales sanas, igualitarias y democráticas. Y formula una pregunta a quienes ejercen el periodismo en forma profesional: “¿Cómo están construyendo ustedes una comunicación que no aliente, naturalice ni niegue las violencias?”. Compartimos la declaración completa.

26/9/2020

El fin de la violencia: una construcción colectiva

Un acusado por violación de menores está prófugo. Lleva diez meses eludiendo la justicia. Esa es la noticia que no vas a leer ni escuchar ni compartir en las redes sociales. 

Una sobreviviente de violación logra, tras nueve años de traumático silencio, denunciar el abuso. Logra algo más: que actúe la justicia de un país extraño, avance el proceso judicial y que Interpol ordene la captura de su agresor con la alerta máxima. Para que quede claro, no importa ya si le creés o no a la víctima: si el violador no estuviera prófugo, estaría preso. 

Y logra algo aún más difícil: retomar su vida laboral. Pero esa tampoco es la noticia que vas a leer ni escuchar ni compartir en las redes sociales.

El 23 de septiembre pasado se publicó en el diario Clarín una entrevista que un periodista le hace a un director de cine por el estreno de su última película.  Desde el primer momento la entrevista se trata de preguntas ponzoñosas sobre la condición de víctima de una de las protagonistas. 

Juzgar a las víctimas –sus conductas, su aspecto, su trayectoria, cualquier aspecto o todo– es una forma de disciplinar al resto de las abusadas para obligarlas a mantener el silencio. El método es humillante, amenazador y multiplicador: se trata de producir en una víctima el calvario que vivirán todas si hablan. La respuesta a esta extorsión es un grito y un compromiso colectivo. 

Otro eslabón clave de la cadena que ata a la abusada a su abusador es convertir la palabra “víctima” en una identidad. Aquella que denuncia en voz alta jamás será otra cosa ni podrá separar su nombre de aquel abuso que públicamente nombró. La respuesta para eludir esta condena es la herencia que nos ha dejado la defensa de los derechos humanos: Madres, Abuelas, detenidas-desaparecidas se nombraron a sí mismas sobrevivientes.

Todas las personas que habitamos este mundo somos, de una manera u otra, sobrevivientes de violencias.

Con actos como esta nota y tantas otras se está instigando a las sobrevivientes a llamarse al silencio. De no comprender el mensaje, tu futuro será este, un escarnio mediático y un estigma perpetuo.

Queremos vivir sin violencias, construir relaciones más libres y más sanas, exigimos respeto y sensibilidad social. El futuro tiene que ser algo mejor. Hoy preguntamos a quienes ejercen el periodismo en forma profesional: ¿cómo están construyendo ustedes una comunicación que no aliente, naturalice ni niegue las violencias? 

La respuesta es urgente para las vidas que sufren, callan y están en riesgo: las de sus hijxs, hermanxs, madres, compañerxs, colegxs. 

Piensen en ellas, eso es lo que necesitamos y exigimos que hagan a cada vez que nombren o escriban “Thelma Fardin”.

Porque ya no es una cuestión personal, es colectiva, no es el caso de Thelma, son todos y cada uno de los casos que se aglutinan en ese ejemplo. 

El pasado Nunca Más. 

Apoyan esta declaración:

Periodistas Argentinas – Mariela Belsky (directora Amnistia Internacional)  – Colectiva de Trabajadoras de ARTEAR – Colectiva de Trabajadoras Mujeres de Clarín-Comisión de Mujeres y Géneros de Página12 – Asamblea de Mujeres y Diversidades del diario La Nación – Federación Argentina de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa (Fatpren) – Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) – Sindicato de Prensa de Comodoro Rivadavia – Sindicato de Prensa y Comunicación Social de San Juan – Sindicato de Prensa de Santa Fe – Sindicato Entrerriano de Trabajadores de Prensa y Comunicación –Actrices Argentinas – Bernarda Llorente – Nancy Pazos- Romina Manguel-Lito Vitale – Cristina Banegas – Cecilia Roth – Fito Páez – Pedro Aznar – La Garganta Poderosa -Comisión de Género de la Asociación Argentina de Actores – Norma Durango, senadora y presidenta de la Comisión de la Mujer – Facundo Moyano, diputado nacional – Victoria Donda, directora del Inadi – Emmanuel Horvilleur -Guido Lorenzino, Defensor del Pueblo de la provincia de Buenos Aires – Diego Iglesias – Teresa Cristaldo, Federación Empresaria de Mujeres Argentinas  Profesionales (FEMAP) – Catalina Bonadeo -Catalina de Elía – Silvia Martínez Cassina – Maju Lozano – Gisela Busaniche – Inés Hayes – Liliana Hendel – Carla Peterson – Mónica Antonópulos – Marco Antonio Caponi – Colectiva de Autoras – Liderar Mujer – Erika Halvorsen – Mariana Carabajal – Florencia China Pereiro – Claudia Pandolfo – Carolina Aguirre – Irina Hauser – Carla Conte – Nancy Duplaá – Andrea Pietra – Vero Lozano – Julieta Díaz – Julieta Zylberberg – Violeta Urtizberea – Leticia Bredicce – Laura Azcurra -Claudia Baigorria, secretaria general adjunta de la CTA Autónoma – Marisa Quiroga – Micaela Libson  – Raquel Hermida – Agnes Boaretto – Luciana Geuna – Jeankarla Falon Plaza (INCAA) – Alejandra Paca López, Defensoría Del Pueblo de la provincia de Buenos Aires – Elisa Corzo, ATE  – Julieta Boedo, CTA-A Capital – Clarisa Gambera, secretaria de géneros CTAAA Capital, Directora de Géneros de ATE Nacional – APIMA (Asociación de Productores Independientes de Medios Audiovisuales) – MUA Argentina – Abofem Argentina  – Foro Deuda y Trata – Silvia León, secretaria de Géneros de la CTA Autónoma – María Rachid, titular del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo porteña – Carla Gaudensi, secretaria general de la Fatpren y secretaria de organización del Sipreba – Carolina Fernandez – Jazmin Stuart – Mirta Busnelli – Anabel Cherubito – Celina Font – Laura Cymer – Leonora Balcarce -Patricia Palmer – Tomas Fonzi – Dolores Fonzi – Paula Pérez Alonso – Nelly Minyersky – Marta Montero  – Florencia Halfon Laksman – Florencia Gilardon – Silvina Quintans – Lorena Tapia Garzón – Claudia Acuña – Dolores Caviglia – Ana Torrejón -Karina Noriega – Paola Florio – Alida Chebli – Carmen Umpierrez – Marcela R. Huck – Liliana Castaño – Andrea Mazzei – Daniela Chueke – Julia Varro – Fernanda Moreno -Maru Drozd – Cecilia Conde – María Ripetta- Mariana Mandakovic, secretaria de Comunicación de la CTA Autónoma, secretaria general del Cispren y secretaria de Organización de la Fatpren – Bárbara Arias, secretaria de Comunicación del Cispren (Sindicato de prensa de Córdoba) – Rosana Calnegia, secretaria de Género de Fatpren -Juliana Ditullio – Mariana Grass – Elena Corregido – Patricia Bustamante Quintero- Ana Castellani – Paola Tamburelli – Gaston Ricaud – Lautaro Delgado – Adriana Salonia -Margarita Molfino – Nico García Hume – Romina Richi – Agustín Aguirre – Leonora Balcarce – Estela Garelli – Maria Onetto – Pilar Fridman – Martina Krasinsky – María Laura Berch – Laura Cymer – Andrea Gentili – Teresa Napolillo – Maru Lacourrege – Julia Inzumi – Jessica Fabaro – Marcela Coronel – Fabiana Scherer – Clara Fernández Escudero – Candela Ini – Cecilia di lodovico – Camilo Trigo – Florencia Carrozza – Tuti Romain – Andrea Cukier – Cecilia Fumagalli -Manuela Castro – Carolina Balderrama – Julieta Navarro – Soledad Larghi – María Zacco-Lorena Toso -Úrsula Ures Poreda – Soledad Barruti – Ailin Bullentini – Veronica Zelwianski – Xoana Elizabeth Colli – Susana Vaio – Maria Merlino – Carola Birgin – Karina Wroblewski – Natalia Vinelli – Silvina Acosta – Guadalupe Docampo – Cecilia Guerty – Julia Catalá-Lautaro Bettoni – Alejandra Aristegui – Alicia Muxo – Juan Salinas – Iride Mockert -Maximiliano Zago – Lucia Stella – Juan Olmedo – Juan Barberini – Ailín Zaninovich –Jimena Anganuzzi – Majo Castorina – Guillermo Pfening – Victoria Maurette – Tomás Agüero – Andrés Pabón Koch-Pilar Irusta (prod) – Francisco Bass – Natalia Badgen – Maxi Zago – Gabriela Membretti – Araujo Patricia Edith – Victoria Maurette – Ezequiel Tronconi – Victoria Revecca – Ana Lima-Yazmin – Isabel Mer – Verónica Pelaccini – Valeria Santa Arias – Martina Krasinsky – Norma Celia – Dana Basso – Noelia Prieto -Agustín Boaretto – Carolina Fernández – Iván Gonzalez – Arturo Villanueva – Majo Chicar – Divina Gloria – Agustín Pardella – Franco Torchia – Juan Olmedo – Juan Barberini – Ailín Zaninovich – Jimena Anganuzzi – Majo Castorina – Alejo Ortiz – Patricia Lupo – Natalia D’Alena – Daiana Provenzano – Carla Scatarelli – Julieta Tramanzoli – Flor Limonoff -Verónica Zelwianski – Ornella D’Elía – Giuliana Fossa – Manu Caponi – Soledad García -Sonia Andrada – Agustina Mirás – Juan Ignacio Cane -Tamara Garzón – Ana María Orozco – Alejandra Bavera – Jorgelina Vera – Camila Olmos-Melisa Melcer – Eliana Wassermann – Alejandra Kasjan – Augusto Dellavalle – Camilo Trigo – Florencia Carrozza – Tuti Romain – Andrea Cukier – Leticia Torres – Ornella D’Elia – Camila Pizzo – María Belén López Orozco – Soledad García Quirós – Silvia Tamus – Deborah Damato – Carolina Balderrama – Analía Rivas – Lorena Toso – Lucrecia Alvarez – María José Ralli – Karin Zavala – Gabi Navarra – Gabriela Vulcano – Lara de Alvear – Dora Bretcher – Fernanda Nicolini-Marysol Antón-Chechu Sila Bordoy-Delia Piña-María Fernanda Guillot-Agustina Kämpfer-Ana Laura Pace-Mónica Tracey-Teresa Donato-Lila Bendersky-Paola Butler-Bernardina Rosini-Mónica Beltrán-Maria Helena Ripetta-Noelia Rubenbach-María Belén Croce-Silvia Valeria García-Paloma García-María Martinelli-Noelia Barral Grigera-Gabriela Vulcano-Melissa Zenobi -Gladys Stagno-Luciana Arias  -María Sucarrat – Cecilia Insinga – Teresa Pacitti – Maia Jastreblansky – Julieta Tommasone – Agustina Arredondo -Cecilia Bazán – Silvina Rossi – Lucía Capozzo – Sonia Tessa – Laura García Vizcarra -Patricia López Espínola – Silvina Ajmat – Catalina Greloni Pierri – Luciana Matteuci – Nadia Galán – Agustina Grasso – Josefina Marcuzzi – Gabriela Previtera – Belén Canónico – Liliana Podestá – Federico Bolan – Gabriel Lichtman – Sebastian Tabany – Amancay Espindola – Blanca Rizzo – Fernando Díaz – Melisa Garcia – Paula Wachter – Vanina Visani – María Alicia Gutiérrez – Mora Recalde – Mónica Muñiz – Carolina Ocar- Carolina Justo von Lurzer – Desire Cano – Magu Schavlzon – Noemi Fuhrer – Alejandro Navarez -Graciela Fernandez – Noelia Castaño – Silvina Sosto – María Florencia Actis – Carla Guarnieri – Patricia De Luca – Sara Elizabeth Estefanía Córdoba – Marita Perceval -Macarena Daverio – Silvia La Ruffa – Graciela Morgade – Adela Segarra – Carolina Gaillard – Mara Brawer – Las Mariposas AUGe y Red abolicionista Susi Betker – Colectiva Acá Estamos, Viedma Patagones – Actrices Comarca Viedma Patagones – Viviana García, secretaria de Cultura de la CTA A – Lucila González – Verónica Vidarte Asorey, Facultad de Periodismo de La Plata – Cynthia Pok, secretaria de Formación de la CTA A – Mariana Herrera Piñeiro – Laura Toledo – María Laura Farabello – Melina González -Elvira Onetto – Carolina Sancho – Valeria Bacigaluppe – Sonia Alejandra Gómez – Ana María Castel – Noemi Frenkel – Nico García Hume – Flavia Soldano Deheza – Norma Vera – Andrés Pabon – Alejo Ortiz – María José Gorozo – Vera Czemerinki – Ciro Seisas -Susana Varela – Aylen Bitti Diaz – María Julia Medin – Antonella Garilli – Daniela Pal -Nara Carreira.

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Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

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La marcha en La Matanza, a dos semanas del triple narcofemicidio.

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

En silencio.

La marcha empieza 21:29, horario en el que las chicas se subieron, hace dos semanas, a la camioneta Chevrolet Tracker blanca. Para quienes no conocen este lugar –rotonda de La Tablada, cruce de Camino de Cintura y avenida Crovara, La Matanza–, el silencio que acompaña la movilización de las familias de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez no se termina de dimensionar.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El perímetro está cortado desde muy temprano por la policía bonaerense y apenas algunas motos del barrio o ambulancias urgentes pasan por una intersección que, en un día común, es puro bocinazo, ruido y tránsito sin parar. 

Así, en silencio, esta marcha grita que hace dos semanas ya no hay ningún día común. 

“El barrio está de luto”, dice Brian, un joven muy dulce que acompaña a la familia de Morena. “Antes se escuchaba música, había fiesta, baile. Ahora, nada”.

Eric, de 28 años, al lado de la familia de Brenda: “El barrio está triste”. 

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Las chicas que acompañan a Estela, mamá de Lara Gutiérrez, mueven la cabeza de un lado a otro: “Queremos justicia”, dicen. No quieren decir más. ¿Hay algo más?

De a poco, desde los monoblocks que custodian esta rotonda bajo la mirada de murales del Papa Francisco y Diego Maradona, los vecinos fueron llegando. Algunos volvían de trabajar, otros se sumaban después de cenar. Hay jubiladas, adolescentes y muchos niños y niñas que sostienen velas en cuellos de botellas de plástico. Sabrina, la mamá de Morena, marcha mirando el frente. Paula, mamá de Brenda, lleva en brazos a su nieto de un año. Hay mucho dolor, y son los niños los que marcan con una mirada de fuego una fotografía fuera de lugar, una cámara que parece no respetar este duelo.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En silencio, nadie habla. 

Solo los pasos en una ronda a la rotonda en sentido inverso a las agujas del reloj, como las Madres en Plaza de Mayo, o los jubilados en el Congreso.

Quizá de manera inconsciente, sin saberlo, en este gesto las familias respondan una pregunta innecesaria que circula en algunos colectivos que se desvían de recorrido por el corte: “¿Por qué marchan si hay detenidos?”. Precisamente, porque el nunca más se sostiene en movimiento, como una forma de gritarle a la agenda política y social que este horror no tiene justicia. 

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En silencio, la ronda termina. 

Las familias se reúnen y sacan bengalas y globos blancos que todo este barrio que marcha estuvo inflando durante la tarde. “Ahora”, ordena Sabrina, y los globos se sueltan.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Las bengalas se encienden.

Las familias se abrazan, se descargan. 

Y un nene, que no llega a los diez años, dice lo único que hay que decir: “Justicia”. 

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

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La sociedad contra el narco: cómo se organizan los barrios

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Cómo enfrentan el avance narco dos centros barriales de la Villa 21/24 (CABA) y Puerta de Hierro (La Matanza) que reciben a jóvenes adictos. Lo que cuentan esos jóvenes: la realidad del barrio, los transas, los efectos de la crisis, las cosas que logran transformar vidas. Lo que se puede cambiar y lo que no en esta investigación que compartimos: La vida como viene, publicada en la revista MU.

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro

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Femicidios territoriales: las tramas de la violencia

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Lo narco, la violencia, los femicidios. Un tema que acaba de provocar el horror a partir tres crímenes: Lara Gutiérrez, 15 años, Brenda del Castillo, 20 años y Morena Verdi, 20 años. El Observatorio Lucía Pérez y la Cooperativa lavaca vienen siguiendo e investigando desde hace años esta realidad. Ese trabajo se plasma en un libro que ya está en imprenta: Femicidios, narcotráfico y Estado, del cual adelantamos aquí el prólogo. El concepto femicidios territoriales abarca a aquellos que no se ajustan a los modelos tradicionales de la teoría de género y que no hablan de vínculos de pareja e intimidad, sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con participación de agentes estatales, tales como policías, agentes penitenciarios y fiscales. La definición de lo «narco», el sentido y el contenido del territorio y sus tramas de relaciones, el poder. Y los cuerpos que narran una historia personal y colectiva, que debemos comprender para trazar una radiografía de época.

por Claudia Acuña, Florencia Paz Landeira y Anabella Arrascaeta

Desde el Observatorio Lucía Pérez registramos e interrogamos todos los días las cifras de la violencia patriarcal. Desde ese ejercicio cotidiano sostenido durante ya doce años proponemos la categoría de “femicidios territoriales” para intentar comprender la singularidad de crímenes como los de Lucía Pérez, Melina Romero, Iara Rueda, Luna Ortiz o Araceli Fulles, por citar solo algunos casos paradigmáticos. Se trata de femicidios que no se ajustan a los modelos epistémicos tradicionales de la teoría de género y que no hablan de vínculos de pareja e intimidad, sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con participación de agentes estatales, tales como policías, agentes penitenciarios y fiscales. Participación activa, en tanto que genera condiciones de posibilidad para estas muertes en esos territorios; y también participación concreta, al garantizar y perpetuar la impunidad de esos femicidios, falseando pruebas y entorpeciendo procesos judiciales. Marta Montero, madre de Lucía Pérez, prefiere llamarlos “narcofemicidios”. Sumamos a este concepto la referencia al territorio porque quizá nos permita enfocar los factores que los producen: los narco-femicidios se originan en narco-territorios concretos en los cuales la actividad delictiva ya cuenta con impunidad estatal.

En primer lugar es necesario definir a qué denominamos “narco”:

  • Narco es un término que hace referencia a una actividad criminal que se lleva a cabo “con la participación ilícita de actores del Estado2. “
  • Lo narco opera a través de una necromáquina cuya tarea es acallar, atemorizar y doblegar resistencias hasta esclavizar las fuerzas de producción necesarias para extraer capital de todo lo vivo: cuerpos, territorios, medio ambiente, datos.3
  • Lo narco produce una forma característica de femicidio porque le otorga a ese crimen un significado político y cultural. En palabras de Reguillo, “mata dos veces: la del asesinato y la de tu muerte convertida en dato”. Tal como define la filósofa italiana Adriana Cavarero cuando traza una relación entre el genocidio del Holocausto y estos crímenes, en ambos casos se trata de “una violencia que no se contenta con matar porque sería demasiado poco: al destruir el cuerpo singular constituye el acto del fin no de la vida, sino de la condición humana”.

Lo narco gobierna territorios azotados por las políticas neoliberales que durante décadas destruyeron tanto puestos de trabajo como instituciones estatales que debían contener y reparar las consecuencias.

Estas características unen la postal de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, con la de Palpalá, en Jujuy, escenas del crimen de los femicidios de Araceli Fulles y Iara Rueda. Dominan también puertos como los de Mar del Plata y Rosario, ciudades hermanadas por los nombres de Lucía Pérez y cada una de las mujeres masacradas en balaceras. Pero son solo aquellos femicidios que con gran esfuerzo de sus familias y su comunidad han logrado trascender con nombre y rostro la opacidad que caracteriza toda narco- actividad – desde la venta de sustancias hasta sus crímenes y fundamentalmente, sus activos financieros y redes políticas- lo que nos ha obligado a fijar la mirada en esos territorios.

¿Qué vimos?

En San Martín vimos que Araceli Fulles, de 22 años, estuvo venticinco días desparecida sin que ninguno de los rastrillajes organizados por la policía la encontraran. Su cuerpo fue hallado finalmente por su hermano el 27 de abril de 2017, enterrado debajo de la cama del sospechoso, Darío Badaracco, quien justo en ese momento estaba declarando ante la fiscal, que lo dejó ir. El hombre fue detenido en otro barrio de la periferia dos días después y gracias a que una mujer paraguaya, embarazada y en ojotas, lo corrió y entregó a los gendarmes que militarizaban el barrio. Tiempo después ese único detenido fue asesinado: le hicieron tragar agua hirviendo en la prisión de Sierra Chica, en la que el Servicio Penitenciario tenía a cargo su custodia hasta el juicio. Finalmente, en un tribunal rodeado por miles de personas que clamaban “Justicia por Araceli”, los autores materiales del femicidio fueron condenados a prisión perpetua, pero en enero de 2024 la Sala I del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires absolvió a Marcelo Ezequiel Escobedo, Hugo Martín Cabañas y Carlos Damián Cassalz, quienes habían sido condenados el 4 de noviembre de 2021 por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de San Martín. Los jueces Daniel Carral, Victor Violini y Ricardo Maidana ordenaron su inmediata liberación, cuestionando el accionar del perito Marcos Herrera, quien había ofrecido gratuitamente sus servicios a la familia de Araceli en aquellos desesperados días de búsqueda. Los magistrados en su fallo ordenaron que la Fiscalía General de San Martín investigue su actuación en esta causa, ante la posible comisión de un delito de acción pública, y solicitaron al presidente de la Suprema Corte de Justicia bonaerense y a la Procuración General que “se evalúe la posibilidad de establecer protocolos de actuación en materia de rastros odoríficos, así como en la acreditación de las certificaciones y habilitaciones”. La posible actuación dolosa de este perito dejaba, así, inválida la sentencia. La familia apeló el fallo y hasta hoy la Corte Suprema de Justicia de la Nación adeuda una respuesta. En tanto, los imputados están en libertad.

Por el crimen de Araceli no fueron sometidos a ningún proceso judicial ni el comisario ni los agentes que encubrieron a la banda de narcomenudeo que operaba en el barrio y mató a Araceli. Hubo, sí, varias condenas a autoridades policiales en otros procesos judiciales contemporáneos al que investigó el femicidio de Araceli y que probaron las vinculaciones en ese territorio entre bandas narcos y fuerzas de seguridad. Una de ellas fue en septiembre de 2023, cuando la jueza federal Alicia Vence procesó con prisión preventiva al comisario Osvaldo Javier Calderón y dos oficiales de la Comisaría Primera de San Martín que fueron filmados mientras recibían coimas para liberar a dos integrantes de una banda narco.

Territorios, cuerpos y violencias

Al hablar de territorio nos referimos no solo a la base material y orgánica de los ecosistemas, sino también a la historia y las relaciones que se han entretejido de modo constitutivo. El territorio aparece entonces como una trama de redes de relaciones que, en su dimensión conflictiva y contradictoria, configura experiencias y sujetos singulares marcados por variables procesos de jerarquización y de desigualdad.

Hay en la palabra “territorio” una serie de sentidos contradictorios anudados. Por un lado, en su propio origen etimológico aparece asociada a una voluntad de control y de dominio, en un lenguaje bélico y de conquista. Pero el territorio, en sus usos sociales y locales, también alude al saber de la experiencia, a una relación de alteridad respecto de espacios institucionales y burocratizados. El territorio, en este sentido, puede ser una analogía de la calle o, para decirlo en términos más amplios, del espacio de la vida cotidiana. El territorio también es, en un sentido más literal, la tierra. El cuerpo –nuestro cuerpo– puede ser también vivido e interpelado como territorio, pero no todos los cuerpos se constituyen en territorios en disputa, sino especialmente aquellos cuerpos feminizados, racializados, empobrecidos y marginados. Se va armando así un mapa imaginario de cuerpos y territorios simultánea e inextricablemente sometidos a procesos de desvalorización, violencia y explotación; de despojos múltiples de la vida en todas sus formas.

Pensados los territorios como configurados por relaciones de poder, las desigualdades de género se despliegan y concretan en ellos de un modo fundamental. Desde esta perspectiva, entonces, el territorio aparece como espacio tallado en donde se producen y reproducen desigualdades étnico-raciales, de género, de clase, de edad y deviene, así, un espacio de disputa. Los territorios son campos de fuerza, producto y objeto de disputas, resistencias y dominios. Por lo tanto, están siempre en devenir, nunca acabados, nunca cerrados; contingentes.

¿Es posible trazar una frontera clara y objetiva entre el cuerpo y el territorio? ¿Qué paisaje habita nuestros cuerpos? Al respecto, la filósofa feminista Donna Haraway pregunta provocadoramente por qué nuestros cuerpos deberían terminar en la piel. Los cuerpos están situados e interconectados de forma profunda con la trama de la vida. Pensar en lo viviente desde la interconexión, la interdependencia y la existencia de flujos continuos nos abre la mirada a reconocer patrones comunes que, en nuestro espacio y tiempo, hablan de formas sistemáticas de extracción de valor, despojo y violencia extractivista. Se trata de advertir la concurrencia entre procesos de pobreza y desigualdad, de violencias de género y ambientales, que expresan una lógica depredadora común que exponen cotidiana y persistentemente a las personas, a los territorios y, en última instancia, a la vida.

Hace ya décadas que, desde los feminismos, se han señalado analogías entre la explotación de los territorios desde la lógica de la ganancia capitalista y la explotación de los cuerpos feminizados desde la lógica patriarcal. En este sentido, Vandana Shiva afirma que la apropiación de recursos crea una cultura de la violación: violación de la Tierra, de las economías locales y también de las mujeres. El modelo extractivista concibe a los territorios y los cuerpos feminizados como recursos a explotar y como zonas a sacrificar en función de consolidar una forma de dominación. De hecho, en la base del ordenamiento moderno-colonial, no solo se saquearon territorios, sino también cuerpos racializados y esclavizados. En la actualidad, esta cualidad extractiva, apropiadora y cosificadora de los cuerpos aparece como nodal a la violencia femicida.

Desde esta lente, el extractivismo no es solo un modo de saqueo y explotación de la naturaleza, sino que también implica una racionalidad y una relacionalidad particulares. Es un modo de concebir las relaciones con otros humanos y no humanos y el espacio que co-habitamos. Las prácticas extractivistas se asientan en jerarquías raciales, de género y clase, multiplican las formas de violencia y exacerban las injusticias.

El extractivismo configura no solo territorios sino también relaciones sociales y las subjetividades de quienes los habitan. Se trata de prácticas sistemáticas de extracción de la vida en todas sus formas y dimensiones. Las violencias de todo tipo son consustanciales al extractivismo y se refuerzan como forma de producción de lo social.

Esta relación inherente entre extractivismo y violencia se expresa en la desestructuración de las tramas sociales y comunitarias, en el despojo de los medios de subsistencia y de sostenimiento de la vida, en la polarización y estratificación social, en el agravamiento de la criminalización y la represión estatal y, también, en la violencia contra las mujeres y el recrudecimiento de formas patriarcales de dominación y opresión. Para nombrar este entrelazamiento entre las formas neocoloniales del despojo de los espacios de vida y la profundización de las jerarquías de género, se ha propuesto el concepto de “repatriarcalización de los territorios”. Sobre todo, han sido los estudios sobre proyectos extractivistas vinculados a la minería y los combustibles fósiles los que alertaron cómo estos conducen a la masculinización de los territorios, con un aumento significativo de la violencia de género y la explotación sexual.

En el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries de 2023, en un taller sobre Pueblos fumigados, una mujer decía que nuestros territorios nos exponen y nos entrampan entre el femicidio y el cáncer. En este y otros espacios de activismo, queda claro que las mujeres no son las únicas afectadas por este entrecruzamiento de violencia ambiental y de género, sino que también son las primeras en advertir las consecuencias del modelo extractivista en sus cuerpos, los de sus hijos y los de sus comunidades. Se constituyen, así, en la primera línea de la defensa de los territorios y rápidamente se vuelven blanco de persecución y amenazas cuya expresión más extrema son los femicidios extractivistas.

En este contexto, lo narco resulta un eslabón clave de la cadena de extracción de ganancias en cuerpos y territorios que han sido oscurecidos por la desigualdad social producida por las políticas económicas neoliberales. Lo narco convierte en consumidores y productores a aquellas poblaciones que el sistema formal descarta. La antropóloga Rita Segato lo describe como un segundo Estado. Sin embargo, consideramos que en países no europeos esa dualidad es, en realidad, una unidad y que ese desdoblamiento es la clave constitutiva en la que se establecieron los Estados coloniales para garantizar la gobernabilidad. Recordamos también que en Argentina se utiliza el término “en blanco” y “en negro” para distinguir la economía “formal” de la “informal”, entendiendo por “formal” la del mercado y por “informal” la ancestral. Aquello, entonces, que habita el “Estado en Negro” es la resistencia y lo narco es la respuesta para neutralizarla, ante la impotencia del “Estado en Blanco”.

Desde la perspectiva que venimos sosteniendo, todavía parece necesario remarcar el carácter sistémico y civilizatorio de esta crisis y continuar desanudando las lógicas androcéntricas y patriarcales de las formas de producción basadas en el despojo, la extracción y el aniquilamiento de cuerpos y territorios.

Las víctimas de femicidio y sus familias organizadas en busca de justicia nos enseñaron que para deconstruir las violencias que culminaron en estas muertes no basta con problematizar el amor romántico y los ideales de pareja. Ni tampoco alcanza con desafiar las fronteras de lo doméstico, ni las estrategias de empoderamiento. Se volvió necesario indagar en las fuerzas estructurales y cotidianas que están minando las tramas comunitarias de sostenimiento y reproducción de la vida. Y situar a los femicidios en un aumento generalizado de la violencia, la narcocriminalidad con alto involucramiento policial y penitenciario y de la crueldad y, en términos más amplios, en procesos extractivos y de despojo y precarización de las condiciones de existencia donde todos los bienes aumentan su valor a ritmo constante hasta volverse inaccesibles, excepto la vida, que cada vez vale menos. Mejor dicho, algunas vidas: el componente de clase y raza marca a fuego la categoría de femicidios territoriales.

Desde esta óptica pusimos la lupa en Rosario, ciudad que nos señala cómo el cuerpo de las mujeres emerge como un renovado territorio de disputa en el contexto del entramado narco-policial-penitenciario de la ciudad. Coincidimos con Rossana Reguillo cuando caracteriza a estas violencias como “pasillos”: “vestíbulos entre un orden colapsado y otro que todavía no es, pero está siendo. De ahí su enorme poder fundante y su simultánea ligereza”. La tensión actual es producto de la crisis del Estado en Blanco que deja expuesto al Estado en Negro y provoca la disputa por el control de todo el aparato.

Lo que la violencia hace emerger sin pudor es a aquellos territorios en disputa, sí, todavía. Pero una disputa desigual, invisibilizada por los supuestos creadores de sentido social: medios y academia.

La sociedad mexicana y en especial las mujeres de Ciudad Juárez, batallan desde hace décadas contra la máquina femicida ante el monumental silencio académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor unidad de producción de teoría social iberoamericana. Silencio que funciona como un enorme operativo de lavado epistémico de lo narco.

Los territorios argentinos que luchan hoy para que el narco-fascismo no termine de capturar el aparato del Estado y con él, la democracia, requieren toda la luz y compañía que muchos sectores políticos, culturales y sociales les siguen negando.

Los femicidios territoriales abren surcos y dejan al descubierto hilos de injusticias e impunidad que, como fibra poderosa sedimentada en el tiempo, amenazan a la vida en su totalidad y refuerzan modos estructuralmente desiguales de ser y estar en el mundo.

Acá estamos, entre ruinas, caminando con la tierra resquebrajada de muerte a nuestros pies.

Las mujeres, travestis y trans nos vemos empujadas a pensar desde el dolor para intentar regar nuestros territorios arrasados y dotarlos de horizontes de verdad y de justicia.

Nuestras muertas nos duelen, pero también nos hablan.

Sus cuerpos narran una historia personal y colectiva.

En tiempos de análisis políticos y especulaciones electorales, ¿no son las historias de estos femicidios y transfemicidios las que debemos comprender para trazar una radiografía de época?

Es urgente: enfrente está la muerte.

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