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El gol peor gritado de la historia de los mundiales

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Por Pablo Marchetti

NO ES QUE me puse a hacer un ránking. Tampoco fui al archivo. Es una sensación, nada más. Que se suma al hecho de haberlo visto en vivo, hace apenas unas horas. El tema está fresco y es probable que eso ayude. Pero no puedo reconocer que fue muy notorio. Por no decir alevoso.
En los mundiales el riesgo de no gritarle un gol a un ex equipo se baja bastante respecto de las competencias entre clubes. Por ir a un caso muy notorio y muy reciente: en la última Champions Mohamed Salah no gritó los goles que le hizo a la Roma en semifinales.
Hablamos de semifinales de Champions. Y hablamos de un jugador surgido en el Al-Mokawloon Al-Arab, que luego pasó por el Basel, el Chelsea y la Fiorentina antes de llegar a la Roma. Y de allí al Liverpool. O sea, ni siquiera tiene la relación que puede tener Cesc Fábregas con el Barcelona.
Salah fue respetuoso con los hinchas de su ex club y no gritó el gol. Esto en el caso de un Mundial es más raro que ocurra. Pero puede ocurrir. Siempre (y sobre todo en 2014) tuve la fantasía de que España eliminara a Brasil con un gol de Diego Costa. ¿Qué hubiera pasado en un caso así? ¿Hubiera gritado el gol? ¿Qué suerte habría corrido la familia del jugador hispano-brasileño?
En Rusia, que España elimine a Brasil con un gol de Diego Costa sigue siendo una posibilidad. O que Portugal elimine a Brasil con un gol de Pepe.
Las posibilidades son varias. ¿Cómo se gritarían esos goles? Como sea, el caso al que me refiero no forma parte de ese grupo. Un grupo claro, reconocible, con identidad en el fútbol.
Nadie podría decir que un gol no gritado por respeto a la hinchada rival, por el sentido de pertenencia que tiene un jugador a su ex club o su país natal, es un gol mal gritado. Un gol mal gritado es otra cosa. Puede ser el gol de alguien que no está acostumbrado a hacer goles. Un defensor, por ejemplo.
Los goles mal gritados suelen tener, como contrapartida, entusiasmo. Y el entusiasmo, el ponerle onda, ya lo aleja de la zona de los goles mal gritados. En definitiva, los goles mal gritados son una anomalía absoluta, una rareza que habría que atesorar.
https://www.youtube.com/watch?v=gJ3dOzhKo-Y
Los goles mal gritados se asemejan más a las jugadas insólitas. Como la que protagonizó Mwepu Ilugna, el jugador de Zaire que en Alemania 74 corrió de la barrera y pateó la pelota que tenían preparada los brasileños para un tiro libre. O cuando el jeque de Kuwait Fahid Al-Ahmad Al-Sabah bajó a la cancha en un partido Francia-Kuwait en España 82 y logró que el árbitro Miroslav Stupar anulara un gol francés.
El festejo del gol de penal de Ferjani Sassi con el que Túnez le empató a Inglaterra ayer en Rusia debería formar parte de esa selecta galería bizarra. La secuencia fue la siguiente: Inglaterra ganaba uno a cero y si bien no jugaba muy bien, era absolutamente superior a su rival. Túnez no llegaba nunca. Pero nunca. No había tenido ni una sola opción ya no de gol, de acercarse al área inglesa.
De repente, un tunecino desborda tibiamente por la derecha, tira un centro intrascendente y un defensor inglés comete un penal ridículo. Lo toca al tunecino (fue penal, sin dudas), pero la jugada no llevaba ningún peligro. Pero ninguno. El tipo al que le cometen el penal estaba lejos de la pelota, todo rarísimo. El árbitro cobra. Penal. Los ingleses piden el VAR. El árbitro no duda: penal.
Ferjani Sassi toma la pelota, la pone en el piso, mira al arquero. Mueve los labios en lo que se supone es un rezo. Mira al arquero de nuevo. Mira la pelota. Camina hacia la pelota lentamente, dubitativo, en una actitud típica de quienes erran los penales.
Sassi se frena un poco y por fin saca un tiro cruzado, fuerte, esquinado, que se mete a pesar de que el arquero adivina el palo y vuela hacia allá. Imposible atajarla. El penal, contra todo pronóstico, fue muy bien pateado. Y ahí comienza la otra película: la del peor grito de gol de la historia de los mundiales.
El mediocampista de Túnez se queda como congelado, con la actitud típica de quien no quiere gritar el gol. ¿Es inglés? No, nada que ver. No está traicionando a nadie, no se está disculpando con nadie. No se entiende qué es lo que hace.
Da un par de pasos, como si estuviera perdido. Los compañeros van a abrazarlo, pero tampoco quieren interrumpirlo en lo que parece un viaje de ácido. Un segundo después se arrodilla y se inclina con la cabeza al suelo, en una actitud que se
presume religiosa y parece una continuidad de las palabras que dijo para sus adentros antes de patear. Se queda un poco en esa posición y se levanta.
Ya de pie, Sassi mira hacia un costado (paralelo al arco), forma un corazón con los dedos índice y pulgar de ambas manos; en el medio mete sus labios y da un beso. Un gesto romántico, que hizo acordar a aquel en que, jugando para la Fiorentina, Gabriel Batistuta le dedicó un gol a su mujer, Irina. “Irina, te amo”, había dicho el Bati a una cámara aquella vez.
El beso de Sassi, tomado por una cámara de frente, es un gesto romántico supremo. Y en realidad, si se lo mira de ese modo, bien podría pensarse que el festejo no fue tan malo. Error: fue pésimo.
La celebración del tunecino estuvo signada por la fe y el amor. Pero le faltó la pasión del juego. Como si lo que importara fuera el mensaje, no meter un gol. El gol para Sassi fue sólo la excusa para expresar sus credos. Y tampoco tuvo un personalismo ególatra desmedido como el de Cristiano Ronaldo. Simplemente no se entendió bien qué quiso hacer.
Todo bien con el amor, todo bien con la fe, todo bien con cada uno de los paliativos que los humanos nos inventamos para calmar los dolores del alma. Pero tenés que tener en cuenta, Ferjani Sassi, que con tu gol, tu equipo le empató un partido imposible a Inglaterra. Y que si no fuera porque los ingleses marcaron el 2-1 en el último minuto, hubiera sido el gol de la hazaña.
Ver la foto de Sassi tirando el beso entre los dedos en forma de corazón puede llevar a la equivocación. La foto es tierna, romántica, emotiva. Pero, como todo en esta vida, hay que ver la película completa. Y sólo así se podrá entender la historia de este, el peor festejo de un gol en toda la historia de los mundiales de fútbol. Un gol con el que Túnez casi le empata a Inglaterra sin haber llegado nunca al arco.

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