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Ya van a ver: la gesta hasta la Liga Profesional de Fútbol Femenino

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¿El fútbol y el feminismo pueden jugar juntos? Relegadas y ninguneadas en sus propios clubes, entrenando en los peores lugares, las mujeres futboleras iniciaron una resistencia que pasó a la acción y logró hacer justicia con su actividad. Lo que pasa en las provincias, el Fútbol en Evolución, y lo que enseña tirar paredes y jugar colectivamente. DELFINA CORTI
A las 3 de la tarde de un miércoles de marzo, varias jugadoras de Boca están cambiadas fuera del vestuario de La Bombonerita para arrancar el entrenamiento. Las que llegaron más tarde por trabajo están terminando de cambiarse mientras escuchan cumbia a todo volumen. Algunas de las que están afuera están sentadas, tomando mate. Otras están paradas y charlan en círculo con algunos dirigentes y su entrenador.
–Es lo mismo de siempre – grita una.
Minutos más tarde, el técnico las llama a todas y les dice que no pueden entrenar en las canchas de La Bombonerita porque se pueden romper para el posterior uso de la Reserva y la Primera de fútbol masculino. Eso baja desde arriba. Las pueden usar siempre y cuando no pisen las áreas. Algunas susurran por lo bajo lo que otras gritan sin miedo a quedarse calladas:
-Hace dos meses que no tenemos cancha para entrenar.
-Lo sé. Hoy vamos a hacer físico en la canchita de afuera. Lo más probable es que vayamos a Ferro hasta que se solucione esta situación – les contesta el entrenador.
La “canchita de afuera” es parte de los terrenos de Casa Amarilla, pero bien podría ser una canchita pública en medio de La Boca. Está enrejada, aunque las rejas están rotas. Tiene dos arcos y áreas, pero gran parte del terreno es de tierra y está lleno de desniveles y pozos. A eso se le suma que en el momento en que las chicas pasan por un agujero de la reja rota –la puerta de la cancha estaba con candado– hay una familia haciendo un picnic en uno de los corners y un hombre durmiendo la siesta cerca de un lateral.
Las jugadoras cambian la cara mientras el preparador físico arma los circuitos de entrenamiento. Están acostumbradas a estas situaciones y así lo hacen saber: “Hace dos meses pusieron pasto sintético en la cancha de La Bombonerita donde nosotras entrenábamos. Desde hace dos meses que no tenemos dónde entrenar”, dice una de las referentes del plantel.
El plantel de Boca siguió preparándose en esas condiciones durante al menos diez días después de que Claudio Chiqui Tapia, presidente de la AFA, y Sergio Marchi, secretario general de Futbolistas Argentinos Agremiados, firmaran el acuerdo para que la liga de fútbol femenino sea profesional en nuestro país.

Messi y las modelos

Un día antes de que las futbolistas de la Selección Argentina jugaran el primer partido del cuadrangular final de la Copa América Femenina Chile 2018 frente a Colombia, la AFA presentó la nueva camiseta argentina, aquella que usarían las jugadoras en Chile y el fútbol masculino en el Mundial de Rusia 2018. En la publicación se podía ver a Messi junto a una modelo rubia con la camiseta albiceleste. “¿Y las jugadoras del seleccionado femenino? ¿Acaso no tendríamos que ser nosotras las que presentamos camiseta? VERGONZOSO”, publicó en su Twitter minutos después Lauchi Oliveros, arquera de la Selección. Esa fue la gota que faltaba para que las pibas, las mismas que estuvieron un año sin entrenarse por los problemas que atravesó la AFA y las deudas en el pago de sus contratos, dieran el golpe en la mesa.
El 16 de abril, las jugadoras argentinas le ganaron 3-1 a Colombia y dieron un paso importante para clasificar al Mundial 2019. Probablemente, nadie se acuerde de ese resultado ni quiénes metieron los goles porque la noticia aquel día fue la foto que se sacó el plantel: 20 jugadoras posaron con sus manos detrás de las orejas al grito de “Queremos ser escuchadas”.
El gesto de llevarse la mano a la oreja en el partido contra Colombia nació en el vestuario después de que se barajaran alternativas como taparse el escudo de la AFA y salir con un mensaje debajo de la camiseta. Estaban enojadas por la promoción de la camiseta, entre otras muchas cosas que les hacían ruido. Entre ellas: la exigencia profesional siendo amateurs, la falta de formación en las divisiones juveniles, canchas indecentes para entrenar, falta de indumentaria y calzado adecuado, falta de viáticos y representatividad en la Comisión Directiva de la Asociación del Fútbol Argentino; la falta de prevención y sanción de episodios de violencias contra las mujeres dentro de los clubes.
Meses después llegó el día en el que le pidieron a su DT, Carlos Borello, que las dejara solas en el vestuario para charlar entre ellas, porque esas cosas ya no se iban a bancar más.

Ya van a ver: la gesta hasta la Liga Profesional de Fútbol Femenino

Foto: Nacho Yuchark

El caso de todas

oco menos de siete meses entre aquella foto en la Copa América y llenar el estadio Julio Humberto Grondona con 11.500 personas. Ese fue el tiempo que les llevó ser escuchadas, reconocidas y acompañadas: “La cancha llena y el apoyo de la gente fue un premio en un país donde, en el fútbol, las chicas damos todo sin recibir nada a cambio”, enfatiza contenta Maki Urbani.
A fines de enero de 2019 ocurrió un caso clave: Macarena Sánchez fue la primera jugadora en Argentina y Latinoamérica en exigir la profesionalización del fútbol femenino después de que la UAI Urquiza la dejara libre a mitad de torneo sin posibilidad de sumarse a otro club.
El caso de Macarena fue durante años moneda corriente en el fútbol femenino. En el 2012, por ejemplo, la UAI Urquiza fichó a Amankay Maki Urbani, jugadora de la Selección Argentina. Era su primera experiencia fuera de Santa Fe. Durante dos años jugó y trabajó para la UAI como secretaria en la recepción odontológica de UAI Hospital Universitario. Aquel vínculo laboral que no reconoce el vínculo real existente entre el club y la jugadora es aquel que Maca Sánchez definió en su demanda como un mecanismo fraudulento que opera como pantalla para encubrir los derechos de las trabajadoras del deporte: “Estas prácticas son las que buscan ocultar la profesionalización existente de la práctica deportiva y disfrazarla de amateurismo”.
Y así como le ocurrió a Maca, la UAI también frenó la carrera deportiva de Maki Urbani durante dos años: “Después de darlo todo en la UAI, sentí que el fútbol no me estaba dando lo mismo. Así que decidí irme a Córdoba a estudiar kinesiología. Fue ahí cuando la UAI Urquiza me comunicó que no me iba a dar el pase para jugar en otro lugar”. Durante dos años, Amancay se entrenó en Belgrano de Córdoba sin poder participar en el torneo de la Liga provincial. Recién en 2016, pudo sumarse oficialmente al club.
“Lo que le pasó a Maca Sánchez, nos pasó a todas. La que diga que no, es porque no se quiere exponer. Cuando yo era jugadora, existían estas injusticias. Maca fue muy valiente en hacerle frente al club. Y esa valentía estuvo acompañada por la lucha feminista y las redes que ayudaron a que su caso se hiciera visible. Nosotras no teníamos esa posibilidad. En aquellos años, las charlas quedaban entre los dirigentes y las jugadoras. Y, muchas veces, por hablar a la jugadora se la sacaba de la lista y llegaba otra”, recuerda Rosana Gómez, ex jugadora de la Selección Argentina entre fines de los 90 y principios de 2000.
“El fútbol es eso que nos amalgama, que nos hace iguales cuando estamos adentro de la cancha. Y eso mismo es, también, la fuerza que nos hace transformar realidades. Creemos, sostenemos que el fútbol, seguramente, siempre fue feminista y nos ocultaron eso. Porque el fútbol es un juego que de tan colectivo, te demuestra que somos necesarias todas. Y te muestra también que el poder se reparte, es horizontal. Si vos no tenés grupo, no podés ganar nada”, reflexiona Mónica Santino, ex jugadora y DT de La Nuestra, equipo de la Villa 31.
Durante dos meses, jugadoras, ex jugadoras y movimientos feministas acompañaron el reclamo de Macarena Sánchez, lo hicieron propio y, en palabras de Santino, se convirtieron en la fuerza para transformar la realidad. En poco menos de dos meses de la demanda legal, “Chiqui” Tapia anunció la profesionalización del fútbol femenino que, según el presidente, tendrá cuatro puntos clave:

  • La entidad enviará 120 mil pesos mensuales a los 16 clubes de Primera División para que firmen contratos con un mínimo de ocho jugadoras y un máximo de 11.
  • El sueldo básico será equivalente a los futbolistas de la Primera C del torneo masculino.
  • Las jugadoras accederán a obra social y atención médica.
  • Se creará un torneo llamado Fútbol en Evolución, similar a la Copa Argentina, que se disputará con equipos del interior que hoy no compiten en el campeonato local de la AFA, integrado únicamente por clubes de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.

El partido que viene

“Nunca pensé que esto se iba a dar, pero también tengo preocupaciones. ¿Qué sucederá con mis compañeras que por ahí no pueden acceder al contrato? ¿Generará eso una situación de conflicto? ¿Podrán poner plata los clubes para tratar de pagarnos a todas? Son dudas, se irá viendo todo en el camino. Este es un puntapié inicial”, dijo el 16 de marzo en Ezeiza Elisabeth Minning, arquera de Boca.
Las jugadoras festejan la noticia pero no dejan de ver a la profesionalización apenas como un puntapié inicial, hasta ahora explicitado en el interés de ciertos dirigentes y empresas que buscan adelantarse en un negocio.
También es cierto que la ayuda económica que aportará la AFA y la organización del torneo Fútbol en Evolución, se sabe, no van a alcanzar para todos los clubes por igual. “La lucha va a seguir. Todavía hay que crecer. Los clubes tienen que organizarse para armar inferiores. Las nenas más chicas todavía no tienen espacios para jugar al fútbol. En Boca, solo hay Primera. Recién a mitad de año va a haber una Reserva”, dice Camila Gómez Ares, jugadora de Boca.
En el interior del país la profesionalización es un lujo que se limita a los 16 equipos que participan del torneo de la AFA, todos ubicados en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Tapia anunció que desde la AFA ayudarán económicamente a estos 16 clubes para impulsar su profesionalización, pero no aclaró cómo eso se llevará a cabo. Hasta ahora es otra de las tantas incógnitas que gotean después de un anuncio oficial con pocas precisiones y mucho marketing.
Rosana Gómez, cuando finalizó su carrera como jugadora, volvió a Rosario para dirigir al equipo femenino de fútbol de Rosario Central. Debido a su carrera como futbolista –jugó en Rosario Central, River y Boca– conoce ambos mundos: el fútbol de Buenos Aires y el del interior. Y afirma con certeza que el fútbol que se juega en las provincias es aún más amateur que el porteño. Da el ejemplo de lo que ocurre en la Liga de Santa Fe. Las jugadoras hace cuatro años no tenían ni liga ni equipos en Primera. Fueron ellas quienes pusieron de sus bolsillos para pagar una cuota deportiva que les permitiera jugar un torneo, y que el club les diera el nombre y la indumentaria.
“Espero que la gente del interior pueda hacerse fuerte en AFA. Lo creo posible porque Tapia llega a la presidencia por la fuerza de los equipos del interior. Es importante un proyecto donde tengamos las mismas oportunidades que los clubes de Buenos Aires”, enfatiza Rosana Gómez. Lo cree posible porque la lucha de este año demostró que todo es posible. Y, si se sigue por este camino, muchas sueñan con que Argentina se convierta en una de las grandes potencias a nivel fútbol femenino: “Así lo demandan el nombre y la tradición futbolera. Los medios, las redes y todos los que participaron para ayudar a las chicas son de los principales factores para el cambio. Ahora, hay que seguir para adelante. El desafío que tiene el fútbol femenino en Argentina es desarrollarse lo más rápido posible y estar a la altura de las grandes potencias, somos semilleros del mundo”, agrega Rosana.
Aquel miércoles de marzo, mientras las jugadoras de Boca hacían el último circuito, Yesica Yeyo Arrien –ex defensora de la Selección Argentina y Boca– les cebaba mates a las jugadoras.
“A nadie le gusta tener que entrenar en estas canchitas, pero estas canchitas fueron las que desencadenaron que las jugadoras lucharan. Ellas juegan en Boca y no saben la cantidad de beneficios que eso les da. Tener que reclamar el espacio para entrenar las acerca a la mayoría de las chicas del país. Hace que luchen por todas”, asegura Yeyo.
“Hace unos años, yo siempre tenía el sueño de jugar afuera para tener una experiencia nueva. Ahora siento que si bien en algún momento lo voy a querer hacer, poder estar acá y poder vivir de esto no lo cambio por nada. Sé que nos estamos acercando a esos sueños: vivir del fútbol, ser profesionales con todas las letras, jugar en los estadios, que la gente pueda ver nuestros partidos por televisión. Siempre quise lograr esto que estamos viviendo, poder vivir el fútbol acá, en mi país, y con mi familia cerca”, dice Camila Gómez Ares cuando frena para tomar agua.
Toda esta historia que hace poco hubiera parecido increíble, es recién el comienzo. En menos de un año, las jugadoras argentinas pasaron de ser invisibilizadas a ser reconocidas como profesionales del deporte. Alzar la voz fue el camino del cambio.
La foto de aquel 16 de abril en la Copa América, la demanda de Maca Sánchez, la cancha de Arsenal llena, el “Ya vas a ver / el fútbol va a ser de todes o no va a ser / y sí, chabón / llevamos en los botines revolución” que bajó desde las tribunas en el partido de ida del repechaje son las postales de estos doce meses y de lo que se viene.
Porque lo que se viene es más fútbol, más equipo y más lucha. Como dice Mónica Santino, todo esto se logró gracias al juego colectivo: “El fútbol nos enseñó que si no podemos hacer pases con una compañera y tirar paredes, es muy difícil avanzar en la cancha. El fútbol es una enseñanza de vida maravillosa, como el feminismo”.

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