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Lo que dejó el Festival de Cine de Derechos Humanos: viajes, gritos y rituales

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Pese a la crisis del sector, sin salas abiertas en el AMBA, sin financiamiento y con un INCAA golpeado, el 19º FICDH exhibió producciones de enorme calidad, que hablan de la época y muestran que hay vida más acá de Netflix. La directora del festival, su programadora y directorxs de tres films recomendados cuentan por qué el cine es un derecho humano. Por Néstor Saracho.

El Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (FICDH) organizó su edición número 19, por primera vez, de manera online. Fue del 27 de mayo al 2 de junio de 2021 y se proyectaron 53 películas de 27 países.

La directora Florencia Santucho y la coordinadora de programación Malena Bystrowicz cuentan a MU detalles de este festival que permite visibilizar producciones sociales y diversas miradas: “No solo aumentó notablemente la calidad y cantidad de producciones de  derechos humanos –plantea Florencia– sino también el número de festivales que se proponen como herramienta de sensibilización y transformación social”.

Cuenta que el FICDH fue el primer festival latinoamericano en vincular el cine con las demandas de los organismos, allá por 1997, cuando la industria cinematográfica internacional aún no incluía los derechos humanos entre sus categorías temáticas. Hoy, y gracias a la experiencia adquirida a nivel regional e internacional, el FICDH es uno de los festivales pioneros de la Human Rights Film Network que reúne hoy a más de 40 festivales de cine de todo el mundo.

El ritual del alcaucil | The ritual of the artichoke TRAILER from Ximena Gonzalez on Vimeo.

Lo que dejó el Festival de Cine de Derechos Humanos: viajes, gritos y rituales
El ritual del alcaucil, de Ximena González, fue premiada por el público. Fantasmas, memorias, historias sin tiempo y desapariciones, en clave de los silencios cotidianos.

Cine & corchazos

¿Cómo fue el proceso de organizarlo en este contexto pandémico? “Para un festival de cine como el nuestro, que se dedica hace años a generar debates críticos en torno a los temas socioambientales más urgentes de la actualidad, la pandemia representó una oportunidad para poner en luz la crisis de un sistema de vida, producción y consumo que hace tiempo se venía denunciando. Como todos los eventos culturales, tuvimos que enfrentar muchísimas dificultades desde la drástica caída de los fondos, hasta la adaptación forzada a un formato con nuevas reglas y jugadores. Supimos aprovechar las oportunidades que nos ofreció esta nueva condición virtual, llegando a más público e integrando exitosamente la participación de figuras de otros países a la propuesta del Festival. Destacamos el lanzamiento de nuestra plataforma de streaming que fue fruto de la alianza con una sociedad italiana, SMK/OpenDDB, que comparte con nosotres una visión política del cine como herramienta de cambio social”.

El mayor desafío es el de alcanzar nuevos públicos. “Sobre todo entre los más jóvenes. Es por eso que trabajamos mucho la imagen, la comunicación y la propuesta artística desde un abordaje integrador e innovador que permita deconstruir la visión tradicional de los derechos humanos”, resalta Florencia. 

Sobre los desafíos que plantean estos tiempos para continuar exhibiendo, Malena Bystrowicz reflexiona: “Es un cambio de época. Todos los paradigmas se ponen en cuestión. El capitalismo se autofagocita y por el privilegio de unos pocos el planeta se sumerge en un laberinto cada vez más oscuro. Sin embargo no han muerto ni las utopías, ni el cine: al contrario, se hacen cada vez más necesarios”. Remata sin vueltas: “El cine, los libros, la música y la cultura han salvado a más de une del corchazo”.

Como parte de esa salvación el FICDH representa un espacio fundamental, no solo de distribución y exhibición de cine (fundamental para artistas y las obras) sino como derecho, cultura, mirada y expresión hoy más que nunca urgente: “Cuando todo esto pase, el cine, habrá mutado en parte”, sigue Malena. “Algunas cosas ya estarán incorporadas y otras volverán a su forma tradicional: ahora estamos en el medio del caos. Habrá que hacer un buen montaje de esta absurda película apocalíptica que estamos protagonizando”. 

Los Gritos from Silbando Bembas on Vimeo.

Lo que dejó el Festival de Cine de Derechos Humanos: viajes, gritos y rituales
Los gritos, del Colectivo Silbando Bembas: sobre cómo la violencia machista se agravó con la pandemia. Lo que no hace el Estado, el encierro como terror y la organización de las salidas.

Tres tremendas tramas 

El largo viaje de Alejandro Bordón, de Marcelo Goyeneche, El ritual del alcaucil, de Ximena González y Los gritos del colectivo Silbando Bembas fueron algunas de las películas exhibidas y elogiadas en esta última edición del FICDH. 

El largo viaje de Alejandro Bordón cuenta el calvario de un hombre que es víctima de una causa armada por la policía y busca desesperadamente su libertad. Bordón inicia así el largo viaje para demostrar su inocencia de un crimen que jamás cometió. 

Marcelo Goyeneche detalla a MU la importancia de este tipo de festivales: “Son una ventana muy importante para nuestro cine. Permiten al espectador acceder a films con temáticas que en otros lugares es difícil hallar, ya que su exhibición es muy limitada, además del conocimiento de distintas problemáticas en otras partes del mundo. Este es otro de los aspectos de importancia dentro de lo que denominamos soberanía audiovisual de un país. La exhibición y la diversidad de pantallas deben estar acompañadas de políticas públicas de fomento al sector audiovisual”.

Sobre su film: “Con El largo viaje de Alejandro Bordón tuvimos la posibilidad de visibilizar la criminalización de los sectores populares, una realidad que va en aumento, con una de las prácticas vinculadas a las violaciones a los derechos humanos como son las causas armadas y que se han convertido en un flagelo”.

Otra de las películas exhibidas –que recibió el premio del público– fue El ritual del alcaucil, de Ximena González, filmada en parte en los alrededores del cementerio de Avellaneda, pegado a Villa Corina, escenario fantasmagórico que da rienda suelta a memorias, fantasmas, e historias sin tiempo, desde los desaparecidos hasta los silencios cotidianos. Su directora explica a MU: “Durante todo el proceso de realización tuvimos claro que estábamos haciendo una película que necesariamente se resignificaba en el encuentro con les espectadores. Hacer una película documental siempre implica una intervención sobre la realidad, una transformación, pero que no tiene que ver con la manera en que cambia el comportamiento de les actores sociales frente a la cámara, sino con el modo en que se trastocan ciertas dinámicas sociales al ser atravesadas por una nueva mirada, por un equipo que llega a ver desde otro enfoque algo que quizás siempre había estado ahí o, como en el caso de nuestra película, a preguntar y romper el silencio sobre aquello que pretende olvidarse. Un espacio como el FICDH nos permite ponerle cara, cuerpo e historia a nuestres interlocutores e ir al encuentro de los sentidos que nos devuelven frente a las imágenes que ofrecemos”.

Los gritos, del colectivo Silbando Bembas, fue otra de las exhibiciones que se llevó el premio Cine.ar, la plataforma pública de exhibición de cine nacional. En el film, mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries conviven con sus agresores, donde el encierro significa terror. Un documental en el que las víctimas relatan lo que (no) está pasando en las líneas telefónicas de atención, lo que el Estado (no) está haciendo y lo que (sí) podemos hacer para seguir desde la organización y la calle. 

Según este colectivo audiovisual, Los gritos nació en un marco para abordar “la violencia machista como fenómeno que se agudizó durante la pandemia, y el rol del Estado que tiene una posición de clase y que viene a intentar paliar con medidas poco efectivas, para nada integrales, que no tienen en cuenta los contextos de las víctimas”. 

Lo que dejó el Festival de Cine de Derechos Humanos: viajes, gritos y rituales
El largo viaje de Alejandro Bordón, o la historia de una víctima de una causa armada por la policía. Dirigida por Marcelo Goyeneche, que reivindica la soberanía audiovisual.

Detrás de la pantalla

Para les directores, el proceso de llegar al estreno siempre está plagado de inconvenientes. A la habitual falta de salas para exhibir cine argentino, se sumó el cierre, más la falta de pantallas en la programación de plataformas y canales de TV privados. Y la pandemia aceleró el proceso de cambio en el hábito de consumo de productos audiovisuales. Para Marcelo Goyeneche, este combo es peligroso: “Porque el consumo cultural no solo está vinculado a ver una película, leer un libro o pasar un rato agradable: tiene que ver con la construcción de imaginarios e identidades”.

Goyeneche plantea: “Necesitamos políticas públicas de fomento al cine nacional y la aplicación de la Ley de Cine. En el escenario global, o se defiende a la industria audiovisual de cada país, o se monopoliza el  acceso a través de las plataformas como Amazon, Netflix, etc. Estas plataformas de streaming han ganado fortunas con la pandemia al ver crecer exponencialmente a sus abonados, y con cifras multimillonarias de las que nada va destinado a financiar al cine nacional”.

La directora González coincide en la actualidad de crisis y la urgencia de políticas públicas: “Estamos atravesando un contexto de crisis que ha sido fuertemente profundizado por la deficiente gestión del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La implementación de políticas públicas para favorecer la distribución y exhibición del cine nacional –especialmente la ficción independiente y el documental– es una deuda pendiente de todas las gestiones del INCAA, y no es excusa la pandemia para que nos encontremos con una problemática apremiante a la hora de mostrar nuestras películas”.

Algunos ejemplos de esa falta de apoyo estatal: “La posibilidad de estrenar o reponer películas desde la plataforma y el canal del INCAA es restringida. En ciertas oportunidades el mismo Instituto invisibiliza las películas producidas con su apoyo. Elabora un nuevo plan de fomento a espaldas de las asociaciones de cine, desoyendo sus propuestas para el crecimiento y democratización de la producción y la exhibición. Hay un cerco dominado por multipantallas transnacionales, que lucran inescrupulosamente –fraguando la cuota de pantalla, por ejemplo– mientras el INCAA mira para otro lado, dejando hacer al mercado, y desatendiendo las iniciativas que buscan mitigar esta problemática. Es el caso del entramado de Espacios INCAA o del circuito altamente valioso de festivales nacionales, que realizan una labor extraordinaria y que fue desfinanciado por esta gestión”.

Para Marcelo Goyeneche dentro del cine se pueden ver muchos cines. “Algunos de ellos, como el cine documental y de ficción independiente, están en riesgo de morir o desaparecer”, asegura. Quizá su augurio provenga de decisiones como la que aprobó la Ley 27.432 que plantea que las fuentes de financiamiento que iban directo al INCAA para el fomento al cine nacional, no pasen más al INCAA sino al Poder Ejecutivo. “Esto significa que el INCAA quede sin recursos propios para funcionar dependiendo de lo que cada año se le asigne en la Ley de Presupuesto y perdiendo su carácter de autarquía, generando así un desfinanciamiento de la industria audiovisual en general y del cine independiente en particular”, remarca Goyeneche.

González vislumbra una situación de  amenaza: “Quizás el cine no ha muerto, pero nuestro cine –el que intenta recuperar su lugar de enunciación para producir imágenes desde nuestros territorios, comunidades y experiencias diversas– está claramente en peligro”.

Silbando Bembas habla de “readaptarse” y discutir el paradigma Netflix que creció con la crisis sanitaria: “Producen un cine mercantilizado y hegemónico a través de la precarización laboral. Son los grandes beneficiados de este contexto que vieron sus ganancias aumentadas y reciben hasta exenciones impositivas. No se ven obligados a cumplir una cuota de pantalla”. Y rematan: “¿Qué es lo que tendrá prioridad para el INCAA: el cine independiente, con mirada crítica, o el cine de las grandes productoras?”.

Las respuestas brotarán como un desafío entre quienes sientan al cine no como una mercancía sino como un derecho humano.

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Aguas que no has de beber: agrotóxicos y contaminación en Lobos. Informe especial.

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Luego que un estudio revelara la contaminación con agrotóxicos en Lobos, la Justicia ordenó al Municipio a entregar bidones de agua en escuelas, centros de salud, clubes y casas de vecinos y vecinas. El fallo también intima a garantizar el derecho al agua potable, su saneamiento y un abordaje a la problemática. Compartimos este informe especial, publicado en la edición 160 de MU, donde contamos cómo vecinas y vecinos de siete organizaciones se organizaron (incluso con un bingo) para pagar un estudio del INTA que reveló la presencia de 22 plaguicidas en altas concentraciones en las redes y pozos de agua domiciliaria, plazas, suelos, napas subterráneas y hasta en la lluvia. Lo que dicen los concejales que aún no firman una ordenanza para restringir fumigaciones y promover la agroecología. Hablan el presidente de la Sociedad Rural local, la directora de Medio Ambiente, la científica del INTA Virginia Aparicio. La historia de un ex aplicador, la asamblea ciudadana, y las familias afectadas que buscan que el paraíso no se convierta en una de terror. Por Francisco Pandolfi.

Esta nota forma parte de la edición 160 de MU que hicimos gracias a nuestrxs suscriptorxs. #HaceteCómplice acá.

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No binarismo: autogestión de la identidad

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¿Qué expresan las identidades no binarias? ¿Qué significa no ser hombre ni mujer, ni estar de acuerdo con ninguna etiqueta de género? Lejos de ser una moda, un proceso social y político con raíces precolombinas pone en jaque quiénes somos y cómo nos de-construimos, con demandas concretas al Estado y preguntas para el resto de la sociedad. De las palabras a los cuerpos, experiencias y reflexiones para salir de los moldes. Por María del Carmen Varela.

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En carne propia: frigoríficos recuperados y el debate sobre la producción

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Mercado concentrado en manos de corporaciones, reinado sojero y precios de exportación en las carnicerías. En ese paisaje nació un espacio que agrupa a 12 frigoríficos cooperativos y representa a más de 1.400 trabajadorxs, con potencial para llegar al 10% de la producción nacional. ¿Cómo combinar exportaciones y mercado interno? Experiencias, ética y propuestas que muestran desde la autogestión los caminos para democratizar la alimentación y generar trabajo. Por Lucas Pedulla.

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LA NUEVA MU. La vanguardia

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