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¿Dónde queda la izquierda?

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Las elecciones demuestran que la política está en otra parte, y la izquierda también. En plena transformación, ¿dónde se genera el cambio social?, ¿cuáles son los nuevos desafíos? Compartimos estos interrogantes con quienes, desde la acción, nos ayudan a pensar qué significa ser de izquierda hoy.

¿Dónde queda la izquierda?

El chico tiene 16, la chica 17, están en la puerta de un colegio. Sonríen ante la consulta, y contestan con una naturalidad asombrosa.
–Izquierda es una palabra que no me gusta. Es confusa –dice él acomodándose la mochila.
–Lo que yo sé bien es qué es la derecha. Y estoy en contra –agrega la chica de rulos.
Son dos ideas más claras que muchas de las que se encuentran en los 27 millones de páginas sobre la izquierda que los buscadores de Internet detectan en 0,13 segundos. O las que describen montañas de libros. Cada uno de esos textos puede resultar maravilloso, imbécil, fundamental o nulo –y será más estimulante buscar siempre los maravillosos– pero ahora choco con esas sonrisas a las que les respondo con palabras agudas, esdrújulas y, sobre todo, graves: revolución, organización, resistencia, compromiso…
–Ya sé, obvio. El asunto es: ¿qué significa todo eso en la práctica? –me dicen con una mirada demasiado limpia, y entran al colegio.

Un apellido para la izquierda
Un militante de uno de los más emblemáticos partidos de la izquierda argentina, que ha estado en contacto con cantidad de jóvenes sub 20 que pertenecen a movimientos como el de Cromañón, me dice: “Yo jamás les diría a estos chicos que entren a un partido político”. ¿Por qué? “Lo harían estallar. Un partido no soporta a jóvenes con pensamiento propio, críticos. Estos pibes son la rebeldía. ¿Para qué se van a meter en un partido que va a tratar de encorsetarlos?” No lo nombro por temor a que sea excomulgado de su organización (todo un síntoma del estado de las cosas). Me dice que ya no le sirve que alguien le diga que es de izquierda. “Se lo he escuchado a tanta gente que después hace todo lo contrario, que ahora prefiero no guiarme por lo que la gente supuestamente es, sino por lo que está haciendo”.
Si es así, me pregunto qué es lo que hace él mismo. Lo he visto siempre –siempre– en la calle, y eso que caminar no le resulta demasiado sencillo. Pero como por un milagro lo he visto correr, para proteger a esos chicos cuando han tenido rounds con la policía. “Ya aprendí a seguirlos, a ir detrás de ellos” me cuenta con una sonrisa, y me está diciendo demasiado. Lo he visto desolado frente a la esclerosis de su propio partido, al que no renuncia casi por modales, después de tanto tiempo, aunque sigue decidido a que su vida transcurra más por la calles que por los comités. Siguiendo a los chicos.
Raúl Godoy, militante del trostkista Partido de los Trabajadores Socialistas, les dice estas cosas a los jóvenes con los que habla: “Les explico que nos están matando, que con este sistema no tenemos futuro. Lo único que hay y va a seguir habiendo es guerra y explotación. Hay que cambiar la sociedad de raíz”. Raúl es trabajador de Zanón, la fábrica sin patrón de Neuquén que acaba de cumplir 6 años de autogestión obrera, y secretario del Sindicato Ceramista de la provincia. Cree que parte de la confusión referida a la izquierda es porque le hace falta un apellido. “Para mí todo se aclara si hablamos de clase, de izquierda clasista”. ¿Qué quiere decir eso en términos prácticos? “Que de todas las cosas que hay que redefinir, la primera es la voluntad de los marxistas de volver a la clase obrera como sujeto de la revolución”. Godoy va a las fuentes de la izquierda: la revolución sólo será posible a través de la toma del poder por parte de un partido o un frente que sea conducido por la clase trabajadora. Cree que demasiados teóricos dieron por muerto al proletariado con teorías como la del fin del trabajo, “mientras viajan en trenes manejados por trabajadores, hablan por teléfonos de empresas que funcionan por los trabajadores, y comen galletitas fabricadas también por obreros”. La cuestión se resolverá a través de la lucha de clases “y frente a eso te encontrás con las burocracias sindicales o el cáncer de la conciliación de clases expresada por el peronismo desde hace años, con Menem, Duhalde, Kirchner, Cristina, todos atravesados por esa idea. Y encima, hasta el discurso populista se acaba cuando van a Naciones Unidas o a la Bolsa de Wall Street a tocar la campanita”.

Milanesas y granos
Así habla Godoy. Pero, ¿qué es lo que hace? Lo conocí en el comedor de Zanón, y vino a servirnos milanesas con papas fritas a mí y a varios trabajadores de la fábrica (tal vez esto no le importe a nadie, pero he visto a tanto imbécil con ínfulas de ser servido, y he visto tanto lo que eso significa luego en términos prácticos, que aquella milanesa me quedó grabada). Pertenece al pts pero también a la asamblea de Zanón. Uno de los obreros me dijo: “Mirá, él hablará con su partido y después viene a la asamblea. Yo hablo con mi señora y después vengo a la asamblea. Y en la asamblea vemos entre todos qué decidimos”. Al menos queda planteado un estilo de relación que mucha gente de Neuquén le atribuye a Godoy más que al partido, aunque él diga que la cosa es al revés. Zanón y los ceramistas hacen trabajar la enorme fábrica, pero destinan siempre algún tiempo a que algunos de ellos estén en la calle. La administración Sobisch, los crímenes como los de Fuentealba, las luchas docentes y de tantos sectores de la sociedad neuquina son una fuente de movilización perpetua, de la que ha surgido la Coordinadora del Alto Valle. ¿Qué representa Zanón misma? Godoy: “La fábrica es un granito de muestra de que sin patrón los trabajadores podemos producir”. Tal vez se podría pensar que cada fábrica sin patrón, cada una de las empresas recuperadas, es una pequeña revolución donde los trabajadores, en la práctica, se hicieron cargo de la producción, mientras toman decisiones en asamblea. Particularmente en Zanón empalman eso con la salida hacia la comunidad con sus trabajos para escuelas y hospitales, y hacia la calle frente a cada conflicto.

De las armas a dos ideas
«Yo veo dos cosas a tener en cuenta para pensar en un concepto nuevo de izquierda. En lo económico, las fábricas recuperadas. Y en lo político, experiencias como Gualeguaychú” dice Luis Mattini tomando un café en la confitería Ideal.
Fue uno de los inspiradores y conductores del Partido Revolucionario de los Trabajadores (prt) y de su rama armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo (erp). En realidad se llama Arnold Kremer, pero es infinitamente más conocido por su viejo nombre de guerra (Luis por admiración a Beethoven, Mattini como versión italianizada del apodo que le pusieron de tanto tomar mate). No se puede negar que en términos de pensar la toma del poder y una revolución, él y sus compañeros fueron al menos explícitos: partido y lucha armada. No reniega de nada de lo hecho, aunque no le esquiva a criticarlo a fondo. Pero cree que cambiaron la época y el mundo, y aquellos instrumentos, pero sobre todo aquellos modos de pensar, quedaron para el museo.
Mattini postula que todos los intentos de enfrentar al capitalismo son rescatables, que Marx sigue siendo imbatible en su análisis del sistema económico, que está más vigente que nunca el fetichismo de la mercancía (la sociedad dominada por el mercado, como pueden confirmarlo entre otros los que miran televisión).
Pero ya no espera que la revolución venga de la idea de un partido que lucha por el poder (ni electoral ni militarmente), lo consigue, y luego realiza una transformación radical de la sociedad. Para Luis, con la caída de los países comunistas esa historia está enterrada. “Creo que hay que mirar a los movimientos sociales más que a los partidos para tratar de entender ahí qué es lo que hay de transformador y revolucionario”. Según esta percepción, en esas experiencias está la clave de transformaciones que finalmente derivarán en un cambio de las formas de poder, aunque nadie sabe bien cuándo ni en qué términos. Lo nuevo está constituido por formas más libres y horizontales de organización (frente a las verticales y más encuadradas de los partidos políticos), más asamblearias y abiertas, menos doctrinarias, pero también más inciertas (confesiones de primavera: eso de tener un pensamiento libre, crítico y creativo sobre la propia vida y el mundo es mucho más fácil de proponer que de ejercitar. Un buen dogma suele cumplir funciones ansiolíticas).
Se trataría entonces de lo siguiente: más que pensar en la revolución como un artefacto futuro a partir del cual se cambiará el mundo, tomar el presente como el momento de las transformaciones de los modos de relación entre las personas, que pueden ir experimentándose ya, y que acaso tengan el adn de una transformación de la sociedad.

Economía y política
Entonces, ¿qué es lo que hay que mirar para entender por dónde puede pasar un proceso transformador? Luis postula las fábricas recuperadas y Gualeguaychú. ¿Por qué? “En un caso el tema es económico. Yo creo que una ruptura con el capitalismo es la de la explotación salarial. Las sociedades socialistas se pensaron al revés, asalariando a todo el mundo con un gran patrón que era el Estado. No sé cómo puede ser esto en términos prácticos, pero al menos las fábricas sin patrón son una fuente para experimentar otros modos de relación, algunas tienen sistemas salariales clásicos, pero en otras hay que investigar cómo funciona el concepto de ingreso, de ganancia, de un modo que en algunos casos, no en todos, me parece más cercano al comunismo que al capitalismo. Lo digo porque en algunos casos se da aquello de a cada cual según su necesidad que había planteado Marx. Lo que digo es que al menos son experiencias donde estudiar cómo funcionan o no estas hipótesis”. Lo llamativo es que la mayoría de los trabajadores de estas fábricas no se reconocen como izquierdistas, marxistas ni mucho menos, aunque llevaron adelante luchas de una radicalidad tremenda para evitar la desocupación. Otra vez, conviene mirar lo que se hace, más que lo que se dice.
¿Y Gualeguaychú? “Eso lo veo como cuestión política. Tampoco digo que sea la Revolución Rusa pero, ¿cómo una población logra condicionar la política exterior de dos países? ¿Cómo se organizaron? Yo puedo meter en la bolsa los errores del gobierno, la cooptación de figuras o lo que sea, pero ahí me parece que hay mecanismos de relaciones totalmente novedosos. La asamblea, la democracia más directa, la falta de dirigentes” (o al revés, como todos son de algún modo dirigentes y participantes, no hacen falta caudillos).
Gualeguaychú refleja además toda una crisis del sistema representativo, si se sigue este razonamiento. “Cuando se lee el artículo 22 de la Constitución, eso de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de los representantes… esa expresión es clave. En el parlamento, el club, el sindicato, el partido de izquierda, el representante va en representación de los representados, pero decide por las suyas. El sistema representativo, entonces, anula la democracia, y la opinión sobre los representantes aparece apenas uno charla con cualquiera por la calle”. Gualeguaychú sería entonces un ensayo de algo distinto. “Claro, ver de qué nuevos modos se puede organizar la gente, con toda una movilización social, asambleas abiertas, pluralidad y una legitimidad que no existe en la política partidaria. Para mí lo social –Gualeguaychú– puede ser más político que lo político: Cristina, Carrió, la izquierda y demás”.
¿Qué hace Mattini? Es empleado, escritor, y autor de ensayos como Los perros, sobre la vida cotidiana de la guerrilla de los 70, y El encantamiento político sobre las encrucijadas del presente. Le gustan los tangos que pasan en la Ideal.

El Talmud en el subte
El tema es que hay que bañar a Ciro. Se programó una conferencia de prensa a las 7 de la tarde de los delegados de subterráneos en el Hotel Bauen. Están los canales de televisión, las radios, hay clima de reivindicación y pelea contra la empresa Metrovías, cuya oficina de Recursos Humanos cataloga a los trabajadores poco dóciles como “terroristas” (mu número 5). Los delegados forman una de las organizaciones sindicales más jugadas y exitosas: ya tienen los salarios más altos del país. Roberto Beto Pianelli sabe que la conferencia, o al menos su participación en ella, debe terminar a tiempo para estar a las 8 de la noche en su casa y bañar y darle de comer a su hijo Ciro, de un año, mientras su compañera va a estudiar periodismo. Pianelli forma parte de uno de los partidos más poblados del siglo xxi: el de ex militantes de organizaciones políticas. “Somos muchos los troscos que nos fuimos del mas (Movimiento al Socialismo) en los 90” me cuenta en el baño, mientras Ciro chapotea con muñecos de plástico. “Yo me tuve que replantear todo, porque venía de la izquierda que se agarra de los elementos dogmáticos. El gran problema es que abandonamos el Talmud (libro sagrado judío) y cada uno se pelea por ver quién quedó como el dueño. Después uno dice: hay que defender principios. ¿Pero cuáles son los principios? ¿Estarán bien? Algunos sí: no ser delator, no venderse”.
Le digo que ésa es casi una cuestión de modales, Pianelli se ríe y Ciro nos salpica. “El asunto es que cuando te metés en el movimiento real, te das cuenta de que los dogmas no existen, volvés a percibir el sentido común, el contacto con seres humanos normales, y aprendés a escuchar lo que te dicen para modificar las cosas”.
No se trata, ni lejos, de una posición desideologizada. “Lo esencial es vencer a la clase enemiga que utiliza cualquier herramienta para seguir explotando y reventando a millones de personas llevándolas a la guerra y al hambre” dice, pero a la vez cree que “el gran problema para un ideario socialista es romper con los dogmas. Creerse que estamos en 1917 es una estupidez. Si no das respuestas al presente, te morís”. Y en ese punto, en esa salida al mundo real, Pianelli cuenta que descubrió algo que no había percibido en lo que llama “la secta” (la militancia partidaria): “Plantear que la burocracia sindical es una losa que tienen que quebrar los trabajadores que tienen que tomar el poder, hacer la revolución y cambiar el sistema es una idiotez absoluta. Si vas a elecciones libres te ganan los burócratas. El problema es otro, el problema es que hoy los trabajadores no quieren cambiar el sistema”.
Para colmo, Pianelli tampoco digiere la idea del “determinismo histórico” (que durante todo el siglo xx compartieron la izquierda y la derecha) según la cual inexorablemente uno de estos días se producirá la revolución. “No papá: eso ya fue revisado, podés ir a la revolución o a una barbarie total. No hay nada que te indique ninguna cosa inexorable”. ¿Y qué significa todo esto en términos prácticos, cuando se conduce un gremio del núcleo combativo? “Que tenés que aprender a escuchar, a hablar con la gente. Hablar del tiempo libre, de la cultura, de estar con la familia, de disfrutar, es absolutamente revolucionario en una sociedad que te quiere hacer laburar 14 horas por día”. Ciro patalea divertido sobre la cama mientras Pianelli lo seca.
El cuerpo de delegados tiene un mecanismo asambleario y democrático de toma de decisiones. ¿Eso es izquierda? Pianelli admite la posibilidad, pero no vende buzones. “Yo me he replanteado el problema de la democracia en los sindicatos. No nos engañemos”. Ejemplo: entre las famosas conquistas de los trabajadores hace 60 años, figuraba la jornada de ocho horas. “Si hacés cumplir eso, es revolucionario. Pero si lo sometés a votación, capaz que te sale en contra por el miedo de la gente a perder el trabajo”. Me confiesa que si la pelea por los guardas que dieron en el subte hubiese sido sometida a votación, habrían perdido 9 a 1. “Entonces el terror patronal se puede terminar imponiendo por métodos democráticos. Hay gremios donde con la formalidad democrática hicieron desastres”. Me cuenta el caso del smata, donde los sindicalistas aparecían diciendo “quieren echar a 1.000 compañeros pero hemos luchado para que les paguen el 40% de indemnización y queden como reserva de puestos de trabajo”. La votación terminaba siendo por esta moción, y no por la de rechazar los despidos. “Yo creo que la democracia es un instrumento, pero no para aceptar cualquier cosa”.
Pero entonces, ¿dónde está la izquierda? Ya en la cocina, Pianelli mira de reojo el noticiero, mientras prepara una hamburguesa para Ciro: “La actitud de izquierda para mí es saber que si uno piensa en Marx, estás hablando de un movimiento político social, no de una ciencia. No es un partido. Es mirar el antagonismo social y tratar de tener una actitud modificadora para ver qué se puede hacer para cambiar esa relación social existente en el régimen capitalista”.

Átomos y mundos ficticios
Ya se sabe qué significa para Mattini la cuestión del sistema representativo. “Lo que pasa es que por una serie de cuestiones burocráticas me quedó la ciudadanía sueca, y te confieso que no he hecho nada por quedar habilitado para votar” cuenta. Nada de lo que pase el 28 de octubre parece sacudirlo demasiado. “No soy sólo yo, se nota una enorme falta de interés” dice. Da para pensar algo que decían las chicas que se reunieron con Osvaldo Bayer (y que se puede leer en la nota que está al lado): la sensación de la votación como obligación más que como elección. Para colmo la idea del voto útil del que quisiera votar por la izquierda, estalla contra la cantidad de opciones que aparecen. ¿Por qué pasa eso? Pianelli (que va a votar por algún partido de izquierda, pero no anda con un espíritu apasionado al respecto) cree que el origen de estas fragmentaciones es “el mundo ficticio de los militantes”. En cambio Raúl Godoy cree que es un reflejo de la “atomización de la clase obrera”.
Pianelli: “Si yo soy dogmático, la realidad es hostil porque las cosas no se amoldan exactamente a lo que yo quiero. El militante se mete en su mundo ficticio, en la secta donde está cómodo. Claro, en una asamblea se topa con gente normal, con prejuicios, que le discute. Pero los del partido son todos bárbaros, progresistas, marvillosos, empiezan a tener parejas entre ellos, amigos, y todo gira en el grupo”. El siguiente problema, describe Pianelli, se nota en muchas situaciones: “La secta esconde la desconfianza en los demás actores sociales, y sólo confía en sí misma, por eso se fragmenta todo. Una vez escuché que un tipo trotskista decía: ´si el mas (que también es trosco) llega al poder, me suicido´. Yo pensé: este tipo no quiere una sociedad mejor, sino tener razón en la interna. Este no sirve para nada”.
Godoy, y lo electoral: “Para mí la fragmentación es reflejo de la atomización en la clase obrera, en los sindicatos y hasta en los movimientos de desocupados. Así no puede haber un movimiento clasista rozagante”. Defiende además a los partidos de izquierda: “Creo que hay que valorarlos de forma más abierta, sin prejuicios, porque son una herramienta fundamental. Que haya gente que se agrupe para grandes ideas y proyectos es lo que falta. Si no, el que se vayan todos termina en que se quedan todos los monstruos. También es cierto que la izquierda ha sido perseguida, asesinada, golpeada, y muchas veces todo eso hace surgir rasgos sectarios. Pero la norma en el sistema es la represión, y muchas veces sin querer se reproduce eso, y a mucha gente le jode más un tipo de izquierda que uno de derecha”. Hay zonas de la izquierda a las que califica como “oportunistas”. “Ponen una colateral piquetera, manejan planes sociales. Se adaptan y no hay una voluntad de ir a la clase”. Para Godoy, al margen de todo esto, la peor opción es no participar en lo electoral: “Si no votás terminás soportando gobiernos que siguen siendo totalmente poderosos, no les minimizás el poder. En Estados Unidos vota el 40% de la gente y no tienen para nada el poder disminuido”. ¿Y cómo se para en esta dicotomía que parece surgir entre los partidos como estructura, y los movimientos sociales? Godoy: “Ya en el año 2001 nos sentíamos parte de los movimientos antiglobales. Si no existiera eso, no duraríamos mucho tiempo. Zanón duró porque hubo un 2001, asambleas, movimientos sociales. Si no, olvidate. Lo que discutimos es cómo organizar la sociedad con los trabajadores manejando los medios de producción, pero con todo el pueblo”.

Buscando la vuelta
Esteban es uno de los estudiantes del colegio Mariano Acosta, la escuela que ha pasado los últimos años en conflicto en el cual toda la comunidad educativa dio batalla para que los chicos puedan tener clases, mientras el edificio amenazaba derrumbarse y las obras de refacción se transformaban en obras de corrupción. Me dice: “Algo no encaja. Tenés 20 partidos de izquierda y se matan entre ellos”. Me comenta que, para explicar lo que piensa, prefiere no dar definiciones sino descripciones: “Nosotros tenemos un Centro de Estudiantes que es una forma distinta de hacer política, aunque no hacemos política de los partidos, ¿no? Nos reunimos entre todos, no hay presidente ni jerarquías ni jefes, y todos los estudiantes son parte del centro. Tenemos delegados de los cursos, y todo se resuelve en asambleas por cursos, o de todo el colegio”. ¿Y los partidos? “Está bueno tener algunos militantes porque pueden traer información que no conocés. El tema es para qué lo hacen. Si para que no se nos caigan los techos encima, o para ganar ellos dos militantes más. Pero bueno, ya nos conocemos”. ¿Por qué hicieron un centro horizontal en lugar de uno vertical? “Porque no queremos copiar los errores de la sociedad” me dice muy serio, y me lee un fundamento del centro: “Si queremos cambiar nuestra realidad no podemos imitar la organización de quienes la quieren mantener”.
Más allá de las palabras, ¿qué hacen? “Y… este año hicimos cortes de calle, rodeamos la escuela, reuniones con todos los funcionarios todo el tiempo, más de 30 marchas. Si no salíamos a la calle a pelear, nos cocinaban. Al final recuperamos el edificio”. De tanta experiencia ha extraído algunas impresiones. “Esto que hay en el país no es una democracia. Es una especie de democracia. Democracia es que todos decidan y participen. Nosotros lo podemos hacer porque la escuela es un lugar chico. Pero en un país no sé cómo se hace. Capaz que hay que buscarle la vuelta”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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