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Escuchá: el rumor de la época
Poliamor, relaciones abiertas, acoso y violencias. La psicología, la tevé, el arte, la crianza y la sororidad. Cómo pensar las nuevas afectividades que emergen como un paradigma que no sabemos a dónde va, pero ya tiene voz propia. POR ANABELLA ARRASCAETA, LUCÍA AÍTA Y FLORENCIA PAZ
El video es viral. Porque es impactante. Están frente a una imponente aula magna y leen un discurso que prepararon en las últimas dos semanas. Se nombran como “mujeres y disidencias”, ex alumnas del Colegio Nacional Buenos Aires, y le dicen en la cara a padres, madres, compañeros, autoridades, profesores, profesoras y a todes les que estamos con ojos y bocas abiertas frente a la pantalla, que sufrieron distintos tipos de violencia machista e institucional dentro de esa escuela supuestamente modelo.
Lo dicen señalando con nombre y apellido a los responsables: docentes, preceptores, vicerector y hasta rector.
Lo dicen paradas juntas, una con la otra, antes de recibir sus diplomas.
Sacan también carteles que dicen: “El colegio es responsable”.
¿Qué se escucha cuando hablan? Que el futuro ya llegó. Que es la generación que está tirando abajo el patriarcado. Y que así, ahora y sin miedos, ya está naciendo algo nuevo.
Estamos paradas sobre una grieta que sí se puede ver. Y ahora que sí nos ven, también se hacen visibles junto con nosotras un montón de reglas, roles sociales e imposiciones que nos ataban. La fisura sobre lo que se vanagloriaba normal ya está hecha. Y lo viejo pega manotazos de ahogado en medio de la profundidad de un presente disidente. Se rompen conceptos y formas de vida que creíamos naturales, mientras nacen otras más diversas, inclusivas y menos abusivas.
Frente a ese quiebre radical surge una posibilidad: la de crear de nuevo nuestros pactos vinculares y las formas de estar en el mundo, de nuevo. No parece fácil, pero basta abrir los ojos para ver que ya hay quienes lo están haciendo. Voces y cuerpos que reclaman espacios antes vedados y que, sin muchas respuestas, abren la posibilidad de las preguntas.
¿Está bien que sea así? No.
¿Cómo queremos que sea?
No sólo denuncian las violencias, sino que proponen y crean otros paradigmas de cómo ser, vivir y sentir. Una apertura que se expande como onda y que atraviesa todos los ámbitos, roles e instituciones. La premisa parece ser correrse de los lugares impuestos, incluso cómodos, para preguntárselo todo.
Cómo nos organizamos. Cómo amamos. Cómo criamos. Cómo hablamos. Cómo nos nombramos.
El nuevo nunca más
as chicas del video viral fueron al turno mañana en diferentes comisiones. En un grupo de WhatsApp de amigas empezaron a pensar la idea de llevar a la entrega un discurso potente. Pero no era suficiente que lo hagan solo algunas: lo que siguió fue contactar a una mujer por cada comisión para que contara su experiencia de acoso. Activaron el poder de conspirar juntas y todo ocurrió sin que nadie más que ellas se enterara de lo que estaban armando: una denuncia pública e inédita.
Después, de la misma manera, juntas, escribieron el discurso. Cinco de ellas están ahora reconstruyendo ese momento. Para hablar levantan la mano y hacen numeritos con los dedos, y siguen ese orden. Todas tienen entre 19 y 20 años. Escuchamos:
Zoe: Era jodido. No sólo qué queríamos decir, sino cómo decirlo, que quede transmitido lo más cercano posible a lo que nos había pasado.
Julia: Tampoco queríamos ser muy verborrágicas. Al principio el discurso era de siete hojas.
Malen: Tuvimos que pensar mucho el entendimiento de padres que tal vez no están inmiscuidos en lo que está pasando a nivel político.
Zoe: En un momento nos dimos cuenta de que estábamos escribiendo desde la comodidad de nuestro entendimiento. Era un poco lo que nosotras mismas nos queríamos decir a nosotras.
Julia: El lenguaje inclusivo fue una discusión que hubo, si considerarlo o no.
Zoe: Determinados conceptos también, por ejemplo: “varón cis hetero”, y términos que nosotras tenemos incorporados.
Irina: De hecho en el discurso está explicado varón cis hetero para que nadie pueda decir “yo no entiendo”.
Malen: Incluso repartir folletos con nuestras exigencias también estuvo pensado, que no quede solamente en las denuncias: pretendemos todo esto de la institución.
Irina: Nos hicimos preguntas sobre qué palabras usar, pero el qué decir fue totalmente natural. Todas teníamos en claro de qué estábamos hablando sin tener que decirlo.
Paloma: No hubo: ‘a mí no me paso esto entonces no lo ponemos’. Todas las voces se oyeron.
Irina: Poner los nombres o no también fue una discusión que tuvimos. Hubo otros dos discursos que son muy interesantes, los del turno tarde y vespertino. Tuvo resonancia éste porque se hacía una denuncia, y al estar los nombres tuvieron que responsabilizarse directamente.
En la misma semana se hizo también la entrega de diplomas de los otros dos turnos. Sin articular entre ellas, en las tres ceremonias hubo discursos atravesados por el feminismo. “Somos la primera generación que tuvo su adolescencia en el ni una menos”, da una posible explicación Irina. Paloma suma: “La época en la que estamos es la que da la posibilidad de pararnos en ese lugar”.
Zoe: “El feminismo nos dio el marco teórico para poder explicarnos a nosotras mismas qué era lo que nos había pasado y también para darnos cuenta de que había un lugar que nos había sido arrebatado y negado históricamente. Pudimos no solo darnos cuenta de que nos estaban violentando y queríamos denunciarlo, sino que teníamos el poder de aprovecharnos de ese espacio y decir: estamos acá. Estamos acá y ahora nos van a escuchar”.
Amores como el nuestro
“El romanticismo y el capitalismo van de la mano, ya que se afectan mutuamente”, sentencia la antropóloga vasca Mari Luz Esteban. El feminismo ha sido el primero en cuestionar esta mamushka opresiva que entrelaza una serie de principios hasta llegar a conformar una moral dominante: amor, monogamia, patriarcado, mercantilismo. A través de una artillería de consumos culturales, hemos llegado a incorporar esa historia acerca del encuentro ideal entre una mujer y un hombre, con relaciones de género determinadas y constitutivas de la heterosexualidad obligatoria. El amor no puede ser dañino, nos dijeron. Al problematizar la intimidad y cuestionar la demarcación misma de lo público y lo privado, las feministas apuntaron que ese anhelo idealizado encerraba las principales formas de violencia y subordinación.
La psicóloga gestáltica Susana García señala a MU que la primera crítica a la monogamia surgió en el pensamiento libertario como cuestionamiento a la unión como contrato. “Si pensamos en los matrimonios arreglados, desde el inicio hay un contrato, un acuerdo, una conveniencia. En un momento este encuentro se transforma en un encuentro por amor. Cambia, muta: se empieza a poner el acento en que sea por afectividades. Pero a su vez hay un contrato ligado al Estado y en algunos casos también a la religiosidad: lo que nosotros le prometimos a la otra persona era que íbamos a permanecer con ella, él, para siempre. Esto era muy fuerte porque muchas veces con el tiempo cambiaba esa afectividad pero como esa permanencia era para siempre, surgían las infidelidades, la hipocresía, había personas que se reprimían más y había personas que no podían reprimirse y mantenían relaciones paralelas. Pero algo que es importante: había una jerarquía, si yo te había elegido a vos y vos me habías elegido a mí, yo tenía una jerarquía con respecto a cualquier otra persona que vos podrías conocer. Eso permanecía de una manera bastante rígida y fue así por mucho tiempo”.
¿De ahí al poliamor, qué hay? Desde su consultorio García resalta la importancia de cuidar las palabras: diferencia poliamor del “modelo extractivo relacional”, tal cual nombra la práctica de ir, usar y descartar. “El poliamor como concepto pone el acento en nuestra libertad pero también en nuestra afectividad. Ninguna persona tiene una jerarquía sobre otra, ninguna persona es un objeto de consumo, es aún más difícil porque la incertidumbre aumenta. Si no se deriva para el uso y tiro, entonces es maravilloso porque conviven todas las formas posibles de amor y no hay traición. Otra cosa interesante es que la relación no termina: si realmente tengo una relación profunda con vos puede ser que ya no haya tanto sexo y si más charla, o que lo nuestro era una relación creativa laboral y de pronto descubrimos que hay buen sexo… Las relaciones se van transformando porque son un ser vivo”.
El rating del amor
Franco Torchia, quien fue conocido como la voz del programa Cupido, hoy es panelista en el programa de espectáculos Confrontados y la voz del programa de radio No se puede vivir del amor. Ya en ese pasaje de títulos puede leerse una foto del cambio de época.
Torchia hizo su salida del closet pública hace unos años y hoy, como periodista que da lugar a voces disidentes, advierte que hay ciertos amores que aún no serán televisados. Y que, al mismo tiempo, en esa prohibición puede estar la sentencia de muerte de la propia industria. “Las palabras para mí son capitales, por no decir que son lo único que tenemos. En ese campo minado que es la televisión se complica abarcarlas con complejidad y lamentablemente eso no nos permite una reflexión un poco más aguda sobre los temas”, dice Torchia y agrega que por eso para él la palabra “poliamor” llega a la TV pero de forma lavada y más ligada a lo que en realidad él entiende como poligamia.
“El amor ocupa todavía hoy una posición sagrada. El matrimonio igualitario ocho años atrás quizás no hubiese salido como ley si una parte de su estrategia no era la insistencia sobre el amor. Todavía la invocación al amor es un valor de cambio demasiado importante y es un legado muy difícil de desactivar. Todo esto en la televisión es muy difícil de debatir porque está replegada y muy ensimismada. Tiene terror de su extinción y lo experimenta cercando sus límites cada vez más. Por eso hay fuerzas sociales que no pueden entrar ahí en términos de discursos, cuerpos, estéticas e identidades, pero que sí están afuera”, cuenta Torchia y nombra como ejemplos concretos que en la vuelta de Cupido en 2012 no dejaban por disposición que se unieran personas del mismo sexo, o que Metro es una radio en la que el único programa conducido por mujeres acaba de comenzar los domingos a la tarde.
Cuando se le repregunta por la aparición de esos vínculos diversos en Netflix y novelas del primetime, Torchia advierte algo que está cada vez más visible gracias al movimiento de mujeres y disidencias: no es lo mismo la ficción que la realidad. Para Franco las empresas adaptan fácil las ficciones para vender, pero lo que está haciendo el feminismo es cambiar la realidad.
Nuevas y viejas palabras
“Y no tengo miedo de perderte / porque la verdad es que no te tengo / si vivimos juntos y te quiero / cada día todo está por verse / la verdad es que yo te quiero así como sos / libre de mí / libre de todo / libre de mí / de todos modos”.
El disco Toda, de la banda Bife, abre con esta letra que propone un modo más libre de relacionarse, no basado en la posesión o en la propiedad. En tiempos donde el poliamor es noticia, Ivanna Colonna Olsen, une de les integrantes de la banda, provoca: “Con respecto a la palabra ‘amor’, estaría bueno ir sacándola. Creo que cada acuerdo y cada vínculo es diferente, y es diferente lo que cada uno espera del otro. En particular, desde muy chica en todos mis vínculos me gustó preguntar mucho sobre esto, y saber qué se esperaba de mí, por tener una historia de siempre decepcionar, por no sentir como se debería haber sentido, no enamorarme definitivamente. Y para pensar en relaciones no monogámicas, las palabras claves para mí son “empatía” y “ética”. Tener en cuenta a los demás y no romper las reglas: es tan sencillo como eso. Si te vas conociendo con otra persona, no la lastimás a propósito y te tienen paciencia puede llegar a durar mucho, tanto como un vínculo monogámico, donde la gente en general se miente. Creo que si logramos desactivar la crueldad, prendemos la empatía, conversamos las cosas y llegamos a acuerdos, no solo los vínculos amorosos, sino todos los vínculos van a ser más productivos y agradables. Las dinámicas machistas y patriarcales se van desarmando gracias a esto”.
Carla Morales Ríos es actriz y activista trans. Desde hace seis años tiene una relación no monogámica con su pareja, Oliverio. Ella venía de otras relaciones en las que estaba con otros a escondidas. Cuando se conoció con Oliverio también entablaron un vínculo monogámico hasta que ella conoció a otro pibe y sintió la necesidad de hablarlo. Al principio, Oliverio no lo entendió, pero a los dos días la volvió a llamar y se dieron cuenta de que querían seguir juntes. Desde ese entonces, la relación no cesó de mutar y de transformarse, siempre con el eje en el cariño y en cuidar a la otra persona. Para Carla, una idea central es la de “responsabilidad afectiva”: “Porque si hablamos de ‘poliamor’, estamos hablando de amor. Quizás sea una palabra que estamos deconstruyendo y entonces sea mejor hablar de afectos. Por lo menos, a mí me pasa que me involucro afectivamente con las personas con las que estoy y entiendo que mientras dure ese vínculo, sea cual sea su forma, nos tenemos que cuidar mutuamente. Y es central el diálogo. Con Oliverio, le damos mucha importancia a la conversación, a construir puntos de encuentro, a escucharnos. Y también requiere mucho trabajo con une misme, reconocer qué miedos e inseguridades enfrentás cuando te corrés de los modelos. Es mucho trabajo, no es algo liviano como lo venden. Pero construyo esto porque así siento que puedo elegir cómo vivir mi deseo. Sobre todo porque se basa en un consenso. Y también porque me doy cuenta de que no somos con todes lo mismo”.
En los últimos años, fue Oliverio el que entabló una relación con otra chica y Carla reconoce que tuvo que repensar cómo posicionarse frente a eso, incluso cómo nombrarla: “Decirle ‘la otra’ o ‘la amante’ ya es colocarla en un lugar de subordinación o de rivalidad que no me interesa. Aparte implica una idea de secreto que en nuestro caso no existe. No quiere decir que no me den celos, pero intento desarmarlos. Empiezo a pensar en ella también en términos de cuidado. No sé si me interesaría tener una relación de tres con otra chica, porque no me atraen sexualmente, pero me permito pensarlo. Seremos dos señoras de la casa”, ironiza.
Las ex alumnas del Nacional Buenos Aires reconocen que en muchos de los grupos de amigues el feminismo modificó las formas de relacionarse y pensar vínculos. Julia suma algo que parece obvio pero es clave de poner en palabras: “En las relaciones siempre respetar al otro, basadas en que somos personas”. Irina sigue: “Desde ahí nacen las posibilidades del poliamor y de todo, que esté hablado y nos respetemos entre todes”. Entonces Paloma dice una palabra nodal: “hablar”, y enumera: “El respeto, el hablar y la comunicación que es cuando te enterás qué le pasa a la otra persona. Tienen que estar abiertas esa posibilidades”.
Zoe, con remera que dice “autoservice”, abre otra punta para mirar: “La sexualidad de la mujer está mucho más liberada, ya no es tabú. Yo siendo heterosexual siento que influye mucho más en las relaciones heterosexuales el reconocer a la mujer como sujeta de derecho de placer, de deseos”.
Punto para nosotras.
La libertad y los celos
En las relaciones humanas hay dos miedos fundamentales: el miedo al abandono y el miedo a la intimidad”, plantea la psicógola Susana García. El primero de los miedos que nombra, dice, activa los mecanismos de control sobre el otre. Ese juego empezó al notar en el consultorio cuando surgieron con más fuerza las parejas abiertas. “En principio lo que se llama pareja abierta es una intención de salir de la hipocresía, de decir: nos pasan cosas con otras personas, ¿nos mentimos, o esto está permitido? En una pareja abierta el primer mecanismo de control es que me cuentes con quien estás, qué hiciste, qué te gusto más. Eso es terrible, tengo que tener un ego muy fuerte que resista a semejantes respuestas. El opuesto que sucede: hacé lo que quieras pero prefiero no enterarme. Y nadie puede asegurarte que no te vas a enterar. Empieza a armarse lío. Yo digo un poco en broma y un poco enserio: la pareja abierta es la forma más decadente de la monogamia, porque se activan los mecanismos de control. Antes te decía: vos me querés a mí, yo te quiero a vos y vamos a estar juntos y nos queremos para siempre; y en la pareja abierta se mantiene esa jerarquía, entonces podés estar con quien quieras pero te pido que a la que más quieras sea a mí, la que más te gusto soy yo, el mejor sexo lo tenés conmigo, andá pero volvé. La autora Brigitte Vasallo habla del capitalismo emocional y plantea que hay personas de primera y personas de segunda. En este caso vos me tenés que asegurar a mí que yo soy de primera y que todo lo que conozcas por ahí es de segunda, que sea solo sexo, no te involucres emocionalmente. Es un nivel de control aún mayor”.
En las jerarquías aparecen las comparaciones y con ellas los celos que, según lo que Susana observa en el consultorio, están a la orden del día. “Desde el punto de vista teórico nos movemos con libertad y disfrute, pero a las personas no les resulta tan liviano que hoy me elijas y mañana no. Tenemos que ser sinceros: una cosa es la utopía y otra es lo que en verdad nos pasa”. Frente a eso ve que se activan dos cosas: “Quedarnos desde el lugar de la posesividad, del planteo, del control, o lavar las relaciones, convertirlas en una experiencia de toco y me voy, de no profundizar. Profundizar no tiene que ver con el tiempo que dure algo: es una actitud. Es de qué manera me acerco a alguien, de qué manera recibo a alguien”.
Para Carla, entender desde qué lugar le surgen los celos y desarmarlos implica todo un trabajo: “Aparecen un montón de preguntas, ‘¿me dejará?’, ‘¿se irá con ella?’, ‘¿se va a terminar lo nuestro?’. Por un lado, tiene que ver con que abrirse a la posibilidad de que la relación vaya cambiando implica una cuota de incertidumbre. Y por otro lado, es verdad que tenemos muy incorporada la construcción del amor basada en la propiedad”.
Ivanna tampoco tiene respuestas, pero sí preguntas: “Es difícil generar intimidad en estos tiempos, con toda la herencia patriarcal que tratamos de combatir a la vez que queremos seguir besándonos y deseándonos. Hay que buscar nuevas lógicas: por el momento es pura experimentación”.
La mirada del otre
Elisa Carricajo es actriz, directora y dramaturga, forma parte del grupo Piel de Lava, conformado por cuatro mujeres que actúan hace 15 años juntas y son autoras y directoras colectivas de las obras más potentes de la escena independiente. Elisa trae a la charla un ejemplo tan sensible como ella: recuerda la escena de la película Laberinto de David Bowie, en la que la protagonista dice a quien la apresa “no tenés poder sobre mí” y así desarma el hechizo.
Con esa escena Elisa pinta el presente pero, ¿cómo desarmamos el conjuro machista que todavía ronda? Elisa recuerda otra obra que realizó junto al director Lisandro Rodríguez, Un trabajo. Allí investigó entre otros muchos y complejos temas el del acoso. Era la historia de un vínculo desencontrado y torpe entre un hombre que produce un programa y una mujer conductora. Investigaron el lugar objetual de la mujer. Había una mujer en el escenario siendo filmada y reproducida, y un hombre que era sólo una voz en off. Había una relación de poder.
“En la obra aparecía un hombre apropiándose del discurso feminista, que lo hemos visto en estos años también, para no reflexionar sobre sus propias prácticas de abuso y no entenderlas. La obra se preguntaba qué es un abuso, cuál es una situación de abuso si el tipo ni siquiera está ahí. Hay algo de sacarlo del cuerpo. Y una amiga me dijo después de verla: ¿Cómo este tipo llega a tener tanto poder? ¿Qué es ese poder y dónde está puesto?”, transmite Elisa la pregunta de su amiga en voz alta. Y se contesta: “Una de las respuestas a la que llegamos es que la mujer estaba exhibida. Nuestros cuerpos como identidades femeninas fueron cuerpos que todo el tiempo estaban siendo observados y también son cosas en las que quisimos encajar. El poder se construye en la mirada. Es lo mismo que hace el preceptor que denuncian las pibas del Nacional: él es el que mira y las califica. Y como todavía esperamos algo de esa calificación el poder aumenta. Por eso creo que la tarea que nos queda ahora es desenamorarnos de esas categorías en las que quisimos encajar durante tanto tiempo. Y ser honestas nosotras también porque tenemos que deconstruirnos mucho. Por eso ver cómo las pibas llegan a los 19 años es muy bueno porque ya llegan con todo eso.”
Machos obsoletos
“Cantamos con tanto deseo el ‘se va a caer’. Bueno, el patriarcado ya se cayó. ¿Qué hacemos con los escombros?”, sigue Elisa Carricajo entre mate y mate. En Petróleo, la última creación de Piel de Lava, se animan a explorar un territorio desconocido, prohibido, vedado: el universo masculino. las Piel de Lava actuaron durante un mes -en un teatro oficial, con localidades agotadas- a cuatro chongos obreros de un yacimiento petrolífero. Elisa cuenta que sienten que Petróleo ya es un “pos”. ¿Qué quiere decir esto? No crearon esa obra desde el enojo con el macho o lo masculino, sino que lo hicieron para poder reírse de esa masculinidad.
“Hoy la masculinidad empieza a aparecer como un objeto obsoleto, entonces nos preguntamos qué hacemos nosotras frente a eso. Lo que nos apareció mientras construíamos los personajes es todo un campo emocional que como mujeres nos fue vedado durante la infancia. Al principio era doloroso. Hacíamos un ejercicio re simple como pasar del eje femenino al masculino, o sea, sentarnos como hombres, y lo primero que te das cuenta es que estás más cómoda y ocupas más espacio. Hay todo un territorio de la valentía, de lo heroico como posibilidad de relato de nuestras vidas que nos fue vedado. Y también es un campo de sensibilidad que hoy queremos habitar. Te empezás a dar cuenta de cuántas veces te hiciste más pequeña o hablaste más bajo. Así como ellos no se tocan o no se ponen crema. Entonces aparecen los géneros como campos de sensibilidad que tienen cosas vedadas para cualquiera que se identifique de un lado o del otro. Hay un deseo de las mujeres de ir hacia esa masculinidad, que empiece a estar accesible para nosotras, así como la femineidad para ellos”.
Elisa responde cómo lograron explorar el universo masculino siendo cuatro personas que se autopercibieron siempre como mujeres: “Jugamos”. Las Piel de Lava leyeron a Judith Halberstam sobre masculinidades femeninas e investigaron sobre los drags kings. “Draguearse está muy asociado con feminizarse. ¿Por qué no podemos ponernos bigotes nosotras, si es lo más divertido del mundo? Ponerte una chota es una cosa graciosísima para hacer con tus amigas. Hubo algo muy lindo y lúdico de jugar a hacerse los chongos, es un territorio muy divertido de habitar. Y en un momento en esos chongos también aparecen elementos femeninos y tampoco se vuelve todo tan binario. Es lo que hacen desde siempre las travestis con mucha sabiduría, que es decir: “Yo no voy a abandonar esto que me interesa para feminizarme porque también me gusta”. Para nosotras lograr eso es un territorio muy liberador”.
La vida es bella
Es ahí donde la “e” toma forma como un nuevo campo de sensibilidad para todes. Carla en este punto es categórica: “Necesitamos nombrarnos. Mucho tiempo fui tratada como varón. Y yo empecé a nombrarme en femenino. Yo soy “ella”, ni siquiera puede ser elle. Entiendo el no binarismo, pero me construí como ella. Creo que ahora se da la búsqueda por la forma de nombrarnos a todes. Nosotres somos quienes vamos a cambiar la realidad y ellos van a desaparecer. Hay que diferenciar a ellos que son la negativa y a nosotres que queremos un mundo mejor. Son ellos los que destruyen, los que saquean. Somos nosotres quienes intentamos abrazar, escuchar, contener, crear nuevas formas. Es importante nombrarse y encontrarnos en ese punto”.
Ivanna desde chica se cuestiona los roles de género y siempre se sintió incómoda con lo que se espera de un varón o de una mujer: “Nunca me sentí ninguna de las dos cosas”. Aunque fue criada como mujer y mucho tiempo “actuó” ese rol, encontró en la música una vía para liberarse de esas etiquetas. Desde su banda anterior, Pimentón, en las letras usa la primera persona del masculino. Años después, hoy, los tiempos y la lengua están cambiando, e Ivanna celebra: “Pienso que hay un cambio de época que tiene que ver con las nuevas generaciones y también con el lenguaje inclusivo. Todes mis amigues que tienen diez años menos que yo hablan con ‘e’ todo el tiempo y es hermoso estar ahí. Me doy cuenta de que tengo un formateo viejo y todo el tiempo estoy intentando abrir mis propias limitaciones de categorías y de cuestiones, de tratar de acomodar en un espectro o en algo lineal las expresiones de género o las orientaciones sexuales. Todo el tiempo, me doy cuenta, necesito etiquetar y desetiquetar. Veo que no pasa eso con las generaciones más chicas y me flashea muchísimo. Cuando se habla todo con ‘e’ no siento las obligaciones que siento cuando se habla con alguno de los dos géneros. Es muchísima libertad eso, lo experimento en el cuerpo, en las miradas. No me parece que sea solo algo de las palabras, sino que se lleva el cuerpo, libera y habilita. Y todo lo que aleje del binario me parece mucho más copado. Algo de esto también lo veo en las redes sociales, en donde se da una experimentación acerca de cómo nos construimos y las personas nos convertimos en creaciones. Hay muchas pibas que se están montando y armando un personaje para las redes y me parece todo re interesante, porque cuestiona la belleza hegemónica. Tenemos nuestra propia investigación sobre la belleza, sobre cómo queremos ser”.
La revolución de la e
Torchia cuenta que tampoco nunca se sintió varón, que por eso sufrió abusos y que aprende mucho de sus compañeras mujeres. “Nunca me siento hombre y tampoco me gustan. Me gustan algunas masculinidades pero eso no significa que me gusten los hombres. Con hombres me refiero a ese conglomerado que es el macho que nadie lo es porque los que lo son tienen todos los días que salir a demostrar que lo son. Es una perpetuidad tan esclavizante y es la responsable de tanta violencia que allí nunca me encontré. Y cuando pude pensarlo y definir que no era ese varón empecé a aliviarme tanto. Fue poder formar una subjetividad mucho más a tono con mis deseos”, dice y suma contexto: “Nací en el 76 en Ensenada, hijo de migrante Italiano y ama de casa. Muchas de estas preguntas no estaban en mi día a día ni remotamente. La posibilidad de estar cómodo con mi búsqueda identitaria no estaba en mis planes. Y es evidente que hay una incidencia epocal que lo permite” .
Torchia suma como otro punto exploratorio para que nazca algo nuevo a los roles maternos y paternos, a la crianza: “Hoy estamos investigando mucho en las maternidades porque es concomitante con los feminismos y lo que hoy circula. Pero las masculinidades, sus modos, sus imperativos y sus demandas están siendo mucho menos pensadas. Entonces es muy difícil pensar qué es ser padre de una niña. Ahora estoy mucho menos preocupado que hace diez años cuando nació pero no me puedo hacer el suelto porque hay muchas cosas que todavía estoy redefiniendo. Son tan performáticas la maternidad y la paternidad, tan de una actuación diaria, que todos los días es volver a inventarte el rol. Y no pienso que mi hija es una niña en sentido clásico pero, al mismo tiempo, tampoco me olvido de que es una niña de este momento histórico, y eso me llena de desafíos”, dice y agrega que para eso es importante que la historia no se cuente nuevamente como algo mejor y perfecto: “No hay respuestas. Pese a los nuevos vínculos y las nuevas relaciones, la paternidad y maternidad están muy sacralizadas, son vínculos que todavía están siendo contados bajo otro amor romántico que no es el de la pareja pero que también después trae conflictos, desigualdades y disputas. Hay que cuidarse de seguir contando la paternidad y maternidad de forma tan rosa”.
Crear y Criar futuro
Cuando se le pregunta por el futuro, Franco Torchia nombra un ejemplo cercano: su propia hija de 10 años. Torchia hace la salvedad de que si bien esa niña crece en una familia diversa, no fue adoctrinada al respecto y cuenta una escena cotidiana. “Teresa, mi hija, hace teatro y tuvo que preparar un chiste como improvisación sola. Entonces empezó a crear un personaje paródico en el que escuché que decía con voz de señora: la mujer si nace mujer tiene que ser mujer, el varón si nace varón tiene que ser varón, qué eso de cambiar de género. Es decir, improvisaba con un nivel de ironía increíble sobre un personaje que niega algo que para ella es lo natural. Hoy para ella lo ridículo es que alguien piense así. Y nosotros no se lo impusimos”.
Elisa Carricajo es madre de Lucero. El nombre no tiene género: es intencional. Su historia viene justamente de otra obra de la que formó parte Elisa. “La obra se llamaba 2035 y en su argumento había un personaje trans que estaba embarazada, que decía que su hija se iba a llamar Lucero y otro personaje le preguntaba ¿Y si es varón? Y la protagonista contestaba: nosotras no pensamos en esos términos”, recuerda Elisa y suma que en la crianza de Lucero hay una búsqueda por no bloquear ni prohibir eso que ella llama campos de sensibilidad: “Lucero ligó mucha ropa de varón y yo me cagaba de risa porque la sacaba vestida así. Ahora también le regalan ropa de nena y que a la vez a ella le re copa. Por ejemplo, el otro día andaba por la casa con unos collares y me di cuenta que está buenísimo. Es un campo de sensibilidad disponible para acceder a lo que a ella le guste. El tema es no vedárselo antes a ninguno de los dos, ni en el femenino ni el masculino. Si quiere ser súper femenina pues será eso. El ser libre es realmente poder ir pasando por esos estados”
Casi todes les consultades para esta nota coinciden: el vínculo que más cambió es el que se da entre mujeres. Algunas de las cinco ex alumnas del Nacional nunca habían estado juntas debatiendo un tema. Por ser de distintas comisiones, por no ser amigas. Por eso es en lo primero que piensan sobre los cambios en la forma de vincularse. Lo dice Zoe: “Lo que noto más importante es que la sororidad existe”. Malen suma que se eliminó la competitividad: todas están de acuerdo. Irina: “Estamos todas juntas moviéndonos por el mismo lado, por el mismo objetivo. Nos encontramos teniendo otro tipo de vínculo, más real. No digo que mañana vamos a ser amigas, pero terminamos teniendo esta relación de sororidad, ese vínculo que solo lo define esa palabra. No es ‘conocida’, ni ‘ amiga’: es ‘ sorora’. Significa que cuando me necesites, voy a estar”.
Sacar la lengua: dos miradas sobre cómo pararse frente al lenguaje inclusivo
Marlene Wayar, activista trans
¿Cuál es mi estrategia para hablar? En principio tratar de pintar la realidad sacando los condicionamientos de género. Evitar dar cuenta de que ése rol, esa función, ese estatus está masculinizado o feminizado: tratar de neutralizarlo. Al decir “las personas reunidas en el lugar” ya estoy dando cuenta que hay obvia diversidad. “Las personas” es una posibilidad dentro del lenguaje, porque después se puede sintetizar en “todas”.
Creo que no hay que caer en el abuso de la “e”, puede ser una banalización. ¿Hay travestis en tal marcha? No. ¿Para que uso la “e” ahí? Si de una digo “les manifestantes” estoy haciendo una obviedad, desde una posición superada, pero estoy mintiendo: no he visto en detalle a cada una de esas personas para decir si hay intersex, hay trans. Si no hay toda diversidad por qué nombrarla: por algo no están. Se trata de elegir las palabras.
Por otro lado se impone una decisión política: lo importante no es la letra sino la intención, la propuesta política. Mi competencia para discutir el lenguaje está limitada: no soy lingüista, no estudié literatura, no soy semióloga. Mi posición es política y los expertos en la lengua tienen la obligación de adaptarse. No pueden poner obstáculos ni decir “no se puede”, “se va a perder la poesía”. La poesía está: se está produciendo en los baños, en los fanzines. Es otra, y suena rara. De última no le discuto a papá en su casa: es suya. Yo me voy, construyo mi choza. Él se queda afuera. Se pueden correr de sus privilegios o no, pero yo no puedo correrme de mi cuerpo. El cuerpo se escapa del lenguaje.
Ahí se presenta algo fundamental: a quién le estamos hablando. El compromiso es hablarle al público más amplio posible pero, ¿a quién priorizamos? Se impone considerar a les jóvenes porque son precisamente los descontemplados en este paradigma adultocéntrico. Siempre son los inservibles, los que no saben. La infancia trans lo que viene a decir es: papá, mamá, médico, psiquiatra, no tienen estatuto para opinar sobre lo que soy, lo que siento, cómo hablo.
Imaginemos: viene el niño con toda su imaginación y le hablás con “los” y “las” . Y resulta que el “la” es Mirtha Legrand; y el “lo” son mis compañeros de rugby, y ahí me quedo. Esa es la pobreza del lenguaje que estamos emitiendo, lo que no queremos. Hablamos desde la pobreza de nuestra cultura, desde lo que nos fue impuesto. No voy a pasar mis pobrezas a la utopía, que en definitiva es futuro. Estamos huyendo del lenguaje. Nos define más un no a lo otro que los posibles sí.
Natalia Mira, vicepresidenta del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini
Si estuviésemos visibilizadas no usaríamos lenguaje inclusivo: si no lo nombrás, no existe. La idea es romper esa comodidad, saber que hay cosas que se pueden cambiar por adentro, abrir una puerta a que se discutan las cosas de fondo. Detrás del lenguaje inclusivo está todo lo que no se puede decir, o lo que no se quiere ver. Al que discute el lenguaje inclusivo le molesta todo lo otro: el feminismo, lo trans, el aborto legal. Se agarran de que –todavía- se los escucha y de que su opinión vale: si te das cuenta, en general los que están en contra son chabones. Algunos compañeros me dicen: “Yo me siento incluido en el todos”. ¡Y sí, obvio!
Hay chicas de 17 años a las que el lenguaje inclusivo es parece lo peor y otras de 60 que sí lo usan. En la media puede ser que generacionalmente sean los jóvenes quienes lo hablan, pero en las comunidades educativas no se ve tanto la brecha: hay docentes en mi colegio que utilizan el “chiques”, el “todes”, en las pruebas de lengua escribo con “e” y no me lo corrijen. Ahora hay una telenovela (100 días para enamorarse) en la que hablan con lenguaje inclusivo. Y también está el “no lo utilizo pero te banco”: es distinto adaptarse a los 17 que a los 60 años.
Hay espacios donde te permitís dar esta discusión y otros donde se debate si hay para comer. Pero es difícil adivinar qué hubiera pasado si no había políticas que hagan que la masa estudiantil se retrase. Hoy estamos con reclamos del 2007: viandas, mejoras edilicias. Prefiero que bajen las viandas, pero si puedo lucho por todo. En realidad, no lucho por el lenguaje inclusivo: hablo de esa manera.
Tuve una discusión con una supuesta especialista en lenguaje inclusivo que decía que no es que se viene a proponer visibilizar, sino que es más económico usar “les” en vez de “todas y todos”. Yo dije no. Es una disputa política, no de economía del lenguaje. No es que es más práctico: es político. Es para cambiar cosas, es para romper el silencio. Se trata justamente de replantear privilegios y preguntar por qué no estamos nosotras.
Lenguaje inclusivo: lo llamo así no como una caridad, sino como un derecho. Es para tomar conciencia de que es un derecho, y que una vez que se toma conciencia ya no lo dejás de ver. Hoy tenés como “categorías” varón, mujer y disidencias: de esta última solemos olvidarnos. La idea es empezar a resignificar qué es cada una, construir personas que no consuman ni ejerzan violencia. Creo que al fin y al cabo se trata de intentar lograr relaciones más sanas.
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