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Las rutas de Toty

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 Fue el protagonista del primer piquete bonaerense y el único que rechazó los planes sociales. Armó microemprendimientos, talleres de filosofía, desfiló en la pasarela y llegó a la Cámara de Diputados de la mano de Elisa Carrió. En estos días, volvió al piquete junto a los productores agropecuarios. Cómo explica este trayecto.

Las rutas de Toty

El diputado está descalzo en su despacho. Se reclina sobre el respaldo de una silla, estira levemente sus piernas y apoya los talones. Héctor Toty Flores acaba de llegar de una marcha de apoyo al campo, convocada por Raúl Castells, que se inició en Liniers y terminó frente al Congreso. Fue el colorario de un raid que incluyó la visita a tres cortes de ruta que los ruralistas sostenían en Entre Ríos. “Después de cinco años, volví a un piquete. Castells me carga, me dice que ahora voy a bajar la panza”, se ríe Flores, fundador del Movimiento de Trabajadores Desocupados (mtd) de La Matanza, el primero en cortar una ruta en el conurbano bonaerense, allá por 1995.
Por aquellos tiempos, Toty llegaba a reunir a más de 3.500 personas en la ruta para exigir tierra, trabajo y libertad. “En aquel entonces, para hacer un piquete había que tirar de culo a un policía. Ahora te cortan la ruta los patrulleros, a doscientos metros ya desvían el tránsito. Eso limitó mucho la herramienta, porque los manifestantes dejaron de tener contacto con la gente y no pueden explicar por qué realizan la protesta”.
Flores y su movimiento habían abandonado el piquete cuando consideraron que era una metodología de protesta gastada. “Se transformó en un instrumento para pedir planes, en vez de exigir trabajo. Dejaron de hacerse en nuestro territorio y se mudaron al microcentro. Se había agotado la herramienta. Nosotros, entonces, preferimos avocarnos a los emprendimientos productivos”, rememora el piquetero devenido en diputado por la Coalición Cívica que encabeza Elisa Carrió. “Los cortes de ruta que vi en Entre Ríos –completa– eran muy parecidos a los nuestros. Me sentí muy identificado”.

Pero el sector social que corta en Entre Ríos no es el que protestaba en La Matanza…
Son sectores sociales totalmente distintos, pero me parece que la profundidad del proceso que se vivió en la sociedad en 2001 continúa. En aquel momento, la desmovilización de la clase media no fue porque –como dicen algunos– recuperó la guita que le sacaron del corralito, sino por la parálisis que generaron las muertes de Kosteki y Santillán. Yo estuve ahora en el piquete de Hernandarias. Salieron 3.000 personas en una movilización la Casa de Gobierno y cuando llegaron eran 15.000. La gente salía de las casas, aplaudía, se incorporaban los comerciantes. Se formaron como 15 cuadras de manifestación. Se me puso la piel de gallina. Otra vez hubo unidad entre sectores urbanos y rurales. Se ofendió la dignidad y eso tiene un costo.
¿En serio no nota diferencias entre los piquetes de ayer y de hoy?
Una gran diferencia es que estos son sectores muy estructurales que tienen posibilidades de volver a su casa. En La Mantaza era todo muy a la desesperada. Nos costaba levantar un piquete porque después de diez o quince días la gente se acostrumbraba a vivir mejor ahí que en su casa. Cuando volvíamos, volvíamos a la nada, éramos combativos por desesperación. Estos piquetes son muy reflexivos y quieren resolver el problema, quieren volver a trabajar.
¿Se imaginó alguna vez haciendo un piquete junto a la Sociedad Rural?
No. Nunca pensé que podía estar con un estanciero de la Rural y de hecho no vi demasiados en los piquetes. Vi uno sólo en Diamante, después eran todos de la Federación Agraria, pequeños chacareros. De todas formas hoy el campo cambió estructuralmente, aquellos grandes ganaderos de la oligarquía tuvieron que ceder terreno a los pooles de siembra, que en muchos casos no sabés quiénes son.
¿Qué significa para usted que otro sector social se haya apropiado de sus herramientas de protesta?
Los procesos populares no tienen dueño. Creo que la metodología del piquete en la provincia apunta a lo que nosotros apuntábamos. Golpea al transporte de bienes y por lo tanto duele. El piquete de estos días en las rutas fue sumamente creativo, por ejemplo podían pasar autos y colectivos. Los únicos que no podían pasar eran los camiones que transportaban productos del campo. Era como un control en la ruta. No es lo mismo que el piquete en Plaza de Mayo que lleva sólo a enfrentamientos con las clases medias. Nosotros, al principio, teníamos consenso de la población, pero al final ya no. Lo que desvirtuó el piquete fue su exagerada repetición. Se terminaron haciendo más piquetes en lugares políticos-simbólicos que en sitios que dañaran al sistema de circulación de mercancías. El corte, finalmente, era para pedir planes de 150 pesos en vez de trabajo, y como consecuencia, para la población dejaron de ser legítimos.

El Movimiento de Trabajadores Desocupados fue la única agrupación piquetera que rechazó los planes sociales que comenzó a entregar el gobierno para calmar la protesta. Por aquellos días, todavía bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, Flores solía argumentar que esos subsidios eran un elemento de dominación del Estado y que le quitaba autonomía a las organizaciones sociales. Por eso fundó, en una vieja escuela abandonada del barrio La Juanita, de La Matanza, el Centro para la Educación y Formación de Cultura Comunitaria (cefocc).
Rápidamente, la Corriente Clasista y Combativa se instaló a escasos metros del cefocc. Lo mismo hizo la Federación Tierra y Vivienda, de Luis D’Elía. Poco a poco comenzó la sangría: miles de piqueteros migraron detrás de los planes sociales y Flores se quedó recluido junto a un pequeño núcleo de convencidos que no superaba la suma de los dedos de las manos y los pies. Encima, Toty –un ex trabajador metalúrgico– había perdido varios dedos en un accidente laboral. Cuatro de esos fieles laderos hoy lo acompañan en el despacho de diputados. Desde el octavo piso, analizan la actualidad política en ronda, como lo hacían en La Juanita, para que la voz circule sin hegemonías

¿Se arrepintió de haber rechazado los planes sociales?
No, fue una decisión muy importante que marcó un gesto de dignidad. Me puedo arrepentir de no haber comprendido qué le pasaba a esa gente que tomaba los planes. Planteé discusiones muy polarizadas y creo que hubiera combatido mejor a los dirigentes –que utilizaban los planes para posicionarse, en vez de beneficiar a la gente–, si hubiera sido menos intransigente. Le podríamos haber dado un uso diferente a los planes, podríamos haberlos reciclado en microemprendimientos productivos, por ejemplo.
Varios de los dirigentes piqueteros de fines de los 90 se incorporaron al Estado. Jorge Cevallos, de Barrios de Pie, es funcionario de Desarrollo Social; D’Elía estuvo a cargo de la Subsecretaría de Tierra y Vivienda y hace de vocero no oficial del gobierno, y usted es diputado opositor. Ser funcionarios públicos, ¿es una victoria o una claudicación?
Uno puede ocupar roles importantes, el tema es si lo hace para lograr la movilización contínua o para responder a intereses que desconozco. A la Coalición Cívica yo vengo con nuestros valores, a disputar espacios para distribuir el ingreso. Si la Colación llega al gobierno y no cumple, me vuelvo a mi casa.
El referente económico de la coalición es Alfonso Prat Gay, que ya fue presidente del Banco Central en lo peor de la crisis. También hay dirigentes como Patricia Bullrich, que fue ministra de Trabajo con récord de desocupación. ¿Cree que estas personalidades podrán distribuir la riqueza en el caso de llegar al poder?
La otra vez conversaba con Lilita y me decía que su compromiso es destinar los primeros 20.000 millones de superávit a la distribución. Si así no lo hiciera, estaré en la vereda de enfrente. Pero ahora las mentiras son de la Presidenta. Toda la recaudación va a parar a una caja que no se reparte. En el interior te plantean que toda la plata que le sacan va a parar a Moyano y a D’Elía para que controlen a la gente.

Toty abandona su despacho para la sesión de fotos. Utiliza una tarjeta magnética que habilita un ascensor exclusivo para legisladores. Sale del edificio anexo y cruza al Palacio del Congreso. Cuando quiere ingresar al recinto, una persona que parece un ropero se le para delante y le franquea el paso.
–Venimos a hacer una fotos– explica Flores.
–No se puede– contesta el ropero que habla.
–Ellos son periodistas, aunque sea en una palco, no en las bancas –insiste Toty, que apenas le llega al pecho al hombre de seguridad.
–¿Ellos son periodistas? ¿Y usted quién es?– pregunta con suficiencia el hombre.
–El diputado Flores
–¡Ah! Perdón, pase. Usted es el dueño de este lugar.
Desde diciembre pasado, cuando asumió, Flores pasó por varios episodios similares. El día de la jura (juró por “defender la cultura del trabajo y la dignidad de las personas”) lo frenaron a la entrada del recinto por portación de cara. La diputada Elisa Carca tuvo que convencer al personal de seguridad de que Toty era un legislador electo. Ahora, sentado en la banca, mientras los flashes rebotan en su frente, Flores admite que siente más responsabilidad a la hora de hablar y que eso, tal vez, haya conspirado contra su espontaneidad. “Me pesa estar acá hablando en nombre de mis compañeros de La Juanita o de la Coalición Cívica”, admite. Sin embargo, asegura que no se siente incómodo. Su primera exposición fue para criticar el proyecto oficial que proponía la creación de un registro de marcas colectivas. “En realidad, lo que querían era consagrar y estigmatizar una marca para pobres”

¿Para qué quiere ser diputado?
Las dos que estuvieron más en contra fueron mi hija y mi compañera, Soledad. Planteaban que ser diputado era ir un poco a contramano de lo que estábamos haciendo. Justo en un momento en el que nuestros emprendimientos empezaban a ser exitosos. También decían que el Congreso estaba muy desprestigiado, que iba a terminar siendo uno más. Y decían una verdad: todos somos capaces de terminar siendo un corrupto. El gran desafío es no serlo, pero la posibilidad existe. También es muy importante la salida, mi carrera no es política. La política apenas es una circunstancia de la vida para mí. Me gusta trabajar en nuestra cooperativa, de hecho todas las mañanas voy a abrirla a las 7, antes de venir para acá. A la vez, sentía que con eso no alcanzaba. Empecé a ver la necesidad de abrirse y experimentar otras cosas. Pero no me gusta ser diputado, lo tomo como una actitud de servicio para amplificar los reclamos de mis compañeros. También es una necesidad nuestra demostrarles a los jóvenes que personas como yo, que pasaron por la villa, que estuvieron desocupados, que apenas terminaron la primaria, pueden jugar un rol en la transformación de la sociedad. No quiero ser una figurita decorativa acá.
En el MTD hizo del autonomismo su principal bandera, ¿se puede ser autonomista y diputado a la vez?
Si no te ganan de la cabeza, se puede. El peligro es que te ganen de la cabeza y que entres en la lógica del sistema, que creas que esto es una carrera y que tenés que defender tu lugar. Cuando te cuestionas esto, estás a salvo.
¿Qué son más interesantes? ¿Los debates en el recinto de Diputados o los que se daban en el taller de filosofía que los piqueteros hacían los sábados en La Juanita?
Sin dudas, el taller de filosofía. Ahí éramos más honestos. No entendíamos un montón de cosas pero éramos honestos. Acá no, se dicen un montón de cosas y se hacen otras.

Mientras Toty debate en las comisiones legislativas que se ocupan de la pequeña y mediana empresa, de las cooperativas y de la drogadicción, en el cefocc sus compañeros continúan produciendo en taller textil que exporta a Italia y en la panadería, que pronto se transformará en escuela del oficio. También funciona un programa de microcréditos que presta de a 500 pesos a quien lo necesita, un servicio jurídico que forma a referentes barriales y un programa de reciclado de residuos. Además, todos los días concurren 54 chicos al jardín de infantes que gestionan padres, maestros y miembros del mtd.
 
¿Se debilitó el movimiento con su asunción como diputado?
Algunos pensaban que eso iba a ocurrir si yo salía del día a día de la cooperativa. Pero no, incluso para sorpresa propia, un grupo de jóvenes tomó la batuta con mucho entusiasmo.

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Un winner

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Empresario modelo del modelo. Es presidente de una de las cinco empresas que lidera el ranking de exportaciones y legislador oficialista. Controla un pueblo, al sur de la provincia de Córdoba, en el que para vivir hay que someterse a una investigación policial. Compañero de Domingo Cavallo, financió su lanzamiento político. Camarada de Roberto Lavagna, obtuvo beneficios millonarios durante su gestión. Fue el candidato que impuso Kichner para saldar la interna cordobesa y el ejemplo que citó Cristina para evocar la figura del empresario nacional. Su empresa bate récords de ganancias, pero recibe subsidios, reintegros, compensaciones y desgravaciones del Estado. Un ejemplo de cómo lo viejo y lo nuevo crean ese fenómeno llamado “agronegocio” que sembró la crisis actual.
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