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Fallo histórico: perpetua a uno de los asesinos de Tehuel, crimen agravado por “odio a la identidad de género” y por su desaparición

Este viernes fue condenado a prisión perpetua Luis Ramos, uno de los asesinos de Tehuel de la Torre, varón trans que continúa desaparecido desde 2021. Tenía 22 años. Es el primer juicio en el país que incorpora la noción de “odio a la identidad de género”. Considera además el homicidio aunque el cuerpo no se haya encontrado. Los detalles, las voces de la madre de Tehuel y de quienes acompañaron, como Rosa Bru, y la palabra de la ministra provincial Estela Díaz en contraposición al negacionismo del ministro nacional de Justicia.
Por Franco Ciancaglini
La justicia no es un día de sol: Tehuel de la Torre sigue desaparecido pero finalmente el Tribunal N° 2 en lo Criminal de La Plata consideró probada su muerte violenta a manos de Luis Ramos y de Oscar Montes (aunque este último será juzgado, increíblemente, en otro proceso). El primero y más joven de los dos fue condenado este viernes a prisión perpetua ya que los jueces Claudio Joaquín Bernard, Ramiro Lorenzo y la jueza Silvia Hoerr consideraron en el crimen el agravante de “odio a la identidad de género”, como lo planteaban la familia y la fiscalía.

El tribunal que dictó un fallo inédito en el país. Fotos Lina Etchesuri/lavaca.org
El fallo es histórico. Fundamentalmente, porque es el primer juicio que incorpora esta mirada en el caso de un varón trans en nuestro país. Y lo hace citando jurisprudencia internacional de la CIDH (Corte Interamericana de Derechos Humanos), los principios de Yogyakarta, la Declaración Universal por los Derechos del Hombre, así como argumentos del amparo en el primer matrimonio igualitario en la provincia de Buenos Aires, en contraposición a la tendencia del actual gobierno nacional de volver a instalar una mirada binaria.
En segundo lugar, es histórico porque considera a la desaparición de Tehuel como un agravante en la pena. Es decir que no solo plantea una sentencia por homicidio sin cuerpo, sino que mencionó cómo esta ausencia “impide la posibilidad de cerrar el duelo” como parte del ensañamiento y el odio.

La emoción en la calle, al conocerse el fallo. Fotos Lina Etchesuri/lavaca.org
Y tercero, los jueces y la jueza dieron lugar a otros dos pedidos –de la familia, representada por Flavia Centurión y Cristián González, así como de la fiscalía a cargo de Juan Caniggia– que hacen que el juicio, en vez de cerrarse, abra nuevas perspectivas:
- Solicita la creación de un protocolo específico de búsqueda de personas LGBTIQ+ desaparecidas.
- Da pie a la declaración de emergencia social de las personas travestis y trans en la provincia de Buenos Aires.
Estas dos solicitudes fueron enviadas hoy como un despacho al Ministerio de Mujeres y Diversidad boanerense, cuya Ministra responde al final de esta nota.

Luis Ramos: prisión perpetua. Resta el juicio al otro acusado. (Fotos Lina Etchesuri/lavaca.org)
Un fallo histórico
“Está probado legalmente y acreditado que el homicidio se realizó por dos personas, por razones de odio y que ocultaron sus restos mortales, que no han sido hallados”, sintetizó la secretaria del tribunal, Claudia Bravo, sobre las palabras del juez Bernard, presidente del Tribunal.
La lectura de los fundamentos de la sentencia duró casi cuarenta minutos. La primera parte se centró en reconstruir la línea del tiempo de las últimas horas de Tehuel de la Torre (mediante datos de la tarjeta SUBE, la geolocalización del celular, los mensajes de texto, información almacenada en Google, y testigos), hasta su desaparición.
Se ubicó así su último rastro en el radio de la casa de Ramos, donde un peritaje clave encontró luego manchas de sangre compatibles con la del joven trans, además de su celular y una campera quemados. Estas pruebas sirvieron para contrastar a su vez las contradicciones de la versión de la defensa.
De esta manera el fallo retomó otro de los hitos de la historia judicial de nuestro país: la de probar un crimen a pesar de que no haya cuerpo. En los fundamentos el Tribunal consideró que la pena se agrava por la desaparición del cuerpo de Tehuel y que eso “impide la posibilidad de cerrar el duelo” generando, además, “la ilusión de que puede estar vivo en algún lugar; cuando la razón nos muestra que es un engaño de quienes lo siguen buscando”.
“El imputado no sólo le quitó la vida a Tehuel motivado por el odio a su identidad de género, sino que quiso desaparecer lo único tangible que queda de un ser humano cuando muere, impidiendo que sus seres queridos puedan tener su cuerpo para despedirlo”, mencionaron.

Rosa Bru, la madre de Miguel, también desaparecido en 1993. Fotos Lina Etchesuri/lavaca.org
La mayor parte de los fundamentos desarrollaron el del inciso 4 del artículo 80 del Código Penal que considera al homicidio como motivado por “el odio por la identidad de género”. Para esto se basaron en testimonios de testigos que mencionaron el desprecio de Ramos hacia la identidad Tehuel, varón trans. Entre las pruebas consideradas por los jueces y la jueza se mencionó que Ramos mostraba trans-odio refiriéndose a Tehuel como ‘chico-chica’ o bajo comentarios como “qué desperdicio de mujer”.
Uno de los extractos del fallo sobre este punto: “(Ramos) Estableció los parámetros de su relación personal con Tehuel no reconociendo en público su identidad sexual con frases como ‘chico chica’ o ‘la mujer es para el hombre y el hombre para la mujer’, de forma que no pueden más que tomarse como despectivas. Además, lo condicionaba económicamente al prometerle trabajo y ofrecerle dinero, creando de esta forma una dependencia económica, por lo que sin lugar a dudas el imputado se aprovechó de la vulnerabilidad de la víctima”.
En su alegato, la Fiscalía había profundizado estos argumentos acerca del contexto de violencia y odio que atraviesan las masculinidades trans, “donde la exclusión laboral es apenas una de las múltiples discriminaciones que afrontan en el día a día”. El Tribunal ratificó hoy esta conducta como enmarcada en una “situación de desprecio por la identidad de género no exclusiva de nuestra sociedad, ya que hay varios casos alrededor del mundo», considerando que «las personas trans se encuentran en situación de vulnerabilidad desde muy temprana edad».
Tehuel tenía 22 años en marzo de 2021, cuando viajó desde su casa en San Vicente hasta Alejandro Korn para encontrarse con los acusados en la casa de Ramos por un supuesto trabajo. Desde aquel día la pregunta está vigente: ¿Dónde está Tehuel?
Lo que falta
Este juicio, que había comenzado el 15 de julio de este año y duró siete largas audiencias, centró su investigación sobre el rol de Luis Alberto Ramos, quien optó por ser juzgado por un Tribunal técnico. El otro imputado por la muerte y desaparición de Tehuel, Oscar Montes, será juzgado en un juicio por jurados que todavía no tiene fecha prevista.
Miles de personas acompañaron la lectura de la sentencia desde la puerta de los Tribunales, bajo una intensa lluvia. Entre ellas estuvo Rosa Bru, que dijo a lavaca: “El juicio no se cierra hoy. Estamos celebrando esta condena, pero la pregunta sigue: ¿a dónde está Tehuel?”.
Al salir del edificio, la mamá de Tehuel, Norma Nahuelcura declaró en el mismo sentido: “Quiero agradecer a todos los que vienen acompañando para hacer justicia por mi hijo. Esto no termina acá porque queremos que se condene al otro responsable y que se siga buscando a Tehuel para que descanse en paz. Que nunca más haya otros Tehueles, que nunca más haya violencia hacia las personas trans”.

Entrevista a Estela Díaz: el desafío de juzgar sin cuerpo
La titular del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Géneros y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, conversó con lavaca tras presenciar la lectura de la sentencia por el crimen de Tehuel de la Torre.
¿Qué resalta del fallo?
El fallo claramente muestra lo que significa leer la legislación vigente en Argentina y los tratados y convenciones de derechos humanos que Argentina tiene ratificados. Es ajustarse a la ley. Es ejemplar, porque lo que tenemos para atrás es muchas páginas de impunidad cuando ocurren travesticidios y transfemicidios. Los crímenes de odio son acompañados por impunidad. Por lo desafiante que es juzgar sin cuerpo, han demostrado que se puede hacer, que se puede construir prueba sólida, y ajustarse a nuestro marco de derechos. Sienta un precedente histórico.

Afuera se lo dedicaron a al ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona…
Realmente, es una semana muy particular en ese sentido. Cúneo Libarona negando que todo esto exista, y este Tribunal señalando que esto es hacer justicia y este es el marco constitucional y legal de la Argentina. Lo que él dijo está por fuera de la ley, está por fuera del respeto a la libertad de las personas, y de una concepción profunda y plena de lo que es vivir en libertad y en respeto e igualdad ante la ley. Cúneo Libarona arrasó con eso, lo quiso dar por tierra. Bueno, no: lo que está vigente en la Argentina es lo que dijo este fallo, no lo que él dijo en Diputados.
El fallo también libra dos despachos a su Ministerio: el protocolo y la emergencia.
El tema del protocolo de búsqueda de personas ya lo estamos trabajando. Nosotros tenemos conformada desde que se creó el Ministerio (Nota de R: año 2020) la mesa interpoderes, donde están el Poder Judicial, el Legislativo y el Ministerio. En la reunión primera que hicimos este año para fijar la agenda de trabajo conformamos una comisión que está trabajando en tranversalizar la perspectiva de género en el protocolo de búsqueda de personas. Seguramente pronto tendremos respuestas de esto.
¿Este año?
Este año.
¿Qué se puede adelantar de ese protocolo?
La especificidad es que si vos buscás una persona sobre la que te dicen que no se sabe su paradero en un contexto de violencia de género, o si es una persona LGTIBQ+, hay que buscar otras situaciones, hay que inmediatamente poner el contexto en la búsqueda. Eso es lo que venimos trabajando con el Ministerio de Seguridad, de Justicia, con la Procuración de la Corte, para ver cómo ponemos estas variables en juego a la hora en que se busca una persona. Lo que ya se ha avanzado es en la búsqueda de manera inmediata, no se espera 48 horas. Pero además hay que tener la mirada del contexto de violencia de género y si la persona es una persona travesti, trans, o de la diversidad sexual.
¿Cómo se hace para coordinar una emergencia con un Estado Nacional que va en otra dirección?
Lamentablemente en la Nación están vulnerando todos los derechos de todos los habitantes de la Argentina; el Estado nacional está desentendiéndose de sus responsabilidades, pero en la provincia de Buenos Aires creemos y estamos convencidos que es con Estado presente. Por lo tanto, el Estado tiene que dar cuenta dónde no se llega, qué poblaciones tienen especial vulnerabilidad. En ese sentido vamos a seguir trabajando en políticas concretas.
¿Cómo entra la Policía Bonaerense en este esquema?
Estamos trabajando con la Ley Micaela en toda la Provincia y particularmente en el Ministerio de Seguridad. Es de los ministerios donde más alcance hemos llegado a tener, no solo en autoridades y funcionarios, sino en personal policial. Hay un trabajo sostenido con ellos, es más: en la gestión pasada crearon una auditoría especial en Asuntos Internos para policías denunciados por casos de violencia de género y violencia institucional, lo cual marca un camino de especial interés y compromiso del gobierno de la Provincia en esa razón. Por supuesto, los seres humanos y nuestra sociedad siguen conviviendo con estigmas y discriminación sexual, mucho más en un contexto donde el gobierno nacional alienta la estigmatización y promueve el odio. Ese es un contexto que nos preocupa muchísimo: hay que redoblar nuestros esfuerzos.

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Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.
Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini
Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org
El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.
Tapar a Espert
Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.
Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.
“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?
Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Retenciones y fin de mes
A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación.
Hoy exhibe dos, que aquí registramos:


Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.
Despidiendo policías
Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.
La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras.

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Alberto y Sergio.
Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.
Sobre las estampas y el fernet
Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.
Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.
Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”.
La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.
Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».
Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.
¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.


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Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Por Claudia Acuña
Empecemos por el final, que es el principio de todo.
La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.
Su joven hija la observa en silencio.
“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?
Repite:
¿Dónde están?
Suspira:
“No doy más”.
Llora.
La abrazo.
Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.
Sigue:
“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.
Su joven hija la ubica:
“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.
Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.
La mujer sigue:
“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.
La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Lo que se mueve
Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.
Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.
Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

Dina Sánchez, de la UTEP.
Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:
Lara.
Morena.
Brenda.

Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.
Ya está.
Recuperemos el eje.

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:
“Yo sabía,
yo sabía
que a los narcos
los protege la policía
¡y la justicia!”.
Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.
Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

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Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org
“La timba de la city es la tumba del país”.
Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial. Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.
El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios.

La Prefectura gaseando a jubilados.


Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.
Para la foto
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Editorial sobre la actualidad argentina.
Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.
A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes.




Teatro antidisturbio
Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.
Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

Sin palabras
Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”.

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

El Himno al sol
Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

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