CABA
Desde adentro: alimentos, agroecología y autogestión
Nahuel Levaggi al frente del Mercado Central; Eduardo Vasco Murúa en el área de empresas autogestionadas, y Eduardo Cerdá designado en una dirección de agroecología. Tres funcionarios que no surgen de los partidos sino de prácticas sociales con otros modos de entender lo político. Un año en el gobierno en medio de la pandemia: el rol del Estado, la gestión, la tensión entre burocracia y voluntad de transformación. Dudas y certezas de quienes están adentro pero vienen desde abajo. Por Sergio Ciancaglini.

Una de las teorías políticas más estruendosas de los últimos tiempos plantea que hay funcionarios y funcionarias que no funcionan. La hipótesis y/o diagnóstico de la vicepresidenta en ejercicio parece haber tenido efectos sintomáticos oficiales: atragantamientos, mareos, algunos trastornos de ansiedad.
La ventaja de la teoría es que puede aplicarse también al gobierno anterior, que fue una meritocracia de lo disfuncional. Y al anterior al anterior, y así sucesivamente hasta la última gota de memoria que cada quien logre exprimir. La teoría de los funcionarios que no funcionan funciona, pero hay casos que la contradicen.
Nahuel Levaggi pasó de su rol como coordinador de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) a tener que gestionar la presidencia de un lugar históricamente problemático (para decirlo con elegancia) como es el Mercado Central. Y lo logró, mientras otras áreas de la administración pública parecen navegar entre nubes de zoom.
Eduardo Murúa, mejor conocido como el Vasco, empezó a funcionar como Director de Programas de Inclusión Económica (en la práctica la oficina se conoce como Dirección de Empresas Recuperadas) antes de ser formalizado en el cargo, preguntándose cada día si ha hecho cosas que le den sentido a estar en ese lugar.
Eduardo Cerdá funciona, pero ni siquiera es funcionario: al cierre de esta edición no había sido designado por Boletín Oficial Director Nacional de Agroecología (más de un año después del ofrecimiento) pero ya tiene oficina en el ministerio del ramo, y se llevó su propia computadora para trabajar mientras espera la formalización del nombramiento.
Se trata de personas que trabajaron siempre desde abajo. Murúa, desde la cooperativa metalúrgica IMPA, se convirtió en referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER): fábricas y empresas sin patrón que demostraron cómo los trabajadores pudieron hacer funcionar (otra vez la palabra) lugares que los empresarios habían vaciado o fundido.
Cerdá es uno de los inspiradores de la RENAMA, Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología que está planteando la posibilidad de otro modelo productivo que recupere y sanee los campos contaminados y evite que la mayor aspiración criolla sea la de glifosato, entre otros venenos de la época.
Para Levaggi la construcción fue siempre tan desde abajo que una de sus principales búsquedas sigue estando en el suelo: una ley de acceso a la tierra que permita que las personas que producen alimentos puedan comprar su lugar de vida, cultivo y producción liberándose de la psicopatía de los alquileres y arrendamientos.
Más allá de sus diferencias, los tres han sido creadores de organizaciones autónomas, independientes, no partidarias, que según el caso supieron plantarse frente al Estado o dialogar con él sin pensarse dentro la función pública: experiencias que no fueron cooptadas ni creen que el buen vivir signifique aferrarse al puesto, el sueldo y la relación de dependencia estatal.
Sin embargo, los tres fueron inesperadamente llamados a la función pública. Y aceptaron. Tal vez un modo de explorar en qué medida la situación empalma con sus propias prácticas, convicciones, y hasta con sus propias dudas. ¿Cómo es la experiencia?

Las llaves y el mate
«La diferencia en nuestro caso es que no estamos haciendo lo de siempre, no es que me nombraron en agricultura familiar”, explica Nahuel Levaggi. “Es cierto que la UTT no fue nunca un gremio meramente reivindicativo, también hay una propuesta de política pública, integral. Veníamos de toda esa práctica y apareció el desafío de gestionar esto, cosa en la que ni pensábamos” dice señalando hacia las ventanas de esa ciudad que representa el Mercado Central, con un movimiento diario de 15.000 personas, 700 camiones y todo lo que implica el abastecimiento de verduras y frutas para 13 millones de personas.
“Para fortalecer a la soberanía alimentaria, la agroecología, los precios justos, la transformación y todo lo demás, aquí tengo que gobernar positivamente la limpieza del predio, el tránsito, la comisaría, los bomberos, los conflictos de intereses. Gestión que te insume cantidad tremenda de tiempo y a veces uno se queda pensando: ¿Qué estoy haciendo acá?”.
Máximo Kirchner le ofreció el puesto, Nahuel asumió en una fecha densa, el 24 de marzo del año pasado, y ese primer día se ocupó de llegar pertrechado con un arma esencial: su mate. Se queda con el 35% de lo que cobra como presidente y el 65% restante va destinado a fines sociales. Ningún otro integrante de la UTT entró al MC. Un modo de conservar la autonomía, explica.
Sabe que la administración pública es muchas veces “una máquina de impedir burocrática, pero ahí también está la decisión política de quien se sienta acá. Si querés, podés poner un montón de excusas. Pero si querés hacer las cosas, las hacés. Hay que buscarle la vuelta. Nuestra propuesta de transformación es el bien común, yo hablaba de lo mismo antes de asumir, y ahora, mi práctica moral, ética, de laburo, es la misma, y no me rompan: las cosas se pueden hacer. Y perdón, pero lo que también hay que tener es creatividad para que los obstáculos de intereses y la máquina de impedir no te la ganen”.
La gestión en el Central permitió –en un mercado libre, de oferta y demanda– que hubiera un Compromiso Social de Abastecimiento y acuerdos públicos de precios con el sector de operadores. “Montamos la ayuda comunitaria para abastecer de alimentos a comedores populares, avanzamos con los procesos de compostaje y recuperación de alimentos, armamos un registro de productores con una página web para que cualquier operador pueda conocerlo y hacerle pedidos, mejoramos condiciones de trabajo para el sector de changarines, valorizamos el Laboratorio y lo ofrecemos gratuitamente para los procesos de Certificación Participativa (que garantizan que un alimento está libre de pesticidas) y armamos un Programa de Agroecología”. El Central continúa comerciando las frutas y verduras convencionales, pero además organiza talleres de capacitación agroecológica para productoras y productores, y se han dispuesto cuatro hectáreas para hacer un campo experimental en el mismo predio, que mostrará las ventajas (de salud, productivas y económicas) de la agroecología.
“El Estado es un ordenador de la vida del pueblo, nos guste o no, entonces creo que hay que transformarlo. Si nos hubieran ofrecido cargos burocráticos no los hubiéramos aceptado, cualquier compañera o compañero de la UTT transforma más desde afuera que en un lugar sin poder real”. Por eso cree que la clave es construir poder. “Una vez adentro, hay una fuerza que te dice que te quedes quieto, que pobres va a haber siempre, que no hagas nada. Creo que de última sos vos y el espejo. No chamuyemos con eso. Hay una fuerza de voluntad que poner en juego, y si no, al menos lo intentaste”.
Hace un gesto como quien va a devolver un llavero: “Y siempre podés decir: hasta acá llegamos, muchas gracias, tomá las llaves”.
Sabe que estar donde está significa jugar con las contradicciones: “En la Mesa Argentina contra el Hambre está la UTT y también Syngenta. Uno puede decir ‘no voy, porque están ellos’. No. Yo voy, me siento, y digo ‘vos formás parte del problema’, y seguís trabajando por la solución. La UTT no paró ni medio segundo, ni bajó ninguna de sus banderas”. No cree en los planteos ideales o puros: “Si un planteo es muy puro, pero perjudica a millones de personas, termina siendo impuro, sectario y antipopular. Yo no puedo decir: ‘basta de exportar granos’. ¿De qué va a vivir el país? En todo caso hay que avanzar con la transformación que promueve la agroecología incluso la extensiva, pensar en una nacionalización de los puertos, no plantear ‘soberanía alimentaria vs. exportación de granos’ y sí ‘soberanía alimentaria vs. agronegocio’. Pero es un cambio gradual, con voluntad, con propuestas, con creatividad”.
Dice que ve al gobierno con pocas políticas en agricultura. “No hay una política alimentaria integral, y si no se impulsa una política positiva, avanza la política negativa del mercado y los agronegocios”. Mientras mira el movimiento del mercado, mira también el movimiento de la política. En diciembre volvió a presentarse la Ley de Acceso a la Tierra que propone la UTT en Diputados. “Cuando se me planteó venir aquí, la condición sine qua non fue que aprueben esa ley”.
Nuevamente el gesto: “Si no, tomá la llave. Hubo un 2020 cruzado por la pandemia y demás. Listo. Pero en 2021, muchachos, concretemos las cosas”.

Estado bobo
Eduardo Murúa y sus colaboradores estuvieron trabajando al menos los primeros seis meses de 2020 sin cobrar. El MNER y las cooperativas les permitieron aguantar ese desierto. Ahora invierten parte de lo que cobran en movilidad, viajes y gastos de la llamada “caja chica”, que nunca es muy chica pero que en su caso sencillamente no existe, para hacer funcionar la Dirección. Les han dado últimamente unas oficinas sin muebles, en Palermo, bajo las vías del tren, cerca del Planetario y desde esa galaxia ponen los pies en la tierra.
¿Cómo fue el primer día? Relata el Vasco: “En diciembre de 2019 vinimos y ocupamos, casi como en las fábricas. Lo primero que hice fue pedirle al personal de seguridad que deje entrar a cualquier trabajador que venga a verme, sin preguntarme. Y a los empleados de la Dirección les dije que siempre el Estado nos trató a los trabajadores como mendigos. Ahora hagamos al revés, hay que tratarlos como patrones, no les hagan perder el tiempo, no les mientan si algo no tiene solución. Yo eso lo viví del otro lado y no quiero que se repita. A veces ni nos atendían, y les teníamos que tomar las oficinas para que nos den bola”. Ocurrió hasta en la Casa Rosada en tiempos de Néstor Kirchner, en la oficina del entonces secretario general Oscar Parrilli: 15 horas de toma de Murúa sirvieron apenas para garantizarse una futura reunión. El objetivo era conseguir un sistema de créditos para la renovación tecnológica de las fábricas recuperadas, cuestión todavía pendiente 15 años después.
Si uno no es un burócrata y quiere trabajar, el Estado puede ser un arma potente, sostiene Murúa. “El apoyo económico para el sector quedó mermado por la pandemia y la necesidad de los programas para comedores y asistencia alimentaria. Pero pudimos resolver cosas, como el derecho para las empresas recuperadas de cobrar el plan Potenciar Trabajo, de 10.500 pesos. No es mucho, pero ayuda. Y estamos con unos 80 proyectos de los que se pagaron 15 para compra de maquinaria. Y 65 proyectos que implican unos 210 millones de pesos para el sector, que esperamos poder pagar pronto”. Enumera los subsidios de gas, el proyecto de lograr jubilaciones dignas para quienes trabajan en el sector, la idea de que el Estado priorice en sus compras a las empresas recuperadas. Rescata también un convenio con el Conicet y con las universidades (La Plata, Quilmes, San Martín, Avellaneda, José C. Paz) buscando lo que llamaron “inteligencia común” entre el Estado, las comunidades académicas y científicas y las empresas recuperadas.
Menciona el acuerdo que logró entre el laboratorio recuperado Farmacoop, el empresario privado Carlos De Pina (Alimentos Proteicos) y el sector científico a través del Conicet, para fabricar el primer test argentino de detección rápida (entre 5 y 10 minutos) de anticuerpos del Covid-19, ya aprobado por la ANMAT. “Había que comprar la maquinaria en Estados Unidos. Conseguimos inversión privada, 100.000 dólares, y fíjate lo que se pudo lograr. Mi idea es que ese dinero lo tendría que poner el Estado. Pero el ejemplo sirve para demostrar todo lo que se puede hacer, porque tenemos menor costo que cualquier sector patronal, y el plus de esfuerzo que le ponen los trabajadores”.
A Murúa se le mezcla lo que llama una buena sensación, con lo contrario: “El Estado no nos ve, o no nos escucha. Por lo menos ahora puedo dar la discusión adentro. Siento que hay una subestimación con respecto a nuestros compañeros, y el Estado les dio más recursos a sectores privados con las ATP que eran de hasta 40.000 pesos o más. Reprodujo la forma de distribución que tiene la normalidad, asimétrica, injusta”.
Hace silencio y anuncia: “Me calenté. Cuando el Estado hace eso, digamos la verdad, es un estado bobo, estúpido y maligno. Porque no se le dice la verdad a la sociedad. Se acusa de ‘planeros’ a quienes menos tienen, pero no se dice que los sectores medios y altos están todavía más subsidiados y protegidos”. Cree que parte de sus colegas funcionarios “son de un sector particular, que vive dentro de una burbuja incluso de sectores progresistas y clases medias”. Descripción: “No ven que hasta si vas a Alemania comprobás que la participación del Estado en la economía es tremenda, nada que ver con libre mercado y esas cosas. Pero acá te hablan de inversiones, y hasta ahí les da el librito. Viven bien, no se quieren pelear con nadie, pero para cambiar la situación se sabe que hay que tocar intereses”.
Cree que la tecnología es barata en un mundo en estado de sobreproducción, y que ya no hace falta tanto capital para el desarrollo. “Hace falta audacia, reunir al Estado con la clase trabajadora y el sector del conocimiento. Pero para eso no podés quedarte en ser un gobierno administrador de la crisis. Hay que incorporar a la vida política y social al 50% de la población bajo la línea de la pobreza. Es la única forma de sostener un gobierno que se precie de decir que es popular”.
Por eso cree también que un síntoma positivo sería la existencia de mayor conflictividad social. “Más conflicto le permitiría al gobierno tener más fuerza para enfrentar esquemas de poder internacionales y nacionales para llegar a objetivos como tener un salario mínimo para toda la población. La pandemia fue desmovilizadora, pero desde las organizaciones populares tenemos que retomar la iniciativa”. Cuenta que suele imaginar a personas fallecidas como Horacio Campos (primer presidente de IMPA) o Sonia Gutiérrez (que lo acompañó en una de las huelgas de hambre para recuperar la fábrica): “Deben estar en algún lado mirándonos y diciendo: ¿y estos qué están haciendo?”.
Para comprender una lógica distinta: pronto los trabajadores del MNER tendrán asamblea con Murúa y sus colaboradores. “Nosotros explicaremos lo que estamos haciendo, que nos parece positivo sabiendo todo lo que falta. Y que sean ellos los que decidan nuestra permanencia o no en el Estado”.
Lo que recontra conviene
En términos teológicos el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá está desde 2020 en una especie de limbo. Le ofrecieron la Dirección Nacional de Agroecología en enero del año pasado pero aun espera que se formalice el nombramiento: “Hace poco me dieron un espacio físico chico cerca del ministro de Agricultura, como para poder estar. Ya he avanzado con muchas cosas. Venimos trabajando con el Programa de Alimentos Bonaerenses, programas de agroecología, estuve dando charlas, me junté con gente del Ministerio de Desarrollo para el proyecto de leche agroecológica con máquinas que pasteurizan y tratando de impulsar todo este tipo de producción, y también con el propio ministro de Agricultura y parte de su gabinete. Todo pese a la limitación por la demora en la designación, que depende de Casa Rosada, y encima en Agricultura está reducida la actividad para aprobar la nueva estructura”, dice con un buen humor y un espíritu que califica como “medio zen” y describe de este modo: “La fruta no hay que cosecharla antes. Hay que estar tranquilos. Ojalá el gobierno le dé el mayor apoyo posible a esto, pero en todo caso siempre habrá que hacer lo que venimos haciendo: abrirse camino”.
Durante todo este tiempo obviamente no cobró. La primicia es que tampoco lo hará: firmó una declaración jurada rechazando el salario como Director Nacional de Agroecología. Su argumento posiblemente le genere enemigos en la mátrix burocrática: “Tengo mi jubilación como docente, con eso me alcanza. Es un modo de devolverle a la sociedad mi formación en la universidad pública, y es un modo de tener independencia”.
¿Qué puede representar la existencia de una Dirección de Agroecología? “Que el gobierno haga esto es importante primero, por darle legitimidad a un nuevo esquema productivo. Vamos a poder debatir sin considerarnos los dueños de la verdad ni tener la última palabra”.
El lugar común general es que el modelo transgénico y con fumigaciones es la presunta salvación nacional. “Nunca lo fue. Además, el país puede producir alimentos sin sustancias tóxicas, sin tener que comprar insumos dolarizados que generan un problema en la balanza comercial, y ofrecer alimentos premium por su calidad y porque estaríamos cuidando el ambiente. Hoy la pandemia nos muestra la importancia del alimento que fortalezca tu sistema inmunológico. Eso es mucho mejor que una vacuna. Van a tener que hacer la vacuna para Covid 20, 21, o andá a saber para qué otra cosa, corriendo siempre atrás de los virus. Con una alimentación sana te cambia todo el esquema”. Otro signo de la época: “En Formosa el gobierno les entregaba maíz transgénico y glifosato a los productores. Por la inclusión de la Agroecología en el sistema educativo pudimos hablar con el ministro de Producción y ahora se va a entregar maíz natural y no más glifosato. Se dieron cuenta además de todo lo que se ahorra, y en dólares”.
Sin tener la última palabra, Cerdá plantea que el problema central hoy es un cambio de paradigma. “Ese cambo consiste en entender la vida, y dejar de creer que las cosas se resuelven con llenar las panzas. Necesitamos alimentos de calidad que nos den vitalidad y que permitan avanzar hacia modelos productivos locales, que den trabajo y restablezcan vínculos sociales”. Otro detalle: “Tenemos una Constitución Nacional que en el artículo 41 dice que todo ciudadano tiene derecho a un ambiente sano. Hoy el modelo productivo no cumple eso”.
Dice que la agroecología “le recontra conviene a Argentina, porque puede tener productos con los mismos o mejores precios –por los menores costos– y eso sería un beneficio para la balanza comercial, con más divisas para el país”.
¿Cómo lograr que crezca ese nuevo estilo de ver las cosas? “No me voy a pelear. Ayudaremos a los que quieran cambiar. Por la experiencia de la RENAMA, a todos los que han hecho agroecología les fue muy bien, están mejor y no quieren volver atrás. Los rendimientos son similares. Los resultados económicos, mejores. Para ganadería también es una opción mucho más interesante y productiva. Ayuda a eliminar costos ocultos de los que nadie habla: costos ambientales, deterioro de suelos, pérdida de nutrientes de los alimentos y de biodiversidad.
Cree que muchas gente se da cuenta, y se pasa a lo agroecológico. “Y donde no les interese… bueno, hay tanto para hacer que seguiremos en donde la gente comprenda el avance que significa esto”.
Aclara que no es ni será bombero: “No es vida. Yo siempre lo que hice fue planificar, mirar el mediano y largo plazo. Esta posibilidad puede darle un gran impulso a lo que creo que es la agronomía de un futuro cada vez más inmediato. Si me dan ese lugar, bienvenido. Y si no, me iré a casa a seguir impulsando las cosas como siempre: desde abajo”.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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