CABA
Azotea verde. El método Briganti: la huerta en la terraza
Fundó un colectivo en el que enseña cómo realizar huerta en espacios urbanos. Su propio ejemplo es una forma de contagio: construyó una huerta agroecológica en una terraza en un PH porteño. Por qué el compostaje puede cambiar el mundo. Su sueño de la marcha de la palta. De la calle a la soberanía alimentaria, tips y pasos para dejar las excusas y pasar a la acción. Por Lucas Pedulla.

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Rodeado de más de veinte variedades de alimentos naciendo de baldes de pintura o de neumáticos recogidos de la calle, de composteras en tachos de 200 litros, y de una innumerable cantidad de microorganismos que de forma silenciosa pero activa están trabajando para hacer de esta terraza de 60 metros cuadrados una especie de oasis de vida en medio del cemento porteño, Carlos Briganti dice que lo que más le llamó la atención en esta cuarentena fue haber visto a sus vecinos por primera vez.
“Veo gente hace 30 años y recién con la pandemia vi asomarse algunas cabecitas en la terraza de allá, en otra de allá, y en la de allá”, dice señalando con la mano en cada dirección los edificios que lo rodean. “Eso quiere decir que la gente no toma en cuenta a sus terrazas para vincularse con la naturaleza. No está acostumbrada a estos espacios. Nunca suben a mirar el cielo. Entonces ponen la televisión para ver cómo está el tiempo. ¿Por qué no mirás el horizonte, a ver si está feo o ves el sol? No, lo natural es vincularte con la TV: mirar el mundo a través de una pantalla. Ese es el problema que estamos teniendo hoy. Si lo queremos capitalizar para bien, la pandemia nos obligó a encerrarnos y muchos dispararon a otros lados, a ver vivos de Instagram y propuestas de todo tipo para descontracturarse. De repente, ves a un tipo que tiene en su techo un montón de alimentos. Y entonces surge el pensamiento: ‘Yo quiero hacer lo mismo’”.
El cielo como la posibilidad infinita, sin techos. El horizonte como noticiero, sin fakes. El alimento como soberanía, sin venenos. La pregunta brota como el banano que aquí nace de dos neumáticos: ¿cómo se hace?
El verdadero contagio
Hace dos años MU visitó por primera vez a Carlos Briganti -56 junios, uruguayo- para conocer la experiencia de su huerta agroecológica construida en la terraza de su PH en el barrio porteño de Chacarita, donde vive hace 39 años. Ahora, en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por la pandemia de Covid 19, nuestra Cooperativa lo contactó para realizar un ciclo en vivo por nuestra cuenta de Instagram, bautizado “Plantate”, donde todos los lunes habla, pero ante todo muestra, cómo realizar una huerta en espacios urbanos.
La respuesta fue un boom, y Briganti también continúa haciendo vivos y charlas con referentes de soberanía alimentaria como Myriam Gorban (una de las nutricionistas más prestigiosas del país, creadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UBA) o Marcos Filardi (abogado, fundador del Museo del Hambre), a través de sus cuentas de Facebook e Instagram, donde se lo encuentra como El Reciclador Urbano.
Claro que el contagio Briganti no comienza ahora, sino a través de las verdaderas redes sociales. El colectivo El Reciclador Urbano reúne a 25 personas, que salen a comedores y centros culturales que los convocan para la “Acción Huerta Urbana”, donde enseñan a desarrollar una huerta propia. Los lugares ponen las cubiertas y la tierra, y el colectivo lleva los plantines, semillas y realiza cinco hileras de tres cubiertas apiladas, para explicar el cuidado que necesitan los cultivos. Briganti tiene semillas guardadas en un armario que denomina “albergue transitorio de semillas”, ya que de allí saca y repone para los vecinos que le tocan el timbre o para las acciones en escuelas o comedores. También está el grupo “Frutos en la Ciudad”, que regala un arbolito de palta, mora o níspero para que vecinos planten en el espacio público, en lugares donde no moleste a nadie. Y también desarrollan el “Club del Compostaje”, para que la gente pueda compostar en la calle. A su vez, en la terraza de su PH, Briganti hace voluntariados los jueves, para explicar in situ el desarrollo de una huerta. Y, post pandemia, también abrirá los lunes, de 10 a 13 horas, para atender los pedidos que les llegan.
“Este momento es propicio para repensar una sociedad que nosotros veníamos repensando hace rato”, dice Briganti, sobre el efecto de sus transmisiones. “Repensar todo lo que veníamos hablando de soberanía alimentaria, de extractivismo y de los pasivos ambientales en estos años. Hoy te demuestra que tener una huerta en un techo es beligerante, es revolucionario y para aquellos que dicen que una huertita no va a cambiar al mundo, bueno: lo cambia. Te parte la cabeza, cambia el entorno, la mirada de cómo se transforma todo en verde. Y el contagio se produce con el tiempo. Acá se armó una especie de corredor: mi vecino está proyectando una huerta, el otro compostando. Tiene que ver con otra mirada del encierro y de reafirmar qué estás comiendo. ¿Se puede abastecer a 28 manzanas? No, pero te abastecés a vos, y no gastás un peso en ninguna verdura, salvo en aquellas que por tamaño no podés producir. Además, es salud: te saca del encierro de cuatro paredes. Un solo ejemplo tiene un efecto multiplicador: la gente se dio cuenta de que es muy fácil producir alimentos. Imaginate si los 3 millones de personas de la ciudad lo hicieran: es un cambio de paradigma”.
Briganti sintetizó sus conocimientos en un libro de 60 páginas que tituló Una huerta en mi terraza. Está a punto de reeditarlo.
Aquí nos propone tres pasos para pasar a la acción.

¿Hago lo que digo?
El reciclador dice que el primer paso es cuestionarse a sí mismo. “Ser consciente de que estamos mal parados es el punto inicial. Por ejemplo, venir a hacer una entrevista y decir: ‘Che, yo soy uno de los que tiran a la basura’. El primer cambio lo generamos nosotros. No es meritocracia, nada de eso, es que el primer paso lo doy yo. ¿Hago lo que digo? ¿Digo lo que hago? ¿Soy consecuente? Si vos lo que querés es ser multimillonario, tenés que dedicarte a otra cosa: no estar en una cooperativa de trabajo ni venir acá. Para eso andate con Bill Gates, con Ford. Ni vengas a estos lugares porque no tenemos plata, pero sí mucho que tiene que ver con la empatía”.
Cada vez que da una charla o un taller, Briganti pide que levanten la mano quienes compostan. “Podés encontrarte una persona muy preocupada por el desmonte, ¿pero composta? No. Bueno, lo primero parte de ahí: ¿qué puedo hacer yo? Compostá. Vos, así como te ves, estás tirando un kilo de basura por día, en un container negro, y todo eso va al relleno sanitario. ¿Se recicla? No. Bueno: hacete una compostera”.
Verduras y bichos
El compostaje es un proceso a través del cual la materia orgánica se transforma para la obtención de un compost, un tipo de abono natural para la tierra y los suelos destinados a cultivo. Briganti parte de su ejemplo: “Yo podría hablar muy lindo encerrado en un baño, ¿pero cómo se lo muestro a la gente? Bueno, acá lo ves”.
Una búsqueda rápida por Mercado Libre arroja que hay composteras hasta por $19.000. En un ejemplo, Briganti deja claro por qué le dicen El Reciclador Urbano: “Agarrás un tacho cirujeado de la calle, un pequeño recipiente que junte el lixiviado (el líquido orgánico que surge de la degradación de los restos que tiramos), dos ladrillos para sostener el tacho y un agujerito del tamaño de mi dedo meñique para que drene”.
Al lado de esta conversación está la muestra: un tacho de 20 litros levantado de la calle; dos ladrillos que lo sostienen; un pequeño agujero por el que drena el lixiviado; un pequeño recipiente donde se lo junta.
Qué se hace con ese líquido: “Lo sacás todos los días, lo rebajás en diez partes de agua y eso lo utilizás para regar”.
¿Qué tiramos a la compostera?: “Yerba, te, café, frutas y verduras. También cáscaras de huevo. A eso le tirás un puñadito de tierra, que son las bacterias que van a comer lo anterior. Lo que vos tirás son azúcares: el 90 por ciento es todo agua, y te queda un 10 por ciento de fibra, que es lo que va quedar sólido. Lo comprimís, cerrás la tapa y te olvidás. No lo regás ni nada. Lo dejás: adentro van a haber cientos de bichitos que van a laburar para vos. Y gratis. A los cuatro meses se vuelve tierra. Sí, la naturaleza te regaló eso”.
Pregunta típica: ¿esto atrae bichos? “Primero va a atraer a los seres humanos, lo cual ya es bastante. De la cadena trófica, desde un bichito hasta un elefante, somos la especie más dañina que hay. No somos la única que habita la tierra, pero sí la especie que vemos tratando de matarla. Pero en el proceso de compost, vas a ver mosquitas cuando abrís la tapa: cerrás y ya no pasa nada. No te van a echar del edificio. Si aparece un gusanito blanco, tirás un poco de tierra y listo. Si estás en un balcón, no le tires lombrices para que no te digan nada. Y en verano, limpiá el tachito de lixiviado para que no tenga olor. Si se hace bien, no vas a tener ningún tipo de problema”.
No hay vuelta atrás
Briganti explica que hay dos opciones frente a la tierra que se formó en el tacho. “La primera es cosechar ese humus para hacerte una huerta. La segunda es regalarlo. Acá fundamos el Club del Compostaje: los que no quieren compostar, me lo traen a mí”. En la puerta de su casa hay un barril que dice: “Compostaje barrial”. Tiene una cadena y un pequeño candado: “Hay trece vecinos que tienen esa llave y tiran sus orgánicos ahí”.
Efecto Briganti: “Hay gente que va a pasar la pandemia y no va a haber aprendido nada. Los que no vamos a sobrevivir somos nosotros, ¿y ahí qué vas a hacer con toda la plata que amasan los grandes industriales? Es una irracionalidad. Estas pandemias disparan lo mejor y lo peor de la gente. Espero que se contagie al menos esto. ¿Querés hacer un cambio? Bueno, primero la compostera. Después vemos cómo compostamos en todo el barrio. Después, en el Gran Buenos Aires. Después, en toda la Argentina”.
Briganti todo lo recicla: el humus también es volcado en neumáticos que rescata de la calle. “Cada cubierta es un problema menos para el sistema sanitario. Son cosas maravillosas para hacer contenedores”. De dos neumáticos apilados florece un banano. Ver para creer: Briganti explica que son excelentes macetas porque, primero, no pesan, y segundo, pueden dejarse bajo el sol porque los rayos UV no las degradan.
Briganti cuenta una, dos, tres, cuatro, cinco y seis composteras de 200 litros en su terraza de 60 metros cuadrados. “De ahí vemos germinar cantidades de ajíes, berenjenas, tabaco”. ¿Qué pasa si no tengo terraza y tengo solo un balcón? El reciclador no acepta excusas: contra una pared, en un espacio de 1,50 metros por 1,50, hay una docena de macetas hechas en bidones de agua de 5 litros cortadas a la mitad, de forma horizontal o vertical. “Hay lechuga morada, ciboulette, albahaca, acelga, perejil, berenjenas, tomate, menta limonada. Cuando lo ves, ahí te queda claro de qué hablo”.
Dentro de los tachos puede salir tabaco, albahaca y perejil: “Todo entreverado”. Es lo que Briganti llama el método Fukuoka (por el agricultor y filófoso japonés), que ideó un sistema de producción basado en el desorden y en la mezcla. “Lo que sale, sale. Y lo que no, no. Por ejemplo, mirá este tacho: el tabaco se las ingenió para salir de costado, cuando si tres personas se juntan en un monoambiente, terminan a las piñas”.
El momento crucial es cuando finalmente comés tu propio alimento. Muestra una maceta de la que nacen frutillas. “Una vez que comés tu primera frutilla, y de tu propia huerta, ya no hay vuelta atrás”.
Otra racionalidad
Briganti subraya que no puede sacar un cálculo económico de todo lo que cosecha. “Esto abastece a mi familia, a vecinos y, cuando hay mucho, se lo llevan los voluntarios. Hoy por hoy tenés lechuga, acelga, rabanito, espinaca, puerros que se pueden llevar. No lo tengo cuantificado, pero yo no voy a comprar verdura de hoja, por ejemplo. Pero imaginate que en la ciudad de Buenos Aires viven 3 millones de personas: ¿qué pasaría si se dedicaran a hacer su pequeña huertita? Eso corresponde al buen vivir”.
Briganti plantea otra racionalidad: no una relación de oferta y demanda, sino de qué necesitamos para nuestra vida. “Los ciudadanos están acostumbrados a que si quiero una pizza llamo a las 10 de la noche para que me la traigan. ¿Qué horas son esas para jorobar? Otra: muchos quieren tomate en julio. ¡No hay! Hacé conservas, previendo ese faltante. ¿Cómo cuantificás el mejor tiempo que significa el compartir en la cocina? Si acá viniera un economista diría que todo esto no es viable porque en julio no te puedo dar tomate, ya que es lo que el mercado exige. ¡Que el mercado no jorobe!”.
Lo ejemplifica con la vida misma: “En la vida no nos va linealmente como queremos. Trabajo, salud, amor: siempre hay algo en lo que no va del todo bárbaro. Y es así. Muchas veces me dicen: ‘¡No me crece, se me secó!’. Sí, está dentro de las posibilidades. Si la naturaleza te dice que no, es no. Si te dice que sí, es sí. Pero muchas veces exigimos que todo sea exitoso, y ahí la tenés a la soja transgénica, que cotiza en bolsa. Es aberrante. ¿Cómo vamos a hacer un cálculo sobre la alimentación? Si hacés policultivo te puede fallar el maíz, pero te da poroto y zapallo. Es decir, de hambre no se muere nadie. Las hambrunas vienen cuando te dedicás a una sola variedad. Si apostás al monocultivo, perdiste”.
La revolución de la palta
La conversación con Briganti -barbijo mediante- termina en la vereda de su casa. Quiere mostrar la huerta callejera que mantiene junto a sus vecinos y vecinas: hay lechuga, ajíes y tomates creciendo al lado del poste de luz. Un secreto: “Esa huerta está arriba de un hormiguero. Preparo un fertilizante biodinámico en casa: ni tocan las plantas”.
Briganti vuelve a la pregunta del cálculo económico: “¿Qué pasaría si en nuestras calles crecieran nuestros alimentos?”. Al lado de la compostera barrial está otro de los actuales proyectos del reciclador: un árbol de palta crece desde la vereda hacia el cielo. Uno de sus sueños post cuarentena es hacer una marcha en la ciudad que vaya plantando paltas en el espacio público. Aquí sí es fácil establecer un cálculo económico veloz: la palta en verdulerías cotiza hasta 100 pesos. La idea también involucra plantar nísperos y moras. “¿Por qué estos árboles? Porque no requieren trabajo humano ni ser podados”.
La felicidad -dice el reciclador- radica en estas pequeñas grandes acciones. ¿Hay un método Briganti? “Es una mezcla”, responde. En los preparados para la tierra, dice que sigue las enseñanzas de Jairo Restrepo, ingeniero agrónomo colombiano, uno de los propulsores de la agricultura orgánica en la región (ver “Elogio de la mierda”,en la edición 134 de MU). Del japonés Teruo Higa aprendió la preparación de biofertilizantes. La brasileña-austríaca Ana María Primavesi aportó la comprensión del suelo. De Fukuoka, la gracia del desorden. “El aporte Briganti es aggiornar los saberes del campo a una terraza”.
¿Qué espera una vez que pase la pandemia? Concluye: “Si no tuviera esperanza, no haría nada de lo que estoy haciendo. Creo que el mundo puede cambiar. Podemos ser mejores. Lo veo en la gente, en los jóvenes. Hemos sobrevivido a catástrofes impensables. Hoy la lucha es alimento, el compostaje, que cada persona plante: es la oportunidad que tenemos de resistir dentro de la ciudad”.
CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


Artes
Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

“Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”. Con esa consigna trabajadorxs de las artes escénicas salieron a exigir la derogación del decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro y pone en serio riesgo al sector teatral independiente. Hubo color y calor, pese a los tiempos oscuros y fríos. El apoyo de la gente en la calle, el fondo del planteo, y la inesperada reacción de Pluto.
Por María del Carmen Varela. Fotos: Sebastián Smok

El público en la calle, sumándose al reclamo en favor del Instituto Nacional del Teatro.
La cita fue en la puerta del cine Cacodelphia, en Diagonal Roque Saenz Peña 1150, desde donde partió la colorida y ruidosa caravana que dobló por 9 de Julio y continuó por Av. Corrientes, hasta llegar a Rodriguez Peña. A las dos de la tarde el tramo de la Diagonal entre Lavalle y Corrientes fue punto de encuentro para actores, actrices, músicxs, bailarinxs, cirquerxs y zanquistas que engalanadxs con trajes de colores, vestidos de puntillas, tapados simil piel y elegantes sombreros le pusieron alegría y movimiento a una lucha que viene desde hace tiempo y se agudizó con el decreto que pone fin a a la autonomía y financiamiento del INT, entre otros organismos afectados. Una de las consignas: “Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”.

¿Quién dijo que hace frío?
Al grito de “Señor, señora no sea indiferente, estamos defendiendo el teatro independiente” la caravana de la cultura logró su objetivo. Irrumpieron sobre el carril peatonal de una Avenida Corrientes poblada de gente en plenas vacaciones de invierno y nadie quedó indiferente. Aplausos, bocinazos, brazos en alto y muchas gargantas se unieron al canto. El reparto de volantes con el logo de ENTRÁ –Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa– puso palabras al reclamo:

¿Te imaginás la calle Corrientes sin teatros?
Las luces apagadas, las pizzerías vacías
Los artistas callejeros sin público
¡Esta peatonal es orgullo nacional!
Y eso es gracias a nuestro teatro
Hoy, nuestro teatro llena la calle de música y color
en este desfile en defensa del Instituto Nacional del Teatro
que para quienes se pregunten ¿qué es y de qué sirve?
Para fomentar y garantizar que el teatro llegue a todo el país
Hace dos meses, el gobierno firmó el decreto 345 que vacía al Instituto
con argumentos falsos sobre su funcionamiento y financiación
¡Al INT, que con los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar,
produce obras, abre salas, genera trabajo y construye cultura e identidad federal!
¡El Instituto no solo implica poco gasto, sino que genera tanto valor!
¡Defendámoslo!

Las familias y el apoyo a la creación, al arte y al significado del teatro.
El teatro que habla y Pluto en marcha
Nora es una de las mujeres que no resultó indiferente. Mientras paseaba por Corrientes se topó con la caravana y se sumó con canto y aplauso. “Me resulta muy conmovedor porque están defendiendo lo más precioso que tenemos, nuestra posibilidad de seguir creando. Esta puesta en escena me emociona, es poner en escena el deseo”.
¿Vas al teatro? “Todo lo que puedo, cuando puedo pagarlo”.

Los besos vuelan.
Las niñeces se sintieron muy atraídas por la caravana y no dudaban en acercarse a saltar y aplaudir. Frente al Teatro General San Martín, hicieron una parada y allí el Teatro habló:
- Ay, ay, ay, me duele todo
- Teatro, ¿qué pasa?
- ¡Me dieron una piña en la cara! Y en la panza y en las piernas. ¡Me tiembla todo!
- ¿Por qué?
- ¡Quieren desmembrarme!
- ¿Quién?

- El teatro explicándo por megáfono la situación.
- El decreto 345 quiere vaciar mi instituto
- ¿Al instituto que produce obras y abre salas en todo el país? ¿Al instituto que genera trabajo y construye cultura e identidad?
- Sí. (El Teatro llora y casi se desvanece)
- ¡Cuidado el teatro se desmaya!

- Al teatro le da un soponcio.
- Yo les juro, no hice nada, el instituto recauda los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar, pero parece que no sirvo para nada
- ¿Qué serían las noches sin tus risas y tus lágrimas? ¿Sin tu forma de imaginar? ¿Sin que nos animes a encontrarnos?
- ¿Alguien vio un teatro? (Señalan a los distintos teatros de calle Corrientes y gritan: ahí, ahí)
- ¡Quiero vivir! (grita el Teatro).
- Si, acá estamos y nos organizamos– replican todas la voces.

Pluto junto a las familias en la calle, observando y aplaudiendo.
La escena de un Teatro golpeado pero en resistencia, revitalizado por la suma de voluntades que lo quieren vivo, se repitió en la puerta del Teatro Astral, donde mucha gente salía de una función infantil. Una vez más, muchxs se acercaron y acompañaron. Pluto, o la persona con el disfraz del famoso perro creado por Walt Disney, saludaba niñxs a su paso aprovechando la alta concurrencia del Astral.
Una vez finalizada la performance del Teatro que quiere seguir contando historias, la caravana emprendió el regreso hacia el lado del Obelisco. Y hasta Pluto decidió abandonar el teatro comercial y se sumó a la fiesta del teatro independiente, mientras otra mujer con su familia se hacía oír con cuatro palabras: “¡Que viva el teatro!”

CABA
Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

Más allá de tu vereda.
Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse.
No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.
El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.
El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto.
En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.
Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.
Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”.
Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.
Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”.
Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.
Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.
Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.
Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.



Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.
«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».
Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración.
Hay orgullo.
Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera.
Jorgelina: “Hagamos más radios”.
Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.
Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:
“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.
Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental:
“Más allá de tu vereda,
hay otra realidad,
atrás de tu puerta”.
Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva:
“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle,
allí seguiremos estando”.
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