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El resultado de la movilización para la salud: «Hoy se festeja el triunfo»

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Nueve semanas de protesta, 21 días de paro y más de 20 movilizaciones llenas de fuerza y creatividad, para reclamar lo básico: llenar la heladera. La lucha de residentes y concurrentes de los hospitales de CABA logró un triunfo al obtener un 20% de aumento en noviembre, un 12% en diciembre y un mínimo de 200.000 pesos mensuales. Cuánto ganaba un concurrente hasta ahora, por qué esta generación dice «basta» y proyecta un trabajo esencial que quiere dejar de estar romantizado y ser reconocido, más acá de los aplausos.

Por Franca Boccazzi para lavaca.org

La lucha histórica de residentes y concurrentes de medicina que trabajan en los hospitales públicos de Capital Federal logró su objetivo tras las nueve semanas de protesta con 21 días de paro indeterminado sin guardias y más de 20 movilizaciones. Se sumó la Noche de las luces en la que miles de médicos y médicas iluminaron la calle con velas y linternas para mantener su reclamo de recomposición salarial y sueldos para concurrentes.

La Asamblea de Residentes y Concurrentes informó por Twitter: “Después de 9 semanas de lucha, 21 días de paro sin guardias y una movilización hermosa junta todas las familias, hoy se festeja el triunfo. El puntapié a continuar mejorando nuestras condiciones laborales. Seguimos en la lucha. Gracias a todos los que formaron parte”.

¿Qué ocurrió el lunes en esa noche que iluminó de otro modo un trabajo que de esencial parecía haber pasado a descartable? Esta es la crónica y estas son las imágenes de la jornada previa al triunfo, que sirve para entender a una nueva generación que decidió mostrar en las calles su capacidad de hacerse ver.

Varias manos sujetan la bandera principal que avanza a paso firme sobre avenida Santa Fe en dirección a Pueyrredón. En su tela blanca se puede leer “Asamblea CABA – residentes y concurrentes” acompañada de unas llamas pintadas a mano. Detrás, una ola de guardapolvos blancos, ambos de colores y luces están encendiendo el barrio de Palermo con una energía contagiosa. La fuerza y convicción de médicos y médicas que hacen su especialidad en los hospitales de la ciudad porteña se siente en cada salto, abrazo, grito y cuerpo cansado con mochila llena de andar de acá para allá entre asambleas, trabajo, estudio y manifestación.

Generación “basta”

Velas en vasos de mermelada, yogurt o botellas cortadas. Velas de plástico. Linternas de celular. Guirnaldas navideñas, antorchas de cartulina, fuegos pintados en guardapolvos. De la manera que sea, se siente la necesidad imperiosa de ser escuchades por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta con el que, hasta ese momento, la asamblea había logrado negociar un bono de $170.000 para residentes de primer año. Pero no tenían una respuesta concreta a sus dos principales reclamos: la recomposición salarial con un sueldo de $200.000 en mano, y que concurrentes cuenten con ART y perciban un sueldo por las jornadas laborales que hacen de manera gratuita cuatro horas al día, seis días de la semana, durante cinco años. Si bien los sindicatos Federación de Profesionales y AMM anunciaron, mediante un comunicado, que habría un acuerdo por la recomposición salarial, aún no había actas firmadas que confirmaran la medida.

“Después de nueve semanas de lograr algo que nunca había sucedido en la historia de la profesión de salud es importante no aflojar, porque la realidad es que el gobierno nos está bicicleteando semana a semana, no nos dice la información correcta o no nos quiere recibir. Nosotros queremos volver al hospital. No volvemos y seguimos de paro porque no nos escuchan”, explica Lucila Valenzi, residente de tercer año de pediatría en el hospital Rivadavia. Ella tiene 30 años y, a pesar de que lleva un tercio de su vida profesionalizándose, todavía aspira con mudarse a Capital para estar cerca del trabajo y evitar que su papá tenga que esperarla todas las noches en la parada del colectivo después de un viaje agotador. “No me queda otra que seguir viviendo con mis viejos porque no me da para vivir sola, no puedo independizarme”. Aún así, detrás de sus anteojos de marco dorado se ve en sus ojos la convicción de quien sabe que, tarde o temprano, las cosas tienen que ser distinto: “Somos la generación que sabe valorarse, parar la pelota y decir ´basta, así no se puede seguir´: me toca eso y me hago responsable de querer hacer un cambio en vez de quejarme”.

Diego Lagomarsino, que desempeña su labor como jefe de residentes de la especialidad en medicina familiar en los CESAC 21, 25 y 47, cuenta que pudo mudarse después de hacer un gran esfuerzo. ¿Las consecuencias? No para de sacar cuentas incluso para decidir si comprar o no algo en un kiosko. A veces camina 15 cuadras para acercarse a un supermercado más económico y tiene que esperar determinados días para aprovechar ofertas y así abastecerse de los alimentos básicos. La conclusión para definir su situación, después de once años de estudio, es que alquila un monoambiente y no llega a fin de mes. Pero además, opina sobre por qué este modo de vida es el destino histórico de residentes: “Dentro de las carreras de salud hay una cultura de aprender a través de condiciones laborales precarizadas que se ensalza con un romanticismo e hizo que estuviéramos espacios donde se vulneran nuestros derechos y de los pacientes. Sin embargo, se inculcaba que eso era lo que teníamos que atravesar para ser buenos profesionales”. 

El cuerpo de Diego está rodeado de una guirnalda de luces cálidas y, como si no fuera suficiente, lleva una botella luminosa color azul. Todas las ideas creativas para manifestarse dejar entrever el reclamo desesperado al Estado y el pedido de ayuda a la sociedad para visibilizar la lucha. “Esto ya es más profundo y filosófico, pero creo que para hacerle bien a otro primero tiene que estar bien uno. Necesitamos poder estar descansados y no estar pensando en que hace 36 horas que no dormimos o que no llegamos a fin de mes mientras estamos atendiendo a un paciente. Nuestra atención tiene que poder estar puesta plenamente en la necesidad de la persona que tenemos enfrente”, concluye el médico.

Necesidades básicas

La calle parece una rockola viviente que no para de desplegar el sinfín de canciones que ya son parte del repertorio estable en cada movilización. La batucada de más de 20 médicos y médicas tiene una precisión que denota la cantidad de horas de reclamo a viva voz durante las últimas semanas. “¡Con aplausos no se llena la heladera, este sueldo no me alcanza pa´una mierda, che Larreta no sea tan vigilante, salario digno para esenciales!”, es uno de los hitazos del momento y no es casual. El contraste entre los aplausos para el personal sanitario que sonaban durante la pandemia y la escena actual es notoria: cada persona que sale al balcón con una luz o sus palmas es una bocanada de aire única porque, a pesar de los cantos, las luces, miles de personas cortando la calle y el pedido por megáfono de que los vecinos y vecinas salgan de sus casas para apoyar el reclamo, es muy poca la gente que acude al llamado.

“Nunca se vió que colegas renuncien a sus trabajos en hospitales públicos y esto ahora está sucediendo. Por eso le pedimos a la población que se sume a este reclamo, porque son los destinatarios de la salud pública, o lo fueron o lo serán ellos, sus hijos o sus nietos, y ya está sucediendo que no va a haber profesionales para que se que atiendan”, dice Jimena Roca, que se especializa en cirugía plástica reparadora y trabaja en la guardia del hospital Fernández. Porque la preocupación no es solamente por los sueldos bajos en sí, sino el vaciamiento de la salud pública producto de la precarización laboral. En sus manos lleva un cartel que explica su situación: “Soy médica con 14 años de antigüedad y mi básico es de $8.631,30”. Ella tiene apenas un poco más de suerte que los y las residentes a quienes les toca un sueldo de $4.700 a $5.700 que luego se llena de ítems y adicionales para llegar a una suma que sigue siendo insuficiente para cubrir las necesidades básicas. 

La marcha finaliza con un repaso de los pasos que siguen y la premisa es contundente: la lucha no se abandona hasta no ver actas firmadas con el cumplimiento de las demandas. 

Tres médicas acompañadas de una guitarra cierran el evento cantando La cigarra y Hablando a tu corazón, dos emblemas musicales de las resistencias en Argentina.

“Somos miles de personas en la calle con las luces encendidas para que la salud pública no se apague”, se escucha por el megáfono. 

Lejos de terminar, la lucha para reivindicar los derechos laborales y de salud, impulsada por la nueva generación de médicos y médicas, está más prendida que nunca.

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Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día. 

La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán. 

En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.

En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas. 

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En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica. 

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En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

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Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.

En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

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Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.

Más información en www.observatorioluciaperez.org

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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

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Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.

Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

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“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

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Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


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