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Volver al futuro
Audición para una manifestación: Lola Arias. Crónica de una obra increíble: Lola Arias convocó a cientos de personas que durante cinco horas actuaron el 19 y 20 de diciembre de 2001. La técnica se llama re-enactment y pone en juego todo: ficción y verdad, pasado y presente, la risa y el llanto. POR LUCÍA AÍTA
El ruido de muchas cacerolas juntas. El olor a gomas prendidas fuego. El estallido de vidrieras que hasta ayer parecían intocables. El vértigo de haber estado parados en un quiebre de la historia de nuestro país.
Pasaron más de quince años del 19 y 20 de diciembre de 2001, y no pasó un minuto. Esas 48 horas todavía están marcadas a fuego en la piel del cuerpo social que formamos. Ese pasado nos habita en el presente. Hayamos ido a la Plaza o no.
Con esa premisa Lola Arias -escritora, directora y performer- transformó una sala del Centro Cultural San Martín en la fantasía más tentadora de la ciencia ficción: la máquina del tiempo.
Su motor: la memoria colectiva.
Durante cinco horas ininterrumpidas, cientos de personas volvieron a poner en palabras y acciones lo vivido durante esos dos días bisagra. En sus cuerpos no entrenados para la ficción se vio reflejada la conmovedora realidad de que esas 48 horas todavía nos duelen, nos enfurecen y nos potencian.
Qué nos mueve
“Cada persona recuerda perfectamente dónde estaba el 19 y 20 de diciembre y es muy fuerte revivirlo”, dice Lola y agrega que no pretende con esta acción comprobar ideas preconcebidas ni prejuicios sobre el 2001, sino abrir interrogantes. “Me interesan todas las contradicciones que son parte del 2001. Por un lado, la potencia del pueblo, la fuerza, la solidaridad y el despertar de una sociedad. Por el otro, la pregunta de por qué cosas nos movilizamos. ¿Hasta qué punto nos rebelamos? ¿Por qué motivos no nos rebelamos? ¿Qué implica poner el cuerpo por una idea?”.
El formato fue justamente una audición, que recibía a los asistentes (la convocatoria era abierta) con una pantalla gigante partida en tres. A la izquierda, se veía cómo alguien se caracterizaba como algún personaje de la época: por ejemplo, Domingo Cavallo. En el medio, cómo contestaban preguntas y actuaban. Y, a la derecha, estaba proyectado el formulario que los interesados llenaron antes de ingresar a la audición contando quiénes eran.
La audición comenzaba con los participantes respondiendo preguntas que todavía muchos nunca nos hicimos y que otros, todavía, nunca respondieron:
¿Dónde estabas el 19 y 20 de diciembre?
¿Qué imágenes te quedaron de esos días?
¿Cómo actuarías hoy en esa situación?
Si pudieses volver a vivirlo, ¿en qué rol estarías?
Actores sociales
De este modo, de a uno y proyectados en una pantalla gigante, entre relatos y actuaciones, todas y todos fueron (re) convirtiéndose en protagonistas de nuestra historia:
Martín Gali recibió una bala -que todavía tiene alojada en la cabeza- el día 20 de diciembre en la Plaza. Él contó a todo el público presente cómo un grupo de policías de civil salió de una camioneta y le disparó de frente. Lo increíble: en la audición decidió ponerse el traje de policía. Personificó a un policía bueno que con un rapto de humanidad hubiese evitado que le dispararan.
Una abogada de alrededor de 70 años recordó que ese día salió corriendo hacia la Plaza en cuanto escuchó las palabras “estado de sitio”. Dijo que fue porque no las escuchaba desde la dictadura, y no lo podía volver a permitir. Describió esos días como jornadas de euforia y entusiasmo y los comparó con las marchas del Ni Una Menos. Eligió actuar de fotógrafa.
Una periodista de policiales de Crónica describió durante largos minutos la imagen que tiene grabada en su memoria: las palmeras de la Plaza de Mayo prendidas fuego. Decidió volver a actuar esos días como una manifestante más. Una vez que comenzó a gritar “asesinos, asesinos” frente a la imagen de la Casa Rosada, no la podían parar.
La hija de un comerciante de un supermercado chino se emocionó hasta las lágrimas relatando el miedo que sintió durante esas horas por los saqueos. Hoy es cineasta y decidió volver a vivir esas escenas con la cámara filmadora en la mano.
Un joven recuerda que era adolescente y sus padres no lo dejaron salir a la calle por protección. Hoy es profesor de historia y aseguró que de volver a vivirlo, le gustaría estar en la Plaza. Sin embargo, actuó de Cavallo, para que escuchemos nuevamente la cínica cadena nacional que dio el ex ministro durante esos días.
Una mujer de cuarenta recuerda que se estaba yendo del país a vivir a Uruguay por la situación económica. Hoy vive nuevamente en Argentina y eligió interpretar a una ahorrista que, cacerola en mano, exige en la puerta de un banco que le devuelvan su dinero.
El llanto y la risa
Lola Arias logró así reconstruir un episodio que marcó la historia de nuestro país, y darle un nuevo sentido: el del arte, que cura y desahoga. Los gritos de “piquete y cacerola, la lucha es una sola” y “que se vayan todos” volvieron a escucharse con las imágenes de esos días como telón de fondo: la policía a caballo, la puerta del Congreso incendiada, las avenidas vacías de autos y la gente corriendo y tirando piedras.
En la sala reaparecieron todos nuestros recuerdos. Mirar al público durante la performance era ver transformada en llantos y risas toda esa contradicción que encarnamos. Era ver las caras de angustia por una represión que dejó un saldo de 39 asesinados, y los gestos de alegría por haber gritado “basta” todos juntos.
Audición para una manifestación es un re-enactment. Esto significa una invitación a volver a vivir una situación. Antes de esta función en Buenos Aires, se hizo en Praga, Berlín y Atenas con manifestaciones históricas de cada país. Lola dice que lo interesante de volver a vivir algo es la capacidad de volver a pensar sobre eso dónde estaba, dónde estoy hoy y qué puedo hacer diferente. Por eso, este es un proyecto con el que pretende reflexionar en qué lugar estamos políticamente ahora: “En la represión que estamos viviendo, el fin de las políticas sociales y el aumento del desempleo, hay algo de revival. Una ve las políticas neoliberales desatadas y piensa: ¿cómo es que estamos de nuevo acá? Obviamente no es literal. No estamos exactamente en la misma situación, pero no deja de ser interesante pensar: ¿cuál es nuestra responsabilidad en relación a lo que estamos viviendo? ¿De qué maneras nos solidarizamos con el otro? ¿Cómo podemos manifestarnos para evitarlo, desde dónde luchamos y con qué elementos?”.
El arte y la calle quizá tengan algunas respuestas.
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