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De la calle a la ESMA

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El 30 de abril inauguran el espacio cultural Nuestros Hijos en el lugar donde funcionó el Liceo Naval. “Queremos llenar de vida este edificio donde antes se enseñaba a torturar”. mu fue el único testigo de la recorrida que hicieron catorce madres, el mismo número que 31 años atrás creó en la calle un nuevo modo de hacer política.

De la calle a la ESMALas Madres de Plaza de Mayo están recorriendo solas por primera vez la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí la palabra escalofrío vuelve a tener algún sentido. Hebe de Bonafini mira todo ya sin anteojos, después de su operación de cataratas. De pronto retoma una conversación que veníamos teniendo en el micro que nos llevó desde Plaza de Mayo hasta la esma. Parece una pista para entender parte de la historia, y tal vez del futuro: “Ahora estamos acá, y vamos a llenar esto de vida. Pero llegamos a esto por más de 30 años de lucha en la calle. Ése es el verdadero lugar”.
¿Por qué?
Porque la calle te iguala, es lo más liberador. La calle, la plaza, hacer las cosas públicas. Nosotras íbamos a los organismos de derechos humanos, y había que esperar que te atendieran. Te atendían, y había un escritorio en el medio. En la plaza no había que esperar a nadie: te tomabas de los brazos y empezabas a caminar. O hablabas. O pensábamos juntas qué hacer, y lo hacíamos. Empezó lo colectivo. Era el único lugar donde nos sentíamos iguales, y libres. Allí pudimos comunicarnos con la gente, pudimos denunciar. Además, en la plaza no hay puerta para entrar ni para salir, como hay en las oficinas, en los comités y en los juzgados. En la plaza no hay timbre para tocar. Y el techo es el cielo: no tenés techo. Todo lo que ponés es tu cuerpo. Para mí en la calle se decide la lucha, se decide la libertad, se decide la justicia. Ningún pueblo se libera yendo a las oficinas ni a los tribunales.
 
El sábado 30 de abril de 1977, 14 mujeres se encontraron en la Plaza de Mayo. No sabían que estaban dándole nacimiento a una nueva forma de movimiento social que tuvo su útero en el espacio público. No eran teóricas, políticas, intelectuales, ni militantes. No percibían el alcance de lo que estaban haciendo. Lo único que querían era encontrar a sus hijos.
El segundo jueves de febrero de 2008, 14 mujeres recorrieron por primera vez la Escuela de Mecánica de la Armada (esma) cuyo Liceo Naval será convertido en una Escuela de Arte creada por las Madres. mu fue el único medio invitado a acompañar la visita. La más veterana de las madres, Juanita Pargament (94 años) dijo en un momento: “Si estas paredes hablaran…”. En las conversaciones, asombros, lágrimas y risas de esa tarde, quedó la sensación de que estas mujeres, a su modo, están encontrando lo que buscaban después de casi 31 años en la calle: el 30 de abril de 2008 inaugurarán ese espacio cultural. Se llamará Nuestros Hijos.
 
La fiesta de disfraces
El encuentro fue en Plaza de Mayo. Lentamente, con ayuda, fueron subiendo a una camioneta van esas mujeres que, Hebe al margen, son más célebres por sus pañuelos que por sus nombres: Evel Beba de Petrini, Mercedes Porota Meroño, Ana de Kierszenowicz, Hebe de Mascia, Nadia de Ricny, Elvira de Triana, María de Gutman, Claudia de San Martín, Juana de Pargament, Elsa de Manzotti, Josefina de Paludi, María del Carmen de Berrocal y Elena de Gerbilsky. Última, Hebe de Bonafini. Todas usan el apellido de casadas para identificar el de sus hijas e hijos desaparecidos.
Empieza la marcha, empiezan las charlas. Hebe: “En diciembre cumplo 80 años y vamos a hacer una fiesta de disfraces. Nada de ceremonias ni de discursos. No me jodan, lo que quiero es divertirme”. ¿Cuál será el disfraz? Sonrisa misteriosa: “Secreto. De chica era tan pobre que siempre me disfrazaban de paisanita. Había una nena que tenía un vestido hermoso. Y yo decía: alguna vez quiero ponerme algo así. Ya se van a enterar”.
Unos asientos más atrás Juanita anuncia que antes habrá una fiesta para homenajear a las mayores de 90. En un parque hay chicos jugando al fútbol. Hebe se declara hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata, donde su marido Humberto Toto Bonafini, mecánico, jugaba de wing izquierdo en Primera: “Muy gambeteador. Yo lavaba las camisetas, y él me ayudaba con los chicos, y lavaba los pañales”. Los pañales blancos serían luego el primer símbolo que las Madres usaron para reconocerse en la calle, entre la multitud, en una movilización juvenil a Luján.
La esma empieza a colarse en la conversación. “Nunca entendimos esa manía por hacer museos. Para eso estamos nosotras, que somos viejas. La gente va a un museo una vez, y gracias. Queremos llenar eso de jóvenes que vengan a prepararse y a aprender. Pedimos el Liceo Naval porque ahí se formaron los torturadores y asesinos, los Astiz, los Acosta, y los marinos de todas las dictaduras. Ahora va a haber carreras como Derecho y Trabajo Social, una escuela de arte, un centro cultural, va a haber pibes y pibas yendo y viniendo, creando. ¿Sabés qué vamos a hacer? Vamos a dar vuelta la historia”.
 
ESMA, flores y soles
La camioneta llega a ese lugar que las Madres conocieron siempre del lado de afuera. “Veníamos en la época de la dictadura, no nos acompañaba casi nadie. Una vez pusimos un cartel: Escuela de Torturadores. A un pibe que nos acompañaba lo quisieron agarrar y yo se lo arranqué a la policía. Era muy pobre. Esa semana lo mataron”. Dentro de la esma, en una esquina arbolada ya hay un cartel en el que se lee: “Calle de las Madres”. Miran con asombro el Liceo. “Parece un barco ¿viste?” Las paredes ya están cubiertas de pinturas: flores y soles. Recorren las aulas. Algunas de las madres se separan, y quedan solas frente a ese vacío. Otras prefieren ir del brazo, o apoyándose en sus bastones. Sólo se escuchan los pasos. Cada quien puede decidir con qué material está tejida la densidad de ese silencio.
Una vez afuera, Elvira dice: “En esas aulas ya no se va a enseñar el mal, la destrucción, todo lo peor. Una no puede creer que el ser humano tuviese una mente tan retorcida. Pero la tenían.”
María del Carmen: Me acuerdo de las tres compañeras que estuvieron acá.
 
Azucena de Devincenti (fundadora de Madres), Esther de Careaga y Mary de Bianco fueron secuestradas en el mismo operativo de delación a cargo de Alfredo Astiz, que implicó la desaparición de las monjas francesas Alice Domon, Leonie Duquet y de siete familiares más que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz. María del Carmen suspira. “Las que habrán pasado”.
Mabel: Me agarra una angustia muy grande. Pero doblando la hoja pienso todo lo que vamos a hacer ahora.
Mercedes: Pienso mucho en los chicos. Ahora estoy mejor. Creo que la vida le gana a la muerte.
 
Unos pasos más allá, Hebe me habla sobre el significado de la calle y la plaza. Le pregunto si ése es el lugar donde se juega una verdadera democracia. Responde intrigada: “¿De qué democracia hablamos? Yo me hago buches con esa palabra. Si hablamos de democracia participativa, de que la gente sea feliz, de que no haya ni un chico con hambre, entiendo. Pero mientras sea un sistema representativo, no es democracia. A mí no me representan tipos como Balestrini, ni los que están en el Congreso, que sigue siendo una porquería.”
 
 
“La máquina de joder”
Otra vez a la camioneta y a las charlas. ¿Cómo funciona Madres, dirigida por una figura tan abarcadora como Hebe de Bonafini?
Mercedes: En cada reunión todas opinamos, y ella habla al final para no incidir.
Nadia: Pensamos, discutimos; la cabeza es ella, la creación, pero no es que vamos como mulas detrás de ella.
Elvira: Es un motor, pero nunca te dice qué tenés que decir.
 
Una vez en la Casa de Madres, el grupo va rumbo a la gran cocina que sirve también como lugar de reuniones. Hebe está en su despacho. Suena el teléfono. Es el ministro Julio De Vido a quien Hebe pidió colaboración para la utd (Unión de Trabajadores Desocupados) de Mosconi. Cuelga: “¿Viste qué fácil me sale todo?”
Es fácil porque es usted la que llama, y porque De Vido está de acuerdo.
Pero eso es porque las Madres trabajamos, damos respuestas que no dan otros, y somos capaces de hacer todo esto.
 
Lo dice abriendo los brazos en su pequeña oficina: busto del Che Guevara, pañuelo blanco y negro palestino, fotos de su hija Alejandra, de Sergio y Alejandro Shocklender (“mi hijo y mi nieto”), de Hugo Chávez, Fidel Castro y Néstor Kirchner. Los brazos abiertos parecen querer abarcar la Casa de Madres, la Universidad, la radio am 530, la construcción de 500 viviendas en Ciudad Oculta…
Pero con estos logros y el apoyo al gobierno, después les dicen oficialistas.
Somos oficialistas porque apoyamos a Cristina, que es una mina con mucha personalidad.. Pero yo no soy peronista, ni kirchnerista ni nada de eso. Para mí el peronismo siempre fue el fascismo. Sabía que había peronistas de izquierda pero creía que los habían matado a todos. Ahora me parece que puedo apoyar un proyecto al que habrá que seguir exigiéndole. Yo no pido nada para mí. No fui a pedirle a Kirchner la radio. La puse. Y este lugar lo ocupamos hace nueve años peleando con todo el mundo. Hasta la calesita de Congreso se la arrancamos a Ibarra. Primero hacemos, y después pedimos permiso. Mirá, a nuestros hijos los tiraron vivos al río, y no pudieron. Los quemaron y no pudieron. Los enterraron y no pudieron. Y no pudieron porque estamos nosotros y vamos a vencer.
¿De qué modo?
Haciendo. Por ejemplo, los piqueteros de Mosconi han hecho cosas maravillosas. La pelea por el petróleo es fundamental. Entonces yo le digo al gobierno: ojo, a estos compañeros no se los puede dejar solos. Así hago con todo, yo me convertí en la máquina de joder.
 
El secreto de la mesa de luz
¿Cómo se llega de aquellos momentos de las Madres en la calle hasta esta actualidad, entrando a la ESMA?
Primero, hay que tener ideas. Después, romper las bolas. Y juntarse con otros. Lo más importante es que uno sea creativo. Yo tengo un cuaderno en la mesa de luz. Me despierto si se me ocurre algo y lo anoto para que no se me escapen las ideas. Además, lo fundamental es que uno sea dueño de su propia forma de lucha, que le dé un carácter diferente y colectivo. Nosotras de la nada salimos a enfrentar a la dictadura. Creamos una nueva forma de política y de presentarnos ante la sociedad. ¿Qué había que hacer, llorar todo el tiempo? No, lo que más te fortalece es la denuncia. Y superar el miedo.
¿Cómo hicieron?
Las mujeres conocemos en carne propia otro miedo, el de parir. Es un miedo no por una misma, sino por el bebé, que te obliga a moverte, hacer fuerza, pujar. Esto fue lo mismo.
 
En 2003 Hebe vivió dos fracturas. Ayudando a su hija a limpiar la heladera de su casa sobre piso jabonoso (tarea que haría recular a más de un revolucionario) Hebe terminó quebrándose una pierna. La otra fractura fue su inédito apoyo a un gobierno –cosa que jamás había sucedido–, lo cual hizo que le llovieran acusaciones de oficialismo, de obsecuencia y cosas aun peores, frente a las que ella responde con esa sonrisa divertida.
Al estar con el gobierno…
No estamos con el gobierno.
Hebe…
Que me digan lo que quieran, pero yo no quiero ser funcionaria ni nada.
Pero muchos sectores que la tomaban a usted como referencia dicen: “Hebe ya no es más de izquierda”.
De izquierda como ellos, seguro que no. ¿Sabés qué hacen los partidos? Pasquines. Lo único. La izquierda tardó años en acompañar a las Madres. Nunca nos entendieron. ¿Qué organización o partido tiene una radio? ¿O una universidad, o escuelas? Son todos hechos de transformación.
Pero usted cuestionó siempre a este tipo de gobiernos que no generan una transformación de fondo.
Este gobierno tiene un proyecto que no tuvo ningún otro. Y yo ahora pienso que se pueden hacer cosas revolucionarias dentro del sistema. Las otras revoluciones están cada vez más lejos. La gente se va formando en el sistema capitalista, se hace cómoda, pide y pide. Fijate la izquierda: cada uno tiene su partidito, se presentan, y terminan sacando menos votos que Moria Casán. Entonces los que hablan de revolución se meten en el sistema. Yo no.
¿En qué se puede comparar lo que sus hijos hubiesen querido como militantes, con lo que usted está haciendo?
Ellos querían el poder para cambiar el mundo, en otra época. Yo pensaba que la revolución tiene que ser armada. Pero también es revolucionario lo que hacemos. En Ciudad Oculta yo le digo a la gente: “Ojo, ustedes están haciendo la historia. El gobierno nos da la plata, pero la patria la hacen ustedes. Aprópiense del proyecto”.
Si no es por usted, este proyecto de las casas no se haría. No es una política de Estado. A la vez, todos los mecanismos de concentración económica parecen intactos, está el tema de las petroleras, la minería…
Y bueno, son todos pasos que tenemos que dar. Solas las Madres no podemos. Cuando hablo de proyecto yo les digo a las Madres: el petróleo, la minería, el agua, la defensa de los indígenas. También estoy en la defensa de gente con capacidades diferentes, queremos que las escuelas sean integradas. A las travestis les he conseguido que puedan tener un taller de costura y una casa para que no tengan que prostituirse. Pero la gente tiene que acostumbrarse a exigir sus derechos. El trabajo es un derecho, la falta de trabajo es un crimen. Mientras haya un solo chico con hambre, no me hablen de libertad ni de democracia. Por eso nosotras decimos “redistribución de la riqueza ya”.
Ya lleva un par de años esa consigna. ¿Cuándo sería ese “ya”?
Ya es ya. No se puede esperar. No me parece que todo esté igual de mal que antes, pero las cosas hay que hacerlas. Lo nuestro no es un cheque en blanco al gobierno. Al ministro nuevo de Economía (Martín Lousteau) ya le dije: ustedes junten la plata que nosotros se la gastamos enseguida. La plata hay que entregarla para la gente. Eso yo lo voy a seguir cuestionando siempre.
 
¿Cómo será Madres sin madres?
Un rasgo de la época es la existencia de funcionarios o aspirantes, que pasaron del viejo proyecto de dirigir a las masas en la calle, al de digerir masitas en cocteles oficiales. ¿Por qué la gente que siempre tuvo una conducta crítica, cuando se acerca al gobierno no acepta que la critiquen? “Yo acepto la crítica, no la difamación. Veo bien que los chicos sean libres, rebeldes. Si no hay crítica los gobiernos se achanchan. Todos necesitamos crítica, y por eso muchas veces criticamos al gobierno: es una forma de crecer”.
¿Tiene sentido que un organismo de derechos humanos (cuya función es denunciar los delitos y abusos cometidos por el Estado) trabaje en tándem con el gobierno? “Pero por eso mismo siempre dije que no somos un organismo de derechos humanos, sino una organización política sin partido. Eso nos da libertad. Por eso no vamos a los juicios ni nada de eso. Que lo hagan los abogados. Entre concentrarme en meter presos a los militares, o en evitar que un solo chico tenga hambre, no dudo: salvo al chico”.
Podría pensarse que no hay contradicción, pero para Hebe sí la hay desde el punto de vista de dónde poner el esfuerzo. Asocia la idea con otra: “Yo no le tengo miedo a la muerte porque ya hice todo lo que quise en mi vida. Me pasó de todo, pude putear, insultar y abrir la boca para cualquier cosa. Me pegan, y más fuerte pego”.
¿Cómo imagina a Madres cuando usted ya no esté?
La última madre que quede viva estará acá mirando lo que pasa. Y después… será de todos. Sergio (Shocklender) es el alma mater. ¿Sabés qué veo más complicado? Que sigan las rondas en la Plaza. Eso va a ser lo más difícil de conservar.
 
Paco, aborto y belleza
La construcción de viviendas en las calles de Ciudad Oculta es de los temas que más la sacuden en estos días. “Las mujeres del barrio pidieron pintura blanca, y le van a poner otro nombre: Ciudad Luz. Pintan todo ellas mismas, están sacando los gatos muertos, la basura, todo. Acá hay que salir de una situación donde tenés tres generaciones que no han trabajado, que viven la violencia todos los días, chicos que se prostituyen para llevar algo a la casa o comer, o los que fuman paco para no tener hambre”.
Se acerca, como para contar un secreto: la última vez que lloró fue al escuchar a una mujer que le reconoció que robaba, y que le había enseñado a sus hijos a robar. “Me dijo: ahora no robo, porque trabajo para hacer las casas. ¿Sabés qué? Estas personas ya no sabían lo que era la belleza. La belleza de un color, de las plantas. Tenemos que salir de toda esa mierda. Una chiquita de 11 años me contó que fumaba paco desde los 9, y la mamá también. Como la madre trabaja, ella volvió a estudiar, y no fuman más. Está aprendiendo danza árabe. Si lo que hacemos vale para eso, es un montón”.
Otra vez, se escuchan voces y risas desde la cocina. Hebe señala hacia allí, como alertando sobre una clave: “¿Sabés qué fue lo que nos mantuvo fuertes siempre? Eso que escuchás: la alegría. Pese a los crímenes y pese al miedo y pese a todo. La alegría. Si no, te morís”.

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