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La performer
Eleonora Fabiao. Desde Río de Janeiro aterrizó en una universidad pública de arte donde es una celebrity. Una silla vacía en una plaza o cambiar las palabras que acompañan la bandera de su país, Brasil, son parte de sus acciones simples con resultados increíbles. Por Lucía Aíta
Eleonora camina por los pasillos de la Universidad Nacional de las Artes y un grupo de jóvenes y adultos la rodea y persigue como si se tratara de una estrella de rock. A la ronda de groupies no parece haberle alcanzado las dos horas y tres seminarios de cuatro que dio la brasilera, en el contexto de la Bienal de Performance 2017. Le siguen haciendo preguntas y pidiendo consejos, uno atrás del otro, con desesperación.
Eleonora Fabiao es actriz y performer de 59 años, carioca, nacida y formada en Río de Janeiro. Sin embargo, cuenta que fue en su especialización en Nueva York donde se decidió a “salir de la caja oscura del teatro y la caja blanca de la galería hacia el espacio multicolor que es la calle”.
Ya hace más de diez años que Eleonora utiliza el espacio público como un escenario de acción e investigación artística y social. Lo hace de una forma poco convencional porque, si bien su arte tiene una gran carga política, no apunta nunca a hacer grandes llamadas de atención. “Mi objetivo en el espacio es desacelerar la espectacularidad y acelerar la relacionalidad entre personas”, dice Eleonora y refleja que sus acciones, a simple vista muy sencillas, interpelan con profundidad la esencia de los vínculos entre las personas y de las personas con los objetos.
Acciones de época
Eleonora prefiere nombrar lo que hace como “acción” en vez de “performance”. A las acciones las define como “un conjunto de prácticas basadas en crear nuevos intercambios y acuerdos entre personas con gastos ínfimos en materiales”.
La mayoría de las acciones que Eleonora recuerda en voz alta las hizo en Brasil en del 2008: “El contexto era lo que llamaron la pacificación. La intervención militar maquillaba y preparaba la ciudad para los Juegos Olímpicos, y la guerra por el tráfico de drogas estaba particularmente violenta”. En ese contexto realizó una serie de acciones en el Largo do Carioca, una de las plazas más bulliciosas y posiblemente el espacio social más heterogéneo de Río. Eleonora cuenta que muchos le dicen “el corazón de la ciudad” y por eso ella pensó estas acciones para “masajear el músculo cardíaco social”:
Una acción fue sentarse en una silla frente a una silla vacía. Levantar un gran cartel que decía: “Converso sobre cualquier asunto”. Mostrar ese letrero, esperar y estar abierta a la reacción de la gente.
Otra fue tomar un par de tijeras y cortar el lema de la bandera brasilera: orden y progreso. Y en un pedazo de tela blanca invitar a la gente a reconstituir la bandera formando nuevas palabras que develen significados ocultos en orden y progreso: “Miedo, poder y podrido”, por ejemplo.
En esos encuentros que parecen un juego simple es donde Fabiao encuentra la potencia de las acciones. “El método de una acción es generar extrañeza. La acción performativa trata justamente de suspender actos de conductas y modos usuales de relación para crear un estado extraño de cosas. O, mejor aún, para revelar lo extraño de todas las cosas”. Y agrega: “Las acciones están implicadas siempre con la imaginación política. Son una invención de otros modos de encuentro. Son aparatos de captura de atención, distintos a los comerciales, para atraer gente a encuentros que jamás hubiesen imaginado que fueran posibles de acontecer. Es el espacio para vivenciar imposibles y dar lugar a todas las aperturas que eso puede generar. El encuentro con lo que cotidianamente parece imposible me parece poética y políticamente central”.
¿Qué es lo imposible? Eleonora contesta sin dudar que uno de los imposibles es crear otros modos de relación entre personas a los que conocemos. Ella llama a las relaciones que se generan en las acciones amistades estético-políticas: “Son amistades transitorias, intensas y practicadas en el momento”. Eleonora sigue: “Es, por un lado, lo opuesto al nepotismo, clientelismo, favortismos, tan arraigados en la cultura brasilera. Y, por otro, es la búsqueda de otros modelos relacionales que tampoco sean los de la familia. No se trata de negar la familia como institución sino de cambiar las políticas que privilegian a la familia por encima de otras formas de vida. Solo un desplazamiento de la ideología familiarista puede promover la variedad y experimentación de la multiplicidad de formas de vida y comunidad. Este desplazamiento es el que se debería provocar generando otros vínculos en el espacio público”.
Autocontrolados
Detrás de sus acciones hay mucho trabajo teórico y lecturas previas con las que arma un mapa de lo que quiere probar. Por eso define que para ella una performance no es una respuesta sino un experimentoo, un examen. ¿Qué examina? “Estudio los modos de subjetivación y acción en centros urbanos, en sociedades disciplinarias de control”, dice Eleonora y explica que por eso su eje está puesto en cuestionar permanentemente el autocontrol. “Actualmente, el ojo externo vigilante está totalmente incorporado como autovigilancia. Estamos bajo autocontrol permanente independientemente de la presencia de algún tipo de autoridad de poder o saber. Somos siempre criminales en potencia y, al mismo tiempo, nuestra propia policía. Es preciso romper la inercia establecida por las certezas con las que vivimos, muchas veces fantasiosas, de que eso no se puede o eso está prohibido. Es fundamental enfrentar la cultura del miedo cometiendo performances y viviendo otros modos de habitar el espacio público, de forma que nuestros comportamientos sean permanentemente cuestionados, examinados y expandidos”.
La pregunta que guía sus acciones es: ¿qué actos construyen la ciudad en la que queremos vivir? Y también: ¿qué actos impiden la formación de esa ciudad? Cada vez que se contesta esas dos simples preguntas surge una nueva acción.
Eleonora da un ejemplo que está llevando a cabo actualmente en sus clases. “Es tan angustiante el contexto que vivimos en Brasil ahora que invité en mi clase a que nadie se sentara ningún día en el mismo lugar, por ejemplo, y que cuando alguien necesite, aunque no tenga nada que ver con el contenido, pueda pasar al pizarrón y escribir lo que sea”. Eleonora cuenta que así busca estudiar qué pasa con los cuerpos y sujetos en un contexto de incertidumbre.
Estética de la precariedad
Eleonora dice que hay que aceptar lo precario como una fuerza de vida: “En el neoliberalismo que siempre vende que tenés que tener más, hay una fuerza poética en vivir la posibilidad de esa relación que lo precario abre”. ¿Qué significa? Eleonora cuenta que sus acciones de más reconocimiento internacional fueron hechas con cosas que tiene en su casa. Una vasija, las sillas de su cocina, una bandera brasilera que ya tenía o espejos que pidió prestados a varios amigos. “La tarea del artista no es crear, la tarea del artista es cambiar el valor de las cosas”, dice Eleonora y cuenta otro ejemplo de cómo lleva esta idea a la práctica.
Su libro Accoes lo imprimió gracias a un premio y, por eso, está prohibida su venta. Eleonora lo deja en plazas, autobuses, lo entrega en mano o hace copias para eventos específicos, lo deja en bibliotecas nacionales e internacionales. Hay gente que lo lee en grupo y otra que se encuentra con desconocidos para que se lo preste. “Es otra forma de hacer encuentros y que acontezcan relaciones alrededor de algo que tenía una dinámica de propiedad. Ese es el desafío más fuerte: generar una descolonización a través de una ética de las cosas. Sacarle a los objetos su estado de utilitarismo constante y a los sujetos el agotador ejercicio de sus egos”.
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