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Colón 2.0: cinco siglos de extractivismo y pobreza

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La fuga de materias primas parece ser la única salida económica de gobiernos de izquierda a derecha. Cómo pensar el extractivismo, la dependencia y la matriz de la pobreza. Salidas y pueblos que resisten. Por Darío Aranda

La foto recorrió los diarios del mundo en abril de 2009. Durante la cumbre de presidentes del continente, Hugo Chávez le entrega el libro Las Venas Abiertas de América Latina a Barack Obama. Una decena de presidentes de América sonríen y aplauden. Todos conocen el libro, y todos aplican el extractivismo (minero, petrolero, agro) en sus países. Nueve años después, Mauricio Macri anuncia en conferencia de prensa que Argentina profundizará su política minera, petrolera y de agronegocios. Sin distinguir signo político, de izquierda a derecha, los gobiernos de América Latina atan su destino al mismo modelo: el extractivo.

No tan progres

Los agrocombustibles son parte de un modelo de agronegocio en manos de grandes multinacionales, muy cuestionado por sus efectos sociales y en el ambiente. Brasil es el segundo exportador mundial de soja transgénica y líder en agrocombustibles. “Los críticos a los biocombustibles están cada vez más activos, pero nosotros vamos a seguir adelante. Seguiremos porque estamos en el camino correcto. Esto es bueno para Brasil y estamos convencidos de que es bueno para el mundo”, defendió Luiz Inácio Lula da Silva en abril de 2008, en Brasilia, en la inauguración de la etapa ministerial de la trigésima conferencia regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
La petrolera brasileña Petrobras confirmó en 2007 el descubrimiento de gigantescas reservas de petróleo en el llamado “campo de pre-sal” (a unos seis kilómetros bajo el suelo marino del Océano Atlántico). En agosto de 2009, en la ceremonia de lanzamiento del marco regulatorio para la exploración, Lula da Silva no dudó: “El pre-sal es una dádiva de Dios, es un pasaporte para el futuro. Vamos a invertir en lo más precioso que tenemos: nuestros hijos, nuestros nietos”.
José “Pepe” Mujica es de los políticos con mejor imagen del continente, presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Férreo defensor de las plantas de celulosa, su modelo se sostuvo a costa del extractivismo forestal. “La planta UPM-Botnia (que generó el conflicto con Argentina) hace las cosas bien, cuida el medio ambiente mejor que Uruguay”, argumentó Mujica en junio de 2014. Ante la certeza de que la pastera contaminaba con fósforo el río Uruguay, el presidente autorizó un aumento en la producción y volvió a defender a la multinacional finlandesa: “El dique de mi chacra genera más fósforo que Botnia”.
Situaciones similares vivieron con Rafael Correa y la explotación petrolera en Ecuador, con Evo Morales y la megaminería y los hidrocarburos en Bolivia. Y con todos los gobiernos de América Latina. Entre ellos, el accionar del kirchnerismo en Argentina, y su estratégica alianza con emblemas del extractivismo como Barrick Gold, Monsanto y Chevron, entre otros.

Dos siglos igual

Desde que llegó Colón hasta hoy la principal política de América Latina es ser proveedora de materias primas.
Numerosos académicos, activistas y movimientos sociales han dado testimonio de la directa vinculación entre esa matriz productiva y la dependencia de los países de Europa Occidental, Estados Unidos y, más reciente, de China.
“El granero del mundo”, fue bautizada Argentina por la llamada Generación del ‘80. En mayo de 2017 en La Rural Mauricio Macri aseguró: “Queremos dejar de ser el granero del mundo para ser el supermercado del mundo”. En diciembre de 2017, Eduardo Levy Yeyati, director del Programa Argentina 2030 (iniciativa del macrismo para “la elaboración de una visión compartida de la Argentina a la que aspiramos”) celebró el avance transgénico del agro y aportó una nueva definición: “No somos el granero del mundo: somos el laboratorio. El agro es un sector ubicado en la frontera mundial de la innovación, que exporta tecnología y que podría exportar mucho más”.
En 1880 Argentina exportaba cueros de ganadería, tasajo (carne seca y salada), lana y granos. Todos “productos primarios”, materias primas. 138 años después, en la actualidad, Argentina es el tercer exportador mundial de soja transgénica, pilar de la economía desde hace veinte años. Dos siglos más tarde, seguimos exportando productos primarios.

Dependencia mental

Hay una larga historia de dependencia material de las exportaciones de materias primas y también de dependencia mental, o como le queramos llamar a cuerpos-mentes colonizados que no son capaces de pensar y actuar de modo diferente al amo. Aquí el amo es el dinero, el imperio y las reglas de juego del comercio y las relaciones internacionales. Los gobiernos no tienen el coraje ni el valor como para siquiera intentarlo”, afirma Raúl Zibechi, periodista e intelectual uruguayo, autor de media docena de libros sobre luchas territoriales, extractivismo y movimientos sociales.
Zibechi señala en particular a los gobiernos de Bolivia, Brasil y Uruguay. “El gobierno de Evo Morales habla del salto industrial, pero sigue profundizando su dependencia de la minería y los hidrocarburos, como todos los demás gobiernos de la región. El país más industrializado, Brasil, modificó su matriz exportadora en contra de la industria para exportar cada vez más soja y mineral de hierro. Ahora Uruguay exporta ganado en pie, algo que la izquierda siempre rechazó, y fue precisamente Mujica el que impulsó y justificó eso”.
Una ya clásica mirada desde sectores progresistas o de izquierda es señalar que el extractivismo es una “contradicción secundaria” o una etapa para lograr el posterior “desarrollo”. Zibechi advierte que el extractivismo es la contradicción fundamental y afirma que quienes mejor lo analizan son los zapatistas cuando lo llaman la “cuarta guerra mundial”, una guerra del capital contra los pueblos para apropiarse de los bienes comunes y convertirlos en mercancías. “Es una guerra de despojo donde las mujeres y los pueblos originarios y afros son las principales víctimas, que no tienen lugar en en este modelo de muerte”, advierte.
Zibechi afirma que es posible salir del extractivismo, pero que para ello es necesario un conflicto de “gran envergadura, permanente y durante un tiempo relativamente extenso, de modo que se consiga bloquear el modo de acumulación, del mismo modo que un largo proceso de luchas obreras bloqueó la acumulación por extracción de plusvalía en la industria. En Argentina ese proceso de luchas comenzó hacia el 17 de octubre de 1945 y se extendió hasta la oleada de puebladas entre 1969 y 1972, con quince levantamiento obreros y populares en más de diez ciudades”. El uruguayo califica a las clases medias urbanas como un “aliado muy potente” del extractivismo.

Pronóstico de tormenta

El presidente Mauricio Macri dio una conferencia de prensa el 18 de julio en la que reconoció la crisis económica (la llamó, una vez más, “tormenta”), defendió el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, culpó a la “herencia” del gobierno anterior y ratificó que seguirá bajando las retenciones a los productores de soja. Lo que menos remarcaron los medios comerciales fue que el Presidente ratificó la profundización del perfil de Argentina como proveedor de materias primas: petróleo, agro y minería.
En aquella conferencia, Macri dijo:

  • “Por suerte entre las cosas que están funcionando positivamente está la energía. A la velocidad que está aumentando la producción en Vaca Muerta vamos a ser en tres años exportadores netos de gas”.
  • “Tal vez en cuatro o cinco años estemos exportando más de medio millón de barriles de petróleo. Este año trabajan 30.000 familias. El año que viene serán 80.000 y en un par de años serán medio millón. Es energía para Argentina y el mundo”.
  • “Tenemos futuro. Con la minería, con la agricultura, con la producción de energía”.
  • “Las retenciones (impuesto a la exportación) no son un impuesto inteligente, destruye el futuro. Por eso sacamos las retenciones al campo y a la minería”.
  • “El camino es apoyar, por ejemplo, que desde el Norte argentino se provea de litio al mundo entero. Desde Salta, Jujuy, Catamarca se generan miles de puestos de trabajo y son cada vez más los proyectos que están comenzando”.

Crecer y reventar

enny Luján es parte de la Asamblea por la Vida de Chilecito (La Rioja) y la Unión de Asambleas Ciudadanas (Regional NOA), desde donde han reflexionado mucho sobre el extractivismo como un modelo histórico del continente y que impacta “en los territorios, los cuerpos, las vidas y los sueños”. Luján no tiene dudas de que los gobiernos latinoamericanos, “ya sean progresistas o de derecha como el actual de Argentina”, apuestan al mismo modelo de desarrollo económico “porque todos son socios de las empresas extractivas, y por eso no permiten que se desarrollen alternativas, porque no le conviene a sus intereses”. Las asambleas socioambientales rechazan la minería, el fracking, la deforestación y el agronegocio sin importar el gobierno que lo impulse porque, dice Luján, “las consecuencias son las mismas para los territorios afectados”.
Luján recuerda que el extractivismo tiene directa relación con las políticas seguridad. El último caso, el decreto del presidente Macri de permitir que las Fuerzas Armadas intervengan en asuntos internos: “Es para avanzar con el disciplinamiento de los disidentes a las políticas extractivistas”, dice Luján.
No tiene dudas de que existen alternativas. Y que las mismas pasan por “poner a la vida en el centro del desarrollo”, con fundamental protagonismo de los pueblos originarios y campesinos, con una relación más amigable con la naturaleza, donde el ser humano comprenda que es sólo una especie más de la naturaleza y no está por encima de ninguna otra especie. “El desarrollo de un país no puede pasar sólo por el crecimiento económico. El extractivismo es producto del positivismo, que nos pone a los seres humanos como centro y en condiciones de dominación a la naturaleza. Ese es un error fundamental”, afirma Luján.
Otras organizaciones de base que desde hace años cuestionan y reflexionan sobre el rol extractivo-colonial de los países de América son la Conaie (Conferación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador), la Red de Comunidades Afectadas por la Minería (México) y el Movimiento Contra las Represas en Mesoamérica.

Las nuevas colonias

oracio Machado Aráoz es autor de Potosí, el origen. Genealogía de la minería contemporánea, donde traza el vínculo del extractivismo desde la llamada “Conquista de América” hasta Minera Alumbrera en la Catamarca actual. Dice: “Ser proveedores de materias primas obedece a un patrón de división internacional del trabajo heredado de la época colonial. El extractivismo es un rasgo estructural del capitalismo como sistema de acumulación mundial. Para que se produzca esa acumulación es necesario que haya zonas de sacrificio, coloniales, que provean los subsidios ecológicos de ese consumo desigual del mundo”, explica.
Machado Aráoz es muy respetado por los movimientos sociales de América Latina, más conocido en el exterior que en Argentina. Como investigador del Conicet también es parte de las asambleas de catamarqueños contra la minería y de la organización Sumaj Kawsay (“buen vivir”). “No hay capitalismo sin extractivismo. Y el capitalismo implica la reafirmación de una estructura colonial de la economía mundial”, resume.
Machado es muy crítico de cómo los gobiernos de izquierda o progresistas hicieron eje en el extractivismo. “Es inentendible que en el siglo 21 gobiernos que dicen que querían un cambio progresista insistieron sobre la base de un modelo ya fallido, muy conocido y muy debatido en América Latina, con consecuencias económicas, políticas, sociales y que consolida la dependencia”, destaca. Y agrega: “Un gran aprendizaje de ese período debiera ser que como países herederos de un régimen colonial, que prolongamos y profundizamos, no podemos aspirar a un modelo de desarrollo igual o equivalente al de los países industrializados. Debiéramos aspirar a otro modelo de desarrollo, basado en otro tipo de matriz de producción y de consumo”.

Otros relatos

Machado Aráoz, que es director del doctorado en Ciencias Humanas de la Universidad de Catamarca, cuestiona también que sectores de izquierda crean que el extractivismo es una “contradicción secundaria” o que se trata de un mal necesario para llegar a un posterior desarrollo. “Es la posición de lo que llamamos la izquierda oficialista, los intelectuales y políticos que siguen incondicionalmente a los gobiernos progresistas, Álvaro García Linera, Atilio Borón y Emir Sader, los más difundidos. Es una posición totalmente equívoca, que reproduce viejos errores de la izquierda ortodoxa del siglo pasado, delata una ceguera epistémica que estos sectores de izquierda tienen respecto a la naturaleza, aunque muchos han revestido su discurso de verde, al igual que el capitalismo”.
En muchos escritos sobre el tema, Machado Aráoz explica que sectores de izquierda siguen sin entender que el capitalismo no es solo la depredación de la fuerza de trabajo, sino que produce la depredación de las fuentes de vida, la naturaleza, de las cuales el trabajo es un aspecto más. “La vieja izquierda es una izquierda productivista, piensa en los términos del capitalismo respecto al desarrollo tecnológico, tiene fe ciega en la expansión de las fuerzas productivas, creen en un horizonte de crecimiento infinitivo. Esto, que podría ser perdonable para Marx o Engels, en el Siglo XIX, es incomprensible en los tiempos actuales”.
Horacio Machado Aráoz agrega que el extractivismo, impulsado por gobiernos de izquierda y progresistas, tiene un importante sesgo racista, que parte de la base de un patrón productivista, de crecimiento infinito, y con un prometido desarrollo de base urbana, con trabajadores industriales. Para él, amplios sectores siguen pensando que los pueblos originarios y campesinos no son sujetos históricos portadores de alternativas. “Buena parte de los sectores de izquierda, a pesar de la retórica que se dice respetuosa de los pueblos indígenas, los siguen viendo como sujetos anacrónicos, los siguen pensando como minorías que hay que mantener en determinados reductos territoriales pero no se los piensa como sujetos políticos capaces de proveernos de soluciones para el futuro”, remarca.
Aclara que existieron teóricos y gobiernos que propusieron un modelo distinto para la región entre las décadas del 40, 50 y 60 del siglo pasado, muchos de ellos inspirados en la llamada “escuela de la Cepal” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, organismo de Naciones Unidas), donde el economista Raúl Prebisch fue uno de los referentes.
La teoría social crítica latinoamericana nace con cuestionamientos por las consecuencias de este modelo primario exportador. Machado Áraoz dice: “Desde hace más de medio siglo se sabe que ese modelo no es una alternativa válida para el desarrollo. Esa matriz extractiva tiene consecuencias en materia de clase social, genera una distribución del ingreso que tiende a la polarización social, consolida a las élites y conlleva escasa redistribución”.
Gustavo Castro, de la organización Otros Mundos-Amigos de la Tierra México grafica el saqueo en clave histórica y aporta un dato que quizá resuma esta historia eterna: “En México, del 2000 al 2011 se extrajo 2.5 veces más oro que  durante los 300 años de colonia”.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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