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Teatro, danza y pandemia: Qué puede un cuerpo
Cuerpo, movimiento y coronavirus. Profesores de danza, directorxs de teatro, trabajadorxs del cuerpo, el baile y el movimiento. ¿Quiénes mejores que ellxs para pensar cómo nos impacta el aislamiento, y qué se puede hacer para escaparle a la parálisis del miedo? De la reflexión en la quietud a la revolución de los cuerpos, siempre. Por María del Carmen Varela.
Esta es uno de los textos de la última edición de MU. Lo compartimos para que la cuarentena no signifique encerrar las ideas y para que puedan circular historias, experiencias y sueños. Lo podemos hacer gracias a lxs lectorxs y suscriptorxs, el gran secreto y la gran alianza para que la comunicación sea posible y que los virus no impidan que respiremos juntos. La suscripcion a MU puede hacerse aquí.
¿Qué le pasa a un cuerpo que no puede moverse en libertad? ¿Qué registro queda impreso en esa piel? ¿Extraña el contacto físico? ¿Y qué hace con eso? ¿Qué siente un cuerpo encerrado? ¿Cómo le afecta? ¿Qué le pasa a un cuerpo en soledad, cantando o aplaudiendo en un balcón?
Poner el cuerpo, sacar el cuerpo. En la calle, un metro y medio de distancia entre cuerpo y cuerpo. El cuerpo no se encuentra con otros cuerpos, no salta ni canta ni camina junto a otrxs. ¿Sueña el cuerpo con besos y abrazos? “El cuerpo es poesía, el resto es verso”, dice una canción del cantante y compositor Gabo Ferro. ¿Cómo atravesar la incertidumbre, decolorar el miedo y enraizarse en lo genuino? ¿Dónde está la poesía en esto? ¿Y el verso?
Para elaborar y jugar con posibles respuestas y tejer otros retazos de realidades y sentires charlamos con profesionales de la danza y el teatro. Nos comunicamos de manera virtual –sin cuerpo- entendiéndonos a través de los tonos e inflexiones de las voces, o mediante la palabra escrita. Les pedimos que nos manden sus fotos para publicarlas junto con la nota, por la imposibilidad de producir el encuentro presencial en tiempos de pandemia. Arriba se ven los resultados de esta auto-producción fotográfica.
El miedo, adentro y afuera
Lxs bailarinxs, directorxs, coreógrafxs y docentes Josefina Gorostiza, Laura Figueiras, Leticia Mazur y Juan Onofri Barbato; la bailarina y educadora somática Natalia Guilis; la bailarina, periodista y tallerista Lucía Herrera; y el director, dramaturgo y docente Juan Coulasso coinciden en que en este período de cuarentena obligatoria tuvieron que suspender funciones, clases y ensayos. “Aparece algo en el orden de lo imprescindible o prescindible que es cada trabajo, y ahí es donde unx empieza a pensar un montón de cosas, aunque quizás no es momento para debatir esto”, se anima Josefina. La facilidad e inmediatez de las redes permitieron que a poco de iniciada la cuarentena proliferaran transmisiones en vivo de actividades consideradas “prescindibles”: clases de danza de todos los ritmos, gimnasia, yoga, meditaciones, lecturas de poesía, recitales, cocina y mucho más…
En diciembre Josefina estrenó una obra de danza –Precarizada– donde refiere a las deficientes condiciones laborales en la danza, territorio que le es propio, aunque su diagnóstico puede aplicarse sin error a muchas otras áreas de trabajo. “Pasaron tres días de cuarentena y había millones de vivos, miles de clases online gratis y me llamó mucho la atención cómo de golpe estaban todxs proponiendo espacios de laburo, de producción desenfrenada en un momento en el que aparentemente se supone que hay que frenar, hacer una pausa y ser un poco más desobedientes del sistema. Si querés, podés estar desde las once de la mañana hasta las diez de la noche tomando clases de danza online. Esto se vincula con el trabajo que yo venía haciendo en Precarizada, el modo en que nos relacionamos con el tiempo libre, cómo trabajamos, por qué hacemos trabajo no remunerado, para quiénes. No sé qué va a pasar cuando se levante la cuarentena; entiendo que para les artistas va a llevar un tiempo largo, primero porque no va a dar lo mismo, y además porque volver al encuentro de los cuerpos va a ser un tema”.
Cuerpos aislados: afuera está el peligro y ni siquiera podemos verlo de tan diminuto. Juan Onofri razona: “Lo que está en juego es el miedo a morir, que a veces te motoriza y otras te bloquea, te inhibe, te congela y te aísla y eso es intrínseco al ser humano. Creo que vamos a vivir un retroceso importantísimo en las libertades del cuerpo, del contacto, del arrojo: no creo que esto nos haga avanzar en esa dirección del empoderamiento de los cuerpos”.
¿Qué le pasa al cuerpo inyectado de miedo? Leticia: “El miedo llega al cuerpo, lo afecta y sobre todo, si no somos conscientes, queda atrapado; como todo lo que no hacemos consciente, todo lo que no llevamos a la conciencia y procesamos de algún modo puede quedar ahí generando que nos angustiemos y nos enfermemos. Ya bastante quietos nos deja el tener que estar adentro de nuestras casas como para además sentir esa parálisis interna que genera el miedo”.
El miedo paraliza y a la vez desencadena reacciones internas. Entonces, ¿qué le pasa a un cuerpo miedoso y quieto? Natalia: “Me parece interesante poder discriminar la quietud de la parálisis, porque cuando uno está quieto o en aparente quietud física hay un montón de movimientos que están sucediendo, quizás no tan visibles. Detenernos a escuchar esa quietud a veces nos resulta un poco incómodo. Cuando hablamos del miedo también estamos hablando de algo muy primario. Se me viene esta paradoja de mover el miedo: movernos es una forma de conectar con el afuera sin perdernos, y al mismo tiempo no quedar atrapadxs en ese afuera”.
Tejer redes
Lucía Herrera es docente de Técnicas del Movimiento y está en contacto con personas en contexto de encierro: da talleres en el penal de Marcos Paz. Desde el arranque de la cuarentena no tiene contacto con sus alumnos del penal y no le fue posible comunicarse con ellos. “El cuerpo lleva toda su historia encima y en mis alumnos es muy notoria la historia de violencia y de abandono; eso está muy presente en los cuerpos y en la forma de relacionarse, en lo que necesitan. El encierro tiene consecuencias. Somos nuestro cuerpo. La relajación es un momento que casi no tienen en su vida cotidiana porque, salvo los que están en celda individual, los demás duermen con un ojo abierto. El momento de la relajación es de cinco minutos y muchos se duermen. En este momento de cuarentena hay que transitar la angustia, la bronca, la desesperanza. Es necesario moverse, sacudirse, bailar, transpirar y encontrar las propias maneras de cargar energías”.
El peligro está afuera pero también puede estar adentro de casa. Un macho violento, la angustia del encierro. Este período puede tener condimentos de parate creativo, de posibilidad de conectar con el disfrute; para otros es la inquietud de no saber si habrá alimentos de acá a unos días. Natalia: “Sentirse privilegiadx porque tenés techo y comida viene a poner en evidencia estas carencias sociales. Lo básico en muchos lugares no está. El hashtag quedate en casa me parece una perversión del sistema que replicamos en una situación de cuidado, pero es un tema complejo. Yo necesité detenerme. Veía que al día dos todo el mundo estaba dando clases de manera virtual, y en lo personal me resistí a esa situación de hacer de cuenta que no pasa nada. No, acá está pasando algo y hay que detenerse a ver qué pasa y qué es lo que hace falta”.
¿Y qué pasa con el cuerpo controlado? Las situaciones de crisis profundas, ¿nos colocan en un estado de vulnerabilidad que el sistema aprovecha para someternos a mayor vigilancia y redireccionamiento de nuestras voluntades? ¿Cuáles son sus métodos y sofisticados artilugios para lograr sus intereses? ¿Cuál es nuestra herramienta para contrarrestar el avance? Tal vez un cuerpo que se atreva a la desobediencia. Y otro. Y otros más. Josefina: “Me parece tremendo que las fuerzas de seguridad estén en la calle, que no pare de haber denuncias sobre lo que el otro hace o deja de hacer: ese es uno de los miedos que me produce esta situación y los medios masivos de desinformación son eso, generadores de paranoia. Si uno tiene la posibilidad de no engancharse con eso, mejor tejer redes por otro lado”.
¿Dónde y con quiénes tejer redes? Natalia: “Aislamiento físico no es lo mismo que aislamiento social, y mucho menos es aislamiento emocional. Somos seres sociales, estamos con las pantallas viendo el afuera, saliendo al balcón, a la terraza, aplaudiendo, buscando encuentros. El ser humano tiene capacidad de adaptación, pero nos adaptamos mucho a lo que nos imponen y eso es peligroso. No hay que naturalizar que la vida pase a través de una pantalla, sino cuando ya sea posible salir a la calle, encontrarse con otros cuerpos, con otras energías, abrazar, tocar, disfrutar de esa energía compartida”.
La danza cotidiana
¿Cómo nutrir al cuerpo en período de reclusión obligada? ¿Por qué moverse? Laura: “El cuerpo es el sostén para la calma. Volver al cuerpo. Tal vez simplemente intentando percibir nuestra respiración o cantar. El cuerpo es lo concreto, es lo que nos da estructura cuando sentimos que todo pierde forma y sobreviene el caos. Como un templo íntimo. Siempre me vinculé con el movimiento desde el placer y el disfrute, desde una sensación de plenitud y conexión conmigo misma y con lxs otrxs. La rutina del hogar es una pequeña danza cotidiana. La danza es y siempre ha sido para mí reparadora, como una manera de ver y entender el mundo y también como una manera de sanar”. Laura es bailarina, docente y coreógrafa y había estrenado Bajo el signo de Saturno en el Teatro San Martín, obra de danza codirigida con Carla Rímola, una dupla que viene trabajando desde hace tiempo uniendo entusiasmo y creatividad.
Natalia: “El movimiento está en relación directa con la vida, sabemos que la vida es movimiento y el movimiento es vida. Pienso que volver al cuerpo es volver a nuestra casa, el tema es como está esa casa y qué le podemos dar. Cuando hablo de cuerpo no estoy hablando del cuerpo físico nada más, sino del cuerpo-mente, de lo emocional, de todo lo que somos. Conectarnos con nuestro cuerpo desde un lugar expresivo, bailar desde lo que siento, bailar desde lo que necesita gritar mi cuerpo. Es practicar esta conexión con unx mismx que también es conectarse con el todo y dejar aparecer la vibración del movimiento”.
Juan Onofri: “Creo que si logramos un movimiento saludable vamos a tener garantizada la primera barrera para el virus que es estar inmunológicamente fuertes y sanxs. Si estamos fuertes, estamos un paso adelante del virus. Y segundo porque aparecen otras informaciones cuando unx se mueve y el metabolismo se activa y entramos en otra frecuencia de pensamiento, intensidad y energía, aparece otra información que es la que no está apareciendo en los medios. Tenemos que movernos para conectarnos con información más interna del cuerpo, las de los músculos, de los tejidos blandos del cuerpo, que circulan a otra velocidad y llevan otra calidad de información que es bien distinta de la información intelectual y de la rosca en la que estamos gran parte del día. Ese es uno de los motivos para seguir generando instancia de movimiento y aprendizaje a través del cuerpo”.
Leticia: “Es importante promover no solo el movimiento sino el goce del movimiento. Hay un bienestar que nos podemos brindar cuando sentimos nuestra respiración, cuando sentimos nuestro cuerpo, o cuando ponemos una canción que nos encanta y bailamos. Ahí hay algo de las endorfinas que se libera y nos hace sentir vivxs, en contacto con nuestra potencia de vida”.
¿Cuáles serán los desafíos de un cuerpo aún más disciplinado, una vez que retrocedan las restricciones? Natalia: “El mayor desafío nos va a aparecer cuando todo esto pase. Ahora estamos en modo supervivencia y vamos haciendo lo mejor que podemos con las herramientas que nos van dando, las internas, las redes que vamos tejiendo. Es una situación de encierro, de angustia, sabemos que es pasajera, y eso es un aliciente: tenemos que reflexionar, ver qué y cómo queremos vivir. En ese sentido es una oportunidad, más allá de que es algo que se nos impone del afuera. Es un momento de mucho estrés emocional y en relación a eso propongo volver a nuestra respiración, que también es nuestro movimiento primario, donde nos encontramos con este intercambio constante entre el medio interno y el medio externo: que la mente no monopolice nuestro estar en el mundo, sino que el cuerpo y la mente puedan sintonizar para estar más armoniosos”.
La lección de John y Yoko
La compañía La Mujer Mutante estrenó a fines del año pasado Una obra más real que la del mundo, que transcurre en el Sexto Panteón del cementerio de la Chacarita. Desde el jardín del cementerio unx de lxs personajes, interpretado por la actriz Victoria Roland, mira desde abajo y pregunta a lxs espectadores si tienen conocimiento acerca de las pestes que asolaron al mundo. Habla de la peste negra que aniquiló a casi el 40% de la población europea, y continúa: “Se los llevó puestos a todos. Ricos y pobres, reyes y campesinos, putas y princesas, brujas y verdugos, señores y mendigos. Entonces resultó que la familiaridad con la muerte destronó las jerarquías y reventó la disciplina social. Enfrentada a la muerte repentina la gente perdió la password; dejó de trabajar, dejó de acatar, dejó de seguir al pastor. Nunca la humanidad se sintió tan reseteada”.
El director de la obra, Juan Coulasso acaba de publicar en las redes sociales un escrito a modo de “primer gesto teórico desesperado” titulado Teatro Pandémico en el que se propone repensar el rol del creador y creadora en la producción de lenguajes contemporáneos y en la medida de lo posible tratar de evitar “que las técnicas vengan a decirnos cuánto podemos o no leer, resignificar y transformar el mundo que vivimos. Ni las técnicas y, dicho sea de paso en este contexto tan peculiar, ni las tecnologías, deberían someter nuestro modo de percibir -y transformar- el mundo, aunque indudablemente lo hacen, y de un modo muy contundente”. Entre los interrogantes que plantea, Juan se pregunta: “¿Puedo usar hoy lo que el Teatro me ha dado para inventar otra cosa que me permita atravesar esta coyuntura? Si el Teatro se inventó, digo yo, para inventar mundos, ¿puede ahora el Teatro, puesto que cambió el mundo, dejar que el mundo lo re-invente?”.
Hacia el final, extrae de su memoria y nos comparte la foto emblemática que John Lennon y Yoko Ono se sacaron en una cama, en un contexto de guerra, diciendo: “Hay una alternativa a la violencia: quedarse en la cama y dejarse crecer el pelo”. Añade Juan: “En estos días, debo haber escuchado este disco (Plastic Ono Band, editado en 1970) unas cien veces. Como no sabemos qué va a suceder, quizás lo único importante ahora sea empezar por bailar algunas canciones”.
#NiUnaMás
Femicidios y Estado: Las respuestas que faltan
Tres preguntas surgidas de experiencias con familiares de víctimas, respondidas por funcionarias y referentes, desde la Ministra de Justicia de la Nación hasta el Ministerio de Mujeres y de Seguridad. La diferencia entre las respuestas devela la preocupación por el tema, pero también la falta de una política unificada. Por Anabella Arrascaeta y Lucrecia Raimondi.
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Mal y Pronto: Coronavirus en medios
Qué simboliza el cierre de la editorial PubliExpress, una de las que más vendía en el país: despidos, menos pluralidad, más precarización. La maniobra que intenta justificarse en la pandemia, pero esconde tercerización. El panorama de los impactos al sector comercial y las propuestas desde los medios autogestivos. Por Franco Ciancaglini y Lucas Pedulla.
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La selva del futuro: Naturaleza y virus, según el arquitecto brasileño Paulo Tavares
Entrevista al arquitecto brasileño Paulo Tavares. ¿Cómo pensar las ciudades –y la civilización en general- desde su relación con la naturaleza y la historia? Las enseñanzas de la arquitectura indígena para pensar los “límites” de una casa. Los desaparecidos de la selva. El desafío arquitectónico que abre el confinamiento, y el cambio de paradigma que trajo el coronavirus: lo local, las redes y la tierra, alguna de las claves. Por Soledad Barruti.
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