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Azotea verde. El método Briganti: la huerta en la terraza

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Fundó un colectivo en el que enseña cómo realizar huerta en espacios urbanos. Su propio ejemplo es una forma de contagio: construyó una huerta agroecológica en una terraza en un PH porteño. Por qué el compostaje puede cambiar el mundo. Su sueño de la marcha de la palta. De la calle a la soberanía alimentaria, tips y pasos para dejar las excusas y pasar a la acción. Por Lucas Pedulla.

Azotea verde. El método Briganti: la huerta en la terraza
Foto: Ramiro Dominguez Rubio

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Rodeado de más de veinte variedades de alimentos naciendo de baldes de pintura o de neumáticos recogidos de la calle, de composteras en tachos de 200 litros, y de una innumerable cantidad de microorganismos que de forma silenciosa pero activa están trabajando para hacer de esta terraza de 60 metros cuadrados una especie de oasis de vida en medio del cemento porteño, Carlos Briganti dice que lo que más le llamó la atención en esta cuarentena fue haber visto a sus vecinos por primera vez.

“Veo gente hace 30 años y recién con la pandemia vi asomarse algunas cabecitas en la terraza de allá, en otra de allá, y en la de allá”, dice señalando con la mano en cada dirección los edificios que lo rodean. “Eso quiere decir que la gente no toma en cuenta a sus terrazas para vincularse con la naturaleza. No está acostumbrada a estos espacios. Nunca suben a mirar el cielo. Entonces ponen la televisión para ver cómo está el tiempo. ¿Por qué no mirás el horizonte, a ver si está feo o ves el sol? No, lo natural es vincularte con la TV: mirar el mundo a través de una pantalla. Ese es el problema que estamos teniendo hoy. Si lo queremos capitalizar para bien, la pandemia nos obligó a encerrarnos y muchos dispararon a otros lados, a ver vivos de Instagram y propuestas de todo tipo para descontracturarse. De repente, ves a un tipo que tiene en su techo un montón de alimentos. Y entonces surge el pensamiento: ‘Yo quiero hacer lo mismo’”.

El cielo como la posibilidad infinita, sin techos. El horizonte como noticiero, sin fakes. El alimento como soberanía, sin venenos. La pregunta brota como el banano que aquí nace de dos neumáticos: ¿cómo se hace?

El verdadero contagio

Hace dos años MU visitó por primera vez a Carlos Briganti -56 junios, uruguayo- para conocer la experiencia de su huerta agroecológica construida en la terraza de su PH en el barrio porteño de Chacarita, donde vive hace 39 años. Ahora, en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por la pandemia de Covid 19, nuestra Cooperativa lo contactó para realizar un ciclo en vivo por nuestra cuenta de Instagram, bautizado “Plantate”, donde todos los lunes habla, pero ante todo muestra, cómo realizar una huerta en espacios urbanos.

La respuesta fue un boom, y Briganti también continúa haciendo vivos y charlas con referentes de soberanía alimentaria como Myriam Gorban (una de las nutricionistas más prestigiosas del país, creadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UBA) o Marcos Filardi (abogado, fundador del Museo del Hambre), a través de sus cuentas de Facebook e Instagram, donde se lo encuentra como El Reciclador Urbano.

Claro que el contagio Briganti no comienza ahora, sino a través de las verdaderas redes sociales. El colectivo El Reciclador Urbano reúne a 25 personas, que salen a comedores y centros culturales que los convocan para la “Acción Huerta Urbana”, donde enseñan a desarrollar una huerta propia. Los lugares ponen las cubiertas y la tierra, y el colectivo lleva los plantines, semillas y realiza cinco hileras de tres cubiertas apiladas, para explicar el cuidado que necesitan los cultivos. Briganti tiene semillas guardadas en un armario que denomina “albergue transitorio de semillas”, ya que de allí saca y repone para los vecinos que le tocan el timbre o para las acciones en escuelas o comedores. También está el grupo “Frutos en la Ciudad”, que regala un arbolito de palta, mora o níspero para que vecinos planten en el espacio público, en lugares donde no moleste a nadie. Y también desarrollan el “Club del Compostaje”, para que la gente pueda compostar en la calle. A su vez, en la terraza de su PH, Briganti hace voluntariados los jueves, para explicar in situ el desarrollo de una huerta. Y, post pandemia, también abrirá los lunes, de 10 a 13 horas, para atender los pedidos que les llegan.

“Este momento es propicio para repensar una sociedad que nosotros veníamos repensando hace rato”, dice Briganti, sobre el efecto de sus transmisiones. “Repensar todo lo que veníamos hablando de soberanía alimentaria, de extractivismo y de los pasivos ambientales en estos años. Hoy te demuestra que tener una huerta en un techo es beligerante, es revolucionario y para aquellos que dicen que una huertita no va a cambiar al mundo, bueno: lo cambia. Te parte la cabeza, cambia el entorno, la mirada de cómo se transforma todo en verde. Y el contagio se produce con el tiempo. Acá se armó una especie de corredor: mi vecino está proyectando una huerta, el otro compostando. Tiene que ver con otra mirada del encierro y de reafirmar qué estás comiendo. ¿Se puede abastecer a 28 manzanas? No, pero te abastecés a vos, y no gastás un peso en ninguna verdura, salvo en aquellas que por tamaño no podés producir. Además, es salud: te saca del encierro de cuatro paredes. Un solo ejemplo tiene un efecto multiplicador: la gente se dio cuenta de que es muy fácil producir alimentos. Imaginate si los 3 millones de personas de la ciudad lo hicieran: es un cambio de paradigma”.

Briganti sintetizó sus conocimientos en un libro de 60 páginas que tituló Una huerta en mi terraza. Está a punto de reeditarlo.

Aquí nos propone tres pasos para pasar a la acción.

Azotea verde. El método Briganti: la huerta en la terraza
Foto: Ramiro Dominguez Rubio

¿Hago lo que digo?

El reciclador dice que el primer paso es cuestionarse a sí mismo. “Ser consciente de que estamos mal parados es el punto inicial. Por ejemplo, venir a hacer una entrevista y decir: ‘Che, yo soy uno de los que tiran a la basura’. El primer cambio lo generamos nosotros. No es meritocracia, nada de eso, es que el primer paso lo doy yo. ¿Hago lo que digo? ¿Digo lo que hago? ¿Soy consecuente? Si vos lo que querés es ser multimillonario, tenés que dedicarte a otra cosa: no estar en una cooperativa de trabajo ni venir acá. Para eso andate con Bill Gates, con Ford. Ni vengas a estos lugares porque no tenemos plata, pero sí mucho que tiene que ver con la empatía”.

Cada vez que da una charla o un taller, Briganti pide que levanten la mano quienes compostan. “Podés encontrarte una persona muy preocupada por el desmonte, ¿pero composta? No. Bueno, lo primero parte de ahí: ¿qué puedo hacer yo? Compostá. Vos, así como te ves, estás tirando un kilo de basura por día, en un container negro, y todo eso va al relleno sanitario. ¿Se recicla? No. Bueno: hacete una compostera”.

Verduras y bichos

El compostaje es un proceso a través del cual la materia orgánica se transforma para la obtención de un compost, un tipo de abono natural para la tierra y los suelos destinados a cultivo. Briganti parte de su ejemplo: “Yo podría hablar muy lindo encerrado en un baño, ¿pero cómo se lo muestro a la gente? Bueno, acá lo ves”.

Una búsqueda rápida por Mercado Libre arroja que hay composteras hasta por $19.000. En un ejemplo, Briganti deja claro por qué le dicen El Reciclador Urbano: “Agarrás un tacho cirujeado de la calle, un pequeño recipiente que junte el lixiviado (el líquido orgánico que surge de la degradación de los restos que tiramos), dos ladrillos para sostener el tacho y un agujerito del tamaño de mi dedo meñique para que drene”.

Al lado de esta conversación está la muestra:  un tacho de 20 litros levantado de la calle; dos ladrillos que lo sostienen; un pequeño agujero por el que drena el lixiviado; un pequeño recipiente donde se lo junta.

Qué se hace con ese líquido: “Lo sacás todos los días, lo rebajás en diez partes de agua y eso lo utilizás para regar”.

¿Qué tiramos a la compostera?: “Yerba, te, café, frutas y verduras. También cáscaras de huevo. A eso le tirás un puñadito de tierra, que son las bacterias que van a comer lo anterior. Lo que vos tirás son azúcares: el 90 por ciento es todo agua, y te queda un 10 por ciento de fibra, que es lo que va quedar sólido. Lo comprimís, cerrás la tapa y te olvidás. No lo regás ni nada. Lo dejás: adentro van a haber cientos de bichitos que van a laburar para vos. Y gratis. A los cuatro meses se vuelve tierra. Sí, la naturaleza te regaló eso”.

Pregunta típica: ¿esto atrae bichos? “Primero va a atraer a los seres humanos, lo cual ya es bastante. De la cadena trófica, desde un bichito hasta un elefante, somos la especie más dañina que hay. No somos la única que habita la tierra, pero sí la especie que vemos tratando de matarla. Pero en el proceso de compost, vas a ver mosquitas cuando abrís la tapa: cerrás y ya no pasa nada. No te van a echar del edificio. Si aparece un gusanito blanco, tirás un poco de tierra y listo. Si estás en un balcón, no le tires lombrices para que no te digan nada. Y en verano, limpiá el tachito de lixiviado para que no tenga olor. Si se hace bien, no vas a tener ningún tipo de problema”.

No hay vuelta atrás

Briganti explica que hay dos opciones frente a la tierra que se formó en el tacho. “La primera es cosechar ese humus para hacerte una huerta. La segunda es regalarlo. Acá fundamos el Club del Compostaje: los que no quieren compostar, me lo traen a mí”. En la puerta de su casa hay un barril que dice: “Compostaje barrial”. Tiene una cadena y un pequeño candado: “Hay trece vecinos que tienen esa llave y tiran sus orgánicos ahí”.

Efecto Briganti: “Hay gente que va a pasar la pandemia y no va a haber aprendido nada. Los que no vamos a sobrevivir somos nosotros, ¿y ahí qué vas a hacer con toda la plata que amasan los grandes industriales? Es una irracionalidad. Estas pandemias disparan lo mejor y lo peor de la gente. Espero que se contagie al menos esto. ¿Querés hacer un cambio? Bueno, primero la compostera. Después vemos cómo compostamos en todo el barrio. Después, en el Gran Buenos Aires. Después, en toda la Argentina”.

Briganti todo lo recicla: el humus también es volcado en neumáticos que rescata de la calle. “Cada cubierta es un problema menos para el sistema sanitario. Son cosas maravillosas para hacer contenedores”. De dos neumáticos apilados florece un banano. Ver para creer: Briganti explica que son excelentes macetas porque, primero, no pesan, y segundo, pueden dejarse bajo el sol porque los rayos UV no las degradan.

Briganti cuenta una, dos, tres, cuatro, cinco y seis composteras de 200 litros en su terraza de 60 metros cuadrados. “De ahí vemos germinar cantidades de ajíes, berenjenas, tabaco”. ¿Qué pasa si no tengo terraza y tengo solo un balcón? El reciclador no acepta excusas: contra una pared, en un espacio de 1,50 metros por 1,50, hay una docena de macetas hechas en bidones de agua de 5 litros cortadas a la mitad, de forma horizontal o vertical. “Hay lechuga morada, ciboulette, albahaca, acelga, perejil, berenjenas, tomate, menta limonada. Cuando lo ves, ahí te queda claro de qué hablo”.

Dentro de los tachos puede salir tabaco, albahaca y perejil: “Todo entreverado”. Es lo que Briganti llama el método Fukuoka (por el agricultor y filófoso japonés), que ideó un sistema de producción basado en el desorden y en la mezcla. “Lo que sale, sale. Y lo que no, no. Por ejemplo, mirá este tacho: el tabaco se las ingenió para salir de costado, cuando si tres personas se juntan en un monoambiente, terminan a las piñas”.

El momento crucial es cuando finalmente comés tu propio alimento. Muestra una maceta de la que nacen frutillas. “Una vez que comés tu primera frutilla, y de tu propia huerta, ya no hay vuelta atrás”.

Otra racionalidad

Briganti subraya que no puede sacar un cálculo económico de todo lo que cosecha. “Esto abastece a mi familia, a vecinos y, cuando hay mucho, se lo llevan los voluntarios. Hoy por hoy tenés lechuga, acelga, rabanito, espinaca, puerros que se pueden llevar. No lo tengo cuantificado, pero yo no voy a comprar verdura de hoja, por ejemplo. Pero imaginate que en la ciudad de Buenos Aires viven 3 millones de personas: ¿qué pasaría si se dedicaran a hacer su pequeña huertita? Eso corresponde al buen vivir”.

Briganti plantea otra racionalidad: no una relación de oferta y demanda, sino de qué necesitamos para nuestra vida. “Los ciudadanos están acostumbrados a que si quiero una pizza llamo a las 10 de la noche para que me la traigan. ¿Qué horas son esas para jorobar? Otra: muchos quieren tomate en julio. ¡No hay! Hacé conservas, previendo ese faltante. ¿Cómo cuantificás el mejor tiempo que significa el compartir en la cocina? Si acá viniera un economista diría que todo esto no es viable porque en julio no te puedo dar tomate, ya que es lo que el mercado exige. ¡Que el mercado no jorobe!”.

Lo ejemplifica con la vida misma: “En la vida no nos va linealmente como queremos. Trabajo, salud, amor: siempre hay algo en lo que no va del todo bárbaro. Y es así. Muchas veces me dicen: ‘¡No me crece, se me secó!’. Sí, está dentro de las posibilidades. Si la naturaleza te dice que no, es no. Si te dice que sí, es sí. Pero muchas veces exigimos que todo sea exitoso, y ahí la tenés a la soja transgénica, que cotiza en bolsa. Es aberrante. ¿Cómo vamos a hacer un cálculo sobre la alimentación? Si hacés policultivo te puede fallar el maíz, pero te da poroto y zapallo. Es decir, de hambre no se muere nadie. Las hambrunas vienen cuando te dedicás a una sola variedad. Si apostás al monocultivo, perdiste”.

La revolución de la palta

La conversación con Briganti -barbijo mediante- termina en la vereda de su casa. Quiere mostrar la huerta callejera que mantiene junto a sus vecinos y vecinas: hay lechuga, ajíes y tomates creciendo al lado del poste de luz. Un secreto: “Esa huerta está arriba de un hormiguero. Preparo un fertilizante biodinámico en casa: ni tocan las plantas”.

Briganti vuelve a la pregunta del cálculo económico: “¿Qué pasaría si en nuestras calles crecieran nuestros alimentos?”. Al lado de la compostera barrial está otro de los actuales proyectos del reciclador: un árbol de palta crece desde la vereda hacia el cielo. Uno de sus sueños post cuarentena es hacer una marcha en la ciudad que vaya plantando paltas en el espacio público. Aquí sí es fácil establecer un cálculo económico veloz: la palta en verdulerías cotiza hasta 100 pesos. La idea también involucra plantar nísperos y moras. “¿Por qué estos árboles? Porque no requieren trabajo humano ni ser podados”.

La felicidad -dice el reciclador- radica en estas pequeñas grandes acciones. ¿Hay un método Briganti? “Es una mezcla”, responde. En los preparados para la tierra, dice que sigue las enseñanzas de Jairo Restrepo, ingeniero agrónomo colombiano, uno de los propulsores de la agricultura orgánica en la región (ver “Elogio de la mierda”,en la edición 134 de MU). Del japonés Teruo Higa aprendió la preparación de biofertilizantes. La brasileña-austríaca Ana María Primavesi aportó la comprensión del suelo. De Fukuoka, la gracia del desorden. “El aporte Briganti es aggiornar los saberes del campo a una terraza”.

¿Qué espera una vez que pase la pandemia? Concluye: “Si no tuviera esperanza, no haría nada de lo que estoy haciendo. Creo que el mundo puede cambiar. Podemos ser mejores. Lo veo en la gente, en los jóvenes. Hemos sobrevivido a catástrofes impensables. Hoy  la lucha es alimento, el compostaje, que cada persona plante: es la oportunidad que tenemos de resistir dentro de la ciudad”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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