CABA
Qué es el fútbol, el juego y la villa
Mónica Santino, DT de fútbol femenino. De activista pasó a recibirse como entrenadora, y trasladó fútbol y feminismo a las mujeres de la Villa 31. Para poder jugar, aprendieron a conseguir su espacio, a delegar en los varones el cuidado de los chicos, a hacerse valer. ¿Qué cambió en las mujeres? Ni Simone de Beauvoir, ni Menotti: una experiencia en la cancha que no está escrita en ningún libro.

Mónica Santino, con el equipo La Nuestra de la Villa 31 y con miles y miles de chicas con los tapones de punta, están destruyendo el mito según el cual el fútbol es cosa de hombres.
Además, Mónica ha jugado siempre y al mismo tiempo en otra liga: la que defiende la vida y derechos de las mujeres en general, y las lesbianas en particular.
Familia hincha de Vélez, le gustó jugar al fútbol desde chiquita, aunque fuera la única mujer rodeada de hombres. Con cabeza dura y rulos sueltos llegó a lucirse en All Boys, armando juego. Luego se hizo entrenadora.
En 2005 estuvo entre las fundadoras de Las Aliadas, equipo que ahora se llama La nuestra, y participa en el torneo femenino de la villa 31.
Sabe mucho de fútbol y de barrios, de luchas y de pobreza, de formas de control social y de estrategias. Y tiene una mirada que permite entender a las personas a partir del juego, relacionando fútbol y vida.
Por ejemplo, cuando explica qué significa jugar (y vivir) con la cabeza levantada.
¿Se puede pensar que el rol de entrenadora es un rol político?
El fútbol como bien cultural, como parte de lo que explica nuestra sociedad, es un hecho que supera la mera cuestión deportiva. Con el fútbol podés explicar muchas cosas que tienen que ver con nuestra identidad, con nuestra manera de ser. Es un escenario magnífico para todo eso y te lo pueden chorear y usar para algunas cosas, o lo podés traer para otras y también vale y también sirve porque es fantástico todo lo que puede pasar en una cancha y todo lo que puede representar. Puedo tener recuerdos nefastos: cuando lo viví no supe cómo fue el Mundial 78, tenía tan solo 13 años y no sabía lo que pasaba a veinte cuadras de la cancha de River. Pero creo que por eso no deja de ser legítimo el festejo de la gente que ama el fútbol y veía a Argentina campeón del mundo. Nos enteramos después, la gran mayoría, de lo que estaba ocurriendo. Pero el fútbol siempre fue un campo de batalla, de resistencia. Como mujer apenas podía ir a la cancha a ver partidos y sentarme en el sector damas de la cancha de Vélez con mi abuela, no más que eso. Y cuando empecé a animarme a jugar, a intentar jugar, cuando era piba era: “qué lindo, qué bien, qué llamativo”, siempre como algo extraño, como una especie de fenómeno, que es el relato que tenemos la mayoría de las mujeres ahora grandes que jugábamos al fútbol cuando éramos pibitas, en los años 70. Y después el problema al crecer. Empezás a encontrarte con las cuestiones que marcan cómo nos tenemos que portar las mujeres, cómo tienen que ser nuestros cuerpos, a qué podemos jugar y a que no. Y en medio de eso, ver fútbol, ir a la cancha y jugarlo, leer asiduamente la revista El Gráfico. Cuando era chica anotaba en una cuaderno cómo iba a formar Vélez el domingo. Recuerdos intensísimos que tienen que ver con la felicidad, como cuando jugué en AFA ya grande, pasados los 30 años, y conocí compañeras que son amistades indestructibles. El fútbol también te da eso, un tipo de lazo que lo armaste en la cancha y después, afuera, sigue siendo maravilloso, fantástico, por más que no te veas siempre con esas personas.

¿Cuándo empezaron los problemas de los que hablabas?
Ingreso a la pubertad, a la adolescencia. Los cuerpos empiezan a cambiar y la mirada sobre el conjunto de las mujeres cambia. Sobre todo la de los varones y sobre todo sobre los órdenes establecidos: cuáles son los mandatos que nosotras tenemos que obedecer. Ahora puede haber un poco más de elasticidad sobre algunas cuestiones pero sigue siendo lo mismo cuando escuchas cómo se habla de las jugadoras en un mundial de fútbol, cómo los medios de comunicación en general hablan de las fútbolistas: que seguramente tenés un problema, que seguramente tu sexualidad va a ser contraria a la que se espera. Se da por sentado y de manera peyorativa que la mayoría de las fútbolistas somos lesbianas, que tu cuerpo va a lucir como el de un hombre, vas a tener las piernas grandes y chuecas: una cantidad de cosas como el mal del mundo, como algo que estás eligiendo porque te gusta, y una contradicción grande porque vivís en una sociedad que todo lo explica con el fútbol. Cuando repasás el lenguaje cotidiano está repleto de fútbol. Entonces seguir pretendiendo que las mujeres en Argentina vivimos afuera de un fenómeno de esa naturaleza, es ilógico.
A esos prejuicios le sumaste ser directora técnica de un equipo de la villa…
La injusticia es algo que siempre nos rebeló a la mayoría que vamos a laburar al barrio: nos pone mal, nos pone en un lugar de interpelación: qué podés hacer vos para cambiar eso. Hacer fútbol en el barrio con mujeres nos pone en un lugar de poder transformar cuestiones, considerarlo un hecho político: que las mujeres en el barrio se apoderen de la cancha que es siempre de los pibes. Dicho así parece algo superficial pero no lo es porque una piba que ocupa el espacio público más importante de la villa, con un horario que sostiene esa conquista como parte de un colectivo, se transforma en un hecho político cuando sale de la casa, rompe la cotidianeidad, y logra que un compañero varón cuide a los pibes mientras ella está jugando. En los barrios en los que las tareas domésticas siempre las hacen las mujeres, los comedores los llevan adelante las mujeres, las tareas más pesadas son de las mujeres, es enorme poder ejercer ese derecho al juego. Le damos esa lectura política y ese lugar revolucionario. Para nosotras no es hacer asistencia en el barrio, ni ir a tirar la pelota un rato para que las pibas jueguen. Hay algunos discursos bastante de derecha con esto de sacar a los pibes de la droga, como si fuera algo mágico y sencillo cuando en realidad hay una complejidad enorme. Y lo que nosotras hacemos es poner un derecho en movimiento, que es muy distinto a decir: voy con una palabra iluminada. Lo que armamos es un colectivo con las pibas. Las que somos entrenadoras a esta altura somos casi todas ex jugadoras de fútbol o jugadoras de futbl en ejercicio que nos hicimos entrenadoras mientras las pibas se hacían futbolistas: eso es una estrategia de empoderamiento colectivo enorme y no conocemos una experiencia más feminista que esa porque ahí el poder se reparte, la palabra se reparte y los privilegios que podemos tener las que no vivimos en el barrio lo estamos poniendo en juego todos los días. Fue el fútbol, fue el feminismo, pero fue un proceso que nos fue transformando a todas en el día a día y fue un proceso que le fuimos poniendo esos nombres a medida que los hechos iban ocurriendo. No fue que llegamos con Simone de Beauvoir debajo del brazo a la villa. O con los libros de Menotti y Bilardo. Es algo que estamos aprendiendo y eso es algo maravilloso que el fútbol tiene
¿Cuándo, en tu historia personal, se te activó la conciencia de que el fútbol era una herramienta que podía servir para la transformación feminista y política?
Yo me recibí de directora técnica en 2001. Jugué en AFA del 96 al 99, después de haber hecho la experiencia de militar en la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en los 90. En aquella época la militancia no tenia ningún valor, eras más o menos un marciano, marciana, porque lo que estaba en boga, los valores eran otros: “salvate solo, lo único que importa sos vos”. Salir de ese discurso, ese neoliberalismo, Menem, era duro, difícil. Yo venía de esa experiencia política muy concreta, con algo que me pasaba personalmente a mi y a todas las compañeras que estábamos en esa época, y jugar al fútbol fue como cambiar las militancias: aquella de la CHA que era en los tiempos de la derogación de los edictos policiales… una época en la que no soñábamos ni de casualidad tener ley de matrimonio igualitario, identidad de género. En apenas 20 años los cambios fueron fabulosos. Cuando llegamos a jugar al fútbol, en AFA nos damos cuenta de que había un campeonato del que no se enteraba nadie, apenas nuestra familia. Que los clubes nos daban el poquito espacio que les quedaba, que teníamos un solo juego de camisetas para todo el año y que nos garpábamos el lugar para ir a entrenar porque no había espacio en el club. Pero All Boys sí nos daba la cancha, algo que le pasa a pocos equipos de primera de mujeres. Por lo general jugás en la cancha alternativa o entrenás en el playón de estacionamiento. Lo de la cancha de All Boys fue para nosotras muchísimo: usar el vestuario, salir por el túnel, un ritual fantástico que tiene que ver con ser futbolista, pero toda la problemática era: esto hay que militarlo. Ahí estaba la cuestión de cambiar una militancia por otra, ahí empecé a darle un poco de dimensión política. Después el primer laburo formal que tuve como directora técnica fue en el centro de la mujer en la Municipalidad de Vicente López: tenían un programa para las pibas más vulnerables del partido, y se usaba el fútbol como herramienta para deconstruir estereotipos y para hacer prevencion en salud. Empecé a politizarme cada vez más en ese sentido, a compartir mesa con muchísimas profesionales feministas, y a mirar el fútbol desde ese lugar. La Villa 31 llega después de encontrarnos con una entrenadora norteamericana que había armado un pequeño equipo ahí, que se volvia a Estados Unidos y quería que alguien se quedase con ese grupo. Llegué en noviembre de 2007, sola, me enfrenté a unas chicas que me miraban como diciendo: “esta vieja loca con el pelo parado ¿de dónde salió, quién es?”. Un año entero para hacer vinculo y pertenencia porque eso en los barrios en fundamental. La gente está podrida que se acerquen, les digan cosas que después no se cumplen, y se vayan. Cuando pudimos tener esa base, el grupo empezó a crecer a partir de la conquista de la cancha. Creció el grupo y el cuerpo técnico, nunca pusimos un aviso. La gente fue llegando porque se iba enterando o porque nos conocimos de otros ámbitos. Hay un camino de aprendizaje permanente en el barrio que no está escrito n ningún libro. Es lo que te pasa en una práctica territorial, política concreta.

Cómo nos formatean
Cuando decís que el fútbol opera cambios en las mujeres, ¿a qué te referís concretamente?
Al empoderamiento. Nosotras crecemos con la idea de que hay actividad física que n podemos realizar, o que no estaríamos muy capacitadas para hacer. Está pasando cada vez menos pero lo primero que hacen con un pibe es tirarle una pelota adentro de la cuna y a nosotras nos regalan juegos que más bien tienen que ver con la tarea doméstica, la cocina, la escobita, los bebés. Te van formateando con una idea de a lo que podés jugar y a lo que no. Pero si saltás, te tirás de un árbol, hacés otro tipo de cosas, hay algo malo en esta nena. Crecemos como si no tuviéramos piernas. Cuando jugás al fútbol levantás la cabeza para hacer un pase, te das cuenta de que podés correr, rasparte las rodillas si hace falta, poner el cuerpo para defender la pelota. Son cuestiones que te atraviesan, te empoderan y te preparan. Nosotras decimos que es una herramienta muy importante para erradicar la violencia de género, cuando vos creces y tu cuerpo se vuelve en contra tuya y ser piba empieza a ser un peligro incluso hasta para transitar en la calle. Si jugaste al fútbol tenés una herramienta más, y si jugaste con compañeras, el doble: un empoderamiento que capaz no se ve ahí en la cancha pero pasa en la cotidianeidad. Las pibas tienen una frase que para nosotras es fabulosa y nosotras tomamos como consigna: me paro en la cancha como en la vida. La dijo una piba de 14 años en un espacio de taller después de jugar a la pelota y resume todo: empoderarse, el cuerpo, y cómo te plantas después de haber pasado una experiencia así. Cuando te sale un gol después de un montón de pases es una alegría muy difícil de describir que la sabe el o la que jugó la pelota. Eso, afuera, es una piba con herramientas para enfrentar la vida.
¿Qué expectativas tenés con respecto a la reciente profesionalización del fútbol?
Es un partido que recién arranca, que recibimos con alegría. La denuncia de Macarena Sánchez cayó en el colchón feminista, y no hubiera tenido repercusión sino hubiera miles de compañeras en la calle. El reclamo por el deporte y el fútbol entró al feminismo, algo que antes era imposible de imaginarse porque para las feministas el deporte era algo tan de varones que no se preocupaban por eso, pero ahora está en agenda. Creo que llega en un momento político justo. Hay montones de cosas para mejorar: no creo que ser profesional sea solamente cobrar un salario. Creo que es un buen inicio pero que tenemos que estar atentas a lo que pase y seguir exigiendo todo lo que falta. Hay posibilidad de ocho ó de once contratos por equipo, pero los planteles son de 30 jugadoras. ¿Qué pasaría con las que no cobran? Hay más preguntas que certezas. Pero veo bien que el proceso haya servido como una forma de visibilizar el fútbol de mujeres mucho más que antes.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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