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La juntanza: Federica Folco y Avelina Rogel. Arte, Residencia y resistencia

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Avelina es autoridad espiritual de los pueblos originarios de Ecuador (y además ingeniera agrónoma, y especialista en etnomedicina). Federica es creadora, referente de danza contemporánea y a la vez de colectivos sociales del Uruguay, Encabezaron una residencia en Buenos Aires para templar cuerpos e iluminar posibilidades de hacer. El poder, la reciprocidad, la voluntad entregada, lo que se le extrae a cada persona, la depresión, lo esférico y lo comunitario: prácticas e hipótesis para salir del automatismo y las vidas desarmonizadas. Por Sergio Ciancaglini.

La juntanza: Federica Folco y Avelina Rogel. Arte, Residencia y resistencia
Federica Folco y Avelina Rogel. Fotos: Lina Etchesuri

La conversación no ocurre en un claustro académico, foro intelectual, comité partidario o comisión parlamentaria, sino en un lugar que suele ser más crucial y profundo, aunque sin tanta prensa: una cocina.  

Avelina Rogel Tumbaco es ingeniera agrónoma, completó un doctorado en Bioética en México y la carrera de Etnomedicina en Francia, pero primordialmente es considerada autoridad espiritual por los pueblos indígenas reunidos en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE). Ese título no se gana solo estudiando sino viviendo, y lo otorga el jurado examinador más riguroso: las personas y comunidades que ven lo que ella hace cotidianamente. Es nieta e hija de cuidadores de la salud y su consultorio en Quito remite justamente a las psicoterapias holísticas combinadas con las búsquedas de sanación que aprendió desde chica. “Sin desmerecer los aportes de la ciencia sino integrando otros enfoques terapéuticos que pueden mejorar las prácticas de la medicina”. 

Tiene una cuchara de madera en la mano, Avelina, o Mama Ave, como le dicen en su tierra. Está estratégicamente ubicada entre la mesa de mantel colorido, la mesada roja y una olla de metal sobre el fuego, mientras habla sobre asuntos geopolíticos, culturales, espirituales, ecológicos, sociales, psicológicos, filosóficos & afines según los nombraría una mirada convencional que divide y clasifica todas esas cosas que para ella forman parte de un conjunto que se cocina en la misma olla.  

A su lado, Federica Folco maneja el mate con sapiencia uruguaya y además va aportando lo suyo a la olla. Es licenciada en Filosofía, docente, creadora, investigadora, referencia en Uruguay de la danza contemporánea e integrante de experiencias comunitarias en barrios montevideanos a partir del Colectivo Pedal: ollas populares, merenderos, las acciones dirigidas a las urgencias más inmediatas, empezando por la de comer. Habla sobre el paradigma de lo cuadrado, el narcocapitalismo, las felicidades entre comillas, Occidente (como se llama al conjunto de países cuyas lenguas y culturas tienen su principal origen en Europa), la colonización de las personas, los gurúes y otras yerbas. 

Viajaron desde sus tierras a la misteriosa Buenos Aires para construir un espacio presentado así por el Observatorio Lucía Pérez: 

“Residencia Arte contra la violencia patriarcal: (A)narcocapitalismo y cuerpos sociales: puesta en escena. Un espacio de formación, experimentación y creación que permita el intercambio no solo de otras disciplinas, lenguajes y miradas, sino de otras culturas, realidades y contextos, todos reunidos y convocados para intercambiar y trabajar en base un mismo eje orientador: el Nunca Más de la violencia patriarcal”.

La descripción de Avelina: “Fue una residencia de sanación, de creatividad, de transformación, trayendo la memoria de nuestras nacionalidades originarias que han guardado sabiduría y formas de hacer que hoy por hoy están siendo relevantes para salir de la desarmonización, de la depresión y ansiedad. Fue un trabajo colectivo en el que se integra la sensibilidad del cuerpo y del movimiento. También se han usado técnicas y medicinas de nuestros pueblos para poder ir desbloqueando los centros motores que integran el movimiento y la acción de cada cuerpo, de cada ser, de cada espíritu”. 

Federica: “Nos toca mirar hacia los lugares donde no hemos mirado. Creo que nos toca también templarnos. Templanza es una palabra que me gusta mucho, porque en esta época nos han hecho creer que todo es el cuidado, el estar bien y el estar bien con uno mismo. Y la felicidad. Y todo lo que nos genera conflicto hay que sacarlo de nuestra órbita, alejarlo. La templanza es algo que nos permite no quedarnos atrapaditos en recorridos que nos dan supuesta seguridad, pero nos hacen perderle el pulso a la vida”.  

Los cinco encuentros se hicieron en MU Trinchera Boutique con la participación de actrices, trabajadorxs, directorxs teatrales, músicxs, psicólogxs, docentes, periodistas, estudiantes, que llegaron buscando un espacio para compartir ideas, sentimientos, incertidumbres y sueños. Para expresarlos y ejercitarlos, como dice Federica, que habla de “entrenar el sentir”. 

Lo que contaron algunas de las personas que participaron: 

“Intensidad, inteligencia, y mucha emoción”. 

“Lo que hicimos permite reconectar con uno mismo y con los demás”. 

“Fue la posibilidad de sentir y de pensar relacionadas con nuestras prácticas. Y de comprender lo común. Al ser cinco jornadas también hubo tiempo, en estas épocas donde todo es apuro. Entonces pudimos profundizar, y no desde lo individual solamente sino de lo grupal”. 

Los detalles quedan para quienes participaron, o para quienes lo hagan en un futuro. Se sabe que “residencia” es un término de enseñanza que se refiere a instancias de formación que integran conocimientos y aprendizajes sobre una práctica real y concreta. 

Avelina postula: “La Residencia fue una juntanza”. Ríe Federica con el mate como antorcha.  

A partir de ese evento nació esta charla sobre el presente, que fue calentándose en la cocina junto con ingredientes que Avelina detalla así: “Una sopa con papitas, zanahoria, zapallo, choclito, cebolla, ajo, pero lo principal es mucho cariño. En Ecuador decimos que una sopa bien hecha, con cariño y caliente, es la levantamuertos”.

La mentira de la soledad

Federica plantea sus impresiones mientras Avelina cuida la olla. El sabor de las palabras en toda esta charla puede resultar diferente al habitual, porque no se trata de conceptos ultraprocesados, saborizados, ni con excesos de azúcar, grasas o dogmas saturados.  

“La Residencia fue un espacio para encontrarnos, y para transformarnos. No fue una actividad individual, sino la posibilidad de sentir el cuerpo colectivo, para saber que estamos juntas. Tengo la sensación, o la certeza, de que es algo que va a trabajar durante mucho tiempo en quienes participamos, porque se encontraron experiencias potentes que han estado iluminando, ayudando a mostrar posibilidades para avanzar”. 

Una idea sobre el poder: “Por eso para mí fue una reafirmación de todo lo que implica el poder, en el buen sentido. El poder como posibilidad, como acción, como gesto. Vernos como parte de una red en la que todas somos importantes, que es una de las cosas que tenemos más en carencia muchas veces. El encuentro mostró la mentira de la soledad. Es imposible estar solo. Pero ese poder que tenemos con los demás está adormecido en nuestras sociedades occidentalizadas, está confundido, alterado. Tenemos la idea de que decidimos como sujetos por nuestra voluntad racional. Que todo está puesto al servicio de mi vida. La naturaleza, los árboles, las personas, mis hijos. Entonces lo que nos permitió entender el trabajo es que la vida no es un asunto solo de la racionalidad y de la voluntad, sino que es un tejido colectivo. Si dependiese solo de mi voluntad, no viviríamos como estamos viviendo. Somos un devenir”. 

¿Y qué sería un devenir? “Asumir que estamos en transformación. Hay algo de la clausura en la visión occidental, el cerrarse. Nos clausuramos a nosotros mismos. Somos de una manera y esa es la manera en la que quedamos atrapados. Sin asumir que en realidad hay una transformación todo el tiempo, no solo por mi voluntad, sino que lo que está siempre en transformación, en devenir: es la vida. Esa es una de las joyitas de Occidente: encerrarnos sobre nosotros mismos. Yo soy Federica, y listo”. 

La juntanza: Federica Folco y Avelina Rogel. Arte, Residencia y resistencia
La artista Susy Shock, con su caja y sus coplas, acompañó los ejercicios. La convocatoria a la Residencia planteó un “Nunca más de la violencia patriarcal” y a partir de allí resultó un replanteo individual y grupal sobre la vida en estos tiempos.

Diosa de la ilusión  

Frente a esa clausura, Avelina entrega la cuchara de palo a Federica y plantea: “La juntanza para mí es que hay una multiplicidad de realidades. Hay realidades que han sido impuestas hace cientos o miles de años y se siguen sosteniendo. Como la realidad occidental, antropocéntrica. Las otras realidades, cosmovisiones, cosmovivencias, quedan al margen. Esta juntanza nos permitió ver que hay otras posibilidades de habitar el cuerpo. Y una de esas posibilidades es entender que no hay frontera entre lo comunitario, lo colectivo y lo individual. No podemos ser individuo sin comunidad que reconozca. Y la comunidad no puede existir si no hay un círculo de individuos que la sostienen”.

Avelina diferencia individuo de individualismo. “Cada uno de nosotros, cada persona es un fragmento de ese gran todo. Y ese fragmento, para ser, necesita justamente comprender que todo está vinculado, que nada está disperso”. 

¿Y eso apareció en esta experiencia? “Lo que voy viendo es que hay una pérdida de memoria. Los hindúes usan una palabra que es Maya, la diosa de la ilusión, que es la forma de perder el sentido y el propósito de estar aquí. Como que hay una creación del sistema capitalista que sostiene la maquinaria y los engranajes que llevan al individualismo. Es un lugar de mucha soledad, de dolor. Frente al propósito, aparece el despropósito. Y empieza la locura de sentir que estamos solos. Pero no: estamos rodeados de diversidad, hasta salimos acá a la calle y vemos un arbolito, un gato, una hormiga, ejemplos de lo infinito que tenemos. Nuestro propio corazón tal vez es limitado y es finito, pero la expresión de la vida es infinita. Como granito de arena que somos, nunca acabaremos de conectarnos con toda esa expresión si lo hacemos desde la mente, porque entonces hay una ruptura. Y caes en la Maya, que es la ilusión de los engranajes, de que todo está separado”. 

La política del abrazo

Avelina anda con ropas de colores andinos fuertes y alegres como ella, una mochila con libros y un sahumador, sombrero tipo Fedora y una cordialidad que desarma. Federica ejerce los rulos y la sonrisa. Saludan a la gente con abrazos, pero son abrazos largos o –mejor dicho– sentidos. Para las comunidades ecuatorianas Avelina es Yachay Mama, o sabia, consideración que no se logra solo por pronunciar palabras. Por eso propone: “Hay que hablar menos y hacer más”.

Federica revuelve esa idea: “En esta conjunción que se armó hay algo muy hermoso y es que Ave viene con una mirada, una sabiduría, que nos permite ver más allá de lo que tenemos y de lo que ya somos. A veces estamos atrapados en la vida cotidiana, en formas, deseos y lógicas. Pero ella vino con posibles concretos”.

Como no todos son abrazos en esta vida, Federica se replantea la palabra destrucción: “Para poder ser otra humanidad, como muchas veces decimos en los papeles, creo que hay que destruir esta, que es la que habito yo y que me habita, la que reproduzco. Es un proceso doloroso en el que hay que sacar las cosas que nos hacen felices entre comillas, estables entre comillas, que nos dan control dentro de todo este proceso tan mental y de tanta violencia, donde buscamos desesperadamente algo que nos dé certezas. Entonces valoro que pueda haber en nosotros un desmoronamiento para dejar abierta otra posibilidad”.   

Un ejemplo: “Vivimos en sociedades occidentalizadas, sometidas a un universo de ideas, conquistadas. No es algo que ocurrió hace 500 años sino que está sucediendo ahora. Y que implica que se nos coarta la posibilidad de sentir. Entonces Ave nos trae cosas imposibles de nombrar en palabras, pero que son posibilidades que nos habitan. Vivimos en una desconexión muy grande” dice sobre esta época en la que todos creemos estar hiperconectados. 

“En realidad nos toca asumir que estamos acostumbrados a que nos digan, nos resuelvan, nos impongan, nos expliquen, nos hagan sentir bien con la terapia, con los celulares o con lo que sea” explica Federica: “En toda esa construcción constantemente nos desligamos del poder que tenemos, no como individualismo sino como comunidad que somos. Entonces frente a la imposición de verdades, de clausuras y desconexión, Avelina trae una palabra generosa, que nos abre, nos pone activos, nos da poder”. 

Los incivilizados

La cocina se impregna de ideas y de aromas. Avelina le pone pizca de sal a la olla y también al presente. Hace un tiempo contó a MU: “Se habla del extractivismo, y lo sufrimos en cada territorio. Pero el primer extractivismo fue robar la fuerza y la voluntad de cada uno. Nuestro poder. Eso fue con la religión, el Estado y la academia. El capitalismo es el ‘divide y reinarás’. Nos divide de los demás, y de nosotros mismos. Vive de seres frustrados, en soledad, que tienen que ir a llenarse de todo, a consumir y seguir sosteniendo el sistema mercantilista porque tienen una debilidad hacia adentro. Eso no pasa en lo comunitario”. 

Cuenta también: “He visto tanto dolor, hemos tenido que levantar muertas y muertos, recoger zapatos y prendas después de que nos bombardearan. Luego enterrarlos. Te vuelas. El poder desarmonizado ha tecnificado la represión. Nos atacan, nos militarizan, nos persiguen. Somos los terroristas, nos dicen”. Se refiere a las represiones estatales que buscan domesticar comunidades y territorios para favorecer a las corporaciones mineras y petroleras. Ecuador está dolarizado, se sabe, y Avelina ha descripto el grado de empobrecimiento social que eso implica, lo que explica además uno de los planteos que hace la CONAIE: “Lucha efectiva contra el narcotráfico y la delincuencia”.  

Frente a esa especie de guerra cotidiana ella plantea una paz: “Los territorios indígenas traen una memoria del saber hacer con comunidad, saber sanarse sin quedarse en la amargura, saber plantarse sin miedo pese a todo, entender la dinámica de la vida y la fuerza del tejido colectivo”. 

Mira de frente, cierra los ojos y habla sobre otro modo de concebir las cosas: “Nos dicen que somos los atrasapueblos, los incivilizados, y del otro lado estarían los evolucionados, los grandes pensadores de la élite. Crean el primer mundo, y nosotros, nuestros países, somos el tercer mundo. Nos infantilizan. Todo esto parte de una maquinaria de ideas con la que quieren dormirnos la memoria, destruyendo el hacer en círculo. Entonces todo se hace de manera lineal, jerárquica, hasta el tiempo está pensado linealmente. El pasado, el presente y el futuro no se tocan nunca. En esas líneas no hay encuentros, sino cada vez más distancia, y es todo plano. Es lo binario, verdadero o falso, bueno o malo”. 

“En cambio para nuestra cosmovisión todo gira en torno al círculo, la esfera. Los planetas son esféricos, nuestros ojos, nuestras cabezas, las células. También el tiempo. No hay verdadero ni falso, sino múltiples posibilidades, y eso rompe lo binario, lo negativo-positivo, y nos abre a otras formas: lo circular, la espiral, y un futuro que se conjuga en pasado para poder comprender, mientras todo va girando”. (La mamita ecuatoriana hizo entonces una divertida introducción –que queda para otro momento– sobre el matemático del siglo XIII Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci, que descubrió la secuencia de números que se aplica hoy en computación y teoría de juegos y que fundamentalmente permitió descubrir con el tiempo configuraciones y correlaciones biológico-matemáticas en las ramas de los árboles, la sucesión de las hojas en un tallo o los pétalos de los girasoles y otras flores, en el caparazón de moluscos y caracoles, en la dinámica de los huracanes, las proporciones del cuerpo humano, el ADN y la organización de las galaxias). 

“Entonces nos pasa al revés: vemos a nuestras hermanas y hermanos de Occidente recién empezando a entender que somos parte de un todo, en medio de mucha soledad, incertidumbre, fragmentación. Así que creo que recuperando la memoria de nosotros mismos es que podemos desbloquearnos. Ese es un trabajo de corazonar” dice Avelina usando un neo-verbo que abarca materia y espíritu, razón y capacidad de sentir. Una facultad acaso más compleja, vital y potente que nuestro muchas veces lineal ejercicio de cranear. 

Ejercicios grupales, la política del abrazo, las reflexiones y el entrenamiento del sentir, durante la Residencia. La síntesis de una de las participantes: “Intensidad, inteligencia, y mucha emoción”.

La juntanza: Federica Folco y Avelina Rogel. Arte, Residencia y resistencia

El imperio de la cuadradez   

Hay un silencio mientras todo esto va fermentando. ¿Qué significa ese corazonar, cómo lo craneo? Federica propone calma: “Dedicarnos a sentir es no llenar constantemente los espacios vacíos dándonos respuestas, sino habitar la inestabilidad y la inseguridad que nos propone este tiempo. Eso puede ser una potencia para dilatar las respuestas y buscar otras posibles formas de crear y de accionar. La dimensión de lo sensible a veces está reducida al pensamiento por nuestra práctica y por cómo nos hemos entrenado en la vida y en la experiencia. Quizás ahora no tenemos respuestas, y eso está muy bueno, si podemos habitar la inestabilidad y las incertidumbres que conforman la vida misma”.

Federica vuelve a circular la cuestión de lo esférico. “Es que vivimos en casas cuadradas, con pantallas rectangulares, un imperio de la cuadradez que nos encierra en ciudades que son nichos de la materia. Y después te mandan los gurúes que aparecen para salvarnos. Avelina es lo contrario de eso, porque los gurúes mediáticos y los tecnológicos –hasta el celular es nuestro gurú– te desconectan, te sacan de lo sensible. Estamos ante la caída de los grandes relatos de la verdad y el progreso, se está quemando todo, y creo que hay que escuchar y mirar, acompañarnos y hacernos cargo de recuperar la vitalidad”. 

La idea me recuerda –occidentalmente tal vez– Sunset Park, novela del recientemente fallecido y quizás imperecedero Paul Auster, en la que un personaje argumenta que la noción de progreso “es una posición equivocada, la evolución tecnológica de las pasadas décadas en realidad solo ha conseguido disminuir las perspectivas vitales. En una cultura de usar y tirar generada por la avaricia de empresas movidas por la rentabilidad, el panorama se ha vuelto aún más mezquino, más alienante, más vacío de sentido y voluntad de consolidación”. 

Federica: “Si salimos de los grandes relatos y vamos a la escala de lo sensible, tenemos chance. Aunque estemos en un narco capitalismo que ahoga todo, la vida nos empuja” dice, haciendo circular el mate. 

Gracias de nada

¿Con qué bloqueos se encontraron en estos días de la Residencia? Avelina: “Me parece un bloqueo el que tiene la urbanidad, con urbanos desconectados, metidos en lo lineal y los extremos, en el que se pierde la reciprocidad, que nosotros llamamos randi-randi en kichwa. No es solo el randi-randi entre las personas, porque la vida no es solo la humana. La reciprocidad es con toda la vida, pero si estamos separados, mercantilizados, perdemos la memoria de dónde venimos”. 

“Digamos que te sirves un alimento en la ciudad. ¿No ves que hay una energía y una memoria que están operando para tu vida? Está hasta en el agua que sale del grifo que también, si lo piensas, es parte de la vida que nos da la madre naturaleza. Una fruta, una verdura, viene con toda la memoria de esa naturaleza. Toda la información. Mejor comunicarte con el alimento, y dejar de comunicarte con la tragedia, el dolor, la tristeza. Y honrar la abundancia. Porque la naturaleza no nos vende, nos dona. Pero no entendemos la dependencia que tenemos de esa madre tierra. Ese es un bloqueo”.

Continúa la secuencia de Avelina: “Nos dicen y nos decimos cosas hermosas desde la política partidista, todo el mundo quiere proteger los recursos naturales, que para nosotros no son recursos, sino espíritus. Tal vez nosotros seamos los recursos de esos espíritus milenarios” sospecha sonriendo.        

“No hablo entonces solo de la familia humana, sino del río, el mar, las plantas, la montaña, el aire, los minerales, los animales, pero solo buscamos el bienestar del humano, de algunos humanos. Tenemos la responsabilidad ética y práctica de entender eso para no seguir creando desequilibrio. Acumulamos para diferenciarnos, para que nos reconozcan, me lleno de cosas, aparece el exitoso y el fracasado, y se rompe el randi-randi. Hasta la palabra gracias termina siendo una palabra vacía”. 

Percibe que me cuesta seguirla, o tal vez sea que mi cabeza bulle como la olla con la sopa, porque la palabra gracias goza de un lógico y extendido prestigio.

“Para mí es una retórica” replica la ingeniera. “La máquina, el sistema, les enseña a los niños a decir gracias-gracias, pero queda en la palabra. Nadie te mira a los ojos, o te da un abracito. No hay acción de reciprocidad. En las comunidades más perdidas no existe esa palabra, pero cuando alguien se acerca, hasta las guaguas van corriendo a su casa a buscar algo, una golosina, una piedra, un dibujo, para compartirlo y hacer contacto contigo. En cambio en la ciudad hay un gracias-gracias que nos deja en las palabras. Pero la palabra es vacía sin una acción, por pequeña que sea”.  

Sobre la voluntad domada: “La falta de reciprocidad es un conflicto. Y es político. Occidente ha doblegado a todo el mundo. La fuerza de voluntad se la hemos pasado al presidente, al sacerdote, al militar, al empresario, al que ejerce una autoridad que es autoritarismo porque busca movernos a su antojo, controlarnos, cambiarnos. Entregamos la voluntad, y somos como marionetas. En nuestras comunidades todavía se guarda la voluntad, pero no queremos apoderarnos de la voluntad de los demás, ni cambiarles. Por eso creo que hay que hablar menos y hacer más. Nuestras abuelas te dicen: ‘hazte cargo de tu boca, que no sean tus palabras sino tus acciones las que hablen por ti’. Y si nos salimos de la familia humana, es grandiosa la generosidad de la naturaleza que nos da vida, alimento, aire, agua. ¿Cómo le agradecemos? ¿Diciendo gracias y destruyéndola al no hacer nada?”. 

Federica está masticando otro sentimiento: “Siento algo muy fuerte en los últimos tiempos. Después de ser una hija de la era del ‘hombre nuevo’, de los paraísos de los grandes relatos y de la paz mundial. Eso no va a ocurrir. Pero sí van a ocurrir las cosas si abrimos esa escala de lo sensible, el contacto, el abrazo, lo colectivo, el hacer. Me parece que hay una mirada que se va imponiendo de modo mucho más avasallante y hermoso de lo que me imaginé. Somos testigos de un gran cambio y es lo que vimos en estos días. No es la idea de irme sola al campo, hago mi viaje, me ilumino, me conecto con la Pachamama, y hago la mía. Porque eso es de nuevo el ego. Pero ¿cómo hacemos para que la vida sea otra cosa si no es haciendo que la vida sea otra cosa? ¿A qué le dedicamos nuestro tiempo, nuestras ganas, nuestra energía? Hay un ejercicio súper interesante: ¿qué cosa, de lo que había, no quiero que haya?, ¿qué de lo que yo reproducía, realmente no quiero reproducir? ¿Cómo hago para desinstalar eso? ¿Voy a hacer exactamente lo mismo que hacía antes? Creo que tenemos que salir a hacer otras cosas. A vivir de otra manera”.

Parece que se está haciendo tarde para seguir hablando y ha llegado el momento de la acción, de servir las maravillas que prepararon Federica y Avelina, para completar el círculo nutritivo de un mediodía hecho de mate, juntanza y sopa levantamuertos. 

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