Mu160
En carne propia: frigoríficos recuperados y el debate sobre la producción
Mercado concentrado en manos de corporaciones, reinado sojero y precios de exportación en las carnicerías. En ese paisaje nació un espacio que agrupa a 12 frigoríficos cooperativos y representa a más de 1.400 trabajadorxs, con potencial para llegar al 10% de la producción nacional. ¿Cómo combinar exportaciones y mercado interno? Experiencias, ética y propuestas que muestran desde la autogestión los caminos para democratizar la alimentación y generar trabajo. Por Lucas Pedulla.
Esta nota forma parte de la MU 160 que hicimos gracias a nuestrxs cómplices. #HaceteCómplice del periodismo sin patrón acá.
Máximo Paz es una localidad de 10 mil habitantes de la bonaerense Cañuelas, que en 2004 vivió un temblor: el frigorífico que lleva el nombre del pueblo había dejado a sus 110 trabajadores y trabajadoras en la calle. Pero lo que parecía una más de las sucesivas quiebras que desde los 90 la familia Piczman tenía como estrategia para licuar deudas, se transformó en tres verbos de trabajo: “Ocupar, resistir y producir”.
El 25 de junio de 2007 fue la primera faena de un proceso que no solo recuperó fuentes laborales, sino que las creó: hoy son 150 trabajadorxs que faenan 10 mil vacas por mes, tienen 48 corrales para 2.549 cabezas de ganado y 15 cámaras de frío para 3.200 animales. Aun así, Miguel Manteca Saavedra, 52 años y actual presidente de la cooperativa Frigocarne, dice: “Estamos al 50% de nuestra capacidad”.
La explicación es uno de los motores de un espacio novedoso, que se insertó en la discusión por el precio de la carne vacuna con un nombre que interpeló al Estado e incomodó a los grandes jugadores del negocio: Mesa de Frigoríficos Recuperados.
Algunos datos:
- Agrupan a 12 cooperativas: 6 de la provincia de Buenos Aires, 3 de Chaco, una de Mendoza, una de Misiones y otra de CABA, con posibilidad de sumar más.
- Representan a 1.425 trabajadoras y trabajadores directos.
- En el último año tuvieron una producción-faena de 536.621 cabezas: 110 millones de kilos gancho de medias reses vacunas.
- Sobre un total anual de 14 millones de cabezas, representan el 4% del mercado interno, “con capacidad para llegar a un 10% del total”, aclaran.
Mirta Aranda fue la primera presidenta de una recuperada de la carne, en apoyo de su compañero, uno de los fundadores de la cooperativa, cuando las familias eran el pilar de la recuperación y debían juntar entre todas el dinero que apenas alcanzaba para comprar zapatillas a sus hijos: “Era buscarse otro laburo o resistir todos. Y resistimos todos”.
Con esa misma filosofía, nació esta Mesa de Frigoríficos Recuperados.
De quién es la propiedad
Frigocarne es un predio inmenso de 10 hectáreas que resistió distintas embestidas a lo largo de su historia. La última fue durante el macrismo: 18 meses frenado y suspensión de matrícula. El entonces Ministerio de Agroindustria emitió además una resolución en la que decía de forma taxativa que “las Cooperativas de Trabajo no podrán solicitar inscripción de la categoría Matarife Abastecedor”, la que le permite a los frigoríficos comprar los animales y comercializarlos por su cuenta. De esa forma, muchas cooperativas pasaron a ser únicamente prestadoras de servicio.
Saavedra: “Las cámaras empresariales dijeron que éramos competencia desleal. Sacaron esa resolución por la cual no podemos comprar ni vender, solo vender nuestra fuerza de trabajo y el establecimiento. Pasamos de echar un patrón a tener otro. Pero a nosotros no nos pueden asustar. Muchos planteaban que con Macri no íbamos a abrir más. Fueron discusiones bravas, porque los compañeros tienen que comer, comprar remedios, tienen hijos. No es fácil: hicimos guardias, nos quedamos en las noches, pasamos las fiestas aquí. Nuestra posición fue siempre política y así resistió tanto tiempo el frigorífico. Acá ya tenemos tres generaciones: los que tomamos la cooperativa, los hijos y los nietos”. Miguel Navarro es parte de las nuevas camadas, tiene 31 años, empezó como operario y hoy está en la administración: “Todos los días demostramos una producción sustentable sin patrón. Nuestra discusión no es de renta: es por el trabajo”.
En Frigocarne también se recuperó una ética de producción: todo el predio que rodea a la fábrica estaba lleno de yuyos, abandonado y desperdiciado. Hace un año y medio la cooperativa se puso en contacto con la Unión de Trabajadorxs de la Tierra y lo que antes eran ruinas hoy está en tránsito hacia un pulmón verde. Ya hay tres hectáreas y media de producción agroecológica de brócoli, coliflor, repollo, puerro, zanahoria, remollacha, lechuga, habas, verdeo. Allí trabaja Ariel Guzmán –boliviano, 35 años– con su familia: pasó de pagar $8.000 la hectárea en La Plata (trabajaban siete, $56.000 todos los meses) a vivir en ese predio que la cooperativa cedió en comodato a la UTT.
Saavedra retoma otra de las demandas de la Mesa de Frigoríficos: un Plan Integral Ganadero que incluya, entre otros elementos, el acceso a la propiedad de la tierra. “Hablamos de que los campesinos puedan tener tierras. Si nosotros podemos facilitarles estas hectáreas, el Estado puede: tiene las tierras donde poner a producir animales que van a ser para consumo del pueblo. No digo que vayas al choque contra el sector concentrado, pero sí empezar a socavar por abajo. Si no, estamos esperando siempre a elecciones. ¿Vos pensás que los otros tienen dudas? Tenés que moverte, porque ellos no perdonan”.
Cuchillos y bolsillos
El gobierno justificó el cierre de las exportaciones de carne por 30 días a partir de un dato concreto: la cantidad exportada en el primer trimestre del año aumentó un 22%, pero en dólares ingresó la misma cantidad que en 2020, en un contexto de escalada de precios. En los primeros cuatro meses el precio aumentó un 22%, y acumula 64,7% en los últimos 12 meses. La Mesa acompañó la medida, subrayó que el objetivo era abrir un canal diálogo con los grandes exportadores –el Consorcio ABC: 22 empresas– para frenar la disparada, pero puntualizó que si bien la exportación es una fuente distorsionadora de los precios locales, no es la única. De hecho, el precio no bajó: el lock-out de la Mesa de Enlace redujo la oferta y en el AMBA se registró en mayo una suba del 6,1%. Más allá de los nuevos consumos, la carne es una variable crucial en la economía doméstica: representa un 20% del gasto promedio de un hogar.
Para entender la complejidad de esta estructura no hay que ir a Harvard o Chicago, sino a Virrey del Pino, en los confines de la galaxia de La Matanza. En un predio rodeado de árboles, canchas de fútbol y una huerta agroecológica del MTE (Movimiento de Trabajdores Excluidos), se erige el frigorífico La Foresta, fundado con el barrio en 1957, recuperado en 2005, 156 integrantes, con una faena de 5.000 cabezas mensuales pero con capacidad para 20 mil. Cristian Montiel ingresó con 18 años y hoy, con 45, es el presidente de la cooperativa. Vivió todo: las quiebras, la toma, las noches, las discusiones familiares. “Los que salían a trabajar para llevarse un mango juntaban monedas y me traían algo todas las semanas para que no saliera a buscar trabajo, porque si no esto se perdía. En ese momento tenía dos hijos, hoy tengo cuatro. Era y es nuestra casa”.
Uno de los que despertó el sueño cooperativo fue Marcelo Gaucho Yaquet, militante del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que apoyó el proceso. Los trabajadores votaron hacerlo socio y hoy sigue recordando la primera faena autogestiva, el 25 de noviembre de 2006: “Gente grande y de cuchillo, de esas que no te imaginás llorando, con lágrimas de felicidad”.
Yaquet es hoy director de Fortalecimiento de Sistemas Productivos Locales, dentro del Ministerio de Agricultura: “Así como están las mesas de consumo interno, o las de exportadores, una mesa de Frigoríficos Recuperados era necesaria para entrar en una relación de ida y vuelta con el sector, desde un cuerpo y un nombre que lo ponga en igualdad de condiciones para ser escuchados con voz propia y opinión”.
Explica lo complejo: “La simpleza del proceso de la carne vacuna debería estar en tres eslabones concretos: 1) la producción primaria; 2) el valor agregado, que es el matadero-frigorífico y la industria; y 3) la boca de expendio, que es la comercialización. Lo que pasa es que en el desarrollo de esta cadena intervienen otros eslabones, y la cadena no es algo equilibrado o eficiente, porque cada eslabón juega en función de lo propio. En los últimos 20 años la producción del grano le fue sacando terreno a la producción vacuna y hubo un cambio de tecnología en la producción del animal, que terminó siendo el engorde de corral, lo que hoy llamamos feedlot. Antes necesitabas una hectárea para un animal, y ahora el engorde se hace todo amontonado. Por lo tanto, a la cadena ya le agregás el precio del alimento de engorde: si sube el maíz (aumentó 170% en un año), ya te sube un porcentaje del costo de animal producido”. Un animal hoy cuesta aproximadamente $80.000 ($240 el kilo).
Otro eslabón agregado es la recría: “Al no tener una buena pastura, los pequeños y medianos productores se sacan de encima el animal a 180 kilos, para que llegue a los 230 kilos necesarios para entrar a un engorde”.
Otros dos eslabones: “Entra el consignatario, que es el que junta las diferentes cabezas de animales para ponerlas en el Mercado de Liniers, o para venderlas directamente a los matarifes, otro eslabón: es el que compra el animal en pie y lo termina vendiendo a medias reses. Entre el animal de pie y la media rese, aparece el matadero-frigorífico”.
Otro cambio de las últimas décadas, según Yaquet: “Argentina viene perdiendo en consumo un kilo de carne vacuna per cápita por año. En los 80 veníamos en 86 kilos; hoy estamos en 46. Y no es que comemos menos carne: se come más carne aviar (casi 5 veces más) y porcina (casi 2 veces más). Lo otro tiene que ver con la exportación y es que hay una demanda muy grande de los chinos: se llevan casi el 70% de la exportación. Y están en un proceso de cambio de comer una carne mala a una mejor: eso hace que el ‘animal malo’ suba, y arrastra al de más categoría”. Otro 15% se destina a plazas de la Unión Europea, Israel y otros países que consumen cortes de alto valor.
En esa ecuación, Yaquet subraya un elemento clave: “El bolsillo de los sectores populares está cada vez más chico en relación a los alimentos. A eso hay que sumarle que el aumento de los costos de la boca de expendio también encarece el precio: si la luz y el alquiler de la carnicería aumentan, la carne va a salir más cara. Entonces, desde la renta de la tierra hasta la luz de la carnicería: ¿quién determina el precio”.
Yaquet responde: “Con décadas de neoliberalimo, es el juego del libre mercado”.
Pizarras y discusiones
La UTT realizó en mayo un “asadazo” en Avellaneda, sur del conurbano bonaerense, en el que vendió tira de asado a $460 el kilo ($900 o $1.000 en las carnicerías), con una consigna: “La carne puede estar más barata”. Juan Pablo Della Villa, secretario de Comercialización de la organización, explica: “Es carne de un frigorífico de Avellaneda que dedica el 70% a la exportación pero entiende la necesidad del pueblo. Por eso promedia entre los precios que exporta y los del mercado interno: si exportás a 1.500 podés vender adentro a 350”.
Vendieron tres toneladas en cuatro horas: “Hay un pueblo que se está muriendo de hambre. No hay margen: tenemos la crisis sanitaria más grande de nuestra historia y en el medio estamos peleándonos por el precio de la comida”. La UTT propone desarrollar la agroecología para no depender de la alimentación a base de cereales: “El pequeño productor está ahogado por los números, y termina produciendo carne el que tiene un buen cuadro de feedlot, que además es una mala carne: el 90% de la producción es feedlot o con engorde a través de granos, todo transgénico. Eso es lo que comemos”.
Saavedra piensa que la producción de otro tipo de carne choca con una urgencia: “Si no faenamos 5.000 animales mensuales, esto se muere. La luz pasó de $55.000 en 2017 a $1.200.000. ¿Cómo hacemos? Por eso es que planteamos que se necesita tener un Plan Integral Ganadero”.
Yaquet: “El planteo implicaría, por un lado, poder tener más stock ganadero en Argentina, que hoy tiene un plantel de 52 millones de cabezas, casi el mismo hace 50 años. Por otro, acompañar y fortalecer al pequeño y mediano productor para disputar la concentración de unos pocos y avanzar en el proceso sin eslabones intermediarios. Si planificás, podés pensar un esquema para abastecer el mercado interno, y a la vez quedarte con un saldo exportable”. Por eso la Mesa plantea que hay capacidad en las cooperativas de pasar del 4% al 10% de la producción.
Otra observación para transparentar el precio del mercado interno es que la compra directa de la hacienda para exportación no pase por el Mercado de Liniers. Montiel, de La Foresta, explica: “El Mercado es una feria y ahí los grandes jugadores distorsionan. Alguien pregunta cuánto sale un corral, se remata a $205, otro dice $207, pero llega Coto que dice $225, y ya está: le pone precio, ya no tenés competencia y marca el compás de los precios en Argentina”. Saavedra: “El productor pone Canal Rural para definir el precio”. Yaquet: “El valor del grano está fijado por la pizarra de Rosario, que a su vez es un reflejo de los precios del mercado de Chicago. Ese modelo de economía termina descompaginando todo”.
Al cierre de esta edición la Mesa se había reunido con Agricultura, INAES y Ministerio de Trabajo, pero el Ministerio de Desarrollo Productivo a cargo de Matías Kulfas no los había recibido. Saavedra: “Todavía hay funcionarios que nos dicen que no saben si realmente somos una recuperada y si somos testaferros de matarifes. Escuchame: estamos en regla con los libros, hacemos asambleas todos los meses, cumplimos todos los requisitos, nos hicimos cargo de esto porque el dueño la destruyó. Que el macrismo me diga eso, me lo banco. Ahora, que me lo digan nuestros compañeros…”.
Romper la factoría
Sobre Donato Álvarez al 1151, en Caballito, el puesto de fiambres y embutidos de la Cooperativa Torgelón no descansa: el barrio sabe que en este frigorífico casi centenario (nació en 1923) se consiguen, por ejemplo, salamines $200 más baratos que en cualquier supermercado. Victor Sena está por cumplir 50, es el presidente de la cooperativa que recuperó 52 fuentes laborales en 2008 y produce 8 mil kilos de embutidos por semana. Por qué el precio bajo no es un milagro: “Los empresarios están acostumbrados a ganar 100 veces más que un empleado. Acá uno se compraba un BMW, otro un Mercedes, mientras nos atrasaban los sueldos”. El cooperativismo de trabajo implica otro proyecto. “En un país que produce alimentos, comer es un lujo. Hay que ir más a fondo y que el Estado maneje las exportaciones: si no, entre la minería, los sojeros y los chinos te hacen del país una factoría. Hay que hacer un cambio drástico porque así la riqueza se va, y solo queda la pobreza”.
En La Foresta, esa mirada cruza generaciones, desde Anibal Montiel (74) hasta Daiana Machuca (23). Aníbal trabajó aquí hasta 1981 y volvió al jubilarse a su puesto de serruchador. Daiana está en Seguridad e Higiene: “Recuerdo que para mi abuelo esto era su vida”. Al fallecer, enterraron sus cenizas en el predio. Daiana: “Siento que esto es parte de la vida de toda mi familia”.
Estos frigoríficos generaron nuevas fuentes de trabajo: en los 15 años de La Foresta pasaron y se formaron más de 600 personas. Héctor Russo (50), es calderista: “Esto es una escuela, pero no tenés que pagar para aprender sino escuchar a los compañeros. Ves cómo la guerrean y se convierte en parte de tu historia. Estamos cuidando el trabajo, que es nuestra casa, pero también el plato de comida que llevamos a nuestros hogares”. Algo es obvio: la Mesa de Frigoríficos Recuperados representa algo más que un reclamo sectorial.
Es lo que expresa, por ejemplo, Mirta Aranda en Frigocarne: “Siempre tuvimos que luchar para profundizar lo que queríamos, cuando en la política a veces no sabes dónde moverte. Pero no nos movemos de un lugar: el de la justicia social. En eso no hay término medio”.
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