Sigamos en contacto

CABA

Efectivo al toque

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A nueve meses de instalada, la empresa finlandesa gana un millón de dólares por día, pero la ciudad tiene el índice de desocupación más alto de Uruguay y casi duplica la media nacional. Floreció la industria de los juicios laborales, se hundió el turismo y creció la incertidumbre sobre el futuro. Otra forma de decirlo es que se agravaron los problemas que Botnia prometía solucionar. Sin embargo, en territorio uruguayo pronto se van a instalar tres pasteras más, una cerca de Colonia y otra en un corazón turístico muy ligado a los argentinos: el departamento de Rocha, para usar el puerto de La Paloma.

Efectivo al toqueFray Bentos es la sede de un moderno milagro económico.
La imponente Botnia está fabricando pasta de celulosa desde noviembre de 2007, tiene el apoyo y la protección del gobierno uruguayo (y logró torcer las posiciones históricas del Frente Amplio), es aplaudida por la oposición, se impuso a los reclamos gualeguaychenses al menos hasta ahora y al conflicto internacional entre ambos países, anuló toda oposición sindical, tiene apoyo unánime de los medios en los que generosamente publica sus avisos, se le cedió una zona franca que le permite exportar su producción a Finlandia sin pagar impuestos ni regalías, tiene una especie de seguro del Estado uruguayo de resarcimiento económico frente a cualquier inconveniente que detuviera el funcionamiento de la fábrica, se ha constituido en la industria multinacional más grande que haya existido alguna vez en Uruguay, el precio internacional de la tonelada de celulosa casi se duplicó en este tiempo, en menos de dos años dejará totalmente paga la inversión, y gana entre uno y dos millones de dólares por día.
Resultado: con semejante emprendimiento instalado en su seno, la serena y pequeña Fray Bentos se ha convertido en la zona de mayor desempleo de Uruguay (14 por ciento, contra el 8,5 de mediados del año pasado, doblega –según los datos del Instituto Nacional de Estadística– al promedio nacional que apenas pasa el 8 por ciento). El olor percibido sólo esporádicamente hasta ahora, a repollo hervido y/o huevo podrido (según la subjetividad de la nariz), o la lenta y acumulativa contaminación del río Uruguay pasaron a ser problemas de segundo orden.
Datos: Fray Bentos tiene 23.000 habitantes. Botnia declara alrededor de 300 personas trabajando en la planta. No es muy clara la cantidad de uruguayos, aunlas estimaciones los sitúan en alrededor de 100. Unos 33 de ellos son fraybentinos, principalmente ubicados en puestos de seguridad, mantenimiento y limpieza.
 
Los aplausos marean
La Asamblea de Gualeguaychú mantiene su corte en la ruta 136, pero permite el paso en casos especiales, que incluyen al periodismo. Yendo hacia Uruguay en auto primero hay que cruzar el puente Libertador San Martín –con sus curiosos letreritos celestes “No Residuos No”– y a 20 metros de altura sobre el Río Uruguay ya puede verse a Botnia humeando y vibrando con una especie de ronquido permanente de sus máquinas (que parece mayor aun cuando se pasa de noche). Soy el único pasajero del día en el puesto fronterizo, donde la atención de argentinos y uruguayos es impecable. Fray Bentos es un lugar bello y –para usar un adjetivo preferido por los uruguayos– tranquilo. La propuesta también es tranquila: conversar con quien vaya cruzándome por la calle, al azar, sobre la vida tras la instalación de Botnia, cuya construcción se concentró entre comienzos de 2006 y agosto de 2007 y funciona desde noviembre de ese mismo año. Un relato cotidiano y callejero sobre las consecuencias del modelo.
Primer dato: frente a la presencia del “Mumóvil” y su ostensible patente argentina, y pese a la supuesta animosidad tras el corte, la cordialidad y disposición a charlar fueron siempre absolutas. Es mi tercer viaje a Fray Bentos y siempre fue así.
Beatriz está en una esquina con Adriana, 2 años recién cumplidos, que ya cambió la mamadera por el mate. “Yo pido a gritos que levanten el corte” dice Beatriz. “Trabajaba con mi familia como despachante de aduana, en el puente, y nos quedamos en la calle. Mi padres se fueron a Salto, mi hermana a Paysandú. Yo me quedé con Adriana, pero tuve que dejarles a mis viejos a mis hijos mayores, de 12 y 13 años, porque no me da para mantenerlos, ni para mandarlos a la escuela”. ¿Botnia resultó un avance? “Hubo un avance, durante la construcción sobre todo. Pero se quedó ahí. Mucha gente trabajó y mejoró. Otros se marearon con los aplausos, como yo digo. De no tener nada –porque si acá no eras funcionario público no tenías nada– a tener una quincena buena, la gente compró cosas que después no terminó de pagar. Motos, televisores, celulares”.
¿Qué fue lo que pasó? “No alcanzó el tiempo de trabajo. Piense usted que casi no llegaron a ser dos años. Yo noto entonces que hay mejores comercios, hubo posibilidad de estudiar para trabajar en Botnia. Pero quedó en eso”. ¿Es una sorpresa o una decepción para los que imaginaban que ese progreso iba a ser más duradero? Beatriz le pasa un mate a su hijita: “Todos sabíamos que la tecnología al ser humano lo hace de lado. Hay gente trabajando; pero no el volumen que uno podía imaginar: yo pensé que podía haber un cambio mayor; pero en el fondo todo sabemos que la tecnología te da lo mínimo”.
Alguna vez en Fray Bentos la secretaria de Cultura local, Beatriz Espina, me dijo algo muy razonable: “Es una apuesta para otro lado. Soy madre de dos jóvenes que tuvieron que emigrar porque no encontraban empleo ¿Qué futuro nos estaba quedando? ¿A ver? Amo a mi país, y no quiero que éste sea un país de viejos”. Le pregunto a esta otra Beatriz con su niña matera qué opina: “Ése es el problema. Fray Bentos volvió a ser lo que era. Un poquito mejor a lo sumo. Pero el problema yo también me lo pregunto: ¿qué futuro dejamos a los niños? Por eso digo que levanten el corte, y que los hermanos argentinos no me digan que a ellos no los afecta, porque esto ha frenado una cantidad de actividades”.
Cerca de la Municipalidad hay una mueblería. Una señora se ha puesto contra la pared, al sol como los gatos. Cuando me presento me mira con complicidad y anuncia: “Que el corte dure para siempre. Cuando no hay corte todos van a comprar todo a Gualeguaychú, y encima el tipo de cambio hace que allá sea más barato. Ahora la gente tiene que comprar todo aquí, y eso hace que la situación no sea peor todavía”. ¿Qué opina de la influencia de Botnia en la zona? “Yo creo que se ha mejorado, hay un poco más de movimiento. Usted ve que hay más motos”. Le cuento que Beatriz me dijo que mucha gente ha tenido que venderlas. “Bueno, el movimiento es menor que el del año pasado cuando había aquí 5.000 obreros en la planta, claro. Y el comercio también aflojó bastante. Por eso hay tantos locales en venta”. Más exactamente, 42 negocios en unas 12 cuadras de la avenida principal, la 18 de Julio, pusieron sus letreros de venta o alquiler después del boom Botnia.
 
El bombero, el contador y el obrero
Ulises sale de una casa de ropa para hombres, luce lentes oscuros. “Usted ve que no ha habido grandes cambios. Yo no comparto la postura del corte y me duele mucho porque siempre hemos tenido buenísimas relaciones con Gualeguaychú y Argentina” dice el joven que termina contándome que trabaja en Botnia, haciendo turnos como bombero. “Para nosotros éste fue un emprendimiento importante que generó trabajo y una industria que Uruguay no tenía. Cambió la mentalidad de algunas personas, que se dieron cuenta de que tienen que capacitarse para estos proyectos”. Pero la capacitación hipotética no lograría que Botnia abra más puestos de trabajo: “No, pero el cambio de mentalidad es importante. Yo mismo estoy acostumbrado a la monotonía, a un pueblo chato. Vamos a hablar pronto y mal: éste es un pueblo de gente de edad, y ahora hay más movimiento, más gente joven. Cambió un poco, aunque en líneas generales sigue siendo lo mismo”.
¿Y qué tal el trabajo en la planta? “El lugar es impresionante, tiene muchísima seguridad. Desde ya que una empresa que use esos materiales y mezclas, ni hablar que va a desprender olor. Pero todo está monitoreado. Está lleno de cámaras en toda la planta controlando todo lo que pasa, todo el movimiento”. Me quedo con la duda sobre si controlarán la contaminación o a los que trabajan (eso me pasa por ver demasiadas películas norteamericanas) pero Ulises –con una enorme gentileza– me quiere aclarar algo: “Siempre hemos copiado a Argentina, pero también hay que entender que el país tiene que aprender a tomar sus riesgos, y sus recaudos”.
Patricio tiene 33 años, es contador, su señora es abogada. Tienen un bebé de dos meses. Anda con el termo y el mate a mano. Ve positivamente lo de Botnia, con este argumento: “Fue una inyección de progreso, no tiene sentido negarlo. Como el principio de la época de Menem en Argentina. Hubo un furor, se conseguía dinero, hubo gente que ganó mucho, y otros que se aprovecharon. Una casa que valía 200 pesos argentinos de alquiler, pasó a valer 1.500. Otros se mudaron para alquilarles sus casas a los europeos. Ahora empezó el temor, porque no hay tanto trabajo ni tanto ingreso”.
Otro aspecto del asunto: “La gente quería trabajar, y nadie puede cuestionar eso. Yo creo que los piquetes tendrían que hacerlos en Finlandia, porque acá nos matamos entre nosotros y los finlandeses se matan de risa”. Me aclara que no se está quejando: “A nosotros nos está yendo muy bien con mi señora, y te reconozco que estoy ganando plata con Botnia porque hay muchos trabajadores que hacen reclamos y juicios contra la empresa que son clientes nuestros”. (Sergio Campero, presidente del Sindicato de la Construcción, calcula que hay 2.700 denuncias, demandas y juicios laborales contra Botnia). Parece increíble que una empresa haya llegado a ese punto, contando con zona franca, beneficios impositivos…. “Y si querés dar más palos, te ayudo”, suma Patricio. “El Banco República también dio créditos para Botnia. Como si yo fuera a Argentina a invertir, pero la plata me la das vos. Pero así son las cosas. Yo te reitero que hubo un progreso, y eso es meritorio. Para mi hubo una falla gubernamental en no decir: bueno, instalate acá, pero garantizame que el 90 por ciento de la gente que trabaje sea uruguaya. Ahora estamos en una merma, obvio. El temor es que después de haber ganado bien, la gente no se adapte a esta retracción, y salgan a robar o algo así. Unos lo canalizan por el lado positivo. Pero con otra gente no se sabe”.
Algunas cuadras más allá hay un barrio obrero, más cercano a Botnia. Pablo tiene una verdulería: “Un poco más de movimiento hay. Poquito. A mí no me gusta quejarme. Hay más motos”. Por la vereda pasa Sergio, flaco, gorrita con visera, termo y mate. Tiene 22 años, va con su chica y un bebé en carrito. Como Patricio, y tan distinto: “Yo estoy sin trabajo, y te puedo decir que esto está mucho peor que antes. Estuve como albañil en Botnia durante once meses. Pero antes de Botnia, se conseguían changas en el monte, o haciendo algunos trabajos. Hoy no hay nada. Esto está muerto”. Le pregunto si no resultó un beneficio la presencia de Botnia, como me han dicho, y la posibilidad de mucha gente de comprarse más cosas: “¿Y para qué me sirve una moto? Yo soy de los que compraron una. Y la tuve que vender. Me costó 950 dólares y la vendí a 500 para poder vivir cuando me quedé sin trabajo”.
 
¿Piquetes en La Paloma?
Julia Cóccaro es una de las ambientalistas de Fray Bentos que (junto a Delia Villalba, ver mu número 9) alertaron a Gualeguaychú sobre lo que se estaba viniendo con los proyectos de la celulosa. Enemiga declarada de las pasteras y de las políticas de todos los políticos (blancos, colorados y frenteamplistas) Julia pasó a la categoría de bicho raro fraybentino, y para colmo ella y Delia terminaron enemistadas. Julia hoy tiene su casa en venta. “Pero nadie hace ninguna oferta”, comenta confirmando por el lado inmobiliario el ambiente recesivo que parece haberse apoderado de Fray Bentos. “El problema es que esta ciudad apostaba al turismo, y aunque ahora se levantara el corte, el turismo no volvería con semejante industria al lado”. La posibilidad de bañarse junto a Botnia y beber agua del río queda reservada a los shows de marketing de quienes se prestan a eso. Américo Pereyra y Mariela Bortoni, bichos raros también ellos, cuentan que a Fray Bentos volvieron las tortas fritas y las rifas: “Las tortas fritas las preparan las señoras y los chiquilines salen a venderlas a la calle. Y mucha gente vende numeritos para rifar un mantel o algo traído de contrabando desde La Salada de Buenos Aires. Ropa, relojes, lo que sea, para poder ir tirando. Eso mientras se construía Botnia no existía”.
En este veloz pasaje de la Europa industrial a la rifa casera, Julia aclara ciertas bases del modelo económico que conviene no olvidar: “Estas empresas no son papeleras. El papel, que es lo que da más mano de obra, valor agregado y menos contaminación, lo fabrican en Finlandia. Aquí trajeron la parte sucia del proceso. Para hacerlo necesitan millones de hectáreas de eucaliptos, que dan la materia prima para la pasta de celulosa. Ese monocultivo mata otras producciones, no da prácticamente mano de obra, y está eliminando las napas de agua”. Cada eucalipto consume de 30 a 50 litros de agua diaria, y los productores de estas áreas ya han ido comprobando la desaparición de arroyos y cursos de agua que forman parte del Acuífero Guaraní.
Mariela cuenta que ayer estaba hirviendo un repollo y las hijas le dijeron: “Ya estás haciendo olor a Botnia”. Julia reconoce que una sola vez percibió tal aroma en estos meses. Me sirve un café. “Lo hago con agua mineral porque la de canilla no me da confianza, viene río abajo de Botnia”. Durante el período de construcción se multiplicó también la explotación sexual, y se produjo la inédita llegada de travestis. Américo calcula que en el prostíbulo Miel llegó a haber 70 mujeres trabajando y unas 40 en La Banderita. “Ahora volvió a la normalidad, 6 ó 7 mujeres en cada caso”.
¿Por qué Julia tiene en venta su casa? “Porque me quiero ir de Fray Bentos. La planta ya está funcionando, no hay marcha atrás, y ya no tiene sentido que me quede. Me iré, no sé si a Punta del Este o a otro lado donde no vayan estas pasteras, aunque sea porque se les oponga el turismo. Sigo pensando que si se trabaja bien podríamos lograr que Botnia se vaya. Pero nada es fácil”. Nada: avanza la preparación para instalar a la española Ence (huida de Fray Bentos por el efecto Gualeguaychú) en Conchillas, y hay otros dos proyectos anunciados, la sueco-filandesa Stora Enso en el departamento de Durazno, y una más grande aun que todas éstas: la portuguesa Portucel, que tiene previsto instalarse usando el agua de la Laguna Merín cerca de la frontera con Brasil, con la hiper turística La Paloma como puerto de aguas profundas.
 
Trabajador multinacional
Francisco Boggi, 36 años, dos hijos, tiene los brazos atravesados por unas ¿ampollas?, ¿verrugas gigantes?, ¿cicatrices? “No sé. Son quemaduras químicas”, cuenta Francisco, quien junto a otros diez trabajadores quedó expuesto en agosto de 2007 a un derrame de una bolsa de sulfuro de sodio. “Cuando empecé a vomitar fui al baño y me mojé los brazos y la cara. El agua activó el producto químico que era como un polvillo y pasó ésto”. Sus compañeros, en cambio, no alcanzaron a estar expuestos al agua hasta ser hospitalizados. Por eso no sufrieron las quemaduras de Francisco, pero sí mareos, desmayos, vómitos y diarreas que continuaron durante varias semanas. Botnia se desprendió de todos ellos sin pagarles en algunos casos siquiera los días que no trabajaron por estar internados. Todos están en juicio contra la empresa. Boggi: “Yo me hubiera conformado con que me pagaran los días que me debían, y un servicio médico hasta quedar curado de estas cosas. Como la empresa nos empezó a poner en el lugar de mentirosos, la cosa se fue agravando. En un momento vinieron a proponerme darme plata para desistir. Y no a mis compañeros”. Julio Rodríguez, del sindicato de portuarios, postula: “Si la empresa quiere arreglar de ese modo, ¿es porque tiene razón o porque está en falta?”. Otra historias hundidas en el misterio fueron las muertes de los obreros Pedro Molina, en febrero de este año y el chileno Rodrigo Rivero en 2007. “Molina cayó de un andamio un día del lluvia, cuando está prohibido por ley que se trabaje. Y además pertenecía a una empresa que no era especialista en trabajos de altura. Lo hicieron para ahorrar. Nunca se pudo saber nada y los funcionarios del Ministerio de Trabajo tampoco pudieron investigar porque Botnia ya había levantado todo cuando llegaron”. Botnia se negó a dialogar con el gremio de la construcción y culpó por el accidente a la empresa subcontratada Cujó. En esos días el gobierno uruguayo le cedió el Cabildo de Montevideo a Botnia para realizar su fiesta de lanzamiento.
Julio cuenta otros efectos fraybentinos de Botnia: “En el puerto teníamos 100 puestos de trabajo por día. Hoy está prácticamente inactivo, todo el trabajo pasó a la propia Botnia, y allí hay 8 puestos de trabajo. El turismo en Las Cañas (el balneario de Fray Bentos) se calcula que ocupaba a 1.500 personas, sobre todo en verano. Pero ahora eso está muerto”. Otra novedad: “Volvieron los merenderos (los comedores populares) en los barrios. Esto no se veía desde la crisis infernal de 2002 Y el otro día salió un pedido de un chofer para una empresa. La cola fue de tres cuadras”. En plena construcción, en cambio, las ofertas eran otras: “Estaba lleno de prestamistas, ‘Efectivo al Toque’ lo llamaban. Mostrabas un recibo de sueldo y te daban diez sueldos ahí mismo”. Se sabe en estos casos quién termina ganando, pero quizás en esta promesa de la plata ya, haya un símbolo de mucho de lo que pasa en Uruguay. Y en el mundo.
Julio reconoce que abandonó el Frente Amplio cuando Tabaré Vázquez bajó la orden de apoyar la construcción de la planta. “Siempre estuve en contra, y el Frente también. De golpe cambió la cosa, y se acabó la discusión. Dije: no milito más”. Sus fichas hacia adelante están puestas en el Congreso del Pueblo que reúne a decenas de organizaciones sociales, oenegés y grupos ambientales: “Queremos meternos en los proyectos de reforma del Estado con la ley de forestación”. Boggi agrega: “El drama es que hay muchos uruguayos que son conservadores, esperan, no salen a tratar de hacer las cosas”.
Faltaría contar que en Mercedes –a 30 kilómetros de Fray Bentos– se siente la falta de agua por el monocultivo de eucalipto, que los productores son censurados en los medios cuando reclaman, o que un tambero como Carlos Vico explica: “Estas empresas son pura pérdida. La plata no se queda ni se mueve en el país, se la llevan toda”. Víctor Cardona tiene una pequeña granja, y cree que el problema es que los uruguayos que se oponen a este tipo de modelo no han sabido organizarse juntos. Pablo Martínez, chacrero, intuye que no conviene el pesimismo: “Nadie ha logrado satanizarnos. Todos los que denunciamos lo que pasa, estamos dando testimonio sobre cómo es la realidad, y cada vez más mucha gente se va dando cuenta. Ya vendrá nuestro momento. Somos como una célula madre de algo que está latente” dice mientras se va haciendo de noche. Unos 30 kilómetros más allá Botnia enciende todas sus luces. Parece una ciudad. Hoy, solamente, la empresa acaba de ganar un millón de dólares: efectivo al toque. Pero no se alcanza a ver a ninguna persona. Ésa es la receta del milagro.

CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Seguir leyendo

CABA

La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

Seguir leyendo

Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”
Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.014