El primer gol del Mundial visto desde la estación de trenes de Once, entre la marea de la marcha por el aborto legal y el paro de Camioneros. El grito inesperado, y el destino esperado de un pancho con papas.

Por Lucas Pedulla

EL PRIMER GOL DEL MUNDIAL 2018 lo vi entre diez cabezas en una tevé de la estación Once, comiendo un pancho de 40 pesos.
La gente lo gritó como si fuera de Higuaín.
No había un ruso, y los rostros parecían mas afines a un leve tinto de cartón que al parco rostro de Gazinskiy, pero se gritó igual, vaya uno a saber por qué fervor.
Por el contrario, mi estado mental de haber dormido dos horas por la cobertura de la media sanción de la legalización del aborto me ubicaba en el rol patético de evitar que la lluvia de papas de mi hot dog misererezco no se desparramara con la criolla por mi muñeca, en un turbio intento de almuerzo.
En realidad, estaba atrapado en esa dimensión desconocida entre falsos rusos de Once y fritura de estación, porque alguien por altoparlante anunciaba que el tren no iba a salir porque estaban cortando las vías en las cercanías de la estación Haedo, en la galaxia de Morón.
Mientras, de un tren repleto empezaban a llegar banderas de Barrios de Pie, MST y otras siglas alejadas de Rusia por el paro que convocó las CTA con Camioneros y que también sumó docentes, todo mezclado con una generación verde con pañuelos que buscaba dejar la Ciudad que había custodiado durante más de 24 horas a la espera de una media sanción histórica.
A todo esto, los falsos rusos gritaron el segundo tanto, zurdazo al primer palo de Golovin.
Con todo esto, la criolla, desparramada en el sucio suelo de la estación.

No cualquiera vende cerveza el día que empieza un Mundial