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Los vecinos de Cristina

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En el barrio donde vive CFK hay gente que llega a apoyarla, cruzándose con los vecinos de siempre. Un kiosquero que votó a Milei, cuyas ventas caídas crecieron desde el martes. Un desocupado que banca a Macri pero salió a vender tortafritas. Dos jóvenes antipolítica que trabajan de mensajería y Rappi para pagar una pensión de 300 mil pesos mensuales. Dos peluqueros dominicanos que celebran el bullicio. Una vecina que se aterra de vivir así por seis años. Otras que gritan de alegría cada vez que Cristina sale al balcón. Una dominicana que extraña a la gente con dinero. La jefa de un bar que necesita bancar los arreglos. El playero de GNC al que le importa lo suyo, pero además habla de sus abuelos. Recorrimos el barrio donde está el edificio de San José 1111, esquina Humberto Primo. Hubo desalojo de la policía de la Ciudad el domingo a la madrugada, pero en el va y viene de estos tiempos, la gente volvió. Voces, historias, pintadas y carteles, entre aromas de chorizos y bombos de murga, en la zona donde Cristina pidió cumplir su condena.

Por Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro y Tadeo Bourbon

Cuando Jorge Luis Borges escribió El aleph en 1949, acerca del lugar donde era posible ver todos los mundos y desde todos los ángulos, ambientado en un húmedo sótano del barrio porteño de Constitución, no era posible que imaginara un punto donde se viera todo lo que el Chino y Matías están viendo mientras se comparten unos bizcochitos Don Satur.

Un cartel que dice “Magnetto mafioso”. Puestos de choris, bondiolas, patis y vacíos. Un pasacalle del sindicato de municipales de Lanús. Puestos de remeras de Lula, Evita, Fidel, el Che, el Diego y una que dice “Yegua, Puta y Montonera”. Una gigantografía del presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, con una presentación: “Soy mulo del poder”. Otra de su colega Carlos Rosenkrantz, ex abogado del mayor multimedios argentino, con un galardón que hace referencia: “Premio a nuestro mejor empleado. Clarín”. Una bandera del SMATA. Otro puesto que no sólo vende cerveza y fernet, sino también gancia y vodka.

El Chino y Matías observan a esas personas que desde el martes están cortando las calles de San José y Humberto Primo, en la Constitución de Borges. Ambos conversan de cosas que no tienen nada que ver con aquel grupo que canta contra los gorilas o con aquel otro que vigila sin pestañear ese balcón que tienen a sólo veinte metros de donde viven –una puerta verde sobre San José que da a una pensión– y por donde, cada tanto, se asoma Cristina Fernández de Kirchner a saludar, momento en el que esa gente grita, llora, enloquece.

“Yo no opino, a mí no me jode, cada uno con lo suyo”, dice Matías, 25 años, con desdén, porque de todos modos él tiene que trabajar para pagar la pieza con baño de la pensión que le cobra 300 mil pesos por mes. Para eso hace Rappi con la bici, todos los días, de seis de la mañana a tres de la tarde, nueve horas, para sacar 300 mil pesos por semana.

El Chino, cuatro años mayor que él, hace trabajos de mensajería por el conurbano para pagar el mismo precio en la misma pensión. Tampoco le molesta el olor a chori, los cantos a cualquier hora del día, las cámaras de la televisión en todo momento. “Capaz sí, un poco, cuando se llena mucho de gente y suena la alarma de la moto”, dice, aunque recalca que cada uno tiene el derecho a reclamar por lo que quiera.

“Igual, de política, cero”, aclara Matías, que nunca va a votar.

“Mis últimas tres elecciones fueron en blanco”, dice el Chino, que comparte la misma sensación anti con su grupo de amigos futboleros. “De diez, siete votaron en blanco”.

No hay mucho más argumento. Simplemente, no le dan importancia. En la Comuna 1, donde La Libertad Avanza sacó el 31,60 % de los votos (32.839) sobre el 26,12 % (27.147) de Es Ahora Buenos Aires, fue una elección marcada por lo que estos dos muchachos están diciendo: la participación más baja en 20 años de la Ciudad. Pero si uno focaliza en Constitución en particular, el mismo barrio del Chino, Matías y Cristina, el opositor Leandro Santoro le ganó al vocero oficialista Manuel Adorni por más de cinco puntos. 

Una simultaneidad de mundos muy enmarañada hasta para el propio Borges.

Los vecinos de Cristina

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.

Los desalojados que volvieron

La casa de Cristina queda en San José 1111. La búsqueda de la dirección en Google Maps se convirtió en otro de los escenarios de disputa virtual. Hace unos días la referencia que salía era “La casa de la chorra condenada”, luego mutó a “Puerta de Hierro CFK. Proscripta”, y al menos hasta este domingo la leyenda que se había asentado era otra: “Casa de la mejor presidenta de la historia”. Debajo del piso –que pertenece a su hija, Florencia– hay un cartel en venta de la compañía inmobiliaria ZipCode, un departamento de ocho ambientes, con patio y balcón, valuado en 275.000 dólares y con expensas de 175.000 pesos.

En la puerta hay custodia y una constelación de carteles, dibujos y escritos con fibrón, que el domingo a la madrugada un operativo de la policía de la Ciudad hizo volar, junto con el desalojo de toda la gente que había allí en vigilia. Los carteles.

  • “X vos pude estudiar”.
  • “Gracias por devolvernos la dignidad”.
  • “El pueblo no olvida a quien no lo traiciona”.
  • “Yegua te amamos”.
  • “No es Rapunzel en la torre. Es la mejor presidenta que tuvo la Argentina”.
  • “Gracias a Cristina mis papás se jubilaron”.
  • “Aguante Cristina, manga de caretas”.

Otra de las pintadas que hay por todo el barrio es la de las siglas CFK sobre la V, emulando la vieja mitología peronista de la P y de la V, que significó: Perón Vuelve. Será difícil para los policías borrarlas, de las paredes y de las intenciones de mucha gente. De hecho, después del desalojo policial de la madrugada, la gente fue volviendo hasta ocupar nuevamente la esquina, pegando de paso otra vez sus carteles, reclamos y deseos.

Enfrente está el kiosco de Bernardo, 31 años, a quien las cosas le importan un poco más que al Chino y a Matías. No le molesta la gente. “Se está vendiendo”, sonríe, y hasta cuenta que el jefe extendió el horario de atención para aprovechar un poco más la suerte de tanto inesperado público. Sobre el motivo de esta calle repleta, sin embargo, titubea: “Cómo explicarlo. Porque la acusan de que ella es esto, que hizo aquello, que la van a meter presa, que no, y entonces llega un momento en que la gente ya no cree. Capaz que sí robó, pero como estuvieron jugando tanto tiempo, ya no tienen credibilidad. Aparte, vamos a ser sinceros, los que la están juzgando no tienen el historial limpio, porque si hace tanto tenían las pruebas, ¿por qué no hicieron nada?”.

Bernardo se frena y atiende a una señora con su hija. Le compran un Baggio de naranja. Luego dice que el gobierno de Cristina “tuvo su época” y que no fue “todo malo”, pero por algo después no salió elegido. Entonces llegó Macri, después Alberto, y ahora Milei. “Este gobierno todavía está por verse –dice–. Por ahora quiero ver qué pasa, porque todavía no puedo tomar una decisión. Macri, después de cuatro años, sabés que fue un desastre”.

Entonces Bernardo reconoce, entre dientes, que votó a Milei: “Y… quería un cambio, pero estamos viendo qué cosas hace bien y qué no”.

Las cosas que sí: “La estabilidad económica, hay precios planchados, pero este país cuesta”.

Las cosas que no: “Todo el tema de las criptos”.

Otra madre entra a preguntar por un paquete de tutucas.

Afuera, todavía, se escuchan bombos.

Los vecinos de Cristina

Fotos: Tadeo Bourbon para lavaca.

El macrista desocupado

Todo el tiempo a toda hora hay circulación de gente y entrada de organizaciones, como lo está haciendo ahora el PJ de Lomas de Zamora. El corte permanente desde el martes había motivado que los colectivos de las líneas 60 y 126, que pasaban por Humberto Primo, y los de la 102, por San José, circularan por las calles aledañas. Algunos vecinos sacan sus autos en contramano por San José, pero otros pasan lento entre la multitud, como olas que se abren aun en mares tempestuosos.

Enfrente de la pensión del Chino y Matías hay un hombre al que varios saludan de lejos, como un vecino de siempre. Se llama Omar, tiene 50 años, y las vidrieras que dicen “despensa” son, en realidad, su casa. Le baja el precio a la calle, encogiéndose de hombros: “No es que los vecinos estamos revolucionados, eh. Pasa que ellos no son muy sociables. Capaz, el único, es Máximo, que se cruza hasta la verdulería y saluda”. 

Sin embargo, no es común tener a una expresidenta condenada en diagonal a tu casa. Omar entonces pone de ejemplo a la señora de la esquina. “¿Ves esa casa?”, señala. Es imposible no verla: es una casa blanca, con una escalera en espiral que da a un balcón y a una terraza, y que fue usada por militantes, fotógrafos y camarógrafos todos estos días, como un palco VIP con vista privilegiada a la calle y al balcón de CFK”.

Omar cuenta que se le subieron “ochenta monos” a los balcones sin permiso. 

La dueña de casa les dijo: “Flacos, bajen”.

Y le contestaron: “No bajamos nada, tenés que entender que la jefa está pasando un mal momento”.

Omar cuenta la historia y se indigna: “¡Es su casa!”. Aclara que él no es de ningún partido político. “Sobre la condena, le tocó a ella. Después, que vengan los demás, pero tenemos que empezar por uno. Acá la gente hace lo que quiere. Hay jueces incluso que tienen yates, propiedades que no pueden justificar. Roba el de arriba, el del medio, el de abajo, y el que no roba es un gil”.

Como sus vecinos de enfrente, no vota a nadie, aunque hay una excepción a su regla: “Acá el único que hizo, te guste o no te guste, fue Mauricio. Macri. Hizo el metrobús cuando la gente decía que no y que no, y ahora todos lo usan. Arregló Puerto Madero, todos contentos. Arregló Barracas-La Boca, que se inundaba todo”.

¿Y Milei? Hace una mueca extraña: “No, quiero hechos. ¿De qué Fondo y qué dólares me hablás si no tengo ni diez centavos en los bolsillos?”. Está desocupado: “Ahora salí con esto, a ver si podemos hacer algo con esta gente”.

Omar, el desocupado macrista se refiere a que vende café con torta frita a 2.000 pesos y agua caliente a 1.000.

Los vecinos de Cristina

Fotos: Tadeo Bourbon para lavaca.

Sobre ventas y fisuras

En diagonal a Omar hay un bar que entendió todo: desde el martes la televisión está con C5N de fondo. La calle, además de comprar cervezas (una por 4.000 pesos, tres por 10.000), sándwiches de milanesas con bebida (10.000) o súper pancho más gaseosa (3.500), se puede informar mirando esa tele, y mientras la mira tentarse con algo. 

Un varón con gorro de Boca atiende desde la puerta de vidrio cerrada. Al contarle que es para una nota, dice que no quiere hablar. “Andá a hablar con ella”, señala. Ella está atrás del mostrador.

Se llama María, tiene 28 años y se ríe: “Otro canal no podía poner”. Harvard tendría que estudiar economía y mercado desde este aleph, aunque no todo es teoría del derrame. “Hoy estamos atendiendo así porque el martes fue un desastre”, dice y mueve la cabeza. Cuando dice “así”, quiere decir desde la ventana, y cuando dice “martes”, habla del día de la condena: luego de la concentración frente al  PJ en la calle Matheu al 100, una caravana acompañó a Cristina hasta esta esquina, justo enfrente. Miles de personas que peregrinaron con ese enojo por cuadras, a quienes se sumaban personas que no habían ido al momento del fallo porque era horario laboral, llegaron hambrientas, sedientas y con ganas de ir al baño.

El salón explotó. “No podíamos ni caminar nosotros por adentro”, dice María, que susurra que después del caos faltaron bebidas, vasos y hasta cucharas de café. “Por la tele vi que decían que cobrábamos el baño (500 pesos) pero tuvimos que arreglar la cañería”, suspira. “Además reponemos papel higiénico, jabón. Pero no hay caso”.

María no lo dice renegando, porque hasta bajaron precios pensando en los bolsillos de la gente: “Las ventas nos ayudaron un montón. Abrimos hace un año y medio, y justo teníamos que hacer un arreglo de gas, por eso no tenemos comida-comida”, dice, refiriéndose a algo más casero. Los caños están a la vista: “Tenían que venir esta semana, pero no aparecieron. ¿Será por esto?”.

No es de ningún partido político, dice María. Sobre Cristina: “No la quiero ni la desquiero. Indiferente. Ni amor ni odio, aunque entiendo el cariño que le tienen. Pero mucho de política no sé. No tiro para ningún lado: laburo desde los 14”. Entonces, quizá, tenga alguna comparación: “En cuanto al laburo antes nos iba mejor, sí. Ahora no hay mucho aumento de precio como antes, pero pasa que a mucha gente no le alcanza. Y esto es un restorán. Lo concreto: ya no vendemos tanto como antes”.

Lo que sí nota es un cambio en el barrio: “Vivo acá hace 10 años y desde que vino Cristina la cuadra está bastante tranquila. Antes estaba lleno de paqueros, de fisuras, te robaban en la puerta, y desde que vinieron siempre están los custodios mirando”. Hay, sin embargo, gente durmiendo en la calle, que se refugia debajo del techo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, hoy tomada en rechazo de la condena. 

Pero María está más tranquila.

Dice que no se acuerda a quién votó en las elecciones legislativas.

En el balotaje de 2023, sí: “A Massa”. 

Noticias en el kiosco y la barbería

Enfrente de María hay dos vecinos dominicanos, Lucas (31) y José (33), trabajadores de la barbería Eddy (cualquier corte, barba o cabello, sale 5000 pesos), que tienen una cachorrita llamada Luna. José parece disfrutar del bullicio: “Es normal, están metiendo presa a una ex presidenta, ¿cómo no van a hacer quilombo?” dice mezclando el caribeño con el porteño. Lucas sonríe: “La Argentina es así, hermano”. Mientras habla, José le corta el pelo a un joven, que dice mientras las tijeras surcan su cabeza: “Yo banco y apoyo, obvio”. Otra vecina, Yanina, 46 años, espera su turno sentada mientras acaricia a Luna, y sólo afirma: “Estoy muy enojada por todo lo que pasó”.

Al cruzar Humberto Primo y los todavía cuerpos amuchados –sobre todo al calor del fuego de las parrillas–, en diagonal a la entrada del edificio de Cristina, está el kiosco de Inés, otra dominicana de 48 años. Como María, la del bar, observa el cambio en su cuadra: “Era un desastre, como sabrás la fama que tiene Constitución, arrebatos, consumo de porquerías. Pero ahora cambió todo a nivel seguridad. Lo único que puedo tener es agradecimiento”.

No le preocupa el tumulto cotidiano: “Es una señal de apoyo que ella se tiene ganado, como también hay personas que la odian por sus razones. Pero sé que todos los que están acá tienen un punto de apoyo”. Sus ventas, estos días, permanecen estables, aunque revolea los ojos: “Soy de las personas que no se aprovecha de la situación y mantengo los precios. Lo que sale, sale”, dice, mientras vende un paquete de cigarrillos a un militante. 

Por lo demás, la cosa viene dura. Desde los 18 años trabaja por su cuenta, sea en casas de familia o comedores comunitarios, pero la plata hoy escasea, ni hablar de los impuestos: la luz le pasó de 20.000 a 200.000 pesos, y el gas está en 30.000. “¡Tengo un kiosco! Si tú me dices que es una casa de familia, es una cosa, pero encima soy sola”.

Señala al balcón. “La diferencia que veo es que cuando ella estaba en el gobierno era como que la popularidad (se refiere al pueblo) manejaba más el dinero, que es el dinero que me llegaba a mí –grafica, en una tesis que ninguna carrera de Ciencias Económicas explicará tan claro como esta dominicana–. Porque la casta grande, acá no va a venir, ni por cortesía”.

Se corta la charla. Atrás hay una fila de cuatro compradores esperando.

Con las bolsas de compras

Del edificio de al lado de la barbería cierra la puerta Alicia, saluda a los vecinos de la pensión de enfrente, y cruza la calle con bolsas de compras. Tiene la edad que este lunes cumplen los bombardeos en Plaza de Mayo de 1955: 70 años bien redondos. Hace 34 que vive en el barrio. “No me pidas que opine políticamente –pide y suspira, ladeando la cabeza–. Opino diferente, pero soy cristiana, creo en Jesucristo, no puedo tener odio porque él amaba a todas las personas. Tengo amor por ella, pero creo que la justicia existe”.

¿Usted cree en esta justicia?

-La verdad que masomenos.

Mira la calle –su calle– con resignación, en un gesto como si dijera que recién vamos por el cuarto día. “Siento que estamos como invadidos –explica su rostro–. ¿Sabés lo que es estar en el balcón y que entre olor a asado todo el día? Soy libre porque Jesús me hizo libre, pero te digo con el corazón, no es un lugar para que quede detenida acá, porque si todos los días vamos a tener esta gente, ¿vamos a estar seis años así?”. De pronto, los años de condena encienden una alarma impensada, de la que tomó plena dimensión el martes a la noche, día del fallo y de la caravana desde la sede del PJ Nacional a su cuadra: “Ay, eran miles, de una cuadra a la otra, con la bandera de Patria Grande”, dice y se tapa la mitad de la cara. 

Sin embargo, entre los bombos, las canciones, los gritos a cualquier hora, el alcohol y las cenizas que –según dice– las parrillas depositan en los rincones de las veredas, reconoce algo: “A la noche hemos podido dormir. Hay respeto, sí”. 

¿Y a usted cómo le va, Alicia?

–Yo estoy bien.

¿Le gusta el gobierno actual?

Hay cosas que sí y cosas que no.

¿Qué cosas sí y qué cosas no?

Me gusta que haya bajado la inflación. Pero no hay trabajo, los jubilados viven muy mal, traen muchas importaciones, nuestros productos se desvalorizan y cada vez el trabajo en negro es mucho mayor. Yo no sé de dónde van a sacar plata para las próxima jubilaciones. 

¿Cree que esa estabilidad es más importante que todo eso que usted dice?

–No lo veo. Tampoco podemos esperar toda la vida.

Alicia se despide. De pronto la calle, todavía repleta, aunque apacible, estalla en un rugido. Por el balcón que da a la calle San José aparece Cristina. Todo se activa: los gritos, las canciones (“a donde vayan los iremos a buscar”), los celulares, muchos lloran, los niños ríen, y en el quinto piso del edificio de Alicia salen vecinas de dos departamentos distintos: sus brazos se agitan como si estuvieran en la final del Mundial.

Los saludos de Cristina desde el balcón duran unos minutos pero dejan a la calle en un estado de excitación que se prolongará por horas, sin importar el frío. La sensación, agitada por los bombos de las murgas que saltan y bailan, parece activar estómagos. Preparada para la ocasión espera Tamara, 24 años, que vende choris y patis a 6000 pesos cada uno. Es de Isla Maciel, en Avellaneda, y trabaja “de esto” en marchas, canchas, recitales. “Donde vea que pueda me meto –dice, y cuenta que tiene un hijo de dos años–. Acá vengo por las dos cosas: para hacerme unos mangos y por Cristina, obvio”. Su hijo, dice sin dudar, va a ser “choripanero”.

El trabajo es familiar: en el puesto de allá están sus primos, en el otro su mamá y su hermana. ¿Por qué quiere tanto a la ex presidenta? “Porque siempre piensa en los más humildes. A mí me dio la Asignación Universal por Hijo, que me ayuda un montón para comprarle cosas. Hoy está difícil. La leche me pasó de 400 pesos a 2.000, pensá que tengo que comprar tres o cuatro por día. Sólo espero un milagro y que la liberen”. 

Sabe, sin embargo, qué implica la condena. 

Y dice: “Entonces vendremos todos los días con el puesto, hasta que salga”.

El playero y sus abuelos

Así pasan los primeros días en San José y Humberto 1º desde la llegada de Cristina al barrio. Entre bombos de murga, canciones desaforadas, ofertas de fernet y vodka, choripanes, caravanas, personas que miran el balcón en una espera a lo Shakespeare, y la permanente amenaza de desalojo policial para mostrar una “Buenos Aires limpia”. Todo eso convive con el amor de algunos, o con el horror de otros en base a una proyección de sus vidas de aquí a seis años. Todo lo que se pueda contar, escuchar, sentir o mirar en varias horas de trabajo a lo largo de estos días es poco en relación con las veinticuatros horas de este aleph que sincronizó tantos mundos como pueden existir en una Argentina cada día más laberíntica.

A quien todo esto parece no importarle demasiado, salvo por las horas que tiene que venir a trabajar desde su conurbana Quilmes, es a Facundo, 25 años, playero de la estación GNC en la otra esquina, en San José y San Juan. “No me interesa Cristina”, dice con algo de bronca, y describe algunas escenas de los baños de la estación que los lectores no quisieran tener en su imaginación. También comenta que, adentro en el kiosco, faltaron algunos chocolates. Insiste en que no le gusta Cristina ni la política, pero sí Milei. 

Su argumento: “Me aumentaron el sueldo seis veces en lo que va del año”. El dato asombra, en comparación a cómo les está yendo a otros oficios y tareas. “Pienso por mí. Sé que hay gente que está mal, sin trabajo”. Le pregunto, con respeto, si no cree que hay algo individualista en ese pensamiento, pero no duda: “Pasa que el resto no me da de comer”.

La pregunta siguiente, entonces.

¿Tenés abuelos?

-Sí. Están en la lona. No tienen para comer, literal. Capaz que un día les doy 15 lucas, para que tengan, y mi abuela se pone a llorar. A mi abuelo se le explotan las venas en la pierna, no sé cómo se llama eso, y ninguna obra social se lo quiere cubrir. Cobra nada más que 300 lucas. 

Hay un silencio. Se quiere despedir y volver a trabajar.

Una última pregunta. Sus abuelos, ¿a quién bancan?

Facundo parpadea: “A Cristina”.

Los vecinos de Cristina

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.

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Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

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Gabriel González, 45 años, pintor, fue asesinado por personal de la Policía de la Ciudad el jueves navideño en el barrio de Lugano, en un nuevo caso de gatillo fácil que además fue registrado por las cámaras de los vecinos. Gabriel intentó intervenir cuando la policía le estaba pegando a uno de sus hijos. Estaba sin remera, descalzo, desarmado. Lo fusilaron a corta distancia, las imágenes que aquí reproducimos están disponibles y se observa perfectamente quién le disparó. En el barrio sostienen que hubo violencia policial, además, sobre algunos de los testigos, para que hagan el silencio necesario para permitir la impunidad del y los autores.

En la foto de portada se ve a la derecha a Gabriel en el momento en el que es impactado por los disparos policiales.

Además de su trabajo como pintor, Gabriel se dedicó especialmente a la contención de jóvenes con consumos problemáticos. Presentamos la información publicada por el diario Tiempo Argentino, integrante junto a lavaca de la Unión de Medios Autogestivos, un símbolo y una realidad sobre la violencia institucional de estos tiempos.  

Amigos, allegados y vecinos de Gabriel González, el muchacho de 45 años que murió en medio de una violenta represión de la Policía de la Ciudad, ocurrida en Navidad en Villa Lugano, marcharon en reclamo de justicia. La familia aseguró que fue asesinado a mansalva y denuncia un nuevo caso de gatillo fácil. 

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Las lágrimas de Nelly, la viuda de Gabriel González. (Foto: Gentileza Pablo Lecaros)

Nelly, la viuda de Gabriel, aún habla de su marido en tiempo presente. En diálogo con la prensa que se movilizó hasta Cruz y Escalada, en Lugano, donde se concentró la movilización, expresó: “Hace más de 25 años que comparto con él, que vivo con él, que la luchamos, salimos a laburar todos los santos días. Tanto él como yo, salimos a trabajar para tener las cosas que tenemos y lo que pudimos construir. La peleó siempre. No es una mala persona. No se merecía morir de esa forma. Quiero justicia por la vida de Gabriel”. 

La mujer recordó que llegó a la escena del crimen cuando a su pareja “ya le habían pegado. Tenía toda la cara ensangrentada. En todo momento traté de pararlo y que no le sigan pegando, porque lo estaban lastimando. Escuchaba cómo lo incitaban a pelear con ellos. Todo el tiempo lo incitaban a pelear. Él estaba enojado y ellos eran cada vez más. Le dieron un tiro muy de cerca”. Nelly también recibió heridas en las piernas y en los brazos. 

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Entre sollozos, la viuda pidió a sus vecinos que no la dejen sola. “Luchemos. No es la primera vez que pasa algo así. Ellos vienen a matar, no vienen a apaciguar las cosas, a tranquilizar, sea lo que sea que esté pasando. Al amigo de él lo cagaron a palos, lo llevaron a la comisaría y le dijeron que no diga nada”. 

La mujer se refiere al amigo de Gabriel que en los videos, donde quedó registrada toda la secuencia, se advierte que intenta calmar a la policía. Gerardo, el hermano de la víctima, también mencionó “al muchacho que se llevaron preso, lo golpearon y lo amenazaron que lo iban a matar, le dijeron que conocían a su familia y a su casa. Para que no declare”.

Según pudieron reconstruir, el amigo de Gabriel fue liberado de la Comisaría 8A a eso de las 5 de la madrugada de este viernes. “Le aflojaron todos los dientes, le pegaron en las costillas entre el policía que disparó y había otro peladito. Todo para encubrir la cagada que se mandaron ellos”.

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Por su parte, la abogada de la familia, Romina Ávila, precisó que “cuando le tiran a Gabriel, le tiran estando totalmente desarmado, indefenso y a una distancia prudencial del personal. Esto quiere decir que en ese momento no estaba agrediendo al personal. Tampoco se puede argumentar que hubo un exceso en legítima defensa, es lo que nosotros llamamos gatillo fácil”.

La asesora de la familia señaló en Radio Con Vos que esperan los resultados de la autopsia y las pericias, cuyos análisis preliminares deberían estar para este sábado. “Está documentado que quien dispara es un policía que bajó del patrullero. Tenemos su rostro, imagen por imagen. Ahora a pedido de la justicia, la Policía de la Ciudad, debería identificarlo”, esgrimió.

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Gabriel era pintor y solía contener a los chicos del barrio que padecen consumo problemático. De hecho, comenzó con esa tarea social tras un contexto de abuso de drogas por parte de su hijo. “Era una persona humilde, hijo de migrantes, muy pujante, una persona que trabajaba y en ocasiones como esta, un festejo popular, participaba. Lo grave de su conducta ayer fue salir a la vereda a compartir con los amigos, sus vecinos. Es común eso acá. Los encuentros se comparten por más que a ellos no les gusten. Es parte de la cultura”, analizó la abogada. 

“Acompañaba a chicos con consumo, porque con su hijo dio una larga lucha por esa misma situación”, añadió Ávila, quien concluyó: “La Policía de la Ciudad sigue deambulando y caminando por acá. Son los mismos policías de la Comisaría Vecinal 8A que ayer estaban tomándole declaración a sus mismos compañeros que horas antes habían ido a herir de muerte a GabrielConviven con nosotros y el miedo es grande y está”

Respecto a la autopsia, la mujer indicó que los restos fueron trasladados este viernes a las 8 a la morgue judicial y que los resultados «van a ser sumamente clarificadores de lo que creemos y que sostenemos como teoría del caso, que para nosotros se trató de un hecho de violencia institucional. Que no tuvo ningún tipo de defensa, ni exceso en legítima defensa por parte del personal policial».

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

“Mi primo asesinado por la policía era un chico trabajador, nacido acá en el barrio, en la Villa 20. Era papá de Dante y Ángel de 21 y 25 años. Re familiero. En cumpleaños o reuniones familiares él siempre estaba en la parrilla haciendo el asado. Le encantaba compartir, era fanático de la pesca, un arquerazo del equipo del barrio que hace poco salió campeón. Cariñoso, amable, sencillo, solidario. Gabriel era muy valiente, no le tenía miedo a nada”, dijo a Tiempo Oscar Villaverde, primo de Gabriel y docente de la Escuela Técnica N° 13, Ingeniero José L. Delpini de Villa Lugano.

Fue el propio Oscar quien publicó en las redes en la tarde noche de ayer el asesinato de su primo: “Hoy en un forcejeo con la policía tras defender a su hijo asesinaron a quemarropas a mi primo Gabriel González e hirieron de bala a su mujer”.

El video filmado por un vecino dejó en evidencia el asesinato a quemarropa denunciado por quienes fueron testigos del brutal crimen. Se lo ve Gabriel sin remera, defendiéndose de los golpes contra media docena de efectivos policiales que lo golpean sin piedad.

De golpe, uno de ellos saca su escopeta y le dispara. La muerte fue instantánea y uno de los disparos hirió a la compañera de vida del asesinado y a otros vecinos que observaban con asombro la brutalidad policial.

https://twitter.com/mapadelapolicia/status/2004682374236569608?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E2004682374236569608%7Ctwgr%5Eac1d97fec004d4b6f43c539db126fd40cbc95cf4%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.tiempoar.com.ar%2Fta_article%2Fgatillo-facil-en-lugano-no-es-la-primera-vez-que-pasa-algo-asi-ellos-vienen-a-matar-no-vienen-a-apaciguar-las-cosas%2F

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Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

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El acto programado por la CGT fue tan veloz que mucha gente ni había llegado a la Plaza cuando ya todo se estaba desarmando. Uno de los oradores que actualmente encabeza la central, Octavio Arguello, dijo: “Si no nos escuchan vamos a terminar en un paro nacional”. Un rato después, mientras la gente seguía arribando al acto que ya no existía, Patricia Bullrich confirmó que se posterga la discusión por la reforma laboral a febrero. Síntoma de que los números no le funcionaban al oficialismo para acelerar con una reforma navideña.

El acto fue absolutamente pacífico (muchos cuestionaban que demasiado) pero la Comisión Provincial por la Memoria informó que hubo más de 50 personas atacadas con gas pimienta por la Policía de la Ciudad. Otros agredidos fueron familiares de desaparecidos, pero por parte de “custodios” de la CGT con camisetas de la UOCRA y de su titular Gerardo Martínez. La idea de hacer la ronda chocó con estos custodios, que se envalentonaron con personas indefensas con el mismo entusiasmo que suele hacerlo la policía. Aparte de esos episodios, ¿qué nos dijo la gente que se movilizó? Palabras para entender esta época, entre el aplastamiento de la economía, los sueños del “trading” y la venta ambulante.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Una hora antes de que la jefa del bloque de La Libertad Avanza (LLA) en el Senado, Patricia Bullrich, confirmara que la discusión por la reforma laboral se patearía a febrero, el joven Gonzalo marchaba con sus compañeros de la secretaría de Educación de La Plata en dirección a Plaza de Mayo. Y después de evaluar que la reforma “le quita al de abajo para darle a los de arriba”, que la quita de horas extras “es una brutalidad porque uno hace horas por necesidad económica y no por descanso”, y que el hecho de que no haya vacaciones “es inhumano”, responde cuáles son sus deseos como trabajador:

“Vivir de trading”, responde. Eso significa vivir de comprar y vender acciones, divisas, criptomonedas, lo que sea, en los mercados, para tener ganancias gracias a fluctuaciones de precios en lapsos cortos.   

Entiende Gonzalo el contexto en el que lo dice, las miles de personas que marchan como él, pero también piensa en que un alquiler no baja de 500 mil pesos por mes. “Mis preocupación es de los 20 a los 30 juntar la plata que pueda en una caja de ahorro, invertir y trabajar lo menos posible. Lleva pocas horas y tiene un buen margen de ganancia. En un buen momento podés pagar mil pesos una moneda que, en unos años, puede valer diez mil, pero por ahí perdés: es todo un riesgo”.

–¿Y el que hace Rappi, UBER o no tiene una relación de dependencia?

Y… La tiene difícil. Cien por cien. Si no buscan invertir a futuro, va mal. 

Gonzalo se mete de nuevo a la marcha que, en este momento, canta:

“Luche, luche, luche y que se escuche”. 

Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

¿Qué dice la reforma laboral?

El proyecto de ley de modernización laboral enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso el 2 de diciembre, busca reemplazar a la ley de Contrato de Trabajo y a sus modificaciones durante las últimas cuatro décadas. 

Algunos de los puntos centrales: 

  • La ley deja afuera al personal de casas particulares, trabajadores agrarios, independientes y prestadores de plataformas tecnológicas (artículo 2).
  • Vacaciones: la fecha de inicio, que hasta ahora debía ser notificada con una antelación no menor a 45 días, pasa a 30. El empleador podrá fraccionarlas mientras no sean tramos inferiores a siete días. El periodo de vacaciones –entre el 1º de octubre y el 30 de abril– el empleador “deberá organizarlas al menos una vez cada tres años durante la temporada de verano”.
  • Jornadas laborales de hasta 12 horas: aunque no se explicite en la redacción y busque solaparse, los artículos 42 y 43 estipulan que “el empleador y el trabajador podrán acordar voluntariamente la compensación de horas extraordinarias de trabajo, disponiendo un régimen de horas extras, banco de horas, francos compensatorios (…) siempre y cuando se respeten los descansos mínimos entre jornada y jornada de doce horas”.
  • Periodo de prueba: en la norma vigente a quien está a prueba se le informa con 15 días de antelación la extinción del contrato. En la que quieren aprobar “no se requerirá la obligación de preaviso” (capítulo 48).
  • Periodo de prueba 2: mientras en la ley actual el periodo de prueba pone el límite en los 30 días, en la que se quiere imponer “se extenderá durante los primeros 6 meses” (capítulo 104).
  • Indemnización: el artículo 51 dice que se deberá abonar al trabajador una indemnización equivalente a un mes de sueldo por cada año de servicio o fracción mayor de tres meses, tomando como base la mejor remuneración mensual durante el último año o el tiempo de prestación de servicios si fuera menor. Para esta remuneración no se tendrán en cuenta “los conceptos de pago no mensuales como el Sueldo Anual Complementario, vacaciones, premios que no sean de pago mensual, etcétera”. En la norma vigente, solo se excluye al SAC. Y sí, dice así, literal: “etcétera”. 
  • Contribución: La iniciativa gubernamental crea el FAL, Fondos de Asistencia Laboral, que se conforma con una contribución mensual obligatoria del 3 % de las remuneraciones que se toman de las contribuciones patronales con destino al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) de cada trabajador. Este 3% hasta ahora va dirigido al ANSES para el pago de las jubilaciones.
  • Plataformas tecnológicas: 1) en el capítulo 114 dice que el objeto es establecer reglas adecuadas para el desarrollo de la economía de plataformas tecnológicas. 2) En el 118 pondera un “principio de libertad de formas: las partes podrán acordar libremente los términos del contrato”. 3) El 121 refiere al seguro de accidentes personales: “Los gastos serán objeto de libre acuerdo entre las partes involucradas, sin establecer una responsabilidad exclusiva para ninguna de ellas”.

Sin embargo, el Gobierno olió un panorama desfavorable en el Senado, al menos en esta instancia, y si bien consiguió el dictamen, decidió postergar la discusión a febrero.

Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

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Dónde está la pelota

Cecilia, 25 años, no puede parar porque es vendedora ambulante. “Salgo a luchar todos los días porque Jorge Macri nos echó de la vía pública, no nos deja vender los pocos que productos que tenemos, no nos alcanza para comer y a muchos le decomisan la mercadería sin que la puedan retirar de los galpones”, dice esta trabajadora de Luis Guillón, sur conurbano. “Hay gente que se muere de hambre y no lo entienden. Los que tienen un sueldo en blanco no llegan a fin de mes, y encima le quieren pagar la indemnización en cuotas: me gustaría saber si el presidente y los senadores quisieran cobrar en cuotas”. 

La diputada Natalia Zaracho (Frente Patria Grande) también era de las que no podían parar: “Soy hija del 2001, me tuve que inventar mi propio trabajo para comer y darle algo a mi familia, me organicé y me puse a pelear por la dignidad de los cartoneros”, cuenta desde Avenida de Mayo.

¿Qué pasó para que esta marcha esté corriendo una discusión clave desde atrás? “Lamentablemente se está dando una discusión que teníamos que haber dado antes. Ahora estamos con los términos y la pelota del lado de ellos, pero no podemos dejar de decir que no beneficia a los trabajadores. Tampoco va a generar puestos de trabajo. Necesitamos que el salario mínimo garantice que la gente pueda vivir. La economía popular se inventó su trabajo y necesitamos derechos para ese mundo, el más perjudicado. Todos los días se cierran pymes, dejando a trabajadores fuera del sistema, en el descarte. Vengo de ahí. Acá no va a venir ningún salvador a salvar al pueblo, es la comunidad organizada lo que va a frenar este modelo”.

Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

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Voces laborales

Omar está parado arriba de un banco sobre Avenida de Mayo. Sus manos en V, sus bigotes y sobre todo el cartel que cuelga del cuello “Paro general ya, pongan la fecha, traidores”, lo hace resaltar ante una marea de gente que copa las seis cuadras que separan la 9 de Julio y la Casa Rosada. Sin bajarse del banco, dice: “La CGT no tuvo otra que hacer esta movilización porque se le venía la noche por la presión popular; una reforma laboral no puede nacer así, comprando a gobernadores, es peor que la ley Banelco (escándalo de sobrinos en la reforma laboral del año 2000)”.

Diego sostiene una cartulina rosa: “No es libertad, es esclavitud”. Tiene 44 años, es de González Catán y labura en la construcción. Plantea: “Es esclavizante este momento. Aumentó todo 15 veces en estos últimos años, menos nuestro salario”. Cuenta que trabaja de manera informal y que ya no sabe cómo hacer. “No llego, no llegamos”, se despide, yéndose rápido ni bien culmina un acto precoz de la CGT. 

44 años también tiene Oscar y es empleado del Correo Argentino desde hace 22, la mitad de su vida. Una vida con obstáculos. “Nunca estuvimos tan mal. Los sueldos son bajísimos. Si hoy hubiese retiro voluntarios, nos vamos todos, estamos desesperados. Y encima ahora esta reforma, que en vez de dar derechos nos lo quita. Les vamos a salir re baratos a la empresa si la aprueban”. Oscar mira a sus compañeros de trabajo y reflexiona: “A los que votaron esto, que son muchos, no los entiendo. Conocieron la historia del Correo, de cómo estaba la empresa privatizada y sin embargo siguen acompañando a este gobierno”. 

Aníbal escucha la charla con Oscar y se acerca. Se pone a llorar porque tiene 68 años y, después de trabajar “toda la vida de ferroviario y de empleado del correo”, cobra “la mínima”. Dice que este presente también es consecuencia del pasado. “Los gobiernos más populares no hicieron reformas laborales a favor del pueblo y acá estamos, sufriendo esta entrega”. Alejandra, de Morón, sintetiza: “Es una reforma laboral que tiene una particularidad clara: quitan muchos derechos y no hay ningún beneficio; en vez de achicar las jornadas, van en sentido contrario”.

Florencia, 52 años, de Temperley, es científica del Conicet y docente de la UBA. “Es necesaria una reforma laboral”, piensa. Lo resume en su cartulina blanca: “Modernización es jornada laboral de 6 horas”. Y agrega: “Pero no sólo a favor de los empresarios como es esta, que debería tener una licencia de paternidad de 3 meses, que incluya derechos para el teletrabajo y los nuevos empleos por los avances tecnológicos”.

Romina, 33 años, vive en la Villa 20 de Lugano. Es auxiliar de portería y vino con SUTECBA (Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires). “Estoy en contra de toda esta reforma, en vez de que sea a favor de la gente, con paritarias sin techo y acordes a la inflación y a las necesidades, buscan aumentarnos las horas de trabajo y fraccionarnos las vacaciones”. ¿En qué está pensando hoy un laburante? “En llegar al 15 del mes”.

Acto de la CGT: rápido, caluroso, con amenaza de paro y postergación de la reforma laboral

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Madres, curas & UOCRA

En Plaza de Mayo, el escenario de la CGT está emplazado exactamente en la Pirámide de Mayo, sitio en el que las Madres de Plaza de Mayo hacen su ronda todos los jueves, a las 15.30, hace 48 años. “Saludamos a las Madres que están presentes”, dice Jorge Sola, uno de los tres secretarios generales de la CGT. “Les ocupamos su jueves por un reclamo justo”, agrega, aunque ese gesto no se traducirá en los hechos. Tampoco tuvieron la sensibilidad de enlazar luchas: en 2001, por ejemplo, el 19 de diciembre cayó jueves de ronda, y mucha gente salió a la calle cuando vio por tele cómo le pegaban a las Madres. 

El acto, sin embargo, se esfuma rápido. Sorprende lo escueto y que arriba del escenario no se trazara un plan a futuro. “Terminaremos en un paro general”, esbozaron, en caso de que la reforma prospere. “¿Ya terminó?”, se preguntan algunos manifestantes que recién ingresan a la Plaza. La mayoría desconcentra rápido. Algunos se quedan cantando contra la CGT: “Poné la fecha”, exigen sobre el paro, pero a destiempo porque en el escenario ya no hay nadie.

Muy pocos se quedaron a la ronda de las Madres, que tuvo una escena violenta y desagradable. El grupo que acompaña todos los jueves a las Madres Línea Fundadora –entre los que hay familiares de desaparecidos y sobrevivientes de centros clandestinos– quiso ingresar al sector de la pirámide para hacer la ceremonia habitual. Sin embargo, un grupo de seguridad de la CGT, con pecheras de la UOCRA, no quiso dejarlos pasar. Comenzó una discusión que derivó en que uno de los gremialistas le pegó a uno de los militantes que acompaña cada jueves. El golpe lo dejó con un corte en el ojo y con sangrado en la nariz.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Carlos, el célebre jubilado hincha de Chacarita, no podía creer la escena: “Yo peleo por vos, maleducado”, les dijo. También intentó mediar el padre Paco Olveira, pero el matón casi lo golpea también a él: “No me toqués”, le gritó al párroco.

La actitud era de amenazar democráticamente, tanto a un jubilado, a un cura o a familiares de desaparecidos, lo cual refleja en parte el estado de las cosas.

El grupo de Línea Fundadora dio la vuelta al escenario e ingresó, de todas formas, por otro sector hasta la Pirámide. Hizo la ronda en un círculo cercado por los fierros de un escenario gigante, una mesa con decenas de sanguchitos que sobraron, y hasta sillones para los sindicalistas. Héctor Daer, ex triunviro de la CGT miraba la ronda y aplaudía. “Recién nos golpearon”, le gritaron. Daer se terminó yendo. La empresa productora del evento, al menos, tuvo la gentileza de darles botellas de agua.

Mientras tanto, entre los ruidos de un escenario que empezaba a ser desarmado por otros trabajadores, en la Plaza resonaba el eco de cada jueves, al escuchar el nombre de cada persona desaparecida: “Presente”.

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La justicia identificó y procesó al policía agresor de la jubilada Beatriz Blanco

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La jueza María Servini de Cubría, titular del juzgado Criminal y Correccional Federal 1, identificó y procesó al integrante de la Policía Federal que golpeó a la jubilada Beatriz Blanco el 12 de marzo de este año.

Se trata del inspector Nicolás Emanuel Céspedez y fue imputado por lesiones agravadas.

La jueza le impuso un embargo de 40 millones de pesos y, sin bien lo eximió de prisión preventiva, le ordenó que informe sus movimientos y lo citó el lunes próximo para notificarlo. Servini consideró que el uso desmedido de la fuerza ejercida contra una anciana de 82 años fue evidente: «No hace falta ver su documento de identidad para notar su fragilidad».

La justicia identificó y procesó al policía agresor de la jubilada Beatriz Blanco

Beatriz Blanco tras ser golpeada por el inspector Nicolás Céspedez.

Céspedez golpeó a la jubilada haciéndola caer de nuca, y además ni él ni ninguno de los otros policías intentaron ayudarla, por lo que tuvo que ser inmediatamente evacuada y hospitalizada.

La jueza Servini describe Beatriz fue rociada con gas pimienta y luego empujada “sufriendo un traumatismo cefálico en la región de la nuca (occipito -parietal derecha/izquierda) que derivó en el diagnóstico de Traumatismo encefalocraneano sin pérdida de la conciencia con herida cortante en región occipital”

Plantea el procesamiento: “…el imputado hizo uso desmedido, desproporcionado y exagerado de la fuerza contra una mujer mayor de 82 años de edad, indefensa que no presentaba peligro para la autoridad, lesionándola y apartándose así de la normativa vigente que rige en la materia”.

Agrega: “… se encuentra probado que existió por parte de Nicolás Emanuel Céspedez, dolo directo, o sea éste tuvo la voluntad de atacar físicamente a la Sra. Beatriz Blanco, y habiendo tenido tiempo para reaccionar con otra conducta no lo hizo”. El delito se agrava cuando el hecho se comete «Abusando de su función o cargo, cuando fuere miembro integrante de las fuerzas de seguridad, policiales, o del servicio Penitenciario».

Otro párrafo crucial: «Sobre la especial calidad del sujeto activo que prevé la fórmula legal, corresponde indicar que: ‘El fundamento es que no solo se atenta contra la vida humana, sino que además el autor omite cumplir con el deber de otorgar seguridad y protección a los ciudadanos, defraudando así las expectativas depositadas en el correcto desempeño de su cargo o función»

Concluye la jueza: “Todo ello me permite concluir que las lesiones sufridas por Beatriz Blanco, derivadas de la conducta del imputado que se juzga en este acápite, efectivamente implicó una acción totalmente arbitraria por parte de Céspedez y en un claro abuso de su función, en carácter de miembro de una fuerza de seguridad”.

El próximo lunes 22 Céspedez deberá presentarse en el juzgado para ser notificado de su procesamiento.

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