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Movilizaciones durante el aislamiento: no paramos

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Mujeres se movilizaron en todo el país para exigir justicia por femicidios. La familia de Claudia detuvo al asesino, que caminaba por Mar del Plata. En Capilla del Monte todo el pueblo salió por Cecilia. Al oeste del conurbano señalan a la policía por la muerte de Camila. María Julieta, en Paraná, víctima de un hijo del poder al que los medios trataron de ocultar. Historias que muestran por qué el Estado es culpable y cómo se hace para mover a la justicia en cuarentena. Por Anabella Arrascaeta y Lucrecia Raimondi.

Movilizaciones durante el aislamiento: no paramos

La acción callejera en tiempos de pandemia arrastró críticas, balas de goma y también apoyo como respuesta a la necesidad de salir de la impotencia. 

En cuatro latitudes del país –Mar del Plata, Capilla del Monte, Moreno y Paraná– las acciones se hilvanaron tomando como enseñanzas las anteriores y creando así una cadena de saberes que se continúa escribiendo sin permiso para salir a la calle. 

Claudia, Mar del Plata: ¿Quién encuentra al asesino?

laudia Repetto llevaba veinte días desaparecida cuando se estableció, el 20 de marzo, el aislamiento preventivo obligatorio. Una semana después del decreto presidencial su familia marchó hasta los tribunales de Mar del Plata y cortó la calle con un micro desde donde colgaba una bandera de tela blanca con letras rojas que resumía: “No la dejen de buscar”. 

Ahí mismo, uno de sus cuatro hijos, Daniel, apuntó contra el fiscal de la causa, Fernando Castro: “No hace nada o hace todo mal”.

Claudia, que cumplió 54 años mientras la buscaban, había desaparecido el domingo 1º de marzo. Su familia hizo la denuncia la mañana siguiente después de recibir un llamado que les avisaba que no había ido a trabajar y de enterarse que había desaparecido también su ex pareja, Ricardo Rodríguez, con quien no tenía una relación desde hacía ocho meses y que la hostigaba y perseguía. Aunque familia y amigas contaron sobre la violencia de Rodríguez, la carátula inicial fue “doble averiguación de paradero”.    

La primera marcha la habían hecho ya el 8 de marzo, después de haber pasado días y noches buscándola por la ciudad, mientras siempre alguien de la familia esperaba novedades en la casa de Claudia. Y no pararon. “Empezamos a hacer ruido por todos lados. Pero no desde la organización, para ser sinceros: lo hicimos desde la desesperación”, dice a MUJorge, el hermano menor de Claudia. Esa desesperación tenía dos razones: la ausencia de su hermana y la ineficiencia del Estado. “Imaginate cuánta policía pueden movilizar para buscar a dos personas cuando te preguntan: ¿tu hermana no se habrá ido de viaje con este tipo? El protocolo con que buscan a las mujeres tiene que cambiar. Mi hermana lamentablemente no tenía una denuncia contra este hombre que la estaba persiguiendo. Pero aunque no esté escrito, cuando hay muchos familiares que están denunciando que esa persona está siendo acosada por alguien, el protocolo tiene que ser diferente. Así por ahí podemos salvar más vidas, buscarla con todo de entrada. Me gustaría que cambie eso: que de entrada se busque de lleno”. 

El cambio de la carátula llegó tarde, diecinueve días después de que comenzó la búsqueda. “Ellos buscan a las personas muertas desde un principio, cuando no sabían ni que buscaban”, sostuvo Marta Montero, mamá de Lucía Pérez, asesinada hace tres años también en Mar del Plata, que acompañó a la familia de Claudia Repetto. Cuando Rodríguez ya había sido acusado por “homicidio de una mujer agravado al ser cometido por un hombre mediando violencia de género” y  tenía orden de detención, fue visto el 22 de marzo por las cámaras de seguridad caminando por Mar del Plata a cinco cuadras de una comisaría. La policía no lo detuvo, ni por el femicidio ni por romper la cuarentena. 

Quienes lo detuvieron fueron los hijos de Claudia después de recibir el llamado de un amigo que les avisó que creía haberlo visto en bicicleta y con una mochila. Fueron adonde les habían señalado: ahí estaba. Y avisaron a la policía. 

Esa noche no durmieron. 

El día siguiente, a las 8 de la mañana, volvieron a convocarse frente a los tribunales para esperar la indagatoria. Rodríguez declaró que había asesinado a Claudia. Fue la abogada de la familia quien se los dijo, en la vereda de los Tribunales, porque nadie los convocó a pasar para darles la noticia: “Fue un destrato: te matan varias veces, de a poco”, dice Jorge sobre el Poder Judicial. Después la policía los reprimió: “Nos mataron a balazos de goma, palazos. Habían puesto más policías que si hubiera venido el Presidente”.    

El cuerpo de Claudia estaba enterrado en el kilómetro 534 de la Ruta 11, cerca de Los Acantilados, a 10 kilómetros del faro camino a Miramar, y a 20 metros de donde se había encontrado una pala durante los rastrillajes del 4 de marzo, tres días después de su desaparición. El personal que participó del hallazgo se sacó una selfie en el lugar. Rodríguez está con prisión preventiva en la cárcel de Batán. 

“Hasta que nosotros no encontramos a mi hermana muerta, la cuarentena no existió”, dice Jorge. “Si no fuera por la presión de la calle te puedo asegurar que mi hermana hoy seguía desaparecida. Habría que movilizarse permanentemente y no marchar solamente cuando suceden estas cosas. Pero, lamentablemente, a veces no se entiende hasta que te pasa”. 

Cecilia, Capilla del Monte: la rebelión de un pueblo

Más de 300 personas salieron a marchar en Capilla del Monte, Córdoba, el 18 de mayo por el femicidio de Cecilia Basaldúa. La movilización fue encabezada por sus padres, Daniel y Susana, con una bandera pintada a mano que clamaba verdad y justicia. “Respetamos absolutamente todas las consignas de la distancia, el barbijo y sobre todo el dolor de la mamá y el papá de Ceci”, cuenta a MU Liliana Martín, del Movimiento Plurinacional de Mujeres de esa localidad, organización que acompañó a la familia de la joven de 35 años asesinada en abril durante el aislamiento. 

Los familiares denuncian el maltrato de la fiscalía de Cosquín: todas las veces que fueron los tuvieron durante horas esperando en la puerta. La fiscal de feria, Josefina Gómez, los atendió una sola vez. Incluso a Daniel y Susana les costó que reconozcan a su abogada como querellante y tardaron más de una semana en acceder al expediente. “Esto es Cosquín –enfatiza Liliana– y así es toda la Justicia en Córdoba. Nosotras sabemos que hay un montón de casos en Capilla que están irresueltos o hay dudas de cómo se resolvieron, como el de Mariela”, dice sobre otra mujer desaparecida y encontrada muerta en febrero de este 2020. 

Cecilia desapareció el 5 de abril, y hasta el cierre de esta edición hubo 4 movilizaciones en Capilla del Monte para exigir justicia. “Sabíamos que teníamos que respetar determinadas pautas que exige la ley y que la cuarentena no impide manifestarnos públicamente si cumplimos con todos los requisitos del decreto. También era bastante improbable que la policía se enfrente a una mamá y un papá como Daniel y Susana que encabezaban”, refirió Liliana sobre qué tuvieron en cuenta para organizar la marcha. Y cuenta que la última vez, además del reclamo de verdad y justicia por Cecilia, hubo una demanda concreta por parte de la comunidad que convocó a mujeres, varones, niñes, abueles, vecinos y vecinas de todas las edades. Uno de los carteles más fuertes consignaba: “Con la boca tapada pero sin callarnos la boca”. Liliana sintió que eso era lo que se percibía en el aire. 

Por qué el pueblo se animó a salir, pese al decreto: “Sabemos lo que está pasando en Capilla del Monte: son muchas las mujeres asustadas porque tienen miedo de que el femicida esté suelto, que están con ganas de saber cuál fue la verdad de todo esto”. 

En la última marcha hubo más gente que en la primera. La mamá y el papá de Cecilia se sienten apoyados por la comunidad de Capilla del Monte. Y dicen que les parece clave salir a la calle a protestar: “No me voy a negar a lo que la gente de acá quiera, vamos a hacer lo que sea necesario, no tenemos miedo. Agarro un cartelito y pido justicia. Nadie tiene que tener miedo: el miedo que quede para los que hacen esto que yo creo que andan sueltos”. 

Camila, Moreno: ¿La policía nos cuida?

Karen Colman, de la Campaña contra las Violencias hacia las Mujeres de la regional zona oeste, cuenta a MU que entendieron que el recurso de las campañas por Internet no tendría el efecto esperado. Entonces, decidieron salir a las calles. 

Tomaron como experiencia previa un cartelazo por los femicidios durante el aislamiento: “Para visibilizar la falta de medidas de protección salimos a pegar carteles en las veredas, en las puertas de las casas, lo más cerca posible de los comercios, en los lugares donde generalmente vamos a transitar porque somos nosotras las que nos ocupamos de la reproducción social: salimos a comprar, limpiamos, cuidamos de nuestras familias y de la vida social del hogar, terminamos siendo el contacto entre exterior y el aislamiento”, reflexiona. Además, Karen explica que la herramienta del hashtag #EnMorenoFaltaCamila sirvió para que el caso se visibilizara a nivel nacional y les diera impulso para salir a la calle en el oeste del conurbano. “Me quedó mucho la foto de una farmacia en Moreno que con una flecha indicaba ver un cartel pegado con la cara de Camila. Esa situación hizo que todas las personas que salían para comprar se enteraron de que aún en aislamiento existen las desapariciones”. 

A medida que pasaron los días de búsqueda hubo dos movilizaciones por Camila: una el día anterior de enterarse de que había sido asesinada, y otra después. Karen cuenta que tuvieron debate entre las organizaciones que integran la Campaña sobre cómo pensar la seguridad porque sabían que la movilización en Mar del Plata por Claudia Repetto había sido reprimida: “Pensamos mucho como hacer una movilización en la calle sin caer en la represión o que se abran causas penales por incumplir el aislamiento. El cartelazo fue a lo que más se han sumado en la búsqueda de Camila: la respuesta fue inmediata y habló mucho de la impotencia de verte encerrada en tu casa cuando en general salimos a la calle”. 

La denuncia principal sobre la desaparición y muerte de Camila está centrada en la complicidad de la policía: “Desaparece con toda la fuerza represiva de Moreno en la calle, en el centro, no muy lejos de la comisaría, donde está desplegado un centro de seguridad con cámaras. Entonces la policía no nos está cuidando: se ocupa de la seguridad de la propiedad privada”.

La movilización recibió duras críticas por romper con las medidas del aislamiento social preventivo y obligatorio. Pero Karen explica que salir a protestar no está tan lejos de cualquier otra actividad cotidiana: “Si para salir a comprar tomamos los métodos de cuidado, por qué no vamos a poder hacer eso mismo para exigir que nos busquen, que aparezcamos vivas y que pongan las herramientas de protección que necesitamos. No hay que dejar de habitar el espacio público porque nos costó mucho conquistarlo a lo largo de los años. No podemos dejar de hacerlo porque es la herramienta principal de cuidado que tenemos en el feminismo. Para nosotras como Campaña fue revelador que se sumaran un montón de compañeras que no están organizadas pero que esto les preocupa porque es algo muy cotidiano: incluso en aislamiento siguen desapareciendo las pibas”.

Camila apareció después de doce días, asesinada. La encontraron cerca de la casa de su femicida el 16 de abril, por la presión de las mujeres  en la calle y la búsqueda incansable de su familia. También, a fuerza de exigir saber qué pasó, supieron que  Ariel Alberto González, ex pareja, la asesinó un día después de que desapareciera. El femicida tenía prisión domiciliaria por una denuncia que había hecho Camila por violencia.

María Julieta, Paraná: la presión social

Cuando los títulos periodísticos anunciaron que una mujer había caído desde un edificio la Asamblea de mujeres, lesbianas, travestis y trans de Paraná salió rápidamente a pedir verdad y justicia. Dos días después se supo que María Julieta Riera, de 23 años, había sido asesinada arrojada desde un octavo piso, a diecinueve metros de altura, y que antes fue golpeada y estrangulada. Entonces la rápida reacción se trasladó a la calle. 

El primer sábado de mayo frente a los tribunales de la ciudad se convocaron familiares, amigos y amigas, vecinas de María Julieta, y organizaciones del movimiento feminista, mientras dentro del edificio se dictaba prisión preventiva por sesenta días en la Unidad Penal 1 a Jorge Julián Christe, pareja de María Julieta e hijo de la ex jueza de la ciudad María Victoria Stagnaro. Los fiscales Leandro Dato y Juan Ignacio Aramberry lo imputaron por “homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y violencia de género”.

“Ni la calle ni el reclamo pudieron esperar ni un segundo. Necesitábamos estar ahí”, cuenta a MU Nadia, de la agrupación Juntas y a la izquierda, con la que participa de la Asamblea. “Era importante visibilizar porque sabemos que es un hijo del poder”, agrega Andrea de un grupo de ‘sueltas feministas’ que exige que el Estado haga lo que le corresponde. En un video de ese momento se oye decir: “Que nos escuchen y sepan que estamos acá”, mientras suenan fuerte los aplausos entre quienes llevan barbijo. “No vamos a hacer algo que nos ponga en riesgo pero tampoco vamos a quedarnos en nuestras casas calladas porque esto no se tolera más”, resume Nadia. 

El 8 de marzo Ana, mamá de Maria Julieta, y sus hermanas habían marchado en Paraná para pedir justicia por Fátima Acevedo, de 25 años, asesinada en esa misma ciudad por su ex pareja, Nicolás Martínez, con quien tenía un hijo pequeño, y a quien ella había denunciado a la policía y al juzgado porque intentó quemarla con ácido. Nadie la escuchó y él la mató. La encontraron en un aljibe luego de estar siete días desaparecida. 

Después de esa movilización hubo una vigilia de dieciocho horas frente a tribunales pidiendo justicia y explicaciones por lo que el Estado no hizo para prevenir el femicidio. “Quedaron expuestas todas las fallas del Estado; la sociedad eclosionó del hartazgo de estas situaciones y de que no haya respuestas”, recuerda Andrea. La histórica movilización fue un quiebre para la provincia. Y parte de ese cambio es el reflejo de la calle que ahora pide justicia para María Julieta. “Es Ana María, mamá de María Julieta, desde la puerta de los tribunales, quien traza el camino de la lucha que sigue: “Pedimos justicia por ella y por todas las mujeres que atraviesan esta situación: somos muchas y no vamos a parar”. 

Las desapariciones de Claudia, Cecilia,  María Julieta y de Camila se asemejan en la búsqueda: sus fotos fueron pegadas tanto en los muros virtuales  pero también en las calles. Las fronteras provinciales no son impedimento para una preocupación nacional: en Argentina hay un femicidio cada día. 

El Observatorio

El Observatorio Lucía Pérez de Violencia Patriarcal presenta el primer padrón autogestionado y público de femicidios, travesticidios, muertas por aborto clandestino y desaparecidas.

Es un padrón autogestionado que suma el esfuerzo cotidiano de muchas manos enlazadas para aportar datos, chequearlos, analizarlos. Es abierto porque representa la invitación a que se aporten los casos que faltan, se corrijan los errores y se precise la información.

Nace en medio el aislamiento obligatorio que recrudece las violencias, pero es parte de un largo diálogo con familias sobrevivientes de femicidios y pretende ser una herramienta para pensar acciones que prevengan estos crímenes atroces. 

Cada uno de los nombres que en el padrón aparece no representa una cifra, sino una vida, una familia, un barrio, una comunidad en la que no se trabajó el después de la crueldad. Es también una forma de ver todo lo que el Estado hace y no hace, y cómo se convierte así en eslabón de la máquina femicida por acción u omisión.

Con permiso de su familia el Observatorio se llama Lucía Pérez -que tenía 16 años cuando fue asesinada- en nombre de las vidas de las jóvenes que ella representa.

Es construir, por ella y por todas, memoria colectiva.

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