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Tejer cuidados
Es un colectivo encabezado por jóvenes que se encarga de contener, informar y acompañar a personas trans. Las historias que muestran cómo cambia la vida cuando hay abrazo y amor, y cómo impacta actualmente el odio libertario de turno. Lo generacional y lo transaccional como claves para retomar después de la Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista. “Las viejas” como bandera y un nuevo aire que le da otro impulso al colectivo. Por Evangelina Bucari.

Cuando Juana Molinari y Manuel Sinde se conocieron, hace ya dos años y medio, no imaginaron que de aquellas reuniones con amigues en búsqueda de abrazos y respuestas sobre sus identidades nacería El Teje, un espacio de cuidado y contención para niñeces y adolescencias trans y sus familias. Mucho menos, que se convertiría en un lugar de refugio, resguardo y lucha frente a las amenazas y embestidas del presidente Javier Milei, quien, absurdamente y siguiendo la agenda de ultraderecha de su amigo Donald Trump, declaró a este colectivo como su enemigo.
“Lo importante es estar juntes en estos momentos, fortalecer los lazos y agrandar el abrazo”, asegura Juana, en una noche donde la temperatura pasó los 38° en la ciudad de Buenos Aires y tras unas semanas agotadoras con asambleas, la Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista, y haciendo frente al decreto que modificó la Ley de Identidad de Género. A su lado, Manuel –que además es su pareja– y otres tres referentes de la organización El Teje se disponen a contar cómo trabajan y por qué es tan importante que existan y se multipliquen este tipo de proyectos.
El ruido de un ventilador marca el ritmo suave pero firme de sus voces y, desde una pila con todas las ediciones del primer periódico travesti trans de Latinoamérica con el cual comparten el nombre, se asoman y afloran figuras claves como Lohana Berkins, Diana Sacayán y Marlene Wayar.
El Teje es, sobre todo, un espacio de contención y escucha, de habla y debate, de aprendizaje y desaprendizaje –porque hay muchos prejuicios que desarmar–, creado por Juana y Manuel en 2022, cuando comenzó a funcionar con una feria y un conversatorio para adultes jóvenes. Desde entonces, fue ampliando su propuesta. Actualmente, acompañan a infancias, adolescencias y a sus familias desde la Educación Sexual Integral (ESI) y con una mirada transfeminista interseccional, y a personas más grandes “en transición”. Hay talleres divididos por edades, coordinados por docentes, psicólogues y personas trans dispuestas a acompañar desde sus vivencias. Todo es gratuito y funciona en un club porteño administrado por una cooperativa, el Club Social 911, que les presta el lugar.
“Creemos que acompañar es un gesto político y nosotros elegimos hacerlo desde el cuidado y la afectividad. Frente a tanto odio, algo que más allá de los avances nuestra comunidad históricamente ha recibido, la respuesta es dar el cariño que no tuvimos, el mimo que no tuvimos, encontrar las palabra que no tuvimos”, explica Juana, que en sus 30 años vivió esa carencia en carne propia.
Manuel cuenta que las familias siempre llegan sin saber qué hacer, para dónde ir, cómo acompañar a sus hijes ni qué necesitan. En estos días, además, “lo que les sucede es que están llenas de miedo, de angustia y ansiedad porque el gobierno está desinformando”.
Frente a este escenario, Iris Ortellao, que coordina el espacio para familias y es mamá de una infancia trans de 8 años, va al hueso: “No podemos correr esos miedos porque esa es la realidad, el peligro existe. Lo que sí podemos nosotres como herramienta pedagógica es comunicar y hacer que los otros sientan que estamos organizados como respuesta. Acompañamos y contenemos, pero en el amor y la alegría”.
Iris no niega que haya un relato sobre el sufrimiento trans que es real, pero con sus compañeres eligen no hacer desde ahí una pedagogía para las infancias. “No quiero que los niñes –explica– se lleven de El Teje la idea de que tienen un promedio de vida de 40 años. Festejamos los cumpleaños, festejamos cuando logran decirle a alguien importante para ellos que son trans. La verdad es que la celebración y la ternura son una moneda corriente contra ese miedo que no nos lo sacamos nunca, pero alivia”.
Hilando redes
“A mí me pasa esto”; “tenés data sobre aquello”; “cómo se lo cuento al resto”; “qué hago con mi trabajo”. Era julio de 2022 cuando un grupo de casi diez personas empezó a juntarse a charlar en una casa del barrio porteño de Chacarita. Juana llevaba a sus “amigas trans” y Manuel, a los suyos. Las preguntas y los miedos fluían en busca de respuestas y contención. En cada encuentro, se sumaba más gente.
En un viaje a España, Juana fue a un evento trans organizado por una chica para juntar fondos con los que hacerse una vaginoplastía: “Tenía una feria de emprendimientos, algo recreativo, y un conversatorio en el que había seis identidades distintas contando sus experiencias de vida. Una ‘trava’ grande contando cómo fue la dictadura en España; una persona intersex, un varón trans que era papá y un montón de experiencias que yo no conocía”. Volvió convencida de que había que hacer algo similar en Argentina.
Apenas tres meses después, en octubre de 2022, la idea se materializó e hicieron el primer encuentro de El Teje en el Club Social 911. “Hablando y hablando, preparándolo, decíamos ‘hay que tejer esto’, ‘tejé aquello’. Como que naturalmente esa palabra estaba dando vueltas en el vocabulario y, además, hacía referencia al primer periódico travesti trans de Latinoamérica, dirigido por Marlene Wayar. Y quedó”, recuerda Juana.
En esa primera mesa de oradorxs también sentaron a alguien “más grande” que trabajaba en el proyecto Contratá trans, “como para tener la mirada de una persona de otra generación”. Casi 100 participantes llegaron por el boca en boca, la circulación de flyers y las redes. Al segundo encuentro ya eran más de 200. Desde entonces, no paró de crecer.
Para Juana, los eventos y los conversatorios fueron una respuesta a la necesidad de muchas personas trans de relacionarse y escucharse. “Otra cosa que nos diferenció –explica– es que hablamos de identidades trans desde una mirada no binaria, ya que la mayoría de las personas trans de la organización dejamos nuestro género pero no para pasar de una cajita a otra, no para dejar de ser mujer a ser varón, sino para encontrar una identidad propia dentro de lo trans, dentro de lo no binario y, probablemente, dentro de otras palabras que todavía no estamos encontrando”.
El primer llamado que recibieron fue de Susy Shock y Marlene Wayar, para invitarles a la radio La cotorral. “Fue muy gracioso porque nos hicieron como un examen a ver cuántos sabíamos de El Teje original. Marlene tenía anotada todas unas preguntas, literal. Evidentemente, respondimos todo bien”, se ríe Juana al recordarlo. A partir de ahí, generaron un vínculo de acompañamiento y ayuda.
El segundo llamado que marcó el rumbo del espacio fue una invitación para participar de un documental sobre la vida de personas trans, que tenía dos instancias: una de personas adultas y otra que incorporaba infancias. “Ahí Manuel y yo conocimos a las primeras seis infancias trans de nuestras vidas y a Iris, que estaba con su hija. El último día, el director dijo: ‘Acá se creó algo, ¿ustedes están para sostener este taller, para sostener una actividad con niñes desde El Teje?’”. Manuel, sin dudar, dijo que sí. A los dos meses y medio, nacía El Teje Kids. Le siguió el de familias, El Teje Teens y luego, el de adultos. Actualmente, hay 17 personas trabajando de forma voluntaria en la organización, que se gestiona con las colaboraciones que reciben en eventos.
La joven guardia
Una de las primeras cosas que detectaron es que esas niñeces y adolescencias tenían un montón de dudas, y que era interesante que hablaran con una persona adulta trans, porque por ahí su mamá y su papá no iban a tener esas respuestas. “Automáticamente, entendimos que nos empezamos a convertir en las personas trans adultas que no tuvimos nosotres”, cuenta Juana, y su mirada se ablanda pensando quizás en ese pasado solitario.
Agostina Guerra es coordinadora de El Teje Kids, y es docente de educación especial y ESI en escuelas. A ese espacio asisten unos 15 niñes, de entre 4 y 12 años. Luego, pasan al taller Teens, que es hasta 18 años. “En los talleres para niñes –cuenta– tratamos de trabajar más todo lo que es identitario a través del juego. Qué me hace ser yo, qué me hace sentirme como me siento, cómo me gustaría sentirme, cómo me veo, cómo me ven los demás”.
Uno de los grandes desafíos para Agostina fue pensar de qué manera, siendo ella una persona cis, podía contribuir. A los talleres también concurren infancias cis porque acompañan a alguna hermanita o hermanito o porque sus padres o madres son personas trans. Para que una infancia forme parte de los talleres Kids es condición que su familia asista a El Teje.
Ahí aparece Iris, que también es docente y la encargada de los encuentros entre las familias. Explica que, salvo excepciones, son personas heterosexuales, de generaciones que no han tenido ESI. “Entonces –describe–, hay muchas cosas que plantear, desde lo corporal, desde el deseo de sus hijes, que son difíciles de leer y, en general, hay una intención amorosa de alojar esos emergentes, pero no siempre están las herramientas”.
Por ejemplo, hay familias a las que se les generan muchas contradicciones a la hora de que su hije elija un nombre y se preguntan si participar de esa elección. Y hay otras que tienen mucho miedo cuando sus hijes concurren a espacios nuevos y muchas preguntas en relación a algunos mitos que circulan en relación a las personas trans, como que nació en un cuerpo equivocado o que es una condición psicológica. Por eso, para Iris, la ESI es un gran instrumento con el que trabajar los miedos e inseguridades.
En esta ronda de charla y repaso, ella piensa en su propia experiencia con la maternidad. “Te ubica en un lugar de extrema vulnerabilidad, porque el cuidado es un bien que escasea, que está mal distribuido”, sostiene. Algo que le trajo El Teje fue la posibilidad de encontrar ayuda para el cuidado. “Y eso para mí es invaluable, porque tener una hija trans también me puso sobre la mesa que no tengo todas las herramientas para cuidarla. Puedo saber cosas, hacer cosas, pero hay respuestas de una afectividad, de una emotividad, que nunca me pasa por el cuerpo”, señala Iris.
Una noche, por ejemplo, su hija le preguntó qué hacer con el documento viejo. “Le mandaba mensajes a Juana y ahí reconocí que mi experiencia tenía límites claros. Eso es lo que hizo El Teje conmigo: acompañarme en la crianza”, resume. Además, en su vivencia como persona bisexual, le parecía importante que su hija tuviera pares, porque entiende que “la comunidad LGBT” fue lo que apuntaló su propia subjetividad.
Manuel la escucha y se le viene a la cabeza lo que le pasó a él como masculinidad trans. “Yo no sabía que existía –admite–, no sabía que lo que a mí me pasaba era eso, porque prendía la tele y solo estaba Flor de la V, porque estamos muy invisibilizados. Nunca jamás había visto a una masculinidad trans”.
Por eso, cuando Amadeo Gil, un joven estudiante, llamó a la organización para pedirles si podían ir a su escuela a dar una charla, les pareció importantísimo estar. “Ama supo que levantaba el teléfono y había un espacio donde había un varón trans que iba a acompañarlo. Y eso para mí es importantísimo, porque no lo tuve y recién a los 26 años transicioné”, cuenta Manuel.
Amadeo había ido a uno de los eventos de El Teje y esa fue la primera vez que sintió que no era la única persona trans en la habitación. Por eso, los contactó para ver si podían ir a su colegio a hablar sobre ESI y bullying. “Él era la única persona trans en cada aula que habitaba –describe Manuel–. Era entrar y ser el único. Nos dimos cuenta que ese sentimiento de la adolescencia de por sí, más el peso de no sentirse reconocido en otre, de no poder tener charlas con otres, era común”. Así nació el espacio Teens, que justamente coordina Amadeo.
Muchas adolescencias trans suelen ser víctimas de discriminación también en los espacios áulicos. Por eso, El Teje trabaja en articulación con un colegio secundario de la ciudad de Buenos Aires, el Nicolás Avellaneda. “Es un colegio muy queer con el que hicimos un acuerdo para que nuestras adolescencias tengan un espacio, para que estén cuidados y acompañados, y que nosotres podamos hacer el seguimiento”, explica Manuel. Y agrega: “Es impresionante el cambio que hacen cuando tienen lugar en un secundario que realmente les protege del bullying y que valida sus existencias. El cambio es tremendo”.
Sin embargo, después de las declaraciones y las medidas que viene tomando el gobierno nacional, “ahora muchos tienen miedo de volver al colegio, incluso quienes ya se sentían bien”, cuenta, con preocupación, Manuel, quien así resume su experiencia de las últimas semanas: “Vas caminando por la calle casi que sintiéndote un enemigo de la Nación”.
El cuanto al cuarto taller, creado a fines del año pasado, está destinado a personas adultas y orientado a trabajar desde la salud mental, con un equipo especial que reúne a psicólogues y psicólogues sociales. “La particularidad de ese espacio –detalla Juana– es que son personas que están como en sus primeros pasos de transición, buscando información, o que necesitan ayuda para contárselo a sus amigues o familias”.
Hacer colectivo
El sábado 1º de febrero, por primera vez, participaron de una marcha todes juntes como organización. El desafío fue de qué manera hacer visible toda esta lucha de les adultes al lado de las infancias y adolescencias, pero sin exponerlas. “No se necesita mostrar sus caras para validar su existencia, elles tienen que habitar otros espacios: tienen que estar jugando, divirtiéndose”, asegura Agostina. Y agrega Iris: “Hay una consigna que se escucha mucho, con la que no coincidimos, que es que las infancias trans existen y resisten. Las infancias trans existen, pero no tienen por qué resistir”.
Juana plantea que, más que salir a confrontar cada información inventada por el mileismo, quieren poner el foco en acompañar y cuidar. “Juntarnos con Marlene, con Susy, con todas las personas que vienen haciendo ese activismo desde hace mucho, para aprender de los aciertos y también de los errores”, remarca. A la vez, se alegra de que se estén renovando las voces en las asambleas por los derechos de las personas LGTBIQ+, “que haya una interseccionalidad desde lo generacional, lo antirracista, lo antifascista, lo transfeminista, con las personas con discapacidad, y no de un solo sector de la comunidad”, aunque esto implique “más acuerdos, desacuerdos, sostener el conflicto y no separarse”.
En definitiva, con ese sentido nació este espacio: “El Teje nos encuentra, nos une desde el hacer colectivo. Venimos de lugares muy distintos, con habilidades muy distintas, con experiencias muy distintas y las ponemos todas sobre la mesa”, concluye Juana.
CARTA ABIERTA
LAS ADOLESCENCIAS TRANS ALZAN LA VOZ
Somos adolescentes trans y tenemos miedo, miedo por existir como somos. Tenemos mucha impotencia también porque sabemos todo lo que lucharon les más grandes para poder darnos un poco de paz, respeto y derechos. No puede ser que ahora se sienta como que estamos a punto de perderlo todo.
Nos da miedo volver al colegio, tenemos ansiedad, nos sentimos muy tristes. Miedo porque todavía algunxs no cambiamos el DNI y sabemos que muchos otrxs tampoco. Nos parece una locura que el presidente diga algo así pero lo que peor nos parece es que lo hayan elegido. Avalan con total naturalidad todo lo que se nos dice o hace. No podemos estar tranquiles por miedo a lo que nos puedan decir o hacer.
Es muy importante que no se deje de hablar de lo esencial que son las leyes. Hoy en día nos protegen y lo importante de que sigan vigentes, porque de lo contrario nos va a afectar muchísimo.
También queremos aclarar que todas esas personas que salen a hablar mal de nosotres y dicen que nos obligan a ser trans, son personas que nunca en su vida hablaron con una infancia/adolescencia trans, que nunca se tomaron el tiempo de conocernos, de conocer nuestras vidas, nunca nos dieron el lugar y siempre hablaron desde la ignorancia y el odio.
Queremos que se nos escuche”.
Escrito por les adolescentes de El Teje Teens
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Estilo Estela
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