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Qué es la seguridad

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Waldemar Cubilla: ex preso, sociólogo. Fue pibe chorro. Pasó 10 años preso. Armó una biblioteca en la cárcel para encontrar libertad en los libros. Estudió Sociología entre rejas, y terminó como mejor promedio de la UNSAM. Ya libre, fundó una biblioteca popular en la villa La Carcova, José León Suárez. Sus ideas sobre seguridad, educación, meritocracia, política, y cómo ecualizar la libertad. 

Qué es la seguridad

Nació junto a los basurales de José León Suárez, en un barrio que dicen que se llama La Cárcova, pero al que el vecindario llamó siempre La Carcova. Waldemar Cubilla pronto empezó a pasar más vida dentro que fuera de la cárcel, por delitos que se cometen a mano armada y a vida desarmada. Estuvo 10 años preso, en dos etapas. En el Penal de San Martín, organizó una biblioteca, para encontrar libertad en la lectura. Participó en el grupo musical Rimas de alto calibre, y dirigió una obra de teatro de Carlos Gorostiza, actuada por sus compañeros presos.

Cursó Sociología (Universidad de San Martín) en prisión. Sus compañeros de estudio eran tanto presos, como guardiacárceles. Hizo su tesis sobre los cirujas, los cartoneros, y las cooperativas de reciclado de basura. Se recibió con el mejor promedio de la Universidad.

Cumplida su condena, fundó la Biblioteca Popular La Carcóva. Hoy es profesor en la universidad, y en la villa. Lo respetan porque saben que fue sincero con su vida de antes, como ahora, cuando empuña un libro, obligado siempre a saber cómo leer todos los juegos que se juegan alrededor.

Qué sentís, con lo que viviste, cuando se habla tanto de inseguridad?

La verdad, siento ánimo de poder discutir el sentido de la seguridad, quién lo construye, o también pensar cómo se vive la seguridad. Porque la distinción entre seguridad e inseguridad depende de quién narre y de dónde se diga. En los discursos más generales se apunta a un pibe joven, pobre, negro, robando. Y se construye el discurso de emergencia que justifica políticas públicas represivas para solucionarlo. Yo no digo que sea totalmente equivocado, sino que le faltan otras dimensiones 

¿Cuáles serian esas otras dimensiones?

La social. Fíjense que hablar de seguridad social ya parece anacrónico. La seguridad siempre es punitiva o policíaca pero en términos de seguridad social yo creo que es una disputa gramatical y conceptual que tenemos que recuperar. Esto de derechos laborales, al trabajo, a jubilarse de modo digno, a la educación, son conceptos -como seguridad- en términos de derecho cívicos, que nos corresponden a todos, a todas. En mi caso, un pibe villero, un pibe chorro si se quiere, un pibe preso también, hoy pibe licenciado, me esfuerzo por no construir un discurso de seguridad en base al mérito. Yo no me levanté un día y dije “a partir de ahora no hago más la vida que hice y construyo una nueva”. Todo este proceso mío de estar preso a ser docente o investigador de una Universidad fue gracias a una decisión política. Yo digo que fue responsabilidad política de una Universidad Nacional que, cuando le llega una demanda de un grupo de presos para garantizar el derecho a la educación, responde no negándolo.

Decís que no es un click, pero me imagino que debe haber habido algún momento en que dijiste “no es por acá”. 

A mí me gusta mucho la letra de un tango que se llama Naranjo en flor, que dice: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos”. Yo estuve casi diez años preso; la intensidad del sufrimiento podría considerarse un click si se quiere, ese momento en que vos decís “por qué estoy durmiendo en el piso, no como hace una banda, estoy encerrado en dos metros por uno de una celda”. Pero creo que no solamente es el sufrimiento sino cómo interpretar ese sufrimiento, o la necesidad también. La seguridad se construye en pos de responder una necesidad de la comunidad. En los barrios populares se ve mucho cuando la Gendarmería está muy presente. Si es por mi experiencia, digo “esta seguridad no la quiero”. Pero si te ponés un poco más tolerante, y le preguntás a más gente, te encontrás con discursos en nuestros barrios que dicen “esta seguridad sí la quiero porque quiero salir a trabajar temprano y no tener miedo de que me roben en la esquina”. Es totalmente contradictorio. Y se vuelve político, porque ¿cómo administrás una demanda de justicia o de seguridad en estos discursos enfrentados?

¿Quién llama al 911? 

El sentido de seguridad se construye desde el poder, como garantía a  los sectores de privilegio. ¿Cómo pensarlo desde los barrios?

Siempre doy este ejemplo: nosotros cuando tenemos algún problema entre vecinos, no llamamos al 911. A nadie se le ocurre llamar a la policía. Quizás el principio de seguridad se vuelve más democrático o ciudadano. En la Universidad, en el equipo del que formo parte, estamos en la idea de seguridad democrática o de una democracia segura. Yendo un poco para atrás, la velta a la democracia fue eso: un principio de seguridad para dejar atrás un proceso militar que nos tenía aterrorizados, con miedo a desaparecer. Pero hoy la seguridad o la inseguridad es una amenaza hacia el principio democrático. Digo esto porque en términos ciudadanos, los villeros también tienen derechos. 

Estuviste diez años preso y te reinventaste en la cárcel. Se supone que la cárcel es para eso. Pero en los hechos no funciona así, para nada. ¿Cómo es para vos, siendo una excepción, pensar en este tema?

Lamentablemente es un hecho extraordinario. La cárcel de por sí es torturante, y por más que la legislación diga que la cárcel está construida para la reinserción del reo, no para su castigo, por lo que tiene que ser sana y limpia… La cárcel como institución está lejos de poder alcanzar esos principios. Ahí, entonces, la Universidad Nacional apareció como mediadora  y yo creo que el desafío es construir contralores o veedores de la política penitenciaria. Pueden ser organizaciones sociales, educativas, de salud, porque la cárcel es como una microciudad: hay escuelas, hay universidades, hay sanidad. Pero después en la convivencia se van contaminando y siempre gana el servicio penitenciario. Justamente ahora hay una gran discusión sobre el entredicho entre la emergencia de seguridad y la emergencia penitenciaria. Digo la emergencia de seguridad por el incremento de gatillo fácil que hubo, como en San Miguel del Monte, como un antecedente que pone en crisis un discurso de seguridad represiva; o el caso Chocobar hace un tiempo atrás. Están legitimados sobre un principio de seguridad que dice que los pibes pobres no tienen derecho a reír y si ríen hay que matarlos o encarcerlarlos. O te matan o te meten a la cárcel. La cárcel se encuentra sobrepoblada y declaran una emergencia penitenciaria: “No sabemos qué hacer con los presos, no los vamos a largar”. Entonces lo que queda es construir más cárceles, no va por la vía de “liberemos”. El 80% de la población carcelaria de la provincia de Buenos Aires está en proceso de inocencia, no tiene una sentencia de culpabilidad. La mayoría de la gente que vive en la cárcel espera ver que el Poder Judicial decida si es culpable o no.

Qué es la seguridad

¿Alguna vez te llamaron de algún gobierno para asesorar sobre seguridad?

Una vez me llamó una empresa de seguridad que me quería contratar para poder mejorar la calidad de su servicio, era gracioso. 

Si te propusieran trabajar en algún tipo de plan o proyecto para la reinserción social segura, ya que estamos hablando de seguridad, de las personas que están presas. ¿Qué propondrías?

Yo llevo siete años de libertad. En términos matematicos todavía no ecualicé mis diez años preso: estoy a la negativa. Y hace un tiempo atrás no quería hacerme cargo del saber acumulado en mi experiencia carcelaria, era la negación de todo eso. Soy padre de familia, quería construir mi historia familiar sin cárcel. Primero me pregunté cómo se la cuento a mis hijos: tenía una preocupación moral ahí. Hoy estoy dándome cuenta de que también es una responsabilidad política poner en valor positivo mi experiencia delictiva y de preso. Yo creo que una de las primeras medidas es esa: cómo hacer más permeable la cárcel, pero no en términos de puerta giratoria, como dicen, sino de que la sociedad civil también sepa de la vida carcelaria. Las cárceles tienen una característica: uno si pasa cerca por afuera del muro, difícilmente se pregunte qué estará pasando ahí adentro. La sociedad no se pregunta sobre el tratamiento y seguimiento de presos y presas. Solamente tiene la idea de que los presos son una amenaza para la sociedad. Creo que en mi caso fue la educación; construir herramientas que garanticen la educación para los presos y las presas y también instancias de formación que a nosotros nos permitan reconstruir la historicidad. Hablo de Buenos Aires, vivo en San Martín. La población carcelaria, hoy, es hija de obreros, obreros que vivieron su vida laboral dentro de una fábrica. Hoy ni los obreros tienen fábrica. Los hijos de los obreros están presos, pero muchas veces desconocemos esa historia del movimiento obrero. Es reconstruir eso, saber qué rol jugamos nosotros, en este momento histórico. Hoy parte de la juventud está presa. A una parte de la juventud hace un tiempo la hicieron desaparecer, y hoy la cárcel esta funcionando como un instrumento de desaparición. En la cárcel se sigue usando la identificación de NN: ese es un dato histórico. Ni muerto ni desaparecido, y los presos y las presas muchas veces se apropian de esa identificación. Vos sos NN porque quizás no tenés madre, no tenés padre.

La lectura “abremuros”

Decías que asumiste que la cárcel había sido parte de tu formación, de tu historia.  ¿Qué significa haber fundado una biblioteca en la cárcel y esta cosa entre el saber de la calle y el saber de los libros, cómo conviven ambas?

A mí me interesa mucho el lugar físico que ocupa el libro, como objeto, o una revista. Las celdas son muy chicas. Entonces, como yo acumulaba libros y revistas, en un momento me di cuenta que de modo accidental estaba construyendo una biblioteca que nunca había tenido. Era una imagen económica del saber, porque era una acumulación de libros y revistas pero ya me los había leído todos Queriendo compartir esa experiencia mía con la lectura pensamos esta idea de biblioteca dentro de la cárcel. Después fue en el marco de la biblioteca desde donde nosotros solicitamos a la Universidad Nacional de San Martín que nos garantice el derecho a la educación universitaria. El vivir entre libros fue la posibilidad de construir un horizonte distinto. Yo no tuve biblioteca en mi casa, nunca tuve un vínculo con un libro salvo en términos más cirujas, como papel o cartón.  En la cárcel el libro cumple muchas funciones porque puede ser un canuto o puede ser un escudo. Y en ese sentido la lectura es como un “abremuros”. Tuve la posibilidad de construir la biblioteca. Fue de modo egoísta porque era una preocupación mía de no volver a caer en cana, y estaba con Mosquito, un amigo, en noviembre de 2011 y Mosquito decía: “¿qué vamos a hacer en enero?”. “Y, no sé Mosquito, pero no podemos caer en cana”. Mosquito me dice: “Dos cosas sabemos  hacer: sabemos robar o sabemos armar bibliotecas”. “Bueno, armemos una biblioteca”, le dije yo. Y surgió lo de armar la biblioteca popular La Carcova en la villa. La primera biblioteca que armé fue una biblioteca presa, en la misma condición que estábamos nosotros. Ahí hay una demanda casi permanente: todo preso que podía salir a la biblioteca salía, por una cuestión de salir de la celda. Pero una biblioteca en libertad tiene otro desafío porque uno está libre y, de última, no necesariamente puede ir a una biblioteca: se puede tomar un colectivo o un tren e irse a los lagos de Palermo.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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