CABA
10 años en 10 claves de la no investigación
Las principales claves que revela Los días sin López, la investigación que desnuda la causa judicial que durante una década se dedicó a no buscar a un testigo clave desaparecido en democracia.
Casa
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Jorge Julio López fue visto por última vez la mañana del 18 de septiembre de 2006 en la calle N° 66, entre 137 y 138. “Entre la verdulería y el Edelap”, dijo un vecino que conocía a López, Abel Horacio Ponce, que lo observó parado de espaldas a la calle y de frente a las fachadas, como si estuviera buscando algo. En ese lugar vivía Susana Beatriz Gopar, un nombre que en el expediente se asociaba a uno de los 9 mil agentes de la Bonaerense activos al momento de la segunda desaparición de López, que habían ingresado antes o durante el golpe de Estado. Su nombre aparecía también en la agenda de Etchecolatz. El 19 de septiembre de 2007, un año y un día después de su desaparición, fue citada a declarar, pero no en el marco de la investigación, sino como testigo en el Juicio por la Verdad. Gopar negó conocer a Etchecolatz. Uno de los oficiales de la Policía de Seguridad Aeroportuaria registró una conversación de la línea de Gopar el 30 de diciembre de 2008. En la televisión hacían referencia a la desaparición de López. Alguien le hizo un comentario de la noticia y, según anotó el policía, Gopar habría respondido:
-Está muerto.
-¿Qué pasó?
-La policía está buscando o por ahí está guardado.
La grabación era de mala calidad, por lo que se hacía difícil volver a oír la conversación. El casete –que llevaba el número 13- fue enviado a la Oficina de Observaciones Judiciales de la SIDE (conocida como la Ojota), para tratar de limpiar el audio. Pero el material nunca regresó.
Averiguación de paradero
2
De las dos hipótesis que manejaba el fiscal Marcelo Martini, la del secuestro o la del viejo extraviado, el funcionario judicial sólo tomó declaraciones a quienes aportaban elementos para la segunda. “Yo sólo tengo para investigar una averiguación de paradero”, se excusó ante la querella, entre las que estaban la abogada de Justicia Ya!, Guadalupe Godoy, y Nilda Eloy, de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos. ¿Sólo seguían detrás de llamadas anónimas? ¿Y a Etchecolatz no lo estaban investigando? En todo el primer cuerpo de la causa provincial, no había una sola medida dirigida al represor que López ayudó a condenar, ni a los policías que mencionó en su declaración y vivían en Los Hornos. La figura de averiguación de paradero duró tres meses.
Cuerpo
3
El 20 de septiembre de 2010, cinco amigos encontraron un cadáver en un arroyo cerca del canal de Villa Elisa. Estaba calcinado, boca abajo. No se le distinguían las facciones. Llamaron al 911. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, soltó: “Puta, acá nos tiraron un muerto en el mismo camino en que los tiraba la Triple A”. A las 19:35 iniciaron un rastrillaje con forenses, peritos, un helicóptero que sobrevolaba la zona. El cuerpo tenía un nailon adherido a la cabeza, quemado. Lo habían rociado con gasoil o querosén. No se trataba de un anciano. Medía 1,70, tenía una cicatriz de una operación entre los glúteos: ese detalle permitió descartar que fuera López. El forense determinó que la muerte había sido entre las 10 y las 22 del martes 19 de septiembre, cuando se leyó la condena a Etchecolatz. Casi un año después, cuando la abogada Godoy pudo acceder a los expedientes, se encontraron que unos guardaparques habían visto un auto bordó por la zona y habían hecho un identikit de los ocupantes que nunca se difundió. También vieron una camioneta doble cabina negra o azul oscuro que pasó a gran velocidad por Camino Negro. “Todos los integrantes de Justicia Ya! estaban convencidos de que ese asesinato tenía relación con la desaparición de López”.
Llaves
4
El 22 de noviembre de 2006, la nuera de Jorge Julio López encontró en el jardín de su casa el juego de llaves que López tenía el día que desapareció. El fiscal Marcelo Martini le aseguró a la prensa que la casa había sido requisada por la Bonaerense en las primeras 72 horas, pero que –como era una causa por averiguación de paradero- no correspondía rastrillar el jardín. ¿Cuándo habían aparecido las llaves ahí? ¿Las había escondido López al salir, pensando en volver sin despertar a su familia? ¿O las habían arrojado los secuestradores? El veloz peritaje de los químicos de la Bonaerense determinó que el período de exposición de las llaves a la intemperie “era bastante menor a 60 días”, pero a la prensa le dijeron que no tenían más de dos semanas, por lo que era prueba concluyente de que las habían dejado los secuestradores. Pero al juez Corazza le dijeron que no llevaban más de tres o cuatro días allí. “La policía mintió para encubrir que no investigaron y el hecho de que no revisaron el jardín”, le dijo Pastor Asuaje, ex compañero de militancia de López a su hijo Rubén.
El señor B
5
El primer legajo de la causa López, también conocido como Anexo SIDE, contiene una de las pistas que nunca salió en los diarios. La denuncia involucraba a B., un ex jefe de inteligencia del Servicio Penitenciario bonaerense. B. tenía llamadas con Elbio Cosso, ex jefe de Seguridad de la cárcel de La Plata cuando López estuvo allí detenido, en abril de 1977. Cosso vivía en Los Hornos, sobre la calle 60: tenía arresto domiciliario. Pero B. también tenía llamadas con Marciana Lescano, la suegra de Etchecolatz, y con el abogado del represor, Luis Boffi Carri. También se pudo encontrar vinculaciones con todo el grupo de penitenciarios presos en Marcos Paz: Abel Dupuy, Héctor El Oso Acuña, Isabelino Vega, Víctor Ríos, Mario García y Julio Rebaynera. En febrero de 2008, Corazza ordenó tareas de inteligencia sobre B.: la SIDE remitió 14 casetes de escuchas que se apilaron en el juzgado sin ser oídas ni transcriptas.
Foto
6
En agosto de 2006, López se acercó al acto que se conmemoraba el cumpleaños de Clara Anahí, nieta apropiada de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Fue con su buzo bordó, saludó a Chicha y se sentó en una de las sillas de plástico puestas sobre la calle. Tras la desaparición, la Asociación Clara Anahí revisó las imágenes y videos de esa jornada. Una llamó la atención: un hombre, parado a metros de López, lo observaba mientras el resto del público miraba hacían el frente. Era el único que no aplaudía después de cada discurso. El 7 de diciembre de 2006, Chicha le entregó el video y las fotos al juez Arnaldo Corazza, que delegó la investigación en Oscar Farinelli, personal de inteligencia de la Bonaerense, quien desde la dictadura hizo carrera en la Dirección General de Inteligencia. El 16 de enero de 2007, Farinelli identificó al hombre de la foto: era el ex policía bonaerense Raúl Chicano, de 78 años, retirado en 1980 como oficial administrativo, y que durante la dictadura trabajó en la secretaría privada de Ramón Camps, jefe de Etchecolatz. Diez meses después de que Chicha les dejara la foto, Corazza aún no lo había citado a declarar. Chicha Mariani y su abogado consiguieron que lo citaran en el Juicio por la Verdad, pero como testigo. Fue el 31 de octubre de 2007: dijo que iba a ver a la hija de un socio cerca de donde fue el acto de Chicha y que, como vio gente, se acercó a ver qué pasaba.
Teléfonos
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El 18 de diciembre de 2006, Corazza ordenó que se intervinieran los teléfonos que el Servicio Penitenciario Federal (SPF) había aportado y que -se suponía- usaban los represores. También dispuso que le enviaran el listado de todas las llamadas que habían hecho desde agosto y encargó a la Bonaerense tareas de inteligencia sobre los que tenían arresto domiciliario. La abogada Godoy notó que casi no había conversaciones, mientras que las que aparecían eran de presos comunes. Sin embargo, en una de ellas, la mujer de un preso comentó que había visto la noticia de la desaparición de López en la tele. “El dictador que lo boleteó está en el otro módulo”, contestó el detenido. El superintendente de Investigaciones Complejas, Hugo Matzkin, encontró cinco líneas de Marcos Paz a través de las que se comunicaban familiares y amigos de represores que no habían sido informadas por el SPF. Corazza se mostraba reticente a un allanamiento. La Secretaría de Derechos Humanos le informó del régimen de privilegio que gozaban los represores en la prisión: visitas sin requisa ni horarios, celulares, cámaras y montos de dinero que superaban los mil pesos. También advirtió que “tendrían acceso a un teléfono interno que permite comunicarse con otros internos del penal” y del que “sería factible hacer llamadas al exterior”. En resumen, contaban con todo para organizar lo que quisieran organizar.
El allanamiento no fue sorpresa: las autoridades del SPF estaban al tanto. Los represores, también: en el pabellón los actores judiciales encontraron una buena cantidad de tarjetas de celular, pero no los aparatos. Mientras, las líneas de teléfonos que correspondían al pabellón de los represores volvían a reproducir conversaciones de presos comunes. La Bonaerense informó al juez Corazza que los teléfonos fueron cambiados al menos tres veces más. Matzkin seguía sumando elementos que señalaban una cobertura del SPF a los represores: le indicó al juez que había ocho llamadas del entorno de Etchecolatz a un teléfono que, supuestamente, estaba en otra área del penal. Y que cuatro de esas comunicaciones fueron en los días previos a la desaparición de López y en horarios no permitidos para los presos (por ejemplo, a las 2:18 de la madrugada). A partir de una de las tarjetas de teléfono que le secuestraron a Etchecolatz, descubrieron que hizo dos llamados a Mar del Plata el 16 de septiembre. Eran piezas de un rompecabezas que no podían terminar de armar, porque no sabían cuáles eran los teléfonos que habían usado los represores cuando desapareció López. Durante la requisa, Etchecolatz se mostraba tranquilo. Hasta que vio que sacaban su agenda: ahí se puso como loco.
Agenda
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Algunas de las anotaciones de Etchecolatz y su chofer, Hugo Guallama, escritas en la cárcel de Marcos Paz, tenían especial interés en Jorge Julio López. Escrito de puño y letra por el ex director de Investigaciones de la Policía provincial podía leerse “pedir todas las declaraciones del Sr. López”. Y en mayúsculas: “Urgente”. En su agenda, Etchecolatz tenía decenas de números de teléfono de represores, ex policías, familiares y amigos de genocidas.
Cable
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A los tres meses de la desaparición, la agencia alemana Deutsche Presse Agentur (DPA) sacó un cable titulado: “ONG argentina afirma: Julio López fue asesinado por ex represores”. El autor del cable fue el periodista alemán Jan Uwe Ronneburger, que vivía en Argentina desde 2000. Una fuente anónima sostenía que a López lo habían secuestrado en la mañana del 18 de septiembre, que los secuestradores “le exigieron que renunciara a su testimonio” y que él se negó. “Fue asesinado e hicieron desaparecer su cuerpo”, indicaba la fuente. El juez Corazza recién lo citó a declarar el 17 de mayo de 2007. El periodista dijo que no sabía quiénes habían intervenido en el secuestro y que tampoco podía revelar sus fuentes, aunque dijo que eran “dos mujeres y dos varones, todos civiles”. Luego, el abogado de la agencia apareció con un correo electrónico anónimo donde se leía la siguiente recomendación: “Busque a Sobrado, ex jefe de Policía bonaerense, y a sus socios”. Con 45 años, Alberto Sobrado había sido el jefe más joven de la Bonaerense, tras el relevamiento de la cúpula luego de los asesinatos de los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Asumió en 2002, pero fue expulsado por Solá en 2003 luego de que el periodista Andrés Kliphann revelara que tenía una cuenta en un paraíso fiscal en Bahamas de 333 mil dólares. La Policía de Seguridad Aeroportuaria realizó tareas de inteligencia en agosto de 2007 en una agencia de seguridad llamada Broders SRL, donde habrían hecho las tareas de inteligencia previas al secuestro. Allí Sobrado tenía entre sus socios a otro ex policía, Roberto Giusti, retirado de la Bonaerense dos días después de la desaparición de López. La abogada Godoy anotó que la antena del celular de Giusti lo ubica en Villa Elisa el 18 de septiembre de 2006. En el cruce de llamadas, también tenía comunicaciones con el abogado de Etchecolatz, Luis Boffi Carri Pérez. Mientras en esa misma causa se habían realizado allanamientos en base a videntes, Corazza rechazó el allanamiento a la empresa de Sobrado el 12 de diciembre de 2007.
Tiempos
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En octubre de 2008, un informe de Justicia Ya! resume el estado de la cuestión: “Hubo que luchar tres meses para que la Justicia reconociera que fue un secuestro, un año para que la Procuración designara personal, un año y medio para apartar a la Bonaerense, y dos años para que el expediente pase a una secretaría especial para delitos de lesa humanidad, y así algún funcionario siguió las líneas que marcamos desde el principio”. En mayo de 2008, la secretaría especial encontró una denuncia que no había sido investigada. Era una llamada que había entrado el 0800 abierto para aportar información sobre López. El que llamó apuntó un nuevo nombre: Carlos Falcone, “íntimo amigo de Etchecolatz”, capitán retirado de la Bonaerense, médico forense, que se escondió en Pehuajó tras la desaparición. “En un asado familiar –sostuvo el denunciante- Falcone se puso a alardear del poder que tenía y dijo que en un Volkwagen Gol gris metalizado lo trasladaron a Jorge Julio López. Falcone vive en el barrio San Jacino, en Mar del Plata”. Citaron al denunciante como testigo de identidad reservada, que declaró que había visto a Falcone desarmando un Gol gris metalizado. “Este auto no puede ver la luz del día”, declaró que le contestó Falcone. Falcone había sido una suerte de asistente de Etchecolatz y de su mujer durante el juicio en el que testificó López. Le había servido de chofer a la esposa del represor, los había acompañado en las pocas audiencias en las que el ex director de Investigaciones decidió dar la cara. También le hacía mandados cuando todavía gozaba de la prisión domiciliaria. Falcone visitó al genocida al menos dos veces cerca de la segunda desaparición de López: el 9 de agosto y el 15 de septiembre. Esta última fue un viernes, es decir, tres días antes del secuestro. Los allanamientos llegaron el 13 de enero de 2009. Los peritos sostuvieron que la suciedad y el tiempo a la intemperie que tenía el Gol modelo 93, sin patentes, encontrado en una de sus casas les dejaba muy poco para poder analizar. Consiguieron un producto especial para detectar manchas de sangre borradas: visualizaron pequeñas manchitas en el techo y en los asientos, pero no lograron reconstruir un perfil de ADN ni tampoco de qué época era. El tiempo se había llevado cualquier huella que pudiera haber existido. El fiscal Marcelo Molina lo citó a declarar recién el 23 de diciembre de 2009. Dijo que el auto –que era robado- estaba sin movimiento desde el 2003. De López no se dijo ni una palabra pese a que estaba siendo indagado en una causa que –se suponía –tenía como objetivo descubrir a los autores de la desaparición forzada del albañil. Falcone se fue tranquilo, sin que le hicieran preguntas como: ¿qué estaba haciendo la mañana del 18 de septiembre de 2006? ¿De qué habló ese día con la mujer de Etchecolatz?”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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